Mostrando entradas con la etiqueta Miedo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Miedo. Mostrar todas las entradas

Miedo

16 agosto 2009

Me gustaría poder decir que he controlado mis miedos... pero sería mentira, y miento muy mal, y aparte, no me gusta mentir.
Pero no miento si digo, que aunque no controlo mis miedos, ellos tampoco me controlan a mí. Nos vemos, nos observamos, reconocemos nuestra mutua existencia.
Podría decir que mis miedos son infinitos, tantos como sentimientos bullen en mi interior.
No miento si digo que ahora tengo miedo. Sé que será mi compañero, y sé, que según pase el tiempo, desaparecerá por sí solo. O quizá encuentre una luz, lo ilumine, y el miedo se diluya en la luz.

Alguna vez, de pronto, me despierto...

10 julio 2009


Alguna vez, de pronto, me despierto:
Un dolor me recorre tenazmente,
un dolor que está siempre, agazapado,
por saltar, desde adentro.
Entonces tengo miedo.
Entonces, me doy cuenta que estoy sola
frente a mí, frente a Dios, frente a un espejo
lleno de mis imágenes,
de rostros polvorientos.

Estoy sola, pero siempre estoy sola:
Es lo único cierto.
El amor era un huésped,
la soledad es siempre el compañero
que permanece al lado, inconmovible.
Lo único seguro, verdadero.
Oigo mi corazón, vieja campana
que dobla y que golpea,
que rebota en las sienes y en la nuca
y en la boca y los dedos.
Es cierto, tengo miedo.
Miedo de no poder gritar, de pronto,
de que ya sea demasiado tarde
para un ruego.
La costumbre ahoga las palabras
y alarga el desencuentro.
Ah, tantas cosas quedarán ocultas,
perdidas, sin recuerdo,
tantas palabras que no fueron dichas,
tantos gestos.

Unos dirán: Yo sé, la he conocido,
fue una ardiente rebelde,
se desolló las manos y la vida
por defender los que creyó más débiles.
Otros dirán: Yo sé, la he conocido,
era dura, malévola,
avara de ternura, con la boca
mostraba su desprecio.
Alguien dirá: Y cómo sonreía...
Qué importa
lo que vendrá después del gran silencio.
Claro que tengo miedo.
Así, en la madrugada
mientras algún dolor -un dolor, siempre-
va hincando sus agujas en mi cuerpo,
abro las manos en la sombra dulce
para atrapar mi soledad, de nuevo,
y me quedo a su lado, sin moverme,
con los ojos abiertos
la vida detenida.
Toda mi sangre es un temor inmenso.