soñar, más que un derecho,
debería ser una obligación.
tristemente, empezamos a olvidarnos
de que existe, siempre a nuestro alcance,
la posibilidad de un sueño o dos.
por desazón, por falta de costumbre,
se va tejiendo una telaraña,
y se forma una pátina de óxido
que entumece las articulaciones
que resultan del todo indispensables
para hacer el sueño realidad.
es decir, sueño.
yo no espero que los sueños se cumplan.
pero creo que estoy en condiciones
de exigir, de pedir, por lo menos,
que se sigan soñando, que se sueñen.
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Esta vez me da pie Javier, desde Estación claridad: vengo llegando. Hace pensar, incita a soñar, a mirar, a ver, a darle vueltas... nada recomendable, por lo tanto.
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