Después de más de tres años de gobierno, de las intragables mañaneras en donde el presidente López Obrador agravia a todos, en donde sólo él sabe cómo se deben hacer las cosas, en donde se refleja este personaje como un dictador como en los mejores tiempos del PRI, me queda claro que no hay mucho más que hacer para revertir semejante actitud. AMLO en su soberbia de poder puede usar la tribuna gubernamental y atacar a todos, a periodistas, a científicos, a los de la clase aspiracionista, a los que hacen maestrías y doctorados y más aún, a aquellos que estudian en el extranjero, porque "sólo aprenden a robar". Y así, en cada caso, a cualquier circunstancia adversa a su gobierno, el presidente dirá que son los conservadores, los neoliberales, los que están muy molestos con este gobierno porque se les acabaron sus canonjías. En fin, aquí el único que tiene todo bajo control es e´l, en un país que no existe, en donde según el presidente todo mundo es feliz y que además, no hay corrupción y que para colmo, vamos a tener un sistema de salud como el Dinamarca (aunque en el fondo, no haya medicinas desde que entró su gobierno). Y ni hablar de la inseguridad que nos es cada vez más cotidiana.
Pero más allá de toda esta situación, ya el presidente no tiene tapujos para insultar con todas las letras. Por ejemplo, ahora le ha dicho al periodista Alazraki que es hitleriano. Válgame. Y todo porque este señor se reúne con otros anti AMLO para mostrar la cantidad de errores que se ven en su administración. Y esto ya se salió de control. López Obrador sabe que nadie le dirá nada en la mañanera, nadie le reclamará esta actitud de agravio que francamente ya cansa. Se expresa así porque se siente el más poderoso y en su loca cabecita llena de ego, no distingue ya entre lo que él imagina y la realidad, que aunque le pegue diariamente en la cara, él evade con "tengo otros datos", "ese cochinero ya estaba ahí", "es herencia de Felipe Calderón", etcétera.
Curiosamente los llamados a la prudencia, a dejar de agraviar a todo aquel que no coincide con lo que dice López Obrador, caen en saco roto. Acostumbrémonos pues a esta retahíla interminable hasta el fin del sexenio, en donde en cada mañanera seguirán existiendo estos enemigos que quieren desestabilizar al país, a su gobierno -el de la cuarta transformación- en donde al final de cuentas es una narrativa que no tiene consecuencias porque seamos francos: este país no sólo no está mejor que antes, sino que está definitivamente peor de como lo dejó Peña. Y yo que pensaba que después de Peña no podía haber nada peor pero de nuevo, me equivoqué.