miércoles, 19 de enero de 2022

-  ¿Pero por que diablos, acepté esa maldita apuesta?

Kevin se lamentó en voz alta pero con su nueva voz femenina.

Bastó traspasar el umbral de la puerta de la vieja edificación con la señal de peligro biológico, accidentalmente pisó un charco de una pegajosa  substancia verde.

El cambio fue casi inmediato.

Perdió altura, peso, se le cayeron los pantalones porque su cintura era mucho más pequeña y lo peor se le salió un abultado pecho de su camiseta "imperio" ...

- ¿Tu sabías que esto sucedería cuando me apostaste que no entraría verdad?

Le preguntó a su amigo Carlos.

- Sí, Luís me hizo esto mismo la semana pasada. No dura mucho, pero tiene un efecto secundario, ya verás te pones muy cachondo.

¡Kevin sintió una nueva faceta, lo húmedo que estaba su recién estrenada vagina!

   








domingo, 26 de septiembre de 2021

Subíamos por un sendero escarpado hasta el monasterio de San Pedro, con el abismo de la costa a un lado, las rachas fortísimas de la Tramontana azotaban implacables y el pelo tapaba y destapaba las caras aleatoriamente, la vista era espectacular, al llegar a un recodo mientras las ramas se batían furiosas le dije:


-Espérame un momento, voy a hacer algo que no puedes hacer por mi, ella sonrió maliciosamente.

-¿Seguro que no? 

Dijo mientras su hermosa melena rubia le tapaba la cara momentáneamente. Me aparté unos metros a un sitio resguardado de la vista del sendero, en una distancia de cortesía, ya no podía aguantar mas, desabroché la bragueta, apunté distraído a unos matorrales, en pleno proceso de micción, desde atrás unas manos atraparon el pene, ella se había acoplado por detrás y ahora tenia mi miembro en sus manos.

-¡¡Vaaaa!! ¡Dejame probar! No seas carca, siempre he querido ver como va esta manguerita.
-¡No!, ¡para, para!

Y empezó a apuntar a la derecha a la izquierda, pero con el forcejeo se subió ligeramente la piel, lo cuál provocó que el chorrito perfectamente controlado se convirtiera en un aspersor sin ningún tipo de control, al girarme para evitar males mayores, una racha fortísima de viento de frente nos inundó, en una de las situaciones mas violentas que jamás he vivido, pues la chica a la que apenas conocía y yo mismo estabamos totalmente empapados por una lluvia dorada totalmente incontrolada.
Se hizo un silencio muy tenso en el que solo se podía oír el ulular del viento como presagio del final de una bonita historia. No podía ni mirarle, su vestido, su cara y su pelo goteante del dorado elemento y aún peor me imaginaba la mía, como no había podido parar de mear el resultado había sido catastrófico.

-Igualito que la lluvia dorada de Dánae

Rompió el silencio y afortunadamente su sonrisa se abrió paso entre las gotitas doradas.  

-Si ahora entiendo lo que le pasó a Zeus.¿Te imaginas a Tiziano excitándose mientras pintaba a Dánae?
Dije yo para romper el hielo.

-No, la verdad es que me resulta muy lejano. Y no creo que se hubiera meado encima de la modelo para pintar su obra.

Una sonrisa muy dulce, apareció por fin bajando la mirada y la voz como un tanto azorada.

-No te preocupes la culpa ha sido mía.

Ella ahora me mostró otra faceta, su lado menos frío, se sacó las gafas y alargó los brazos como un gato desemperezándose, sentí un cosquilleo muy dentro de mí. 
El escote del fino jersey totalmente húmedo se ladeó un tanto, resbalando, dejándola con un hombro de piel muy blanca, casi como el del cuadro aquel que ella describió tan intensamente.

-Me ha excitado lo que nos ha pasado y me has hecho abrir los ojos sobre un detalle fascinante sobre el cuadro de Tiziano, acerca de Dánae. ¿Conoces la historia?

-Pues no.

-Es que para comprender el detalle que acabo de descubrir, necesitas saberla. Lo importante es que la lluvia dorada que cae sobre el sexo de la Dánae (en griego Δανάη, “sedienta”)

Zeus estaba loco por ella. Al ser un Dios poderoso, hubiese podido raptarla sin ningún problema, pero quería mantener el secreto, evitando que se enterara su esposa Hera.

Todo ocurrió en una noche estrellada...Dánae yacía desnuda en su lecho, mientras soñaba con la ansiada libertad, cuando apareció Zeus a través de una rendija e inmediatamente se transformó en una suavísima lluvia dorada, se transformó en su propio semen, que cayó sobre la doncella.

Así, gota a gota, entró Zeus en el cuerpo desnudo y asustado de Dánae, patidifusa ante tan importante visita. Aquellas gotas doradas, cual cálido, perfumado, luminoso y vibrante abrazo, lograron el lascivo propósito del dios, la posesión de la hembra, y, de paso, introdujeron en el impúdico vientre femenino la semillita de una nueva vida: la del futuro héroe Perseo.

-Interesante historia, fascinante.

Bajamos al pueblo y al entrar en el bar nos miraron de arriba a abajo, de modo que disimuladamente entramos en el lavabo para adecentarnos un poco.  

Pedimos unas cervezas y unos pequeños bocadillos que nos cobraron por adelantado, supongo que por nuestro aspecto, estaban deliciosos, mientras hablábamos, mordisqueábamos y dábamos pequeños tragos, disfrutando de aquella conversación.

-Resulta que hoy gracias a ti he descubierto algo nuevo... es que…verás, (Se notaba que tenía ganas de contarlo y se atropellaba a si misma al hablar, estaba visiblemente emocionada).

-La diosa está tumbada así ¿no? Preparada para recibir la lluvia dorada.

Ella atrae hacía si otra de las pequeñas sillas de madera, se recuesta entre las dos sillas imitando la postura de Dánae. Yo busco la imagen en el móvil y asiento con la cabeza.




-Pues bien, una de sus piernas tapa la mano, y por la situación del brazo suponemos que reposa en la ingle. Pero si te fijas, esa mano se ve, pero está muy borrosa.
Dice ella colocándosela por debajo del envés del muslo.

-Ahí viene lo bueno, te das cuenta que ésta aprieta los dedos contra la carne como si quisiera abrirse más de lo que puede y deseara empujar ¿Lo ves? Mira así !!

Estaba eufórica, abre ahora sus piernas y aprieta los dedos contra la tela del pantalón. Al punto, se deja caer sobre la silla, toma la otra silla la acerca y se queda tumbada y da unos casi imperceptibles golpes de cadera al aire.

Había adoptado a la perfección la postura de la diosa, que aparecía acostada y desnuda sobre un lecho con las piernas abiertas y flexionadas y la cabeza ladeada. A pesar de los tejanos y de su llamativo jersey yo estaba imaginando a Dánae allí delante de mi. Instintivamente moje las yemas de los dedos en la cerveza y lancé gotitas sobre su sexo, con las luces que se filtraban por la ventana parecían pequeñas perlas. Ella aumentó sus golpes de cadera al aire abriendo aún más su sexo bajo los jeans.

Pasan unos segundos y se incorpora, se sienta recta como guardando la compostura y se coloca el escote del jersey, que inmediatamente se precipita hombro abajo.
Yo estaba alucinando, me ajusté las gafas, no podía dejar de mirarla, me estaba imaginando a la Dánae en la época actual, en una cafetería bajo una lluvia dorada, y un hombro desnudo al aire libre, al ver que la miraba tan intensamente ella bajó la suya.

-Ven, siéntate más cerca y le acerqué una silla a mi lado

Ella dudó unos momentos concentrada en los dibujos de las vetas del mármol de la mesa, de repente soltó:

-¿ Y por qué no?

Vuelve a sonreír, se levanta y en lugar de sentarse en la silla que le había preparado, se sienta sobre mi muslo, dándome la espalda, casi de un salto, apoyándose sobre mi pecho, estaba ahí en mi regazo, dejando su peso en mi pierna y aguantando con la punta de los pies en el suelo.

    



Instintivamente me acerco a su cuello y lo huelo, mejor no entrar en detalles acerca de su olor pero puedo sentir su calor a través de su amplio escote y un olor a lavanda y excitación que surgía de su interior......

En este preciso momento el dueño del bar se acerca hacia nosotros, bajando la voz nos dice,

- ¿Os importa salir de aquí? Esto es un bar familiar y no quiero líos.



domingo, 9 de mayo de 2021

Después de pasar toda la mañana en la playa, cogiendo conchas, haciendo snorkel hasta agotarnos y recuperando la temperatura robada por el agua cristalina, al sol, retozando entre la blanca arena de nácar molido, horas juntos que pasaban volando hasta la hora de comer.

Otras veces saltábamos desde las rocas en trampolines improvisados, cada vez mas altos, siempre se tiraba ella primero y se reía mientras me lo pensaba.


-¡Vamos gallina! 

Luego por la tarde nos juntábamos con nuestros hermanos respectivos y jugábamos al tenis en una pista de hierba improvisada con dos cuerdas atadas a dos árboles, al final siempre con una excusa, ella saltaba la cuerda y empezaba una discusión sobre una bola que no había entrado, o tocado la red, daba igual una excusa para colgarse al cuello con los brazos y las piernas a la altura de la cintura, era una fan del wrestling, y se sabía todas las llaves para desestabilizar al mas pintado, se creía una luchadora, era hábil casi siempre hacía que con su peso, los dos rodásemos entre la hierba y las flores silvestres, una vez me tenía atrapado contra la hierba se reía con fuerza, yo notaba que el contacto con su cuerpo me excitaba, entonces me azoraba y echaba atrás, entonces explotaban sus risas y aún me apretaba mas.   



Al acabar la tarde la rutina siempre era la misma, antes de ponerse el sol me pedía que la llevase en bici al apartamento de sus padres.
Se levantaba de un salto y me decía:

- ¿Me llevas contigo? Es que no tengo ganas de andar.

Me encantaba, pero por otro odiaba por sus peligrosas ocurrencias, habíamos probado 20 formas diferentes para ir los dos en la bici (una antigua bici de carreras), se sentaba delante en el manillar o en la barra con las 2 piernas hacia fuera y encogida sobre mis antebrazos, pero luego se soltaba y extendía los brazos en cruz y se ponía a gritar:

- ¡Mira como el Titanic, soy la Winslet!
- ¡Igualita, pero cógete al manillar anda que nos vamos a la cuneta!

Entonces íbamos descontrolados sin ningún tipo de equilibrio hasta que decidía volverse a coger al manillar y apoyadas sus nalgas contra la barra y entre mis brazos, hablando despreocupados, de repente me decía:

- ¿Venga no puedes ir mas rápido? ¿O quieres que pedalee yo?

Yo caía en la trampa y aceleraba, entonces ella se reclinaba sobre el pecho y apoyaba su cara sobre mi pecho y yo no podía disimular la fuerza de mi respiración, mitad por el esfuerzo, mitad por su espalda apoyada sobre mi tórax. le gustaba oír mis latidos acelerarse bajo la camisa blanca, me miraba de lado encendía sus ojos azules como solo sabía hacer ella y ponía su sonrisa mas pícara .

- ¿Por qué resoplas así, te estoy excitando?
- ¡Noooo es la subida y tu culo pesa mucho! 

Entonces se callaba enigmáticamente pero yo sabía que estaba totalmente picada. Aquella soleada tarde de agosto era especialmente calurosa y mi camiseta enseguida se empapó por el sudor.
Me miró desde su posición y bajando la voz me dijo.

- Estas muy sudado ¡Quítate la camiseta anda! que me mojas la mía con tu sudor.

Ella llevaba una camiseta negra como siempre, con mi sudor se la había mojado también. Pero esta vez me di cuenta de un detalle, ella también respiraba con dificultad y cosa curiosa parecía concentrada y su sonrisa no era tan radiante como siempre.

Paramos entre unos árboles, me quité la camiseta y ella se quitó la suya y la dobló cuidadosamente puso las dos debajo de su trasero, era la primera vez que la veía con sujetador, (negro por supuesto).

Me pidió ir por la pista de tierra para no cruzarnos con nadie ya que iba en sujetador, esta vez subió sus antebrazos hasta mi cuello, ahora con su espalda desnuda sobre mi pecho mi corazón batía como un tambor y notaba como su mejilla apoyada entre mis hombros se movía rítmicamente al compás de mis latidos, mi aliento ahora incontrolado se dirigía contra su melena rubia que se movía acompasadamente, ella aún se apretaba más y sus dedos se estrechaban en mi cuello.

No podía pedalear en aquel estado y la verdad es que ella mas bien dificultaba el proceso.
Sudoroso pedaleando, me daba la sensación que las piernas se batían  como un molinillo sin que avanzásemos de dónde estábamos... 

Pero esta vez ella no me recriminó la velocidad, yo veía como sus pechos se movían al compás de nuestras respiraciones y como constantemente se acomodaba en la barra con una especie de contracciones, como si no estuviera cómoda.

- ¡Para por favor que me voy a caer!



Paramos la bici, pero ella no me soltó se giró y tal como estaba me abrazó, buscando mi boca yo la abracé con fuerza y ella hizo como siempre se colgó de mi cuello y subió las piernas hasta que caímos los dos redondos pero esta vez, sus manos fueron a buscar mi pantalón, yo estaba horrorizado porque con toda la situación se descubriría que bajo el mismo yo tenía la tranca dura como el cuello de Camarón, me apuntaba a la cabeza y me daba vergüenza que ella viera que ella con un simple contacto podía dejarme con aquel instrumento en aquel estado.

Pero no hubo burlas, mas bien sorpresa acarició suavemente mi polla sin dejar de mirarla, como hipnotizada ahuecaba la mano para hacerse una idea de su tamaño sin apretarla, lo cual me hacía enloquecer.

- ¿Me dejarías probarla a mi?
- Si, pero estoy deseando ver tus tetas.
- Vale

Obedeció, se sacó el sujetador y dos hermosas tetas blancas con unos pezones rosados se asomaron al exterior como un resorte, contrastando con el moreno tostado de su piel, las acaricié también muy suavemente y besé aquellos pezones que se estremecían con el contacto de mi lengua.
Ella acercó su cara a mis ingles y apoyó su mejilla en mi muslo, poco a poco fue acercando sus labios hasta que el glande totalmente granate a punto de explotar y sumido en un tembleque constante sentía el alivio de aquella lengua tan dulce que se paseó por su punta su saliva y sus caricias superficiales me hacían enloquecer, hasta que la engulló con lujuria y pude disfrutar de todas las emociones nerviosas que me proporcionaron sus labios carnosos.

Ella temblaba también cuando bajé sus pantalones, sus bragas estaban inundadas, note el calor de su excitación sobre mi cara cuando la acerque entre sus muslos y le devolví la crueldad de sus caricias, hasta que las contracciones le levantaban la espalda del suelo y presionaban los muslos sobre si mismos como si quisieran atrapar algo.

- ¡Acariciamhhehe e ahhhí porffhffhfa!
- ¿Eighht?

No la entendí, ella no podía articular palabra quise contestar pero yo tampoco pude hablar, cuando intentaba hablar me salía un quejido.

Cada vez que la acariciaba sus jadeos se aceleraban mas y se volvían mas profundos lo cuál me excitaba en un círculo virtuoso cuyo final no podía imaginar, provocaba que mi pene se hinchara al ritmo de los latidos de tal forma que me daba la sensación que nunca lo había visto así y al final explotaría.

Luego me abrí paso entre sus muslos, apuntando aquel grueso cañón haciéndose paso en la cueva temblorosa que se iba abriendo obediente en cada embate, hasta que me noté invadiendo aquel cuerpo maravilloso que se retorcía a cada movimiento que yo daba como una coreografía estudiada milimétricamente e hicimos el amor por primera vez bajo la sombra de aquel árbol.

Volvimos andando .... apenas podíamos mantenernos de pie por lo tanto quedó descartado subir en aquella bici infernal. Tampoco pude olvidar aquella tarde en mucho tiempo ...

jueves, 14 de noviembre de 2019

Todo empezó en una tarde estival, el destino quiso que entrara en una desvencijada tienda de antigüedades, enseguida me sentí invadido por los penetrantes olores a disolventes, aguarrás, barnices y viejas pinturas, se respiraba una atmósfera especial a antiguo, que iba anulando el pensamiento, haciéndole retroceder cien años, los muebles de madera, espejos enmarcados en floridos marcos de forja oxidada, parecían protegerme de historias ancestrales, de repente apareció aquél lienzo misterioso, una tela recubierta totalmente por una pintura de color ocre, un pintor avergonzado de su obra en lugar de destruirla, la cubrió para no verla mas, fui invadido por la curiosidad, quizás la magia de rescatar una escena oculta y tapada rápida y burdamente, el caso es que compré un antiguo reloj y conseguí que me regalara la tela puesto que me avergonzaba pujar por ella, no quería dar explicaciones de mi turbia imaginación .....

Estaba fascinado, al llegar a casa apliqué cuidadosamente agua y jabón, pero bajo cada capa de color oscuro aparecía otra, dejando entrever en el fondo una leve silueta de mujer, preservando una y otra vez sus formas, lo cual me reavivaba la curiosidad, puesto que la tela no tenía ningún valor me arriesgué con unos disolventes mas invasivos, el anticuario ya me había informado que se lo compró a un anciano peregrino que venía de muy lejos, estaba terriblemente intrigado pero la masa compacta de pintura negaba a mis ojos desvelar la escena que ocultaba, aunque yo cada vez estaba mas convencido que allí había algo siniestro.

Despues de muchos intentos y ver que estaba destrozando todo el soporte, di por finalizada la limpieza de modo que colgué el lienzo como si fuese un tapiz en forma ornamental en mi propia habitación, luego entré en un profundo sopor, los grises rayos de Luna y las sombras de la ventana iban dibujando sobre el lienzo la imagen de una hermosa mujer que sostenía unas manzanas entre sus pechos pero no podía distinguir su rostro a pesar de mis esfuerzos por ponerle rasgos.



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Eran las 10 de la mañana, como siempre abre la casa con su llave, parece que hasta los escalones saben lo que va a pasar, cuando sube los peldaños de la casa, para luego a ir a cambiarse por ropa de trabajo, mas ligera de acorde con las tareas domésticas para las que fue contratada.
En el piso superior ha visto cerrada la puerta del dormitorio del hombre que la contrató, deduce que aún está durmiendo.

Se quita sus ropas de calle y cubre su desnudez solo con un vestido tejano de color verde, se cubre el pecho con el peto, no lleva blusa, así ligera de ropa, puede soportar el calor y le permite trabajar con mas libertad, aunque dibuja unas caderas firmes y marca su estrecha cintura, pelirroja el pelo suelto sobre los hombros y su rostro se ve apenas entre las sombras. Sus ojos brillan en la tenue penumbra.

Ya está preparada, para empezar se dirige al jardín del fondo de la casa. Cada día antes de sus tareas se evade entre la vegetación, aspirando el aroma y tocando con suavidad las manzanas rojas que cuelgan de las ramas, a primera hora los colores están vivos, el sol reactiva los tonos, verdes y rojos, llenan su mirada y el perfume de la fruta madura su olfato, los ojos se transforman, brillan y su mente se activa.
Su semblante ahora se ha quedado sin sonrisa, muerde sus labios y su cara muestra un rictus de excitación extrema.

Recoge algunas manzanas, las más hermosas, no tiene cesto, abre su blusa y las coloca entre sus pechos, se siente presa de un gran poderío al colocar entre sus pechos aquellas esferas de tonos rojizos y calientes por el sol compitiendo con su piel.

Sube los siete peldaños que la conducirán a su habitación del dueño de la casa. Lleva las manzanas, apretadas a su cuerpo, se atusa el pelo, estira la falda. Hace un movimiento del cuerpo y se despoja totalmente del peto. Sus tetas firmes de pezones rosados, compiten duramente con la fruta, con el hombro empuja la puerta y penetra en la habitación dominada por la oscuridad. En el fondo del cuarto está la cama, y hacia allá se dirige con las manzanas sostenidas con las dos manos. Se escucha el respirar profundo del aquel hombre atrapado en su propio sueño, y ella se queda de pie ante la cama, en silencio mirándole tiernamente.
Repentinamente, la mujer las arroja sobre la cama, a su lado y lo toca suavemente. El hombre se mueve tratando de incorporarse. Cuando se sienta al borde de la cama, ve entre sombras a la mujer semidesnuda en el lienzo. Tiende las manos para atraerla hacia el lecho, pero la mujer le mira impávida desde su cárcel de tela.



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Con el sol la pintura se ha cuarteado y aparece en el cuadro una mujer como la de su propio sueño....En la cama hay espacidas 5 grandes manzanas al lado de su cara.

sábado, 12 de enero de 2019

- ¿Acaso alguna clienta te ha arrastrado dentro de la vivienda, estirando de tu mono semiabierto y te ha sentado sobre el sofá , bajando esa cremallera provocadora, para ver que curiosa herramienta oculta y has temido por lo que pudiera pasar?

El fontanero, abrumado por la pregunta de su futura clienta, se quedó petrificado, intimidado hasta el punto de ver paralizada su boca y de paso todas sus extremidades, permanecía de pie bajo el dintel de la puerta de entrada sosteniendo la pesada caja de herramientas y un tubo de PVC, inmóvil y mudo y sin que la visión del cuerpo de la mujer le ayudase, adivinado a través de un delgado vestido vaporoso muy corto, que le permitía ver unos muslos muy redondeados,  su cerebro se puso en marcha e intentó articular un “no” claro y conciso, pero salió esto.

— N… N… No.

— Ya y ahora me dirás que el mito del fontanero es completamente falso 

La mujer estaba disfrutando, sus ojos azules saborearon con lentitud y de arriba a abajo al chico que se adivinaba tembloroso, embutido en un mono azul intenso, bastante nuevo que portaba en la espalda las letras blancas, el  uniforme de “Reparaciones Gonzalez” que restaba puntos a su sex appeal de veinteañero fibrado, le divertía y excitaba a partes iguales su parálisis y timidez, a su pesar concluyó que repetiría la entrada para evitar una huida prematura.

— Empecemos de nuevo, a ver: ¿cómo te llamas?

— Jo… Jorge.

— Jorge: ¿nunca una clienta te ha pedido que les enseñes la herramienta?

— Pues…

— Habrás salpicado a alguna con tu grasa de montar cañerías.

— Yo…

Demasiadas metáforas para el pobre fontanero, incapaz ya de mirar a los ojos azules que le recorrían el cuerpo como ruedas de diamantes cortantes, que con descaro se detenían en la entrepierna, sentía que le desnudaban deseando clavarle algo más que la mirada, incapaz de mantener su mirada, bajó la vista posándola en sus desgastadas deportivas. ¿Por qué se habría puesto aquéllas tan viejas? ¿Por qué no se atrevía a materializar la fantasía de cualquier hombre, la suya incluida? ¿Que le estaba pasando? 
Por la mujer desde luego no era, no sería, su atractivo resultaba innegable, el atrevimiento sobrepasaba lo imaginable. 
Si al menos fuese capaz de articular dos palabras seguidas ....

— ¿No tienes lengua, Jorge? Porque entonces no me sirves.

La mujer estaba disfrutando con la escena. 

— Con un movimiento casi de bailarina, se puso delante del fregadero, abrió las portezuelas inferiores y abrió un grifo con tanta intensidad que se mojó la blusa, instintibemente se puso de puntillas y apartó el culo hacia afuera, al instante se puedo comprobar que el agua goteaba por el sifón.

La avería era muy sencilla, solo había que cambiar un racor del desagüe, comprobó si tenía el recambio y añadió.

— Es una reparación fácil, costara 48 €, basicamente por el desplazamiento.

Acertó a decir el fontanero acercándole a la mujer un racor nuevo de PVC, de la caja de herramientas tras haberla sacado torpemente de la funda de plástico.

— Y no tengo… Cambio.

— Ya veo, mucha sangre tampoco tienes, venga adelante con la reparación.



A continuación, se metió bajo el fregadero boca arriba y la cara bajo el desagüe y con una gran pericia y añadió una cinta de teflón y cambió la pieza, desde esa posición le pidió que abriese el grifo, ella abrió las piernas y se acercó de nuevo al fregadero, procurando abrir bien las piernas para mostrar su ropa interior, le excitaba estar ahí con un desconocido tumbado mirándole sus intimidades, mientras abría y cerraba el grifo de agua caliente y fría, lo que no impidió salpicarse y dejar mas en evidencia las oscuridad de sus pezones, en la suave tela de su blanca camiseta, pareció gustar ese extra de provocación, sonrió la mujer para sus adentros.
Incluso atrapó con su mano parte de la tela de la falda contra el mármol para que el espectáculo fuera mas evidente.
Jorge no pudo evitar ver aquellos dos muslos esculpidos como columnas de mármol y bajo el mono tuvo una molesta erección que en la posición que estaba quedaba bastante evidente.
Una vez comprobado que todo iba bien, se incorporó de la parte baja del fregadero.


La mujer acercó el monedero que reposaba sobre el mármol y retiró el dinero, dos billetes de veinte, uno de cinco y tres monedas de un euro.

— Toma, justo como querías

La mujer soltó sin disimulo las monedas a escasos milímetros de la mano de Jorge, le tocaron los dedos y cayeron éstas al suelo, rodando alegremente hasta perderse piso adentro.

— Vaya, mira que soy torpe.

De haber estado en un partido de fútbol, el pobre fontanero habría pedido la hora. Por contra, asistió a un espectáculo más propio de un salón de striptease que de el pago de una reparación a domicilio. La chica, exagerando las poses, y marcando con claridad los movimientos para que destilasen el máximo de sexualidad posible, se agachó ostensiblemente a recoger las monedas levantando el trasero para asegurarse de que las nalgas se dejaban ver lo suficiente a través del camisón, redondas, compactas, perfectas, la piel tostada sobresalía, brillante bajo la luz del fluorescente.
Jorge no podía estirar ya mas el cuello sin provocar una luxación.
El menudo triángulo blanco a la altura del coxis que ya había visto antes desde otro ángulo era el único vestigio de ropa interior, quedando casi escondida la parte trasera, que, pese a luchar con todas las fuerzas inherentes a un trozo de tela relativamente elástica, se veía absorbida sin remedio al interior viéndose atrapada entre ambas rocas carnosas de redondez casi perfecta.
 ¿Por qué no dejarse atrapar de igual manera? Era el único pensamiento que discurría por la cabeza del fontanero. Por la otra cabeza, la inferior ahora ya de mas tamaño, fluían más que pensamientos, una sensación incómoda en la entrepierna anticipaba la enorme erección que tendría lugar segundos más tarde.

— Vaya, sí que se han ido lejos la moneditas. 

A la mujer le divertía la situación, se giró sonriente hacia el fontanero asegurándose de que la blusa mojada por el agua caía con suficiente juego como para dejar al aire su pronunciado escote

— Pero ya las tengo a las dos que faltaban

Se irguió a cámara lenta, como si protagonizase la escena tórrida de una película de serie B

— Toma, Jorge.

La mujer recuperó el espacio que había perdido al ir a buscar las monedas dentro de su casa sin abandonar los ojos de la estatua que tenía enfrente, en la que se adivinaba una incipiente y poderosa prominencia. Puso el máximo de picardía en su mirada, la acompañó con el suave vaivén de su cuerpo acariciado por la fina lámina del delgado vestido, se detuvo a la misma altura del que esperaba futuro compañero de catre, rozándole la parte descubierta del mono de trabajo, con la oscuridad de aureolas, por su camiseta ligeramente mojada, bañó con su perfume intenso el aura del chico en un intento de engatusar su raciocinio y le introdujo el dinero en el bolsillo del pantalón atreviéndose a rozar con la punta de los dedos la otra punta que pugnaba por salir a la superficie.

— Entra, que te doy tu propina.


Estiró del fontanero por el bolsillo incitándole a entrar, mas bien le obligó. Éste se resistió con un paso atrás, dando al traste con la maniobra de cortejo.

—Emmm Ummh Lo… Lo siento 

Balbuceó. 

— Tengo que seguir trabajando. Y…

— ¿De verdad que no te apetece una pausa?

— Sí, claro. Pero…

— Pues ven.

— La mujer sacó la mano del bolsillo y la plantó directamente en la entrepierna de Jorge. Manoseó sin miramientos, por la dureza y sus dimensiones, el fontanero tenía de qué sentirse orgulloso, la mujer notó una humedad en la entrepierna que la invadía y no pudo evitar un gemido. 

— Lo vas a pasar mas que bien.

— Lo siento, de verdad.

Se desembarazó como pudo del gancho femenino con toda la delicadeza que pudo poner en el acto y dio otro paso atrás sufriendo la rigidez de la erección ya imposible de disimular que lo incomodaba

— Tengo que marcharme.

— Tú mismo 

Dijo la mujer suavemente pero visiblemente irritada por su expresión y sin poder dejar de mirar el tamaño considerable de la parte media del mono.

— Espero que quede satisfecha con la reparación, en “Reparaciones Gonzalez”, le damos seis meses de garantía por confiar en nosotros.

Echó a correr como pudo camino del ascensor, recorriendo los diez metros del pasillo arrastrando la pierna hasta que logró acomodarse el miembro pegándolo contra su vientre y notando la generosa humedad que manaba de la excitación. ¿Por qué se había negado? Seguramente por timidez o por no estar preparado para el momento. Al fin y al cabo, ¿lo de los fontaneros no era un mito extendido hasta la saciedad por la pornografía? ¿Cuántas veces le había ocurrido aparte de la más reciente? Echó mano de su recuerdo tratando de apartar de la mente el vaivén de los pechos embutidos sin sostén, con las aureolas coronadas por pezones oscuros y lu leve contacto en el pecho, llegó a la terrible conclusión de que jamás le pasaría nada parecido. 
Repaso situaciones pasadas, solo la naturalidad de una chica que una vez le abrió la puerta con una camiseta transparente y sin nada debajo, una mujer ya mayor que se insinuó con desparpajo y ahí se acababa todo, definitivamente nadie más aparte de la mujer que ya quedaba en el tercer piso y que había dejado escapar sólo por no estar preparado. Y por ser imbécil, pensó el chico entrando en el coche de reparto. “Imbécil, imbécil, serás imbécil…” se repitió muchas veces.

— ¡Imbecil!

Se gritó a si mismo dentro de la furgoneta, pero eso no solucionaría su escaso atrevimiento, por lo que no quedaba más remedio que arrancarlo y retomar la jornada de fontanero. Pero sus manos se negaron a sacar las llaves de la chaqueta, que aún conservaba su perfume; obligándose a permanecer sentado en el asiento del conductor al tiempo que sus reproches inundaban el espacio asfixiando su ánimo. “¿Y si vuelvo, que pasaría?”, incapaz de soportarse a si mismo. Giró la cabeza fijando la vista en el portal por el que había salido un minuto antes. Elegante y moderno, con una cristalera protegida por un portón de acero inoxidable, ofreciendo la entrada a un paraíso carnal del que él mismo se había excluido… 
Como le gustaría poder entrar de la misma manera que en ese momento lo hacía un hombre con traje, accediendo al piso deseado con toda la naturalidad del mundo. “¿Y si vuelvo?”. Sabía el piso, el nombre de la mujer y, lo más complicado, existía interés mutuo por conocer sus respectivos cuerpos. ¿Qué podía fallar? Nada. “Tengo que volver”. Lástima que el deseo fuera menos poderoso que la voluntad, quedando atado al asiento hasta que un desencadenante le agitó casi quince minutos después: un fontanero de Reparaciones, competencia suya, aparcó la furgoneta justo delante del portal, aparcó el vehículo a dos pasos, abrió el portón trasero para retirar las herramientas y tras cerrar, enfiló los pasos hasta la entrada del edificio. ¿Podría ser? Aún existía una más que probable oportunidad de enmendar el error cometido antes.

— ¿Puedes repetirme eso?, ¿Quieres hacer tu la reparación del cuarto, primera?

El nuevo fontanero de "García S.L.", no daba crédito a lo que le planteaba el operario de la competencia.
¿Por qué dejarle el trabajo si ni siquiera eran de la misma empresa? Miró incrédulo a Jorge de arriba a abajo sin notar nada extraño de lo que sospechar. Poseía apariencia confiable, no daba señales de estar bebido ni drogado, el estado de su uniforme era el correcto…

— Te pagaré el doble de lo que cuesta —aseguró Jorge tratando de ser convincente—. Así te llevarás una buena propina y ganas el tiempo de la reparación, enseñándole la pieza defectuosa.

—Pero… 
— La reticencia no era muy poderosa; aunque debía mantener la compostura.

— Toma 

Jorge le tendió al fontanero todo cuanto tenía en la cartera: tres billetes de veinte euros, dos billetes de diez y uno de cinco  

— La llamada es de el cuarto, primera ¿verdad?.

— Sí, sí…

— A nombre de Alicia Gómez, ¿no?

— Sí.

— Ya me encargo yo.


Jorge recogió la nota de reparación de las confusas manos contrarias y la firmó, extrajo de la caja de herramientas la pieza sustituida y se la entregó, recogió la nueva pieza con su protección de plástico de su competidor, este se encogió de hombros despidiéndose posteriormente alzando la mano y dejando a Jorge llamando al portal mientras retomaba el trabajo perplejo en su furgoneta.

— ¿Sí?

La voz de la mujer a través del interfono le estremeció.

— Vengo a realizar la reparación que nos han pedido.

— Sube.

Un zumbido en la cerradura le dio acceso al paraíso carnal que había abandonado veinte minutos antes sin que, en apariencia, le guardara reproches por la desconsideración. Llamó al ascensor sintiendo los nervios bullir en su estómago, aguardó a que el elevador descendiera entonando una melodía al azar que le permitía liberar la mente de la tensión, se introdujo en el habitáculo de una zancada y apretó el botón con el “4” rotulado en el centro desencadenando la maniobra de ascenso a los cielos. Entonces se le ocurrió una idea completamente loca: ¿y si llamaba a su puerta desnudo? Era absurdo, idiota, todo un riesgo en un edificio de vecinos. Pero así se resarciría del plante anterior y le devolvería la jugada demostrando que también poseía atrevimiento. ´
Así que Jorge se asomó por la puerta del ascensor una vez éste se detuvo en el cuarto piso, oteó alrededor sin ver movimientos extraños, prestó atención a cualquier sonido que pudieran atrapar sus orejas y decidió llevar a cabo la descabellada idea. Salió, recorrió de nuevo los diez metros de pasillo, abrió el maldito mono de “Reparaciones Gonzalez”, se desnudó todo lo deprisa que pudo delante de la deseada puerta, deportivas fuera, calzoncillos, las prendas se acumularon en el suelo creando una pequeña montaña; montaña que debería arrastrar al interior una vez la mujer le invitase a pasar. ¿Qué faltaba? Sólo una cosa: la caja de reparaciones. Así que se tapó con ella sus partes nobles y llamó al timbre; deseando con todas sus fuerzas que ningún vecino le pillase de aquella guisa.

— Cariño, está aquí el de las Reparaciones.

La voz que sonó dentro del piso le era conocida, pero el “cariño” encajado en la frase la desencajaba de cualquier contexto imaginado. Igual que la primera vez, Jorge se quedó paralizado ante el umbral del cuarto primera.

— Sí que has venido ráp…

La frase se diluyó en el aire como se le escapa la vida a cualquier personaje secundario en su único primer plano de película de thriller. El hombre con traje se quedó sin palabras ante aquel tipo desnudo cubierto únicamente con una caja de herramientas y el pobre fontanero, espantado ante el giro que habían tomado los acontecimientos, permaneció congelado y con la boca abierta como si le hubiesen criogenizado justo durante el peor susto de su vida.

— ¿¡Quién eres tú!? 

El grito espoleó el instinto de supervivencia de Jorge.

— ¿¡Y QUÉ HACES DESNUDO EN EL RELLANO DE MI CASA!?

No esperó ni un segundo a que se desencadenaran los actos tras las palabras, recogió la montaña de ropa a la velocidad de la luz, la puso como pudo sobre la caja de reparaciones y echó a correr como pollo sin cabeza, descendiendo a toda prisa por las escaleras sin preocuparse de su desnudez, de haber perdido las zapatillas por el camino ni del bamboleo del pene golpeándole violentamente contra la caja metálica, tampoco se preocupó por ir en pelotas por la calle ni de que había perdido el mono azul al abandonar el portal, corrió hasta la furgoneta, abrió la puerta, arrojó todo cuanto llevaba en los brazos al asiento del copiloto y dejó el estacionamiento sin mirar atrás en ningún instante. ¿Volver al taller? Imposible, debía dejar el trabajo, imaginaba la llamada telefónica del dueño de la casa, la fontanería había acabado para él. 
Desde aquella noche, Jorge no volvió a tener una caja de herramientas a menos de cinco metros de las manos. Y mucho menos entre las piernas.....

sábado, 22 de octubre de 2016

Era la madrugada del sábado cuando oí la puerta, mi novia había salido hacia el trabajo. Miré el despertador y no eran todavía las 7, me retorcí sobre mi mismo en la cama para seguir durmiendo y así lo hice pues me encontraba bastante cansado. Una media hora después me desperté sudoroso y con la respiración entreanchada. No, no había sido una pesadilla ni nada parecido, había sido un sueño erótico con polución nocturna incluida.



Cerré los ojos y me concentré, pues el gusto que tenía en todo el cuerpo después del sueño era tan grande que intentaba conservarlo dentro de mi mente durante el mayor tiempo posible. Me acurruqué como un ovillo, bien tapado con la manta. Estaba relajado intentando regresar al fuego onírico, pero era tal la excitación que ya no podía volver a dormir. 
Miraba con desesperación el despertador que iluminaba con sus destellos la obscuridad y compartía conmigo en silencio lo despacio que pasaba el tiempo.

Instintivamente me llevé la mano entre mis muslos y al pasar los dedos por encima de mi pantalón de pijama noté como estaba mojado, como pocas veces, retiré el elástico de mi prenda íntima y pasé los dedos directamente por mi polla que estaba hinchada y dolorida como si hubiera echado 3 polvos seguidos... Estaba realmente excitado y debía haber disfrutado de unos buenos momentos que intentaba recordar pero lo hacía vagamente... 

¿Qué era lo que me había excitado tanto?

Indudablemente un sueño erótico de lo más ardiente, fue entonces cuando de repente empecé a recordar... La imagen de mi sueño se iba dibujando lentamente en mi cabeza: 
Yo salía de un edificio solo con una camisa blanca cuello mao y unos jeans, no llevaba ropa interior, nada más, podía notar como el aire frío se metía por debajo de mis mangas, era una sensación muy placentera... luego entraba en un bar y... aparecía una chica que me miraba como si adivinase que yo no llevaba ropa interior solo iba con la camisa blanca.... Pero.... qué tontería!

Me levanté medio sonriendo y medio enfadado, por no haber podido dormir como me hubiera gustado para seguir disfrutando de mis sueños. A las 9 ya había desayunado. ¿Qué podía hacer? Esperar en casa a que volviera mi novia, no era una idea que me atrajera, ya que eso podría hacerse largo, así que opté por salir de compras, aunque al final no comprase nada. Me encanta ir a chafardear por las tiendas de deportes y con mi novia es imposible porque no siempre tiene paciencia, así que pensé en dedicarme a mí durante toda la mañana. 

A las 11 ya estaba en la zona céntrica de Barcelona, donde estaban todos los comercios. Yo miraba los escaparates, entraba en las tiendas curioseaba, sin ánimo de comprar nada. De pronto, me dio un vuelco el corazón.


Era ella, sí, sin duda, era ella… la camisa blanca que llevaba en mi sueño y estaba allí expuesta en un maniquí de aquella tienda. La mismo camisa blanca con ribete marrón, con dos bolsillos, tal y como la soñé. Allí estaba, además rebajada... era tan bonita.... Desgraciadamente sólo les quedaban tallas sueltas. Me apresuré, entré y pregunté directamente por la camisa del escaparate. 

-Es la única que queda, si se la quiere probar?

Me preguntó la dependienta. Yo asentí con una sonrisa.

Estaba absorto, era todo calcado a mi sueño. Entré en el probador y me quité los pantalones vaqueros tan rápido como pude, como si el hecho de que me diera prisa fuera a hacer que la camisa me sirviera. Ahí estaba yo, con la camisa de mi sueño en la mano, dispuesta a probármela. Tomé aire profundamente y metí un brazo y luego el otro y abotoné la camisa desde mis muslos. 

Era increíble! Aquella camisa blanca me quedaba como un guante! Era preciosa y me quedaba fantástica, era ideal....¡perfecta !... era la camisa blanca de mi sueño! Se adaptaba a mi torso, y notaba como su tejido me acariciaba con una extraña complicidad y luego me caía como un beso hacia mi abdomen, abrazándome ni muy fuerte ni muy suave. Me miré una y otra vez al espejo, estaba ilusionado, como una niño con botas de futbol 

Despues de estar un buen rato mirándome al espejo con mi nueva prenda, me la quité y volví a calzarme los vaqueros, pero la emoción era tan grande que salí con la camisa en la mano apresuradamente, como si me la fueran a robar y pidiéndole a la dependienta si había algún problema en que me la llevara puesta. 
Ella me miró algo extrañada pero me dijo que no había ninguno. La pasó por la caja, le quitó la alarma, la etiqueta con el precio y me la entregó.

Yo volví al probador y me quité mi polo tan deprisa que me cayó al suelo, luego bajé mis jeans y arrastré el boxer hacia abajo de forma que el pantalón se quedó en mis tobillos y el boxer en mis rodillas. Me miré en el espejo del probador y sonriendo me dije: "Esto es lo mismo que mi sueño !!, pero...¿ porqué no ?" y con decisión me quité también los boxers.... Si, ese sueño se iba a cumplir, habría que ayudarle para que fuese completo.

Me contemplé desnudo de cintura para abajo un ratito y comprobé una vez más que estaba muy caliente, me guiñé un ojo a mi mismo frente al espejo en signo de complicidad con mi otro yo. Sentí el dolor de mi polla aprisionada, observé como el paquete se notaba abultado y la polla enrojecida, pero el hinchazón de mi sexo no era normal y su brillo denotaba una excitación fuera de lo normal. Me gusta observar mi pene, no sé si será especial, pero es algo que me gusta contemplar sobretodo como ahora con esa excitación, pasé dos de mis dedos a lo largo de mi tranca totalmente enhiesta y solté un bramido por el gusto que eso me producía.

Me puse nuevamente la camisa y me miré una vez más al espejo. Era ancha y cómoda, con el viento, no había problema, era lo suficientemente ajustada para no levantarse inoportunamente... pero... era tan ancha... bueno... pensé: "las camisa blancas son así..." Me miraba y miraba y había algo que no me gustaba del todo, intentaba recordar mi sueño y encajarlo en la realidad, no caía en la cuenta qué era, pero algo no encajaba.

Por fin me di cuenta de lo que era. Algo no encajaba con mi sueño. En el sueño no llevaba tampoco reloj, así que me lo quité. Me volví a contemplar y ahora sí que sí, era tal y como soñé... Guardé el boxer y el reloj en el bolsillo y salí con el polo en la mano. Le pedí una bolsa a la dependienta para guardarlo y ella, muy amable, me cogió el polo y el boxer, y lo comenzó a doblar. Cuando pasó la mano por el boxer, se sobresaltó ligeramente, me miró y sonrió, para, seguidamente, terminar de doblarlo, guardarlo en la bolsa y entregarme ésta.

Pagué con la tarjeta y me despedí.

-¡Que disfrute de su camisa! 

Contestó ella con una sonrisa llena de picardía en la boca a la que no pude por menos de corresponder.

Y salí a la calle. A pesar de estar a finales de Octubre preferí no ponerme la cazadora y mejor llevarla en el brazo, pues quería lucirme con mi nueva indumentaria, deseaba que la gente viera mi nueva y flamante camisa que la admirasen, no se porqué lo necesitaba. No me importaba que apenas llevara nada de ropa contra el frío, solo mi nueva camisa blanca, pero eso, la verdad, era lo de menos, estaba realmente caliente como para abrigarme más.

Al principio, todos parecían mirarme raro, o eso intuía yo, como si se dieran cuenta de que iba desnudo bajo mis dos ajustadas prendas. Borré ese pensamiento de mi mente. Era imposible, eran miedos psicológicos y me lo repetía a mi mismo una y otra vez. Cuando hube borrado aquella idea, comencé realmente a disfrutar. Me sentía libre y además estaba cachondísimo otra vez, a ese paso, posiblemente lograría tener un orgasmo sin siquiera tocarme. Notaba como mi polla crecía bajo los jeans otra vez, había tenido el acierto de no apretarlos demasiado, creo que como siguiera así iba a eyacular de nuevo, estaba tan caliente que tuve miedo de que se empezara a ver el bulto de la forma de mi polla y el líquido manchando el pantalón. Así que entré al primer bar que se me cruzó....

No, no podía ser, era increíble, ante mis ojos estaba.... el bar del sueño! Todo igualito a mi sueño.... Pero, ¿cómo podía ser? No había estado ahí nunca antes en mi vida y todo me era familiar, hasta el camarero era el de mi sueño, parecía que todo se iba convirtiendo en realidad, como algo premonitorio.

Pedí un café con leche y mientras me lo servían, me fui al servicio a ver si me podía secar un poquito, estaba sudando como un cerdo. Entré y me miré al espejo. Mis carrillos ardían y se notaban encarnados debido a la diferencia de temperatura con el exterior y la excitación de revivir un sueño que daba por perdido con el paseo desde la tienda hasta ese bar, con aquella camisa blanca que me quedaba como un guante, tomé un poco de papel y lo metí entre mis piernas, note mucho calor en mi sexo, pasé por mi glande el papel higiénico y me lo sequé. Luego seguí hacia abajo, secando mi entrepierna con suavidad había tenido otra polución. El chorretón casi asomaba por debajo de mi camisa. Nunca había estado tan húmedo.... y tan caliente sin haber hecho apenas nada.

Salí del servicio y me dirigí a la barra, donde esperaba ya mi café con leche. Pagué y me lo llevé a una mesa del rincón. La más discreta del local. Me acomodé y empecé a tomar el café. Me supo riquísimo. Esta no sería mi última visita a aquel bar. Entonces me dio por mirar a la pared del frente y me percaté de la existencia de un espejo y me ruboricé. En ese espejo había un chica, que me miraba a su través sonriente. Fijaba sus pupilas con rabia en las mías esperando el cruce de miradas que en ese instante se produjo y saltó la chispa. Bajé rápido la vista hacia mi taza, sentí cierto corte, pero me gustaba al tiempo saberme perseguido por aquellos ojos. No me atrevía a volver a mirar al espejo. No sabía que me pasaba. ¿Por qué me sonreía ese chica? ¿Me habría visto algo más allá que los ojos... ? No, no podía ser, el espejo empezaba más arriba, intenté quitarme de encima los miedos... Volví a mirar al espejo. Ya no estaba allí. ¿Había sido imaginación? ¿parte de mi sueño?... No, la respuesta no se hizo esperar.

- ¿Puedo sentarme contigo?

Me dijo un voz cálida muy cercana a mi oído.

Giré mi cabeza, sorprendido, le miré y era él. Era bajita y con unas curvas muy armónicas, con una cara redonda como un plato de rasgos muy agradables y sensuales, labios carnosos, sentí confianza, vestía una gabardina azul abotonada y debajo debía llevar una minifalda de cuadros escoceses y una blusa de color crema, aunque eso no lo adivinaba yo porque iba recordando pequeños retazos de mi sueño, su mirada me penetraba en el interior, era cómo si ella ya supiera las respuestas, me asusté mucho, no quería que pasara nada e iba a decirle que no, cuando escuché, como un espectador en primera fila, cómo mi propia voz le decía:

- Claro, por supuesto.

Acerté justo a cruzar un poco mejor las piernas, ya que se estaba sentada delante de mí y me sentía desnudo frente a ella. Le sonreí con una mueca. Notaba había tenido otra cómo mi jugo hacía patinar mis piernas entre sí.

A partir de aquí todo sería borroso con respecto a mi sueño, pues casi no recordaba nada más, recuerdo haber despertado justo después de ese momento. Ahora me tocaba decidir a mi, era el momento de vivir la realidad... o continuar ese sueño....

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