31 agosto 2007
La última vez que esperé algo con ansiedad fue cuando era niño y estaba a punto de recibir mis espuelas de Tom Mix. Una y otra vez iba al buzón, hasta que finalmente me llegaron ... el mismo día que murió mi bisabuela. Desde entonces he dejado de esperar las cosas con ansiedad.
Conversaciones con Al Pacino (2.007) (II)
Lo que uno realmente se esfuerza por aprender al actuar es cómo no actuar. De eso se trata. Actuar es no actuar.
Conversaciones con Al Pacino (2.007)
La vez que hice Pavlo Hummel en Boston, mi mirada se encontró de repente con un par de ojos del público, y pensé: "Es increíble; estos ojos me penetran". Me pasé la actuación entera relacionándome sólo con aquellos ojos. No podía esperar a que cayera el telón para averiguar de quién se trataba. Cuando finalmente cayó, miré en dirección a los ojos y descubrí que eran los de un perro lazarillo. [Ríe]. Pertenecían a una chica ciega. No podía salir de mi asombro: la compasión, y la intensidad y la comprensión de esos ojos...y era un perro. ¡Qué profesión!
Radio Muerte
La radio chisporrotea en la ventana como un tripudo surtidor de palabras y penas. Estos días están llenos de avisos de muertos conocidos; el futbolista joven y fuerte, la actriz ronca y lavada, el escritor mortal y rosa. Estas noticias se superponen a las de los muertos habituales; las mujeres a manos de sus hombres, las familias engullidas por los terremotos, los albañiles furtivos acosados por la ilegalidad y tantos otros.
La radio lanza un alarido estructurado, nacido de la entonación que no respeta el punto y seguido y nosotros, comiendo plácidamente en la cocina bañada por la luz, somos oyentes de un drama de muerte, tristeza y desolación.
El heredero pregunta por qué siempre hablan de muertos, yo replico que para que estemos atentos ante los peligros que nos rodean, y ésto, que parece importarle poco, recarga su pistola de preguntas, por qué no hablan de cosas buenas, y entonces mi escudo de respuestas de desvanece en el aire.
La radio lanza un alarido estructurado, nacido de la entonación que no respeta el punto y seguido y nosotros, comiendo plácidamente en la cocina bañada por la luz, somos oyentes de un drama de muerte, tristeza y desolación.
El heredero pregunta por qué siempre hablan de muertos, yo replico que para que estemos atentos ante los peligros que nos rodean, y ésto, que parece importarle poco, recarga su pistola de preguntas, por qué no hablan de cosas buenas, y entonces mi escudo de respuestas de desvanece en el aire.
29 agosto 2007
28 agosto 2007
Preferencias
(B.) A mi me encanta la Historia, es lo que voy a estudiar cuando sea mayor.
(M.) ¡Uf, qué aburrido! Yo prefiero las Matemáticas, estudiaré algo relacionado, para ingeniero, tal vez.
El niño, tras escuchar las preferencias de las chicas, se lanza:
(A.) A mi lo que más me gusta es el recreo.
(M.) ¡Uf, qué aburrido! Yo prefiero las Matemáticas, estudiaré algo relacionado, para ingeniero, tal vez.
El niño, tras escuchar las preferencias de las chicas, se lanza:
(A.) A mi lo que más me gusta es el recreo.
27 agosto 2007
Tres reyes y una reina
Los vi paseando bajo los tilos (¡gracias, comandante!) con sus cuatro cabezas coronadas de porcelana y plata. Ojos azules, ojos castaños. Tres hombres y una mujer. Ella vestida con blusa blanca y traje negro. Los pequeños de azul y beige, aunque a ellos no les importan los colores. El segundo con bastón y una sonrisa que cruzaba la calle.
No escribiré sobre sus edades, ni sobre sus hijos, ni sobre sus vidas. Este tropezón de palabras es para recordar el domingo en que los observé mientras caminaban juntos.
Tiré una foto desde lejos. La veo hoy y me falta uno, el rey descomunal y bueno. La borraré, en esa foto mil veces soñada deben estar los cinco.
No escribiré sobre sus edades, ni sobre sus hijos, ni sobre sus vidas. Este tropezón de palabras es para recordar el domingo en que los observé mientras caminaban juntos.
Tiré una foto desde lejos. La veo hoy y me falta uno, el rey descomunal y bueno. La borraré, en esa foto mil veces soñada deben estar los cinco.
26 agosto 2007
24 agosto 2007
The Sopranos 6th Season, 1st Episode
Brutal.
La historia de Eugene Pontecorvo resume la desgracia de la familia/familia: perteneces a ella para siempre, no existe el retiro, la jubilación, la despedida. Bueno, la despedida sí. Y la secuencia de la despedida de Eugene es… en fin, lo más descarnado que quien esto escribe recuerda en la historia de sus horas perdidas ante el televisor. Robert Funaro compone en este episodio un escalofriante compendio de la desolación y la desesperación. Su vector profesional es violento, naturalmente, pero la esperanza de unos días mejores acaba mellando su disposición y determinación, y el peso de la familia/familia aploma sus alas, su visión del futuro, ése que parece limpio y soleado a la luz de la herencia de dos millones de su tía californiana. En cuatro escenas comprendemos/vemos/sufrimos la tragedia de este hombre.
¿Hubo una serie más grande?
La historia de Eugene Pontecorvo resume la desgracia de la familia/familia: perteneces a ella para siempre, no existe el retiro, la jubilación, la despedida. Bueno, la despedida sí. Y la secuencia de la despedida de Eugene es… en fin, lo más descarnado que quien esto escribe recuerda en la historia de sus horas perdidas ante el televisor. Robert Funaro compone en este episodio un escalofriante compendio de la desolación y la desesperación. Su vector profesional es violento, naturalmente, pero la esperanza de unos días mejores acaba mellando su disposición y determinación, y el peso de la familia/familia aploma sus alas, su visión del futuro, ése que parece limpio y soleado a la luz de la herencia de dos millones de su tía californiana. En cuatro escenas comprendemos/vemos/sufrimos la tragedia de este hombre.
¿Hubo una serie más grande?
22 agosto 2007
21 agosto 2007
La Llera
Un camino abarrancado al lado de la carretera desciende presuroso, serpentea entre los árboles con las roderas acosadas por el verde tenaz. Un requiebro apto para vehículos de menos de cinco metros de largo te deja allí, en esa sala capitular construida con manzanos, ciruelos, perales, la fruta toda. Aparece el contenedor azul, arqueología industrial en una tierra que queda para los museos, los centros de interpretación y las casas llamadas de turismo rural. A su lado se erige la casita amarilla, con su altillo estilo Casa Gallego y ese espinazo de madera levantado a pulso. Hay una sepultura para la naturaleza muerta y también una piscina azul, limpia como el alma de su guardián, tanto que si te asomas puedes ver tu propio interior, ése que goza viendo a los niños trotar subidos a un caballo de que no se mueve; que disfruta oyéndolos bañarse sin más compañía que dos truchas; un casino para sus espalditas inclinadas jugando a las cartas en un tapete verde que su vez los cobija, los protege, los calienta a todos.
La Llera es un cantizal sereno y limpio, verde a rabiar, irrigado sin piedad, feraz como ninguno. Nuestra gastronomía explota aquí sincera y oportuna. Una excusa para venir y para no irnos. Un tótem artesano al que dedicamos fuego y agua, tiempo y salero. Las tortillas de Nely, lechazos deshechos en chuletillas, paellas como soles, millones de empanadas, corderos a la estaca, riadas de chimichurri, quesos veteados en azul, lomos de San Martino, chorizos por doquier, pasteles y pasteles. Y beber. ¿Quién hará inventario de lo que nos bebimos aquí? ¿quién lo hará de cuánto nos reímos?
Llevamos años despidiéndonos de este lugar sin igual, pues más allá de expropiaciones absurdas e injustas, siempre supimos que los tiempos pasados aquí fueron un regalo con fecha de caducidad, un recordatorio de que la felicidad es un paréntesis escondido entre los embates de la vida. Sólo vive lo que perdura en el recuerdo: la Llera existirá siempre.
Llevamos años despidiéndonos de este lugar sin igual, pues más allá de expropiaciones absurdas e injustas, siempre supimos que los tiempos pasados aquí fueron un regalo con fecha de caducidad, un recordatorio de que la felicidad es un paréntesis escondido entre los embates de la vida. Sólo vive lo que perdura en el recuerdo: la Llera existirá siempre.
dedicado a G. y a N.,
excelsos anfitriones que hicieron de
cada una de las visitas a la Llera
una demostración de lo que puede ser el paraíso
excelsos anfitriones que hicieron de
cada una de las visitas a la Llera
una demostración de lo que puede ser el paraíso
Elsa
Las casualidades no existen.
¡Já!
En la mesa, esperando ser leído, descansa un ejemplar de Y el asno vio al ángel, y entonces viajé a Madrid y me encontré con Elsa Pataky en la calle Hermosilla.
No es alta, eso ya lo sabíamos, pero es guapa y dulce, como un helado de Nestlé. No había paparazzis, ni enormes gafas de sol, ni madre de la artista, ni Brody; sólo una hermosa muchacha con vestido verde que sigue su camino.
En la mesa, esperando ser leído, descansa un ejemplar de Y el asno vio al ángel, y entonces viajé a Madrid y me encontré con Elsa Pataky en la calle Hermosilla.
No es alta, eso ya lo sabíamos, pero es guapa y dulce, como un helado de Nestlé. No había paparazzis, ni enormes gafas de sol, ni madre de la artista, ni Brody; sólo una hermosa muchacha con vestido verde que sigue su camino.
20 agosto 2007
16 agosto 2007
14 agosto 2007
El guardián del vergel (1.965)
No hacía viento, y en la quietud de su somera respiración nocturna el bosque no albergaba otro sonido que el de la lluvia, la trayectoria de las gotas de una rama, su mesurada caída en la rebalsa de una hoja. Con hierba en la boca el viejo se incorporó y miró a su alrededor, oyó la voz mendicante de la lluvia, salmodiando quedamente en esa oscura nigromancia que invita a la tierra a su desposorio.
Etiquetas: libros
Dos semanas
Cada día es una cuenta que añadimos al collar. Las manos infantiles se mueven afanosas cogiendo los trocitos de plástico y los van insertando para formar el abalorio. Estos días de agosto me dejaron esto en el joyero:
tomates frescos en las praderas de la Bachota
décimas de fiebre para dar y tomar
Wallander, Jaritos y Hopkins metidos en mi cama
pulpo del pedreru de Vega y un rescate con ¡dos! helicópteros
la tienda roja y, por fin, la sexta de los Sopranos
un armario nuevo que no pude ver
juergas de niños en el piso de arriba
tahures menudos jugando al chinchón
una tarde debajo de un hórreo
arte Paleolítico y una bandeja de macarrones con picadillo
el rajo incansable del jefe del agua
la Llera, ese llano paraíso
una bisabuela y un biznieto abrazados, y yo leyendo
Sangre en la luna revisited
un proyecto de viaje a Boadilla
total, cuatro GTI
décimas de fiebre para dar y tomar
Wallander, Jaritos y Hopkins metidos en mi cama
pulpo del pedreru de Vega y un rescate con ¡dos! helicópteros
la tienda roja y, por fin, la sexta de los Sopranos
un armario nuevo que no pude ver
juergas de niños en el piso de arriba
tahures menudos jugando al chinchón
una tarde debajo de un hórreo
arte Paleolítico y una bandeja de macarrones con picadillo
el rajo incansable del jefe del agua
la Llera, ese llano paraíso
una bisabuela y un biznieto abrazados, y yo leyendo
Sangre en la luna revisited
un proyecto de viaje a Boadilla
total, cuatro GTI
13 agosto 2007
El guía del desfiladero (2.007)
Antes de que se me olvide del todo. El hijo de un vikingo es abandonado en la América del siglo IX. Adoptado por los nativos deberá enfrentarse a sus fantasmas cuando los aventureros y sanguinarios conquistadores vikingos vuelvan a intentarlo.
Una épica historia presentada en una oscura fotografía sin matices, un guión sin elaboración alguna, con unos diálogos chirriantes (puede que en VO resistan algo más). La dirección plana abusa de la ralentización en las escenas de acción, la música es obvia y sin interés.
La chica de mirada oceánica y yo la vimos solos, abrumados por un sonido atronador. No niego que nos entretuvo durante los escasos cien minutos que dura, pero reconozco que al cine de verano le pedimos bien poco. Aún así, cosas positivas: el debut en el kebab y un envejecidísimo Russell Means matando un oso, que vuelve a meterme ganas de ver The last of the mohicans.
Una épica historia presentada en una oscura fotografía sin matices, un guión sin elaboración alguna, con unos diálogos chirriantes (puede que en VO resistan algo más). La dirección plana abusa de la ralentización en las escenas de acción, la música es obvia y sin interés.
La chica de mirada oceánica y yo la vimos solos, abrumados por un sonido atronador. No niego que nos entretuvo durante los escasos cien minutos que dura, pero reconozco que al cine de verano le pedimos bien poco. Aún así, cosas positivas: el debut en el kebab y un envejecidísimo Russell Means matando un oso, que vuelve a meterme ganas de ver The last of the mohicans.
Etiquetas: cine
Manolín el de Armá
El viernes se apagó la estrella roja que
brillaba cuidando el valle de Peral.
Que le sea la tierra leve.
brillaba cuidando el valle de Peral.
Que le sea la tierra leve.
El vergel
Este verano, tras un año de incidentes, terminé El guardián del vergel, la interesantísima primera novela de Cormac McCarthy. Días después, visité El vergel. Casi ocho años después de la primera visita, y con el heredero ya fuera de su madre.
En El vergel hay un chalet de piedra que cada temporada le va ganando terreno al magnífico jardín. Laika, una samoyedo blanca, satisfecha, algodonosa y feliz tiene su propio acomodo y el proyecto de conejera es un comedor abierto al paisaje adornado con la orla de los Ingenieros Ingeniosos.
Como buen vergel tiene un guardián. Robusto, sincero, socarrón y bromista. Con la barba blanca coronada por un bigotón noventayochista que sugiere a los niños un Papa Noel forzudo y animoso. En su despacho hay un torno, taladros, muchísimas herramientas y un yunque que fue despertador implacable en tiempos pretéritos. A cambio de soldar un peine de segar consigue un lacón al horno de panadería. Es un mago.
El vergel tiene un hada. Dulce, prudente, interesante. Un hada amable que pinta y regala su arte a una niña observadora que se asombra en la buhardilla tras pedir permiso para tumbarse en la cama gigante. También dibuja halagos para los excesos que se ocultan tras una vestimenta azul oscuro.
El vergel se asegura su futuro con otra niña, todavía más pequeña, más pizpireta. Una espoleta para la inspiración de sus abuelos. Cuando regresemos habrá más cuadros, más habitaciones, menos jardín, más felicidad.
En El vergel hay un chalet de piedra que cada temporada le va ganando terreno al magnífico jardín. Laika, una samoyedo blanca, satisfecha, algodonosa y feliz tiene su propio acomodo y el proyecto de conejera es un comedor abierto al paisaje adornado con la orla de los Ingenieros Ingeniosos.
Como buen vergel tiene un guardián. Robusto, sincero, socarrón y bromista. Con la barba blanca coronada por un bigotón noventayochista que sugiere a los niños un Papa Noel forzudo y animoso. En su despacho hay un torno, taladros, muchísimas herramientas y un yunque que fue despertador implacable en tiempos pretéritos. A cambio de soldar un peine de segar consigue un lacón al horno de panadería. Es un mago.
El vergel tiene un hada. Dulce, prudente, interesante. Un hada amable que pinta y regala su arte a una niña observadora que se asombra en la buhardilla tras pedir permiso para tumbarse en la cama gigante. También dibuja halagos para los excesos que se ocultan tras una vestimenta azul oscuro.
El vergel se asegura su futuro con otra niña, todavía más pequeña, más pizpireta. Una espoleta para la inspiración de sus abuelos. Cuando regresemos habrá más cuadros, más habitaciones, menos jardín, más felicidad.