- ¿Pero por que diablos, acepté esa maldita apuesta?
Kevin se lamentó en voz alta pero con su nueva voz femenina.
Bastó traspasar el umbral de la puerta de la vieja edificación con la señal de peligro biológico, accidentalmente pisó un charco de una pegajosa substancia verde.
El cambio fue casi inmediato.
Perdió altura, peso, se le cayeron los pantalones porque su cintura era mucho más pequeña y lo peor se le salió un abultado pecho de su camiseta "imperio" ...
- ¿Tu sabías que esto sucedería cuando me apostaste que no entraría verdad?
Le preguntó a su amigo Carlos.
- Sí, Luís me hizo esto mismo la semana pasada. No dura mucho, pero tiene un efecto secundario, ya verás te pones muy cachondo.
¡Kevin sintió una nueva faceta, lo húmedo que estaba su recién estrenada vagina!
Subíamos por un sendero escarpado hasta el monasterio de San Pedro, con el abismo de la costa a un lado, las rachas fortísimas de la Tramontana azotaban implacables y el pelo tapaba y destapaba las caras aleatoriamente, la vista era espectacular, al llegar a un recodo mientras las ramas se batían furiosas le dije:
Después de pasar toda la mañana en la playa, cogiendo conchas, haciendo snorkel hasta agotarnos y recuperando la temperatura robada por el agua cristalina, al sol, retozando entre la blanca arena de nácar molido, horas juntos que pasaban volando hasta la hora de comer.
Otras veces saltábamos desde las rocas en trampolines improvisados, cada vez mas altos, siempre se tiraba ella primero y se reía mientras me lo pensaba.
Todo empezó en una tarde estival, el destino quiso que entrara en una desvencijada tienda de antigüedades, enseguida me sentí invadido por los penetrantes olores a disolventes, aguarrás, barnices y viejas pinturas, se respiraba una atmósfera especial a antiguo, que iba anulando el pensamiento, haciéndole retroceder cien años, los muebles de madera, espejos enmarcados en floridos marcos de forja oxidada, parecían protegerme de historias ancestrales, de repente apareció aquél lienzo misterioso, una tela recubierta totalmente por una pintura de color ocre, un pintor avergonzado de su obra en lugar de destruirla, la cubrió para no verla mas, fui invadido por la curiosidad, quizás la magia de rescatar una escena oculta y tapada rápida y burdamente, el caso es que compré un antiguo reloj y conseguí que me regalara la tela puesto que me avergonzaba pujar por ella, no quería dar explicaciones de mi turbia imaginación .....
Estaba fascinado, al llegar a casa apliqué cuidadosamente agua y jabón, pero bajo cada capa de color oscuro aparecía otra, dejando entrever en el fondo una leve silueta de mujer, preservando una y otra vez sus formas, lo cual me reavivaba la curiosidad, puesto que la tela no tenía ningún valor me arriesgué con unos disolventes mas invasivos, el anticuario ya me había informado que se lo compró a un anciano peregrino que venía de muy lejos, estaba terriblemente intrigado pero la masa compacta de pintura negaba a mis ojos desvelar la escena que ocultaba, aunque yo cada vez estaba mas convencido que allí había algo siniestro.
Despues de muchos intentos y ver que estaba destrozando todo el soporte, di por finalizada la limpieza de modo que colgué el lienzo como si fuese un tapiz en forma ornamental en mi propia habitación, luego entré en un profundo sopor, los grises rayos de Luna y las sombras de la ventana iban dibujando sobre el lienzo la imagen de una hermosa mujer que sostenía unas manzanas entre sus pechos pero no podía distinguir su rostro a pesar de mis esfuerzos por ponerle rasgos.
- ¿Acaso alguna clienta te ha arrastrado dentro de la vivienda, estirando de tu mono semiabierto y te ha sentado sobre el sofá , bajando esa cremallera provocadora, para ver que curiosa herramienta oculta y has temido por lo que pudiera pasar?
El fontanero, abrumado por la pregunta de su futura clienta, se quedó petrificado, intimidado hasta el punto de ver paralizada su boca y de paso todas sus extremidades, permanecía de pie bajo el dintel de la puerta de entrada sosteniendo la pesada caja de herramientas y un tubo de PVC, inmóvil y mudo y sin que la visión del cuerpo de la mujer le ayudase, adivinado a través de un delgado vestido vaporoso muy corto, que le permitía ver unos muslos muy redondeados, su cerebro se puso en marcha e intentó articular un “no” claro y conciso, pero salió esto.
— N… N… No.
— Ya y ahora me dirás que el mito del fontanero es completamente falso
La mujer estaba disfrutando, sus ojos azules saborearon con lentitud y de arriba a abajo al chico que se adivinaba tembloroso, embutido en un mono azul intenso, bastante nuevo que portaba en la espalda las letras blancas, el uniforme de “Reparaciones Gonzalez” que restaba puntos a su sex appeal de veinteañero fibrado, le divertía y excitaba a partes iguales su parálisis y timidez, a su pesar concluyó que repetiría la entrada para evitar una huida prematura.
— Empecemos de nuevo, a ver: ¿cómo te llamas?
— Jo… Jorge.
— Jorge: ¿nunca una clienta te ha pedido que les enseñes la herramienta?
— Pues…
— Habrás salpicado a alguna con tu grasa de montar cañerías.
— Yo…
Demasiadas metáforas para el pobre fontanero, incapaz ya de mirar a los ojos azules que le recorrían el cuerpo como ruedas de diamantes cortantes, que con descaro se detenían en la entrepierna, sentía que le desnudaban deseando clavarle algo más que la mirada, incapaz de mantener su mirada, bajó la vista posándola en sus desgastadas deportivas. ¿Por qué se habría puesto aquéllas tan viejas? ¿Por qué no se atrevía a materializar la fantasía de cualquier hombre, la suya incluida? ¿Que le estaba pasando?
Por la mujer desde luego no era, no sería, su atractivo resultaba innegable, el atrevimiento sobrepasaba lo imaginable.
Si al menos fuese capaz de articular dos palabras seguidas ....
— ¿No tienes lengua, Jorge? Porque entonces no me sirves.
La mujer estaba disfrutando con la escena.
— Con un movimiento casi de bailarina, se puso delante del fregadero, abrió las portezuelas inferiores y abrió un grifo con tanta intensidad que se mojó la blusa, instintibemente se puso de puntillas y apartó el culo hacia afuera, al instante se puedo comprobar que el agua goteaba por el sifón.
Era la madrugada del sábado cuando oí la puerta, mi novia había salido hacia el trabajo. Miré el despertador y no eran todavía las 7, me retorcí sobre mi mismo en la cama para seguir durmiendo y así lo hice pues me encontraba bastante cansado. Una media hora después me desperté sudoroso y con la respiración entreanchada. No, no había sido una pesadilla ni nada parecido, había sido un sueño erótico con polución nocturna incluida.
Cerré los ojos y me concentré, pues el gusto que tenía en todo el cuerpo después del sueño era tan grande que intentaba conservarlo dentro de mi mente durante el mayor tiempo posible. Me acurruqué como un ovillo, bien tapado con la manta. Estaba relajado intentando regresar al fuego onírico, pero era tal la excitación que ya no podía volver a dormir.
Miraba con desesperación el despertador que iluminaba con sus destellos la obscuridad y compartía conmigo en silencio lo despacio que pasaba el tiempo.
Instintivamente me llevé la mano entre mis muslos y al pasar los dedos por encima de mi pantalón de pijama noté como estaba mojado, como pocas veces, retiré el elástico de mi prenda íntima y pasé los dedos directamente por mi polla que estaba hinchada y dolorida como si hubiera echado 3 polvos seguidos... Estaba realmente excitado y debía haber disfrutado de unos buenos momentos que intentaba recordar pero lo hacía vagamente...
¿Qué era lo que me había excitado tanto?
Indudablemente un sueño erótico de lo más ardiente, fue entonces cuando de repente empecé a recordar... La imagen de mi sueño se iba dibujando lentamente en mi cabeza:
Yo salía de un edificio solo con una camisa blanca cuello mao y unos jeans, no llevaba ropa interior, nada más, podía notar como el aire frío se metía por debajo de mis mangas, era una sensación muy placentera... luego entraba en un bar y... aparecía una chica que me miraba como si adivinase que yo no llevaba ropa interior solo iba con la camisa blanca.... Pero.... qué tontería!
Me levanté medio sonriendo y medio enfadado, por no haber podido dormir como me hubiera gustado para seguir disfrutando de mis sueños. A las 9 ya había desayunado. ¿Qué podía hacer? Esperar en casa a que volviera mi novia, no era una idea que me atrajera, ya que eso podría hacerse largo, así que opté por salir de compras, aunque al final no comprase nada. Me encanta ir a chafardear por las tiendas de deportes y con mi novia es imposible porque no siempre tiene paciencia, así que pensé en dedicarme a mí durante toda la mañana.
A las 11 ya estaba en la zona céntrica de Barcelona, donde estaban todos los comercios. Yo miraba los escaparates, entraba en las tiendas curioseaba, sin ánimo de comprar nada. De pronto, me dio un vuelco el corazón.