Mientras habla conmigo muy seriamente para convencerme de que debo someterme a una resonancia, el doctor se saca del bolsillo tres cajas de píldoras y las lanza al aire. Vuelan en sentido rotatorio. La enfermera entiende que es el momento exacto de hacer la vertical sobre la mesa y descubre su maillot azul de lentejuelas bajo la bata. Abre la puerta la recepcionista y da recados con nariz de payaso. El abuelo al que di tanda aprovecha y se cuela, convertido en oso con chaleco verde, y en la sala de espera atisbo que el patio de butacas ya no está lleno de achacosos ancianos, sino de niños con zumo y palomitas. Pero qué más da que esto no sea un ambulatorio. El sistema sigue funcionando, así que como dice mi psicólogo, el problema soy yo.
Deberías cambiar de psicólogo. Muy divertido y sarcástico tu micro del ambulatorio - circo. Aunque en vez de reir deberíamos llorar. Un beso de todos los santos, para una escritora maravillosa.
ResponderEliminarEl problema no eres tú si nos haces pasar un momento agradable.
ResponderEliminarMaravillosa contradicción es tu micro de hoy, o el arte de hacer feliz a los demás.
Besos.
Que divertido, Susana, es tu micro. Qué ironía tan exagerada la tuya con el sistema sanitario, jolín, con lo rebién que funciona.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hilarante. Una pieza que transforma la realidad desde una proyección personal que no deja títere con cabeza. Una historia de dos facetas, en la que manejas la elipsis de forma precisa. Me gustó mucho. El detalle del abuelo convertido en oso, genial.
ResponderEliminarAbrazos.
Podríamos unir el virus que ha soltado Araceli entre los ricos y tu ambulatorio circense para completar un cuadro que es un buen negativo de la realidad.
ResponderEliminarOs habéis propuesto hacerme reír y lo habéis conseguido.
Si me permites un detalle de puntilloso, hay dos frases seguidas en que antepones el verbo, "Abre..." "Aprovecha...". Creo que el ritmo sale beneficiado si no haces la segunda anteposición.
Besos, Susana.
Pues sí, Mar, debería cambiar de psicólogo... o eliminarlo por cuentista. Muchas gracias por tu simpatía, un beso grande.
ResponderEliminarMe alegro de poder sacar alguna sonrisa de una realidad tan cutre, Isabel. Mil gracias y un beso.
También muy irónico tu comentario, Miguelángel. Ya se sabe que al mal tiempo buena cara. Gracias por pasarte, un abrazo.
Muchas gracias, Agus. Siempre destacas la parte positiva de la lectura, pero conste aquí estás invitado a decir también lo que no te gusta, ya que tu opinión es de gran utilidad creo que no sólo para mí (egoístamente), sino para todos los que la leen. Un fuerte abrazo.
Pues voy ahora mismo a leer a Araceli, Jesus. Yo creo que sería buena idea sincronizar temas deliberadamente, y no sólo por casualidad. En cuanto a los verbos, tienes toda la razón, hasta el punto de que esta mañana he estado haciendo cambios de última hora y al final he dejado el "nyap"... Muchísimas gracias por advertírmelo, ahora lo cambio. Un beso y hasta pronto.
Muerte roja
ResponderEliminarAsí daría gusto ir al ambulatorio, te recetan la solución de tu achaque y numerito de circo.
Solo por ver a mi medico hacer un numerito como el que nos relata valdría la pena hacerle una visita.
Tu relato de esta semana además del lógico asombro inicial es de lo mas alegre.
Besitos :)
Tu micro me estremece. Te comento que si en algunos ligares del mundo el cuidado de la salud de la gente es un mero circo, en otros sitios, como me tocó sufrirlo hace algunos meses, es una película de terror.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo, Susana
Hola Susana. Si el protagonista paga por ir a un psicólogo, debería hacerle caso, aunque también podría ser que pagara precisamente para no hacerlo.
ResponderEliminarMuy amena la transformación que logras del ambulatorio en un circo, en poco espacio, casi como el hada madrina transformó a Cenicienta, pero sin hora de vuelta. Un abrazo.
Al paso que vamos, estas escenas pluriempleadas serán algo cotidiano. ¡Que dios nos pille confesados!
ResponderEliminarAbrazos de payasa.
Muy divertido, trabajado con el ridículo...
ResponderEliminarComo a la gente le gusta creer que el personaje es uno (cuánto padezco yo esto), yo también voy a decirte: No, no cambies de psicólogo, pues te da ideas para micros como éste. je
Besos.
HD
Yo pensaba que le habían puesto anestesia :) A veces da la sensación de algo así cuando voy al ambulatorio. Lo has reflejado genial, deberían colgarlo allí en las puertas del médico, para que la gente salga corriendo si no se encuentra demasiado mal.
ResponderEliminarUn abrazo
Jeje parece un poco el circo-ambulatorio de mi pueblo...La próxima vez que acuda al médico esperare ansiosa que empiece la función.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Susana, aunque parezca mentira hoy te visito en martes. Será por la fiesta...Me ha encantado tu micro, veo que en los últimos textos vas economizando palabras, y el resultado cada vez es mejor. Me he reído con lo que cuentas y como lo cuentas, pero me ha quedado cara de payaso triste con lo que nos quieres contar. El mundo este en el que vivimos cada vez se parece mas a un circo, de aquellos malos y animales lastimosos, magos sin chistera, y trapecistas sin red. No cambies de psicólogo, hazlo por nosotros, para seguir disfrutando de tus historias.
ResponderEliminarUn abrazo.
El problema siempre somos nosotros, pero el problema pasa a convertirse en la solución cuando con nuestra sangre puede engrasarse el sistema. Los huesos se incineran y la carne sirve para dar de comer a las fieras. Y que siga la fiesta. Dentro de unos años los directores de circo, orondos y grasientos, se pasearán ufanos ante la concurrencia de supervivientes famélicos y dirán "Os hemos salvado, ¿veis cómo no era para tanto?" Y entonces todos asentirán y sacarán pañuelos blancos y aplaudirán a rabiar, porque nadie se acordará ya de las osamentas que teñían las noches de rojo, en las pilas ardientes de los crematorios.
ResponderEliminarBesos.
Después de leer a Odys me quedo en blanco, vuelvo a leer, es que mañana ingreso para una operación y verás la que voy a líar cuando me empiece a reir imaginando las mallas azules de lentejuelas bajo la bata. Les contaré tu micro a ver si lo pillan.
ResponderEliminarGracias por las risas aunque el tema es serio.
Besitos
Si, si... el sistema sigue funcionando pero ¿hasta cuando?
ResponderEliminarLa verdad es que tenemos una sanidad de risa, pero no se yo, si las lágrimas que lloraremos serán de felicidad...
Jope Susana el comentario de Odys bien podría estar en la sección de comentarios-micros.
ResponderEliminarEstaba buscando lo que te indicaba Jesus, pero ya los has cambiado.
Como trabajadora de un hospital público (creo que esa palabra en breve dejará de tener significado) he disfrutado/sufrido con el micro.
Abrazo
Desayunando en los jardines nadie recuerda el llanto de los osarios; suele pasar. Por más que a cada flor le corresponda un rastro de sangre.
ResponderEliminarEl circo sigue andando; debe ser la distancia (todas las distancias) que los gritos mismo pueden ser de horror o algarabía, el tiempo decide las diferencias.
Excelente micro Susana, el absurdo es un amanecer a mitad de la noche.
Fuertísimo abrazo.
Gracias, Muerte Roja, me alegra que te alegre. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarTienes razón, Patricia. Cuando mi padre estaba agonizando, leí que en toda China sólo había 15 hospitales con cuidados paliativos y me pareció estremecedor. Siento haberte suscitado recuerdos. Un beso grande.
Me gusta la calificación de escena amena, Arte Pun. Creo que así es, no pretendía mucho más. Gracias y un abrazo.
Gracias por tu lectura guerrera, Lola. Un abrazo sin payasadas. Y con esperanzas de cambio.
Humberto, esta vez creo que más que tomar narrador por autor, tomaremos al psicólogo como cabeza de turco. Gracias mil, un abrazo.
Qué razón tienes, Anita: si uno no está demasiado mal, lo mejor es echar a correr. Y lo peor es lo que cuentan los propios médicos... Gracias, un beso.
Juguetona siempre, Rosa. Eres estupenda. Un beso desde Marte.
Xavier, yo no escribo y publico. Este texto tiene tiempo (¿seré vidente?), pero encaja con la deriva actual. Te agradezco mucho el comentario final, seguiré con mi loquero de cabecera (jaja, no tengo ¿eh?). Un abrazo, muchas gracias.
Odys, esta reflexión merecía lugar aparte, como me ha hecho notar Rosana. Espero que no te importe que lo haya raptado para destacarlo en "Micro-comentarios". Besos.
Elysa, nos dejas a todos un poco tristes, pero creo que vas a recolectar un quintal de energía colectiva para afrontar el trance. Nos tendrás a tu lado mañana. Suerte y recupérate pronto. Un millón de besos.
Huy Fernando, te he espoleado el lado pesimista. No era la intención. Un abrazo y gracias por pasar.
Gracias por tu lectura, Rosana. Ya ves que soy muy permeable a las indicaciones de los escritores que me visitan. Un beso grande y hasta pronto.
Juan, de alguna forma creo que tu comentario responde al de Odys o lo complementa, por lo que lo he puesto con el suyo en el apartado "Micro-comentarios". Espero que te parezca bien. Muchas gracias y un abrazo.
Intuyo que la medicación es demasiado fuerte. He echado en falta algunos enanos, por los que siento especial predilección en este tipo de relatos. Imagino que en este ambulatorio no habría cartelitos de esos que ruegan silencio, ¿verdad? ;-)
ResponderEliminarjajaja muy divertido e irónico jajaja
ResponderEliminarsaludillos
El sistema sigue funcionando es una frase terrorífica para un micro que bien podría estar ambientado en la película Brazil o en Delicatessen.
ResponderEliminarGenial.
Abrazos
Gabriel
Me parece magnífica la forma de abordar esa locura incierta que es el mundo entre espejismos y realidades que indefectiblemente distorsionan lo que somos y lo que queremos ser. Una narración espléndida.
ResponderEliminarPues no, David, las distorsiones mentales suelen ir a todo volumen. Y con palomitas, ya ves. Gracias por pasar, un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tus brincos, Puck. Un beso.
El sistema sigue funcionando paradójicamente, pensamos todos. La crisis pronto será de sanidad mental. Pero habrá que aguantar... Enhorabuena por tu publicación en La nave, besos.
Gracias Esteban, sí que me gusta relatar proyecciones. Sobre todo como material "anticrisis" o terapia, no sé. Abrazos.
Esto es la realidad misma, creo que los malabarismos se están ensayando ya en todos los centros sanitarios de cara a esos recortes...
ResponderEliminarMuy bueno... una crítica planteada de forma tan visual y entretenida. Me encantó.
ResponderEliminarSaludos
Falta un poco de alegría, de sonrisa para llevar en la mochila todo el día. Eso es este cuento. Sería divertido que tuvieran vida, ¿no? Digamos, vida de nariz, piernas, manos, olor, y pudiéramos cargarlos en los bolsillos, para sacarlos de vez en cuando.
ResponderEliminarPensé que el final del cuento era otro, que estabas desvariando porque el doctor te había dado un sedante. No vi venir al psicólogo, yo creo que vas de Psiquiatra. Tal vez lo he leído con otros ojos y no con los de una crítica al sistema ambulatorio. Abrazos Susana.
Gracias por tu comentario, Montse, así está la cosa. Un abrazo.
ResponderEliminarBienvenido, Lucas, me alegra que te guste. Muchas gracias por tu mensaje.
La verdad, Eskimal, es que la redacción original apuntaba en el sentido que tú dices: las dudas sobre la propia cordura frente al orden colectivo. Pero los tiempos que vivimos han empujado el relato hacia otro lugar... Gracias por verlo, tienes mucho olfato. Un abrazo.
Y sin decir si sucede de día o de noche, la diferencia entre ambas la englobaría entre diferenciar la ficción de la realidad de lo que cuentas.
ResponderEliminarDesde luego la salita de espera parece un manicomio. Imagino que se acerca mucho a la realidad actual, en que cada vez hay menos y deduzco que la gente se agolpa en los que aún existen.
ResponderEliminarAbrazos
me alegro de que el problema seas tú porque nos has hecho pasar un buen rato leyendo este micro.
ResponderEliminarEs muy bueno, Susana.
¿qué más da que el sistema funcione?
Un abrazo
Gracias por pasar y comentar, Jesús. Un abrazo.
ResponderEliminarPues no sé, Gemma, por suerte no voy mucho al ambulatorio (toco madera). Gracias, un beso.
Visto así... de algo hay que escribir, ¿no, Elena? Muchas gracias por tu divertido punto de vista. Un abrazo.
Por supuesto, el problema siempre somos nosotros, los pobres insatisfechos que siempre nos quejamos de lo mismo.
ResponderEliminarBlogsaludos