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miércoles, marzo 23, 2016

'Batman v Superman. El amanecer de la justicia', gozoso despropósito

Zack Snyder ha optado por un camino complejo y ha transformado al más luminoso de los superhéroes en un figura oscura, nolanizada y quizá exageradamente compleja. Lo hizo en El Hombre de Acero, una película más que interesante, pero con muchos altibajos. Y Snyder es verdad que ha tomado nota de sus errores. Todos los personajes que había en aquella y que reaparecen en Batman v Superman. El amanecer de la justicia parecen haber mejorado. Y todo lo nuevo resulta, como poco, bastante atractivo. Pero la película es un despropósito. Juega demasiadas cartas a la vez, quema demasiados conceptos, tritura un número demasiado amplio de cómics y trastea demasiado con la posibilidad de un universo expandido que ya es real y que terminará de plasmarse este año con Escuadrón Suicida y, sobre todo, cuando llegue la ansiada película de la Liga de la Justicia. Pero hay demasiada prisa. Sencillamente, demasiada. Y por eso la cosa no funciona tan bien como debiera.

El caso es que Snyder juega buenas cartas. Arranca la película, secuela directa de El Hombre de Acero por mucho que se haya querido jugar a decir que no, con una secuencia doble muy potente que deja a las claras que esta, en realidad, es sobre todo una película de Batman hasta que la acción, sorprendentemente muy ausente a lo largo de todo el metraje, se desboca en los dos clímax finales, brillantes e intensos en muchos aspectos, en realidad las dos escenas anticipadas por los trailers que cualquiera que pague una entrada de Batman v Superman está deseando ver. Lo demás, una complicada construcción para dar base a que el Caballero Oscuro y el Hombre de Acero estén enfrentados durante toda la película que el guión acaba diluyendo entre esas dos secuencias de gran envergadura. Y saliendo del cine con el espléndido sabor de boca que dejan clímax y epílogos, lo cierto es que no basta para que la película alcance el nivel que podía anticiparse.

Y es una pena, porque la posibilidad de hacer algo mejor estaba ahí. Los temas que trata el filme, incluso alguno imposible de analizar sin caer en spoilers, son fascinantes. Pero a Snyder se le va la mano en muchos sentidos. La película, como ya es costumbre en el género, cae en un galimatías argumental en el que las cosas suceden porque sí y el tiempo y el espacio se saltan todas las leyes físicas de nuestra realidad para que todo acabe encajando. Hay muchas absurdeces de este tipo como para no lamentarlo. Eso puede no suponer gran cosa para quienes se centren en los personajes y en esas dos grandes batallas finales, pero importa, porque lastra buena parte de la propuesta del filme. Y eso que Batman se adueña de la película mientras Superman mejora al personaje de la película precedente, Jesse Eisebnberg compone un formidable Lex Luthor y la Lois Lane de Amy Adams, el Perry White de Laurence Fishburne o el Alfred de Jeremy Irons son geniales.

Por eso es gozoso, porque lo bueno que tiene que ofrecer Batman v Superman es francamente bueno, entretenido e incluso fiel a los personajes, siempre eso sí desde una vertiente oscura que no todo el mundo entenderá con la misma facilidad. Pero es un desporpósito porque comete errores de bulto. Es complicado entender que una película de esta envergadura apenas ofrezca acción hasta su tramo final. O que en un filme titulado Batman v Superman los momentos más brutales los protagonice la Wonder Woman de Gal Gadot, sensacional aportación al panteón del universo DC que bien hubiera merecido un espacio en el título y en el cartel del filme. Las comparaciones son odiosas, pero sigue dando la impresión de que hay muchas ganas de alcanzar el mismo estatus que Marvel se ha ido fraguando con un número importante de películas y Snyder, ya con casi cinco horas de historia, parece haber quemado cartuchos demasiado importantes como para seguir en una casilla de salida. El amanecer de la justicia aprueba, pero por desgracia sin alardes.

viernes, junio 21, 2013

'El Hombre de Acero', la mezcla de una absoluta genialidad y una torpeza importante

No va a ser esta una valoración extremista de El Hombre de Acero. No voy a ser fan irredento ni crítico sediento de sangre. Ni me ha fascinado sin remedio como cabía esperar en las sensaciones más optimistas ni me ha horrorizado hasta el punto de lanzarme a rescatar los DVDs de las películas protagonizadas por Christopher Reeve. Me quedo en el punto medio. Y es que no es nada fácil evaluar una película que tiene momentos de absoluta genialidad combinados con otros de una torpeza importante. Y tampoco calibrar en su justa medida un grandilocuente espectáculo visual, gozoso por su ausencia de límites visuales y de atrevimiento, pero que ahí mismo encuentra uno de sus principales defectos porque le falta dejar que la acción repose. Aunque es un entretenimiento muy apreciable, no termino de quitarme la sensación de que se ha dejado pasar la oportunidad de hacer el Superman definitivo. Puede que sea el primer paso para conseguirlo con una saga más extensa, pero los defectos son tan evidentes que impiden que la película alcance esa condición. Y aunque puede que suene más decepción que ilusión en mis palabras, eso no impide admitir tranquilamente que es una película que deja ganas de volver a ser vista.

El filme está dirigido por Zack Snyder, escrito por David S. Goyer y producido por Christopher Nolan. Y se puede notar la mano de los tres en algún momento, para bien y para mal. La del último está, indudablemente, en el tono de la historia. Es el origen de Superman contado de una forma que, montaje aparte (abundan los flashbacks y parece una buena solución para hacer de los progenitores de Superman personajes de la película y no sólo de su origen), no se aleja demasiado de lo que ya hizo en Batman Begins. Eso, la humanidad que desprende el filme, es lo mejor. Pero ya desde la primera secuencia es un espectáculo visual de primer orden, marca de Snyder (300, Watchmen, Sucker Punch), que acaba desmadrado por el reto imposible de llevar a la gran pantalla todo lo que a Goyer se le iba ocurriendo. El exceso en el largo clímax de la película es considerable. Y eso, añadido a la forma de rodar de Snyder (sorprendentemente, ni una sola cámara lenta), que sin duda intenta ser original y ofrecer un Superman diferente, hace que la acción sea atropellada, demasiado rápida para el ojo humano.

Quizá esa sea la mejor forma de cumplir el viejo sueño de los aficionados de ver a Superman utilizando sus poderes de forma ofensiva (¡ya lo creo que lo hace!), pero deja dudas. Donde no las hay en la descomunal senda de destrucción que muestra, asemejando la película más a un filme de catástrofes (con imágenes que parecen directamente sacadas en algún caso del 11-S) que a una de superhéroes. Pero Nolan (y en realidad también Snyder y Goyer, no hay motivos para negarlo) entiende al superhéroe, y eso está plasmado con brillantez. Superman es un héroe de carne y hueso, creíble, humano. Eso se aprecia con mucha valentía a lo largo de toda la película, aunque las divergencias entre esta historia y el cómic no son muy afortunadas, en especial las referidas a los padres del héroe (Jor-El en Krypton y Jonathan Kent en la Tierra) y el epílogo, sin duda colocado para contentar a los fans y abrir puertas a futuras secuelas (y no, no estaban hablando de una Liga de la Justicia, porque las hipotéticas referencias a nuevas películas de DC son escasas y muy veladas).

Que la parte humana sea lo mejor de este megaespectáculo visual se debe a un reparto de primerísimo nivel, que no sólo consigue las versiones más actuales de personajes con décadas de historia y con notables interpretaciones en diversos medios, sino que en muchos casos son las definitivas. El recuerdo de Christopher Reeve es imborrable (sobre todo, por paradójico que parezca, su Clark Kent), pero el Superman de Henry Cavill es formidable en todos los aspectos y durante toda su evolución en la película. Y el Jor-El de Russell Crowe, cuyo trabajo y lo apresurado del prólogo hacen pensar que ahí había una precuela por hacer. Y el Zod de Michael Shannon, inquietante de principio a fin, aunque el guión deje colgadas parte de sus motivaciones iniciales. Y la Lois Lane de la casi siempre formidable Amy Adams, que solventa las deficiencias del guión en su personaje con un carisma arrebatador y una química impresionante con Cavill. Y el Jonathan Kent de un Kevin Costner magnífico. Incluso en pequeños personajes como Martha Kent (Lois Lane), Lara (Ayelet Zurer) o Faora (Antje Traue) hay mucho que apreciar.

Pero algo falla. Y eso está en el guión. No por su historia, brillante y atractiva, con las dosis necesarias de drama, tragedia, atrevimiento, aventura y acción. No por su atrevimiento a la hora de cruzar algunas fronteras más que interesantes en la concepción del primer superhéroe de la historia. Es por los detalles. Muchos chirrían demasiado. Goyer se deja llevar en ocasiones por el síndrome del escritor vago y coloca sus explicaciones en rincones insospechados (se lleva la palma una escena de Jor-El como holograma, de largo la peor de la película por inexplicable e inmotivada ya desde su inicio, o la inasumible aparecición del traje de Superman), hace que las oportunas casualidades presidan el desarrollo de la película de principio a fin, y hay personajes que desfilan parece que por obligación (el Perry White de Laurence Fishburne) y simplificaciones difíciles de asimilar (el estamento militar se resume en tres personajes y parecen tomar todas las decisiones sin consultar con nadie más). Queda una extraña sensación de que una película de más de 200 millones de dólares de presupuesto no ha tenido tiempo de pulir el guión para eliminar estos problemas.

El Hombre de Acero es, probablemente, la quintaesencia del espectáculo cinematográfico y palomitero de hoy en día. Quizá Snyder ha conseguido adelantarse unos años y dentro de un tiempo todas las películas de personajes superpoderosos quieran seguir su ritmo visual y calcar sus elecciones. Pero hoy todavía choca bastante en algunos aspectos. No estoy diciendo, no lo creo, que El Hombre de Acero sea un fiasco. Ni mucho menos. Tiene momentos absolutamente deslumbrantes y, como decía, un reparto sencillamente extraordinario. Pero no termina de enamorar (¿tendrá algo que ver la siempre nostálgica sensación de no escuchar la mítica fanfarria de John Williams en la partitura de un Hans Zimmer que se queda un peldaño por debajo de sus logros con Batman?).Y eso que tenía todo a su favor para hacerlo y, de hecho, consigue explotar maravillosamente algunas de sus posibilidades, como en la hermosísima presentación de Superman, la notable relación trazada con sus padres o la violencia desatada de algunos momentos. Hay que verla, pero no alcanza el pedestal superheroico que tenía reservado.

Aquí, crítica de El Hombre de Acero en Suite 101.
Aquí, imágenes del photocall en la premiere que se celebró en Madrid.

martes, marzo 22, 2011

'Sucker Punch', cocktail marciano, inclasificable... y entretenido

Métase en una coctelera a cinco jóvenes, guapas y sensuales actrices. Añádase una historia raro, de esas que tienen una historia dentro de la historia, que juegan con la realidad y la ficción. Conjúguese con un festival de efectos especiales y la desaparición de la cámara y del escenario real como lugar de rodaje. Mézclese con la forma de realizar más colorista, pintoriesca y acumulativa de planos que se pueda imaginar. Y agítese bien como lo haría Zack Snyder, el director 300, Watchmen y Ga'Hoole. La leyenda de los guardianes. ¿Qué sale? Un cocktail marciano, extraño e inclasificable llamado Sucker Punch. Y, ojo, porque eso no quiere decir que sea malo, en absoluto. Pero es una película tan atípica, tan diferente dentro de su cotidianidad, tan extrema dentro de los lugares comunes, que es difícil hasta definir si se ha asistido a un espectáculo de alguna forma revolucionario, a una película entretenida que hará las delicias de los frikis o a un desmadre que no hay por donde cogerlo. Al menos descarto la última posibilidad, con lo que malo no puede ser el balance final.

Tras una breve introducción con voz en off, Sucker Punch comienza con una espectacular y apabullante secuencia muda. Apabullante en lo visual y en lo sonoro (toda la película está plagada de versiones muy movidas de canciones, algunas de ellas muy conocidas). Se reconoce sin lugar a dudas el estilo de Snyder, el que hizo de 300 una pieza innovadora dentro del cine de acción norteamericano y el que hizo aprobar la titánica e imposible tarea de adaptar Watchmen al cine. No es descabellado decir que esa secuencia, por inusual y por un espléndido ritmo de montaje, es de lo mejor de la película, aunque algunos hallazgos visuales parezcan sacados de sus anteriores trabajos. Y es que ese es el riesgo que se plantea Snyder desde el principio: repetirse. Es un director que carga muchísimo las tintas en el efectismo visual, en las cámaras lentas, en los giros imposibles de la cámara. Con Sucker Punch, no es que se repita, es que lleva esa obsesión a un extremo todavía más alejado de los cánones más clásicos del cine. Pero, y ahí está la sorpresa, no produce el habitual mareo del cine de acción. Sus coreografías (y por eso funcionan sus cámaras lentas) se pueden seguir.

En ese prólogo, Snyder nos introduce a la protagonista de la función (¿seguro?), una joven de 20 años sin nombre (una sosa Emily Browning) que acaba encerrada en un sanatorio mental a manos de su padrastro, después de la muerte de su madre y del asesinato de su hermana pequeña, asesinato que le cargarán a ella. En el sanatorio es donde comienza la mezcla entre realidad y ficción, porque allí ella recrea con el poder de su imaginación un mundo distinto, un escape, una evasión. Y ese mundo, a su vez, tiene otro recoveco imaginario dentro de la mente de la muchacha, ahora ya bautizada como Baby Doll (Muñequita en castellano). En el sanatorio trabará amistad con otras cuatro chicas, de nombres tan sugerentes como su vestuario en la ficción por ella creada: Sweet Pea (Abbie Cornish, quizá la más completa de las cinco como actriz), Rocket (Jena Malone), Blondie (Vanessa Hudgens, quizá la más popular por High School Musical) y Amber (Jaime Chung). Son cinco rostros reconocibles por pequeños papeles anteriores, pero ninguno lo suficientemente popular como para que se dispare el presupuesto con sus sueldos.

Si en 300 el fetichismo era masculino al cien por cien, aquí lo es femenino, y se explota de todas las formas posibles, desde el vestuario hasta la planificación de las escenas. El caso es que ellas son el principal reclamo de la película si se acerca uno a ella desde la óptica más adolescente. Chicas sexys, armas de todo tipo, efectos especiales, criaturas imposibles y una historia de fantasía. El sueño de todo friki quinceañero. ¿Cómo convencer a otro tipo de público de que esta película es algo más que eso? Quizá teniendo en cuenta que esta película puede tener un papel clave para entender, en el futuro, cómo se hizo la transición entre los escenarios reales y los virtuales. Cierto que hay películas que han usado más pantalla verde y efectos especiales que Sucker Punch. Pero esta película da una sensación de cambio, de avance. Lo que ofrece es la desaparición no ya de los escenarios y de los platós, sino también de la cámara entendida como la limitación final de lo que quiere captar el director. Es constante el desafío a la forma más tradicional de rodar, es abrumador el giro continuo e imperturbable de la cámara, apoyado en la ralentización de las imágenes y la comodidad del grupo de actrices protagonistas con sus papel en este festival visual.

Para dar empaque a la historia, Snyder recurre a Scott Glenn (a quien tras años desaparecido ya se ha podido ver en Secretariat y W.; es una gran noticia su regreso) para el papel de guía en esta especie de aventura gráfica cinematográfica, Carla Gugino (Sin City y Watchmen), Oscar Isaac (un secundario cada vez más interesante visto en Red de mentiras, Robin Hood o Ágora) y en un breve papel Jon Hamm (protagonista de Mad Men, que tras The Town sigue buscando secundarios que le permitan dar el salto al cine). Ellos soportan la doble (o triple) estructura narrativa de la película ideada por Snyder, que escribe aquí su primer guión original (hay quien dice que está basado muy libremente en Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carrol, pero aportando un desmesurado toque de acción salvaje y desenfrenada). El guión, en todo caso, sorprende más de lo que cabía esperar. Cae mucho su ritmo tras el prólogo, pero remonta rápido para ofrecer una segunda hora frenética. Y en su último tramo ofrece más de una sorpresa que impide catologarlo como preivisible. De hecho, si hay algo que no es Sucker Punch es previsible, a pesar de que su desarrollo es repetititvo en algún momento. ¿Contradición? Sin duda. Pero funciona.

Sucker Punch es una marcianada. Que nadie espere una película seria, formal o con los pies en el suelo. Está justo en las antípodas de ese planteamiento. Lo que busca es llegar al espectador a través de un delirio visual inclasificable, en el que caben chicas con grandes escotes y minifaldas atravesando las trincheras de cualquier batalla de la Primera Guerra Mundial, espadas samurai para hacer frente a un dragón y androides de aspecto imposible que quieren volar por los aires una ciudad futurista, todo ello anclado en una historia dramática de tinte realista que es la que da comienzo al filme. Con apenas un puñado de películas y a punto de encargarse del regfreso al cine de Superman de la mano de un guión y la producción de Christopher Nolan (¿puede haber dos enfoques más opuestos a priori que los suyos? Tengo curiosidad por ver qué resulta de su unión...), Zack Snyder se está haciendo un hueco como renovador de la fantasía de acción y como innovador en el uso de la cámara para crear envoltorios virtuales. Y, además, Sucker Punch entretiene. Por si no había quedado claro.

miércoles, noviembre 10, 2010

'Ga'Hoole. La leyenda de los guardianes', espectacular 3D para un déjà vu juvenil

La fantasía juvenil vive un momento dorado. O no, todo depende del cristal con el que se mire. Es buen momento, porque hay un gran número de títulos, sobre todo a través de sagas que dan el salto desde la literatura hasta el cine, con bastante éxito en las taquillas además. Pero no es tan bueno ese momento porque falta algo, falta diversidad, faltan obras rompedoras, falta la frescura y el carisma que tenía el género en los irrepetibles años 80. Por desgracias, todo suena a ya visto. Y aunque casi todos estos títulos tienen elementos de interés, al final la sensación de déjà vu es inevitable. Sucede con Ga'Hoole. La leyenda de los guardianes. ¿Mala película? En absoluto, tiene los elementos necesarios para ofrecer un notable entretenimiento, pero en el fondo parece una vuelta más sobre los mismos temas, los mismos protagonistas, las mismas relaciones entre ellos y los mismos retos para héroes y villanos.

Aquí los protagonistas son animales, lechuzas en su mayoría, pero la historia bien podría ser la de Narnia, Harry Potter, La brújula dorada o cualquier otra saga juvenil. Siguen unos patrones ya definidos en otras muchas películas, y es inevitable que quede la sensación de que algo de esto ya hemos visto. Los dos hermanos, uno de carácter afable y otro más recio, que acaban enfrentados. El mentor que sacrifica su vida para que el protegido tenga la posibilidad de salvar el mundo. El clímax final en el que todo pende de un hilo. Todo visto. Lo más novedoso de esta película está en el nombre de su director, Zack Snyder. No es frecuente que un director de cine de acción real dé el salto a la animación. Snyder ya tiene labrado un nombre, sobre todo después de hacer 300 y Watchmen. Y sus características esenciales sí se ven en Ga'Hoole, sobre todo a la hora de aplicar esas cámaras lentas que tanto le gustan (y que tan bien lucen en 3D).

Pero el castillo de naipes está construido sobre un guión previsible, que desprecia además a algunos personajes secundarios, que a veces parecen estar en la película sólo porque salen en los libros en que se basa el filme y su exclusión enfadaría a los aficionados. Entre esos errores de fondo que desembocan en lo previsible del material, el guión hace además hincapié en aspectos que pueden irritar al espectador adulto (como la excesiva transformación de expresiones cotidianas al mundo de los pájaros; ¿cuántas veces se dice la palabra "mollejas" a lo largo del metraje?). Lo curioso es que tampoco tiene este producto un fácil acomodo entre los más jóvenes por el dramatismo que tiene el filme. En otras producciones similares a ésta se echa en faltaun tratamiento más oscuro y siniestro, adulto en definitiva, y ésta lo ofrece por momentos y se agradece, pero al ser una película de dibujos animados eso puede dificultar que encuentro un público adecuado. Qué difícil equilibrio para el cine juvenil moderno.

Al final es la espectacularidad de sus imágenes lo que da el aprobado a la película. Y es una espectacularidad que bebe tanto del cada vez más prodigioso avance de las imágenes por ordenador (al no tener personajes humanos, es casi imposible encontrarle pegas a la animación) como del magnífico uso que, aquí sí, por fin, se hace de la técnica de 3D. Porque aunque la escena inicial produce el habitual temor a que el uso de las gafas sea prioritario sobre el arte de rodar una película, con los acostumbrados giros imposibles y planos hermosos pero que no hacen avanzar a la historia o a los personajes, al final la técnica convence y mucho (mucho más puede que incluso con respecto al fenómeno Avatar y sin duda mucho más sobre las películas no rodadas en 3D y transformadas después a ese formato, como Furia de titanes o Alicia en el País de las Maravillas). Por una vez, el 3D no parece un timo al espectador, todo lo contrario, y así se evidencia, sobre todo, en la espectacular escena de la tormenta (la mejor de la película) y en el uso de otros elementos como el fuego o la bruma.

La espectacularidad visual que tiene la última película de Snyder es lo que convierte a este título en algo diferente a otros con los que guarda demasiada relación. Su ausencia de comedia, salvo unos pocos detalles lógicos y necesarios, también marca distancias con la fantasía juvenil de animación contemporánea. Eso tiene su valor. Como también lo tiene el notable entretenimiento que ofrece esta película.

sábado, marzo 07, 2009

'Watchmen': haciendo posible lo imposible

Adaptar Watchmen al cine es imposible. Pero se ha hecho. ¿Eso es bueno, es malo o es irrelevante? Hay una línea muy fina entre el valor y la locura, pero partiendo de esa premisa de imposibilidad creo que el proyecto que encabeza Zack Snyder, con sus aciertos y sus errores, es un acto valiente y digno de elogiar. Watchmen, la película, es un muy digo entretenimiento, un filme bien hecho (más sencillo y logrado en sus efectos que otros títulos que quieren ser más revolucionarios), correctamente desarrollado y abierto tanto a aficionados de la novela gráfica como a desconocedores absolutos del mundo que crearon allá en los años 80 Alan Moore y Dave Gibbons. En todo caso, la película requiere dos análisis totalmente independientes, uno como película en sí misma y otro como adaptación de esta biblia del cómic. En el primero, el Watchmen de Snyder sale muy bien parado porque, con toda la dificultad que tenía la tarea, funciona; en el segundo queda algo peor, a pesar de que en muchas escenas se opta por la fidelidad más directa a las viñetas y por la gran cantidad de homenajes al cine fantástico (el dormitorio a lo 2001 o la sutil referencia a 300, la anterior película de Snyder) y al cómic (se ven portadas de Batman de fondo).

Hay coincidencia general en que lo mejor de la película está en los títulos de crédito iniciales y tengo que estar de acuerdo. El hermoso, nostálgico y positivamente anacrónico relato que se nos hace en apenas tres minutos (bajo los acordes del The times they are a-changin' de Bob Dylan) es un perfecto resumen del mundo en el que se mueve esta historia: en unos años 80 alternativos, en los que Estados Unidos ha vencido en Vietnam, Nixon ha cambiado la Constitución para poder presentarse a su quinta relección y la guerra fría amenaza con dar paso a un holocausto nuclear entre los americanos y los soviéticos, un mundo en el que héroes disfrazados tuvieron un papel muy importante y hoy son proscritos de la ley. Y si esos tres minutos no bastan para ubicar al espectador, la presencia de las Torres Gemelas en el fondo de este Nueva York ficticio colocarán al espectador donde debe estar para apreciar lo que está viendo. A partir de ahí, la película (que dura 160 minutos) afronta algunos altibajos pero se mantiene con firmeza, sobre todo en su segunda mitad.

Los altibajos tienen que ver con el segundo análisis, el que se tiene que hacer en relación con el cómic original. Watchmen, la novela gráfica, fue una ruptura temática y de desarrollo de personajes con respecto al cómic hecho anteriormente, pero también (y quizá sobre todo) en su narrativa. Snyder intenta copiar esa sensación y queda un cierto poso de fracaso. Cine y cómic son medios muy distintos y el efecto prodigioso de las viñetas, de los planos contrapuestos, de las secuencias paralelas (la mejor, la más emocionante, la más completa y compleja que tiene el cómic está en el capítulo 11 y en la película no aparece), de las simbologías que tenía la novela gráfica se difumina en la película. Watchmen cambió para siempre el cómic, pero la película no puede tener (y afortunadamente no tiene) las mismas pretensiones. Valorarla así sería injusto porque sí es un sincero intento de adaptar un gran cómic. Y ahí sí triunfa. El cine no está en el mismo punto en que estaba el cómic a mediados de los años 80. No hay nada rupturista en la película, como sí lo había en el cómic. Ni la violencia, ni el sexo, ni la psicología del superhéroe son ya novedades.

A pesar de ser una película larga, hay mucho material que se ha quedado en la sala de montaje. El recorte de metraje (Snyder ya ha anunciado dos versiones más largas de la película que verán la luz en DVD; falta la historia de piratas y su vinculación con la historia del mundo real, pero también otros muchos detalles, como algún importante flashback con el Comediante o la historia del psicólogo de la prisión) no favorece nada el desarrollo de los plantemientos temáticos y de personajes más característicos del cómic. Quizá sólo le pase a quienes conocen el cómic, pero se nota que faltan cosas, faltan más explicaciones sobre qué mueve al Doctor Manhattan, a Ozimandias o a Rorschach. Muchas más. No se entiende en la película la motivación que ofrece en el cómic la historia de Alejandro Magno. Tampoco por qué el Doctor Manhattan vacila en la importancia que tiene la vida humana. Esas explicaciones y el mundo realista en el que se movían los personajes es parte de la grandeza de Watchmen y en la película no aparece. Le falta espíritu en momentos clave, como la escena que se desarrolla en Marte o los flashbacks relacionados con Espectro de Seda (el principal personaje femenino, interpretada por Malin Ackerman).

Quizá Snyder peque de un exceso de celo a la hora de trasladar el cómic a la pantalla y eso haga aún más inabarcable y compleja la tarea de hacer esta película. Quizá Watchmen necesita algo más de adaptación y menos de traslación directa a la pantalla. Los dos grandes cambios que realiza, además, funcionan de forma desigual. La sutileza que preside cada aparición en el cómic de Nixon se pierde por completo en la película, que prefiere mostrar una caricatura del presidente norteamericano (un signo más del exceso visual que se puede ver en el uso de la violencia, muy explícita y muy abundante; como en el cómic, sí, pero con 20 años de pérdida de autocensuras y barreras). El otro gran cambio, el más polémico, ha sido el final de la historia. No voy a revelar nada, pero el de la película parece funcionar a primera vista pero se hace más difícil que resista un segundo análisis. Eso sí, no me cabe duda de que el del cómic hubiera provocado carcajadas en el público actual (que, de hecho, no omite unas sorprendentes risas en algunas de las escenas más tensas y dramáticas de la película).

Hay dos personajes que destacan por encima del resto: Rorschach (un inquietante Jackie Earle Haley) y el Comediante (un preciso Jeffrey Dean Morgan). Los dos son los mejores ejemplos de fidelidad al espíritu y a la imagen del cómic, son quienes mejor llevan a la pantalla la polémica ideológica que plasmaba el cómic y son, sobre todo el primero, los motores de la historia. Búho Nocturno (muy acertado Patrick Wilson) encaja a la perfección como el vínculo más humano en este mundo irreal y a ratos también lo consiguen las dos mujeres, madre e hija, que visten el traje de Espectro de Seda (Carlo Gugino, a la que le falta en la película, la mejor escena de su personaje en el cómic, y la mencionada Akerman). Para mí lo más flojo del grupo de personajes centrales hay que buscarlo en el Doctor Manhattan (interpretado por Billy Crudup), cuya imponente presencia visual oculta lo mucho que le falta de desarrollo, y en Ozimandias (Matthew Goode), homosexualizado en exceso ya desde los títulos de crédito y más previsible de lo que hubiera sido deseable.

Watchmen triunfa como auténtico cine espectáculo y de entretenimiento (magnífica la secuencia de la prisión, en su ejecución y en su coreografía), triunfa como cine de superhéroes asequible a todo tipo de públicos (porque no se para sólo en la acción), triunfa en el contacto emocional a través de la música (prodigiosa la secuencia en el cementerio mientras suena The sound of silence de Simon y Garfunkel; menos afortunado y mucho más risible es el uso del Hallelujah de Leonard Cohen en la escena de sexo), triunfa visual y temáticamente en el uso de un material original tremendamente complejo, mucho más de lo que aspira a ser la película. Pero fracasa en una trascendencia que jamás podrá acercarse a la del cómic, fracasa en la elección de algunas escenas en detrimento de otras mucho más relevantes para la historia, fracasa en darle alma a los momentos más sobrecogedores de la novela gráfica. Habrá quien se quede con lo bueno y habrá quien se quede con lo malo. Habrá profanos que gracias a la película descubran éste y otros cómics y habrá puristas que la desprecien. No es la película definitiva de superhéroes como sí lo es el cómic, pero yo me quedo con lo bueno. Porque hay mucho de bueno en este magnífico entretenimiento. Porque, aunque no sea perfecto, supone hacer posible lo que parecía imposible.

jueves, marzo 06, 2008

'Watchmen', las primeras fotos y la comparación con el cómic

Que el cómic es una fuente de inspiración para el cine ya no es noticia. Que Watchmen, LA Novela Gráfica por excelencia y en mayúsculas, tenga su película sí lo es. Luego explico de qué va esto de Watchmen, pero primero os pongo las fotos de cinco de los principales personajes (junto al nombre del actor que lo interpreta), que acaban de difundirse, y la comparativa con las viñetas.

RORSCHACH - JACKIE EARL HALEY
BÚHO NOCTURNO - PATRICK WILSON
ESPECTRO DE SEDA - MALIN AKERMAN
OZIMANDIAS - MATTHEW GOODE
EL COMEDIANTE - JEFFREY DEAN MORGAN
¿Qué tiene Watchmen de especial con respecto a otros cómics? Absolutamente todo. Para muchísima gente, se trata de la mejor novela gráfica que se haya publicado jamás (yo no soy capaz de decidirme entre ésta, V de Vendetta y El regreso del Señor de la Noche, la dos primeras de Moore y la tercera de Frank Miller). La revista Time la incluyó en la lista de las 100 mejores novelas escritas en lengua inglesa desde 1923, lista que hizo en 2005. Es la única novela gráfica que aparece en ese centenar de títulos. Y fue la primera de esta género en conseguir el Premio Hugo, concecido a autores de ciencia ficción y fantasía.
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Watchmen es la historia definitiva del género de superhéroes, realizada con personajes ajenos a los más conocidos del género y ambientada en una época en la que todos ellos están retirados. El cómic trascurre en 1985 (fecha que, seguro, se cambiará para el film para hacerlo más futurista), en un Estados Unidos que se encuentro a punto de entablar una guerra nuclear con la Unión Soviética. La obra constituye una ruptura sin precedentes del mito del superhéroe, dotándole de problemas muy humanos, sin olvidar la eterna lucha del bien contra el mal con el futuro del mundo en juego. Es un guión apasionante, brillante, una inteligente mezcla de géneros y de estilos. Una obra de arte.
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Su guionista fue Alan Moore, un tipo que se lleva muy mal con Hollywood, pero que ya ha visto como varias de sus novelas gráficas saltaban a la gran pantalla. La más reciente y la más lograda, sin duda, es V de Vendetta, sobre todo tras los fallidos intentos de adaptar From Hell y La Liga de los Hombres Extraordinarios. El dibujo corrió a cargo de Dave Gibbons, que sí figurará acreditado en la película, al contrario que Moore, que rechaza toda relación con cualquier película que se haga de su trabajo. El cómic fue una miniserie de 12 números, después recopilados en un solo tomo (una magnífica edición se publicó en España hace no demasiado tiempo).
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Cuando se anunció que se iba a hacer una adaptación cinematográfica, el mundo comiquero se echó a temblar. Es dificilísimo hacer una película de Watchmen, una obra tremendamente densa y compleja, con la que Moore trató de superar el tópico del infantilismo del cómic. Insisto, dificilísimo. El director es Zack Snyder. Conocer su nombre tranquilizó mucho a la gente, sobre todo después de su brillante adaptación de otro cómic, 300, de Frank Miller. Pero la tarea sigue siendo ingente. Las primeras fotos tienen muy buen aspecto (salvo las dudas que despierta Ozimandias, ya que el look recuerda demasiado a los nefastos Batman que hizo Joel Schumacher) y prometen, pero Watchmen es mucho más que su imagen. Muchísimo más.
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El estreno de la película está previsto para el 6 de marzo de 2009. Estaremos muy atentos. Porque, como decía la propia novela gráfica, en una frase que se ha apropiado la promoción de la película... "¿Quién vigila a los vigilantes?".

domingo, marzo 25, 2007

'300', un gran espectáculo

Lo admito. Era muy escéptico con 300. Los trailers prometían espectáculo, pero me daban mucho miedo. Temía estar dos horas delante de la pantalla viendo un montaje interminable de cámaras lentas e imágenes confusas, una historia que no respetara el cómic de Frank Miller más que en la estética, una película normalita por muy entretenida que pudiera ser de un director que sólo había hecho gore hasta la fecha, y poco más. Y me equivoqué. 300 es una de las pocas películas de las que he salido sorprendido para bien de una sala. Y es que 300 es el mejor espectáculo cinematográfico que he visto en muchos años.

El primer motivo de mi escepticismo era el director, Zack Snyder. En su currículum sólo figuraba una película de terror de esas por las que no pagaría nunca, El amanecer de los muertos. Cuando le dan una película como 300, una adaptación de un cómic, a un director así es para temerse lo peor. Así salió Daredevil, por ejemplo (decente pero poco más). El segundo, que se planteara sólo en términos de cine espectáculo. Michael Bay, exponente de ese tipo de cine, es uno de esos directores que no soporto (tiene con Transformers su oportunidad de redimirse ante mí...) porque se limitan a colocar explosiones cuando tienen una duda. El experimento histórico visto desde el Hollywood tampoco era una garantía, y no hay más que recordar Troya.

Pero 300 está muy lejos de todo eso. Es un espectáculo descomunal, montado de maravilla y rodado con una precisión que para sí quisieran muchos directores que presumen de ser unos genios del género. Hay una escena, nada más comenzar la batalla, que es la quintaesencia de la película. Desde un lateral, se sigue el avance de Leónidas a cámara lenta con algunos momentos en que el plano se acelera. Leónidas golpea a sus adversarios, se abre camino entre los persas, hiriendo y matando a muchos de ellos. Es impresionante la precisión con la que está rodada, lo estudiados que están los movimientos de todos y cada uno de los personajes que se mueven por la pantalla, la perfección con la que se relata la historia. No hay confusión alguna, hay una claridad envidiable en este tipo de cine.

Ojo, es una película muy violenta. No roza el sadismo de Sin City, una de esas adaptaciones de cómic algo sobrevaloradas a pesar de su interés, pero es muy violenta. No cabía esperar otra cosa de una adaptación de una novela gráfica de Frank Miller, un artista que se distingue tanto por su genialidad como por su violencia. Pero no es violencia gratuita ni mucho menos, no desentona con la película. Y en caso de que alguno llegue a entender la violencia de 300 como excesiva, no sería más que un pequeño punto en contra dentro de una película visualmente hipnótica. El poderío de los imágenes es impresionante, y eso no se debe sólo a unos efectos especiales maravillosos o a un presupuesto elevado. Hay genialidad dentro de esta película, y mucha.

También, y para evitar desencantos injustos con 300, hay que dejar claro que no es una película histórica. Ni de lejos. Es la adaptación de una fantástica y fantasiosa novela gráfica que toma como punto de partida un hecho histórico, la batalla de las Termópilas, en las que un puñado de espartanos aguantó durante algunos días los ataques del poderoso ejército persa. Pero no es histórica. Es un cómic, es un entretenimiento. Es una auténtica gozada. Por lo menos para mí lo ha sido. Y añado al reconocimiento general que expreso a la película mi admiración por la banda sonora escrita por un auténtico desconocido para mí, Tyler Bates. Fabulosa música para una fabulosa película.

Zack Snyder me ha convertido en un aficionado más de este 300 que, por lo visto, está gustando a público y crítica por igual. Quizá aquí sí que estemos ante una película verdaderamente revolucionaria, y no como sucedió con el sobrevalorado fenómeno de Matrix. Por lo pronto, Snyder ya me tiene pendiente de su próximo proyecto, del que ya he hablado aquí, la adaptación de una fabulosa novela gráfica de Alan Moore, Watchmen. Antes de ver 300 también era escéptico con respecto a su próxima película, porque piensa resumir doce complejísimos números de historia es un solo filme de dos horas. Ahora ya tiene asegurada mi entrada para verlo.