I
Quizás el fuego del averno sea el único capaz de quemar nuestras almas, pero mientras tanto, estaremos condenados a saciarlas con el dulce fluido de vida; aquel que nos falta, que nos anima.
Somos marionetas movidas por el deseo y la desesperación, intentando llenar este vacío sin fin que nos aplasta y condena. Nuestras sombras infinitas inundarán por siempre cada lúgubre rincón, cada lugar donde haya tristeza y desolación.
Yo ya no puedo llorar. Lo hice hace mucho tiempo, cuando aún conservaba algo de compasión, y mi corazón no se había entumecido entre ríos de sangre.
No me mires así, ¿acaso no se te heló el pecho por todo lo vivido?
No somos monstruos, sólo diferentes. Conocimos cada tumba, cada llanto, cada pérdida irreparable, sin que todo ello nos rozara siquiera. Llegamos al fondo de la noche, y fuimos más allá. Atravesamos la oscuridad más densa, arañamos la tierra desde adentro, probamos el amargo sabor de lo añejo. Pero la podredumbre no pudo corrompernos. Somos la muerte misma…
Sin embargo, ya no me importa. Tal vez perdí mi último rastro de humanidad. O quizás sólo quiero volver a ser como antes… pero esta ridícula imitación de vida nunca podrá devolverme el pasado.
II
Quiero acercarme a tu alma… hace tiempo que cerraste una puerta para mí, y no la volviste a abrir.
¿Por qué no me miras a los ojos? Incluso la Muerte lo hizo, y se rió de mí. Sólo en mis ojos podrás observarte, los espejos y el agua ya no se atreven a reflejarnos.
Nos tenemos el uno al otro, para hundirnos en nuestra mirada de rubí, para acompañarnos en este negro abismo en que se transformó nuestra existencia. No me odies, al menos soy sincera.
Ya no pretendo luchar contra el ansia de sangre, que todo lo abarca y atenaza las entrañas, hundiéndose en el cerebro como un infierno de mil agujas.
A pesar de todo, aún hay amor en mi corazón. Aunque no lo creas, es cierto. Que obedezca a la necesidad de alimentarme no significa que no pueda amarte. ¿Culpa? ¿Para qué? Ya sentí sus crueles garras aprisionando mi pecho, cerrándose sobre mi garganta.
III
Somos Los Nocturnos, los seres de la noche. Sólo Ella nos gobierna, con su frío llamado. La luna es el sol, ilumina nuestra pálida piel, pone estrellas en nuestros ojos.
Dejá que la brisa del anochecer inunde tu carne marchita… acercate a mí.
Sólo quiero permitirme ser feliz. Sé de tus anhelos de partir, pero también, que no podrás estar sin mí.
¿Quién va a consolarte cuando, empapado de sangre, sientas cómo el hambre voraz te abandona para dejar paso al remordimiento? ¿Quién será tu compañía, junto a tu sombra? ¿Quién besará tus lágrimas espesas, y te cantará al oído para que olvides el horror que vimos en sus rostros?
Sé cuál es tu verdadero deseo… querés entregarte a la muerte, de la única forma que nos permite esta maldición; pero te pido que no lo hagas, es demasiado doloroso… el final sólo llega después de que los rayos del Maldito pulvericen tus huesos. Estarás consciente todo el tiempo. ¿Tanto odio te provoca nuestra existencia?
Por favor, no te vayas, no podré continuar sin tu compañía… no soy tan fuerte. Te necesito.
Nocturnos. Por Bloody Kisses.
Foto: Bloody Kisses.