PERFECCIÓN // Capítulo 33
Transcripto por Isabel
Capítulo 33: Control de daños.
El camino hasta el escondite de los habitantes del Nuevo Humo serpenteaba a lo largo de riachuelos y antiguas vías férreas, allí por donde hubiera suficiente metal para mantener en el aire una aerotabla. Finalmente subieron a lo alto de una pequeña montaña bastante alejada de las Ruinas Oxidadas; las alzas de la tabla fueron aferrandose a los cables caídos de un viejo teleférico hasta que llegaron a la cima, donde una enorme cúpula de hormigón se alzaba ercortada contra el cielo, partida por una brecha debido a la acción del paso de los siglos.
-¿Qué era este lugar? –preguntó Tally con la voz seca después de tres horas de silencio.
-Un observatorio. En esa cúpula había un telescopio gigante, pero los oxidados lo quitaron cuando la contaminacion de la ciudad llegó a niveles extremos.
Tally había visto fotografías del cielo lleno de humo y suciedad –muchas de ellas se las enseñaban en el colegio-, pero costaba imaginar que los oxidados hubieran llegado a cambiar el color del aire. La joven sacudió la cabeza con un gesto de incredulidad. Todo lo que le habían contado siempre los profesores acerca de los oxidados y que le parecía tan exagerado resultaba ser cierto. La temperatura había ido bajando a un ritmo constante durante el ascenso a la montaña, y el cielo de la tarde se veía nítido.
-Como los científicos ya no podía ver las estrellas, el lugar quedó únicamente para los turistas –explicó David-. Por eso había tantos teleféricos, lo que nos permite bajar en aerotabla por un montón de sitios en caso de que tengamos que salir de aquí a toda prisa. Además, desde estas alturas tenemos unas vistas de kilometros a la redonda.
-Fuerte Humo, ¿eh?
-Supongo. Si los especiales vienen a por nosotros, al menos tenemos una posibilidad.
Era evidente que un vigía los había visto subir hasta allí arriba, pues mientras aterrizaban comenzó a salir un montón de gente del observatorio. Tally vio a los habitantes del Nuevo Humo, Croy, Ryde y Maddy, junto con un puñado de imperfectos a los que no reconocía y una veintena o así de rebeldes que habían huido con ellos de la ciudad.
Buscó el rostro de Zane entre la multitud, pero no lo vio. Bajó de la aerotabla de un salto y corrió a abrazar a Fausto, que la recibió con una amplia sonrisa. Por la expresión aliviada de su cara, Tally dedujo que había tomado las pastillas. Ya no estaba simplemente chispeante, estaba curado.
-Tally, apestas –le dijo Fausto, aún sonriente.
-Ya. Ha sido un largo viaje. Hay mucho que contar.
-Sabía que lo lograrías. Pero ¿dónde esta Peris?
Tally respiró hondo, llenándose los pulmones con el aire frío de la montaña.
-Se rajó, ¿no? –dijo Fausto antes de que ella pudiera contestar. Al ver que Tally asentía, añadio-: Siempre pensé que lo haría.
-Llevame a ver a Zane.
Fausto se volvió, señalando hacia el observatorio. Tally vio que los demás rondaban a su alrededor, pero su aspecto desaliñado y el fuerte olor que despedía su cuerpo les echaba para atrás. Los rebeldes la saludaron a cierta distancia y los imperfectos se quedaron atónitos ante su nuevo rostro de perfecta, aunque por lo demás fuera hecha un desastre. Siempre la misma reacción, pensó Tally, incluso cuando no te tienen por un dios.
Tally se paró a saludar a Croy.
-Aún no he tenido la oportunidad de darte las gracias.
Croy arqueó una ceja.
-No tienes por qué darmelas. Lo hicistes tu sola.
Tally frunció el ceño, advirtiendo que Maddy la observaba de un modo extraño. La joven hizo caso omiso de la mirada de la madre de Davis, sin importarle lo que pudiera pensar, y siguió a Fausto hasta el interior de la cúpula rota.
Dentro estaba oscuro; había unos cuantos faroles colgados alrededor del perímetro de la enorme semiesfera abierta, y a través de la gran fisura de la cúpula entraba un estrecho rayo de luz cegadora. El fuego de una chimenea proyectaba sombras temblorosas en el espacio, y el humo que generaba ascendía perezosamente por la grieta que se abría en lo alto.
Zane yacía sobre una pila de mantas junto al fuego, con los ojos cerrados. Estaba aún más flaco que cuando habían dejado de comer para poder quitarse las pulseras, y tenía los ojos hundidos en la cara. Las mantas subían y bajaban suavemente con su respiración.
Tally tragó saliva.
-Pero Davis me ha dicho que estaba bien...
-Está estable –puntualizó Fausto-, lo cual ya es mucho, dadas las circunstancias.
-¿Qué circunstancias?
Fausto extendió las manos con un gesto de impotencia.
-Su cerebro.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Tally, mientras por el rabillo del ojo veía cómo se movían las sombras.
-¿Que ocurre con su cerebro? –preguntó en voz baja.
-Teníais que experimentar, ¿verdad, Tally? –dijo una voz salida de la oscuridad. Maddy se acercó a la luz, con Davis a su lado.
Tally aguantó la dura mirada de la mujer.
-¿De qué habla?
-Las pastillas que te di debían tomarse juntas.
-Lo sé. Pero eramos dos... –La voz de Tally fue apagandose ante la expresión de David. Y tenía demasiado miedo para hacerlo sola, añadió para sus adentros, recordando el pánico que la había invadido en Valentino 317.
-Supongo que tendría que habermelo imaginado –dijo Maddy, sacudiendo la cabeza-. Dejar que una perfecta se tratara a si misma era un riesgo.
-¿Por qué?
-Nunca te expliqué cómo funcionaba la cura, ¿verdad? –preguntó Maddy-. ¿Cómo eliminan los nanos las lesiones del cerebro? Las descomponen, como las pastillas que curan el cancer.
-¿Y qué es lo que salió mal?
-Que los nanos no se detuvieron. Siguieron reproduciendose, y con ello descomponiendo el cerebro de Zane.
Tally se volvió para mirar la silueta que había en la cama. Su respiración era tan superficial que apenas se percibía el movimiento de su pecho.
Luego se giró hacía David.
-Pero tú me has dicho que la cura funcionaba perfectamente.
David asintió.
-Y así es. Tus otros amigos estan bien. Pero las dos pastillas tenían efectos distintos. La segunda, la que tú tomastes, es la cura para la cura. Hace que los nanos se autodestruyan después de acabar con las lesiones. Sin ella los nanos siguieron reproduciendose en el cerebro de Zane, corroyéndolo por dentro. Mamá ha dicho que se detendrían llegado a un punto determinado, pero es inevitable que hayan cauasdo ciertos... daños.
Tally notó que la sensación de malestar se intesificaba al tomar conciencia de un hecho que caía por su propio peso: era culpa suya. Ella se había tomado la pastilla que habría evitado que Zane le ocurriera aquello, la cura para la cura.
-¿Qué tipo de daños?
-Aún no lo sabemos –respondió Maddy-. Por suerte disponía de suficientes células madre para regenar las zonas destruidas de su cerebro, pero las conexiones que Zane había desarrollado entre esas células han desaparecido. En dichas conexiones es donde se almacenan los recuerdos y las capacidades motoras, y donde tiene lugar la actividad cognitiva. Algunas partes de su mente son casi como una pizarra en blanco.
-¿Una pizarra en blanco? ¿Quiere decir que... lo hemos perdido?
-No, solo que tiene algunas zonas dañadas –terció Fausto-. Y su cerebro puede regenerarse, Tally. Sus neuronas están creando nuevas conexiones. Es lo que está haciendo ahora mismo. Lleva haciéndolo todo este tiepo; llegó aqui en aerotabla él solo antes del colapso que sufrió.
-Lo asombroso es que aguantara tanto –observó Maddy, moviendo la cabeza de un lado a otro lentamente-. Creo que lo que le ha salvado la vida ha sido dejar de comer. Su estado de inanición ha acabado matando de hambre a los nanos. Parecen haber desaparecido.
-Puede hablar y todo eso –añadió Fausto, mirando a Zane-. Lo que pasa es que ahora mismo esta un poco.. cansado.
-Piensa que podrías haber sido tú la que estuviera en esa cama –espetó maddy, sacudiendo la cabeza-. Había un cincuenta por ciento de posibilidades. Tuvistes suerte.
-Esa soy yo. La señorita Suerte –repusó Tally en voz baja.
Naturalmente, en su fuero interno tuvo que reconocer que era cierto. Zane y ella se había repartido las pastillas al azar, imaginando que tendrían el mismo efecto. Los nanos podrían haber estado corroyendo el cerebro de Tally en lugar del de Zane durante todo aquel tiempo. Había tenido suerte.
Tally cerró los ojos, dándose cuenta finalmente de los esfuerzos que había hecho Zane por ocultar lo que le ocurría. Se había pasado todo aquel tiempo de silencio en que habían llevado las pulseras tratando por todos los medios de mantener la mente despejada, sin saber a ciencia cierta lo que estaba sucendiendo en su cabeza, pero dispuesto a arriesgarlo todo antes que volver a tener una mente de perfecto.
Tally lo miró, deseando por un momento que le hubiera tocado a ella estar en su lugar. Cualquier cosa era mejor que verlo así. Ojala se hubiera tomado ella la pastilla de los nanos, y él la que... ¿qué hacía la otra?
-Un momento. Si Zane se tomó los nanos, ¿cómo es que la pastilla que me tomé yo me curó?
-No lo hizo –respondió Maddy-. Sin la otra pastilla los antinanos que tomastes no tenían efecto alguno.
-Pero...
-Has sido tú, Tally –dijo una voz apagada desde la cama. Zane había abierto un poco los ojos, que se veían iluminados por la luz del sol como el canto de unas monedas doradas. Con la mirada puesta en Tally, le dedicó una sonrisa cansada-. Todo este tiempo te has mantenido chispeante por ti misma.
-Pero me sentía tan distinta después de que tú y yo... –Tally se calló, recordando todo lo que habían vivido juntos aquel día... besarse, colocarse en la Mansión Valentino, trepar hasta lo alto de la torre. Claro que todo aquello había ocurrido antes de que se hubieran tomado las pastillas. El mero hecho de estar con Zane la había cambiado desde el principio, ya desde el primer beso.
Tally recordó haber tenido durante todo aquel tiempo la sensación de que el efecto de la “cura” parecía ir y venir. Había tenido que esforzarse por mantenerse chispeante, igual que los otro rebeldes, a excepción de Zane.
-Zane tiene razón, Tally –dijo Maddy-. De algún modo, te has curado a ti misma.