Estado de sitio (État de
siège, 1972)
En la década de los setenta, el
director griego Konstantinos Costa-Gavras pone de moda el cine político ⸺el
mismo Costa-Gavras y su familia tuvieron que emigrar a Francia por motivos
políticos⸺ con una serie de películas, escritas la mayoría por Jorge Semprún y
protagonizadas, las mejores, por Yves Montand. Tras las excelentes Z
(1969) y La confesión (L’aveu 1970), el director heleno dirige
Estado de sitio, que se diferencia de las anteriores por estar
escrita por Franco Solinas, aunque sigue con Montand al frente del reparto.
La cinta narra el secuestro de un agente de la CIA (Yves Montand) en Uruguay en plena crisis del país en su lucha contra los terroristas del grupo revolucionario izquierdista Tupamaro. El filme denuncia la intromisión del gobierno de los Estados Unidos a través de la CIA en los asuntos internos de un país sudamericano (nunca se dice que es Uruguay, pero es evidente que se trata de ese país) donde los agentes enseñan al gobierno de derechas, entre otras cosas, prácticas de tortura para acabar con la guerrilla.
Narrado al estilo docudrama, con los días y las horas en las que lleva cautivo el agente norteamericano como referencia, el largometraje rompe la narración lineal para ir mostrando en flashbacks la intervención real del secuestrado en otras naciones mientras miente al ser interrogado. La cinta se mueve en varios frentes, pero principalmente en el parlamento, con los debates entre las fuerzas del gobierno y las de la oposición; y en el escondite de los secuestradores.
Estrenada tan solo un año antes
de la caída del régimen de Allende en Chile con la participación encubierta de
los Estados Unidos, la cinta se convierte en premonitoria e inaugura un subgénero
dentro del cine político, que tendrá continuidad en películas coetáneas como Nada
(Claude Chabrol, 1974), o más modernas como Buenos días, noche (Buongiorno,
notte, Marco Bellocchio, 2003), por poner solo dos ejemplos de cintas donde
un político es secuestrado por un grupo terrorista.
Destaca la secuencia rodada dentro de un autobús, donde van pasando representantes de las distintas fuerzas revolucionarias (obreros, estudiantes, anarquistas, comunistas, etc.) para entrevistarse con el líder del grupo terrorista y votar si asesinan al secuestrado o lo dejan libre.
Sección especial (Section
spéciale, 1975)
Justo a continuación de Estado
de sitio, Costa-Gavras rueda Sección especial, esta vez
sí con guion de Jorge Semprún, con un elenco de grandes actores franceses de la
talla de Jacques Perrin o Michael Lonsdale y con un cameo, claro, de Yves
Montand.
La acción se desarrolla en la Francia ocupada por los nazis y narra un hecho real: un oficial germano es asesinado y los alemanes exigen la detención y ejecución de seis personas de la resistencia, de lo contrario ellos asesinarán a muchos más civiles en represalia. Para darle un aspecto legal al hecho, el vergonzoso gobierno de Vichy se saca una ley de la manga donde se nombra a la Sección Especial del título, un conjunto de jueces del Tribunal Supremo capaces de resolver en tiempo récord la detención, procesamiento y ejecución de media docena de supuestos activistas ⸺todos inocentes⸺ con tal de satisfacer las exigencias de los teutones.
Desarrollado de nuevo como un docudrama, el filme se divide en capítulos, cada uno de ellos de un día de duración. Costa-Gavras vuelve a utilizar el contraste entre las falsas acusaciones y la realidad mostrada a través de flashbacks, acaso lo mejor del largometraje: los supuestos delitos conspiratorios de cada acusado son nimiedades (incluso algunas expuestas con cierto humor para ver lo absurdo de la acusación), que no hubieran tenido ni siquiera pena de cárcel en cualquier otro contexto. De ahí la sorpresa de los reos al ver cómo el fiscal les pide para cada uno de ellos la pena de muerte.
También son notables las secuencias del debate entre los jueces cuando intentan buscar, sin éxito, el delito para cada uno de los acusados; o la escena en la ópera donde el abogado defensor (Jacques Perrin) pasa por cada uno de los responsables del gobierno para pedir el indulto. Desde el mariscal Pétain (al que nunca se le ve el rostro) hasta el ministro del Interior, el vicepresidente, y de vuelta al principio, se van pasando la pelota unos a otros sin que ninguno se atreva a responder al letrado, conscientes de la indecente actuación de todos ellos.
En Sección Especial, el director griego sigue denunciando las ilegalidades cometidas por los gobiernos autoritarios (ya sea el uruguayo o el francés de Vichy) en contra de los derechos humanos. En este segundo caso, el realizador prefiere centrarse más en el gobierno francés que en el alemán; en los que no son nazis, pero se comportan como ellos, o peor.