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jueves, 25 de noviembre de 2010

Los milagros existen, lo aseguro

No pensaba escribir nada acerca del accidente, pero me siento en la obligación moral de afirmar que LOS MILAGROS EXISTEN. Así que aquí os dejo todo lo vivido:

Hace dos días, terminado el trabajo, tomé el coche de vuelta, ya que había quedado con Manme para hablar. como iba con bastante tiempo paré en la gasolinera y llené el tanque de combustible, con calma, para no llegar muy temprano a la cita. La gasolinera y mi trabajo distan como mucho 30 metros, se separan por una carretera que termina en una rotonda y una pista de padel, propiedad de “los limoneros”, un complejo polideportivo en el puerto de la torre. Al terminar de repostar salí con cuidado porque había empezado a llover, giré a la derecha y continué mi camino por la carretera que llaman “nueva” a pesar de los muchos años que tiene.

Menos de un minuto después ocurrió todo.

La carretera es de doble sentido, con sólo un carril para cada sentido, y a los lados nada, sólo monte. No suelo circular rápido por ahí porque ya me llegó una multa de tráfico por ir a 62km/h en esa misma calle, y uno aprende a base de palos. Casi llegando al final de la carretera el coche que venia en sentido contrario patinó debido a las primeras gotas y se salió de su carril, metiéndose de lleno en el mío. En ese momento en el que yo vi la parte de delante de ese coche pensé: “Aquí me quedo”, “No me da tiempo a frenar”, “¿Tiro del freno de mano?”, “Y ahora ¿qué?”, “Tengo el cinturón puesto, ¿pasará algo?”, “No lo cuento”… Dicen que tu vida pasa en esos segundos, a mí me dio tiempo a hacerme todas las preguntas del mundo.

Y chocamos frontalmente. Y entonces Dios me puso la mano en el hombro (tal y como os lo cuento) y me vino la serenidad. Tuve la templanza suficiente para pensar “Tengo que quitar el contacto y apagar las luces”, eché el freno de mano y salí del coche para preguntar al otro implicado qué tal estaba. Entonces fue cuando empezó a dolerme fuerte el cuello y a marearme. Me acerqué a la acera y me senté y llamé a Manme para que viniese a buscarme y a mi madre para contarle lo sucedido, siempre calmado y explicando con detalle.

Dos minutos después apareció la policía secreta, que pasaba por allí de casualidad, y ya me tumbaron en el suelo. A partir de aqui no me enteré de mucho, ya que únicamente podía mirar hacia arriba, pero me encontró un compañero de trabajo y se quedó conmigo hasta que vinieron los del 061. Cuando llegó Manme, lo único que acertaba a decir era “vacíame el coche, cógelo todo, los peluches, que son muy importantes para mi, los patines que están en el maletero, y los papeles, que me llevan al hospital y no puedo hacerme cargo”.

Pasé la tarde en el hospital viendo caras conocidas, mi compañero de cole, mi cuñado, el hombre que chocó conmigo, que también acabó allí… Me hicieron muchas pruebas y radiografías y al final el “veredicto” fue: esguince cervical y contracturas en la zona del cinturón de seguridad.

Del coche no tengo ni idea, no pude verlo antes de irme en la ambulancia…

 Los que han visto el estado de mi coche me felicitan por mi nueva vida.

YO ES QUE CREO EN LOS MILAGROS, TENGO LA CERTEZA DE QUE EXISTEN.

235 Los milagros existen

Ahora me queda la recuperación, que tardará un poco. Pero estoy bien, bicho malo nunca muere, dicen…

miércoles, 17 de febrero de 2010

Miércoles de ceniza

168 Miercoles de ceniza

Ando necesitado de abrazos sinceros, de “te quiero, hermano”, de “adelante, no te preocupe”, de “ora, lucha y confía”, de “ te apoyo”. Necesito desterrar de mí esa sensación ruin y rastrera de obtener mi beneficio en detrimento de la calidad de vida de ellos, porque sé que objetivamente no es así. Quiero dejar de sentirme el “malo” por empezar a exigir lo que me pertenecía y desde el principio me negaron.

Hoy, miércoles de ceniza, comienzo de la cuaresma, puedo predecir que estos 40 (cuarenta, numérico) días van a ser arduos e intensos

Imagen: “Sunday palms, wednesday ashes” de mtsofan (http://mtsofan.deviantart.com)

jueves, 31 de diciembre de 2009

Un vistazo al 2009

Aviso al lector: Sé que es algo larga la entrada, pero comprenda que las evaluaciones anuales son, como su propio nombre indica, sólo una vez al año, afortunadamente para usted, que lee, y para mí, que las escribo. Gracias por su comprensión.

Ciertamente este año 2009 tiene un tinte bastante oscuro, pero para poder valorar la luz hay que pasar a veces por momentos como este. Ahora, a la orilla de la luz, puedo mirar hacia atrás y respirar profundamente.

145 Un vistazo al 2009

Enero llegó con sueños a la espalda y grilletes en los pies. Durante los primeros cinco días pude “pegar el estirón” y crecer en espíritu, estando en Limpias. Hasta allí me persiguieron las malas noticias: hubo que decir “adiós” a uno de “los míos”. Después del día de reyes empezaron a notarse las enfermedades y las crisis, e incluso tuve un “problema de tallas”. Recuerdo que repetí en varias ocasiones “Ojalá llegue Febrero”.

146 Un vistazo al 2009

Y Febrero no se hizo esperar, pero con él vino un tornado que arrasó mi barrio y alguno que otro más. Durante este corto mes pude comprobar que las crisis son totalmente necesarias y que todo el mundo necesita sus “12 segundos de oscuridad”. Desgraciadamente mis 12 segundos se alargaban demasiado, entre quebraderos de cabeza y preparativos para el mes de marzo. “San Pedro” me bendijo en este mes.

147 Un vistazo al 2009

Marzo vino a darle un giro a mi mundo. Sin saber cómo exactamente me convertí en misionero y viajé a Puerto Rico. Dios me esperaba allí para mostrarse en el niño, el joven, el enfermo… El corazón se me llenó de nombres: Cheyla, Gerardo, Héctor, Don Moisés, Iván, Lourdes, Trini, Jessica… Comprendí el significado de la palabra “pobreza” realmente. Pero todo este regalo que ahora plasmo desenvuelto venía cubierto por un manto negro que me aterrorizó. Cuando vine a darme cuenta de mis pasos ya estaba metido en el desierto y llegó el miedo.

En Abril naufragué, y entre los restos de este naufragio nació este blog. Comencé a mirar de lejos, me sentí perdido y escapé rumbo al calvario para morir, pero no resucité. En este momento de la historia llegó un viento fresco a chocarse conmigo, a compartir muertes. El Viernes se convirtió en símbolo, me cansé de ser hombre como Neruda y pedí un deseo de cumpleaños: Cambiar de vida. Me sentí Garfio, viajé hacia el azul a encontrarme con mis hermanos y prometí un castillo.

148 Un vistazo al 2009

En Mayo eché de menos a mis amigos, me pregunté ¿Dónde está mi casa?, leí El guardián entre el centeno, viajé a “la línea, málaga”, hablé conmigo mismo y llevé a cabo lo que me hería desde Marzo (o desde Agosto’08). Desde entonces todo es cuesta abajo, pero con resistencia. Aprendí (me enseñaron). En este mes nació Músico(en)terapia y me hicieron cuatro preguntas. También en este mes pudimos hacer un almuerzo con mi familia de Campillos. Vi a mi abuelo reír a carcajadas.

Junio trajo olor de campamento del que hice una crónica y me sorprendí sonriendo. Viajé a Madrid y me regañaron en un museo. Me dijeron “te noto bastante bien” y es que había luchado mucho por asomar la cabeza fuera del charco. Jugué a las cartas, me propuse mirar con otros ojos, hice algún que otro descubrimiento y pensé en plantar pensamientos.

Julio. Naciste canción. Soñé con volar de nuevo. Me dijeron “cuéntame tu naufragio” y comenzó un andar en compañía, andar del que ahora estoy muy agradecido, porque me ha clarificado el camino. Comencé a hacer un puzle en familia, que hoy está colgado en la pared del salón. Me di un paseo de los que llenan el alma y escribí una carta. Me dijeron “leo tu blog”, frase que se ha convertido en estandarte. Planté árboles con ellos. Las cosas se pusieron grises en el trabajo, empezaron a sonar campanas de juicio. Wendy besó. Viajé de nuevo al azul y llegó a mi vida una guitarra. Deseé las vacaciones un día antes de que me las dieran.

Agosto pasó desapercibido hasta mediados de mes. Prometía playas y viajes y cumplía, pero una tarde de playa me asaltó una llamada telefónica: “Está muy mal”. Tanto que se me fue para arriba el día 12 de Agosto, con Papi Dios, mi abuelo. El día de su despedida tomé de su ataúd la llave que ahora viaja conmigo y me fui a Cádiz a la boda de un Amigo (con mayúsculas). Comprendí que la vida está en constante movimiento, y hay que aprender a moverse con ella. El resto del mes se me llenó de actividades para no pensar. Al final necesité el mes de Septiembre.

Y llegó para engullirme en la rutina, para adormecer mis dolores. En Septiembre, tras haber tocado fondo, comenzó la nada fácil escalada. Me propuse un nuevo reto, comencé a estudiar una carrera. Hice una propuesta a pecho descubierto, comprendí mejor mi naufragio, me reí hasta que me dolió el estómago, me ilusionó mucho la música, entré en el certamen de Sax y comencé a “abrazar la noche”. Di otro “adiós” sentido como el de Enero y volví a irme de campamento.

Octubre: “Todo dice sí”. Nos dimos un mes el día de San Francisco. “De mí sin ti ¿qué sería? / sin este dulce tormento / que me complica la vida”. Me vacuné contra la gripe y otras tonterías y empezó la Guerra Escrita en mi trabajo. Se casaron dos grandes Amigos y compartí de nuevo con “vosotros”.

149 Un vistazo al 2009

En Noviembre grabamos disco, se disiparon las oscuridades y me sentí preparado para cantar “Vuelvo”. Y volví. Me dieron el premio Blog del día. Renovamos un mes más. Se casaron dos Hermanos. Mi taller se dividió por un muro. Me corté el pelo y me dejé un símbolo condenado a desaparecer en breve. Patiné. Conversé con Dios y volví a tropezar. Entré en el adviento como Alicia en la madriguera, cayendo.

Diciembre, mes de la normalidad (relativa): Mi blog tuvo himno, me fui de ejercicios espirituales y encontré Paz, no acabó el cuento pero dejamos de contar, abracé, di unas clases de baile para la vida, dejé de trenzarme el peso del alma, se acabó el naufragio, dije “sí” por cuarta vez, descubrí milagros de andar por casa, viajé (mucho) y crecí (mucho), y llegó la Navidad.

 

Y al fin miré hacia atrás y me quise.

31 de Diciembre de 2009

lunes, 30 de noviembre de 2009

No sé qué espero

Primer domingo de adviento. Yo no sé qué espero.

Quizá que acabe la vertical, que el fondo esté cerca, dejar de caer.

130 Que esperar

«O el pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque Alicia, mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después. Primero, intentó mirar hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo demasiado oscuro para distinguir nada.»

«Abajo, abajo, abajo. ¿No acabaría nunca de caer?»

Alicia en el país de las maravillas – Lewis Carroll

Puede que esté esperando que se cumpla un deseo.

«Si me dijeran pide un deseo,
preferiría un rabo de nube,
que se llevara lo feo
y nos dejara el querube.
Un barredor de tristezas,
un aguacero en venganza
que cuando escampe parezca
nuestra esperanza.»

Rabo de nube – Silvio Rodriguez

Tal vez la escapada.

131 Que esperar

«Creo que, para su evasión, aprovechó una migración de pájaros silvestres. La mañana de la partida puso en orden su planeta.»

El principito – Antoine de Saint-Exupéry

«Quiero volar. Lejos de aquí escapar. Dime, mi bien, ¿quién me llorará si me dan alas y echo a volar?»

Caperucita – Ismael Serrano

Esperar a que el correo se me llene de mensajes sin abrir.

O esperar a Dios.

 

Primer domingo de adviento y yo no sé qué espero.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Conversación con Dios

Déjame que me acomode. Necesito poner en orden la cabeza y el corazón, aunque sé que no voy a ser capaz de hacerlo en estos momentos.

¿Cómo explicarte?

 

[tomo aire]

 

¿No te cansas de probar si te quiero? ¿No te queda claro?

A veces no entiendo por qué decidí complicarme la vida a tu manera y no centrarme en los problemas que tiene la gente normal. Como si no costara nada tener que estar pensando en cómo llegar a fin de mes y en recortar gastos de donde sea. Como si no bastara con los problemas “normales” como los del trabajo o la familia, encima tengo que estar en lo tuyo.

Tú, sin embargo juegas a ser del antiguo testamento conmigo. Nunca se me olvidará la primera vez que escuché a Gema decir: “Dios era un cabrón hasta que llegó Jesús” Pues bien, más o menos eso es lo que siento ahora mismo. ¿No podrías ponerme las cosas un poco más fáciles? No. Primero me tientas, me haces comprender el significado de la comunidad, me llevas al lugar donde empezó todo para sanar heridas (que ya te vale… podrías haber usado otros métodos) y por último, cuando creo que las cosas van a empezar a girar del modo natural, me haces pasar la prueba de fuego. Me sitúas delante de los dedos que señalan, haces que, sin venir a cuento, vuelvan a disparárseme las balas que ya llevaban mi nombre sin darme ninguna opción a llevar coraza.

¿No te cansas de llevarme al desierto? ¿Cuántas veces más vas a confundirme el camino?

De verdad que no te entiendo. Sabes que soy nada, que tengo muy poca estabilidad y demasiada inseguridad. Sabes que mi vida no va del todo bien desde hace más de un año (Tú lo sabes todo… ¿por qué lo compruebas constantemente?) Sabes que continúo sin saber dónde está mi sitio, y que sigo planteándome la posibilidad del cambio e incluso de dejarlo todo ¿Cómo me haces estas cosas?

Sabes muy bien también que yo no tengo por qué decirte “hágase”

Hoy durante la comunidad me ha venido a la cabeza una frase: “Dios te habla tan claro ahora como cuando tienes la impresión de escucharlo perfectamente”. Le he estado dando vueltas mucho tiempo. Después ha sucedido el traspiés. ¿Cómo tengo que interpretar eso?.

Ahora estoy  muy dolido con todo esto. Y contigo. Y además, contigo también enfadado. Que no te engañen las lágrimas y el pellizco en el pecho. Te lo digo muy sereno. Juro que me falta sólo una pizca para mandarte a la mierda, a Ti y a Tu Reino. Así que explícate. Es tu turno de palabra.

Habla.

 

 

(Otra vez la sensación amarga de etiquetar la entrada con la palabra “naufragio”)

martes, 3 de noviembre de 2009

Después de la noche

119 Después de la noche

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Después de la oscuridad, de quedarse inmóvil al borde del camino, de bajar la cabeza. Después de autocompadecerse  y de sentir que nada vale la pena…

Al fin llega el día, lentamente, desperezándose. Y Dios, que hace milagros (¿quién lo duda?), entra en mi noche y me salva del morir, cala en mí como la lluvia en la tierra reseca y me susurra al oído: “Ven a mí, fíate, que nada podrá separarte del amor que te tengo”.

Y vuelvo a percibir colores que en la noche no se distinguían. Y siento su (Tu) presencia y me percato que sólo el amor, Su Amor, me ha guiado en medio de tantas tempestades atravesadas.

Me levanto en ese momento y soy capaz de decirle: “Tu eres mi fuerza, mi roca”, como entonando un nuevo salmo personal en mi vida; ¡Qué digo!, ¡VIDA!, ¡con mayúsculas!.

Y al final descubro que tenía razón, y nada vale la pena… comparado con Tu Amor.

 

 

Gracias, mis hermanos. Me siento tan pequeñito y Dios me regala cosas tan grandes… Por ejemplo vosotros

martes, 27 de octubre de 2009

Morir matando

He perdido, lo asumo.

Me ha podido esta situación insostenible que atraviesa puertas y ventanas, que inunda el aire de un hedor irrespirable a derrota. Todo termina, se huele. Todo termina, incluso la vocación y la ilusión por hacer de este trabajo algo “especial”.

Pero no me doy por vencido. He de morir contigo a mi lado. Por lo pronto preparo bombas que voy lanzando tras los muros. Mi táctica es llamar educadamente a las puertas y ofrecerlas como regalo, y es tan grande el ego que se reciben con una sonrisa.

Ya se firmó la injusta Sentencia, pero con esta batalla que tú supones ganada, has bajado la guardia, te has relajado y has dejado el costado descubierto para asestar el golpe de gracia que hará que caigas con todo el peso que has ido acumulando en este año (y los anteriores).

… y cuando caigas te esperarán esos a los que tu propio pie pisoteó para arrancarte el paso.

 

¿Aún no tiemblas?                                                         Tiempo al tiempo.

sábado, 10 de octubre de 2009

Abrazar la noche

DCF 1.0

Tengo una espinita clavada en el ventrículo derecho del corazón, la parte lógica del sentimiento. Hace algo más de un año asistí al juicio “El pueblo contra mi persona”, siempre subjetivamente hablando, y allí se me reprochó «ser yo» entre otras cosas. Desde entonces no he sido capaz de superarlo. Fui dejándome llevar por una espiral de sentimientos que me abrieron las puertas del pozo en el que me asomé a caer. En ese momento me prometí no volver nunca más a “Casa de Paz”, el lugar donde se celebró ese juicio.

De todos es sabido qué paso doy y en qué momento para salir a flote de este naufragio en mi vida. Pues bien, hoy Dios me vuelve a poner en camino a “Casa de Paz” para que abrace mi noche particular.

- No puede ser… no me gusta el sitio. – ha sido lo primero que he pensado al llegar a la casa donde dentro de veinte días compartiré sueño con mis compañeros de Ixcís al grabar el próximo disco que se va a titular cómo no: Abrazando la noche.

- ¿Ya has estado aquí? – me han preguntado mis hermanos, y no he tenido más remedio que contarles que “me trae no muy buenos recuerdos”.

- En la parte de abajo está el comedor, la cocina, dos habitaciones grandes y el lavadero. Cuidado con el último escalón al subir, que es más alto que los demás. Aquí arriba están las habitaciones de tres y cuatro personas, los baños y duchas, un pequeño oratorio, y situado en el salón, al lado de la mesa rota, está el círculo en el que los dedos me apuntaron. Fuera de la casa hay un patio y por el otro lado terreno para que jueguen los niños mientras grabamos, y al final, una piscina pequeña, que supongo yo, en noviembre no usaremos, ¿no? […]

Creo sinceramente que me va a costar un poco estar allí y volver a pensar en aquello que intento olvidar para “volver a mis raíces”. Si Dios me lleva allí será para que salga renovado y afronte mis luchas desde otra perspectiva. Llevaba ya un tiempo decidido a regresar a la comunidad, si es que mis hermanos quieren compartir conmigo. Esto es algo parecido a “la prueba definitiva”, el lugar de “purga” de mis miedos y rencores.

Cuando vuelva a Casa de Paz a encontrarme con mis fantasmas y entablar una conversación, contaré a “mis peces” que durante todo aquel fin de semana sonó “En común” como himno.

Estoy preparado para “abrazar mi noche”

viernes, 9 de octubre de 2009

Agotado

Abro la puerta de casa y me esperan, atrincheradas tras el sofá, cuatro palabras que se clavan en mi sien y dejan en mi paladar un sabor a derrota.

“¿Qué tal tu día?”. Bueno… malo. Bueno, bueno no, malo. Estoy realmente cansado. Es como si no me hubiesen quedado reservas para acabar el día. Ando pesado, como arrastrando el alma por las baldosas del salón, hasta la silla azul con ruedas que hay en mi habitación. “Qué alegría que tenga ruedas, no pienso mover un pié” pienso en voz alta, para que se entienda que, o bien la merienda se me hace sola y camina hacia mí, o no meriendo esta tarde. Me asedian los planes para esta noche y lo único que realmente deseo es estar tumbado boca arriba. Ni dormir siquiera, sólo recostarme. Por lo pronto prescindí de conciertos (dos nada menos) y de una noche de charla con mis amigos.

Estoy cansado física y psicológicamente. He dejado las puertas del aburrimiento abiertas. Hoy me he cansado de todo: de barullo y gritos, de llantos y risas, de bromas de buen y mal gusto, de ver a gente pasear por los pasillos con su careta limpia, del “hoy es viernes, hoy es viernes”, de dientes y cine asiático, de loterías de Navidad y de “yo no entiendo esto”, de gasolineras y atascos…

Me puede el tedio de ser de “otro planeta” o de “hablar otro idioma”. Estamos condenados al lenguaje escrito.

Y al llegar a casa, el “sniper” que vive conmigo y al que yo llamo “madre”, me dispara a bocajarro esas cuatro palabras con las que empezaba esta disertación sobre el agotamiento: “¿Qué tal tu día?”

- Bien, mamá. Algo cansado.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Septiembre

104 Septiembre

Septiembre ha pasado por encima de todo lo ocurrido durante el año (y algún tiempo más), serenando y recomponiendo, como cuando haces dibujos con el dedo en el terciopelo y después pasas la mano “peinando a favor” para borrarlo.

A este mes en que empieza el otoño, la estación de los eternos comienzos, de las nuevas ilusiones, de mudanzas, le debo la gracia de la calma. Hoy, último día de mes, alzo la cabeza y miro atrás para comprobar que, efectivamente y afectivamente he caminado, aún no sé hacia donde, pero al menos me moví.

Durante todo este tiempo me he caído y levantado. Comencé con “una crisis de viernes eterno”, pero de pies decididos (gracias Jose), y aposté por los retos, por el re-decorar mi vida y mi espacio e incluso mi trabajo, y mi apuesta fue también por el proponer (gracias Víctor), componer y recomponer. Eché un vistazo al pasado y puse un pié en él. Comprendí mi naufragio y me volví cuentista (gracias Cristina). Mudé de instinto, de creatividad y de realidades. Conté mi “pequeña historia” y viejos y nuevos amigos me acompañaron al teatro (gracias Pedro). Seguí contando cuentos y me fui a la sierra para conocerme allí, y conocer al otro (gracias Ade, Ilde y Yolanda), para disfrutar y aprender de ellos y para reencontrarme con ella en su terreno. Perdí Vida y oportunidades de aprender con Vito. Tuve terapia de músicas. Volví a contar mi naufragio y mis planes futuros (gracias Amores) y al final de este viaje abracé mi noche, preludio de música y fe.

Y aún me pregunto si fue un mes provechoso.

Quizá necesitaba “peinar a favor” mi existencia

jueves, 3 de septiembre de 2009

Gráficos

Hoy me siento “de ciencias”:096 Gráficos

Todo tiene su explicación…

Es sencillo: ayer me di cuenta que mis altibajos emocionales (que siempre los he tenido) se notan excesivamente cuando me plasmo en el blog  (estoy de “estado de ánimo 2”)

Y vale por hoy que me pongo pedante cuando me sale el espíritu científico.

martes, 1 de septiembre de 2009

Encerrado

(Aviso al lector: No debe usted tenerme demasiado en cuenta)

095 Encerrado“No sé muy bien cómo explicarte: Es como si te viese encerrado dentro de una botella. Puedes abrir el corcho si pones de tu parte y dejar salir al Curro que ríe, que se ilusiona… Pero no lo haces. Eso es lo que no sé. ¿Por qué no lo haces?”

“Estás viviendo cosas muy bonitas ahora, pero esa tristeza lo ocupa todo, se lo come todo, y no eres capaz de separar, por eso no sabes contestar”

Últimamente me descubro triste, sin fuerzas, sin esperanza, sin fe. Siendo franco, ya no sé por dónde me vienen los tiros, pero sé a ciencia cierta que todos hacen blanco en el pecho. Dejo de hacer cosas que antes me ilusionaban, olvido o simplemente aparto para centrarme en este mal tan feo al que no se le recuerda principio y al que no sé verle el fin. Utilizo cualquier excusa para pasear y enmarañar mis ideas y no me permito llorar porque «me da miedo llorar solo». Bajo la cabeza y me hundo a pesar de que recuerdo haber luchado contra eso en otras épocas y prometí no volverlo a hacer.

Y sufro. Porque soy muy malo ocultando estados de ánimo. Porque lo plasmo en este blog, siempre terapia particular, pero compartida con el exterior. Porque me cuesta encontrar la siguiente puerta que alguna vez ha de llevarme a la salida y son varios meses de abrir puertas equivocadas y de retrocesos. Porque siempre es Viernes con otros nombres.

Quiero escribir cosas alegres. Quiero dejarme salir.

domingo, 30 de agosto de 2009

Necesito

094 Necesito

Necesito urgentemente el mes de Septiembre, que me trague la rutina, que me ataque el despertador cada mañana. Necesito levantarme y conducir pesado, y quejarme del trabajo y desear vacaciones. Anhelo tener menos tiempo para mí y luchar contra el calendario, y arañar minutos al reloj para hacer los “deberes” del día. Me urge ocupar las manos y despejar la cabeza, empezar a pensar en el plural de la tercera persona y dejar de rondarme el ombligo, dejar de esconderme y salir al mundo, y darle la mano y ofrecerle una tregua, y luchar día a día, y volver a quererme, y sonreír algo más. Preciso viajar para disfrutar de mis hermanos y no para huir de una vida que me pilla a contrapié o como remedio para mis males, hacer nuevo cada viaje y no entender eso de “que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver” Quiero sentir a Dios cercano otra vez y dejar de vivir de lo vivido y conformarme con poco.

Necesito normalidad, si es que mi vida ha sido “normal” alguna vez.

 

También las almas -como los ríos y las plantas- necesitan un tipo diferente de lluvia: esperanza, fe, razón de vivir.

Cuando todo esto no sucede, todo en aquella alma muere, aun cuando el cuerpo continúe vivo; y las personas pueden decir que «aquí, en este cuerpo, hubo un hombre».

La quinta montaña – Paulo Coelho

jueves, 20 de agosto de 2009

El día de hoy

El día de hoy avanza bastante lento. Toda mi habitación me mira, esperando de mí algo parecido al luto.

La luz que amenaza con colarse por mi ventana es contundentemente frenada por el estor celeste. Sólo unos minúsculos rayos se cuelan recordándome que es de día, que es el día. Los pensamientos de mi maceta esperan pacientes a ser plantados. «No es tiempo de pensamientos» me vuelvo a decir como aquel día, y aún lo creo. Los papeles, esparcidos por la encimera esperando pacientes a ser recogidos saben que hoy no va a ser su día de gloria y que quedarán ahí para mañana o quizás pasado mañana. Un tropel de discos que acompañan a estos papeles me preguntan a gritos desde el silencio: “¿Hoy no hay música?”. Pues  no, no la hay, en ningún sitio. He discutido hoy con el teléfono. Demasiadas malas nuevas, demasiados pésames me atacan de nuevo, así que he decidido prescindir de él en un arrebato de libertad. Le di la vuelta al muñeco de trapo, no soporto que me sonría. Una brisa de aire consigue romper la barrera de mi estor en ciertos momentos y mueve al aviador colgado del techo de mi cuarto, con deseos de escapar esta noche, pero irremediablemente preso junto a mis estanterías. Mi cama, deshecha espera que vuelva a hundirme en su centro y -dormir, hacer humo el sueño y olvidarme del mundo por miedo a despertar-* Un par de libretas con canciones a medio hacer reposan sobre mi mesilla de noche junto a La Biblia, el reloj que me regalaron en Puerto Rico, las llaves de mi coche y la rodillera anatómica. También las libretas saben ando débil de verso y prosa y que no es su turno. Sobre el equipo de música un marco de metal con una foto “en misión” y una foto de las últimas de carnet de mi abuelo, y con ella su recuerdo.

Y así pasa el día en mi habitación. Silencioso, lento, melancólico. Como yo.

 

* “El virus del miedo”, de Ismael Serrano

miércoles, 19 de agosto de 2009

Durante estos siete días

Aviso al lector: Puede usted no entender gran parte de esta entrada. Es complicado contarlo. De hecho aún estoy asimilando todo lo que ha pasado en estos 7 días transcurridos.

 

Como siempre la muerte y la vida se entremezclan y eres capaz de sonreír en estos momentos tan grises (este color que detesto desde hace muchísimo tiempo).

La pérdida de mi abuelo, que no es tal si no ganancia, quiero creer y creo, da paso al valor para la despedida con un “ya nos vemos arriba” entre lágrimas y un último vistazo. Después llega la soledad de una sala y una noche en vela, las llamadas telefónicas, el aguantar el llanto y dejar que lloren los demás, el ver a familiares “no habituales”, el cansancio y la falta de fe. Y amanece (Siempre sucede), y me enfrento a la muerte con la vida que me regala el día. Estoy más sereno, resignado, y decido poner a Dios al corriente de todo y empiezo a mover la misa de funeral. Vuelvo a casa a ducharme y lavar las penas, para que estén limpias a la tarde para usarlas. Entonces vuelvo al cementerio y llegan al fin mis visitas, esas que creí no llegar a ver por allí y que guardaron día de silencio haciéndome sentir el abandono a Dios. Me abrazan, los abrazo, les cuento, empiezan a empañárseme los ojos, me vuelven a abrazar… Así descubro que me acompañan en el camino y renuevo mis fuerzas, suficientes ahora para que mi abuelo me escuche cantar a Dios (una de las cosas más bonitas que tiene mi vida) con un nudo en la garganta. Celebramos su funeral y salen a mi encuentro personas que me han acompañado siempre en mi vida, a veces visibles y a veces en lo escondido. Me vuelvo a despedir de mi abuelo y consuelo a mi familia, recuerdo que queda grabado en mi mente y en la llave que, tras la misa, acabó en mi mano. El final de todo esto, recuerdo que son caras amigas y muchos abrazos y besos, alguna llamada telefónica más y una silenciosa vuelta a casa.

Y se abre camino la Vida.

Con la llegada a casa viene la preparación de la maleta y un esperado viaje al que, he de confesar, no quería embarcarme por el reciente dolor. Pero sé que tenía que estar presente en la boda de Alfonso y Virginia (Sed muy felices ahora y siempre) y celebrar el Amor junto a ellos. Así que conduje camino a Cádiz por segunda vez en este verano. Un viaje tranquilo pero extenuante que acabó con el reencuentro con mi hermano Israel (del que ya hablé hace poco) y un plan tentador que consistía en música y grata compañía mirando las estrellas, tumbados en el suelo y escuchando la noche (y al niño del columpio). Al amanecer planeamos la ida al Puerto de Santa María a la boda y a compartir con más hermanos. La boda fue entrañable,  una mezcla entre “cuento de hadas” de Virginia y de “historia pirata” de Alfonso. La fiesta posterior fue un olvidarme de todo y bailar y bailar y cansar el cuerpo para no sentir vacío irreal y compartir con Ixcís, con la familia de Jmv y con el elenco “trovador” durante toda la noche la música y las golosinas de las que de vez en cuando me llenaba las manos y repartía con todos. Amanecí con un mensaje que decía “te olvidaste de mí, no lo esperaba todavía”. El sábado fue un día de “descanso” (por llamarlo de alguna manera) en la playa con mis hermanos, en los que a veces fui feliz plenamente pero la mayoría del tiempo me embargó la melancolía. Tengo que agradecer la compañía cuando me miré mar y estallé contra mi cuerpo (Gracias por sentarte en la orilla en silencio conmigo). El domingo fue la vuelta a Cádiz y las despedidas de nuevo, y los planes de regreso a Málaga donde he sido guía turístico y gastronómico, monitor deportivo, amigo y compañero.

Mi existencia se ha vuelto a inundar de nombres en esta última semana: Pepe (mi abuelo), Jose, Paco, Maleni, Marta, Curro, Antonio M, Trini, Sensi, Sandra, Andrés, Tony, Pepe, Paloma, Rocío, Dieguito, Juanfran, Lorena, Manme (y con ella, el resto de la comunidad de Emaús),Paula, Rocío I,  Víctor P, Maika, Silvia, Dani, Ramiro, Pedro C, Nacho, Israel, Christians, Cristina, José Luis, Javi, Daura, Claudia, Juanan, “Sor Shakira” (tenía que ponerlo…) Carmen, Ángela, Alfonso, Virginia, Maria José, Olivia, Antonio B, Fermín, Leticia, Juan, Felipe, Almudena, Román, Patricia F, Jose Antonio, Marcos, Fran, Elena, Juan S, Manolo… Todos ellos y algunos más que se me olvidan han tomado papeles en mi caótica historia y no sé cómo agradecer a cada uno de ellos el bien recibido. MUCHAS GRACIAS!!

 

Si me preguntan cómo estoy diría que “bien”, porque no sé cómo catalogar mi estado de ánimo. Lo que es seguro es que “mal” no me encuentro. Creo que se me pasó el tiempo de duelo y ya no procede llorar.

Es una sensación extraña.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Mi abuelo

092 Mi abuelo

Tengo siempre el mismo recuerdo de mi abuelo: El salón revuelto, los sofás pegados al mueble y a la cristalera y una estera de esparto desenrollada en el suelo. Mi abuelo cosía esas esteras trenzando el esparto con las manos y luego unía las tiras con una gran aguja con la que siempre me preguntaba si quería que me diera un par puntos. Pasaba las horas y las horas y a veces tenía que dejar el trabajo porque le anochecía y dejaba de ver bien. Luego tuvo que desaprender a coser esparto. Y digo desaprender porque nunca olvidó, pero sus débiles pulmones fueron más fuertes que él y tuvo que resignarse a coser cestas con plástico, más fácil para él y menos cansado.

También lo recuerdo en el campo, caminando de acá para allá buscando palmitos y tagarninas o “tagardinas” como las llamaba. Nunca supe enseñarle a decirlo bien. En ocasiones se llevaba sus trampas para pájaros, algunas hechas por él, se buscaba gusanos en las cañas para cazar pajaritos y cocinarlos, o se pasaba la mañana entera cogiendo caracoles. Muchas veces ha salió herido en sus incursiones campestres, pero él siempre decía lo mismo: “¿Esto? esto no es ná, un arañacillo”

Recuerdo también sus adivinanzas y cómo me contaba sus viajes a campillos o cuando salía de caza con la escopeta de perdigones.

Poco a poco se fue haciendo viejo. Desde que yo tengo memoria mi abuelo es viejo, pero he de reconocer que ha ido perdiendo facultades.

Hoy Dios me lo ha ganado.

Hace casi una hora que recibí la noticia. Esta mañana lo he estado viendo y lo he tenido que cuidar como Dios me ha enseñado. Ya está con Él. A partir de ahora le toca a él cuidarme, como cuando de pequeño me hacían un “hoyito” en la cama, entre mi abuelo y mi abuela, para que no pasara frío en los días de invierno, cuando mi madre y mi padre salían a trabajar.

Hoy Dios me lo ha ganado. Que me lo cuide.

 

 

 

Solo siento que no me haya escuchado cantar. Se conformó con verme en un video y llorar diciendo “Es mi nieto”

lunes, 10 de agosto de 2009

Y ya no sé

No tengo a dónde escapar.

Las paredes de mi habitación me aprietan el pecho. Su celeste claro pierde el brillo tornándose en el color del miedo, el que me lleva persiguiendo meses y meses. Y ya no sé sonreír para contrarrestarme.

Salgo a pasear a la calle y me asaltan ahogados gritos de terror de los seres que se cruzan conmigo. Los veo también en los muros desconchados, en pintadas inmundas y esparcidos por los suelos. Y ya no sé desoírme.

La ciudad se me hace pequeña, no quepo en ella. Se me aloja en las costillas y clava su aguijón en el pulmón izquierdo para notarla a cada suspiro. Y ya no sé si no suspirar por marcharme.

El tiempo me pesa. Quisiera pararlo a golpe de voluntad. Destrozo los relojes que me encuentro en mi camino. Miro al sol con ira ordenándole que se detenga ahí arriba, que no alcance el oeste. No quiero más cuentas atrás. Y ya no sé descontarme.

En ese lugar que llaman casa huele a tristeza. Las marquesinas de las puertas, húmedas de llanto, crujen quejándose por las caras que pasan a su lado. Casi todo es silencio y pesadumbre. Vivimos porque nuestro corazón late, pero somos muertos de pena. Y ya no sé no ser.

Dios está ocupado. Hay tantas cosas que hacer… Me mira en silencio esperando que le hable. Y ya no sé rezar.

 

 

(por favor, no comenten)