No pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento mientras paseábamos. Ella supo al instante que yo me había percatado de ello; tal vez sabía lo mío con el hombre que vivía en ese apartamento. Intenté desviar su atención, pero ella volvió a mirar la puerta, esta vez con más descaro, acompañado la mirada con una incómoda sonrisa. Esa noche apenas intercambiamos palabra. Al día siguiente, como cada lunes, fui al apartamento. Esta vez vestido de mujer, quería sorprenderle. Él me esperaba de mi mujer. Nunca coincidimos en quién hace de quién.