En el campo, a mitad de la siega,
empecé a buscar sus pechos. Los fui acariciando poco a poco. Los
besé con ternura. Mordí sus pezones y empecé a chuparlos, a tomar
de su leche. Me los bebí enteros y, allí, a pleno sol, me quedé
dormida mientras ella me acunaba entre sus rudos brazos.
Garbancito es un ser pequeñito, el cual un día se escondió en una lechuga para poder así devorar, poco a poco por dentro, a la vaca que se lo tragara. En su última hazaña perdió su pequeña libreta. Por lo poco que he podido leer y entender, entre sus múltiples aficiones está la de escribir microrrelatos.
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29 de octubre de 2016
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