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lunes, 11 de septiembre de 2023

La conejera. Tess Gunty

 


     Este es uno de los libros que tenía ganas. A veces septiembre no es tan malo. Hoy traigo a mi estantería virtual, La conejera.

     La Conejera es un bloque de apartamentos situado en Vacca Vale. Se trata de un complejo de viviendas económicas situadas en una ciudad deslucida, en una zona venida a menos. Allí vive un conjunto de personas separados por finos tabiques que constituirán el grueso del argumento de la primera novela de Gunty. Y allí vive Blandine, la chica que vive con otros adolescentes y que espera vivir una vida mejor o, como la conocerá el lector, la chica que salió de su cuerpo. Podría decir que los adolescentes vienen de hogares de acogida, que en el edificio también hay una mujer que vive entre necrológicas, otra embarazada con una curiosa visión de su estado o una pareja de ancianos que muestran mucho de lo que hay en la sociedad hacia la que nos movemos: soledad. El lugar en el que sucede tiene ecos de ciudad en quiebra, aunque es ficticia en este caso bien podría ser una como Detroit, que en 2013 declaró ese estado tras haber sido uno de los lugares más prósperos del país.

     Pero no se trata ya solo del argumento o del eco de las voces de los inquilinos de la Conejera lo que me ha llamado tanto la atención de esta novela. Lo que más he disfrutado son las formas y el estilo de Gunty, en su capacidad para dotar a sus personajes de un carácter propio y a la Conejera de espíritu hasta convertirlo en un personaje más que se niega a ser cambiado de forma artificial porque ya siente y respira y tiene su propia "forma de ser". Con tanto personaje puede parecer fácil perderse, pero será el apartamento de Blandine y sus tres compañeros el que ocupe un foco especial, sobre todo porque desde las primeras líneas nos ha tenido con la intriga sobre lo que le ha sucedido a Blandine. 

     Hay historias de todo tipo, de amor, de desarraigo, de identidad, de familia... nada escapa al desorden de Gunty y, sin ser una novela redonda y pese a que en algunos momentos no he tenido claro hacia donde me quería llevar, he disfrutado bastante de un camino entretenido y una experiencia de lectura diferente a lo que se puede encontrar uno en cualquier librería. Muestra la decadencia post industrial de muchas ciudades que han vivido al amparo del empleo de una empresa y que, al igual que sucediera con las zonas rurales cuando la industria arrastró a la población a centros urbanos, han visto sus calles vaciarse tras el cierre de dicha industria (el caso General Motors es uno de los más sonados de este fenómeno). Este punto me parece el más notable y quizás me hubiera gustado que la novela, como sucede con muchos títulos británicos y el conflicto minero, se centrara más en ello. Con todo me ha parecido una lectura interesante y diferente con la que he disfrutado.

     La conejera es una lectura diferente que arrastra al lector con facilidad.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 3 de abril de 2023

La edad del desconsuelo. Jane Smiley

 


     "Nunca más volveré a ser feliz".

     Mi lado más dramático es el que dejo para la literatura. En mi día a día No hay espacio para esa parte, pero, cuando se trata es elegir un libro, ahí entro hasta el fondo. Hoy traigo a mi estantería virtual, La edad del desconsuelo.

     Dana y Dave forman un matrimonio de mediana edad con tres hijas y una situación de éxito. Es entonces cuando Dave descubre que Dana tiene una aventura y se plantea qué hacer realmente ante este conocimiento, porque quizás lo mejor sea no hacer nada, no enfrentarlo, que Dana no sepa que el lo sabe. 

     La edad del desconsuelo es una novela corta que pulveriza estereotipos y refleja realidades a partes iguales, algo muy peligroso de hacer sobre todo si hay pocas páginas en el proceso. Smiley nos sitúa como si fuera un chiste, Dave estudió odontología, pero Dana también. Dana la única mujer en un principio, así como también era menos habitual hablar de infidelidades femeninas, aunque pasado no demasiado tiempo, eran más de la mitad (aplicable también a si situación marital). Y con esta premisa constante de revelar a Dana como alguien excepcional que vive una situación ahora habitual, avanza la historia. Dave es quien la cuenta, la autora prescinde del clásico "hay que escuchar a las dos partes" y por eso dota a la protagonista de una fortaleza que hace que no necesite una voz propia. A fin de cuenta y ante un descubrimiento semejante, parece decirnos, las principales reflexiones, las primeras, son las que uno realiza en la intimidad de su propia cabeza antes de tener decidido qué hacer realmente. Y decide no enfrentar a su esposa, no darle la oportunidad de confesar y decidir: miedo, piensa el lector. La vida, parece decirnos la escritora al mostrar unas rutinas que hacen pasar los días sin mirarse al frente mientras dibuja sutilmente ese escenario de quienes llevan mucho tiempo juntos y van perdiendo la ilusión, los detalles, en el camino.

     Dave en su monólogo no deja de percibirse como algo masculino, y es esta una parte importante, volvemos a la rareza de que sea el hombre el que se coloca en esta situación, el que observa, el que piensa, y es precisamente este tono el que le da una credibilidad a la novela y un poso amargo del que es difícil escapar para el lector. Smiley parece no escribir para el momento, si no hacerlo para el desgaste, para el planteamiento de qué sucede, no ya cuando llevas a la situación de los protagonistas, si no mucho antes. Y es entonces cuando el amargor se asienta en el paladar y el lector comprende que el título elegido es perfecto. Haya o no vivido esa situación. Realmente aquí, como sucede en tantas otras novelas de terror, thriller o scifi, haberlo vivido no es lo importante. Lo verdaderamente importante es lo que la autora nos hace sentir.

     La edad del desconsuelo es una novela corta con un poso de larga duración.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 12 de septiembre de 2022

Los chicos de Hidden Valley Road. Robert Kolker

 

     "Hermano y hermana salen juntos de su casa, cruzan la puerta corredera de cristal de la cocina y salen al patio trasero".

       No sé si se juzga un libro por la cubierta pero a mi esta me llamó la atención poderosamente. Hoy traigo a mi estantería cultural, Los chicos de Hidden Valley Road.

     Conocemos a Don Galvin y a su esposa Mimi, una familia acomodada de Texas en la que él, padre del año 1965, y ella, ama de casa que incluso cosía la ropa para sus hijos, forman una gran familia de 10 hijos y 2 hijas: 12 hijos en total para esta enorme estampa que convierte en literal la expresión de la gran familia americana. Cuando su hijo mayor empieza a actuar de forma extraña, parece ser él mismo quien se de cuenta de que algo le pasa. Y la tragedia no tarda mucho en comenzar: Donald padece esquizofrenia. Y así, paso a paso empiezan a caer un hermano tras otro en las garras de la enfermedad desconocida hasta que un total de seis son diagnosticados. Una enfermedad que destroza una familia desde dentro tanto por la incomprensión como por la incapacidad para hacer nada, el miedo a la locura y también por los actos que cometen los hermanos enfermos.

     Kolner escribe en esta tremenda novela la caída en desgracia de una familia que hubiera debido de ser modélica y que, además, existió. Así el lector va viendo como comienzan las peculiaridades en el comportamiento de los hijos enfermos, que además parece que se van acentuando de hermano en hermano llegando uno de ellos a abusar de forma repetida de sus dos hermanas y convirtiendo así el relato de "los cuerdos" en una pesadilla aún más inimaginable que la poca locura. Y uno a uno empieza la cuenta de los hijos afectados por esta enfermedad y va viendo como la familia se siente maldita, los hijos temen ser el siguiente en caer y los padres se desesperan al no saber qué hacer con lo que les está sucediendo. La medicina no parece estar preparada para el diagnóstico y mucho menos para la prevención y hay opiniones para todos los gustos, una incluso llega a culpar a la madre por la forma en que haya criado a sus hijos, mientras se busca, cada vez con más desesperación una solución al problema que tienen. Kolner no deja la pesadilla y, si bien una se vive de puertas adentro, la del reguero médico no da tampoco muchas opciones de permitir a la familia despertar del mal sueño y es que ni siquiera la persona que parece acercarse más va a ser capaz de tener la solución mágica a una enfermedad que hoy en día sigue siendo en gran parte un enigma. La esquizofrenia, tal y como dice el autor, no se trata de una enfermedad en la que el enfermo desarrolla personalidades, si no que lo que hace es ir despegándose de la realidad hasta que su realidad y la nuestra difieren. Algo tan complicado como suena y un escenario tan asfixiante como para lograr que el lector se revuelva entre las páginas de esta novela. Y es que Don y Mimi verán tratamientos terribles y agresivos que no querrán realicen a sus hijos mientras observan y padecen sus comportamientos erráticos y, por supuesto, mantienen no solo las apariencias si no que intentan no suspender las rutinas que se suponen en una familia. Y esto es precisamente lo que engrandece la novela, el hecho de que, aunque la locura sea un tema vertebral, el autor muestra como la apariencia incluso privada, es importante para que la familia siga en pie y refleja de este modo uno de los motores de las microsociedades americanas de la época.

     Kolker deja una novela en la que se alterna la vida familiar con el tema de la esquizofrenia. Habla de avances y retrocesos y realiza un recorrido en el que la familia Galvin fue vital para realizar avances en poco tiempo, pero ni así se ha podido llegar a la cura. Una contribución que fue más allá, por otro lado, de la médica ya que su pesadilla se hizo conocida y eso hizo que un estigma fuera empezado a verse desde un ángulo diferente: ellos daban pena.

     Los chicos de Hidden Valley Road es una historia emotiva y asfixiante, la de una familia que quería ser perfecta y vio como sus miembros caían uno a uno en el estigma de la locura. Una novela perturbadora que logra conmover y horrorizar al lector a partes iguales, una novela dura que se centra en la búsqueda del sueño americano de la familia perfecta y en su destrucción. Y es que si hay, o al menos se busca, la Gran Novela Americana, este título debería de llevar la etiqueta de Gran Novela de No Ficción Americana. Tan dura como recomendable.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


lunes, 27 de septiembre de 2021

La historia de Shuggie Bain. Douglas Stuart

 


     Hay épocas que me atraen poderosamente y una es en la que se ambienta esta novela. Hoy traigo a mi estantería virtual, La historia de Shuggie Bain.

     Cuando conocemos a Shuggie vive en una habitación, es adolescente y sabemos que lo ha pasado mal. Esta es la historia de cómo llegó a una habitación en la que evita oir a otros inquilinos y lucha por seguir adelante.

     Shuggie es hijo de una familia pobre. El padre es un mujeriego, su madre una alcohólica que quiere dar una imagen distinta a la real y su familia es pobre y vive en una zona miserable en la que los abusos son una constante. Estamos en Glasgow y el cierre de las minas sume en la miseria a muchas familias, tantas, que parece algo normal en ese mundo que es su universo. Se trasladan entonces a una aldea aún más miserable y no ayuda que Shuggie sea distinto a los demás, gay, y con una dicción y unos gustos que no lo ayudan a integrarse. Ahora vive pensando en si su día será bueno o malo en función de las latas de cerveza que se encuentre al llegar a casa ya que su padre se ha ido con otra mujer y su madre ha caído nuevamente en la bebida. Si es que alguna vez salió.

     Dicho así podría parecer la terrible historia de un niño que se alza y se convierte en un héroe pero estamos en realidad ante la historia de amor de un hijo hacia su madre, a la que cuida con total abnegación y eso hace que compartamos con él el sufrimiento de verla caer cada vez en un estado deplorable que condiciona su vida. Shuggie es fuerte, lo vemos en cada gesto de amor que realiza cada día y el lector siente una corriente de empatía que sabe no está llamada a ser recompensada con un final feliz y edulcorado como suelen hacerse en estas novelas. Aquí la mugre de las calles y la lluvia del ambiente empapa corazones y se traslada al lector en el tacto de las páginas. Además Stuart contribuye a ello con pasajes de especial lirismo en el que las minas quedan por fuera en montañas negras que toman el paisaje y en miradas que, como la del niño de la cubierta, miran a un futuro cercano más que a una utopía de fin de trayecto.

     Anggie es el personaje a destacar. Estamos acostumbrados a los Shuggies de las novelas pero no tanto a las madres que caen una y otra vez sin esperanza de levantarse y alzar el vuelo. Lo trágico está en este personaje que forma el carácter y condiciona la vida de su hijo, el que se queda, otro se va. Y el lector se pregunta una y otra vez cómo es posible un corazón como el de su hijo pequeño y cómo puede sobrevivir en un mundo lleno de espinas. La novela es el resultado de un realismo lírico en el que ambas parts se equilibran para dar lugar a una novela sobresaliente, de esas que uno encuentra por casualidad y gracia al buen hacer de quienes las descubren y que, una vez leídas, recomienda por activa y pasiva como si de un tesoro secreto se tratara. Pero no es un tesoro, ojo, es una novela premiada. Una primera novela para ser exactos, lo que equivale a la promesa de estar ante un nombre a recordar.

     La historia de Shuggie Bain es una novela magnífica de la que se disfruta a pequeños sorbos y cuyos personajes se convierten en compañeros inolvidables. Pero es, sobre todo, el reflejo de un colectivo que ha existido y que aún se recupera mientras que una gran parte de la sociedad ni siquiera miraba hacia otro lado, simplemente los ignoraba. Leed su historia, hablemos de Anggie. Hablemos de Shuggie.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

martes, 13 de octubre de 2020

Exhalación. Ted Chiang

 


     "Oh, poderoso califa y líder de los fieles, me humillo ante el esplendor de tu presencia; un hombre no puede esperar mayor bendición mientras camine por este mundo. La historia que tengo que contar es verdaderamente extraña, y si hubiese de tatuarse en su totalidad en el rabillo de nuestro ojo, el prodigio de su ejecución no excedería al de los acontecimientos relatados, puesto que es una advertencia para todo aquel susceptible de ser advertido y una lección para todo aquel susceptible de aprender de ella".

     Cuando te dicen que es la ciencia ficción para quienes no les gusta la ciencia ficción, te sorprendes. Con todo te hace tener incluso más ganas de leerlo, así que hoy traigo a mi estantería virtual, Exhalación.

       Como siempre sucede con estos títulos de relatos uno tiene que evitar, o no, sucumbir a la tentación de ir uno por uno desgranando cada relato y cada punto hasta contar el libro entero y limitarse a dar unas nociones generales de un libro que me ha parecido muy solvente (aunque no tanto como su primer recopilatorio). El volumen se compone de nueve relatos bastante cortos y unas notas que los cierran y que son un magnífico complemento a ellos. De los relatos diré que el segundo es el que da el nombre al volumen y que, si no es el mejor, será el segundo mejor sin lugar a dudas y añado que casi todos ellos giran en torno a los mismos conceptos. El autor además realiza algunos juegos estéticos interesantes como son el hecho de que en el primer relato nos hablen de viajes en el tiempo y la posibilidad o no de cambiar lo sucedido, con el último en el que nos preguntan sobre la obsesión con el "y si..." en caso de conocer cómo sería nuestra vida ante determinadas decisiones. Añado ahora también que he visto comparativas con Dark hasta la saciedad solo porque el autor da una puerta en el primer relato ya citado de temporalidad con 20 años de diferencia. Bien, es cierto que tiene ese punto en común, pero la ambientación arabesca, los sucesos plasmados y la búsqueda filosófica y no del misterio, lo alejan totalmente de la serie de Netflix.

       A partir de aquí y mediante disertaciones, reflexiones y sensación divulgativa uno duda de si el libro se acerca más a filosofía que a ciencia ficción o, mejor dicho, el autor demuestra que hay ciencia ficción para todos los gustos porque en esta obra, no solo contenta a los seguidores del género, sino que atraerá a muchos otros que no lo son. Trata pues de temas universales como la comunicación o el lenguaje, y nos pregunta de una forma poco convencional sobre nuestra incapacidad para comunicarnos. También aparece la inteligencia artificial, ya sea como compañía y aprendizaje o como maestra y da con ello con temas ya tratados sobre los efectos que pueden llegar a tener. La ciencia, la fé, la tecnología y la escritura son otros de los temas que aparecen tratados y siempre en la forma en que estos afectan al ser humano y su condición y convivencia. Supongo que tras haber nombrado Dark, sería lo suyo señalar que en otro de los relatos se habla de implantes de memoria gracias a los que uno puede mostrar sus recuerdos y dejar que seáis vosotros quienes lo identifiqueis con otra conocida serie, pero también es justo decir que el hecho de tener una parcialidad compartida no le quita lustre a lo escrito o, de lo contrario, no existiría un solo libro nuevo que incluyera una relación de amor.

     Chiang nos deja un libro con una cadencia constante y relajada que parece invitar a que el lector piense en lo que lee, que reflexione sobre las preguntas y los hechos mostrados, más allá que al simple divertimento que, evidentemente, incluye. Y con esto quiero decir que es un libro para todos, tal y como lo promociona la editorial, en el que el autor parece haber decidido demostrarnos que los géneros en la literatura, como en la vida, no han de ser excluyentes.

     Exhalación es un estupendo libro de relatos que recomiendo a cualquiera. Sin importar si es o no lector de género.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Muro fantasma. Sarah Moss

 


     De vez en cuando compro un libro sin leer la contra, simplemente por impulso. Eso me pasó con este. Hoy traigo a mi estantería virtual, Muro fantasma.

     Cuando el libro comienza una niña es asesinada delante de vecinos y familiares en una aldea. El espectáculo es terrible. Estamos en la Edad de Hierro.
     Y avanzamos hasta hace nada para conocer a Silvie, una joven de 17 años que se ha unido junto a sus padres al grupo del profesor Slade en una zona rural. Durante unos días van a emular el modo de vida de sus antepasados de la Edad de Hierro: ropas, costumbres... Bien. Aquí es donde entra Bill, el padre de Silvie, aficionado a la historia. Este hombre quiere recrear realmente la época; pero no como el profesor o los estudiantes. Él lo quiere hacer de verdad, con toda la brutalidad que eso significa. Y cada vez le cuesta más comprender a quienes se lo están tomando como un simple "campamento".

     Un poco menos de 150 páginas es lo que ha necesitado Sarah Moss para ponerme los pelos de punta. Y lo ha hecho porque tras un comienzo brutal, en el más estricto sentido de la palabra, he pasado por una fase se paseos, naturaleza y agua viva. Una zona de relax en la que el lector no tarda en sentir que algo sucede. Y tras ella ha aparecido Bill. Bill que es Bill porque nos lo dice su hija, que es quien lo ve a su manera y no parece terminar de ponerlo en su lugar. Bill que es brutal y despiadado y tiene claro que someter a la mujer durante esta convivencia es algo primordial. Bill que sabemos que es violento. Y Silvie que no termina de condenarlo y nos pone los pelos de punta mientras asistimos a un espectáculo cuyo final intuimos. El final se nos acerca, se precipita mientras pensamos que si tuviera más páginas tal vez nos resultaría más fácil la lectura, sería más suave, menos dura. Pero son 140 y es Silvie quien nos lo cuenta. ¿Y qué pasa con el resto del grupo? El resto del grupo irrita a Bill, lo mismo da si hablamos del profesor o de cualquiera de los tres estudiantes. Bueno, no da del todo igual, uno de ellos es una chica. Pero no os voy a contar más, claro, no sería justo en una novela tan corta.

     Suelo decir que me gustan los libros largos que se llevan mi tiempo y convierten a sus personajes en amigos improvisados de los que me despido en las últimas páginas. En este caso ha sucedido justo lo contrario. Leí Muro Fantasma con esa fascinación lectora que te lleva hasta el final sin haberte movido del asiento. Lo leí a ratos sin querer mirar pero también sin ser capaz de no hacerlo. Y lo terminé con la sensación de que iba a seguir dándome vueltas unos cuantos días. Esos días fueron normales, claro, pero mantuve la sensación de la lectura e investigué un poco sobre la autora, a la que no conocía y que pensé, quizás por la extensión, que debutaba con esta novela. Bien, no es así. Apunté su nombre. Quiero más.

     Muro fantasma es una novela fantástica con una narradora capaz de meterse bajo la piel del lector. Con todo lo que eso implica.

     Y vosotros, ¿preferís libros largos o novelas cortas?

     Gracias.

jueves, 30 de abril de 2020

Casas vacías. Brenda Navarro


     "Daniel desapareció tres meses, dos días, ocho horas después de su cumpleaños. Tenía tres años. Era mi hijo. La última vez que lo vi estaba en el subibaja y la resbaladilla del parque al que lo llevaba por las tardes. No recuerdo más. O sí: estaba triste porque Vladimir me avisaba que se iba porque no quería abaratar todo. Abaratar todo, como cuando algo que vale mucho se vende por dos pesos. Ésa era yo cuando perdí a mi hijo, la que de vez en cuando, entre un conjunto de semanas y otro, se despedía de un amante esquivo que le ofrecía gangas sexuales como si fueran regalos porque él necesitaba aligerar su marcha. La compradora estafada. La estafa de madre. La que no vio".

     Tras la recomendación de varias personas dentro y fuera de las redes, finalmente me decidí. Hoy traigo a mi estantería virtual, Casas Vacías.

     Una madre sin nombre pierde a su hijo en el parque. El niño tiene tres años y ahora ella se queda desolada con una niña que no es suya a la que mira lamentando por qué la perdida no fue ella. En otro lugar una mujer maltratada por su pareja espera ser madre de una niña como si fuera el mejor regalo del cielo. Solo que no es madre. Por eso entra a un parque y se lleva a un niño de tres años con ella. El niño es Daniel. Autista.

     Casas Vacías es un libro de desgracias, de mujeres de vidas complicadas o de vidas complicadas que le suceden a mujeres. Vertebrando la historia en el niño raptado conocemos a dos mujeres opuestas. La primera, la madre, la de la vida sencilla con pareja y amante, la que recibió a una niña huérfana en su casa y al perder a su hijo le quedó en herencia resentida ser madre postiza, la mujer que jamás se perdonó, la que tuvo dos hijos en realidad. De otro está la mujer humilde que siempre soñó con ser madre de una niña, o al menos lo soñó desde que su entorno se llenó de niños, la mujer maltratada que todo soporta, la que busca su sueño, la que rapta al niño para llevarlo a su casa. Esa casa que el lector concibe como un infierno. Y de una a otra Navarro nos relata su historia que es mucho más que eso. Nosotros sabemos todos los nombres, los de ellos. Ellas pasan por las páginas sin identificarse, o tal vez mostrando que una vida da más significado que un nombre. Y aquí hay muchas vidas difíciles, algunas incluso, como la de la madre de Nagore, se perdieron en el camino. Pero volvamos a los nombres. Sabemos que Vladimir y de Fran, sabemos de Daniel, de Leonel... de ellas conocemos a Nagore. La niña que crece pensando que debió de ser ella la desaparecida, a la que incluso se lo dicen, aunque luego la abracen. La niña sin padres y acogida es la única que parece haber encontrado una casa, aunque su casa también esté vacía desde que Daniel desaparece... De todas las mujeres, de todas las historias, de todos los lugares, Nagore es la única que se hace fuerte. Quizás por eso Casas Vacías no es solo una historia de maternidad sino que va mucho más allá. Es cierto que la maternidad es importante, sin ella no hay novela, y que sentimos la angustia y el miedo y también las expectativas que las protagonistas le ponen al término. Pero es el miedo lo que sobresale en la historia, la asfixia, la angustia derivada de frases sinceras y desnudos de palabras que nadie dice jamás. Y eso en una primera novela.
"Hay quienes nacemos para no ser buenas madres y, a nosotras, Dios debió esterilizarnos desde antes de nacer".
     Siendo una historia corta la densidad de sentimientos a los que es sometido el lector provoca una lectura pausada y, si bien he tenido algún tropiezo idiomático, no ha sido un problema a la hora de disfrutar de la historia. Aunque disfrutar en este caso tal vez no sea el término más adecuado. Y es que es complicado salir ileso de la lectura de Casas vacías.
     "Mejor no hubiera llegado Leonel a nuestras vidas. Mejor se hubiera puesto a llorar muy fuerte cuando debió hacerlo y no después, ya de camino. Yo era la mujer de la sombrilla roja que se subió al taxi cuando empezó a haber alboroto en el parque. Claro que lo abracé mientras lloraba, pero es que lloraba mucho (...)".
     Casas vacías es una novela de una fuerza descomunal. Apuntemos el nombre de Brenda Navarro. Y leamos.

     Es evidente el drama de la historia y yo os pregunto, ¿sois lectores de drama?

     Gracias.

lunes, 1 de octubre de 2018

La canción de los vivos y los muertos. Jesmyn Ward


     "Me gusta creer que sé lo que es la muerte. Me gusta creer que es algo a lo que podría mirar de frente. Cuando Pa me dice que necesita mi ayuda y veo ese cuchillo negro deslizase por el cinturón de sus pantalones, sigo a Pa fuera de la casa, intento mantener la espalda erguida, los hombros rectos como una percha, así camina Pa. Intento que parezca que para mi es algo normal y aburrido para que piense que he aprendido algo en estos trece años, para que Pa sepa que estoy listo, que puedo extraer lo que hay que extraer, separar las tripas del músculo, los órganos de las cavidades. Quiero que Pa sepa que puedo mancharme las manos de sangre. Hoy es mi cumpleaños".

     El mejor modo de llegar a un libro es a través de la recomendación de un gran lector. Hoy traigo a mi estantería virtual, La canción de los vivos y los muertos.

     Conocemos a Jojo, a Leonie su madre y a Richie, que en realidad ya está muerto. Ambos pertenecen a tres generaciones de un momento en el que la vida era dura cuando se era negro. De los campos de algodón, a las adicciones de Leonie y las consecuencias de todo ellos sufridas por esa tercera generación representada por Jojo, viajaremos buscando no solo al padre de Jojo, sino también la supervivencia. Avanzar siempre hacia delante.

     La importancia de un buen comienzo es vital en una novela. No hablo ya de una frase más o menos efectiva que perdure en el tiempo, sino de la capacidad de captar la atención del lector. Y Ward lo borda. Nos presenta a Jojo el día que cumple trece años en un lodazal y lleno de sangre acompañando a su abuelo, al que observamos que llama Pa, matando a una cabra. La suciedad, el asco, la valentía y lo visual de la escena es casi sobrecogedor. Jojo asiste intentando demostrar que es un hombre y luego se sienta a la mesa a comer aquello sacrificado. El simbolismo está ahí: la vida es dura, pero se come lo sacrificado, se sobrevive, se sigue adelante.
     Jojo es uno de los tres narradores de esta novela en primera persona. Hijo de una familia totalmente desestructurada en la que su madre Leonie parece que solo va y viene excepto cuando decide que todos han de ir a buscar a su marido blanco Michael a la salida de prisión. Porque no lo he dicho, pero se trata de una familia negra: Pa, Ma... negros. Los hijos de Leonie y Michael son un producto interracial en Mississippi. Leonie es la segunda narradora, la madre poco fiable a la ue Jojo parece juzgar severamente. No parece tampoco que ella quisiera ser madre, aunque en ese viaje en carretera exista un velo de esperanza sobre conformar lo que ha de ser una familia, pronto su interior resentido evita esa posibilidad. Quizás si hubiera sido blanca, como su amiga Misty, quizás por eso se unió a un blanco, aunque Michael esté en la cárcel. Pa también estuvo en la cárcel, desvela la autora, en las familias hay lazos visibles y otros imperceptibles al ojo extraño. Incluso hay extraños dentro de la propia familia o Jojo y Leonie sabrían que tienen un nexo común; una suerte de percepción sobrenatural. Ahí entra Richie, el pasado, hablando de una vida dura, durísima.
     Y yo me pregunto si no estaremos ante el pasado, el presente y el futuro Dickensianos en una versión más moderna y mucho más oscura de unas vidas complicadas y vapuleadas. Porque aunque estén vivos, apenas se ha fijado en ellos la sociedad.

     Ward mide sus palabras evitando los sentimentalismos porque solo así se logra la empatía necesaria con esta familia desestructurada. Lo que importa no es la compasión del lector, importa más que sintamos en la piel las vidas que les tocaron. Que subamos al coche y hagamos ese viaje hostil, ya sea de ida o de vuelta. Que recordemos otras historias y nos preguntemos si es cierto que la novela bebe de Faulkner o tal vez se aproxime más a El ferrocarril subterráneo, solo que en estaciones de cercanías. Parece que Ward ha sabido encontrar un camino propio lleno de ecos de buena literatura, de espíritus atrapados en el Bardo, de novela gótica de testimonio racial, y construir con todo ello uno de los mejores títulos publicados este año. No ha necesitado grandes descripciones ni tampoco muchas páginas.

     Las buenas novelas no tienen muchas páginas ni pocas: tienen las justas para contar su historia. La canción de los vivos y los muertos es una muy buena novela. Echadle un ojo.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

jueves, 10 de mayo de 2018

La mujer singular y la ciudad. Vivian Gornick


     "Leonard y yo estamos tomando café en un restaurante del Midtown.
     - Bueno -empiezo-, ¿cómo va la vida últimamente?"

     Leí Apegos feroces y me gustó, pero no me emocionó tanto como parecía que había conseguido con otros lectores. Pero me dejó con ganas de más, de volver a intentarlo. Por eso me alegré de la salida de este título y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La mujer singular y la ciudad. 

     Seguimos conociendo a Vivian, aunque nos advierte que no todo es tal y como lo explica y que fusiona personas, pero es Vivian la que nos cuenta su vida, como ya hiciera en Apegos feroces, pero esta vez nos habla de otras personas, de su amigo Leonard, de sus relaciones, de gente con la que se tropieza, y de las conversaciones que escucha allá donde vaya.

     Digo que continúa de Apegos Feroces porque Gornick continúa contándonos su vida en ese cruce entre un monólogo y una anécdota divertida o curiosa de algo que le sucedió. Recuperamos a su madre y también a algún que otro personaje, y conocemos a Leonard, su amigo. Ese tipo de amigo que siempre está, incluso cuando no lo hace, al que se recurre como tabla y al que no se le necesita contar. Gornick sigue empeñada en no poner fecha a sus fragmentos de vida y deja asomarse también aquí a su madre, protagonista absoluta de su primera novela. Y nos relata las calles de su ciudad, con sus barrios bulliciosos y comportamientos extravagantes. Personas que parecen empeñadas en no interesarse por lo que les sucede a otros. Nos habla de sinceridad en las relaciones y se desnuda a la hora de contarnos lo que esperaba de la vida y del amor. Gornick parece empeñada en ser sincera pero sigue cojeando a la hora de representar un mundo sin apenas tecnología, incluso aunque lo intuyamos en fechas más cercanas. Y eso acaba siendo un velo entre la historia y el lector. Un velo que se persona, porque Gornick nos atrae con fragmentos y citas literarias. Van desfilando escritores, unos más conocidos que otros, que se suman a las reflexiones sobre las relaciones humanas. Apegos feroces fue su primer título y este bien hubiera podido ser apegos relativos. Y el apego del lector a Leonard, el amigo gay que se vuelve gruñón, casi áspero con los años y con el que tan bien se entiende nuestra protagonista. Un hombre que pasa la vida buscando sacarse la espina que lleva dentro y que, una vez lo consigue, espera hasta encontrar otra espina para tener un nuevo objetivo que tal vez sea el mismo. Y ella mientras tanto se pelea con la aventura de ser mujer y situar la importancia relativa o absoluta que tiene para ella el amor. Y no hace un recorrido del todo desacertado sobre la importancia que se le daba no hace tanto tiempo, aunque pueda chocar para la edad que tiene en nuestro país su situación como doble divorciada.

     Al final, y con un ritmo de goteo constante, Gornick está dejando en su obra un retrato social a través de la autoficción y es que su vida, al final, no se aleja tanto de las de aquellos que la rodean. Cuenta por ejemplo que nadie se presenta voluntario para pagar el billete a un anciano, y vemos mientras tanto que ella tampoco lo hizo. No es buenista, no se separa, ella es una más. Amigos que van y vienen, bufidos a destiempo, risas, recuerdos de la infancia, guerrillas filiales con su madre y mucha, mucha nostalgia en este libro que se lee en apenas dos tardes y se digiere durante los días posteriores a su lectura. Descubrimos así que la autora y protagonista, nacida hace más de siete décadas, es una mujer fuerte, ejemplo para muchas sin lugar a dudas, a la que se intuye un deje de soledad en muchos momentos, pero ninguno de tristeza por el hecho de estar sola.

     Me gusta Vivan Gornick, la admiro casi más por lo que relata que por lo que escribe, pero lo cierto es que me gusta. Y que la seguiré leyendo. De algún modo me recuerda a mujeres que tuve en mi familia y que lucharon desde su lugar por ser ellas mismas. En la forma que fuere. Eso es ser mujer.

     Y vosotros, ¿habéis sucumbido ya a Vivian Gornick?

     Gracias.


miércoles, 10 de enero de 2018

Final en Berlín. Heinz Rein


     "Un terremoto destruyó en pocos minutos Lisboa, San Francisco y Tokio. Fueron necesarios varios días para que se extinguieran los incendios de Roma, Chicago y Londres."

      Esta novela que apareció al finalizar la guerra con un éxito notable, fue olvidada rápidamente, quizás por el momento en que se publicó. Hoy traigo  a  mi estantería virtual, Final en Berlín.

     16 de abril de 1945, el Ejército rojo comienza la conquista militar de la capital del Reich.
     30 de abril de 1945, Adilf hitler se suicida en el búnker del cuartel general de Hitler.
     8 de mayo de 1945, entra en vigor la rendición incondicional del ejército alemán.
     Estos son algunos de los datos que nos encontramos en la magistral novela Final en Berlín. En los últimos días de la guerra, con una ciudad ya dividida, la Gestapo busca culpables ya sean judíos, desertores o conspiradores.

          Heinz Rein escribe esta novela en 1945 relatando su experiencia, fue publicada un año más tarde y en 1947 se vendieron 80000 ejemplares. Como comenzaba diciendo, un gran éxito para una novela olvidada. Final en Berlín es una novela con llena de imágenes que se meten en la retina del lector en la que la ciudad es la gran protagonista, una ciudad asediada, casi destruida, que percibimos entre montones de escombros dejados por la guerra. Muestra una realidad que se ve impulsada por artículos, discursos y noticias de la época que consiguen un realismo que salta de las páginas al lector que es testigo privilegiado del sufrimiento de una población cuya ruina es incluso mayor que la de la propia ciudad. La población sigue adelante como puede, deteriorada, cansada, asediada en lugares seguros, o lo más seguros que encuentran mientras el Ejército Rojo ya está frente a la ciudad. Las SS intentan buscar culpables a la vez que detenerlo, hostigando a la población. Y, una vez nos ha dibujado la situación, entramos en la historia y conocemos a los protagonistas.
     Personajes que se alzan en mitad de este caos, el soldado Lassehn que está encargado de nos folletos, le sirve de excusa a Rein para mostrarnos el Berlín de la época. Lassehn, que no quería ser soldado, desertor, y que llega del pub Klose, centro de reunión de una resistencia que iremos conociendo. Un personaje que protagonizará uno de los encuentros más emotivos de esta historia y terminará siendo uno de los personajes más viscerales. Conoceremos también a Wiegand sindicalista torturado en un campo de concentración busca sabotear, al médico Böttcher, a Schröter y a un pequeño grupo (que en realidad son dos), en el que el autor tiene el acierto de mezclar no solo sexos, sino también ideologías. Escribe así, y gracias al acierto de un narrador omnisciente, la historia de unos pocos que luchan esperanzados.

     De este modo, y gracias a la habilidad narrativa del escritor, se puede decir que la novela que comenzaba mostrando una ciudad convertida en un animal herido bomba tras bomba, se convierte en algo más parecido a una historia de acción, apenas cortada por las discusiones entre sus personajes, que se lee con rapidez. De hecho, casi serán los diálogos las partes más lentas en contra de lo habitual. Rein no escribe una historia lacrimógena pero habla de un lugar en el que se vertieron muchas lágrimas y hace que nos preguntemos qué tipo de monstruos son capaces de hacer algunas de las cosas allí descritas. Y es que, Final en Berlín, es una historia rápida pese a todo en la que importa más el contenido que la forma en que se nos presenta. Decía antes que su mayor tara está en los diálogos, pero lo que nos queda de ellos es la unión, las ideas, las esperanzas dentro de una historia que está llena de dolor por una ciudad destruida que, estoy segura, fue amada por el autor. Por eso, una vez finalizado el libro, nos damos cuenta de las denuncias que lleva implícitas esta historia y, sobre todo, nos damos cuenta de que aquello que nos relata es real, que hubo una ciudad que fue destruida, que se buscaba en esos incesantes bombardeos terminar con las sedes nazis mientras que las SS en un desesperado intento por resistir no tenían piedad con su propia población. Que todo aquello, más allá de lo que hayamos podido ver por televisión, sucedió. Y que personas como Lassehn, existieron.

     Decía al principio de esta entrada que Final en Berlín es una novela olvidada y recuperada. Ahora os digo que merece la pena aprovechar la ocasión y no dejar que vuelva a caer en el olvido.

     Y vosotros, ¿con qué libro habéis dejado atrás las fiestas?

     Gracias.

jueves, 30 de noviembre de 2017

Apegos feroces. Vivian Gornick


     "Cada vez que me ve, dice: ‘Me odias. Sé que me odias’. Voy a hacerle una visita y a cualquiera que esté presente -un vecino, un amigo, mi hermano, uno de mis sobrinos- le dice: ‘Me odia. No sé qué tiene contra mí, pero me odia’. Del mismo modo, es perfectamente capaz de parar por la calle a un completo desconocido cuando salimos a pasear y soltarle: ‘Ésta es mi hija. Me odia’. Y a continuación se dirige a mí e implora: ‘¿Pero qué te he hecho yo para que me odies tanto?’. Nunca le respondo. Sé que arde de rabia y me alegra verla así. ¿Y por qué no? Yo también ardo de rabia”."      

     He tenido y posado este libro en las manos varias veces. Tras el premio otorgadopor los libreros de Madrid me decidí. Hoy traigo a mi estantería virtual, Apegos feroces.

     Vivian, autora y protagonista de estas memorias, pasea con su madre por Manhattan mientras conversan a ratos. En estas conversaciones salen recuerdos del pasado como si fueran el propio presente y también salen a la luz las diferencias y parecidos entre ambas mujeres, y la dificultad que entraña una relación madre e hija.

     Cada vez que leo que este es un libro honesto, me llama la atención. No por nada, yo también uso esa palabra con muchos libros, cuando me resulta verosímil o real lo que cuentan en ellos, pero en este caso estamos ante un libro de memorias. Y las memorias, por definición, han de ser honestas. Eso hace que me pregunte qué tienen los paseos entre una madre y una hija durante tres años para que esa sea la palabra que mejor los defina. Y entonces me pongo a leer.

     El libro, y sobre todo en la primera parte, trae al presente un pasado en un edificio del Bronx que retrata fielmente en una época identificada peroq ue podría perfectamente verse trasladado de ciudad, incluso de año. Esos vecinos y, sobre todo, vecinas que se relacionan por prosimidad, en las escaleras, los descansillos, el barrio. Un retrato de "el todo", el momento, por "la parte", el edificio. Y empezamos a conocer a la Sra Gornick, una mujer dura que se casa con un hombre al que se consagra en vida y también en viudedad ya que no sale del papel de viuda una vez su marido fallece. Quizás su contrapunto sea Netti, la vecina, un personaje magnífico que opta por serntirse liberada de su marido y disfrutar y tener sexo alegremente. Y en mitad, en el centro de la novela, está la autora. Una mujer de casi cuarenta a la que vemos de niña mirando todo y recogiendo información y conductas mientras busca el tipo de mujer que quiere ser.
     También hay hombres en el libro, de hecho están el padre y el hermano de la autora. Pero no tienen relevancia para lo que se nos está contando. Gornick habla del crecimiento y la búsqueda, de la dificil relación entre una madre y una hija que se ven fracturadas por una sensación de incomprensión y de esa chispa de rabia que salta entre ellas quizás por todo lo callado durante años y años.
   
      El tono del libro, pese a todo, es nostálgico, casi triste. Incluso cuando habla en la última parte de relaciones fallidas en las qe parece querer buscar a la mujer que es, percibimos un poso de tristeza. Pero quizás es en el narrador plural el que más me ha impactado, el más real y a la vez más solitario. De hecho, cuando uno termina el libro y lo cierra no puede evitar pensar en esa madre que tal vez descubriera el libro ya publicado en uno de sus paseos, en un escaparate, y en lo que hubiera opinado en caso de leerlo. Y justo depués uno no puede evitar pensar en madres e hijas.

     Apegos feroces me ha gustado. Entiendo que sigue una estela de publicaciones entre mujeres marcadas por las relaciones con las madres o las hijas, todas ellas perfectas en sus imprfecciones, todas con silencios y rencores ocultos, silencio, rebeldía y amor.

     Hablaba antes del premio de los Libreros. Y vosotros, ¿sois lectores de premios?

     Gracias.

jueves, 26 de octubre de 2017

El buen soldado. Ford Madox Ford



    "Todos tenemos mucho miedo, todos estamos solos, todos estamos muy necesitados de alguna confirmación exterior de que merecemos salir."

     Si es cierto que un libro lleva a otro, yo conocí este en El poder de las tinieblas, de Connolly. Al investigar un poco, descubrí que estaba ahí porque es de los favoritos del autor e, investigando un poco más, vi que estaba catalogado como uno de los mejores libros escritos. Hoy traigo a mi estantería virtual, El buen soldado.

     John Dowell forma parte de un grupo de dos parejas y nos va a relatar una historia. Tanto él como su esposa Florence, mantuvieron una amistad a lo largo de nueve años, con la pareja formada por Edward y Leonora. A partir de ahí, nos relata la manera en que se deshacen los matrimonios y la naturaleza de sus integrantes.

     Inicialmente, la historia es sencilla: un matrimonio estadounidense y otro inglés, se encuentran regularmente en un balneario alemán durante varios años. Dos de ellos mantienen una aventura con dramáticas consecuencias y un tercero lo conoce pero el otro, no. El desconocedor es el narrador y, una vez descubierto el pastel que el propio narrador hubiera preferido no saber, va retrocediendo en el tiempo de forma un tanto desordenada cronológicamente, pero perfecta para que podamos conocer a la perfección a cada uno de los personajes. Y, por mucho que nos esté relatando una historia en la que él bien podría ser un mero observador, con un toque de ironía, eso sí, cuando cerramos el libro descubrimos que es un personaje que se va grabando a fuego en la retina del lector. Su ceguera, su reticencia, su poca fiabilidad y su reiterada forma de decir el bueno de Edward, convierten esta novela en algo casi excepcional.
Dowell comienza con una frase ya famosa a contar su historia: Esta es la historia más triste que jamás he oído dice. De hecho, La historia más triste fue el primer título elegido por Ford Madox para esta novela, y pese a que el comienzo del libro nos pueda llevar a pensar que estamos efectivamente ante un dramón, descubrimos el verdadero significado de esa frase, justo al terminar.

     No cabe duda de la crítica que Madox deja hacia las clases bien en esta obra, casi podría decirse que no deja títere con cabeza, descubriendo la hipocresía y la manipulación como algo casi cotidiano para muchas personas. Sin embargo, será la ingenuidad del narrador la que en algunas ocasiones nos llame más la atención, como si él pudiera reflejar a todas las personas que viven sin pasiones, ciegas a su entorno. Incluso al más cercano. En cuanto a los personajes, todos ellos son radiografiados delante del lector, expuestos sus secretos que irán desde Edward el "sentimental" que necesita sentir y sufrir pasando por el car´cter de su esposa. Sin embargo, a medida que vamos retrocediendo, nuestro pensamiento cambia respecto a los personajes. Salvo tal vez Dowell, y ni aún así nos termina de caer bien ya que es presentado como un hombre sin atributos, pacato.

     Puede parecer contada así que la novela es un tanto insulsa y nada más lejos de la realidad, es un continuo girar y descubrir a quien no quiere ser descubierto, un tratado de deslealtades e infidelidades que se mantienen bajo unas fachadas que se resquebrajan y que unirán en más de una forma a estas dos parejas a la vez que las condenan. Una novela de la que, si bien yo no diría que es la mejor que se ha escrito, si que me ha gustado. sobre todo recoger algunos detalles que nos deja como perlas en forma de frases cortas, que luego comprendemos al descubrir a lo largo de las páginas la evolución de la historia. De hecho, esconde paradojas magníficas entre sus letras. Y ahora, seguramente, os preguntaréis quién es el buen soldado: bien, esa parte en sentido literal os resultará sencilla. En un sentido más figurado, os dejaré descubrirlo a vosotros mismos.

     El buen soldado es una novela sobre el deterioro y la mentira, sobre posiciones que se agrietan dejando al descubierto naturalezas escrita de una forma impecable y cuidada. Os lo recomiendo.

     Reconozco que a veces me cuesta encontrar la relación entre el título de un libro, y su trama. Y a vosotros, ¿también os pasa?

     Gracias

lunes, 25 de julio de 2016

Tu amor es infinito. Maria Peura


     "Dibujo un círculo en la arena, entro y me pongo de pie en el centro. Hay una línea que al abuelito no le está permitido cruzar. Ahora vamos a jugar según mis reglas. El abuelito no tiene permiso para entrar en el círculo, en mi círculo. Dentro sólo puedo estar yo.
     Lo que al abuelito le gusta más en el mundo soy yo. Si me porto bien con el abuelito, nunca me abandonará. Me hace buena, la niña del abuelito, y yo prometo obedecerlo siempre. Pero cuando estoy dentro del círculo, el abuelito no tiene permiso para entrar en él."

     A veces nos enfrentamos a lecturas que sabemos duras, difíciles, pero que nos siguen llamando. No tengo claro el motivo, quizás observar las formas en las que los autores tratan esos temas tan imposibles como para romper el corazón de la sociedad que los vive.... por no hablar de las víctimas. Hoy traigo a mi estantería virtual, Tu amor es infinito.

     Conocemos a Saraa, una niña de siete años que ha de ir a vivir con sus abuelos debido a los problemas en el matrimonio de sus padres. Lo que debería de haber sido un refugio para esta niña, se convierte en un infierno al caer en un hogar bajo el duro yugo del abuelo. Será ella misma quien relate sus días allí mezclando una realidad de maltratos terribles, con la fantasía infantil que se interpone entre Saraa y su terrible realidad.

      Este año muchos descubrimos en Instrumental un tema terrible, tratado en un libro magnífico. Y nos sorprendimos. Nos sorprendimos porque en la maldad, como en todo, hay grados. Y el maltrato infantil y los abusos estarían seguramente en la parte más alta de esa escala. Entonces, ¿cómo enfrentar un tema así en un libro? María Peura opta por dar voz a la víctima, la niña de 7 años que ve como su mundo cae y empieza a intuir motivos pero se aferra a su niñez. lo vemos cuando dice que no pregunta lo que sucede con sus padres, cuando se refugia en su juguete, en las flores. Y al mismo tiempo es obligada a crecer por las terribles circunstancias que rodean su vida. Se ve en una casa extraña, con una abuela que no la quiere y no le dará tregua vara en mano si hace falta, y un abuelo que la quiere menos aún y disfraza sus horribles vejaciones de amor infinito. Desnuda entonces a la víctima que sobrevive y es manipulada, descubrimos el horror que vive y con más horror aún como esa vida distorsiona su realidad, quedando a merced de estos dos adultos. Y lo mezcla todo con metáforas de luces y colores, de dibujos pintados y osos amigos. Y añade baños, vecinos que se convierten en refugios, maestras angelicales y ganas de vivir. De este modo el lector asiste impotente a una crueldad revestida de momentos de luz que hacen que se divida entre la necesidad de lanzar el libro con rabia por lo que pone, porque sucede, y la de seguir leyendo la historia con el corazón en un puño esperando un final feliz. Por una vez confieso que ya a mitad del libro me encontré con los nudillos blancos de sujetar la novela con fuerza, casi agarrotada, esperando un punto de paz en el que la autora hubiera tenido a bien terminarlo. Y la búsqueda de ese final es lo que hace que no levantes la vista y acompañes a Saraa.

     Se alterna la voz de la niña con otra en cursiva, un segundo tono de quien descubriremos pronto el dueño que no busca redimir, sino exponer. Una voz mínima en extensión que se extiende en el ambiente de lo siquiente que estamos leyendo, completando la ambientación de esta demoledora historia.

     Una novela en la que la maldad tiene nombre propio y en el que la autora ha decidido colocarla de frente y no evitar momentos incómodos. Construcciones imposibles de una plasticidad tremenda frente al horror de una vida que nadie debería tener pero que, desgraciadamente, tenemos noticias de su existencia casi a diario. Una lectura que parte el alma.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 2 de mayo de 2016

El show de Gary. Nell Leyshon


     "Allá vamos, pasen y vean. Por aquí, eso es. Toma asiento. Coge el libro. ¿Todo bien? ¿Estás cómodo? Estupendo. Pues que empiece el show de Gary.
     Tenemos mucho que hacer; muchas pruebas, digamos, por examinar. Pero prefiero no empezar por el principio porque llevaría mucho tiempo conocerme. Vayamos con una escena de los años chungos, así podrás hacerte una idea de cómo fui en otros tiempos."

     Leído Del color de la leche, tenía curiosidad por la siguiente novela que fuera a publicar su autora. Por eso no tardé en hacerme con este título y traerlo de paso a mi estantería virtual. Se trata de El show de Gary.

    Conocemos a Gary desde lo que parece su nueva vida, pero él está dispuesto a que lo acompañemos por todas sus vivencias. Por eso se presenta y nos relata una infancia pobre, una familia con dos hermanos, un padre delincuente y una madre que se deja caer en la nebulosa de la bebida; una pandilla poco recomendable y lo que parece  un sello genético garantizado para seguir las andanzas por los bajos fondos de su padre y tal vez, acabar como él, en prisión a temporadas. Un descenso entre drogas y carreras regado con alcohol, acaso con una salida, mientras nos recuerda que ahora va junto a su hijo.

     La primera percepción al abrir este libro es de miedo. Miedo a estar ante lo ya visto, el recurso usado y que hacía que Del color de la leche fuera un libro sobresaliente. La voz propia del protagonista. Sin embargo, pronto descubrimos que ante protagonistas con voz propia, ese recurso da además una personalidad añadida que no puede aportar una descripción con facilidad. El aire descarado y chulesco que transmite toda la novela viene provocada por ese toque prepotente que jamás pierde Gary, ni en los peores momentos.
     Leyshon, como ya hiciera en su anterior título, da de este modo voz a uno de esos personajes mudos que normalmente no tienen siquiera derecho a ser protagonistas de una novela. Usa, y tal vez abusa, de la excusa del entorno enjaulado en el que el Gary niño ya oye cómo es igualito a su padre aunque él no lo sepa. Parece que todo le condiciona hacia una vida marcada por la delincuencia de poca monta, incluso su padre, que percibimos como un hombre despegado, delincuente, irrespetuoso y de mano larga más que firme, no le mira dos veces hasta que no parece entrar en ese mundo. El orgullo de la semilla sembrada, primario, animal, se manifiesta únicamente cuando sigue la estela de un progenitor que nunca se paró a mirar a su hijo mayor antes de eso y también vemos como el hijo se ve impulsado ante ese reconocimiento buscando en él un cariño que nunca antes recibió. Lo hace además sin victimizar o justificar una actitud por su entorno. Puede considerar que el entorno moldee de una forma casi decisoria, pero no es la excusa. No hay excusa para la bajada a los infiernos de su protagonista.
     Y entonces Leyshon da la vuelta y comienza a contar capítulo a capítulo, peldaño a peldaño a recorrer el camino de Gary.

     La novela es un descenso y ascenso, un camino con un final que a mi me ha sabido a poco, pero que viene en realidad muy acorde con el tono del libro y que se vislumbra ya en las primeras páginas. En conjunto es una lectura muy amena y ágil que da muestra de que aún quedan formas diferentes de contar historias, formas que dan voces sin necesidad de crear héroes o antihéroes para dejarnos una novela que es un placer leer.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.