martes, 25 de noviembre de 2008

Mujer de poca fe

Miro a mi alrededor y no lo abarco.
No recuerdo el camino
Ni dónde estoy, ni cómo se llegaba
ni recuerdo aquel día
aquella vez que no sé si dijiste
no sé qué dos, no sé qué tres
palabras.

No me acuerdo de ti.
No sé si estabas.

Poco me importa.

Aún llevo aquella camiseta de tirantes
y el sol tibio en el hombro
y aún me sabe a tierra el agua,
da igual en qué camino me la beba.

No sé adónde, pero sé que voy
con el cansancio grande al caminar
los párpados pesados y la sonrisa ancha.

Me da igual en qué termina la andadura
termine antes o después soy miope.
Me cansé de mirar lejos
sin ver.

Enciendo sólo ya la luz de cruce.
Un hombre y una mujer se encuentran.
Mi fe se despereza
en una micronésima de segundo
y creo que se ven.

Acto seguido, la fe bosteza largamente.
Lejos de mí, regresa a su letargo.

_____________________________________________________
La sonrisa ancha es como la de Amanda, en la canción de Víctor Jara, pero la mujer no es Amanda. (Editado)

domingo, 16 de noviembre de 2008

El cielo a punto de romper

La paloma no me ve, sus ojitos se camuflan con el gris del cielo a punto de romper.

Svor, en su blog Cuadernos de bitácora

Aunque me empeño

en apuntalarlo tecleando,

el cielo sigue a punto de romper.


Yo lo sé

y me calzo las ojeras

y el ceño fruncido

y el cansancio

y la mirada de invierno.


Intento sujetarlo

pero amenaza

y grita y rompe. La rotura

diluye el ruido del tráfico.


Una paloma sin ojeras ni cansancio

se sacude las plumas y vuela. Yo,

con los dedos grises confirmo (15:30)

que deseo abandonar

esta pecera de cristales sucios

y respirar el agua de ahí afuera.


Pantallazo azul y luego negro.

Gabardina y me voy

a la intemperie del cielo roto

y la tierra magullada,

al abrigo de tus manos grandes,

revueltas con las mías

que forjan otro cielo otra vez frágil,

otra vez de incierto porvenir.


Una suerte de horizonte se aprecia.

Por un instante, se atenúan mis ojeras

y se me borran todas las arrugas.

Por un instante sólo.

_________________________________________________________________

Svor me dio pie esta vez con otro texto precioso, Miércoles de frío y budget.

No perdáis oportunidad de leer su blog. Está plagadito de pequeñas joyas. Es capaz de fotografiar muchos momentos con palabras. Me encanta.


martes, 4 de noviembre de 2008

Pudo ser fuego (los hechos)

Tengo ganas de puchero cuando llega el invierno, pero no estoy acostumbrada a cocinar para guardar. Cocino para comer en caliente, sin pasar por el congelador ni el microondas. Pero el miércoles por la noche me decidí a poner lentejas. Se hicieron a fuego lento mientras preparaba la cena, mientras cenaba, mientras miraba, puede ser, el correo.

Amanecí a las siete menos diez del jueves con la casa llena de humo. En mi dormitorio había menos humo: por la noche había cerrado la puerta. Apenas se veía en el pasillo. Corrí a la cocina y aparté las lentejas, lo que quedaba de ellas. Abrí todas las ventanas. Fui consciente de que el humo no te despierta cuando te invade la casa, y de que los días laborables y los madrugones tienen sus ventajas.

Me duché con la puerta del baño abierta de par en par, para que estuviera más ventilado. La ropa del armario no apestaba. Lo demás sí. El abrigo que cogí, por ejemplo.

Tuve la sensación de estar masticando ceniza varios días, pero sigo mi vida normal. He puesto más lavadoras, he hecho limpieza en la cocina, he pasado frío, con las ventanas abiertas de par en par siempre que estaba en casa. Mi casa sabe a humo literalmente. Y a ceniza. Lo noto en los ojos y en el sabor de las comidas. Primero era más tóxico, luego como una chimenea donde el humo ha salido a la habitación por una ráfaga de viento. Mi madre me ha traído un producto que no conocía. Un absorbeolores que me quita el agobio de las partículas en suspensión pero que lo deja todo pegajoso de humo, como un ambientador en el habitáculo de un coche en que se fuma. Mi madre me invita el domingo a comer. Igual pone lentejas. Ya veremos.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Pudo ser fuego

Saciada por un tiempo
el hambre de lentejas y de cama
podemos morir sin cita previa,
ni cansancio ni ruido.

A las siete menos diez, sin embargo
nos despierta el veneno de otro día.
Otro jueves borbotea
más tóxico pero jueves, sin duda.

La lengua revuelve con los dientes
el café y las cenizas de nada,
porque nada se quemó.

Abrimos las ventanas. Celebramos
al tiempo la caída del mito y de la muerte
y la entrada del frío. Masticamos despacio
el humo y el veneno. Enredamos el aire
y vivimos sin miedo y sin una luz al fondo
la vida, ese drama cotidiano.