sábado, 1 de marzo de 2008

¿Con qué la lavaré?



Aún a riesgo de seguir alimentando la falsa especie de ser una entendida melómana, cuando ni llego a aficionadilla (y señalo el illa) mediocre (y señalo el ocre), seguiré con el tema.

Esta semana, por más de un motivo, le he dedicado muchas horas “presenciales” a la música (domingo, lunes, jueves, viernes y habrá más mañana, domingo), en total 6 horas, más el día de mañana, completo. Y me apetece hablar sobre ello.

Ayer fui a un concierto de vihuelas y laúdes en el Conservatorio Profesional. Ya hablaré algún día de esos conciertos, a los que asisto de cuando en cuando por motivos familiares y que tienen muchísima miga. Pero, centrándonos en el de ayer, todas las obras eran del Renacimiento. Entre ellas, la dulcísima y melancólica Greensleeves, que siempre es un placer oír (la versión que os pongo aquí es con guitarra, no con vihuelas, aunque es igualmente preciosa).


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Lo que más me gustó, sin embargo, fue un dúo: Una soprano de apenas 17 años, acompañada por un chico que tocaba el laúd, que interpretaron “¿Con qué la lavaré?”.

Se trata de una canción española del s. XVI, muy bonita. Hay canciones de esa época muy bellas, que, lamentablemente, en España apenas se conocen, cuando, sin embargo, sí que conocemos canciones inglesas de esos años, tal vez porque los músicos anglosajones contemporáneos las siguen interpretando, mientras que nosotros las hemos arrinconado. En el siglo XVI España era una potencia cultural europea de primera magnitud, y eso se nota también en música… (Respecto a lo del olvido, resulta irónico que uno de los dos “Cancioneros” de la música antigua española –el de Upsala, el otro es el de Palacio- haya llegado hasta nosotros gracias a que en una lejana universidad nórdica, la de Upsala (Suecia), les dio por guardar un ejemplar, el único existente... y allí estuvo al menos dos o tres siglos, hasta que un estudioso lo rescató a principios del siglo pasado.... Para más inri, el famoso cancionero ni siquiera se había publicado en España, sino en Venecia… )

La soprano de ayer, una chica un poquillo armadanzas, que no había parado de salir y entrar y hacer leves ruidos mientras tocaban sus compañeros, no sé si por los nervios o porque esperaba a un noviete que no acaba de llegar, llevaba una insólita y exuberante blusa de encaje negro, algo excesiva, tal vez, para el "marco incomparable" de un Aula de Ensayo. Pero, cuando se puso a cantar, todo cambió. No porque tuviera una voz extraordinaria, que aún no la tiene y no sé si llegará a tenerla alguna vez, sino por el buen gusto con el que cantaba y el oído tan ajustado con el que se enfrentaba a un tema largo y difícil, con muchos cambios, que va de los altos a los bajos apenas sin transición.

Yo creía conocer bien esa canción, ya que la he escuchado a menudo en su versión coral e incluso la he cantado, así soy de osada. Pero cuando la escuché, interpretada por una solista -que, digo bien, la “interpretaba”, no sólo la cantaba- percibí significados en los que hasta entonces no me había fijado.

La letra es aparentemente simple, como todas las de esa época. Pero, también, como casi todas, tiene una pequeña trampa, un mensaje oculto, que se nos hace más oscuro, quizá, por los casi 500 años transcurridos desde su composición, y, probablemente, porque alguna de las palabras que se utilizan han caído en desuso:

¿Con qué la lavaré,
la flor de la mi cara?

¿Con qué la lavaré,
que vivo mal penada?

Lávanse las casadas
con agua de limones.
Lávome yo, cuitada,
con penas y dolores.

¿Con qué la lavaré,
la flor de la mi cara?

¿Con qué la lavaré,
que vivo mal penada?

Lávanse las galanas
con agua de limones.
Lávome yo, cuitada,
con ansias y pasiones.



No dispongo de grabación del concierto de ayer. Pero os dejo una versión de esta canción, que hizo Teresa Berganza, acompañada a la guitarra por el gran Narciso Yepes.¡Ah!, que se me olvidaba: El autor es Luys de Narváez, y la compuso durante el reinado de Carlos I (y V de Alemania, oye)

Tal vez porque la grabación que pongo es una obra de profesionales, resulta bastante más convencional que la que yo escuché ayer; es posible que la perfección técnica haya estereotipado la música, despojándola de parte de su contenido más genuino. En directo, cantada por la estudiante de canto, a mí me pareció escuchar más cosas. Y en unos videos que hay en youtube, de la soprano cubana Eglise Gutierrez, el tema también resulta más trágico que en la interpretación de Teresa Berganza:




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La canción es como la reflexión íntima de una mujer que contempla el futuro que se abre ante ella y, ante lo que ve, se siente impotente.

La cantante expresaba muy bien ese dolor, el que siente la mujer de la canción, con el el cuerpo y el alma sacudidos por penas, dolores, ansias y pasiones…. Se percibía la desolación, el vacío, el reproche, el temor…

Yo quedé prendida de la voz, y creo que la intérprete debió notarlo, porque en ese tipo de actos el público y los artistas están muy cerca, a pocos metros unos de otros…

Advertí esas emociones tan intensas, que hasta entonces yo no había percibido en la obra. Y se me hizo evidente, también, el mensaje oculto de la canción… La flor de la mi cara

(Al llegar a casa, busqué en Internet, y sí, allí estaban varios artículos sobre la erótica de la lírica castellana, y allí estaba, como uno de los ejemplos, la famosa canción del “Con qué la lavaré…”. ¡Y yo sin enterarme hasta ahora! Como me han dicho a menudo: “¡Ay que ver, tan lista para unas cosas, y tan tonta para otras”).

Es probable que la joven soprano ni siquiera fuera consciente de que, además del lamento por un amor desgraciado, había otro mensaje: El horror de una mujer “desflorada”, porque su amante no quiere “redimirla”, haciéndola su esposa o, al menos, su amante oficial (galana, en sentido amplio). No sólo su dolor, sino también su desvalimiento. El riesgo de repudio social, de expulsión directa hacia la marginación, en una época en que la mujer debía procurarse el sustento al socaire de la protección del varón (como esposa, como manceba, como algo…). Hoy, ese aspecto de la cuestión está absolutamente obsoleto, y la virginidad, en sí misma, no es un valor que marque el destino de una mujer. Pero allí estaba, en la letra y en la música, mezclado con el dolor de la amante desdeñada, el problemón inmenso que se le presentaba a la mujer seducida y abandonada…

Bueno, y con eso os he contado una de mis actividades musicales “presenciales”. Las otras han sido algo más intensas, y culminarán mañana, en un pueblecito portugués, al que viajaremos tempranito y en el que estaremos todo el día… A ver, qué tal… Y a ver cómo regresamos, porque creo que, además de a otras cosas, estamos invitados a visitar unas bodegas de vinho Porto... Seremos moderados, aunque no tengamos que condudicir... A votre santé.

La ilustración es de FRANCISQUE DE TROY, y representa a músicos del s. XVII. La entrada se refiere a la música del XVI, pero me he tomado esta licencia poética, porque me gusta mas esta imagen que otras que encontré por ahí. :)

6 comentarios:

Los viajes que no hice dijo...

Conocía la música y la letra. Pero nunca me la habían contado / cantado así...

Suntzu dijo...

Sobre la erótica de la lírica castellana hay un libro muy bueno de Keith Whinnom cuyo título no recuerdo ahora.
Una delicia la entrada.
Gracias.

Unknown dijo...

Joer Luc, a veces pienso que no escribes, si no que haces magia y no es que sea "esagerao" como me dice Eva, es que si no suelo escuchar casi nunca nada Clásico, dime tú, como consigues que me quede pegado a estos escritos y al oir la música con la que los ilustras se me pongan los pelos como aguijones.

No sé, no sé, me lo tengo que mirar.

Un beso.. "clásico". Bufff! creo que definitivamente tengo que ir a algún especialista, estoy fatal.

Eva dijo...

Ostras, Luc, esa letra!!! Pero si la cantaba mi abuela! Te lo juro, palabrita. Ay, que gracia me ha hecho. Gracias preciosa.

Kupe Karras dijo...

Me has dejado muerta, soy una enamorada de la música renacentista, de la celta, de la de cámara, de la de velada en un cuarto del siglo dieciocho, con velas y pelucas. Lo he vivido como nunca, esa música me lo dice todo. Cómo me gustaría haber estado, ir a los conciertos a los que tú vas, se me han puesto los pelos como escarpias.

Mireia Elias Gras dijo...

Con qué la lavaré?
Em porta tants records!!!, d'haver-la cantat als 17 anys, perquè m'encantava la polifonia renaixentista.
Avui, 20 anys més tard, cercant-la a l'spotify, he escoltat "con qué la lavaré La flor de la mi cara?" I m'he adonat que a aquella noia li havien robat la virginitat i se sentia tan menyspreable que cantava un lament.
No he parat de buscar el significat de la lletra a internet fins que t'he trobat a tu, Luc!
I estic amb tu, l'has encertat!
Aquesta noia ha estat enganyada o violada i canta la seva desgràcia i vergonya!
Gràcies per fer justícia!
Felicitats pel teu article!!