“En ocasiones un tacto vale más que mil palabras…
... más que todas las palabras.”
Siempre que me han hecho la pregunta “¿de qué te gustaría trabajar…?” he sido absolutamente incapaz de encontrar una respuesta adecuada. Es decir, una respuesta que case con el mundo en que vivimos. En realidad tengo una opinión muy clara al respecto,… desde hace muchos años. Pero no es algo que suela ser convencionalmente aceptado. En contra de lo que intentaron inculcarme o de lo que se espera de cualquier persona mínimamente razonable, no ha habido nunca ningún trabajo que me haya apetecido realizar. Nunca. Ninguno. Cero.
Hay, sí, infinidad de actividades que me gustan, me llenan, que disfruto, de muy diversa índole, pero cuando adquieren un cariz laboral… mi relación con ellas suele cambiar indefectiblemente. De hecho, hasta hace muy poco, he intentado no mezclar mis pasiones con el trabajo. Estoy profundamente convencido de que el estado natural del ser humano es el ocio, estar de vacaciones si se quiere decir así, y todo ese asunto de que el trabajo es saludable o algo que dignifica a la persona me ha parecido siempre un error de bulto, cuando no otra gran mentira que nos han insuflado en los genes para que este insostenible sistema, tan alejado en esencia de lo que somos, siga funcionando.
El trabajo no es salud. Es otra cosa.