¡Por fin se ha acabado el dichoso octubre, madre mía! El Salón fue estupendamente, aunque muy ocupado debido a que todos los medios del país quisieron entrevistar a Kaiji Kawaguchi (acabé agotado, pero muy contento porque, aunque sea con la excusa de las elecciones americanas, el manga ha tenido un papel muy importante en los medios estos días) y la conferencia de ayer sobre Tezuka también fue muy bien, ¡gracias a los que vinisteis!
Ahora espero poder dedicarme más a este blog, que ganas no me faltan. Y qué mejor para reanudarlo que con un manga "viejuno" de estos que tanto me gustan. Como ya sabéis, hay muchos japoneses a los que les fascina el mundo del motor, y no es para menos, ya que solo con las marcas de fama mundial que tienen (Toyota, Honda, Yamaha, Kawasaki...) lo raro sería que no hubiese japoneses totalmente pirados por los coches o las motos. Aun así, y aunque en motociclismo ha habido grandes pilotos japoneses que han sido campeones del mundo, en Fórmula 1 los pilotos japoneses no suelen tener tanta suerte.
En cualquier caso, en Japón existe un porcentaje muy alto de coches superdeportivos que probablemente solo es superado por Italia, el país de los superdeportivos por antonomasia. No en vano, Ferrari, Lamborghini, Lotus, Maseratti, Porsche y otras marcas por el estilo tienen en sus listas de clientes a muchos japoneses. Pero esto fue básicamente durante los años 80, cuando el japonés medio tenía un poder adquisitivo apabullante comparado con el resto del mundo debido a la enorme burbuja económica, y cuando cualquier japonés se gastaba auténticos dinerales en objetos de lujo. Esto actualmente ya no ocurre tanto debido a que la economía japonesa se ha puesto en el lugar que le corresponde, aunque no hay que olvidar que, como uno de los países con más renta por cápita del mundo, el poder adquisitivo de los japoneses sigue siendo muy alto comparado con otros países. Todo esto lo explico para justificar que un antiguo compañero de trabajo mío en el Ayuntamiento de Yokohama, que por aquel entonces debía de andar por los 30-32 años y acababa de ser padre, tenía ni más ni menos que un Toyota antiguo superdeportivo (no recuerdo el modelo, pero era un coche precioso) y otro de mis compañeros era
(sigue siendo) un fanático de las carreras que se gasta un dineral en ser miembro de un equipo de carreras y participar en varios torneos. Y ojo, los dos son funcionarios y tienen un sueldo normal y corriente. Lo que pasa es que, en general, los japoneses viven para su trabajo y simplemente pasan tantas horas en la oficina que no tienen tiempo para gastarse el dinero en ocio, con lo que consiguen ahorrar muchísimo. Así, algunos pueden permitirse el capricho de comprarse un cochazo.
En fin, toda esta introducción es de nuevo para demostrar el poder del manga en la sociedad japonesa, y es que la raíz de gran parte de este fetichismo por los coches se puede encontrar, de nuevo, en un manga.
Capitán Tsubasa (Oliver y Benji) fue el inicio del boom del fútbol, con el que se crió toda una generación que consiguió clasificar a Japón por primera vez para la fase final de un Mundial de fútbol (en Francia '98) y luego lo revalidó en Alemania '06 (en Corea-Japón '02 se clasificó directamente por ser anfitrión); debido a
Attack Nº 1 y
Attacker You (Juana y Sergio) los equipos femenino y masculino de voleibol consiguen siempre estar en los primeros puestos en las olimpiadas; y últimamente
Prince of Tennis ha generado un gran boom del tenis que seguramente generará dentro de pocos años a grandes jugadores de nivel mundial.
¡Carreras de supercoches en medio de Tokio! Pues este
Circuit no Ôkami (El lobo del circuito) consiguió, en los años 70, consolidar y extender inimaginablemente la fiebre por los coches superdeportivos, hasta el punto de que los lectores de aquella época, cuando crecieron y pudieron ahorrar un poco, intentaban conseguir uno de esos (así se explica mejor por qué desde finales de los 80 y durante todos los 90 se vendieron tantos Ferraris, Maserattis y Lamborghinis en Japón).
¿Pero de qué va este manga? Pues es simple y llanamente un cómic de aventuras automovilísticas que nos narra las peripecias de Yûya Fubuki, un chaval de sangre caliente que tiene un
Lotus Europa y que, en vez de formar parte de una de las bandas de tíos gamberros con supercoches que hay por ahí, prefiere ir en solitario (la figura del "lobo" en Japón se asocia mucho a la idea de "soledad" o "individualismo"). En el capó de su Lotus hay marcadas varias estrellas, una para cada uno de los rivales a los que ha derrotado en carreras ilegales por carrereteras de montaña o ciudad. Pero tiene un problema y es que el Lotus Europa, pese a ser un gran coche, no tiene la potencia de otros bólidos de la época como el
Porsche Carrera RS, el
Lamborghini Miura, el
Ferrari Dino o el
Toyota 2000GT (todos estos coches salen "con nombres y apellidos" en el manga) así que tiene que suplir su falta de potencia con técnica al volante, así como aprovechando la única gran ventaja que tiene el Lotus respecto a los demás: su tremendo agarre en las curvas.
Así, el manga se desarrolla presentándonos piques entre Yûya y otros rivales, como Sakon Hayase, líder de los "Corredores Nazis" (llevan cruces gamadas pintadas en los Porsches XDD). Por en medio, también aparecerá la típica chica, que también resulta ser el líder de una banda de chicas moteras muy chungas, y el típico personaje "mentor", que es el novio de la hermana de Yûya, un piloto profesional.
La gracia de este manga respecto a otros manga de carreras que hubo anteriormente (
Mach no GoGoGo, básicamente) es que aquí todos los coches que salen son reales. De hecho, se ve que su autor, Satoshi Ikezawa (
página oficial), es él mismo un auténtico friki de los coches y muchos de los que salen en las páginas del manga o bien los había tenido o bien eran coches de sus compañeros de correrías, que a menudo le pedían que dibujara a sus bólidos en las páginas del manga. Además, se dan muchos datos de los coches (potencia, cilindrada, peso, etc.) y también se explican muchos conceptos automovilísticos, bien a través de la boca de los personajes, bien a través de notas a pie de página. Todo esto hizo que
Circuit no ôkami se convirtiera en un manga de culto y contribuyó mucho al fenómeno de conseguir que una revista
shônen como la
Shônen Jump, que hasta ese momento estaba básicamente enfocada a niños y pre-adolescentes, fuera leída por un estrato de público mucho mayor (un fenómeno que sigue hoy en día, cuando gente que ya ha entrado en la treintena sigue leyendo la
Jump). Los niños quedaban fascinados por las aventuras de Yûya y soñaban con poder conducir un día uno de esos bólidos y los mayores soñaban con comprarse uno para ellos.
El dibujo en sí, al menos en el primer tomo, es bastante típico de su época, lo que equivale a decir que actualmente se ve muy anticuado. Eso sí, la historia se desarrolla con mucha rapidez, lo que lo convierte en un manga trepidante y francamente me lo pasé muy bien leyéndolo. La edición original consta de 27 tomos, pero a lo largo de los años ha habido reediciones recopiladas en 19, 10, 4 y 3 tomos respectivamente (las de 4 y 3 tomos o bien tienen un porrón de páginas por tomo, o bien se publicaron parcialmente, no lo sé). Como curiosidad, decir que existe una segunda parte,
Circuit no ôkami 2 - Modena no ken (La espada de Módena), que se publicó en la revista
Playboy (al igual que la misma revista rescató
Kinnikuman para hacer
una segunda parte muy exitosa) y consta de 25 tomos.
Por cierto, ¿soy el único a quien esta historia le recuerda mucho a la de
Initial D? Si es que en el mundo del manga se van repitiendo temáticas...