Una amiga, me contó esta
experiencia que empezó como un juego pero que, con el tiempo, fue adquiriendo
un tinte más serio. En busca del mejor beso, mi amiga besó a 80 hombres y
llegó a algunas conclusiones. Les comparto lo que resultó de su “experimento”.
Seguramente se sientan identificadas en más de un caso.
“Empezó como un juego.
Como estaba aburrida de que en mi vida amorosa no pasara nada, me propuse algo
distinto, un poco adolescente, lo sé. Iba a besar a 50 hombres en un año.
En el camino a los 80 besos, número en el que finalmente me planté, había
arribado a algunas conclusiones.
‘Ligas mayores’
El beso está un poco
subestimado. Una vez que somos adultas y pasamos a ‘ligas mayores’,
hablamos mucho más sobre cómo es la gente en la cama que sobre cómo besa. Mi
colección de besadores volvió a traer el tema a las conversaciones con mis
amigas. Como quinceañeras, comenzamos a reparar y compartir detalles.
Así descubrimos que los tipos de besadores eran ciertamente universales. Todas
habíamos encontrado determinados patrones en nuestro camino. Confío en que
quienes leen esta nota sabrán de qué hablamos.
Voy a empezar por los
malos.
Los besos ‘top’
Te hace querer más, ¡pero
en otro lado!
Los besos de Julio me mareaban. Cuando me besaba no podía pensar en él, en nosotros ni en mí. Solo quería que baje. Con tanto ritmo, peripecia y suavidad, solo podía preguntarme una cosa: ‘¿cómo se sentirá esto ahí abajo?’. Hay tipos que saben no solo besar, sino comenzar a hacerte el amor mucho antes, en cualquier parte del cuerpo.
El ‘performer’
Martín no me besó, Martín me hizo un 'show'. Me tomó la mano, me miró a los ojos. Creo que olió mi perfume y miró mi boca unos diez segundos antes de acariciar mi cara y posar sus labios en los míos. Luego, volvió a alejarse, a mirarme, a sonreír. Me corrió el pelo y en un punto, se decidió. Yo lo estaba mirando a él, pero en realidad lo recuerdo como si hubiera estado mirando una película.
El que te hace desearlo a morir
Mi cuello, los lóbulos de mis orejas, mis comisuras y hasta mis hombros. Juan ya había besado en mí todo lo que es lícito de besar en público. Aún no había llegado a mi boca y yo ya quería casarme. Para ser honesta, no recuerdo tanto sus besos y puede incluso que, como besador, no haya sido tan bueno. El camino a descubrirlo, sin embargo, fue delicioso.
El desinhibido
¿Están tus viejos? Te besa apasionadamente. ¿Están los suyos? Te besa igual. Frente a tus amigos, en el bar y en el medio de la calle. El secreto de estos besadores es que no solo besan tus labios, besan tu ego. Te hacen sentir encantadoramente irresistible. Puede que haya en ellos algo de exhibicionismo, lo sé, pero ¿a quién no le gusta de vez en cuando sumarse a la exhibición? Cuando me preguntan qué logré con todo esto oficialmente digo “divertirme”. Secretamente, pienso otra cosa. Creo que, con toda esta experiencia, al final el mejor beso es el que ahora doy yo.
Los besos de Julio me mareaban. Cuando me besaba no podía pensar en él, en nosotros ni en mí. Solo quería que baje. Con tanto ritmo, peripecia y suavidad, solo podía preguntarme una cosa: ‘¿cómo se sentirá esto ahí abajo?’. Hay tipos que saben no solo besar, sino comenzar a hacerte el amor mucho antes, en cualquier parte del cuerpo.
El ‘performer’
Martín no me besó, Martín me hizo un 'show'. Me tomó la mano, me miró a los ojos. Creo que olió mi perfume y miró mi boca unos diez segundos antes de acariciar mi cara y posar sus labios en los míos. Luego, volvió a alejarse, a mirarme, a sonreír. Me corrió el pelo y en un punto, se decidió. Yo lo estaba mirando a él, pero en realidad lo recuerdo como si hubiera estado mirando una película.
El que te hace desearlo a morir
Mi cuello, los lóbulos de mis orejas, mis comisuras y hasta mis hombros. Juan ya había besado en mí todo lo que es lícito de besar en público. Aún no había llegado a mi boca y yo ya quería casarme. Para ser honesta, no recuerdo tanto sus besos y puede incluso que, como besador, no haya sido tan bueno. El camino a descubrirlo, sin embargo, fue delicioso.
El desinhibido
¿Están tus viejos? Te besa apasionadamente. ¿Están los suyos? Te besa igual. Frente a tus amigos, en el bar y en el medio de la calle. El secreto de estos besadores es que no solo besan tus labios, besan tu ego. Te hacen sentir encantadoramente irresistible. Puede que haya en ellos algo de exhibicionismo, lo sé, pero ¿a quién no le gusta de vez en cuando sumarse a la exhibición? Cuando me preguntan qué logré con todo esto oficialmente digo “divertirme”. Secretamente, pienso otra cosa. Creo que, con toda esta experiencia, al final el mejor beso es el que ahora doy yo.
Los que te sacan
corriendo
El precipitado
Algunos besadores tienen sus brazos misteriosamente conectados a sus labios y ya en su primer beso tiran no solo su boca sobre la tuya, sino también sus manos a tus pechos, tu cola, tu entrepierna. Actúan como si una misteriosa bomba de tiempo estuviera por detonar entre sus pantalones. Personalmente comprobé que demasiados estímulos a la vez terminan por anularse entre todos.
El acaparador
Hay hombres que se apropian de la situación. La situación, en este caso, es tu boca. Son esos hombres que te meten la lengua hasta el fondo, la mueven por todos lados, la empujan, la pasean y no relajan jamás. Sin darse cuenta, anulan cualquier maniobra bucal que quieras emprender. Con ellos nunca puedes besar, solo puedes ser besada.
El que te hace ‘valet parking’ de lengua
Bastante difícil es saber qué hacer con la lengua propia durante un beso ¡como para saber qué hacer con una ajena! ¿Qué les pasa a esos hombres que sacan su lengua, la estacionan sobre la tuya y creen que eso es besarte? He comprobado que esta actitud de “con mi sola presencia basta” ¡encierra toda una cosmovisión!
El hipereducado
Este es un problema de la nueva generación. En la era del #MeeToo, algunos hombres jóvenes, sumamente gentiles y educados, se han tomado la cuestión del consentimiento demasiado literalmente. Un tal Matías me preguntó: “¿puedo besarte?” y “¿me dejas darte un beso?”, una y otra vez antes de cada aproximación. Al final le dije que no.
El que te moja
No había nada de malo en la baba de Manuel. Su aliento era fresco y su baba liviana (no de esas pegajosas, que también encontré). El problema es que ¡era demasiada! Como él, algunos hombres abren demasiado la boca, calculan mal la superficie. Son los que, en vez de besarte los labios, te besan el mentón, los cachetes ¡la nariz! Después de cada beso, no te queda otra que arrastrar tu manga sobre tu cara ¡para secarla!
Algunos besadores tienen sus brazos misteriosamente conectados a sus labios y ya en su primer beso tiran no solo su boca sobre la tuya, sino también sus manos a tus pechos, tu cola, tu entrepierna. Actúan como si una misteriosa bomba de tiempo estuviera por detonar entre sus pantalones. Personalmente comprobé que demasiados estímulos a la vez terminan por anularse entre todos.
El acaparador
Hay hombres que se apropian de la situación. La situación, en este caso, es tu boca. Son esos hombres que te meten la lengua hasta el fondo, la mueven por todos lados, la empujan, la pasean y no relajan jamás. Sin darse cuenta, anulan cualquier maniobra bucal que quieras emprender. Con ellos nunca puedes besar, solo puedes ser besada.
El que te hace ‘valet parking’ de lengua
Bastante difícil es saber qué hacer con la lengua propia durante un beso ¡como para saber qué hacer con una ajena! ¿Qué les pasa a esos hombres que sacan su lengua, la estacionan sobre la tuya y creen que eso es besarte? He comprobado que esta actitud de “con mi sola presencia basta” ¡encierra toda una cosmovisión!
El hipereducado
Este es un problema de la nueva generación. En la era del #MeeToo, algunos hombres jóvenes, sumamente gentiles y educados, se han tomado la cuestión del consentimiento demasiado literalmente. Un tal Matías me preguntó: “¿puedo besarte?” y “¿me dejas darte un beso?”, una y otra vez antes de cada aproximación. Al final le dije que no.
El que te moja
No había nada de malo en la baba de Manuel. Su aliento era fresco y su baba liviana (no de esas pegajosas, que también encontré). El problema es que ¡era demasiada! Como él, algunos hombres abren demasiado la boca, calculan mal la superficie. Son los que, en vez de besarte los labios, te besan el mentón, los cachetes ¡la nariz! Después de cada beso, no te queda otra que arrastrar tu manga sobre tu cara ¡para secarla!
No puedo con esa gente que, al mismo tiempo que está con los amigos, se está dando el lote con la novia, como si hubieran descubierto ellos el asunto y no hubiese momentos para cada cosa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Opino como Macondo.
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