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sábado, 5 de febrero de 2011
Abusos de los damnificados del ciclón.
Y ya había que empezar las clases, y aun había damnificados en la escuela. Aquellos que realmente, no podían regresar tan fácilmente a sus casas, por estar muy inundadas, o por sufrir destrozos tan grandes.
Se reacomodaron, que cupieran en un solo salón, a regañadientes; de mala gana lo hicieron, y no se podían ir aun.
Y los salones que habían dejado los damnificados, tan raros quedaron, con un olor a gente grande, porque un niño deja un olor diferente en un salón.
Ya estoy como el ogro del cuento, huelo a niño, pues si, cuando los salones son utilizados por niños, tienen un olor.
A cuadernos, a crayolas, a madera y grafito de los lápices, a chicles embarrados bajo los asientos, a chilito piquin tirado en la piso, a cáscaras de naranja, de mandarina; dulces, huele a niño lo repito.
Pero cuando un salón es abandonado por los damnificados, huele diferente.
Las paredes están tiznadas, llenas de grasa, los vidrios, embarrados, mantecosos, da tristeza pensar, que los niños, los niños tan lindos, tengan que utilizar aquellos salones.
Por más que se laven con jabón, cloro, se pinten de nuevo sus paredes, durante un largo, muy largo tiempo, olerán a comida, a humo de las que guisaron con anafre, por mas que lo prohibían; las personas se dan maña, para hacer lo que quieren.
Solo ponían a sus hijos a vigilar, si venían los de supervisión, y listo.
Hacían lo que querían.
Estoy segura que ni en su casa, se portaban igual de descuidados.
Sus casas, de seguro las respetaban; pero la escuela, pues la escuela, que diré, ¡amuélese la escuela!
Además, la mayoría, los que venían de colonias retiradas ni siquiera tenían a sus niños en esta escuela.
Espero, que en el pueblo, actualmente cuenten con un lugar alternativo, para en casos de inundaciones o ciclones, ya no se deteriore la escuela.
Y mi abuelita tenía razón, como casi siempre.
Es fácil, facilísimo, meter a alguien, a un lugar.
Lo difícil es sacarlo.
Había familias, que aunque ya empezaran las clases, y se les pidiera el o los salones ocupados por ellas, no se iban tan fácilmente.
Se hacían las ofendidas, que no se irían hasta que “alguien” les consiguiera donde meterse.
Y empezaban las amenazas, iremos a tal o cual periódico, nos quejaremos con tal o cual autoridad; pero todo sale a relucir, que algunas, disfrutaban el tener despensas, no pagar agua ni luz, ni renta, recibir regalos por su papel de damnificados, y no les importaba ocupar un espacio dedicado al estudio.
Y cuando por fin salían hasta el último damnificado, que se iba renegando, jurando no volver a pisar esta escuela, que alivio tan grande se respiraba.
Por fin, por fin, a sacar adelante a los niños, en sus estudios. A mantener limpio todo, porque los niños, merecen estar en lo limpio.
lunes, 12 de julio de 2010
Amenazas de ciclón ( 3 )
Yo miraba extasiada, la llegada de tantas personas a la escuela primaria; familias completas.
Cargando con todo lo imaginable, y eso que había órdenes: sólo lo más indispensable.
No, ¡que va!
Entre las colchas que contenían ropas, traían escondidos los guajolotes, pollos, perros, gatos, y hasta cochinos.
Y todo entraba a la escuela.
Se llenaban salones, se llenaban corredores, de arriba y de abajo, todo lo que tuviera techo, se convertía en hogar.
Aunque no tuviera paredes.
Ya llena toda la escuela, arriba y abajo, y corredores interiores, seguían los corredores exteriores.
Casi no dejaban por donde pasar.
Ya para entonces, estaba a cargo la autoridad militar,
Llegaban los convoyes, casi al final con los pobladores de las colonias lejanas, más reacios a salirse de sus hogares.
A los últimos en salirse, los sacaban ya en lanchas, así de alto se subía el agua en esas tierras.
Ya que ya no cabía ni un alfiler en la escuela, así de lleno estaba todo, de gentes, de cosas, de todo.
Y seguían llegando familias, y la escuela era uno de los pocos sitios seguros de Pueblo Viejo.
Y el ejército intervenía…
Iban de salón en salón, ¿de quien son estos muebles?, ¿de quien estos roperos?, ¿y estos trasteros?
Deben sacar eso, la gente necesita espacio.
¿Cómo que sacarlos?
¡Si llegamos primero!
¡Y ya no cabemos más familias en este salón!
Ya no caben mas personas, porque llenaron esto de muebles.
Lo que importa son las vidas; repetimos, saquen eso, vamos avisando de salón en salón, cuando regresemos, nosotros mismos sacaremos las cosas que realmente no sean indispensables para vivir.
Si era muy grande la necesidad de espacio, en ocasiones, se escogía una estufa, de todas las familias, que estuvieran en un salón y en esa estufa, todos debían guisar los de ese salón.
Había enojos, reclamos, pero se obedecía.
El ejercito no es cosa de juego, y todo se hacia en orden, buscando proteger vidas humanas.
Al sacar las cosas de gran volumen, las protegían con grandes plásticos, las colocaban frente a los salones donde estaban sus dueños, y se amarraban y tapaban con trapos.
El ejercito, tenia listas, de cómo iban llegando los damnificados, donde estaban ubicados. De donde procedían.
Cuantos niños, cuantos adultos, todo en orden.
Y luego, llegaban las despensas, que repartían el ejército, y eran filas, y era un gusto, y un estarse festejando, ¡que bueno!, ¡estamos muy bien!
Traían también pipas de agua potable, porque no era suficiente, la toma de llave, que ya había en la escuela primaria.
También emprendían los soldados campañas de desparacitacion, algunas vacunas, no se cuales, aun era muy pequeña, y no recuerdo cuales eran.
Para ir a los sanitarios, la locura.
Filas y filas, y soldados evitando el desorden.
A los niños, los adultos, los hacían ir a la parte de atrás de la escuela, entre árboles frutales, y platanales.
Por chiquitos, donde quiera hacían.
Hasta a medio patio, y no había ni por donde caminar.
Y el mosquero, y los mosquitos, y el olor…
A todo, a la gran cantidad de animales, que tenían al fondo del patio; olía a gallinas, patos, perros, gatos, pájaros y cotorros hablantines en jaulas, a todo.
El ejercito, hacia guardias, dia noche.
Se rolaban, manteniendo todo sobre ruedas.
Organizaban a los damnificados, quienes debían lavar los servicios, cada cuando, y donde se bañaría la gente; quienes barrerían patios, por donde se pudiera, evitar sobre todo una epidemia por el hacinamiento.
Impedir los pleitos, es difícil convivir días, con gente del todo desconocida, los niños que hacían grupitos, los adultos, que nerviosos, pensaban en las cosas que habían dejado atrás, algunos iban a sus casas a cuidar lo poco o mucho que habían dejado por mas que el ejercito le indicara que era muy peligroso.
Y el ruido, ruido, ruido, a todo, a música de radios, a platicas, a regaños de madres a sus hijos que se les iban lejos de su vista, a hombres que maldecían por el tiempo, que si iba a venir un ciclón, que ya llegara, que es mejor el ¡ya! A estar días esperando por donde va a pegar.
Que si no trabajan, que conque dinero, repararían lo que se les hubiera estropeado.
Que ya se fue el ciclón para otro lado, que aun no pega, pero se esta alejando, y unos que se iban, por mas que los soldados les indicaran, no se vayan, aun no pasa el peligro.
Y al otro dia, de nuevo volvían, y querían el espacio que antes ocupaban en un salón, que no, que ya están otros, que para que se iban, que haber donde caben ahora.
Y veía lágrimas, y había dolor y desencanto.
Y yo me sentía culpable de tener donde vivir, de estar como si nada, de que mis cosas, no sufrieran daño alguno, y quería alguna familia viviendo ahí conmigo, dentro de casa.
Y algunos se lo pedían a mi abuelita, ¡déjenos doña Luz! Déjennos quedarnos en su casa.
Y abuelita, no, apenas quepo yo, mi hijo y mi nieta.
Y yo haciendo changuitos con mis dedos, para que los dejara vivir en casa.
Y se iban, desencantados.
Y abuelita, me miraba en el rostro la decepción, y sus palabras sabias: el chiste no es meter a alguien a vivir a tu casa, el chiste es después como le haces, para que esa gente se vaya, y no se vaya sintiéndose corrida.
Que es muy fácil meter las cuatro patas, pero sacarlas sin llenarse de lodo, eso si es lo difícil.
Y yo, mirando, oyendo, viviendo entre la gente, toda la gente, toda de todas las orillas anegadas, y sintiendo como míos los temores, sus alegrías, y bañándome de gente, y mas gente, y llenándome por dentro de vidas, y mas vidas.
En muchas ocasiones, todo quedaba en solo un susto, en cosas mojadas, y se iban en pocos días a sus casas.
Cargando con todo lo imaginable, y eso que había órdenes: sólo lo más indispensable.
No, ¡que va!
Entre las colchas que contenían ropas, traían escondidos los guajolotes, pollos, perros, gatos, y hasta cochinos.
Y todo entraba a la escuela.
Se llenaban salones, se llenaban corredores, de arriba y de abajo, todo lo que tuviera techo, se convertía en hogar.
Aunque no tuviera paredes.
Ya llena toda la escuela, arriba y abajo, y corredores interiores, seguían los corredores exteriores.
Casi no dejaban por donde pasar.
Ya para entonces, estaba a cargo la autoridad militar,
Llegaban los convoyes, casi al final con los pobladores de las colonias lejanas, más reacios a salirse de sus hogares.
A los últimos en salirse, los sacaban ya en lanchas, así de alto se subía el agua en esas tierras.
Ya que ya no cabía ni un alfiler en la escuela, así de lleno estaba todo, de gentes, de cosas, de todo.
Y seguían llegando familias, y la escuela era uno de los pocos sitios seguros de Pueblo Viejo.
Y el ejército intervenía…
Iban de salón en salón, ¿de quien son estos muebles?, ¿de quien estos roperos?, ¿y estos trasteros?
Deben sacar eso, la gente necesita espacio.
¿Cómo que sacarlos?
¡Si llegamos primero!
¡Y ya no cabemos más familias en este salón!
Ya no caben mas personas, porque llenaron esto de muebles.
Lo que importa son las vidas; repetimos, saquen eso, vamos avisando de salón en salón, cuando regresemos, nosotros mismos sacaremos las cosas que realmente no sean indispensables para vivir.
Si era muy grande la necesidad de espacio, en ocasiones, se escogía una estufa, de todas las familias, que estuvieran en un salón y en esa estufa, todos debían guisar los de ese salón.
Había enojos, reclamos, pero se obedecía.
El ejercito no es cosa de juego, y todo se hacia en orden, buscando proteger vidas humanas.
Al sacar las cosas de gran volumen, las protegían con grandes plásticos, las colocaban frente a los salones donde estaban sus dueños, y se amarraban y tapaban con trapos.
El ejercito, tenia listas, de cómo iban llegando los damnificados, donde estaban ubicados. De donde procedían.
Cuantos niños, cuantos adultos, todo en orden.
Y luego, llegaban las despensas, que repartían el ejército, y eran filas, y era un gusto, y un estarse festejando, ¡que bueno!, ¡estamos muy bien!
Traían también pipas de agua potable, porque no era suficiente, la toma de llave, que ya había en la escuela primaria.
También emprendían los soldados campañas de desparacitacion, algunas vacunas, no se cuales, aun era muy pequeña, y no recuerdo cuales eran.
Para ir a los sanitarios, la locura.
Filas y filas, y soldados evitando el desorden.
A los niños, los adultos, los hacían ir a la parte de atrás de la escuela, entre árboles frutales, y platanales.
Por chiquitos, donde quiera hacían.
Hasta a medio patio, y no había ni por donde caminar.
Y el mosquero, y los mosquitos, y el olor…
A todo, a la gran cantidad de animales, que tenían al fondo del patio; olía a gallinas, patos, perros, gatos, pájaros y cotorros hablantines en jaulas, a todo.
El ejercito, hacia guardias, dia noche.
Se rolaban, manteniendo todo sobre ruedas.
Organizaban a los damnificados, quienes debían lavar los servicios, cada cuando, y donde se bañaría la gente; quienes barrerían patios, por donde se pudiera, evitar sobre todo una epidemia por el hacinamiento.
Impedir los pleitos, es difícil convivir días, con gente del todo desconocida, los niños que hacían grupitos, los adultos, que nerviosos, pensaban en las cosas que habían dejado atrás, algunos iban a sus casas a cuidar lo poco o mucho que habían dejado por mas que el ejercito le indicara que era muy peligroso.
Y el ruido, ruido, ruido, a todo, a música de radios, a platicas, a regaños de madres a sus hijos que se les iban lejos de su vista, a hombres que maldecían por el tiempo, que si iba a venir un ciclón, que ya llegara, que es mejor el ¡ya! A estar días esperando por donde va a pegar.
Que si no trabajan, que conque dinero, repararían lo que se les hubiera estropeado.
Que ya se fue el ciclón para otro lado, que aun no pega, pero se esta alejando, y unos que se iban, por mas que los soldados les indicaran, no se vayan, aun no pasa el peligro.
Y al otro dia, de nuevo volvían, y querían el espacio que antes ocupaban en un salón, que no, que ya están otros, que para que se iban, que haber donde caben ahora.
Y veía lágrimas, y había dolor y desencanto.
Y yo me sentía culpable de tener donde vivir, de estar como si nada, de que mis cosas, no sufrieran daño alguno, y quería alguna familia viviendo ahí conmigo, dentro de casa.
Y algunos se lo pedían a mi abuelita, ¡déjenos doña Luz! Déjennos quedarnos en su casa.
Y abuelita, no, apenas quepo yo, mi hijo y mi nieta.
Y yo haciendo changuitos con mis dedos, para que los dejara vivir en casa.
Y se iban, desencantados.
Y abuelita, me miraba en el rostro la decepción, y sus palabras sabias: el chiste no es meter a alguien a vivir a tu casa, el chiste es después como le haces, para que esa gente se vaya, y no se vaya sintiéndose corrida.
Que es muy fácil meter las cuatro patas, pero sacarlas sin llenarse de lodo, eso si es lo difícil.
Y yo, mirando, oyendo, viviendo entre la gente, toda la gente, toda de todas las orillas anegadas, y sintiendo como míos los temores, sus alegrías, y bañándome de gente, y mas gente, y llenándome por dentro de vidas, y mas vidas.
En muchas ocasiones, todo quedaba en solo un susto, en cosas mojadas, y se iban en pocos días a sus casas.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Director Profr. Jesús Briones Vazquez
(Foto cortesía de la maestra Rosa Eva Velazquez de la Garza) El Director Profr.
Jesús Briones Vazquez está en la fila superior, en el segundo lugar,de derecha a izquierda.
2.- Jesús Briones Vásquez.
El realizó estudios de Derecho, pero su inclinación vocacional era el Magisterio, y prefirió ser maestro.
Pero su amplia formación en leyes, y sus muy vastos estudios, en varios campos, le permitieron convertirse en líder sindical, que logro grandes avances en prestaciones al magisterio.
Como director de la primaria, no solo estaba al pendiente del desenvolvimiento de las actividades diarias, sino que cuando lo ameritaba, ponía a ensayar a los alumnos de la escuela, el salto de garrocha, el tiro de jabalina, de bala, el salto de altura, las carreras, ya sea por distancia, ya sea por relevos.
Para el salto de altura, utilizaba como mecate, las venas gruesas de hojas de plátano secas, así, si un chico, no alcanzaba a brincar limpiamente, solo se rompía aquella liana hechiza, y se podía reemplazar, sin costo alguno, y se evitaba que se dañara algún alumno, al chocar con un mecate macizo, que resistiera el empuje del cuerpo del que saltara.
Formaba equipos de futbol, voleibol, básquetbol, béisbol.
Practicaban, porque cada determinado tiempo, había concursos en la zona escolar.
La escuela “Expropiación Petrolera”, tenía en su oficina de la dirección, una cantidad impresionante de trofeos.
La dirección, se ubicaba a la entrada de la escuela, así que el director, siempre sabía, quien entraba, y quien salía.
Y la escalera, que daba al segundo piso de la escuela, quedaba justo enfrente a la puerta lateral que tenia la dirección.
La dirección, tenía una ventana, que daba a la calle.
En la pared, un reloj grande.
En el escritorio, una libreta, donde los maestros, firmaban entrada y salida.
No había reloj checador.
Cuando yo iba a entrar a la secundaria,la # 2 "Lauro Aguirre" en Tampico, en la solicitud, se pedía la firma de la madre, y la firma del padre o tutor.
Mi abuelita firmó por mi madre, y el padre…
Mi papá lejos, ni modo de mandarle el papel para que lo firmara.
Lo necesitaba yá.
El director de la escuela “Expropiación Petrolera”, supo por mi abuelita los apuros por los que estaba pasando.
Y nos dijo: denme esa solicitud.
Yo la firmaré.
Para mí, ella es como una hija.
La conozco, desde muy pequeña.
Y cualquier cosa, no dudes en decírmelo.
Yo iré a tu escuela, cuando soliciten a tu padre.
Los ojos se me nublaron, pero me controle.
Y mi abuelita, con sus recomendaciones, pórtate muy bien.
Pues que crees, que el director tiene tu tiempo, para dar vueltas a tu escuela.
Fue un tercer año, cuando a todos los alumnos, entregaron un citatorio, pidiendo en la escuela la presencia de los padres de familia.
Y específicamente, al padre.
No decían para que, ni por que.
¡Uy, uy, uy!, ya estaba en problemas.
Con lo penosa que era. O que soy.
De nuevo, mi abuelita, hablo con el señor director.
El contestó, ahí estaré, sin falta.
Me sentía chiveada en la secundaria, para mí, que el director no iba a ir.
Yo estudiaba en la secundaria #2, la que esta por colonias.
Muy retirada del pueblo.
Y el señor director con tantas cosas importantes que hacer.
A los alumnos, nos sacaron al patio.
Se hizo una como asamblea.
Yo miraba nerviosamente el zaguán de la escuela…
Cuando aparece el director Jesús Briones Vázquez.
Varios maestros de la secundaria #2, lo saludaron con respeto.
Imponía su presencia.
Imponía su seriedad.
Imponía su trayectoria en el ámbito educativo.
Imponía su cargo en la SEP.
Estuvo charlando amigablemente, con los maestros, me busco con la mirada, algún maestro, le dijo en que fila estaba yo.
Me dirigió una larga mirada, yo me encogía en la fila.
En esa mirada me dijo que me quería.
Que realmente me quería.
Y que el sabia cumplir su palabra dada.
Así fuera, a una chamaca de 14 años de edad.
Le pido a Dios, ilumine por siempre el recuerdo de maestros, como el director Jesús Briones Vázquez, para que guíen a las nuevas generaciones de maestros, y sirvan de senda sus pasos, para que México, cada dia forme mejores ciudadanos.
El realizó estudios de Derecho, pero su inclinación vocacional era el Magisterio, y prefirió ser maestro.
Pero su amplia formación en leyes, y sus muy vastos estudios, en varios campos, le permitieron convertirse en líder sindical, que logro grandes avances en prestaciones al magisterio.
Como director de la primaria, no solo estaba al pendiente del desenvolvimiento de las actividades diarias, sino que cuando lo ameritaba, ponía a ensayar a los alumnos de la escuela, el salto de garrocha, el tiro de jabalina, de bala, el salto de altura, las carreras, ya sea por distancia, ya sea por relevos.
Para el salto de altura, utilizaba como mecate, las venas gruesas de hojas de plátano secas, así, si un chico, no alcanzaba a brincar limpiamente, solo se rompía aquella liana hechiza, y se podía reemplazar, sin costo alguno, y se evitaba que se dañara algún alumno, al chocar con un mecate macizo, que resistiera el empuje del cuerpo del que saltara.
Formaba equipos de futbol, voleibol, básquetbol, béisbol.
Practicaban, porque cada determinado tiempo, había concursos en la zona escolar.
La escuela “Expropiación Petrolera”, tenía en su oficina de la dirección, una cantidad impresionante de trofeos.
La dirección, se ubicaba a la entrada de la escuela, así que el director, siempre sabía, quien entraba, y quien salía.
Y la escalera, que daba al segundo piso de la escuela, quedaba justo enfrente a la puerta lateral que tenia la dirección.
La dirección, tenía una ventana, que daba a la calle.
En la pared, un reloj grande.
En el escritorio, una libreta, donde los maestros, firmaban entrada y salida.
No había reloj checador.
Cuando yo iba a entrar a la secundaria,la # 2 "Lauro Aguirre" en Tampico, en la solicitud, se pedía la firma de la madre, y la firma del padre o tutor.
Mi abuelita firmó por mi madre, y el padre…
Mi papá lejos, ni modo de mandarle el papel para que lo firmara.
Lo necesitaba yá.
El director de la escuela “Expropiación Petrolera”, supo por mi abuelita los apuros por los que estaba pasando.
Y nos dijo: denme esa solicitud.
Yo la firmaré.
Para mí, ella es como una hija.
La conozco, desde muy pequeña.
Y cualquier cosa, no dudes en decírmelo.
Yo iré a tu escuela, cuando soliciten a tu padre.
Los ojos se me nublaron, pero me controle.
Y mi abuelita, con sus recomendaciones, pórtate muy bien.
Pues que crees, que el director tiene tu tiempo, para dar vueltas a tu escuela.
Fue un tercer año, cuando a todos los alumnos, entregaron un citatorio, pidiendo en la escuela la presencia de los padres de familia.
Y específicamente, al padre.
No decían para que, ni por que.
¡Uy, uy, uy!, ya estaba en problemas.
Con lo penosa que era. O que soy.
De nuevo, mi abuelita, hablo con el señor director.
El contestó, ahí estaré, sin falta.
Me sentía chiveada en la secundaria, para mí, que el director no iba a ir.
Yo estudiaba en la secundaria #2, la que esta por colonias.
Muy retirada del pueblo.
Y el señor director con tantas cosas importantes que hacer.
A los alumnos, nos sacaron al patio.
Se hizo una como asamblea.
Yo miraba nerviosamente el zaguán de la escuela…
Cuando aparece el director Jesús Briones Vázquez.
Varios maestros de la secundaria #2, lo saludaron con respeto.
Imponía su presencia.
Imponía su seriedad.
Imponía su trayectoria en el ámbito educativo.
Imponía su cargo en la SEP.
Estuvo charlando amigablemente, con los maestros, me busco con la mirada, algún maestro, le dijo en que fila estaba yo.
Me dirigió una larga mirada, yo me encogía en la fila.
En esa mirada me dijo que me quería.
Que realmente me quería.
Y que el sabia cumplir su palabra dada.
Así fuera, a una chamaca de 14 años de edad.
Le pido a Dios, ilumine por siempre el recuerdo de maestros, como el director Jesús Briones Vázquez, para que guíen a las nuevas generaciones de maestros, y sirvan de senda sus pasos, para que México, cada dia forme mejores ciudadanos.
miércoles, 26 de agosto de 2009
Piensa bien lo que deseas
Nunca me he arrepentido de escoger a la maestra Isabel Moreno Ríos, como mi madrina, me enseñó, tantas cosas, que necesitaría paginas y paginas para explicarlo; también me enseñó manualidades, como hacer pollitos de peluche, pavoreales, cisnes, colchas abullonadas, como de triángulos, que luego, forman cuadrados, y sabia mucho de hierbas medicinales, de preparaciones de ungüentos y tes.
Me llevaba a pasear a Tampico, a comer nieve, cuando inauguraron un busto a don Benito Juárez, incluida una pared, con rocas y plantas, con fuentecita de agua, y luces de colores, en la plaza de la Libertad, pues fue mi madrina, la que cargó conmigo, para que yo no me perdiera esa ceremonia.
También me llevaba, a Mata Redonda, a visitar a unas amistades, que ella apreciaba mucho, en aquella comunidad, cercana al pueblo.
Y cerca de allí ,al Chachalaco, donde había y hay infinidad de restaurantes de mariscos, quien me hubiera dicho a mi, que muchos años después, yo iría seguido a pasear a esos lugares, con mi familia, pero ahora, cruzando el rio, desde la costa tamaulipeca, para llegar a la veracruzana.
Si así nos la pasamos, de un lado a otro, de un estado a otro.
En este pueblo, donde vivíamos, me llevaba a visitar, otras amistades de ella, como a una joven, con parálisis cerebral, que vivía, por la calle donde se encontraba el centro de salud, a unas dos calles de ahí.
Cuando se jubiló, me regalo muchos libros, y enciclopedias, había una en especial que no olvidaré.
Abarcaba temas diversos, literatura, botánica, historia; cuando me la regaló, un tío que yo tenia muy especial, un día que vino de visita, a cada folleto, o fascículo coleccionable de esa enciclopedia, le arrancó, la parte media, porque traía información muy valiosa.
Me dio coraje y tristeza, pero a veces, uno no puede hacer nada, solo mirar, con pesar, como te destruyen lo que alguien muy querido, te acaba de regalar.
Y la parte de la enciclopedia, que no se llevó, la hecho al fuego, a una hoguera.
Que ya no servia para nada, que era mejor quemarla.
Y me retire de esa hoguera, para no llorar de tristeza.
Y pasaron los años, y yo le comentaba a mi esposo, yo tuve una enciclopedia, muy bonita, fué un regalo, y traía esto y esto.
Y de esa enciclopedia, estos folletos o fascículos, eran los de más agrado mío.
Una, que hablaba de los reductores de cabezas, otro de la caída de Pompeya, y así, por el estilo.
Y un día, que andábamos por un rodante, nos acercamos a un vendedor de baratijas, y encontré unos fascículos de enciclopedia, de la misma enciclopedia, que yo una vez, vi como rompieron y echaron a quemar.
Y los compré, como un recuerdo, de un regalo, muy hermoso, que alguna vez, yo recibí.
Y en casa, esos fascículos, al mirarlos con detenimiento, descubrí que tenían arrancadas sus hojas centrales, y con las puntas chamuscadas.
Y hasta algunos, tenían unas marcas, de pluma que yo les puse de niña.
Eran mis fascículos preferidos, y en mi mano, estaban de nuevo.
Mi esposo me dice, no es cierto, a poco son los mismos, después de tantos años, 35 años para ser más exactos y en otra ciudad algo distante, de donde pasó el hecho y yo creo, que si son los mismos.
Si tú deseas algo, intensamente, tarde que temprano, en tus manos lo tendrás.
Por eso es bueno, pensar muy claramente, lo que deseas, no vayas a desear algo, que después te vayas a arrepentir, cuando lo consigas.
Me llevaba a pasear a Tampico, a comer nieve, cuando inauguraron un busto a don Benito Juárez, incluida una pared, con rocas y plantas, con fuentecita de agua, y luces de colores, en la plaza de la Libertad, pues fue mi madrina, la que cargó conmigo, para que yo no me perdiera esa ceremonia.
También me llevaba, a Mata Redonda, a visitar a unas amistades, que ella apreciaba mucho, en aquella comunidad, cercana al pueblo.
Y cerca de allí ,al Chachalaco, donde había y hay infinidad de restaurantes de mariscos, quien me hubiera dicho a mi, que muchos años después, yo iría seguido a pasear a esos lugares, con mi familia, pero ahora, cruzando el rio, desde la costa tamaulipeca, para llegar a la veracruzana.
Si así nos la pasamos, de un lado a otro, de un estado a otro.
En este pueblo, donde vivíamos, me llevaba a visitar, otras amistades de ella, como a una joven, con parálisis cerebral, que vivía, por la calle donde se encontraba el centro de salud, a unas dos calles de ahí.
Cuando se jubiló, me regalo muchos libros, y enciclopedias, había una en especial que no olvidaré.
Abarcaba temas diversos, literatura, botánica, historia; cuando me la regaló, un tío que yo tenia muy especial, un día que vino de visita, a cada folleto, o fascículo coleccionable de esa enciclopedia, le arrancó, la parte media, porque traía información muy valiosa.
Me dio coraje y tristeza, pero a veces, uno no puede hacer nada, solo mirar, con pesar, como te destruyen lo que alguien muy querido, te acaba de regalar.
Y la parte de la enciclopedia, que no se llevó, la hecho al fuego, a una hoguera.
Que ya no servia para nada, que era mejor quemarla.
Y me retire de esa hoguera, para no llorar de tristeza.
Y pasaron los años, y yo le comentaba a mi esposo, yo tuve una enciclopedia, muy bonita, fué un regalo, y traía esto y esto.
Y de esa enciclopedia, estos folletos o fascículos, eran los de más agrado mío.
Una, que hablaba de los reductores de cabezas, otro de la caída de Pompeya, y así, por el estilo.
Y un día, que andábamos por un rodante, nos acercamos a un vendedor de baratijas, y encontré unos fascículos de enciclopedia, de la misma enciclopedia, que yo una vez, vi como rompieron y echaron a quemar.
Y los compré, como un recuerdo, de un regalo, muy hermoso, que alguna vez, yo recibí.
Y en casa, esos fascículos, al mirarlos con detenimiento, descubrí que tenían arrancadas sus hojas centrales, y con las puntas chamuscadas.
Y hasta algunos, tenían unas marcas, de pluma que yo les puse de niña.
Eran mis fascículos preferidos, y en mi mano, estaban de nuevo.
Mi esposo me dice, no es cierto, a poco son los mismos, después de tantos años, 35 años para ser más exactos y en otra ciudad algo distante, de donde pasó el hecho y yo creo, que si son los mismos.
Si tú deseas algo, intensamente, tarde que temprano, en tus manos lo tendrás.
Por eso es bueno, pensar muy claramente, lo que deseas, no vayas a desear algo, que después te vayas a arrepentir, cuando lo consigas.
lunes, 24 de agosto de 2009
Primera Comunión
PRIMERA COMUNION
Cuando iba a hacer mi primera comunión, no sabia, quien seria mi madrina.
Andaba meditabunda.
Mi abuelita me dijo, yo te compro todo.
Solo busca quien vaya de madrina.
Platicando aquí y allá…¡necesito madrina!
¡Necesito madrina!... y salieron unas candidatas.
No me alcanzaban los dedos de las manos, para tantas candidatas.
Mi abuelita se reía de mí, ahora andaba mortificada, porque no sabía por cual decidirme.
Que si aquella era muy regañona, que si la otra yo no la conocía, lo suficiente, como para arriesgarme, a quedar bajo su mandato irrevocable.
Todas con cualidades, todas con defectos.
Y mi abuelita, no me ayudaba mucho.
Cuando tengas madrina, le vas a besar la mano.
¿Qué?
¿Y si no se la lavo?
Ni modo, será tu madrina, por eso tu la escogerás.
Será tu madrina, para toda la vida.
Y una tarde, de las muchas en que fui de visita con la maestra Isabel Moreno Ríos, me pregunta:
¿Ya tienes madrina?
Pues no se todavía.
Mi abuelita dice que yo decido.
Que yo sola me eche la soga al cuello.
Ríe a carcajadas la maestra Isabel, y suelta el…
¿No te gusto yo de madrina?
¿Qué?
¿Usted, mi madrina?
¿No te gusto? yo nadamas te preguntaba, pero si ya escogiste; si ya le dijiste a alguien, pues ni modo.
¡Nombre!, maestra Isabel.
¡Claro que la quiero como madrina!
¡Ahorita voy y le digo a mi abuelita que ya tengo madrina!
Y agarro impulso para echar la carrera, y me detiene con suavidad la maestra, tocándome el hombro.
¡Espera!, no te digo ¡Siempre eres bien atrabancada!
Dile a tu abuelita, que yo deseo ir de tu madrina, pero pongo una condición.
Pensé, estas maestras, siempre ponen condiciones.
Dígame, maestra Isabel, ¿cual condición?
Dile que iré de madrina, pero que yo te comprare todo, de la cabeza a los pies.
Todo tu ajuar lo traeré de México, en estas vacaciones lo comprare.
Convence a tu abuelita de ello, se que no le gusta dar molestias a nadie.
Pero yo con gusto, haré ese gasto.
Me nace hacerlo.
Si maestra, gracias.
Yo la convenzo.
Casi quería besarle los pies, de lo emocionada que estaba.
Mi madrina, la maestra Isabel Moreno Ríos. Una madrina de lujo.
Y que me compraría todo en México, todo.
Pues, que no fuera, como aquella vez, que le dio por la costura, y se puso a hacerme faldas, blusas y hasta calzones.
Las faldas, me las hizo apretaditas de la cintura, que para que se me hiciera delgadita, me decía, no debes tener cinturita de jícama.
Yo las abría del botón, me asfixiaban.
Y los calzones, porque eran calzones.
No pantaletitas de niña, con encajitos.
¡No señor!
Usaba telas como de popelina, o algo mas gruesas, y tenían forma como de lámpara de buró.
Y mi abuelita ¡tienes que usarlos!
La maestra Isabel los hizo con mucho cariño, y tú en agradecimiento, te los vas a poner.
¡Pero yo no le pedí calzones!
Además, me rozan.
No los quiero. Con una puesta, y ya quede satisfecha.
¡No los quiero! y ¡No los quiero!
Y en esas estábamos, cuando apareció la maestra Isabel, en el marco de la puerta de nuestra casa, y dijo, déjela, doña Luz, la niña tiene razón.
Yo tendría unos 7 años, cuando los calzones de manta, o algo así.
Déjela, tiene razón.
No supe escoger la tela.
Y se dio la media vuelta, rumbo a su casa, y nos quedamos calladas mi abuelita y yo.
Me sentía culpable.
Por decir lo que sentía, lo que pensaba.
Y mi abuelita Luz, seria conmigo.
Su nieta, que no sabía agradecer.
Y ahora, que iría de madrina haber con que ropa me saldría.
Pero me lleve una bella y grata sorpresa.
Llego, después de vacaciones navideñas, con cajotas, que contenían mi vestido de primera comunión, tan hermoso, que me decían, ¡pareces una novia!
Un tocado de cabeza, muy original.
Lo mejor de lo mejor.
Todo mi ajuar de primera comunión. Hasta los zapatos.
Me lo trajo de México, y estoy segura, que lo escogió con mucho amor.
El día de la ceremonia religiosa, vino de visita una prima, y mi abuelita, le pidió de favor que trajera de la Pepis, un gran pastel.
Mi abuelita guiso varias piezas de pollo en mole, acompañado de arroz y ensalada.
Todo un agasajo.
En el oficio religioso, yo fui la única en hacer la primera comunión, tuvo que ser en esa fecha, un 6 de reyes, porque mi madrina, no había podido estar presente en la otra fecha, en la comunitaria.
Y a la hora de comulgar, que mi madrina se abstiene.
El padre, por poco, y nos corre a las dos de la iglesia.
Que para que, se buscan padrinos que no comulgan, que a ver esas catequistas, que no están al pendiente de quienes eran los padrinos.
Y mi madrina, callada.
Cuanto creció mi respeto, amor y admiración por su prudencia.
Primero dejaría de ser maestra, a perder su compostura.
Nos veíamos de reojo, nos entendíamos muy bien.
Sonreí, al pensar, si el padre supiera en lo que cree mi madrina.
Si el padre, supiera, en lo que creo yo.
Yo creo, en lo que cree mi madrina.
Casi desde el kinder, me contaba muchas cosas, solo yo entraba en sus cuartos, donde estaban miles de secretos, de muchos años atrás.
Nunca sabré en vida, descifrar algunas teorías que me revelo.
Y vaya que he buscado en libros, y hasta en Internet, el significado o los alcances de sus pláticas.
Cuando mi espíritu, abandone este cuerpo, buscaré a mi madrina, y se lo preguntaré.
Quedaron muchas dudas en mi corazón, madrina, prepárese porque la buscare.
Cuando se termino la misa, yo cargue al niño Dios, y las señoras y niños del pueblo, pasaban en fila, a depositar un beso al niñito Jesús.
Ya en casa, mucha comida, pastel, y aparte de mi abuelita, mi tío, mi prima, mi madrina, y yo, no había nadie más.
Como que se veía medio desangelado ese festejo.
Mi abuelita, ven, no te apures, vamos al zaguán, bajamos las escaleras, y al que pasaba, lo invitábamos a la comida de mi primera comunión.
Y la casita, se lleno de personas, riendo, comiendo, platicando; dos de esos invitados, eran maestros del pueblo, y yo la pase feliz, muy feliz.
Cuando iba a hacer mi primera comunión, no sabia, quien seria mi madrina.
Andaba meditabunda.
Mi abuelita me dijo, yo te compro todo.
Solo busca quien vaya de madrina.
Platicando aquí y allá…¡necesito madrina!
¡Necesito madrina!... y salieron unas candidatas.
No me alcanzaban los dedos de las manos, para tantas candidatas.
Mi abuelita se reía de mí, ahora andaba mortificada, porque no sabía por cual decidirme.
Que si aquella era muy regañona, que si la otra yo no la conocía, lo suficiente, como para arriesgarme, a quedar bajo su mandato irrevocable.
Todas con cualidades, todas con defectos.
Y mi abuelita, no me ayudaba mucho.
Cuando tengas madrina, le vas a besar la mano.
¿Qué?
¿Y si no se la lavo?
Ni modo, será tu madrina, por eso tu la escogerás.
Será tu madrina, para toda la vida.
Y una tarde, de las muchas en que fui de visita con la maestra Isabel Moreno Ríos, me pregunta:
¿Ya tienes madrina?
Pues no se todavía.
Mi abuelita dice que yo decido.
Que yo sola me eche la soga al cuello.
Ríe a carcajadas la maestra Isabel, y suelta el…
¿No te gusto yo de madrina?
¿Qué?
¿Usted, mi madrina?
¿No te gusto? yo nadamas te preguntaba, pero si ya escogiste; si ya le dijiste a alguien, pues ni modo.
¡Nombre!, maestra Isabel.
¡Claro que la quiero como madrina!
¡Ahorita voy y le digo a mi abuelita que ya tengo madrina!
Y agarro impulso para echar la carrera, y me detiene con suavidad la maestra, tocándome el hombro.
¡Espera!, no te digo ¡Siempre eres bien atrabancada!
Dile a tu abuelita, que yo deseo ir de tu madrina, pero pongo una condición.
Pensé, estas maestras, siempre ponen condiciones.
Dígame, maestra Isabel, ¿cual condición?
Dile que iré de madrina, pero que yo te comprare todo, de la cabeza a los pies.
Todo tu ajuar lo traeré de México, en estas vacaciones lo comprare.
Convence a tu abuelita de ello, se que no le gusta dar molestias a nadie.
Pero yo con gusto, haré ese gasto.
Me nace hacerlo.
Si maestra, gracias.
Yo la convenzo.
Casi quería besarle los pies, de lo emocionada que estaba.
Mi madrina, la maestra Isabel Moreno Ríos. Una madrina de lujo.
Y que me compraría todo en México, todo.
Pues, que no fuera, como aquella vez, que le dio por la costura, y se puso a hacerme faldas, blusas y hasta calzones.
Las faldas, me las hizo apretaditas de la cintura, que para que se me hiciera delgadita, me decía, no debes tener cinturita de jícama.
Yo las abría del botón, me asfixiaban.
Y los calzones, porque eran calzones.
No pantaletitas de niña, con encajitos.
¡No señor!
Usaba telas como de popelina, o algo mas gruesas, y tenían forma como de lámpara de buró.
Y mi abuelita ¡tienes que usarlos!
La maestra Isabel los hizo con mucho cariño, y tú en agradecimiento, te los vas a poner.
¡Pero yo no le pedí calzones!
Además, me rozan.
No los quiero. Con una puesta, y ya quede satisfecha.
¡No los quiero! y ¡No los quiero!
Y en esas estábamos, cuando apareció la maestra Isabel, en el marco de la puerta de nuestra casa, y dijo, déjela, doña Luz, la niña tiene razón.
Yo tendría unos 7 años, cuando los calzones de manta, o algo así.
Déjela, tiene razón.
No supe escoger la tela.
Y se dio la media vuelta, rumbo a su casa, y nos quedamos calladas mi abuelita y yo.
Me sentía culpable.
Por decir lo que sentía, lo que pensaba.
Y mi abuelita Luz, seria conmigo.
Su nieta, que no sabía agradecer.
Y ahora, que iría de madrina haber con que ropa me saldría.
Pero me lleve una bella y grata sorpresa.
Llego, después de vacaciones navideñas, con cajotas, que contenían mi vestido de primera comunión, tan hermoso, que me decían, ¡pareces una novia!
Un tocado de cabeza, muy original.
Lo mejor de lo mejor.
Todo mi ajuar de primera comunión. Hasta los zapatos.
Me lo trajo de México, y estoy segura, que lo escogió con mucho amor.
El día de la ceremonia religiosa, vino de visita una prima, y mi abuelita, le pidió de favor que trajera de la Pepis, un gran pastel.
Mi abuelita guiso varias piezas de pollo en mole, acompañado de arroz y ensalada.
Todo un agasajo.
En el oficio religioso, yo fui la única en hacer la primera comunión, tuvo que ser en esa fecha, un 6 de reyes, porque mi madrina, no había podido estar presente en la otra fecha, en la comunitaria.
Y a la hora de comulgar, que mi madrina se abstiene.
El padre, por poco, y nos corre a las dos de la iglesia.
Que para que, se buscan padrinos que no comulgan, que a ver esas catequistas, que no están al pendiente de quienes eran los padrinos.
Y mi madrina, callada.
Cuanto creció mi respeto, amor y admiración por su prudencia.
Primero dejaría de ser maestra, a perder su compostura.
Nos veíamos de reojo, nos entendíamos muy bien.
Sonreí, al pensar, si el padre supiera en lo que cree mi madrina.
Si el padre, supiera, en lo que creo yo.
Yo creo, en lo que cree mi madrina.
Casi desde el kinder, me contaba muchas cosas, solo yo entraba en sus cuartos, donde estaban miles de secretos, de muchos años atrás.
Nunca sabré en vida, descifrar algunas teorías que me revelo.
Y vaya que he buscado en libros, y hasta en Internet, el significado o los alcances de sus pláticas.
Cuando mi espíritu, abandone este cuerpo, buscaré a mi madrina, y se lo preguntaré.
Quedaron muchas dudas en mi corazón, madrina, prepárese porque la buscare.
Cuando se termino la misa, yo cargue al niño Dios, y las señoras y niños del pueblo, pasaban en fila, a depositar un beso al niñito Jesús.
Ya en casa, mucha comida, pastel, y aparte de mi abuelita, mi tío, mi prima, mi madrina, y yo, no había nadie más.
Como que se veía medio desangelado ese festejo.
Mi abuelita, ven, no te apures, vamos al zaguán, bajamos las escaleras, y al que pasaba, lo invitábamos a la comida de mi primera comunión.
Y la casita, se lleno de personas, riendo, comiendo, platicando; dos de esos invitados, eran maestros del pueblo, y yo la pase feliz, muy feliz.
viernes, 21 de agosto de 2009
Columnas del Conocimiento
COLUMNAS DEL CONOCIMIENTO
En el segundo piso de la primaria, estaban los salones destinados a 3 ero, 4 to., 5 to. Y un sexto grado.
Alrededor de los salones del segundo piso, se encontraban los corredores, también techados, que corren paralelos, a los corredores inferiores.
Aquí vemos, que las columnas superiores, caen exactamente, sobre las columnas inferiores, todas ellas, con cuatro caras, y por lo tanto cuatro esquinas, columnas amplias, tan amplias, que no es posible abarcarlas, con un abrazo, y están reforzando la construcción.
En conjunto, el edificio de la primaria, independientemente de su arquitectura maciza, tiene un aire de majestuosidad; sus arcos, que se forman de columna a columna, dan la bienvenida a cada pueoblevejence, invitan al estudio y a la superación.
Esas columnas, las vemos abajo, arriba, adentro y por fuera de la esa primaria.
Yo veo en esas columnas, las columnas que dan fortaleza al individuo, que ha estudiado, que sabe que puede llevar a cabo diversas tareas, porque ha invertido tiempo y dedicación en su preparación.
A un individuo, que sabe que puede haber momentos en que parece que todo sale mal, que todo se llena de nubarrones; pero si cuenta con las columnas de un conocimiento exacto, preciso, y no hablo de información inconexa, del lo vi en una revista, lo escuche en un programa, y por eso siento que todo lo se.
No, yo hablo, del que persevera, y gracias al estudio, encauzado, dirigido por maestros y planes de estudio, y con una Fe, en un Ser Superior, logra superarse a si mismo, y así puede, no tan solo ser útil a si mismo, sino también para los que lo rodean, llámense familiares, vecinos, amistades, conciudanos.
Y todo empieza, desde los primeros años de educación.
Desde el no faltar a clases, nadamas porque si, el ser puntuales; el llevar todo lo necesario, y solo lo necesario, porque algunos llevan el ultimo juguete, el ultimo invento, y ya se distrajo todo el salón
Los corredores techados del segundo piso, cuentan con unas bardas, para protección de los alumnos.
Solo los alumnos de 5 tos. Y 6 tos. Grados, pueden mirar lo que pasa en los patios de la escuela. Así de altos, son los muros de las bardas del 2 do. piso.
Cuenta con 2 terrazas a cada lado, que permitían, de ser necesario, ensayar algún bailable, o tabla rítmica.
Una tiene vista a la iglesia y al camino que va al Retiro de Lourdes, a la Fuente.
La otra terraza, tiene vista al camino a Tampico Alto, y en esos años, se lograba mirar hacia los terrenos de la zona militar, mas específicamente, hacia sus verdes prados, muy a lo lejos, pero la vista los lograba abarcar.
Por el corredor, que esta frente de la escuela, en su segundo piso, de trecho en trecho, a como lo permiten sus columnas, es posible mirar la placita, y sus alrededores.
Los domingos de mi niñez y juventud, gustaba observar a las personas que paseaban en ella.
En la oscuridad del segundo piso de la escuela, me encantaba tomar nota de todo lo que pasaba frente a mi vista.
De muy niña, ponía una sillita, para poder alcanzar a mirar hacia la placita.
La plaza se iba llenando poco a poco, primero eran jovencitos, unos por aquí, otros por allá.
Unos tomando una malteada en el negocio de don Pablito, o sea don Pablo Ramírez, y su esposa se llamaba doña Joaquina Felizarde, sus hijas Chabela Nápoles y Rosita.
El lugar aun se ubica, en la esquina, que por un lado, queda frente a la primaria, y por el otro lado, quedaba frente al cine.
Don Pablito, tenía un hermano de oficio chofer, conocido como Pitabil.
En la refresquería de don Pablito, con letrero “El Chubasco”, se expendían huapilla, tepache, refresco de raíz, y me cuentan, los que saben, que mucho antes, también funciono como cenaduría.
También se vendían refrescos embotellados, de muchas marcas, incluidos los Jarritos.
Aquel refresco, timbón, que tenia realzados, a su alrededor, como un cinturón, infinidad de jarritos pequeños.
Si no tenia muy helados los refrescos, don Pablito, de manera muy amable, te servia en un vaso, hielo raspado, de una gran barra, que siempre tenia cerca de su mostrador.
Había una rockola, y al hechar monedas, tocaba melodías que no se porque, la mayoría eran melancólicas.
Se escuchaban el:
¡Dime tu puente de piedra!
Y me sentía triste, por ese señor, que esperaba que un puente le contestara a preguntas tan importantes.
O cuando era muy pequeña y escuche…
Contigo aprendí que la semana tiene mas de 7 días, y como apenas estaba aprendiéndome los días de la semana, ya ahí las cuentas no me salieron.
Y le decía a mi abuelita, tu que todo lo sabes, dime cuales son los otros días de la semana, aparte de los que siete que me enseño la maestra.
Una canción jocosa, era la de un ladrón, que entra a una casa, y sorprende a una mujer, y al ordenarle, sálgase de la cama, ¡el ladrón se desmayo!
Y esa mujer, le dice, como riéndose, ven, ven, ladronzuelo, ven !ay, pero ven ,y ven a robarme a mi!
Y yo de niña deseaba saber que le había enseñado esa mujer al ladrón, para asustarlo y para tener tal dominio sobre el, que lo cococoreaba, y en su tono de la chica de la canción, no había temor, mas bien un deseo de volver a ver al ladrón.
Empezaba esas rockola, con sus canciones como a mediodía.
De todos los días de la semana.
A veces, con solo escuchar las canciones, repetidas una y otra vez, ya sabía más o menos, que clientes eran.
Ya me sabía los gustos de tal o cual pueblovejence.
No me sabía los nombres, eran escasas las personas a las que yo trataba de modo personal.
Pero observaba y oía.
Característicos, los peleados con la novia.
Los miraba, en sus arrumacos en las bancas del pueblo, unas de fierro la armazón, y tablitas de rejillitas, en el asiento.
Tablitas, endebles, que si se sentaban personas gruesas, crujían.
Los novios, ni por enterados se daban del pandearse de las tablitas, luego por x motivo, caras serias en los novios, un manoteo, el hombre un rogar, la mujer un voltear el rostro con enfado.
Y cada quien, para su casa por su lado.
Días en que aquel enamorado, llegaba, duraba horas y horas en la banca, donde por costumbre, se habían visto por semanas.
Los dejaban plantados, y el despechado, se iba a la refresquería, ponía la rockola, y a poner canciones y canciones.
Si se solucionaba la desavenencia, iban a la refresquería, y platicando, tranquilamente, el joven ponía canciones de amor.
Al rato, los novios tomaban del mismo popote, aunque cada quien tuviera su malteada, se miraban a los ojos, ni platicaban, de embelezados que se encontraban, se agarraban de las manitas y se ponía aburrido el asunto.
Días más adelante, agarraditos de la mano, a dar vueltecitas a la plaza, a lucirse sus ropas domingueras, a que los vean sus amigos, como se quieren.
Mas tarde, en lo obscurito, se iban como no queriendo, atrás de los muros de la escuela, atrás de las columnas, y ahí, subían de tono sus caricias, se oían sus bssssss, bsssss y sus besos.
Si lo quería, al mirar que de la placita, aquellos novios se dirigían al corredor inferior de la escuela, bajaba como atraída por un poderoso imán, desde el segundo piso, y los observaba, estratégicamente desde cualquier salón, atrás de sus ventanales.
Después de todo, yo algún día, también andaría de novia y me era vital, saber cuales eran los mecanismos del amor.
Ahí si, que ni modo que mi abuelita, me diera lecciones.
Se había casado a los 16 años y enviudo a los 20 años.
Esas cosas de novios, ya para mi abuelita, eran cosa como de un sueño.
Cuando mi abuelita, me cacho cuales eran ahora mis distracciones, el deseo de conocer mas sobre eso llamado amor, me llamo la atención, de un modo duro. Seco.
Si se dan cuenta que los andas espiando, no se que te vayan a hacer.
Nada, estoy dentro de la escuela.
Y se fue directo al grano.
Deja de andar espiando parejas de novios, te vas a calentar antes de tiempo.
Todavía no sabes limpiar bien los frijoles, hervir la leche, sin que se tire; mejor aprende a guisar, lavar, planchar, eso es lo que tiene que hacer una mujer de casa.
No creas que solo son besos y abrazos.
En ese tiempo, yo tendría 11 o 12 años de edad, y era cierto, no sabía nada de quehacer hogareño, ni de agasajos con novio.
Por ese tiempo, me dio por fantasear mucho sobre un próximo matrimonio.
Oye, abuelita, te imaginas a tu nieta paseándose por el pueblo del brazo de un joven marino, ya vez que varios muchachos de aquí se han enlistado en la marina.
Tan guapos que se ven con ese gorrito chiquito en su cabeza, pelona.
¿Cómo ves?
Ya me imagino como traerás a tu marino, su uniforme en lugar de blanco, será gris.
Aprenderás con tu marino como se lava la ropa.
Lo bueno es que ya hay detergente, no nadamas el polvito de Doña Blanca, el que viene en tarritos chiquitos.
Mmm, sabes abuelita, eso de marino, como que lo estoy pensando, luego te cuento.
Y otros días, abuelita, a este pueblo llegan muchos miembros del ejercito, las mayoría jovencitos.
Ya ves, lo cerca que esta la zona militar.
Tú crees, que yo algún día, ¿me llegue a casar con un militar?
Y mi abuelita, pues si eso llega a suceder, prepárate desde ahorita, debe de andar bien planchadito, sino lo podrían castigar, por traer su uniforme todo arrugado, y tu serias la causante, de los regaños que le den a ese militar, que pusiera sus ojos en ti.
¡Hay, abuelita!, tu me pintas muy feo el matrimonio.
Y después de un tiempo, abuelita, he pensado mucho, y creo que me gustaría algún día casarme con un pescador de la laguna de Pueblo Viejo.
Y mi abuelita, me parece muy buena idea.
Debes seguir estudiando, para ayudarle en lo que puedas a tu futuro esposo, solo ponle mas empeño a la guisada, y sobre todo a lo que es el marisco, hay diferentes modos de guisar cada platillo, al fin que todavía tienes tiempo de prepararte para el matrimonio, como dice el dicho, del cielo caen velo y mortaja, así que no te preocupes, cuando ni con quien te casaras, preocúpate de estar preparada.
Y yo seguía los domingos, observando a los pueblovejences, dar vueltas y vueltas en la plaza.
Cuando mi amiga Ely, empezó a soñar también con lo de novios, fue más allá de observar desde lo alto de la escuela, decidió que debíamos bajar y mezclarnos con la gente en sus vueltas en la plaza.
Y yo le pregunte, ¿y para que?
Yo me la imagino como las mariposas, que revolotean gustosas, y tal vez necesitan ser admiradas, y yo por amistad acepte.
¿Y que te vas a poner?
¿Para que?
Para ir a dar vueltas a la plaza. No me digas que aun no tienes lo que te vas a poner ese día.
No entiendo a Ely, “arreglar algo para ponerme ese domingo”, ni que yo anduviera desnuda por las calles de Pueblo Viejo.
Claro que tengo ropa, mi ropero, al abrirlo, deja caer garras y garras.
Cualquiera sirve para ir a dar unas vueltas a la plaza. No faltaba más.
Y Ely, voy a estrenar ropa ese día.
Y yo, a que bueno, que te aproveche.
¿Tú no vas a estrenar también?
No, para que, soy la misma, con ropa nueva o no.
Y Ely, ¡ah no!, tu debes de estrenar también.
Mi mejor amiga, debe estrenar ropa también ese día, así, las dos vamos estrenando.
No creo que tu abuelita, no te pueda comprar algo especial para ese día.
Ya tocando el punto de mi abuelita, ahora si que hay que estrenar. Que no digan que mi viejita no me puede comprar unos trapos.
O que es tacaña.
Voy a Tampico, y en la tienda Del Centro, compro unas ropas especiales para ese día.
Se llega el domingo, asisto con Ely, y me doy las grandes cansadas, vueltas y vueltas, para un lado, que si por en medio de la plaza, y mis piecitos, enfundados en unos zapatitos nuevos, comprados en la Walk -Over, se resisten al piso adoquinado de la plaza.
Y Ely, que se siente artista, saludando a todos, riendo, haciendo ojitos a no se cuantos del pueblo, y algunos que se nos pegan, parece que traemos escolta, yo me siento como sándwich, apretujada.
A pesar, de ser tan amplia la plaza, de tener unos pasillos bien anchos, que forman el cuadrado de la plaza, que la permite rodear una y otra vez; también tiene el perímetro mas pequeño, el que queda alrededor del kiosco, y luego sus pasillos, los 4 que parten de cada esquina al centro, y los mas pequeños, los de las partes intermedias de cada esquina.
No hay orden en ese dar vueltas a la plaza, unos van, otros vienen, en ocasiones, se empieza una platica cuando unos grupos de personas, empujan discretamente, o piden dejen pasar, nos despedimos haciendo señas, que en la próxima vuelta, donde nos reunamos de nuevo, continuaremos con la platica.
Si de veras, esta muy interesante, lo que se esta tratando, nos salíamos del camino adoquinado, rara vez alcanzábamos banca, pero en los jardincitos, pisando plantitas, hacíamos parada, un grupito, y entonces, con calma, platicar y hacer planes para otros días.
Al terminar la plática, al intentar regresar al grupo que da vueltas y vueltas en la plaza, esperar, en que grupito queremos quedar, delante de quienes y atrás de quienes.
No vamos a quedar delante de las que nos caen como piedrita al hígado.
Para que nos vayan rullendo, y criticando, o echando habladitas.
Si venimos a la plaza a divertirnos, no a sufrir desaires.
Y yo, Ely, ya vamonos para la casa.
Ya van a ser las 10, y mi abuelita me va a regañar.
Me dio hora para regresar, y ya me pase.
Y Ely, se reía, y solo con la mano, me hacia que esperara tantito, que era su gran noche.
Y yo, con un mozalbete, que me decía no se que cosas al oído, por atrás de nosotras se había pegado desde el inicio, y deseaba acompañarnos, hasta el zaguán de la escuela.
A lo obscurito.
¡Si, como no!
Por fin, se despide Ely de algunos; de otros acepta que nos acompañen, en ese pasar la calle, de la plaza, a la escuela.
Y el güerquillo, que era mi sombra, mirándome en forma burlona.
Pero no me conocía bien.
Me acerco a el, y con misterio, le digo, casi al oído…mi abuelita esta por dentro de la escuela, tu no la vez, porque no estas acostumbrado a la oscuridad de esos pasillos, pero yo ya la vi.
No te digo que no me acompañes, pero si lo haces, sabes a lo que le tiras.
Prontito, se despidió, ese aprendiz de Juan Tenorio.
A Ely, le encanto, ese dar vueltas en la plaza los domingos.
Yo, en contadas ocasiones, la seguí acompañando.
A veces, a la mera hora cuando pasaba por mi, le decía, ¿sabes que? Ya se me quitaron las poquísimas ganas que tenia de ir a dar vueltas hoy, mejor vamos el otro domingo.Y ella, estrenando ropa para ese domingo, se alejaba renegando de mi falta de palabra, y terminó encontrando otras amigas, de esas que si les encantaba ir a pasear los domingos.
En el segundo piso de la primaria, estaban los salones destinados a 3 ero, 4 to., 5 to. Y un sexto grado.
Alrededor de los salones del segundo piso, se encontraban los corredores, también techados, que corren paralelos, a los corredores inferiores.
Aquí vemos, que las columnas superiores, caen exactamente, sobre las columnas inferiores, todas ellas, con cuatro caras, y por lo tanto cuatro esquinas, columnas amplias, tan amplias, que no es posible abarcarlas, con un abrazo, y están reforzando la construcción.
En conjunto, el edificio de la primaria, independientemente de su arquitectura maciza, tiene un aire de majestuosidad; sus arcos, que se forman de columna a columna, dan la bienvenida a cada pueoblevejence, invitan al estudio y a la superación.
Esas columnas, las vemos abajo, arriba, adentro y por fuera de la esa primaria.
Yo veo en esas columnas, las columnas que dan fortaleza al individuo, que ha estudiado, que sabe que puede llevar a cabo diversas tareas, porque ha invertido tiempo y dedicación en su preparación.
A un individuo, que sabe que puede haber momentos en que parece que todo sale mal, que todo se llena de nubarrones; pero si cuenta con las columnas de un conocimiento exacto, preciso, y no hablo de información inconexa, del lo vi en una revista, lo escuche en un programa, y por eso siento que todo lo se.
No, yo hablo, del que persevera, y gracias al estudio, encauzado, dirigido por maestros y planes de estudio, y con una Fe, en un Ser Superior, logra superarse a si mismo, y así puede, no tan solo ser útil a si mismo, sino también para los que lo rodean, llámense familiares, vecinos, amistades, conciudanos.
Y todo empieza, desde los primeros años de educación.
Desde el no faltar a clases, nadamas porque si, el ser puntuales; el llevar todo lo necesario, y solo lo necesario, porque algunos llevan el ultimo juguete, el ultimo invento, y ya se distrajo todo el salón
Los corredores techados del segundo piso, cuentan con unas bardas, para protección de los alumnos.
Solo los alumnos de 5 tos. Y 6 tos. Grados, pueden mirar lo que pasa en los patios de la escuela. Así de altos, son los muros de las bardas del 2 do. piso.
Cuenta con 2 terrazas a cada lado, que permitían, de ser necesario, ensayar algún bailable, o tabla rítmica.
Una tiene vista a la iglesia y al camino que va al Retiro de Lourdes, a la Fuente.
La otra terraza, tiene vista al camino a Tampico Alto, y en esos años, se lograba mirar hacia los terrenos de la zona militar, mas específicamente, hacia sus verdes prados, muy a lo lejos, pero la vista los lograba abarcar.
Por el corredor, que esta frente de la escuela, en su segundo piso, de trecho en trecho, a como lo permiten sus columnas, es posible mirar la placita, y sus alrededores.
Los domingos de mi niñez y juventud, gustaba observar a las personas que paseaban en ella.
En la oscuridad del segundo piso de la escuela, me encantaba tomar nota de todo lo que pasaba frente a mi vista.
De muy niña, ponía una sillita, para poder alcanzar a mirar hacia la placita.
La plaza se iba llenando poco a poco, primero eran jovencitos, unos por aquí, otros por allá.
Unos tomando una malteada en el negocio de don Pablito, o sea don Pablo Ramírez, y su esposa se llamaba doña Joaquina Felizarde, sus hijas Chabela Nápoles y Rosita.
El lugar aun se ubica, en la esquina, que por un lado, queda frente a la primaria, y por el otro lado, quedaba frente al cine.
Don Pablito, tenía un hermano de oficio chofer, conocido como Pitabil.
En la refresquería de don Pablito, con letrero “El Chubasco”, se expendían huapilla, tepache, refresco de raíz, y me cuentan, los que saben, que mucho antes, también funciono como cenaduría.
También se vendían refrescos embotellados, de muchas marcas, incluidos los Jarritos.
Aquel refresco, timbón, que tenia realzados, a su alrededor, como un cinturón, infinidad de jarritos pequeños.
Si no tenia muy helados los refrescos, don Pablito, de manera muy amable, te servia en un vaso, hielo raspado, de una gran barra, que siempre tenia cerca de su mostrador.
Había una rockola, y al hechar monedas, tocaba melodías que no se porque, la mayoría eran melancólicas.
Se escuchaban el:
¡Dime tu puente de piedra!
Y me sentía triste, por ese señor, que esperaba que un puente le contestara a preguntas tan importantes.
O cuando era muy pequeña y escuche…
Contigo aprendí que la semana tiene mas de 7 días, y como apenas estaba aprendiéndome los días de la semana, ya ahí las cuentas no me salieron.
Y le decía a mi abuelita, tu que todo lo sabes, dime cuales son los otros días de la semana, aparte de los que siete que me enseño la maestra.
Una canción jocosa, era la de un ladrón, que entra a una casa, y sorprende a una mujer, y al ordenarle, sálgase de la cama, ¡el ladrón se desmayo!
Y esa mujer, le dice, como riéndose, ven, ven, ladronzuelo, ven !ay, pero ven ,y ven a robarme a mi!
Y yo de niña deseaba saber que le había enseñado esa mujer al ladrón, para asustarlo y para tener tal dominio sobre el, que lo cococoreaba, y en su tono de la chica de la canción, no había temor, mas bien un deseo de volver a ver al ladrón.
Empezaba esas rockola, con sus canciones como a mediodía.
De todos los días de la semana.
A veces, con solo escuchar las canciones, repetidas una y otra vez, ya sabía más o menos, que clientes eran.
Ya me sabía los gustos de tal o cual pueblovejence.
No me sabía los nombres, eran escasas las personas a las que yo trataba de modo personal.
Pero observaba y oía.
Característicos, los peleados con la novia.
Los miraba, en sus arrumacos en las bancas del pueblo, unas de fierro la armazón, y tablitas de rejillitas, en el asiento.
Tablitas, endebles, que si se sentaban personas gruesas, crujían.
Los novios, ni por enterados se daban del pandearse de las tablitas, luego por x motivo, caras serias en los novios, un manoteo, el hombre un rogar, la mujer un voltear el rostro con enfado.
Y cada quien, para su casa por su lado.
Días en que aquel enamorado, llegaba, duraba horas y horas en la banca, donde por costumbre, se habían visto por semanas.
Los dejaban plantados, y el despechado, se iba a la refresquería, ponía la rockola, y a poner canciones y canciones.
Si se solucionaba la desavenencia, iban a la refresquería, y platicando, tranquilamente, el joven ponía canciones de amor.
Al rato, los novios tomaban del mismo popote, aunque cada quien tuviera su malteada, se miraban a los ojos, ni platicaban, de embelezados que se encontraban, se agarraban de las manitas y se ponía aburrido el asunto.
Días más adelante, agarraditos de la mano, a dar vueltecitas a la plaza, a lucirse sus ropas domingueras, a que los vean sus amigos, como se quieren.
Mas tarde, en lo obscurito, se iban como no queriendo, atrás de los muros de la escuela, atrás de las columnas, y ahí, subían de tono sus caricias, se oían sus bssssss, bsssss y sus besos.
Si lo quería, al mirar que de la placita, aquellos novios se dirigían al corredor inferior de la escuela, bajaba como atraída por un poderoso imán, desde el segundo piso, y los observaba, estratégicamente desde cualquier salón, atrás de sus ventanales.
Después de todo, yo algún día, también andaría de novia y me era vital, saber cuales eran los mecanismos del amor.
Ahí si, que ni modo que mi abuelita, me diera lecciones.
Se había casado a los 16 años y enviudo a los 20 años.
Esas cosas de novios, ya para mi abuelita, eran cosa como de un sueño.
Cuando mi abuelita, me cacho cuales eran ahora mis distracciones, el deseo de conocer mas sobre eso llamado amor, me llamo la atención, de un modo duro. Seco.
Si se dan cuenta que los andas espiando, no se que te vayan a hacer.
Nada, estoy dentro de la escuela.
Y se fue directo al grano.
Deja de andar espiando parejas de novios, te vas a calentar antes de tiempo.
Todavía no sabes limpiar bien los frijoles, hervir la leche, sin que se tire; mejor aprende a guisar, lavar, planchar, eso es lo que tiene que hacer una mujer de casa.
No creas que solo son besos y abrazos.
En ese tiempo, yo tendría 11 o 12 años de edad, y era cierto, no sabía nada de quehacer hogareño, ni de agasajos con novio.
Por ese tiempo, me dio por fantasear mucho sobre un próximo matrimonio.
Oye, abuelita, te imaginas a tu nieta paseándose por el pueblo del brazo de un joven marino, ya vez que varios muchachos de aquí se han enlistado en la marina.
Tan guapos que se ven con ese gorrito chiquito en su cabeza, pelona.
¿Cómo ves?
Ya me imagino como traerás a tu marino, su uniforme en lugar de blanco, será gris.
Aprenderás con tu marino como se lava la ropa.
Lo bueno es que ya hay detergente, no nadamas el polvito de Doña Blanca, el que viene en tarritos chiquitos.
Mmm, sabes abuelita, eso de marino, como que lo estoy pensando, luego te cuento.
Y otros días, abuelita, a este pueblo llegan muchos miembros del ejercito, las mayoría jovencitos.
Ya ves, lo cerca que esta la zona militar.
Tú crees, que yo algún día, ¿me llegue a casar con un militar?
Y mi abuelita, pues si eso llega a suceder, prepárate desde ahorita, debe de andar bien planchadito, sino lo podrían castigar, por traer su uniforme todo arrugado, y tu serias la causante, de los regaños que le den a ese militar, que pusiera sus ojos en ti.
¡Hay, abuelita!, tu me pintas muy feo el matrimonio.
Y después de un tiempo, abuelita, he pensado mucho, y creo que me gustaría algún día casarme con un pescador de la laguna de Pueblo Viejo.
Y mi abuelita, me parece muy buena idea.
Debes seguir estudiando, para ayudarle en lo que puedas a tu futuro esposo, solo ponle mas empeño a la guisada, y sobre todo a lo que es el marisco, hay diferentes modos de guisar cada platillo, al fin que todavía tienes tiempo de prepararte para el matrimonio, como dice el dicho, del cielo caen velo y mortaja, así que no te preocupes, cuando ni con quien te casaras, preocúpate de estar preparada.
Y yo seguía los domingos, observando a los pueblovejences, dar vueltas y vueltas en la plaza.
Cuando mi amiga Ely, empezó a soñar también con lo de novios, fue más allá de observar desde lo alto de la escuela, decidió que debíamos bajar y mezclarnos con la gente en sus vueltas en la plaza.
Y yo le pregunte, ¿y para que?
Yo me la imagino como las mariposas, que revolotean gustosas, y tal vez necesitan ser admiradas, y yo por amistad acepte.
¿Y que te vas a poner?
¿Para que?
Para ir a dar vueltas a la plaza. No me digas que aun no tienes lo que te vas a poner ese día.
No entiendo a Ely, “arreglar algo para ponerme ese domingo”, ni que yo anduviera desnuda por las calles de Pueblo Viejo.
Claro que tengo ropa, mi ropero, al abrirlo, deja caer garras y garras.
Cualquiera sirve para ir a dar unas vueltas a la plaza. No faltaba más.
Y Ely, voy a estrenar ropa ese día.
Y yo, a que bueno, que te aproveche.
¿Tú no vas a estrenar también?
No, para que, soy la misma, con ropa nueva o no.
Y Ely, ¡ah no!, tu debes de estrenar también.
Mi mejor amiga, debe estrenar ropa también ese día, así, las dos vamos estrenando.
No creo que tu abuelita, no te pueda comprar algo especial para ese día.
Ya tocando el punto de mi abuelita, ahora si que hay que estrenar. Que no digan que mi viejita no me puede comprar unos trapos.
O que es tacaña.
Voy a Tampico, y en la tienda Del Centro, compro unas ropas especiales para ese día.
Se llega el domingo, asisto con Ely, y me doy las grandes cansadas, vueltas y vueltas, para un lado, que si por en medio de la plaza, y mis piecitos, enfundados en unos zapatitos nuevos, comprados en la Walk -Over, se resisten al piso adoquinado de la plaza.
Y Ely, que se siente artista, saludando a todos, riendo, haciendo ojitos a no se cuantos del pueblo, y algunos que se nos pegan, parece que traemos escolta, yo me siento como sándwich, apretujada.
A pesar, de ser tan amplia la plaza, de tener unos pasillos bien anchos, que forman el cuadrado de la plaza, que la permite rodear una y otra vez; también tiene el perímetro mas pequeño, el que queda alrededor del kiosco, y luego sus pasillos, los 4 que parten de cada esquina al centro, y los mas pequeños, los de las partes intermedias de cada esquina.
No hay orden en ese dar vueltas a la plaza, unos van, otros vienen, en ocasiones, se empieza una platica cuando unos grupos de personas, empujan discretamente, o piden dejen pasar, nos despedimos haciendo señas, que en la próxima vuelta, donde nos reunamos de nuevo, continuaremos con la platica.
Si de veras, esta muy interesante, lo que se esta tratando, nos salíamos del camino adoquinado, rara vez alcanzábamos banca, pero en los jardincitos, pisando plantitas, hacíamos parada, un grupito, y entonces, con calma, platicar y hacer planes para otros días.
Al terminar la plática, al intentar regresar al grupo que da vueltas y vueltas en la plaza, esperar, en que grupito queremos quedar, delante de quienes y atrás de quienes.
No vamos a quedar delante de las que nos caen como piedrita al hígado.
Para que nos vayan rullendo, y criticando, o echando habladitas.
Si venimos a la plaza a divertirnos, no a sufrir desaires.
Y yo, Ely, ya vamonos para la casa.
Ya van a ser las 10, y mi abuelita me va a regañar.
Me dio hora para regresar, y ya me pase.
Y Ely, se reía, y solo con la mano, me hacia que esperara tantito, que era su gran noche.
Y yo, con un mozalbete, que me decía no se que cosas al oído, por atrás de nosotras se había pegado desde el inicio, y deseaba acompañarnos, hasta el zaguán de la escuela.
A lo obscurito.
¡Si, como no!
Por fin, se despide Ely de algunos; de otros acepta que nos acompañen, en ese pasar la calle, de la plaza, a la escuela.
Y el güerquillo, que era mi sombra, mirándome en forma burlona.
Pero no me conocía bien.
Me acerco a el, y con misterio, le digo, casi al oído…mi abuelita esta por dentro de la escuela, tu no la vez, porque no estas acostumbrado a la oscuridad de esos pasillos, pero yo ya la vi.
No te digo que no me acompañes, pero si lo haces, sabes a lo que le tiras.
Prontito, se despidió, ese aprendiz de Juan Tenorio.
A Ely, le encanto, ese dar vueltas en la plaza los domingos.
Yo, en contadas ocasiones, la seguí acompañando.
A veces, a la mera hora cuando pasaba por mi, le decía, ¿sabes que? Ya se me quitaron las poquísimas ganas que tenia de ir a dar vueltas hoy, mejor vamos el otro domingo.Y ella, estrenando ropa para ese domingo, se alejaba renegando de mi falta de palabra, y terminó encontrando otras amigas, de esas que si les encantaba ir a pasear los domingos.
sábado, 8 de agosto de 2009
Juegos Infantiles ( 1 )
Regresándonos a las instalaciones de la Escuela “Expropiación Petrolera”, en sus amplios corredores, techados, se encontraban unos bebederos, diseminados, aquí y allá, estratégicamente.
A veces, parecía que no salía el agua, y de repente, un chorrote, que te mojaba la cara, y la ropa.
Y los chiquillos, a jugar, y yo te mojo, poniendo la mano en la llave del bebedero, y vamos a mojar, a aquellas que vienen muy platicadoras, ¡ay si! ¡Se creen mucho!
Y empezaba el corretearnos, pero era tan grande la escuela, tan grandes sus patios, que hasta que tocaban el timbre la entrada del recreo, y estábamos en el salón, quedábamos al alcance unas de otras.
Y para entonces, estábamos bien cansadas de jugar, que ya no queríamos pelear.
¡Aire! ¡Aire! Y nos abanicábamos con nuestras manos, con los cuadernos, con lo que fuera.
Regalaban en las tiendas, a los clientes, abanicos de cartón, con formas de ovalo, o cuadrados, rectangulares.
Y se amacizaba el abanico, con un palito, que tenía grapado al centro.
Y agarrábamos el palito del abanico, y dale y dale.
Esos abanicos, traían dibujos, como si fueran postales, de paisajes, o de animalitos enternecedores, y al reverso, la propaganda del negocio que lo regalo.
Y con el sudor de nuestras manos, se desbarataban esos abanicos.
JUEGOS INFANTILES
Las niñas jugábamos en el recreo a:
1._ Juan pirulero.
¡Este es el juego de Juan Pirulero!
¡A lo maduro! ¡A lo maduro!
¡Que se voltee, Anita de burro!
Para esto, estábamos en una rueda, agarradas las manos, y dándole rápido a la vuelta y vuelta de todas mirando al centro,
Terminaba, cuando ya todas estábamos volteadas, mirando hacia el exterior.
Y si nos quedaba piola, pues a volver a empezar, ahora de modo contrario.
Las que estaban volteadas, ahora iban cambiándose hacia el interior de la rueda.
2.- A las estatuas de marfil.
Reunidas y en rueda, tomadas de la mano, cantábamos, ¡A las estatuas de marfil!
¡Uno, dos y tres así! nos zafábamos de las manos y teníamos que quedarnos lo mas inmóviles posibles, la que se movía, perdía, salía del juego, y volvíamos a empezar.
3._ A doña Blanca.
Doña Blanca, esta encerrada en pilares de oro y plata,
Romperemos un pilar para ver a doña blanca.
Todas las niñas, habíamos elegido de qué material eran nuestros brazos, que formaban los pilares.
Eran de cemento, oro, vidrio, madera, piedra, agua, de lo que se nos ocurriera. Pero no se valía repetir el nombre de otro pilar de esa rueda.
En la rueda, que lográramos hacer, de niñas, cada punto, donde se unía un bracito, con otro bracito, bien apretadas las manos, le llamábamos pilar.
Y luego, la niña, que andaba fuera de la rueda, preguntaba……
¿De que es este pilar?
De oro, piedra, etc.
Y la niña, intentaba zafar esas manitas, haciendo lo que estuviera a su alcance, tratando de abrir las manos, columpiándose, en esas manos, algunas hacían sus manos, como si fueran un cuchillo, al juntar sus manos, fuertemente, y dar un golpe, a la unión de manitas.
Las niñas, que se hubieran zafado, por la presión en sus manos, salían del juego, y la que logro romper esa unión, entraban en ese lugar.
4._ Al mono de alambre.
Se cantaba así, en rueda las niñas.
Vamos a jugar
Al mono de alambre,
Y el que no lo baile.
Y el que no lo baile,
Le daremos pamba.
Nombrábamos a una compañera, pasaba al centro, y tenia que bailar.
Si no lo hacia, o si estaba muy tiesa, ¡no se vale! ¡Casi no se movió! Y a darle pamba entre todas.
Si no bailaba, ni se dejaba dar pamba; cuzcale ¡fuera de aquí!
Y la sacábamos de la rueda.
Y a seguir jugando.
A veces, parecía que no salía el agua, y de repente, un chorrote, que te mojaba la cara, y la ropa.
Y los chiquillos, a jugar, y yo te mojo, poniendo la mano en la llave del bebedero, y vamos a mojar, a aquellas que vienen muy platicadoras, ¡ay si! ¡Se creen mucho!
Y empezaba el corretearnos, pero era tan grande la escuela, tan grandes sus patios, que hasta que tocaban el timbre la entrada del recreo, y estábamos en el salón, quedábamos al alcance unas de otras.
Y para entonces, estábamos bien cansadas de jugar, que ya no queríamos pelear.
¡Aire! ¡Aire! Y nos abanicábamos con nuestras manos, con los cuadernos, con lo que fuera.
Regalaban en las tiendas, a los clientes, abanicos de cartón, con formas de ovalo, o cuadrados, rectangulares.
Y se amacizaba el abanico, con un palito, que tenía grapado al centro.
Y agarrábamos el palito del abanico, y dale y dale.
Esos abanicos, traían dibujos, como si fueran postales, de paisajes, o de animalitos enternecedores, y al reverso, la propaganda del negocio que lo regalo.
Y con el sudor de nuestras manos, se desbarataban esos abanicos.
JUEGOS INFANTILES
Las niñas jugábamos en el recreo a:
1._ Juan pirulero.
¡Este es el juego de Juan Pirulero!
¡A lo maduro! ¡A lo maduro!
¡Que se voltee, Anita de burro!
Para esto, estábamos en una rueda, agarradas las manos, y dándole rápido a la vuelta y vuelta de todas mirando al centro,
Terminaba, cuando ya todas estábamos volteadas, mirando hacia el exterior.
Y si nos quedaba piola, pues a volver a empezar, ahora de modo contrario.
Las que estaban volteadas, ahora iban cambiándose hacia el interior de la rueda.
2.- A las estatuas de marfil.
Reunidas y en rueda, tomadas de la mano, cantábamos, ¡A las estatuas de marfil!
¡Uno, dos y tres así! nos zafábamos de las manos y teníamos que quedarnos lo mas inmóviles posibles, la que se movía, perdía, salía del juego, y volvíamos a empezar.
3._ A doña Blanca.
Doña Blanca, esta encerrada en pilares de oro y plata,
Romperemos un pilar para ver a doña blanca.
Todas las niñas, habíamos elegido de qué material eran nuestros brazos, que formaban los pilares.
Eran de cemento, oro, vidrio, madera, piedra, agua, de lo que se nos ocurriera. Pero no se valía repetir el nombre de otro pilar de esa rueda.
En la rueda, que lográramos hacer, de niñas, cada punto, donde se unía un bracito, con otro bracito, bien apretadas las manos, le llamábamos pilar.
Y luego, la niña, que andaba fuera de la rueda, preguntaba……
¿De que es este pilar?
De oro, piedra, etc.
Y la niña, intentaba zafar esas manitas, haciendo lo que estuviera a su alcance, tratando de abrir las manos, columpiándose, en esas manos, algunas hacían sus manos, como si fueran un cuchillo, al juntar sus manos, fuertemente, y dar un golpe, a la unión de manitas.
Las niñas, que se hubieran zafado, por la presión en sus manos, salían del juego, y la que logro romper esa unión, entraban en ese lugar.
4._ Al mono de alambre.
Se cantaba así, en rueda las niñas.
Vamos a jugar
Al mono de alambre,
Y el que no lo baile.
Y el que no lo baile,
Le daremos pamba.
Nombrábamos a una compañera, pasaba al centro, y tenia que bailar.
Si no lo hacia, o si estaba muy tiesa, ¡no se vale! ¡Casi no se movió! Y a darle pamba entre todas.
Si no bailaba, ni se dejaba dar pamba; cuzcale ¡fuera de aquí!
Y la sacábamos de la rueda.
Y a seguir jugando.
sábado, 1 de agosto de 2009
Las colmenas ( b y final )
El maestro Fortunato Sánchez Flores, era bajito, de complexión maciza, sin llegar a gordo; güero, narizón, labios delgados, pálido y colérico. Lo denotaba su enrojecimiento de rostro, su voz que aumentaba de velocidad de los diálogos, su caminar, a grandes zancadas, cuando algo no salía como el quería.
Como cuando le dió por sembrar chayotes y plantas de estropajo, cerca de los colmenares.
Crecieron las plantas de chayotes bonitas, con sus verdes tallos, largos, que se enredaban en otras plantas, como los árboles de naranjas cuchas.
En la primera y única cosecha que hubo de esos chayotes, nos regaló el maestro a mi abuelita y a mi, 2 frutos tiernos del chayote.
Los vi, los olí, tan fresquecitos, parecían forrados de terciopelo verde, como con espinitas.
Un manjar.
Y los demás frutos, de esas plantas, los chamacos que los hacen pedazos un día cualquiera.
Los agarraron en unas guerritas, quedaron pedazos de chayote, por todo ese solarcito, entre las plantas de maíz, de coco, y las flores.
Siento que le fueron apagando su espíritu emprendedor al maestro Fortunato Sánchez Flores, cuando llegó al pueblo, se parecía mucho a sus abejas.
Nadamas, le faltaba zumbar de lo activo.
Como cuando le dió por sembrar chayotes y plantas de estropajo, cerca de los colmenares.
Crecieron las plantas de chayotes bonitas, con sus verdes tallos, largos, que se enredaban en otras plantas, como los árboles de naranjas cuchas.
En la primera y única cosecha que hubo de esos chayotes, nos regaló el maestro a mi abuelita y a mi, 2 frutos tiernos del chayote.
Los vi, los olí, tan fresquecitos, parecían forrados de terciopelo verde, como con espinitas.
Un manjar.
Y los demás frutos, de esas plantas, los chamacos que los hacen pedazos un día cualquiera.
Los agarraron en unas guerritas, quedaron pedazos de chayote, por todo ese solarcito, entre las plantas de maíz, de coco, y las flores.
Siento que le fueron apagando su espíritu emprendedor al maestro Fortunato Sánchez Flores, cuando llegó al pueblo, se parecía mucho a sus abejas.
Nadamas, le faltaba zumbar de lo activo.
miércoles, 29 de julio de 2009
Llueve bonito en Pueblo Viejo Veracruz( b y final )
Hago un ademán de tener prisa, y salgo chispada de la casa de doña Lala.
Dirijo mis pasos, a una tienda, que se ubicaba por la plaza.
Pregunto precios de lámina de cartón.
Los venden por paquetes.
Me dice el dependiente, si gusta, en unos días, se los llevamos a su casa.
Usted, no se vaya a lastimar, están pesadas las laminas de cartón.
Nombre, que van a estar pesadas, pienso yo.
Si ha veces lo mas pesado, es no servir para nada, ni para nadie.
Que tu no le hagas falta a nadie, que no importe si vives o mueres; eso si es pesado.
Cargo a la voz de ¡ya!, con el paquete de laminas, y retorno al hogar de doña Lala con él a cuestas.
Ya lo cargo de un lado, ya del otro.
Pues si pesa.
Pero, más pesa ser inútil.
Llego a casa de doña Lala, abro el zaguán, que chaparrito, y hecho de puras maderitas, unidas con alambritos y mecatitos, mas bien es para decir, ¡alto!, es propiedad privada, que para protección alguna.
Cuando me ven llegar con la carga…
Pelo Malucha, ¡no hubielas gastado!, ¿no te digo?
Hay doña Lala, si no tengo más gastos, que mi persona, y yo les debo mucho a ustedes.
Esas láminas, no son nada.
Tómelas. Hay un día que esté bueno, con calma, reparan parte de ese techo.
Doña Lala entra a su recamarita, y dice:
¡Viejo! ¡Viejo!, mila lo que tlajo Malucha.
Sale don Juan, se le pinta primero en su rostro la sorpresa, y después la alegría; llama a los hijos mayores, y salen en ese momento, a reparar el techo de su casa.
Pienso, las laminas de cartón que les traje, no les va a saber ni a melón.
Es mucho, lo que se necesita reparar.
Y se mueven como hormiguitas, a veces trepan, luego bajan, otros clavan, quitan un pedazo destrozado de aquí, le agregan un nuevo allá, aprovechan una esquinita rescatable de algo, que parece que se deshace en las manos.
Y lo arreglan.
Adiós goteras.
¡Increíble!
Como hacen rendir lo que sea, como sea, y al costo que sea.
Así tengan que terminar ensopados, como esa tarde.
Pero todos muy contentos.
También yo.
A veces, el pueblovejence, presenta una cara de indolencia, pero es que cuentan, una gran porción de la población, con muy escasos recursos, así es mas difícil emprender cualquier proyecto.
Y las cosas se encarecen más, por el trayecto de Tampico al pueblo.
Y el puente, su caseta de cobro, que no terminan por correrla de lugar.
Ni modo, esperar.
Dirijo mis pasos, a una tienda, que se ubicaba por la plaza.
Pregunto precios de lámina de cartón.
Los venden por paquetes.
Me dice el dependiente, si gusta, en unos días, se los llevamos a su casa.
Usted, no se vaya a lastimar, están pesadas las laminas de cartón.
Nombre, que van a estar pesadas, pienso yo.
Si ha veces lo mas pesado, es no servir para nada, ni para nadie.
Que tu no le hagas falta a nadie, que no importe si vives o mueres; eso si es pesado.
Cargo a la voz de ¡ya!, con el paquete de laminas, y retorno al hogar de doña Lala con él a cuestas.
Ya lo cargo de un lado, ya del otro.
Pues si pesa.
Pero, más pesa ser inútil.
Llego a casa de doña Lala, abro el zaguán, que chaparrito, y hecho de puras maderitas, unidas con alambritos y mecatitos, mas bien es para decir, ¡alto!, es propiedad privada, que para protección alguna.
Cuando me ven llegar con la carga…
Pelo Malucha, ¡no hubielas gastado!, ¿no te digo?
Hay doña Lala, si no tengo más gastos, que mi persona, y yo les debo mucho a ustedes.
Esas láminas, no son nada.
Tómelas. Hay un día que esté bueno, con calma, reparan parte de ese techo.
Doña Lala entra a su recamarita, y dice:
¡Viejo! ¡Viejo!, mila lo que tlajo Malucha.
Sale don Juan, se le pinta primero en su rostro la sorpresa, y después la alegría; llama a los hijos mayores, y salen en ese momento, a reparar el techo de su casa.
Pienso, las laminas de cartón que les traje, no les va a saber ni a melón.
Es mucho, lo que se necesita reparar.
Y se mueven como hormiguitas, a veces trepan, luego bajan, otros clavan, quitan un pedazo destrozado de aquí, le agregan un nuevo allá, aprovechan una esquinita rescatable de algo, que parece que se deshace en las manos.
Y lo arreglan.
Adiós goteras.
¡Increíble!
Como hacen rendir lo que sea, como sea, y al costo que sea.
Así tengan que terminar ensopados, como esa tarde.
Pero todos muy contentos.
También yo.
A veces, el pueblovejence, presenta una cara de indolencia, pero es que cuentan, una gran porción de la población, con muy escasos recursos, así es mas difícil emprender cualquier proyecto.
Y las cosas se encarecen más, por el trayecto de Tampico al pueblo.
Y el puente, su caseta de cobro, que no terminan por correrla de lugar.
Ni modo, esperar.
lunes, 27 de julio de 2009
Pocholo ( b )
Y Pocholo extendió su bracito moreno, delgadito, para señalar unas pastas de sopa, y un arroz.
No quería dinero, no quería andar pesudo, andar presumiendo unas monedas.
Quería mandado.
La señora, sorprendida de su petición, no dudó en darle unas bolsas retacadas de comisaria, algunas bolsas de jabón medio abiertas, otros productos de unas marcas que pocos quieren, que porque la tele dice que otros son mejores, pero que para Pocholo, eran oro molido.
Se dió tiempo la señora de ir a la casa de Pocholo a contar lo que había pasado.
A felicitar a doña Lala, por tener a unos hijos tan trabajadores.
Pocholo adopto un andar muy erguido.
Ya era de otro nivel él.
Ya contaba como hombre que arrima a la casa cosas necesarias, y que mas necesario que la comida.
Así son en Pueblo Viejo.
Tranquilos, tranquilos, pero no quitan el dedo del renglón.
Saben lo que quieren, saben a donde se dirigen, por eso no tienen prisa.
No quería dinero, no quería andar pesudo, andar presumiendo unas monedas.
Quería mandado.
La señora, sorprendida de su petición, no dudó en darle unas bolsas retacadas de comisaria, algunas bolsas de jabón medio abiertas, otros productos de unas marcas que pocos quieren, que porque la tele dice que otros son mejores, pero que para Pocholo, eran oro molido.
Se dió tiempo la señora de ir a la casa de Pocholo a contar lo que había pasado.
A felicitar a doña Lala, por tener a unos hijos tan trabajadores.
Pocholo adopto un andar muy erguido.
Ya era de otro nivel él.
Ya contaba como hombre que arrima a la casa cosas necesarias, y que mas necesario que la comida.
Así son en Pueblo Viejo.
Tranquilos, tranquilos, pero no quitan el dedo del renglón.
Saben lo que quieren, saben a donde se dirigen, por eso no tienen prisa.
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