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lunes, 22 de julio de 2019
Stefan Zweig, La tinta violeta. Jesús Marchamalo
"Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy de aquí antes que ellos".
Hace ya muchos años que sigo libro a libro, programa a programa, columna a columna, todo lo que escribe Jesús Marchamalo. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Stefan Zweig, La tinta violeta.
Dice Marchamalo en esta última entrega de su colección de biografías ilustradas, que Zweig escribía cartas con tinta violeta en unas cuartillas de papel grueso encabezadas por un monograma por sus iniciales. Y yo, caprichosa de las plumas y también de las tintas, juego a imaginar cómo serían esas misivas que enviaba el ilustre escritor. De ahí viene el título de este libro, que no busca ilustrar al lector descubriendo cosas nuevas, aunque yo me haya encontrado con alguna sorpresa cuando habla de su particular coleccionismo musical.
Ilustrado por Antonio Santos, nos entrega Nórdica en este pequeño tesoro un homenaje sentido con una adjetivación casi lírica de ritmo pausado y admiración apenas contenida, en una suerte de tête à tête de escritor a escritor. Y es que, si existen las grandes biografías, sesudas y minuciosas, también queda espacio para este otro ejemplo, no menos cuidado y minucioso, de conocimiento del homenajeado. A fin de cuentas, quién iba a escribir mejor las Memorias de un europeo que el propio autor que ya se recreaba en este Mundo de ayer para hablar de otra época. Y aquí también lo hace Marchamalo, deja un camino de semillas que se pueden recoger, que comienzan con un nacimiento y un incendio y nos llevan por un mundo casi aristocrático para terminar hundiéndose en una Europa teñida de negro y rojo sin olvidar pasar por aquellos balnearios en los que se intercambiaron cartas. De hecho, recuerdo una a propósito de la novela "rusa" de Roth. Al final, y aunque yo haya comenzado reproduciendo la única parte del libro atribuible a Zweig y no al autor, encuentra uno tantos datos en esta suerte de panegírico sin fecha, que no puede evitar ir dejándose llevar por el tono y sintiendo ese pesimismo que el protagonista dejó que le arrastrase hasta sus últimas consecuencias.
¿Qué más decir? Hablar quizás de unas ilustraciones sencillas, que no compiten con el texto y que precisamente por eso llaman la atención y obligan a hacer una segunda lectura solo formada por imágenes.
Vuelvo con un tesoro de dimensiones reducidas, en este caso de Zweig, pero existen otros escritores que han pasado ya por las manos de Marchamalo, todos ellos recomendables a modo de pequeños canapés literarios. Personalmente, del libro que hoy os traigo, me quedo con la magnifica descripción del escritor.
"Era educado, cortés, mirada inquieta, y en su rostro, tez clara y gesto relamido, destacaba un flequillo lacio sobre la frente y el bigote poblado, grave, de una formalidad administrativa".
Fue leer esto y pensar: sí, este es mi particular Stefan Zweig.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
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martes, 13 de febrero de 2018
Bartleby, el escribiente. Herman Melville
"Preferiría no hacerlo"
Hay libros por los que pasan los años dejando algunas partes obsoletas. Otros, en cambio, parece que se conserven como una de esas señoras de las portadas de las revistas por las que no pasan los años a costa de anquilosar su aspecto; no hace falta que sean actuales, siguen siendo hermosos de leer. Y finalmente están aquellos que permanecen en el tiempo sin agotarse, sin desgastarse sin importar los años que haga desde que fueron escritos. A estos últimos pertenece el libro que hoy traigo a mi estantería virtual, escrito hace tiempo y aún vigente, incluso de moda con todo esto de la metaliteratura que va llegando y que muchos piensan que es un invento actual. Hoy traigo. Bartleby, el escribiente.
Un abogado propietario de un bufete contrata a Bartlebly debido a la tremenda cantidad de trabajo que tiene. Bartleby, que comienza siendo un gran empleado, pronto comienza a responder a su jefe con la misma frase ente cada tarea que se le encomienda: "Preferiría no hacerlo". Aquí el abogado empieza a verse atrapado entre la actitud de su empleado copista y la curiosidad creciente ante esa actitud que, comprende, no es rebeldía.
Siempre me había sonado la historia de Bartleby, hasta que llegué a Vila-Matas. Cuando leí Bartleby y compañía mi curiosidad por el origen de este personaje fue tal, que no pude evitar leerlo apenas había terminado este primero. dice Vila-Matas de su libro: "Contrariamente a lo que se cree, no hablo exactamente en este libro de escritores que dejaron de escribir sino de personas que viven y luego dejan de hacerlo. De fondo, eso sí, el gran enigma de la escritura que parece estar diciéndonos que en la literatura una voz dice que la vida no tiene sentido, pero su timbre profundo es el eco de ese sentido." Y de algún modo hace así además una de las mejores interpretaciones de lo que representa Bartleby.
El libro es una suerte de mano a mano entre el abogado y su empleado. No un duelo, porque no hay enfrentamiento alguno sino más bien lo contrario. Bartleby que pierde todo interés y deja de mostrar cualquier tipo de interés hasta llevar esta actitud al extremo y su jefe, quien lejos de juzgarlo y echarlo a la calle cuando descubre que su empleado, por no moverse, ni se va de la oficina, intenta comprender su actitud.
En apenas setenta páginas, descubrimos a uno de los personajes más fascinantes de la literatura. Una suerte de extranjero de Camus llevado a su máximo extremo que deja de formar parte de todo aquello que le rodea. De una forma que claramente recuerda a las protestas pasivas va aislándose de la sociedad que lo rodea a través de esas tres palabras: Preferiría no hacerlo.
Tras hacer una lectura recreativa en la que nos vamos incluso angustiando al ver la evolución de la historia, nos descubrimos poniéndonos nerviosos ante su actitud e incluso ante la reacción del abogado. Nos encontramos pensando en las entrelíneas de esta historia que nos seguirá dando vueltas en la cabeza durante mucho tiempo, incluso nos exigirá pasados los meses una relectura, un reencuentro con este copista y con su no tan pequeño acto de rebeldía.
Hoy os invito a conocer a Bartleby y a su jefe, el único tal vez que se quiso acercar a él, y a que disfrutéis de la historia de uno de los nombres más famosos de la literatura. Supongo que él mismo hubiera podido contar su historia, pero está claro que prefirió no hacerlo y dejar que fuera este abogado sin nombre quien nos la relatara.
Y vosotros, ¿qué libro tenéis esta semana en las manos?
Gracias
viernes, 4 de agosto de 2017
Elling. Ingvar Ambjørnsen
"De chiquillo me encantaban las grosellas -dijo Kjell Bjarne-. Y ahora no las soporto.
Lo dijo de tal manera que yo comprendiera que, entre tanto, algo había sucedido. Entre otras cosas, había vivido la mitad de una vida y, por algún lugar del camino, le había perdido el gusto a aquellas ácidas bayas rojas."
Conocía de pasada el título de este libro, y sabía incluso de las adaptaciones que se habían realizado. Por eso no dudé en traérmelo a casa y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Elling.
Conocemos a Elling a través de su propia voz, y también a su amigo Kjell. Este libro es un fragmento de su vida, la de dos personas socialmente disfuncionales que buscan su lugar en el mundo.
Empezaremos poniendo un poco de orden, ya que en el caso particular de este libro parecen haberse empeñado en complicarnos la vida a los lectores. Elling es el primero de los cuatro tomos que conforman la tetralogía escrita por Ingvar A. que se ha traducido al castellano. Pero eso no significa en absoluto que sea el primero, ya que cronológicamente es el tercero. Y es que, en ocasiones, nos llega el más conocido de una saga, en lugar de llegarnos el primero. Cuento esto porque uno puede tener una sensación de desapego por los personajes al comenzar, ya que nos faltan sus comienzos y también al finalizar, en caso de ser uno de esos lectores que esperan saber toda la vida de aquellos que están ante sus ojos. Sin embargo, justo es decir, que yo lo he leído como un volumen único y autoconclusivo sin problema alguno y como tal voy a dar mi opinión.
Elling relata un periodo de su vida muy particular, el del momento en que, junto a su amigo Kjell (y bajo la atenta mirada de Frank), comienza a abrirse al mundo. Juntos forman una pareja dispar: si uno es grande, el otro es menudo; si uno es impulsivo el otro reflexivo... pero ambos comparten su disfuncionalidad social, tienen una enfermedad mental que les provoca unas carencias, unas diferencias, y viven en una sociedad que, por mucho que nos hable de adaptación, soporta a veces no demasiado bien a las personas que son diferentes. Y esta es una de las grandes críticas que esconde el libro. Un libro, por demás, con situaciones francamente divertidas y en el que se incluyen algunas escenas, recuerdo ahora una con poetas, que son para recordar.
El autor parece haber encontrado el tono justo, con la ligereza adecuada, como para que pasados los dos primeros capítulos, la lectura se convierta en un placer ágil del que es difícil desprenderse. Tenemos curiosidad por saber si van a ser capaces de vencer sus miedos, de llevar una vida normal, de lo que les va a suceder... y también de que nos cuenten alguna de sus curiosas aventuras. Y, por otro lado, Ingvar ha sabido jugar sus cartas, ya que no victimiza a sus protagonistas, de hecho, podemos encontrar en el propio Elling, algunos rasgos comunes al famoso Ignatius Reilly, que convierten a este personaje en alguien muy alejado de los habituales "busca afectos sensibleros" de muchas de estas novelas. No siempre le vamos a entender, ni siquiera tiene que gustarnos demasiado, pero eso no significa que la novela no sea un trabajo estupendo de construcción de un personaje que se rige por sus propias, y a veces inflexibles, normas.
El resultado es un libro ligero y divertido a grandes ratos en el que nos muestran una realidad, con las diferencias propias entre los países (entiéndase, del país de lectura a aquel en el que transcurre la acción), cuya lectura es un placer. La evolución de los personajes hasta un final más que satisfactorio, es, sin ninguna duda, uno de los grandes puntos a destacar de este libro cuya lectura os recomiendo.
Y vosotros, ¿sois de los que necesitáis que los protagonistas de las novelas os caigan bien para disfrutar de una lectura?
Gracias.
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martes, 13 de junio de 2017
El seductor. Jan Kjaerstad
"Jonas Wergeland tenía una relación relajada con el sexo gracias a su familia. Y no se trataba de conversaciones forzadas y tontas sobre las abejas y flores, nada de eso, en esa familia se hablaba de un modo mucho más concreto. Todos los chicos tienen una chica mayor a la que adoran como a una diosa, su Brigitte Bardot local, o quien quiera que sea la que la época haya elevado a tal categoría. Jonas y Daniel tenían a su propia hermana, Rakel, una chica completamente fuera de serie. Con los seis años de ventaja que les llevaba, Rakel fue una ayuda inestimable para sus hermanos, una especie de rompehielos que les abrió un canal en el hielo por el que ellos podían navegar."
Sabía que era el primer volumen de una trilogía, y también el más celebrado. Y me atraía por lo diferente, los premios, por no requerir continuar la saga y, por qué no decirlo, por la cubierta. Hoy traigo a mi estantería cirtual, El seductor.
Conocemos a Jonas cuando regresa a Oslo de la Feria Universal de Sevilla. Le aguarda una terrible noticia: su esposa, ha sido asesinada. Un hecho terrible que abre y cierra esta novela, ya que, a partir de él, descubriremos la historia de Jonas quien es, como promete el título, un seductor.
La figura del seductor siempre ha sido atractiva, tanto para ellas que caen en sus brazos, como para ellos que miran con curiosidad, desprecio o envidia. El caso es que nunca pasa desapercibida y eso provoca un atractivo especial a la hora de dibujarla como personaje. Y Kjaerstad lo sabe y no aprovecha presentándonos a un seductor que se hace a si mismo, con familia humilde y tía que disfruta de conocer y plasmar el sexo masculino en diferentes lugares (todos los lugares), influyendo así decisivamente en su sobrino y naturaleza laboral mediática. Un hombre que, como gran parte de los seductores, tiene mucho de buscador de mujer capaz de seducirle, sin que ellos signifique no no disfrute del camino, o que vaya a lograr su meta. Y para terminar de redondear esta figura, llega el narrador que se dirige de forma directa al protagonista, como si le estuviera contando la historia solo a él, y provocando con esta familiaridad que el lector haga suyas muchas de las reflexiones y percepciones que nos presenta. Entre otras, la visión del personaje femenino, que uno podría pensar que se limita al trofeo, cuando lo que hace es presentarnos a mujeres fuertes que ganan en atractivo y belleza a medida que suman carácter. Y es que El seductor no es una relación sin sentido de conquistas que va de la mirada a la cama; es en realidad una suerte de álbum de fotos desordenado que irán reflejando la vida, sentimientos y reflexiones de un hombre de clase ahora media o alta en un país como Noruega. La vida relatada de un hombre cuyo trabajo consiste a su vez en retratar las de otros, creando una suerte de paradoja en la que el protagonista bien pudiera ser el participante de su propio programa llevado al género escrito. Y conocemos al viajero y disfrutamos con anécdotas de todo tipo, algunas incluso ridículas como una que incluye a un oso, trágicas como un accidente terrible, u obvias, ya que a nadie le sorprende que en algún momento aparezcan los celos de quien se ve víctima colateral de una dama seducida.
Me parece importante resaltar que nuestro protagonista no será motivo de juicio por parte del autor, protagonista o lector, dejando a cada cual que una este puzzle de escenas de una vida y decida si el principio, y también final de la historia es o no merecido para Jonas, ya que no para su esposa Margrete. Y a mi, personalmente me ha convencido en su búsqueda eterna. Creo que es un personaje logrado que despierta sentimientos claros en el lector, muy por encima de lo que hubiera pensado al leer la sinopsis. Me ha hecho reí y entretenido, que ya es mucho, y he descubierto a un escritor al que pienso seguir la pista, y que, además de una prosa excelente, ha sabido aprovechar los personajes que pasan por la vida del protagonista, y también por lo tanto por las páginas del libro, para hacer de él una novela redonda.
Me ha gustado El seductor. Seguiré con la trilogía aunque, efectivamente, no es imprescindible hacerlo, lo cual es un alivio ya que he mirado en la web de la editorial y no parecen haberlos publicado.
Y vosotros, en las trilogías, ¿las empezáis al descubrirlas o preferís esperar a que hayan sido todos publicados?
Gracias.
PD. Hoy os cuento el final, ya que el autor decide hacerlo con premura, aunque lo haré de un modo distinto. Y es que me gusta una frase que el narrador le dirige al protagonista, y es esta:
Creo en tí.
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