-Colaboración con Golaverage.com
Catastrofismo
(económico-deportivo) y negación son términos que ilustran las dos
últimas décadas del Sporting. Y no hay mejor resumen que dos frases
pronunciadas, precisamente con 20 años de diferencia, por los dos
máximos responsables de esta situación
-José
Fernández, máximo accionista (Noviembre de 1994): "Solo un
terremoto nos bajaría a Segunda".
-Alfredo
García Amado, Director General (Septiembre de 2014): "Si no
conseguimos un aplazamiento con Hacienda, si el TEAC no nos da la
razón, si tampoco conseguimos un aval ni financiación externa y
además cae aquí una bomba atómica, el Sporting podría estar en
riesgo de descenso administrativo".
El
terremoto se produjo en Gijón en 1998 y de la manera más sonrojante
posible: un descenso a Segunda con únicamente 2 victorias y 13
puntos en una temporada completa.
Actualmente,
se asiste a la antesala de que la bomba atómica impacte de forma
simultánea en Mareo y en El Molinón. Y esta vez, al contrario que
en la primera negación, el armagedón se vislumbra apenas unos meses
después de que la segunda frase fuera pronunciada.
Ante
este panorama cabe argumentar dos hipótesis:
1) La gestión en
estos 20 años ha sido nefasta (no es un detalle menor el hecho de
que en el ecuador de este período un juez defendiese esta tesis).
2)
El azar y todos los elementos están en contra del Sporting, pese a
que "Fernández puso les perres" y Amado los contactos
(pensar que esto ha podido ocurrir durante dos largas décadas es
ponerse en la piel del conductor que culpa a los demás mientras
circula en dirección contraria por la autopista).
Sea
por incapacidad propia, sea por capacidad de atracción de las
desgracias, se convierte en una utopía encontrar argumentos que
sostengan la continuidad de los actuales dirigentes, más allá de
lazos familiares y de amistad o de intereses particulares. Que
hubiera otros sería una alegría para el sportinguismo: sería un
síntoma de que al club le irían las cosas bien. No olvidemos que
por encima de los nombres, que vienen y van, está la entidad y los
sentimientos que el Sporting despierta en tanta gente.
Pero
aún hay algo peor que una mala gestión. Que los responsables de la
misma actúen con poca o nula transparencia y con mentiras o medias
verdades (en este sentido el famoso vídeo de cámara oculta no
contribuye a la credibilidad de quienes allí aparecen y ensucian un
escudo que no hace tanto se paseó por Europa y peleó por títulos).
Porque las preguntas sin respuesta en torno a la gestión del
Sporting son innumerables. Vamos con una pequeña muestra reciente.
¿Cómo es posible que el Director General asegure en septiembre que
la deuda es de 32 millones de euros y en Navidades las informaciones
apunten que se aproxima a los 40? ¿Cómo es posible que desde el
ascenso en 2008 haya crecido la deuda con tantos ingresos -por
traspasos y por derechos de televisión fundamentalmente- de por
medio? ¿Cómo es posible que hasta el entrenador se entere tarde de
la sanción que impedía al club realizar fichajes, mientras el
presidente jugaba con la ilusión de los aficionados prometiendo el
regreso de Lekic? ¿Cómo es posible que....? Rellenen hasta el
aburrimiento.
El
panorama es desolador. Hasta el punto de que un equipo repleto de
canteranos que están obrando un milagro estén sin cobrar. Cuesta
entender en este contexto que una afición tan fiel, exigente y
numerosa haya tardado tanto en reaccionar; es incomprensible que a
día de hoy la grada, las leyendas del club y los estandartes de los
círculos político-económico-social de la ciudad no hayan formado
aún un bloque común que exija un cambio radical en la gestión de
su Sporting, con lo que supone para Gijón. Duele más al comprobar
que esto ha sido más o menos así en situaciones similares
(Santander, Zaragoza, Swansea...).
La
historia del Swansea tal vez sea la más admirable. A comienzos de
siglo sus aficionados se movilizaron en diversas ocasiones en el
viejo estadio y en las calles de la ciudad, hicieron colectas y
crearon el 'Swans Trust', una asociación que luego formaría parte
del consorcio local que acabó haciéndose con la entidad. Ese
consorcio se completaba con empresarios de la zona que sentían el
Swansea e ilustres veteranos. Uno de ellos, Mel Nurse, encabezó la
lucha judicial para conseguir la salida del presidente Tony Petty.
Otro, el conocido John Toshack, mandó una carta de apoyo firmada de
su puño y letra desde San Sebastián. Actualmente el 'Swans Trust'
posee el 20% del accionariado, tiene un representante en el consejo
directivo y sigue encabezando iniciativas en beneficio del club. En
lo deportivo, el conjunto galés ascendió tres categorías desde
entonces, fue campeón de la Copa de la Liga en 2013 y ha participado
en la Europa League; en lo económico, se sitúa en el top 30 de los
clubes europeos.
Volviendo
al Sporting, el sentido común se suicida cuando observa que la
familia Fernández sigue confiando en el mismo gestor y, además, no
vende sus acciones a un precio simbólico a cambio de que alguien se
haga cargo de esa inmensa deuda de la que es responsable. Igualmente,
la coherencia se fustiga cuando contempla cómo sigue en el cargo el
presidente que dijo aquello de "deuda cero en tres años" o
"si la marea te lleva, te llevó". Y del mismo modo, la
lógica trata de comprender por qué el director general responsable
de la nefasta gestión no tira de responsabilidad y sportinguismo
para coger la puerta de salida perdonando cualquier posible finiquito
que pueda existir, una fórmula -la de perdonar cantidades- nada
desconocida en el club.
Ha
habido aciertos, aunque pocos, en esta dos últimas décadas. Y es
justo reconocérselos también. Algo que no es posible hacer, en
cambio, con las dos notas positivas de esta temporada: la apuesta por
Abelardo debe atribuirse principalmente a Eraña y Losada y la
apuesta por la cantera hay que agradecérsela a partes iguales al
entrenador y a la sanción impuesta por la Liga.
Tras
su salida del consejo, nadie mejor que Eraña puede trasladar al
resto de veteranos la gravedad de la situación actual. Y nadie hay
más idóneo que Joaquín Alonso, el jugador que más veces se puso
el escudo sportinguista al pecho, para encabezar un nutrido grupo que
alce la voz y, en la manifestación del domingo o con la fórmula que
elijan, pida un cambio. Aunque el tiempo es oro, se admiten
propuestas. Y si prefieren un Sporting abocado a la desaparición o,
en el mejor de los casos, a una existencia agonizante en un bucle
mediocre infinito, que lo digan sin rodeos. Ha llegado el momento de
posicionarse con firmeza. No cabe otra. En juego está el Real
Sporting de Gijón.