Los rincones vacíos de la casa ya desmantelada susurraban entre ellos tétricas letanías de los últimos moradores:
-Están muertos.
-Todos.
-Muertos sí.
-Todos muertos.
-Sangre.
-Mucha sangre.
-Llegarán otros.
-Siempre llegan.
-Muertos.
-Tienen miedo de nosotros.
-Están muertos.
-Unos llegan, otros salen…
El pintor se afanaba en pintar la pared de la que parecía brotar sangre.