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lunes, 17 de mayo de 2021

Nortamericanas ilustres. Ben Marcus


   

     Hay autores que me divierten endiabladamente y uno de ellos es Ben Marcus. No he leído más que un par de títulos suyos en castellano y alguno que me he permitido comprar en inglés, pero me divierte. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Norteamericanas ilustres.

     El libro comienza con el padre de Ben Marcus hablando de su hijo como improbable autor del libro. Se da el caso de que el hombre está enterrado en el patio trasero y será él quien nombre en primera instancia a las Mujeres Silenciosas instándonos además a olvidar a su hijo. Me diréis lo que queráis, pero con ese comienzo uno ya se sienta a leer. Las Mujeres Silenciosas se dedican a purificar el lenguaje utilizando métodos como meter trapos de lino en la boca, pero tienen muchas otras técnicas que Ben Marcus, el protagonista de esta novela, conoce en sus propias carnes. De hecho incluso tienen algo así como pañales. Ahí está Jane Dark, la que manda en todo esto, que pretende conseguir del niño Ben un nuevo Ben purificado y será este Ben quien relate su historia de una forma pura y aséptica: los hechos. Y al final, porque la novela también tiene un final, será la madre de Ben quien nos deje constancia de que al menos ella tiene mucho que sentir.

     Bien, con estos datos uno puede suponer que está ante una distopía tal vez abusiva para quienes la padecen en la ficción. Y sí, pero más allá de eso, lo mejor de la novela es leer al autor con sus rarezas y sus giros que oscilan entre lo endiablado y lo extraño para construir momentos divertidos y otros de absoluta perplejidad entre los que he creído ver una crítica sin tener demasiado claro cuándo o exactamente dónde. En cierto modo inclasificable uno lee la novela y se descubre hablando de ella sin darse cuenta, desde las primeras páginas, abducido por ese mundo que el autor (evito decir el nombre) nos presenta a tres bandas para dejarnos elegir la interpretación final. Y cuando eso sucede desde el principio de la novela, significa que hay algo que te conecta a ella, que te gusta. Por eso leo a Ben Marcus, por ese click. Aunque no siempre le comprenda, siempre le disfruto. Y, si algo se me escapa, ya volveré a ello.

     Norteamericanas ilustres es divertimento magníficamente escrito. Y ya está. Como si fuera poco.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

martes, 11 de diciembre de 2018

Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Franzen y la vida tal y como la conocemos. Ben Marcus (Con unos pinitos de pedantería. Rubén Martín Giráldez)


     "Le estamos dando el siguiente mensaje al lector de a pie: La literatura es tremendamente difícil de leer. Y al aspirante a escritor: El respeto se gana mediante la dificultad extrema. Esto es un despropósito. Es un despropósito sobre todo cuando la palabtra impresa lucha por la supervivencia frente a otros medios".

     Va a ser difícil explicar por qué me pareció divertido este título interminable que parecía proponerme un divertido juego. Digamos simplemente que se me metió en la cabeza cuando ni siquiera era capaz de recordarlo completo y que ese fue el motivo por el que corrí a la librería apenas salió a la venta. Hoy traigo a mi estantería virtual, Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Franzen y la vida tal y como la conocemos.

     Para explicar este libro basta decir que está compuesto por tres partes. La primera es un artículo de Ben Marcus que da título al volumen y que escribió como respuesta a un artículo en el que Franzen tildaba a Gaddis de difícil. El segundo, escrito por Martín Giráldez que además traduce al primero, es un minitratado de literatura difícil en el que mastica el término pedante y la tercera parte  es una palinodia no exenta de tonillo que publicara Ben Marcus el mismo día en que salió a la venta su novela Notable American Women.

     Pocas veces he expuesto de forma tan clara el contenido de un libro y menos veces aún he tenido la certeza de que nadie se había enterado demasiado de lo que acababa de explicar (y dudo si incluir el término palinodia entre los puntos desconocidos por casi cualquiera). Con un título alarmista parte con un interesante primer artículo en el que Ben Marcus responde a Franzen. Franzen, que abanderó durante un tiempo su amistad con un escritor experimental y que él mismo se señalaba como el creador de la gran novela americana (muchas veces por su extensión, estoy segura), escribe hablando de Gaddis una crítica abierta contra esos llamados escritores experimentales que buscan ir más allá del concepto de novela como correlación de hechos que cuentan una historia. No deja de ser paradógico que haya sido precisamente Franzen quien lo haga y es justa la respuesta recibida de puño y letra de Ben Marcus que advierte ya en sus primeras páginas: "En el mundo literario, insinuar siguiera que el cerebro está implicado en la lectura o que nuestras facultades lectoras puedan ser efectivamente mejoradas es una falta de tacto". Pero no se entienda entonces que este artículo es una ofensa contra la literatura de entretenimiento, más bien es un contrapunto en el que defiende la necesaria existencia de una literatura que aporte algo más. Frente a lo que uno pudiera pensar, plantea el autor, la literatura se ha ido deformando hasta no salirse de los márgenes de un producto fácil de consumo dejando de lado al lector interesado en buscar algo más en las historias. A fin de cuentas, afirma Marcus "llamar experimental a un escritor equivale hoy en día a decir que su obra no es relevante, no es legible y que es agresivamente masturbatoria". No falta, como se puede ver, socarronería en el artículo, ya que el propio Marcus se mete en el saco de este tipo de escritores. Como él dice: "la lengua literaria es compleja porque intenta conseguir algo extraordinariamente difícil: fijar los aspectos elusivos de la maraña vital, representar la intensidad de la consciencia".
Al final uno sale de este artículo con a sensación de menosprecio hacia el lector por parte del mundo literario al que no se le da muchas veces la opción de elegir ya que los premios y la crítica tienden a encumbrar aquellos libros fáciles que son susceptibles de convertirse en un boom. ¿Qué pasa entonces con ese lector que aspira algo más? ¿Espera entonces encontrarse por casualidad con el escritor que se siente casi despreciado? Y eso es porque estamos ante un libro a debatir, un libro de preguntas más que de respuestas que obliga al lector a posicionarse, y que lo hará dejándose muchas veces llevar por la trampa de quien dirige el debate que es, a fin de cuentas, quien manda.
     La segunda parte comienza como una suerte de broma o juego de estilo que Martín giráldez cuaja de citas, como buen pedante, pero que creo que termina por perder un ritmo necesario a la hora de seguir una broma. Es cierto que las discusiones que plantea son tan antiguas como la propia literatura, pero también lo es que fatiga al lector al plantearle dudas y soluciones ya escritas una y otra vez.
      La tercera os la dejo, no quiero descubrir lo que es una palinodia.

     Por qué la literatura.... es un libro divertido que hace que pensemos en lo que leemos, en por qué lo leemos y lo que nos aporta. Nos deja llegar a conclusiones propias sobre el tipo de lector que somos y que también nos hará un poquito más críticos cuando veamos las mesas de novedades en las librerías o las listas de libros recomendados. Por supuesto que la literatura experimental no va a terminar con la edición, pero eso ya lo sabíamos cuando comenzábamos a leer el libro y, ahora que lo hemos terminado estamos deseando encontrar a otra persona que lo haya leído para preguntarle, ¿y tú de qué lado estás? En mi caso, y mal que me pese porque mira que me gusta como escribe, he sido infiel a Jonathan Franzen. Peero os aseguro que es la primera vez que me pasa.

     Y vosotros, ¿se os meten títulos en la cabeza sin motivo aparente?

     Gracias.

     "Los verdaderos elitistas del mundo literario son aquellos a quienes irrita la ambición literaria de cualquier tipo". Menos la suya propia, añadiría yo.