A veces el placer que ha provocado la lectura de los títulos de un escritor nos lleva a seguir su estela hasta extremos insospechados, por ejemplo, leer a sus hijos. Así es como llego a Owen King y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El museo.
Conocemos a Dora, cuya vida ha sido dura. Creció en un orfanato ya que su familia falleció debido al cólera y ella, sin ser capaz jamás de olvidar a su hermano ni sus últimas palabras, ha trabajado últimamente en el servicio doméstico de la Universidad. En un mundo convulso, Nora tiene una relación con Robert, al que convence para que la ayude colocándola en la Universidad para la Investigación Psíquica, un instituto ocultista en el que él trabajó. Un lugar en ruinas en una ciudad en ruinas que la llevan a centrarse en la periferia y, poco a poco, ir profundizando en los misterios que recorren la ciudad como almas perdidas.
Tengo que decir que mi experiencia con esta novela ha sido, cuanto menos, complicada. Me costó entrar en ella varios intentos. No tenía claro si era la prosa, la historia, D que no me encajaba, su amante... me parecía... aburrida. Sin embargo, siempre digo que no abandono los libros sin haberlos terminado, así que, tras dejarlo apartado unos cuantos días, decidí retomar. Descubrí entonces un lugar sin nombre en un tiempo pretérito en el que había sucedido algo que dio al traste con el orden tal y como lo habían conocido. En este lugar, en el que en un momento determinado incluso deambulan almas perdidas, las clases altas se han ido y las bajas intentan hacer lo que pueden bajo un orden tambaleante que amenaza con desplomarse. Y es que es una novela en la que la trama parece lo más importante, dejando descuidados el resto de los elementos para que el lector decida lo que tiene que hacer. La novela tiene carencias en cuanto a personajes, que no terminan de quedar definidos para que el lector se implique con ellos; pero la más importante es en el ritmo. King quiere conectarlo todo pero lo hace del mismo modo que aquellos profesores que pensaban que su asignatura era la única durante los años de estudio. Exige tanta atención que agota al lector, sin recompensarle lo suficiente al proporcionarle una novela que falla en el ritmo, tal y como se percibía ya en las primeras páginas. Un ritmo que cambia pero al que, superado el primer tercio, se le empieza a ver que le falta continuidad.
El autor busca recursos utilizados para sobresalir, comparaciones llamativas, metáforas visuales; usa todo, y quizás no era necesario. La comparación con Dickens la entiendo aunque siendo sincera no la veo más allá de la propia cita del autor que parece haber preparado todo para obtenerla, incluída la cita del principio. Y yo he echado en falta la libertad. Owen King más que un libro ha presentado un ejercicio y eso hace que la lectura se resienta dejando espacio para que el lector se de cuenta de que quizás, el tiempo, el oficio y la confianza, nos dejen ver lo que hay ahí. A fin de cuentas no debe de ser fácil ser un King si tu padre se llama Stephen o tu hermano es Joe Hill.
El Museo es una novela desigual de difícil recomendación.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.