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viernes, agosto 09, 2013

'Pacific Rim', un mastodóntico y entretenido juguete

Pacific Rim es, por encima de todo, un mastodóntico juguete que ha costado cerca de 200 millones de dólares y que supone un aumento de escala en la filmografía de un Guillermo del Toro que, apeándose de El hobbit, no dirigía desde que en 2008 estrenó la segunda entrega de Hellboy. Aparquemos por un momento los prejuicios que puedan formarse sobre una película basada en las continuas batallas de robots y monstruos gigantes. ¿Hecho? Bien, entonces ya e puede decir que Pacific Rim es una película muy entretenida. No busca otra cosa, aunque por un momento, sólo por uno y que el propio Del Toro destroza (luego explico cómo), casi da la impresión de que puede aspirar a algo más. Pero habiendo visto lo que otros directores han hecho con material más o menos cercano, lo que procede es alabar la forma en que el responsable de El laberinto del fauno ha llevado a la pantalla esta descomunal frikada.

Mucho se ha hablado, por supuesto antes de ver el filme, del parecido de Pacific Rim con otras franquicias, fundamentalmente Transformers y Godizlla. Podemos añadir otras referencias del anime como Mazinger Z o Robotech. Obviamente, la cinta de Del Toro va de robots gigantes y de monstruos del mismo o mayor tamaño. ¿Es que no se pueden hacer ya películas que traten sobre estos dos asuntos, tan apetecibles para un público friki? Pues eso. Pero es que Pacific Rim suma otra virtud. Si realmente lo fuera, sería mejor Transformers que el de Michael Bay y mejor Godzilla que el de Roland Emmerich. Lo que Del Todo hace es rodar batallas que se pueden seguir, que se entienden, que tienen una coreografía y un lenguaje. A partir de ahí podemos discutir la gracia que pueda tener eso, pero el mexicano da argumentos de sobra para defender su forma de entender un cine de espectáculo grandilocuente por encima, sobre todo, de la de Michael Bay.

¿Y tiene gracia ver a robots y monstruos peleando? Pues sí, la tiene, siempre y cuando se asuma la ausencia de pretensiones. Es casi un videojuego que se ha permitido Del Toro y que ha costado una millonada, pero que acaba ofreciendo lo que se espera de una película palomitera de verano. Eso también comporta un peaje, que además de las habituales incongruencias aquí vuelve a tener la forma de varios secundarios cómicos. Hay dos científicos, interpretados por Charlie Day y Burn Gormann, que, volcándose en la caricatura, dejan escapar algunas de las ideas más perversas y atractivas que había en la parte del guión de Del Toro y Travis Beacham que no va sobre peleas. Y los cameos de los amigos del director, Ron Perlman y, sobre todo, Santiago Segura, son absolutamente superfluos. Con ellos tiene que ver la escena que hay después de los primeros créditos (se está poniendo de moda ubicar ahí el último chiste, sin necesidad de esperar al final), pero sobre todo lo más lamentable de la película: la ruptura del mejor instante.

El descenso de Pacific Rim a lo terrenal sólo se produce en ese en un momento, justo el que hace saltar por los aires el cameo de Santiago Segura, un hermoso flashback que explica el papel en la trama de Mako Mori (interpretada por Rinko Kikuchi, conocida por la sobrevalorada y probablemente bastante olvidada Babel). En esa escena está toda la fuerza emocional que, probablemente, falta en el resto de la película para que Pacific Rim fuera algo más que un juguete, por entretenido que sea. Y es que el resto del reparto viene a cumplir papeles prefabricados. Raleigh Becket y Chuck Hansen, interpretados de forma suficiente por los guapos Charlie Hunnam y Robert Kazinsky, vienen a reeditar el duelo en todo de Maverick y Iceman en Top Gun, mientras que Idris Elba aporta empaque dando vida al jefe militar que está presente en cualquier película de género que se precie. Corrección absoluta por ese lado, conscientes todos ellos de que lo que el espectador ha ido a ver es la brutal batalla de dos categorías diferentes de monstruos.

Me resulta particularmente agradecido ver batallas en las que puedo seguir los movimientos. Eso es lo que ofrece Del Toro. Casi parece una expresión de ese deseo de visibilidad la pelea para probar la compatibilidad entre Raleigh y Mako, un mensaje claro de que apuesta por un cine de acción diferente al que hoy es norma, que se basa en movimientos atropellados e imposibles de seguir. Salgo de Pacific Rim pensando en que sé cómo son tanto los robots como los monstruos, cómo se mueven y cómo es su forma de pelear, a pesar del eterno truco de mostrarlos en la oscuridad y la lluvia para camuflar las flaquezas (muy bien camufladas, por cierto) de los efectos visuales, y eso es algo que no puedo decir de películas como Transformers o Battleship, por recordar aquella copia mezclada con el juego Hundir la flota. Pacific Rim no pasará a la historia como un título imprescindible, pero sus 131 minutos son un acertado y entretenidísimo homenaje al mundo de mechas y monstruos del imaginario de ficción japonés.

lunes, septiembre 08, 2008

'Hellboy 2', más de lo mismo

No soy un fan de Guillermo del Toro. No me ha cautivado esa lucidez visual que le atribuyen algunos. La única película de este director que me ha gustado hasta hoy es El laberinto del fauno, una sorpresa visual, narrativa y temática. Ese oasis cinematográfico está enmarcado en la filmografía del realizador mexicano justo entre las dos películas que ha realizado de Hellboy. La primera de ellas, que vi sin conocer el original del cómic, no me dijo gran cosa. Tenía algunos detalles interesantes, pero poco más. La segunda, que ya he visto después de leer las viñetas creadas por Mike Mignola, directamente me parece prescindible. No hay practicamente nada en sus dos horas de metraje que me recuerde de verdad a la temática del cómic. Visualmente lo bordan, sí, pero no sirve de mucho si no hay una gran historia detrás.

Sorprende ese abismo entre el cómic y la película teniendo en cuenta que como autores de la historia están acreditados el propio Del Toro y Mignola. Uno debiera pensar que si el creador del cómic se involucra en para conseguir algo mucho más cercano a la esencia de su creación. Pero no es así. Hellboy 2. El ejército dorado tiene un claro tono paródico, de comedia, que no veo en el original de las viñetas de forma tan acusada. Sí, el protagonista es un demonio que llegó al mundo de los humanos siendo apenas un crío para servir a la causa nazi, que fuma puros y es malhablado. Muy realista que digamos no es el universo que plantea Mignola. Pero el trasfondo aventurero y épico es distinto al del universo creado por Del Toro. Más que creado, recreado en esta secuela que tantas cosas cambia del original en cuanto al tono.

Visualmente, decía antes, es una película muy atractiva. Muchas criaturas (que se atropellan un poco durante el metraje de esta secuela, hasta el punto de preguntarse si eran necesarias algunas secuencias que parecen pensadas sólo para exhibir monstruos), muchos entornos fantásticos. Pero todo suena a ya visto, desde el villano albino (qué pobre retrato del malo de la función, por cierto) hasta el ejército dorado del subtítulo de la película. Y de donde más se nota la influencia visual es precisamente de El laberinto del fauno, algo que ha reconocido el propio director, quien confesó que una película no existiría sin la otra. Lo malo es que sus logros visuales se ven ahora empañadas por Hellboy 2, porque hay criaturas de ésta que podrían pertenecer fácilmente a la fábula ambientada en la guerra civil española.

La película empieza con un prólogo forzado (que tiene como única excusa recuperar al personaje interpretado por John Hurt, el padre adoptivo de Hellboy) y sigue con una sucesión de lugares comunes, sin que se atisbe nada nuevo en los personajes o en la historia. Y desemboca en un final típico y tópico, mil veces visto en el cine moderno de fantasía. ¿Qué queda del Hellboy de Mignola en este Hellboy de Del Toro? Sólo una secuencia, la única en la que se capta la esencia del cómic: cuando el personaje de Liz (desaprovechado en la primera parte, ninguneado en el tono de comedia de esta segunda) implora a una especie de ángel negro por la vida de Hellboy, aún sabiendo que su destino es acabar con el mundo. Sólo ahí se siente la misma emoción que leyendo las historias en cómic.

Del Toro le ha puesto mucho más interés a la comedia que a la fantasía y, de hecho, es difícil encontrar alguna escena (salvo la anteriormente mencionada) que no contenga elementos cómicos. Y comedia de verdad uno sólo encuentra en otra escena, cuando Hellboy y Abe Sapien calman sus males de amores a base de cervezas y escuchando canciones románticas. Y la fantasía se diluye tanto que, al menos a título personal, veo acrecentadas las dudas que me despierta la elección de Del Toro para dirigir dos películas basadas en El Hobitt de Tolkien. En Hellboy 2 hay incluso cierta torpeza a la hora de rodar la acción, con evidentes manipulaciones de la velocidad para dar la impresión de que el villano, el príncipe Nuada, actúa más rápido que los humanos normales o prescindiendo de otros personajes en la acción por motivos difíciles de entender (¿dónde se meten Liz, Abe y Johann Krauss en muchos momentos la lucha final contra el ejército dorado?).

Tampoco es que se pueda catalogar Hellboy 2 como mala. En el fondo, hace pasar un rato más o menos entretenido (con el ya clásico problema de la duración; sin ser algo excesivo en general, dos horas son muchas para una historia tan pasajera como ésta). Pero falla en sus pretensiones, se queda muy lejos del material original, de la capacidad que se le supone al director (yo no demasiada a lo largo de su carrera, pero El laberinto del fauno apuntaba más alto) y de lo que ofrecen otras muchas películas del género. Una oportunidad perdida, un título más de simple escapismo, sin nada más que ofrecer y que se olvida tan rápido como se sale del cine.

martes, enero 23, 2007

El turolense Javier Navarrete y el triunfo de 'El laberinto del fauno'

Ya sé que todo el mundo, a la hora de evaluar las nominación a los Oscar, va a hablar de Penélope Cruz a la mejor actriz (para mí, inconcebible...) y de las no nominaciones de Pedro Almodóvar, ni a la película extranjera, ni al mejor director, ni al mejor guión. Pero yo prefiero centrarme en el triunfo de El laberinto del fauno, personificándolo en otro español que podrá acudir a la ceremonia con opciones de ganar un premio: Javier Navarrete. Él es el encargado de poner música a la película de Guillermo del Toro. Recuerdo que salí del cine pensando que la partitura era de lo mejor de la película (y mira que me gustó muchísimo, aunque no lo esperaba antes de verla...), cuenta con una melodía central, una nana, que acompaña a la perfección el universo mágico de la historia. Es una música preciosa, que encaja de fábula (nunca mejor dicho) con las imágenes, un trabajo maravilloso y merecedor de varias audiciones para sacarle todo el jugo.
Javier Navarrete nació en Teruel en 1956 y ha vivido casi toda su vida en Barcelona. Entre sus trabajos anteriores se encuentran El espinazo del diablo (también para Guillermo del Toro), Trece campanadas o El mar. "Empecé en la música de cine, no diré que por casualidad, pero casi. No estudié para hacer música de cine ni nada por el estilo, más bien mi perfil estaba orientado para componer música de concierto, música de vanguardia", afirma en una entrevista que publicó la web BSOSpirit (http://www.bsospirit.com/entrevistas/javiernavarrete.php) antes de que se estrenara El laberinto del fauno, de la que decía entonces estar más satisfecho que de su anterior trabajo con Del Toro.
Ojala gane este premio, más que merecido. Para saberlo habrá que esperar a la madrugada del 25 al 26 de febrero. Sus rivales serán Gustavo Santaolalla por Babel (ya ganó el año pasado con Brokeback mountain), Thomas Newman por The good german (es su octava nominación), Philip Glass por Diario de un escándalo (tercera nominación) y Alexandre Desplat por La reina (como Navarrete, su primera nominación).
Ya dije en este mismo blog que El laberinto del fauno era mi favorita de las películas nominadas a los Goya, y digo lo mismo ahora. Las nominaciones al Oscar que se acaban de conocer me han provocado una gran alegría por esta cinta. Son seis los premios que podría conseguir (mejor película de habla no inglesa, mejor guión original, mejor banda sonora, mejor maquillaje, mejor fotografía y mejor dirección artística). Sólo dos películas superan al Fauno en número de nominaciones, Showgirls con ocho y Babel con siete. Una gran noticia para el cine en español y para la fantasía.