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¿Qué ofrece entonces esta revisión de Furia de titanes? Para empezar, eso, una revisión. Mucho ha cambiado la tecnología del cine en treinta años y es ahí donde está la principal novedad. El stop-motion que Harryhausen convirtió en sueños es ahora una reliquia del pasado. Hoy se impone para todo la tecnología digital y ahí el espectáculo cumple desde el principio. Podríamos discutir si nos gusta más la medusa o el kraken de Harryhausen o si preferimos estas obras por ordenador, pero al final la discusión sería en vano. La moderna Furia de titanes es lo que es, la antigua también. Ambas son igual de válidas y producto de sus respectivos tiempos (aunque la primera también fuera ya un canto a la nostalgia por los efectos especiales a los que recurrió). Hemos tenido tres décadas para disfrutar de la antigua y, sin duda, todos los que conozcamos ambas le vamos a dar más mérito y encanto a aquella. Pero sin el prisma de la comparación, siempre injusta, de esta Furia de titanes se puede disfrutar del mismo modo que de áquella.
Porque, seamos justos al menos en eso, Furia de titanes no era una película irreprochable. Tenía sus momentos buenos y otros no tan buenos, pero la nostalgia y los ojos de un niño contribuyen a embellecer las cosas. Hoy veremos este espectáculo mitológico que nos brinda Leterrier con una mirada mucho más crítica, y quizá eso nos haga olvidar que éste es un producto juvenil. Es un vehículo de acción pura y dura. No es que falle al intentar introducir más elementos que den profundidad a la historia o a los personajes, ni que trate de plasmar parábolas sociales o religiosas del mundo actual. No es eso. Es que Furia de titanes no aspira a eso, es un simple entretenimiento. Y entiéndase lo de simple sin ánimo de devaluarlo. Podríamos entrar a discutir si éste es el mejor cine posible, si el espíritu de serie B que desprende la historia se puede aplicar a una millonaria superproducción. Pero tampoco dejemos que eso nos amargue un buen rato en el cine, que es lo que ofrece.
Ese planteamiento para evaluar Furia de Titanes es válido siempre y cuando estemos hablando de un público familiarizado con el original, algo que no será muy frecuente entre la audiencia que busca este filme, producto ideal para un espectadores juveniles que seguramente desconocerán la cinta en que está basado. Ellos sí tendrán la posibilidad de vivir emociones parecidas a las que sentimos quienes en su día vimos el original y se sentirán muy cómodos en el entorno digital, con efectos especiales espectaculares y con las gafas de 3D (yo sigo sin ver este formato como algo revolucionario; aquí quizá se nota demasiado que la película no comenzó a rodarse en 3D, no es una apuesta de la propia película sino que se intenta aprovechar el tirón del éxito de Avatar). Para los nostálgicos, siempre nos quedará Zeus diciendo "libera al Kraken" o el guiño, inevitable y bonito, de darle un cameo a la lechuza de la película de los años 80.
La historia es la misma que en el original, aunque cambien pequeños detalles. Perseo, un semidios, ansía venganza contra Hades y para ello se embarca en una misión imposible que le lleve a averiguar cómo derrotar al kraken antes de que éste destruya Argos, una ciudad que ha decidido rebelarse ante los dioses y dejar de rendirles pleitesía. Sam Worthington, tras Terminator Salvation y Avatar, se consolida como el gran héroe de acción del Hollywood moderno, pero no gracias a sus limitadas cualidades interpretativas. Los platos fuertes del casting aparecen, como en el original, dando vida a los dioses. Liam Neeson recoge de Laurence Olivier el papel de Zeus. La película da la impresión de desaprovechar el Olimpo, y por eso quizás Neeson está mejor en sus escenas terrenales que cuando aparece disfrazado de Dios. Nadie ha sabido todavía capturar un aura poderosa mejor que lo que hizo Peter Jackson con Gandalf en la primera entraga de El Señor de los Anillos.
Ralph Fiennes ejerce de villano en esta función, dando vida a Hades. Muy rodeado de efectos digitales, lo cierto es que su interpretación se queda algo por debajo de su último gran villano, el Voldemort que apareció por primera vez en Harry Potter y el caliz de fuego y al que todavía se espera en todo su esplendor y la última y doble entrega de las aventuras del joven mago. Pero Fiennes siempre convence. Como muchos de los actores secundarios de la película, que pasan con facilidad del aprobado (más que interesante resulta el contraste entre el héroe al que da vida aquí Madds Mikelsen y el malvado Le Chiffre en Casino Royale). Gemma Arterton (que también forma parte de los mitos del último Bond, en Quantum of solace) pone la ya inevitable presencia femenina entre los héroes, y en algunos momentos se nota demasiado que es un añadido basado en encuestas de marketing.
Furia de Titanes tiene buenas escenas (la lucha contra los escorpiones, el vuelo de pegaso entre los tentáculos del kraken y las calles de Argos), otras no tan buenas (la escena entre Perseo e Io tras la segunda lucha contra un Calibos decepcionante), algunos añadidos positivos al original (la irrupción de Hades en Argos) y momentos en los que la clásica supera con creces al remake (la batalla contra Medusa). Pesa en su contra que el magnífico trailer, que a muchos nos disparó la ilusión por este filme, enseña en realidad demasiado. Pero es un producto atractivo para jóvenes y que a los algo más mayores, sea cual sea nuestra edad, nos traerá recuerdos de épocas pasadas. Un buen producto de entretenimiento, que podría haber sido mejor, sí, pero también peor. Leterrier baja en interés desde su interesante aproximación El increíble Hulk, pero seguro que encuentra un público al que atraerá su Furia de Titantes. Y eso es porque su producto es entretenido.