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viernes, agosto 19, 2016

'Star Trek. Más allá', la imagen apabulla al contenido

Se diga lo que se diga, y por mucha normalidad que se aparente vivir, el cambio del capitán siempre provoca turbulencias. J. J. Abrams actualizó Star Trek de una manera valiente, starwarsizándola, y el experimento no salió nada mal. Cambiaba algo de la esencia, desde luego, pero ofreció dos películas tremendamente entretenidas y con historias que contar. En Más allá, tercera cinta del reboot de título indefinido por completo y en realidad sin mucho sentido, se da un paso atrás claro. De la mano de Justin Lin y con un guión escrito a toda prisa por Simon Pegg y Doug Jung, la imagen se ha comido a la historia, no hay contenido real, no pasa nada realmente trascendente en la película para ningún miembro de la tripulación del Enterprise, y aún con las solventes gotas de entretenimiento que sigue dejando la serie estamos sin duda ante la más floja de las tres entregas moderna, una en la que no hay tema de fondo, aunque parece que se intenta que lo haya, y donde hay poca emoción.

El primer gran problema que tiene Más allá es justo ese, que no se sabe muy bien qué se está contando, qué historia es la que quiere transmitir, más allá de un tópico enfrentamiento con un malo misterioso que está ya mil veces visto. Eso funciona bien, pero el orden de los factores en esta ocasión sí altera el producto. No funciona que la gran escena climática (por lo que implica para cualquier trekkie de pro) esté en el primer tercio del filme, desde luego no genera ni por asomo el mismo impacto emocional que cuando vimos algo parecido en las películas originales, y desde luego falla que la motivación del villano quede completamente oculta prácticamente hasta el final de la historia. La desconexión que hay por tanto entre héroes y villanos es total. Y las explicaciones que tendrían que tener muchísimos elementos de la película brillan por su ausencia de una manera clamorosa, dejando en mal lugar al guión.

Y el caso es que la incorporación de Simon Pegg a esas labores de escritura, sumado a lo que se había visto en los trailers, anunciaba una deriva aún más cómica de la serie. Ahí está la sorpresa de Más allá, que no arranca así, incluso prescinde de chistes en la primera hora de la cinta. No falla por donde se podía anticipar, sino por otras cuestiones. Y es que esos intentos de dar un poso, un peso y una profundidad al relato de Kirk, Spock y compañía palidecen porque no hay continuidad y porque no hay un malo a la altura. El añadido de Idris Elba bajo toneladas de maquillaje es más testimonial que otra cosa, como también el añadido de dos personajes femeninos que, hay que reconocerlo, están por estar y porque lucen bien en sus imaginativas revisiones para que encajen en Star Trek. De hecho, y aunque a Lin le obsesiona girar su cámara en un movimiento repetitivo y sin mucho sentido, lo visual funciona bien, si eliminamos secuencias un tanto absurdas como aquella en la que Chris Pine se pone a los mandos de una moto.

Pero, claro, hay un problema evidente y es esa mencionada falta de emoción. Esa sensación sólo se alcanza cuando hay referencias a la tripulación original del Enterprise, la que encabezaban William Shatner y Leonard Nimoy. Chris Pine, Zachary Quinto, el propio Pegg o Zoe Soldana (aquí, más florero y damisela en apuros que nunca por desgracia) han asumido muy bien sus roles, pero la película no les da mucho material con el que jugar. Carreras, saltos, teorías científicas delas que todos parecen saber sin tener en cuenta que Scotty es ingeniero y Uhura se dedica a las telecomunicaciones, porque todos parecen saber de todo, y mucha acción en gravedad cero, que al final parece la excusa que se ha dado el equipo para rodar Star Trek. Más allá. Y el caso es que entretiene, es una película simpática que saca sonridad de vez en cuando (la relación entre el Spock de Quinto y el Bones de Kalr Urban, lo mejor de largo), pero sabe a poco después de Star Trek y Star Trek. En la oscuridad.

viernes, julio 05, 2013

'Star Trek. En la oscuridad', gozoso y modélico blockbuster

Cuando se usa el término blockbuster suele asociarse a una idea bastante negativa de hacer cine. Y sin embargo todos los años llegan títulos que evidencia que los blockbusters también se pueden hacer bien o hacer mal. J. J. Abrams se ha convertido en una especie de deidad entre quienes los hacen bien. Rematadamente bien. Si Star Trek en 2009 ya fue una pequeña gran maravilla del cine espectáculo, Star Trek. En la oscuridad es la confirmación de que no hay límites cuando hay talento. Y es que, siendo sinceros, Star Trek es una saga que nunca ha tenido tanto tirón entre demasiados grupos de espectadores. No me cuento entre ellos, porque siempre he tenido algo de alma trekkie y he disfrutado siempre con el toque humanista de esta franquicia de ciencia ficción, pero es de nota encontrar por ahí a alguien que, por ejemplo, recuerde algo de Star Trek VI. Aquel país desconocido (que en España incluso se estrenó sin mención a Stark Trek). Y lo que ha hecho Abrams es dar a la saga un carácter universal y actual, sin dejar de lado su esencia, para generar ya dos blockbusters tan modélicos como gozosos. Sobre todo, gozosos.

En esto último está la clave para que esta nueva Star Trek funcione de verdad y a tantos niveles. En que sigue siendo el Star Trek que conocimos con William Shatner y Leonard Nimoy pero, al mismo tiempo, es una saga enteramente nueva. En que se ven detalles que automáticamente remiten a la serie clásica y a las seis películas que protagonizó la tripulación original del Enterprise, algo esencial para los aficionados más veteranos, pero también se apuesta por encontrar un público nuevo, diferente y más contemporáneo (es asombroso que las sosegadas batallas estelares de Star Trek, con las naves en posición fija, puedan seguir generando hoy la misma tensión narrativa que hace treinta años). Tiene que haber mucha genialidad de por medio para que vehículos como ese mítico Enterprise, pensados hace tantas décadas, sigan siendo epicentro de escenas de acción del siglo XXI sin que parezcan antiguallas. Y para que conceptos nacidos en otra época sigan teniendo una vigencia como la que muestra esta segunda entrega de la reinvención de la franquicia.

La parte del éxito derivada de la primera película que se puede ver en la secuela está en el excepcional trabajo de cásting. No es fácil poner nuevas caras a personajes con los que el espectador ha convivido durante décadas y Chris Pine como Kirk, Zachary Quinto como Spock, Zoe Saldana como Uhura, Karl Urban como McCoy, John Cho como Sulu (el que menos papel tienen esta segunda entrega), Anton Yelchin como Chekov o Simon Pegg como Scotty (tan cómico como en la primera parte, pero menos chirriante aquí) han hecho suyos los papeles, respetando lo existente pero con matices diferentes. Y mientras muchos se han detenido en el debate absurdo del desnudo de Alice Eve (sí, gratuito en cierta medida, pero no tanto como se ha dicho), su incorporación es buena y podría perdurar en la saga, y se ha ignorado injustamente la interesante aportación de Peter Weller. Pero sobre todo hay algo que ayuda a que En la oscuridad sea tan espectacularmente entretenida: Benedict Cumberbatch. Es un tópico decir que lo mejor de estas películas está en el villano, pero es radicalmente cierto en esta ocasión. Y, ojo, porque el resto es excepcional, pero Cumberbatch consigue una intensidad impresionante, sobre todo con un impresionante trabajo de voz que exige ver esta película, todas en realidad, en versión original.

Volvamos a lo anterior, a eso de que el resto es excepcional. Acción, aventura, humor, drama, amor... Entretenimiento de calidad, puro y duro, sin complejos, mezclando incontables elementos para hacer reír, llorar y temblar en la butaca. Sí, es Star Trek. Pero es que Star Trek, una saga de la que tanta gente desconoce tantas cosas, tiene esas capacidades, como toda gran franquicia de ficción. Y Abrams lo que hace es revestir eso que parece tan fácil de hacer pero en lo que tantos fracasan con un envoltorio lujoso y visualmente impactante. Quizá con un exceso de esos brillos lumínicos con los que tanto le gusta jugar y que aquí pueden llegar a ser algo molestos, pero creando imágenes formidables sacadas de un sencillo pero imaginativo guión. Escenas propias de una película de ciencia ficción, pero también con momentos tan impresionantes como la presentación del personaje de Cumberbatch, acompañado por un delicado tema de un Michael Giacchino en estado de gracia que se confirma como el gran compositor cinematográfico sinfónico de la actualidad, digno heredero de John Williams.

Star Trek. En la oscuridad es un triple salto mortal en una saga que muchos siempre han tenido por anticuada (incluso sin haber visto ninguna de sus películas) y que Abrams ha sabido revitalizar desde el respeto y desde su adoración a tantas y tan diversas fuentes (incluyendo Star Wars; viene a ser tan irónico como lógico que haya sido el elegido para rodar el futuro Episodio VII). Y, sobre todo, ha conseguido algo formidable: esta nueva saga de Star Trek es una reformulación de los tiempos ya vividos. No olvidemos que el villano de la anterior entrega, Nero, viajaba al pasado y alteraba las vidas de la tripulación del Enteprise y la vida entera de la Flota Estelar. Por eso es tan bonito para el viejo trekkie ver cómo los acontecimientos se van reordenando y los guiños son tan concretos como estudiados, hasta el punto de encontrar una simetría inversa bastante atractiva. Pero Star Trek y Star Trek. En la oscuridad no son sólo películas para trekkies. Son películas para todo aquel que quiera disfrutar con un par de horas de entretenimiento sin límites. Una gozada que, ojalá y como diría un vulcano, sea larga y próspera. ¿Cuándo llega la tercera entrega?

Aquí, otra crítica de la película en Suite 101.

miércoles, mayo 20, 2009

10 PELÍCULAS... sobre viajes en el tiempo

Pocos viajes han fascinado más a la humanidad que el viaje en el tiempo. ¿Es posible visitar el futuro o el pasado? Como la ciencia todavía responde que no lo es, es misión de la imaginación visitar esos rincones o conocer a viajeros procedentes de otras épocas. El cine ha bebido muchísimo del viaje en el tiempo y hay decenas de películas que exploran todas las posibilidades. Desde el viaje más egoísta al que pretende salvar a la Humanidad. Desde el traslado al pasado más cercano al que nos lleva a futuros que nunca llegaremos a ver. Todo vale a la hora de narrar el viaje en el tiempo.

· 12 monos (1995)
En 2035 se planea una misión de rescate para la Humanidad, que en 1996 vio cómo un virus acabó con las vidas de cinco billones de personas. Un viajero solitario en el tiempo (Bruce Willis) se traslada a los instantes previos a la hecatombe con muy poca información. Sólo sabe que el Ejército de los Doce Monos es el responsable de la expansión del virus. Y para colmo, en lugar de enviarle a 1996 para conocer de primera mano cómo es el virus y así poder curarlo, acaba seis años antes en el tiempo, con lo que nadie le cree y da con sus huesos en un hospital psiquiátrico. Allí logrará la ayuda de una doctora (Madeleine Stowe) y del hijo de un científico experto en la materia (Brad Pitt) que sólo tiene un problema: está chiflado. No es la mejor película del algo psicodélico Terry William (prefiero Brazil, a pesar de su más que sospechoso parecido con 1984), pero tiene su toque. Entretiene, que no es poco.

· El ejército de las tinieblas (1992)
Sam Raimi aterrorizó y creó escuela con el escasísimo presupuesto de Posesión infernal y se reinterpretó a sí mismo en Terroríficamente muertos. Con el final de ambas abierto, la vía de escape para la tercera entrega era un vértice temporal que arrastraba a nuestro héroe, Ash (Bruce Campbell) ni más ni menos que a la edad media para seguir luchando contra los demonios. El terror grotesco de las anteriores entregas se une a un absurdo, desenfadado y desternillante sentido del humor (impagable el momento homenaje a Ultimatum a la Tierra y la famosa frase de Klaatu, Barada... ¿cómo seguía...?). La batalla final contra todo un ejército de esqueletos es la mejor manera de recordar al genio de los efectos especiales Ray Harryhausen (que ya maravilló con esa escena a menor escala en Jasón y los argonautas). Tiene un final alternativo que no se llegó a ver en los cines y que profundizaba en las consecuencias del viaje en el tiempo. Una pena que se optara por un final más light.

· El final de la cuenta atrás (1980)
Un buque nuclear norteamericano de la década de los 80, el USS Nimitz, atraviesa un misterioso túnel en el mar y se encuentra en un escenario totalmente diferente. Quedan dos días para el ataque japonés a Pearl Harbor. ¿Deberían evitarlo y cambiar así para siempre el curso de la Historia? Tiene las armas necesarias, tiene el patriotimo inevitable, pero ¿serán capaces sus tripulantes de medir las consecuencias de sus actos en un pasado que ya conocen? Un buen reparto, encabezado por Michael Douglas y Michael Sheen, una correcta dirección de Don Taylor (que había dirigido una secuela de El planeta de los simios y La profecía) y una historia muy interesante forman una buena mezcla para pasar un par de horas delante de la pantalla. No deja de ser curioso que el efecto especial que se usó para mostrar el túnel del tiempo sea el mismo que se utilizó en una producción televisiva titulada The Lathe of Heaven.

· El sonido del trueno (2005)
¿Quién no ha querido cazar un dinosaurio? Pues eso es lo que ofrece una corporación a los ricos del año 2035. Pero sólo uno, el que nos digan los científicos, uno que iba a morir de todos modos. El millonario que paga por el viaje debe acatar unas estrictas normas: la visita se extiende sólo por un periodo de tiempo limitado y por un espacio físico que nunca se debe abandonar. Y, sobre todo, no hay que interferir ni tocar nada en el pasado. De lo contrario, el mundo al que regresa no será el mismo, la evolución se desarrollará de forma muy diferente y el ser humano estará en serio peligro de desaparición. Lo que pasa en el presente cuando se pisa una mariposa hace millones de años es lo que nos cuenta El sonido del trueno. Una premisa realmente interesante que se diluye en una peliculita perfectamente olvidable, a pesar de estar dirigida por el casi siempre correcto Peter Hyams (Atmósfera cero, Testigo accidental, 2010). Ni Ben Kingsley salva un reparto encabezado por Edward Burns.

· El tiempo en sus manos (1960)
Basada con fidelidad en la famosa novela de H. G. Wells, es una de las muchas películas de ciencia ficción de la época que se ha convertido en un pequeño clásico. Pequeño, eso sí, lejos de otras grandes obras del periodo en que se hizo ésta. El protagonista (Rod Taylor) es un científico ávido de conocimiento, de moverse en la cuarta dimensión, el tiempo. Parte del Londres de finales del siglo XIX para detenerse brevemente en el tiempo de las dos grandes guerras del siglo XX y después visita el futuro más lejano, sesenta siglos más adelante nada menos. Allí descubre que la humanidad ha evolucionado a peor, ha desterrado la cultura y dos razas de humanoides viven de muy diferente forma. El remake moderno, La máquina del tiempo, es tan malo, incongruente y atropellado que parece mentira que se pueda hacer una película así (o que se pueda convencer a Jeremy Irons para hacer un rato el ridículo con la cara pintada de blanco y unas lentillas de colores).

· Peggy Sue se casó (1986)
Peggy Sue (Kathleen Turner), una de las chicas más populares en sus años de instituto, es ahora una cuarentona que se está divorciando de su marido (Nicolas Cage), con quien se casó muy joven porque se quedó embarazada. Ahora él se ha ido con otra mujer. En una reunión de antiguos alumnos, la ya cuarentona se desmaya... y despierta otra vez en el instituto con la posibilidad de no echar a perder su vida con su amor de juventud tal y como hizo años atrás. Dirige Francis Ford Coppola y eso ya le da cierto prestigio a esta película algo olvidada. No es que esté entre lo mejor de su filmografía (difícil, estamos hablando del tipo que hizo El Padrino), pero es una simpática historia que se mueve entre la comedia romántica y la fantasía y que entretiene con soltura... siempre y cuando seamos capaces de creernos que Cage, con ese tupé, es capaz de enamorar a una de las femmes fatales por excelencia de los años 80, por mucho que vaya de animadora.

· Regreso al futuro (1985)
Si hay una historia por excelencia sobre viajes por el tiempo (me perdone el sacrilegio H. G. Wells), es ésta. Un científico loco (Christopher Lloyd) inventa la máquina del tiempo y la coloca... en un coche, en un Delorean. Cuando se la está enseñando a su joven amigo Marty (Michael J. Fox) aparecen unos libios cabreados porque el buen doctor les ha timado el dinero con el que se suponía iba a pagar el plutonio que necesita el invento para funcionar. Tras el lío, Marty acaba en los años 50 intentando que sus padres se enamoren para poder seguir existiendo. Una maravillosa comedia fantástica, mito indiscutible de los años 80 y precursora de una forma de hacer cine de entretenimiento más o menos juvenil. A lo largo de la trilogía, vemos los 80, los 50, el siglo XXI y a Marty transformado en Clint Eastwood en el salvaje oeste. Regreso al futuro nos hizo descubrir lo que era el condensador de fluzo, lo que provocaba una superparadoja temporal y que todos, sin excepción, queramos de mayores un Delorean volador.

· Star Trek IV. Misión salvar la tierra (1986)
La más longeva saga de ciencia ficción de la historia del cine y la televisión no podía dejar pasar un argumento tan goloso como los viajes en el tiempo. En la cuarta entrega cinematográfica, Misión salvar la Tierra, la tripulación del Enterprise viaja a los años 80 del siglo XX con el fin de buscar a una ballena, el único ser capaz de comunicarse con una sonda que ha puesto en peligro la existencia de la Tierra. Para viajar atrás, el Enterprise rodea el sol a una velocidad increíble. No es la mejor entrega de Star Trek (es más, puede que sea de las menos buenas, que es la única consideración negativa que puedo dar a un universo tan rico y entretenido), pero ver a Kirk maldiciendo como un macarra de los 80 o a Spock explicando los comportamientos de los habitantes de una San Francisco contemporánea no tiene precio. No sería la única vez que se juega con este concepto en la saga. En La nueva generación, Primer Contacto y la más reciente reinterpretación del universo trekkie a cargo de J. J. Abrams también se utiliza.

· Terminator (1984)
El futuro nos depara una guerra contra las máquinas. John Connor liderará a los humanos en esa batalla, pero el enemigo intentará acabar con él... antes de que nazca. Para ello, enviarán a un Terminator (Arnold Schwarzenegger) a nuestro presente con el fin de se que asesine a su madre, Sarah (Linda Hamilton). La resistencia enviará a un protector humano, Kyle Reese (Michael Biehn). El viaje tiene una regla básica: sólo puede viajar tejido vivo. Por eso el Terminator va recubierto de una carcasa orgánica que le asemeja a un hombre. Un clásico con mayúsculas, pensada para ser una serie B, pero con una imaginación y la maestría que entonces destilaba James Cameron se convirtió en una de películas las más celebradas de los años 80. La secuela, una gozada de acción interminable, fue la película más cara de la Historia y toda una revolución en los efectos especiales. La tercera parte, entretenida pero algo prescindible. Estamos a punto de ver la cuarta. Y miedo me da. Sobre todo después de ver lo bien que habían encarrilado la saga en televisión, en Las crónicas de Sarah Connor.

· Warlock el brujo (1989)
Julian Sands da vida a un malvado hechicero del siglo XVII condenado a morir por sus actos de brujería. Para escapar a su destino, utiliza un hechizo para desplazarse en el tiempo y evitar a sus captores. Concretamente llega hasta 1989, pero le persigue un cazador (Richard E. Grant) que se asombrará de las pequeñas cosas de nuestro mundo moderno gracias a una joven (Lori Singer, hermana de Brian, el protagonista de V; su personaje en la película es diabética, por cierto) que le ayudará a que el bien prevalezca. Es una pequeña y modesta producción, pero todo un pequeño clásico del género, una película llena de imaginación y buenas intenciones que proporciona un más que digno entretenimiento. Y con música del gran Jerry Goldsmith, que dejó un tema precioso para la posteridad. Muy recomendable, aunque me temo que el espectador del siglo XXI puede considerarla algo limitada y probablemente envejecida. Tuvo dos secuelas (sólo he visto la primera de ellas) de ínfima calidad, la segunda ya sin el inquietante Julian Sands como protagonista.

jueves, mayo 14, 2009

'Star Trek': ¡Larga vida y prosperidad a los viajes del Enterprise!

Cuando uno coge un material que tiene más de cuatro décadas de vida, tiene que ser respetuoso con la historia y con los personajes. Cuando uno se acerca a una de las sagas más populares de la ciencia ficción del siglo XX, tiene que saber que hay unas expectativas que se deben cumplir. Cuando J. J. Abrams optó por recuperar Star Trek para el siglo XXI, los trekkies (que así se conocen a los fans de Star Trek) se echaron a temblar porque, entre otras cosas, él mismo admitió que no era un gran seguidor de la saga. Una vez echa la película, los prejuicios no sirven de nada. Yo me quito el sombrero ante esta nueva Star Trek, una hermosa, emocionante, entretenida y respetuosa película que supone un maravilloso regreso por la puerta grande de uno de los universos con los que he crecido y de unos personajes a los que adoro. Y, salvo sorpresa mayúscula, el mejor título de entretenimiento que dará Hollywood en este 2009.

Cualquiera que pretenda hablar de esta revisión de Star Trek parece que tendrá que someterse al paso obligatorio de dejar bien claro el nivel de adhesión que tiene por un lado a la saga, y por otro a J. J. Abrams. En el fondo siempre he sido un trekkie, pero admito que de baja categoría. He visto y disfrutado con todas las películas que se han hecho, las seis de la tripulación clásica del Enterprise (La película, La ira de Khan, En busca de Spock, Misión salvar la Tierra, La última frontera y Aquel país desconocido) y las cuatro de la nueva (La próxima generación, Primer contacto, Insurección y Némesis), pero ninguna de las series de televisión. En cuanto a J. J. Abrams, debo ser uno de los pocos que todavía no ha caído en las redes de Perdidos, serie de la que todavía no he visto un solo episodio, como tampoco de su anterior trabajo televisivo, Alias. En cine, me entretuvo muchísimo más de lo esperado su tercera entrega de Misión imposible y me aburrió tanto o más Monstruoso. Así que creo que se puede decir que me encuentro en una posición en la que algo sé del universo trekkie pero no tengo ataduras afectivas demasiado grandes con su creador.

Con ese planteamiento, como decía un poco más arriba, lo único que puedo hacer es aplaudir esta película y reconocer todos sus abundantes méritos. Son dos horas de un entretenimiento sublime, perfectamente realizado y pensado para todos los públicos, una aventura de las de antes, una space opera como hacía años que no llegaba a la gran pantalla, una muestra de ciencia ficción que conjuga lo más grande del pasado del género y las posibilidades que ofrece su futuro. Me he reído con los guiños al Star Trek más clásico, me han dejado con la boca abierta las imágenes más hermosas de esos genios de los efectos especiales que siempre han sido y serán los de Industrial Light and Magic, me he emocionado, me he comprometido emocionalmente con los personajes en cada una de sus decisiones. Es la película con mayúsculas del cada vez más largo verano hollywoodiense y el mejor antídoto para la decepción que supuso Lobezno. Abrams plantea un universo nuevo, pero a la vez conocido. Una realidad paralela que puede que no guste a los trekkies más fundamentalistas, pero que supone un relanzamiento espléndido de la saga.

La película arranca con un ritmo trepidante, con un espléndido prólogo que, como toda la película explora realidades visuales, sonoras y narrativas a las que el cine no se había atrevido a llegar (y que recuerdan mucho más a series como Firefly o Battlestar Galactica), y nos presenta a un villano que merece un sitio de honor entre los más memorables de Star Trek: un magnífico Eric Bana. A partir de ahí, vamos conociendo a toda la tripulación clásica del Enterprise en sus días de academia o en sus primeros pasos dentro de la Flota Estelar. En esas primeras escenas uno va reconociendo a esos personajes que recuerda de su niñez (la última película de la vieja tripulación data de 1991, ¡¡¡hace nada menos que 19 años!!!), pero también va viendo matices distintos. Insisto, estamos desde el principio, y se deja claro en la película, en una realidad alternativa, distinta a la que conocimos en las historias clásicas. Son los mismos personajes, pero no están viviendo los hechos que desembocaron en lo que vimos en las seis películas originales.

Y aquí se produce el único aspecto que pueda hablar en contra de la película, sobre todo para los conocedores de la saga: los actores no son tan carismáticos como los que conocemos desde hace cuatro décadas. No es que hagan un mal trabajo, nada de eso, más bien al contrario, pero con una sola película su misión de acercarse a los originales es sencillamente imposible. Quien más sufre con la comparativa es Zachary Quinto (Sylar en Heroes), porque es el único que tiene que confrontarse con el actor original, un Leonard Nimoy que hace un papel que excede con mucho (y afortunadamente; es imposible no emocionarse al verle hacer el saludo vulcano y desearnos "larga vida y prosperidad") el cameo que esperaba y que se convierte en un personaje crucial en la trama. De los nuevos, cabe destacar a Zoe Saldana (vista en La terminal de Spielberg, magnífica como Uhura) y Karl Urban (Eomer en El Señor de los Anillos, un actor que aporta nuevos matices a Bones). Una lástima que Williams Shatner, el clásico Capitán James Tiberius Kirk, no accediera al final a participar en esta película. También hubiera sido una gozada verle.

Ese trekkie light que decía que soy ha sentido el consquilleo en la espalda al ver de nuevo y por primera vez el Enterprise, ha disfrutado con el eterno optimismo del universo creado por Gene Rodenberry y se ha deleitado con una aventura espacial como las de antes pero con la tecnología de mañana. Y sólo hay un reproche visual que hacerle a la película. Los efectos especiales del teletransporte han cambiado, no los han adaptado del hermoso efecto original sino que los han modificado. Eso es todo. Nada más. Porque otro reproche iba a ser lamentar la ausencia del clásico tema musical de Star Trek, el único lunar que le pongo durante la película al magnífico trabajo del compositor Michael Giacchino (de largo uno de los más interesantes del panorama músico-cinematográfico actual; me ha tenido horas tarareando el tema que ha creado para este nuevo Star Trek), pero los créditos finales nos enlazan con esas notas. La historia, tan bonita y de personajes como las de siempre de esta saga. Se han cuidado todos los detalles y, salvo alguna pequeña y discutible licencia, es puro Star Trek.

Sé que hay gente que recibirá esta película con muchos prejuicios, ya que Star Trek nunca ha gozado de enorme popularidad en España. A estos prejuicios habrá que sumarles los de quienes denostan las historias más humanas por ser "de ciencia ficción", "de navecitas" o "de monstruitos". Yo no comparto estos prejuicios, que suponen restar valor a la trascedencia que tienen estas historias. Star Trek o Star Wars son una parte esencial del cine americano de los últimos 40 años, derecho que hace poco se ganó El Señor de los Anillos para sumarlo a su tradición literaria o sagas cinematográficas como las de Spider-Man o Batman con respecto a su origen en las viñetas. Son iconos perfectamente reconocibles y queridos, transmitidos de generación en generación y que definen una buena parte del entretenimiento actual. Este Star Trek con el que nos ha sorprendido J. J. Abrams es una gozada. Desde que he salido de la sala ya me estoy preguntando cuándo estrenan la próxima. Los viajes del Enterprise son inagotables. ¡Larga vida y prosperidad!

sábado, marzo 28, 2009

Nostalgia trekkie

Pocas sagas hay tan longevas como la de Star Trek. Este año, en verano, tendremos una nueva entrega, dirigida por J. J. Abrams (que asustó a los trekkies al decir que había que acercar la saga más a Star Wars), centrada en las primeras aventuras de la tripulación clásica del Enterprise, la que forman Kirk, Spock, Bones, Sulu o Uhura. Aunque sea una saga que parece no tener mucho arraigo en España, yo soy un enamorado del humanismo trekkie. Siempre da gusto volver a un universo tan optimista, visualmente atractivo y enormemente entretenido. Ver una película de Star Trek siempre me produce cierta nostalgia, porque recuerdo cómo han cambiado los actores desde que nació este singular universo. Ahora serán otros (aunque Leonard Nimoy aparecerá como Spock), pero es interesante ver cómo envejecieron los protagonistas según se iban haciendo entregas de la serie. Ya queda menos para volver a disfrutar con el espacio, la última frontera.

Star Trek (1966), serie de televisión

Star Trek. La película (1979)

Star Trek II. La ira de Khan (1982)

Star Trek III. En busca de Spock (1984)

Star Trek IV. Misión salvar la tierra (1986)

Star Trek V. La última frontera (1989)

Star Trek VI. Aquel país desconocido (1991)

Star Trek (2009)

domingo, julio 29, 2007

El nuevo Spock... y el regreso de Leonard Nimoy

Ya tenemos el nombre del actor que interpretará a Spock en la próxima entrega de Star Trek, la undécima, que prepara en estos momentos J. J. Abrams (responsable de la serie Perdidos que debutó en el mundo del cine dirigiendo la tercera entrega de Misión Imposible). Se trata de Zachary Quinto, conocido por interpretar a Sylar en la serie Héroes. Poco se sabe del argumento de la nueva película, pero sí que se remontará a la juventud de la tripulación original del Enterprise. Habrá un joven Spock, que será Quinto, y también un joven Kirk, un papel que todavía no está adjudicado y para el que hace tiempo se llegó a hablar de Matt Damon.

Pero atención a la gran sorpresa. Leonard Nimoy también dará vida a Spock en la nueva película. Está confirmado que el rostro por excelencia del oficial vulcaniano volverá en la próxima entrega y se está intentando convencer a William Shatner para que haga lo mismo con el papel de Kirk. De aceptar éste, será la primera vez que se les ve juntos en una película de Star Trek desde que en 1991, hace nada menos que 16 años, protagonizaran la sexta entrega cinematográfica, Aquel país desconocido (para algunos, la mejor de todas; para mí, una de las dos mejores junto con la original). Shatner interpretó a Kirk también en la siguiente entrega, La próxima generación.
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Desde que se estrenara aquella, en 1997, hemos tenido cuatro entregas de las aventuras de la nueva generación comandada por el capitán Picard, interpretado por Patrick Stewart (La próxima generación, Primer contacto, Insurrección y Nemesis), que hay que sumar a las seis películas originales (La película, La ira de Khan, En busca de Spock, Misión salvar la Tierra, La última frontera y Aquel país desconocido), lo que hace de ésta la saga más larga y longeva de la ciencia ficción cinematográfica. ¿Resucitará la franquicia este Star Trek XI todavía sin título oficial? Ojalá que sí, porque las nuevas generaciones también deben conocer este pedazo de historia de la ciencia ficción del último siglo.