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martes, 24 de julio de 2012

ERNEST DESCALS - PINTOR



Probablemente, pertenezco a la última generación que conoció los mercados. Los mercados de plaza, de villa. Los mercados de colores y voces adultas. Conocí los mercados desde abajo, alzando los talones para poder ver el mostrador. Conocí los mercados de pasillos oscuros, de cochecitos de bebé. Conocí los mercados de vecinos, de probar la fruta antes de comprarla, de regalar aceitunas a los que éramos niños. Será cruel el lenguaje que regala homónimos injustos, que abraza al eufemismo. Hace tiempo que el mercado es lucro de pocos y castigo de muchos. Hace años que ya no es un edificio, sino una invisibilidad que nos rige. Una mano que seduce a políticos y banqueros, y que ahoga a las famílias de humilde corazón. Es poco más que un monumento al éxito, un Dios sin moral ni espiritualidad que igual de escondido que las divinidades, nos contagia su condición invisible, nos vuelve mudos sin decir y nos encuentra sin buscar. Y parece quedar poca gente que no viva para ganar, para alcanzar éxito. Parece que no hayamos venido a vivir la vida, sino a vencerla. ¿Pero quién la vive cuando vive para vencerla? Siempre he pensado que la vida se nos ofrece para pasearla, no para correrla. Y eso no excluye la satisfacción humana, que se alimenta de utopías, no de triunfos y laureles. Me gustaría ser el primer hombre en hacerle una oda al fracaso. Al fracaso que tan injustamente se nos ha asignado como una derrota vital. Y volver a jugar por jugar, no para pisotear ni señalar al mediocre. Me gustaría crear un mundo de mediocres orgullosos, en el que se prohíba la entrada a los mediocres que lo disimulan reprimiendo, a los mediocres que sólo conocen la generosidad en la medida que regalan miedo al resto de mediocres. A los mediocres de corbata, de clase y frontera. Y no es el padecer del síndrome de la Edad de oro, sino la convicción de que los misiles caen desde el cielo, pero nacen en la tierra y en la mezquindad de los hombres, que cotiza al alza en esos mercados, avalistas del dolor, de las guerras y de la injusticia social. Esos mercados repletos de vaciedades, de números verdes y rojos, de primas, de deudas y de egoístas. Esos mercados de campana de Wall Street, de infamias de seis horas y media, cinco días a la semana. Y yo soy un mediocre indignado, pero no un mediocre indigno hasta de tal adjetivo.


martes, 3 de mayo de 2011

Las tres esfinges en bikini. S. Dalí

Cuánto desapego pegado a mi tuétano. Esa falsa modestia tan poco falsa, tan real y presente.
Desorientado en un invierno que ya se cuenta por décadas. Esas ocho tres de la mañana por noche.
Este coche que rompió sus retrovisores, el mismo cochecito que mecía mis esperanzas soñolientas. 
Y allí estaba yo, sentado dentro, mirando hacia delante, sin saber que el futuro me esperaba detrás.






David Rebollo Genestar



sábado, 8 de enero de 2011

Agujas y engranajes. Flores que marchitan.
Cuando todo no es bastante,
siempre gritan los mudos, delante,
se pudren los huesos y el disfraz.


David Rebollo Genestar


lunes, 26 de julio de 2010

Contaban que el día de su graduación en esencialismo, aquel cronopio de Julio se dispuso ante el rector del mundo que habitaba y se interesó prudente:
- Señor, ¿por qué repartieron tanto orgullo? ¿Y por qué tan poca libertad?
¿Por qué tanto hambre y escasa solidaridad?
El rector extrañado trató de elaborar una respuesta que de bien seguro convencería al cronopio. - Verás amigo, todos los elementos del mundo a los que el humano alcanza se rigen por una ley que no está escrita, pero hace con ellos los balances justos: la ley de la oferta y la demanda. Así pues, si por ejemplo, la libertad tuviese mucha demanda, lo justo sería subir su precio.
El cronopio miró extrañado, como sin comprender una sola palabra de lo que el rector le exponía - Y digo yo, señor rector, ¿no sería más justo repartir todos los derechos que nos quedan y dejar de traficar con amor? - El rector frunció el ceño y giró la cabeza mientras murmuraba entre dientes: "otro comunista...".

David Rebollo Genestar
Cronopio soñador

sábado, 12 de junio de 2010


Son labios melancólicos oliendo frutas prohibidas,
o añoranzas de un recién nacido.
Fosa común de soñadores. Horizonte incoloro.
Cohete subterráneo huyendo del inframundo.
Minos en un laberinto de paredes acolchadas.
Genios leyendo una sopa de letras.
Caminantes amnésicos en rutas inolvidables.
Café en vaso, con dos de azúcar. Lectura.
Extranjeros sin patria. Wolfang Amadeus.




 

Copyright 2010 El coleccionista de silencios.