jueves, 17 de diciembre de 2015

El día que olvidé cómo llorar



Como quisiera encontrar las palabras que den nombre a este dolor tan abstracto e indeterminado y sin embargo tan poderoso. Decía un amigo que poner nombre a las cosas era importante, ahora lo entiendo un poco mejor 


 La palabra no puede abarcar las emociones que viven en mí, que me desgarran, que me dejan sin aliento, sin hambre, sin sueño, que me convierten en un muñeco de madera, en su títere . Es como si el dolor y yo fuéramos solo uno. Crece sin descanso en mí porque olvidé como ahogarlo en lágrimas, convertirle en sordo y ciego  con mis gritos y golpes.



El día que me prohibí llorar. Más  o menos lo sé. Incluso me veo a mi misma diciéndome queda : nunca más te mostrarás débil ante el mundo porque en él moran personas que disfrutan pisoteándote cuando más débil eres, cuando no puedes defenderte  mientras  estás intentando sobrevivir a toda costa, vencer al miedo, entender  la incomprensión de lo que te ocurre, porque toda tu energía está concentrada en no caer al río de lava que surca dentro de ti , aniquilando todo lo bueno que vive en ti . Tampoco quería mostrarme débil ante mí, no fuera que la auto compasión se adueñara de mí .



Si pudiera encontrar las palabras que pudieran desgarrar el folio en blanco y  el silencio al que me condeno , si pudiera convertirle en desafortunado chivo expiatorio de mis miserias, quizá, podría salvar algo de mí. 



Me duele todo lo que aprendí en aquellas épocas infames, que me dejaron un alma sin inocencia, cansada, miedosa e incapaz de aprender lo necesario para ser feliz aunque fuera una vez al día. Ni siquiera eso.
Aborto cualquier amago de las lágrimas de caer al vacío. Me muerdo los labios hasta hacerme daño por no gritar, dejo que el silencio me engulla por no contarme y quedarme expuesta y desnuda frente a  los enemigos que pienso , se esconden en la sombra. 


Quisiera no haber desaprendido a llorar y quisiera ser más valiente y no esconder mis emociones al mundo aún cuando también doliera.






Imagen: Lorena Bonillo 

3 comentarios:

  1. No sé que te pueda estar causando ese dolor tan enorme que se muestra tras tus palabras, Susana. Lo que sí sé es que llorar no es, ni mucho menos, un signo de debilidad. No se trata de autocompasión, no. El duelo del dolor, sea cual sea la naturaleza de este, hay que pasarlo. No es malo llorar, libera tensiones y rabias y frustraciones. No te escribo desde la ignorancia sino desde la experiencia de quien ha sufrido un dolor inmenso y ha intentado, como tú, refrenar las lágrimas. Déjalas brotar, reconcíliate contigo misma y luego, sigue andando como dice una amiga nuestra.
    Ufff, vaya discursito te he soltado. Te pido disculpas por eso. Sabes que cuentas con mi cariño incondicional siempre.
    Un fuerte abrazo.

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  2. Aire, que corra el aire...Que barra todos esos espacios dibujados en negro y que traiga un mundo de colores luminosos. No, no se es débil por demostrar nuestras emociones, sean las que sean. Si hay que llorar se llora, y si hay que reir se rie. Somos humanos y el que más y el que menos sabe lo que es sufrir, sentirse inmensamente triste o inmensamente feliz. La vida es una rueda unas veces nos toca estar arriba y otros nos toca bajar. Sea como fuere todo pasa y se supera. Que hay que darle tiempo, por supuesto, Hay que vivir el duelo, luego poco a poco llega la calma.
    Un deseo desde esta distancia que nos separa, que tu tiempo acorte tus pesares. No te sepas sola, todos formamos este universo.
    Un abrazo lleno de cariño y comprensión.

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  3. Eres valiente. Las emociones se pueden controlar, pero no bloquear. Somos seres emocionales, para bien y para mal.

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