¿Una performance apetitosa, que se deja devorar? Sin duda, un sueño que quizá tiene sus raíces en la más tierna infancia, una casa que se come, como lo hicieran los glotones Hansel y Gretel. La mesa está servida, el juego planteado, pasar al salón, en donde el suelo está embaldosado de biscotes, que crujen tras cada uno de nuestros pasos, crack, crack, crack. Allí vemos dispuesta una mesa, con frutas y tapenade de olivas negras, con dos sillones... la decoración y el mobiliario se pueden comer ¡están hechos de pan, frutas, salchichas secas, olivas, gofres, etcétera!
Du bout de doigts (dentro de este contexto se puede traducir "Con los dedos") es el nombre de la performance que realizara la artista Marie Dallard, el 24 de septiembre en el Espace Écureuil de Toulouse. El trabajo de Marie, sin duda propone desdibujar los límites de lo culinario, del arte, uniendo ambos conceptos con su vínculo sensual y lúdico de los sentidos y el juego. Un chimenea avivada por la leña hecha de salchichas y pan, candelabros hechos de pan, olivas, cebollitas encurtidas y salchichas...
Sin duda, los niños están más abiertos al juego y al disfrute del mismo como cosa natural, era asombroso ver a un niño que penas caminaba, que no dejaba de sonreír, mientras movía sus caderas y daba un mordisco a cada uno de los panes de sus manos, no paraba. Y también para los niños, la destrucción como exploración es fundamental...
La artistas en su página, reflexiona acerca de su performance:
Sin duda, aceptar la invitación a comerse la instalación daba apuro, fui una de las primeras, arranqué una flor del candelabro (que supuse sería lo más discreto), y unté un poco de paté y otro de tapenade... pero a la vez el juego me encantaba, trastocar la realidad de los objetos cotidianos y poder disfrutarlos en el paladar, sin olvidar su belleza, aromas, las sillas aún conservaban la blancura de la harina del trigo esparcida en alguna de sus superficies.
Su trabajo, parte de lo efímero de todo aquello que está en torno a los alimentos, convertidos en pura poesía, pequeñas obras de arte que intentan invertir el orden, explorar los sentidos, como bien lo hace en uno de sus trabajos pasados, en el que los platos y los alimentos se mimetizan con los manteles. O bien, las cenas pueden servirse en un armario o cerca de la ducha.
La artistas en su página, reflexiona acerca de su performance:
Ese ruido de los biscotes.
Ese era el juego.
Ese ruido de los biscotes...
Yo observo desde afuera la vitrina, donde los gourmands divirtiéndose devastan el paisaje.
Ese era el juego.
Fui presa de una suerte de vértigo.
En el suelo una alfombra de migajas.
Se divirtieron, todo se desmoronó, las sillas se rompieron, las mesas demolidas, los candelabros fueron despojados de sus decoraciones de rosas.
Solo la chimenea, adornada con vanidad y una pâte morte*, queda en pie.
Me paseo sola en medio del desastre.
¿Instalación de deconstrucción alimentaria o apocalipsis?
Ese era el juego, un pequeño juego de destrucción masiva.
Un pequeño juego de impudor comestible.
Un pequeño juego de humor negro.
No comí casi los dos día siguientes. Tomé una copa de vino y me fui a acostar.
No pude dormir.
Sin duda, aceptar la invitación a comerse la instalación daba apuro, fui una de las primeras, arranqué una flor del candelabro (que supuse sería lo más discreto), y unté un poco de paté y otro de tapenade... pero a la vez el juego me encantaba, trastocar la realidad de los objetos cotidianos y poder disfrutarlos en el paladar, sin olvidar su belleza, aromas, las sillas aún conservaban la blancura de la harina del trigo esparcida en alguna de sus superficies.
Su trabajo, parte de lo efímero de todo aquello que está en torno a los alimentos, convertidos en pura poesía, pequeñas obras de arte que intentan invertir el orden, explorar los sentidos, como bien lo hace en uno de sus trabajos pasados, en el que los platos y los alimentos se mimetizan con los manteles. O bien, las cenas pueden servirse en un armario o cerca de la ducha.
La artista junto a uno de sus candelabros.
Al final, todos dejamos nuestra marca, partícipes del festín pero también nos convertimos en una suerte de termitas exterminadoras, un trozo de la instalación se fue dentro de nuestros estómagos, pero igual el goce de la experiencia singular, en donde el orden del mundo se trastoca, y entonces el reposabrazo del sillon, sirve para untar un poco de paté del sur de Francia. El arte como un alimento total y completo del cuerpo y del alma.
Leer en francés el texto completo de Marie Dallard: Apocalypse Alimentaire
Ver algunas fotos del trabajo de Marie: Léa' Zarts de la table.
*La pâte morte es una masa de pan (sin levadura ni sal) que los panaderos utilizan con fines decorativos, aunque debe ser totalmente comestible. Si alguien sabe el equivalente en español puede dejar acá su comentario.