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viernes, 25 de junio de 2010

San Diego Serenade

Pará allá que me voy. Os dejo con un jovencísimo Tom Waits y su San Diego Serenade, ¡hasta pronto!


I never saw the morning 'til I stayed up all night
I never saw the sunshine 'til you turned out the light
I never saw my hometown until I stayed away too long
I never heard the melody, until I needed a song.

I never saw the white line, 'til I was leaving you behind
I never knew I needed you 'til I was caught up in a bind
I never spoke 'I love you' 'til I cursed you in vain,
I never felt my heartstrings until I nearly went insane.

I never saw the east coast 'til I move to the west
I never saw the moonlight until it shone off your breast
I never saw your heart 'til someone tried to steal,
Tried to steal it away
I never saw your tears until they rolled down your face.

martes, 25 de agosto de 2009

Alpes '09: Piamonte, el Mulino Marino, y una hogaza de triticum monococcum

Aprovechando un rato en el tranvía, voy a terminar de contaros nuestro viaje por Italia.
Tras despedir a nuestro compañero de escalada, nos fuimos a Turín con la intención de alquilar un coche. Algo imposible en domingo. Así que pasamos allí la noche. Turín me sorprendió, es muy agradable para pasear, llena de plazas y parques. Aprovechamos para visitar el centro, tomar el aperitivo, esa costumbre tan italiana, y cenar. Fuimos a cenar a un restaurante recomendado en una guía de cuyo nombre prefiero no acordarme y, por primera vez, y sin que sirva de precedente, voy a hacer una recomendación negativa en este blog: si pasáis por Turín NO se os ocurra ir a cenar a un restaurante llamado "Porto di Savona". Hacen el PEOR RISOTTO que he comido en mi vida. Horrible, ¡el arroz estaba duro! Cuando apareció el camarero con el arroz, a los cinco minutos de haber pedido, algo me olí. Pero, ¿cómo puede ser que yo, que no soy italiana, y que he aprendido de manera autodidacta, haga un risotto mejor que el de un cocinero que trabaja en un restaurante centenario del centro de Turín? Y para más inri era un risotto de flores de calabacín.... ¡es que estas cosas me dan una rabia! Así que no piquéis, ni aunque lo veáis recomendado en guías de viaje, no vayáis allí.
Afortunadamente, al día siguiente me reconcilié con la gastronomía italiana gracias a unos agnolotti del plin, con "burro e salvia", en la "Osteria dei sognatori" (Via Macrino 8), en Alba. De allí nos fuimos a "La luna buona", un agriturismo en la Langa Astigiana, al sureste de Alba. Allí nos quedamos tres días, disfrutando de los estupendos desayunos que prepara Olivia, con leche de sus cabras ordeñadas esa mañana, y con queso Robiola de Roccaverano D.O.C. que preparan ellos mismos, todo ecológico. La Langa es una zona famosa por sus vinos, sobre todo el Barolo. Su paisaje es verde y lleno de colinas, cada cual con su pueblecito y su castillo en la cima. Se pueden dar largas caminatas bajando y subiendo colinas y contemplando viñedos hasta donde alcanza la vista.

Sé que soy una friki, sé que la gente normal lo primero que hace en la Langa es visitar una bodega. Pues yo no. Nosotros fuimos antes a visitar un molino, el Mulino Marino, en donde desde los años 50 muelen la harina a la piedra. Nos enseñó el molino Fausto, que pertenece a la tercera generación de la familia Marino, que continúa con el negocio que comenzó el abuelo.

Vimos los molinos de piedra, donde muelen harinas ecológicas de trigo de varios tipos, de espelta, de centeno, y los molinos de cilindros, que utilizan para, por ejemplo, la harina 00. La visita fue muy interesante, y además realmente nos trasmitieron su pasión por lo que hacen, unas harinas de una calidad impresionante.

Una de las empresas en las que se han embarcado es la recuperación del Triticum monococcum (Enkir) el trigo más antiguo que existe. Hace miles de años se plantaba en los Alpes, porque es muy resistente, y se encontraron granos de triticum monococcum en el estómago de Ötzi, el hombre cuya momia encontraron congelada en un glaciar alpino. Este trigo es muy interesante, ya que al ser sus proteínas menos complejas que el trigo convencional (es un trigo diploide) es posible que no sea tóxico para los celíacos. Un estudio de la Universidad de Padua dio como resultado que la gliadina de este trigo no causó ningún daño a cultivos in vitro de células de un intestino con celiaquía (más información, en inglés, aquí y aquí). Y aunque aún los resultados no son definitivos, es algo muy esperanzador para el colectivo intolerante al gluten.
Nos llevamos un par de kilos de trigo buratto, un kilo de sfarinata de trigo duro, y un kilo de enkir, como ellos llaman al monococcum, que nos regaló Fausto. Y me hizo tanta ilusión que cargué con los 4 kilos de harina por cada aeropuerto, sin facturarlos, hasta Tenerife, por si me perdían o abrían la maleta pensando que era otro tipo de sustancia (no es la primera vez que me pasa). Hasta ahí llega mi nivel de frikismo :)
Nos despedimos del Piamonte con una visita a una bodega (ecológica, soy monotemática) en Barolo y una cena en la Osteria dell'Arco (Piazza Savona 5) en Alba. Este restaurante también está asociado a Slowfood, y la comida fue deliciosa: vitello tonato, agnolotti del plin, risotto, coniglio grigio di Carmagnola all'Arneis y brasato di vitello al barolo. Lo único es que los que lo llevan no son los campeones de la simpatía, pero desde luego la comida era impecable, sobre todo las carnes, estaban tiernas, perfectamente cocinadas y sabrosas. Y mirad que yo soy prácticamente vegetariana, es raro que me guste un plato de carne. Y por 30 euros por cabeza, creo que la relación calidad/precio era muy buena.

Y ahí termina nuestro viaje. Ya en Tenerife, hice esta hogaza de trigo enkir, con masa madre alimentada con el trigo buratto siguiendo la receta de la miche Poilâne. La harina de enkir es de un color muy amarillo, y tiene una textura parecida a la sémola. Es una harina difícil de trabajar, con un desarrollo muy lento. Cuando empecé a amasar, aquello era como una masa de centeno, pegajosa, impracticable. Decidí dejar la masa reposar, a ver si así la autólisis hacía su trabajo. Y efectivamente, a la hora de reposo la textura de la masa se había desarrollado, aunque seguía siendo pegajosa, y tuve que trabajarla con las manos bien untadas en aceite, pero ya era elástica y se podía trabajar bien. Dejé que levara en la nevera durante todo el día. Lo boleé, lo puse en su banneton, y subió de maravilla.


Salió así de bien. Mereció la pena el esfuerzo. Una hogaza de kilo y medio, que duró una semana entera. Su sabor iba cambiando al pasar los días, y la masa era densa (es una harina de alta extracción) y fragante (gracias a los aminoácidos que tiene la harina molida a la piedra). Mmmm. Gracias, familia Marino.


miércoles, 19 de agosto de 2009

Alpes '09: Castore y el Valle de Gressoney

Hoy que me he quedado malita en casa (pero sólo es un resfriado, ¿eh?) aprovecho para poner las prometidas fotos de los Alpes.
Nuestro viaje empezó en Milán, donde tuvimos que pasar un día esperando al tercer integrante de la cordada. Milán, en mi humilde opinión, no es una ciudad demasiado bonita, aunque tiene algunos rincones dignos de verse como los Naviglios o el Duomo. En el Duomo, por cierto, no me dejaron entrar ¡por ir en tirantes! Os podéis imaginar mi cabreo. Tanto hacernos creer en la amenaza islamista, y luego ellos son peores. En Milán, a parte de cabrearme y pasear, dimos con un restaurante genial, una casa de comidas que se llama "Trattoria Madonnina" (Via Gentilino, 6, cerca del Naviglio Pavese) llena de familias italianas en donde por dos duros preparan guisos que me recordaban a los de mi madre (con eso os lo digo todo). Con todo el pijerío que hay en Milán, este sitio, realmente, nos pareció un hallazgo.

De allí nos fuimos a Stafal, el último pueblo del Valle de Gressoney. Desde allí se coge la cabina que te acerca al camino que lleva al refugio Quintino Sella, donde hay que hacer noche antes de subir al Castore. La subidita al refugio, ya es, por si misma, una aventura. Sobre todo la última parte, por una arista de roca donde hay una cuerda a la que agarrarse en los pasos delicados. Una vez en el refugio pasamos la tarde recordando las técnicas de rescate en glaciar, algo que, en Tenerife, no se practica mucho :)

Al día siguiente nos levantamos a las 4:30 (A.M., sí, sí) para subir el pico. Todo fue bien hasta la arista cimera, a 4150 metros de altura, en donde un viento racheado hizo que la más miedosa del grupo (moi) decidiera que hasta ahí había llegado, y que aquello ya no era divertido. Así que a 70 metros de la cima nos dimos la vuelta. Pero, qué queréis que os diga, yo soy de las que piensan que lo importante es regresar sano y salvo. Y las vistas, de todos modos, eran impresionantes.
(pinchad en las fotos que merece la pena)


La bajada la hicimos del tirón, así que esa noche, después de tantas horas de caminar, teníamos mucha hambre. Y, afortunadamente, nuestro esfuerzo tuvo recompensa. De casualidad encontramos un restaurante en Stafal que ha sido lo mejor del viaje a nivel gastronómico: la Capanna Carla. El dueño es encantador. Tenía todas las mesas reservadas pero cuando le dijimos que habíamos subido el Castore esa misma mañana y que estábamos hambrientos se apiadó de nosotros y nos hizo un hueco. El restaurante está asociado al movimiento Slow Food (otro día os cuento). Nos sirvió de entrante motzetta de vaca y burro con aceite de trufa, y otros tipos de embutido valdostano, lardo de vacas que sólo habían comido pastos de altura (lardo es grasa, así tal cual, cortada en lonchas muuuy finas, os aseguro que era un delicatessen, y muy perfumado), castañas con miel, mantequilla valdostana y fontina con una salsa de radicchio. De primero, ravioli de carne con fonduta de fontina (Ravioli di cinghiale e prugne con fonduta profumati al tartufo) y de plato principal ciervo a las hierbas (Cervo arrosto alle erbe) y carbonada (no confundir con carbonara). Todo buenísimo y nos salió por unos 35 euros por cabeza. Total, que vuelvo encantadísima con la gastronomía valdostana, todo un descubrimiento.

El último día en el Valle de Gressoney nos lo tomamos con más tranquilidad, y nos dedicamos a hacer una caminata por el Valle, un tramo del Walserweg o Gran Ruta Walser, el camino que unía los pueblos que fundaron los Walser, una gente que emigró desde Suiza entre los siglos XII y XV y que decidieron asentarse en esa zona de Aosta. En muchos de los pueblos todavía vive gente, que se dedica sobre todo a la ganadería, criando a esas vacas tan lustrosas que pastan felices en las alturas. En el camino, hicimos un alto para degustar un picnic con especialidades valdostanas: Genepy, que es un licor de hierbas que entra demasiado bien para la gradación que tiene, y motzetta, una especie de cecina hecha con la carne de una de esas vacas felices.

Al día siguiente tomamos el tren hacia Torino, pero para el relato de la segunda parte del viaje tendréis que esperar unos días :)

viernes, 24 de julio de 2009

Castor 4228 m


Me voy a subir esto, vuelvo dentro de un momento :)

Fotos: www.madteam.net y www.fotofred.cz

jueves, 9 de julio de 2009

París-San Francisco, vía Canarias: miche Poilâne transatlántica

Este es un pan hecho con mucho cariño, con tiempo, con mimo, atención y buenos ingredientes. El resultado ha sido el mejor pan que he hecho hasta la fecha. Profundo sabor, cambiante según lo masticas, va ganando a medida que pasan los días.
El pasado domingo por fin pude dedicar tiempo a algo que tenía pendiente: usar mi masa madre de San Francisco (¡gracias, QJones!) y la harina chez Poilâne que me traje de París. La masa madre la había estado alimentando periódicamente y la había usado para hacer tortitas, que por cierto salen con un sabor maravilloso con la SFS. Pero aún no había hecho un pan con ella, al menos no un pan que estuviera a la altura.
La receta no la voy a volver a escribir porque seguí exactamente los mismos pasos que la otra vez (podéis verla aquí). Eso sí, esta vez, en lugar de mezclar harina integral y harina 0, toda la harina que usé fue la auténtica harina Poilâne. Ya sé que parece una pijada, puro esnobismo. Bueno, pues tengo que reconocer que no, que la diferencia se nota, y se nota mucho. La harina del menda es realmente buena. Molida a la piedra, se nota en el color, cremoso, debido a los betacarotenos que se adhieren a la harina al aplastar las piedras el germen del trigo y extraer los aceites, algo que no ocurre en la molienda industrial con rodillos. Luego la filtran hasta conseguir una tasa de extracción del 90%. Así que está a medio camino entre la harina blanca y la integral. Es una harina que huele, y huele bien. Es cara, supongo que porque pagas también el hecho de comprarla en la panadería más famosa de París, pero después de haber hecho pan con ella creo que fueron unos euros muy bien invertidos. Y lamento haber traído sólo dos kilos.
La miga es un poco oscura, con alveolos regulares, y la corteza es gruesa y bien tostada.
Podéis comparar con el original aquí.

No hubo tiempo para muchas más visitas gastronómicas, aunque no pude evitar pasar por la pâtisserie de Monsieur Mulot, donde se venden los mejores macarons de París (désolée, señor Hermé). De todos los colores y sabores, a Daniel le han parecido demasiado dulces, pero si sois de los míos, de los que no conciben que esas dos palabras juntas sean algo negativo, seguro que os gustan. Son delicados como nubes. Y tan bonitos, un placer para la vista y el gusto.

Y, por supuesto, volví cargada de libros. La bande dessinée (los comics franceses) me pierden. Así que aproveché para llevarme un cargamento.

Un último consejo. Para cenar bien por París sin que os timen y saliendo de los circuitos turísticos id a la Rue de la Butte aux Cailles. A "Chez les filles" si queréis dejaros pocos euros (12 euros el menú incluyendo postre, ¡inaudito en París!) o a "Le temps des cerises", si no os importa pagar un poco más y queréis probar platos del suroeste (foie, magret).

Boulangerie Poilâne
8 rue du Cherche-Midi
Paris 6ème

Pâtissier Gérard Mulot
76 rue de Seine
Paris 6ème

Restaurant Chez Les Filles
25 rue des Cinq Diamants
Paris 13ème

Le temps des cerises
18 Rue de la Butte-aux-Cailles
Paris 13ème

lunes, 29 de junio de 2009

Comer en Barcelona


Bueno, ¡pues ya estoy de vuelta!
La verdad que no he tenido mucho tiempo para disfrutar de la gastronomía ni las boulangeries de París, el congreso empezaba a las 8:30 y terminaba a las 19:00, y no terminaba con muchas ganas de juerga. Aún así, algo pude aprovechar, pero eso os lo contaré cuando tenga tiempo de ponerlo por escrito.

Como sabéis en mayo pasamos unos días en Barcelona y, por una vez, fui organizada e hice una lista de los restaurantes que más me gustaron, por si a alguien le podía servir de guía para una futura visita. Tenía pendiente publicarla, pero junio ha sido un mes complicado y no conseguía sacar tiempo. Aprovechando ratos tontos en aeropuertos (que he tenido unos cuantos) por fin aquí está.

Barcelona me gustó mucho, aunque había tantos turistas que en un momento dado tuve una crisis y comprendí a Vicente Verdú cuando escribe que los cascos antiguos de las ciudades se han convertido en parques temáticos, en productos de consumo de masas creados por el capitalismo de ficción. Porque, me vais a perdonar que esto suene fatal, pero, ¿realmente pensáis que ese obeso turista americano, que lleva una camiseta de Cancún y una gorra de Kenia, realmente ha sentido alguna vez una desasosegante inquietud por la arquitectura modernista? ¿O, más bien, está haciendo cola para ver la Casa Batlló porque lo pone en la guía que es "lo que hay que ver" y punto? A veces me entran estos ataques de existencialismo, así que finalmente optamos por dar largos paseos por barrios menos céntricos, como por ejemplo el barrio de Gracia, que me gustó mucho con sus plazas y sus bares, y con su gente de verdad viviendo allí, paseando a los churumbeles y montando en bici, o por el Poble Sec y la zona del mercado de San Antonio. No fui capaz de hacer cola para ver la Sagrada Familia, tampoco la Casa Batlló por dentro, no.....pero, a cambio, disfruté de la gastronomía catalana que, tengo que decirlo, es de quitarse el sombrero. Estos fueron los sitios que probamos y que más nos gustaron:

Patxoca (Mercaders, 28)
un pequeño restaurante en el Born, en el que sirven comidas preparadas con productos ecológicos y de la región (en la medida de lo posible). Su lema es cocinar como en casa. Y la verdad que sí, es de esos sitios en los que la comida te sienta tan bien como si la hubieras preparado tú misma. Nosotros cenamos ligero, compartimos unos buñuelos de bacalao (perfectos, me recordaban a los de mi madre, que ya es decir) unas croquetas de espinacas y piñones (también muy buenas, bien fritas, nada grasientas) la lasagna de verduras (llevaba alcachofas, lo cual es señal de que, efectivamente, cocinan con productos de temporada) y el coulant de xocolata que, buena señal, tardaron un rato en servirlo. Cuando le preguntamos a la chica si se le había olvidado nos dijo que no, que es que ellos no lo recalientan sino que lo preparan en el momento. Chapeau. Salimos dos personas por 31€, incluyendo la bebida.

Pla dels angels (Ferlandina, 23)
este restaurante nos lo recomendó Lola, cocinera barcelonesa afincada en Tenerife. Y no nos defraudó. Está en El Raval, y en su terraza hay muchos turistas, pero a pesar de eso mantiene su calidad. No sé cómo definir la cocina, ¿mediterránea quizá? Compartimos una ensalada de temporada, y yo tomé unos gnocchi con calabaza y pipas, y Daniel el confit de canard con salsa de ratafia. Mis gnocchi estaban buenos, pero el confit de Daniel estaba mucho mejor, hacía tiempo que no probaba un confit tan tierno. De postre, como no, crema catalana. Pagamos 32€, dos personas, incluyendo un par de Moritz.

Carmelitas (Carrer del Carme, 42)
en El Raval también. Este restaurante es un poco más caro, pero comimos muy a gusto, todo estaba perfecto y el servicio era estupendo. Me gustó además que son capaces de hacer cocina regional (los productos que utilizan son de la región siempre que sea posible) pero le daban un toque contemporáneo. Nos tomamos de aperitivo unas bravas con un vermú, y luego compartimos una ensalada del huerto, y yo tomé una dorada al horno y Daniel un entrecot. Esta vez acerté yo, definitivamente preparan mejor los pescados, ya que la carne estaba bien preparada pero el corte no era bueno. De postre pastis de queso mató y crema catalana. El pastís estaba de morirse de bueno, ¡y eso que a mí no me gusta el queso! El precio, 50€ dos personas (inlcuyendo vino blanco de la casa) es más elevado que los otros restaurantes, pero yo creo que lo merece.

La flauta (Aribau, 23)
en el Eixample está este restaurante que recomendó Sol en su blog.
Como era mediodía tomamos el menú, a 12 euros más o menos. Daniel el huevo poche albertina de primero, y lenguado y calamarcitos de segundo. Y yo, trinxat de col amb virutes de pernil, y flauta de butifarra negra con berenjena. De postre, para qué cambiar, ¡crema catalana! Todo estaba muy bueno, y la relación calidad-precio es inmejorable, por eso se forma una laaaarga cola a la entrada. Si queréis ir a mediodía os recomiendo ir temprano.

Bouzu (Ronda de Sant Antoni, 26)
en el Poble Sec, cerca de la plaza de San Antonio, está este japonés de tapas regentado por japoneses. Como no he estado en Japón no sé deciros si es muy auténtico a no, pero nos gustó mucho. Tomamos un par de cervezas japonesas, fideos udon con sesamo y cebolleta, gyozas de verduras y cerdo (son una especie de empanadillas hechas al vapor, la verdad que estas parecían más ravioli grandes), okonomiyaki, helado de vainilla con mochi y helado de te verde. Todo por 29 €. Lo que me gustó fue poder comer okonomiyaki, en España no había encontrado aún ningún restaurante donde los prepararan.

En general me horroriza la idea de pasar más de una semana comiendo y cenando fuera, sin poder cocinar, me he vuelto muy puñetera y me quema ir a un restaurante y que me sirvan una comida nefasta, por caro o barato que sea el sitio. Pero en Barcelona me llevé la impresión de que el nivel está muy alto, y todo nos sentó de maravilla en todas partes. En resumen, una visita muy recomendable.

viernes, 19 de junio de 2009

París


Pues allá que vamos. En unas horas volamos a Madrid, y mañana a París. Tengo intención de traerme unos kilitos de harina y otras exquisiteces, ya os contaré a la vuelta.
Besos y que tengáis una buena semana.

viernes, 3 de octubre de 2008

Lanzarote


Esto empieza a parecer un diario de viajes más que un blog de cocina. Pero no os preocupéis, para bien o para mal este es el último viaje de las vacaciones. Ahora toca centrarse, enfrentarse al horario de invierno de nuevo, y volver a cocinar, eso es lo bueno.
El lunes por la noche volví de Lanzarote. A mi lo de volar no me emociona, pero para ir a las islas orientales no hay más remedio. La otra opción es el ferry, que tarda una noche entera, y eso te impide hacer escapadas de fin de semana. Así que apechugué y me subí en "el avión pepito", como llama mi madre a los aviones/avionetas de hélices que hacen los trayectos entre islas. Estos aviones saltan a la mínima turbulencia y hacen un ruido infernal, pero lo bueno que tienen es que en menos de 50 minutos llegas a la isla más alejada de Tenerife, que es Lanzarote, y en 30 minutos llegas a La Palma o a Gran Canaria. Para la gente de aquí, es casi como la guagua.
A los que piensen que todas las islas Canarias se parecen les diré que se equivocan. Cada isla es un mundo, son todas diferentes y muy interesantes cada una a su manera. Lanzarote es la más volcánica de todas. Tiene unos paisajes muy dramáticos, muchos pequeños volcanes, coladas de lava por todas partes, además de lava tipo hawaiiano, que es mucho más impresionante. Además es una de las islas que ha controlado más el turismo, gracias a la influencia del artista César Manrique que empezó a alertar sobre las nefastas consecuencias que tendría llenar toda la isla de resorts de vacaciones. En el sur de la isla se encuentran Arrecife, Puerto del Carmen y Playa Blanca que es la zona de los grandes hoteles y las playas de guiris, pero en el norte de la isla el paisaje se ha mantenido casi intacto, y recorrerla es un placer porque hay zonas en las que no hay trazas de civilización hasta donde te alcanza la vista. En el centro de la isla hay grandes extensiones de viñedos, los característicos viñedos de Lanzarote, donde cada viña hay que protegerla con un murete de rocas debido a la fuerza que alcanza el viento y donde se utiliza el polvo negro de la roca volcánica para tapar el suelo y que de esa manera se conserve la humedad y la temperatura.
Nos alojamos en Casa Dominique, una casa rural preciosa al lado de la Caleta de Famara. En ese pueblo no hay ni farmacia, ni cajero automático, ni nada, me recordaba al pueblo donde yo veraneaba de pequeña en el Mar Menor. A pesar de que había bastantes extranjeros, el pueblo ha mantenido su aspecto y sus costumbres. Calles de tierra, casas blancas, y ¡todo cerrado a las nueve! El lugar perfecto para ir a descansar y a desconectarte del mundo, yo a la vuelta no me acordaba ni de mi nombre. Nos despertaba el sol y dedicábamos al menos una hora a desayunar, porque Dominique además de ser encantadora prepara unos super desayunos. Estábamos tan a gusto en la casa que nos costaba ponernos en marcha.

Aún así pudimos visitar algunos lugares, como el Parque Nacional de Timafaya. El Parque está en los terrenos que quedaron cubiertos de lava durante las erupciones que asolaron la isla durante seis años. Esa zona era el granero de la isla, la zona de tierras más fértiles, y la erupción fue un gran desastre. Ahora el Parque se puede visitar sólo en guagua, está prohibido el acceso en coche particular y sólo se puede visitar a pie con las rutas guiadas que hay que reservar con mucho adelanto. Pero la visita merece la pena por las espectaculares vistas que ofrece.

Otras vistas recomendadas son el Mirador del Río, desde donde hay una preciosa vista de la isla de la Graciosa, la casa de César Manrique, la zona de La Geria donde están la mayor parte de las bodegas (que producen la mítica Malvasía de Lanzarote) los pueblos de Teguise y Haría. Lo mejor es tomárselo con calma, disfrutar del excelente pescado fresco (muy recomendable el restaurante Amanecer en Arrieta), aprovechar las playas del norte, nada masificadas, y ver la tierra rodar un rato.
A mi lo que me gustó mucho fue la calma y el descanso para la vista que representa el paisaje de la isla. Lo dicho, muy recomendable para quien necesite olvidarse de todo.