Una película de 1993, protagonizada por Michael Douglas, habla de un personaje que en un día particular las cosas le salen muy mal y entonces la ira se apodera de él. En un momento de la película el protagonista (que se ha hecho de un armamento debido a un incidente anterior en el mismo filme), entra a comprar un desayuno a un restaurante de hamburguesas. Pero ya es más de las 12 del día. Douglas entonces -ya enfurecido- saca un arma y me parece dispara al techo del restaurante. Finalmente me parece que pide una hamburguesa pero cuando se la dan, no se parece en nada a la foto de la suculenta comida que se ve desplegada en el restaurante. Eso, desde luego lo enfurece más.
¿Y cómo no va a ser para enfurecer a cualquiera? La publicidad nos ha mostrado por décadas una serie de engaños que aceptamos sin pestañear. Por ejemplo, alguien en la India quiso demandar a la empresa que hace los desodorantes AXE porque en la publicidad de los mismos se presenta a alguien que se aplica dicho desodorante y las mujeres caen rendidas a sus pies. A este pobre hombre no le caían ni rendidas las moscas.
Y puede parecernos gracioso que alguien crea a pie juntillas la publicidad. Todos sabemos que es poco probable que el aplicarnos una loción, un desodorante, o lo que sea, nos va a hacer automáticamente más atractivos o peor aún, al punto en donde las mujeres enloquecen y que desean estar con el personaje ungido con semejante desodorante.
¿Pero es para reírse? Quizás no. En México me parece, hace un tiempo la ProFeCo (Procuraduría Federal del Consumidor), dijo que los anuncios de juguetes tenían que tener mesura y no promover cosas que no fuesen ciertas. La imaginación infantil puede creer lo que ve en la televisión -en un anuncio de un juguete- que bien puede estar hecho con animaciones, efectos especiales, etcétera, con la mera intención de hacer el producto atractivo y vendérselo a los niños que obviamente, se lo pedirán a sus respectivos padres. Pero a lo que apelaba la ProFeCo es a evitar la publicidad engañosa.
¿No debería prohibirse en la medida de lo posible esta publicidad que engaña con dolo al consumidor sin importar que sea éste un niño o un adulto? Porque miren, ayer compré unas galletas de avena Quaker. Obsérvese la portada de la caja:
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Mmhh, se ven apetitosas las galletas pero vean la siguiente imagen: es lo que realmente viene en los paquetines de 4 galletas:
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No hay en ninguna de las galletas reales esos trozos de chocolate que se ven en la foto de la caja. Y puedo apostar lo que quieran que no importa que abra cualquier paquetito de los que vienen, ninguno se verá ni remotamente como la foto de la caja donde vienen esas galletas. Esto es simple y llanamente un engaño. ¿Se vale? ¿Es obvio que lo que muestra la caja no será lo que veremos? Y yo sé que no es el único caso y que a lo mejor es muy común, pero ¿por qué tenemos que aguantar estos engaños diariamente?
Yo creo que el siguiente paso es ir a denunciar a Quaker en la ProFeCo y su publicidad engañosa. Me parece que si no hacemos nada, si pensamos que es lo "normal", que siempre será así, las cosas no van a cambiar. Seguiremos informando.