jueves, 30 de diciembre de 2010

Atrás, al fondo del vacío



Para Manuel García Viejo

Nada transitable nos queda atrás, Manolo, amigo. Nada con latido. Atrás es nunca, por más que un día haya sido un ahora, por más que fuera entonces y realidad segura. Posee árboles y montañas esbeltas y ríos que transcurren con caudal soñoliento y rebaños que pastan en laderas valladas con luz inverosímil. Y fresnos que dan sombra a la siesta de los antepasados segadores. Atrás es todo, espejismo constante de nuestra trayectoria, perspectiva ilusoria del hoy para el mañana, panorama de sombras. Atrás es siempre, a cada paso, a cada instante, coexistencia muerta de lo que pudo ser y no ha surgido, de lo que acaeció tan noble y pasajero, de lo imposiblemente cierto e inexorablemente huido.

Podrás escuchar mirlos en las proximidades de la mañana. Y verte corretear bajo los avellanos con las piernas heridas por el sol y las zarzas. Y cazar saltamontes y grillos por las cuestas praderas del pasado. Podrás adormecerte en los cuartos pintados de verano y frescor, con balcones abiertos de par en par y el baño de claridad de luna. Podrás, inevitablemente, asomarte a la noche y oler la actualidad del estiércol en julio, pero sin acercarte demasiado a la fragilidad de su apariencia. Sin estirar los brazos y querer abrazar ninguna imagen. Romperías los hilos de la tela de araña que nos une al ayer y caerías de bruces a la vida.

Sentirás a menudo que te llaman tus seres, desde el fondo del humo, desde los almacenes donde se amontonaban los sacos y la escanda, el tinte para luto y abrigos de los difuntos. Escucharás sus pasos sobre las falsas vigas que apuntalan el peso y los pasillos de la extensa memoria. Y al mediodía, los platos y el eco de las tapas de las potas, y el vaho de los pucheros que aún cala en la felpa de las horas y en tu ropa de diario. Los verás como eran, con su carne y sus gestos. Mas déjalos vivir su eternidad, no los avives; si acaso los nombraras, si a ellos te acercaras en exceso, sus partículas leves, como cuando desprende la madera muy vieja el polvillo de huecos y carcoma, desplomarían en ti su falso brillo.

Acudirás muchas veces a rincones perdidos para cualquier futuro y a guardar equilibrio por las piedras y el musgo del reguero inmutable. A fragantes comarcas de manzanos y guindos y sanjuanes. Y en tu gusto y tu tacto se posarán el volumen intenso de la hierba cortada, la personalidad de las cerezas, la mansedumbre del arándano, y paladearás el jugo de la infancia, la joven acidez de los deseos. Te allegarás a la edad del bocadillo tierno, al bálsamo del pisto en las cocinas al declinar la tarde. Y querrás que sean ciertos los antiguos sabores, el tocino tostado apretado entre el pan, la blandura del plátano y el dulce elaborado, con lentitud, en casa. Pero no serán más que aromas protegidos en las alacenas del olvido, ramilletes de nada que desecan y sanean tu nostalgia como cañas de arbustos saludables. Remordimientos, bayas agraces muy amargas.

Oirás el cabruño del crepúsculo, el filo mineral de las guadañas, lamentos de venados y cuervos en la hondura del bosque. Mirarás cómo pasa, temprano con los gallos, un autobús de línea, camino al más allá, con viajeros que no habrán de retornar jamás. ¿Todo ha sido tan breve, tan dolorosamente vano, tan corta esta distancia enorme? Y sufrirías un frío como el que se guarece en haciendas vacías, en estancias cerradas, en sus muebles silentes. Pasarán por tus ojos orígenes y entornos. Nada de lo que es de todo lo que ha sido. Y quedarás pensando: vida, ¿por qué fluyes tan rápido? Tierra, ¿por dónde hacia el regreso? ¿Padres, por qué me habéis abandonado? Nada atrás, amigo. Cada después de ahora, cada antes del después, nuevo vacío.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Días de más ausencia


Cómo se echan de menos los muertos estos días. Son días de la vida, como otro día cualquiera, pero se añora más su presencia en la casa, está más solo el cuarto, más callado el silencio, más vacías las sillas. Están más descuidados los belenes y el río. Se percibe más honda su ausencia de la tierra y no son más que días de invierno y de diciembre, días, al fin y al cabo, de frío y luz ceniza. Pero algo reverdece de pronto en la memoria y surgen los recuerdos como con más frecuencia. Algo emerge del musgo que nos los actualiza.

Parece que apetecen más que nunca su abrazo, sus cuerpos protectores y la sinceridad de su sonrisa. Parece que hacen falta sus manos encendidas en la llama festiva de las velas, entorno a los adornos, sobre el núbil penacho de las piñas. Parece que se apagan interminablemente las noches muy temprano y que hasta las paredes son del mismo grosor que la melancolía. Y sabe a soledad el pan de nuestras cenas. Y se extrañan sus ojos, mirándonos humanos, y hasta el árbol aflige sus alegres bombillas. Y huelen a su ser el vino y las burbujas, la sopa y las tarteras. Desprenden su ternura las frutas escarchadas y la amable textura de las guindas.

No sé por qué sucede esta especie de espina. No sé de dónde surge esta raza de pena. Pero vienen en todo mucho más que otras veces: en las horas que cruzan vestidas con sus ropas, en la nieve que asoma en sus nombres de cima, en los brillos ingenuos de los espumillones, en la infancia que guiña en las estrellas. Vienen hasta nosotros, aunque no estén aquí, porque los precisamos y ellos nos necesitan, porque oyen el llanto de alguna pandereta, porque buscan el fuego y el sagrado calor de la familia.

Bajan desde los villancicos y de la luna llena. Pasan sobre la nieve, con sus capas de humo y sus frágiles huellas hacia la lejanía. Y se escucha su aroma en el inofensivo perfil de los acebos y en el gesto infeliz de las almendras. Cómo se echan de menos los muertos estos días. Son días como otros días, pero mucho más yermos. Tal vez porque nosotros estamos cada año más desiertos, acaso por temor a que ellos nos olviden, sumidos en su paz y en su substancia eterna.

(C) Aurelio González Ovies
La Nueva España, 23 de diciembre 2010
Voz: María García Esperón
Música: Ludovico Einaudi
MMX

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Galería de imágenes


(Para E. I. y R. S.)

Quisiera erguir un verso como un túnel,

entrar en vuestra piel, con una lámpara;

quisiera descender al corazón

por alguna de tantas bocaminas.

El halo de la luna en el Nalón,

la noche que se enciende en las ventanas,

la fiambrera puesta en el alfeizar,

el bocadillo envuelto con el alba,

el humo que madruga en las cocinas.

La povisa azulada de las berzas.

El castillete oculto entre las zarzas.

El chivo atado que rumia el silencio.

Los cobertizos, el bidón del agua,

las eras a la orilla de las vías.

Los tendales frecuentes con las mudas,

el fatu de los fines de semana,

las estriadas manos que enjabonan,

la blancura gastada de las toallas.

Sirenas: doce en punto de la vida.

Las barriadas que surgían del cisco,

el vinagre y el Fóster de las chapas;

la lentitud del tren que iba al pasado,

la carretera nueva hacia la nada,

un volador y un santo y una ermita.

Las casas que no ocultan su humildad,

el privilegio grande de una casa,

sus cuartos de humedad, baldosa y friso,

la cal obrera y descascarillada,

las barriadas que crecen y se apilan.

La tierra y la mañana que retumban,

la espera, el nerviosismo, la mañana.

Las familias que llegan de muy lejos,

el cartero con la esperada carta,

las tísicas libretas de familia.

El sabor gris de los economatos.

El olor acre de las bacaladas.

El costoso jornal. El día 10:

el aceite, el azúcar, las conservas,

la palidez antigua de la harina.

La tizna de la raza de los padres,

los párpados del padre que no aclaran,

el padre que a las cuatro se despierta,

el padre libre que vive entre jaulas,

el padre que no ve la luz del día.

Los chigres donde se bebe el ahora,

el ahora, más firme que el mañana,

el ahora y el hoy de pisar suelo;

el bar-tienda, la esquela en la fachada.

El hechizo de las confiterías.

El tendido de cables. Los calderos.

Las mujeres que charlan y repasan.

El cuello ácido de las chimeneas.

Los bronquios agotados de las fábricas.

La infancia del cemento y la uralita...

Aquí dejo el candil de mi palabra,

es de carburo, alumbra al pronunciarla:

no es tarde nunca. Es siempre todavía.

(Leído en Teatro Municipal de El Entrego. Año 2007)

sábado, 18 de diciembre de 2010

Vengo del Norte II, recita Joaquín de la Buelga


II

De dónde soy, me pregunto a veces, de
dónde diablos
vengo, qué día es hoy qué pasa.
Pablo Neruda


VENGO del Norte,
de donde la tristeza tiene forma de alga,
de donde los siglos son muy anfibios todavía,
de donde las grosellas son un veneno puro
para beber un trago cada noche.

Vengo de allí a conquistar paisajes malheridos,
a dar voz a los ecos de estos valles
que nunca se han hablado más que con señas de humo.
Ella viene conmigo,
con todos los caminos enroscados al cuello
y una perla de hambre colgada de su frente.
Quiero vallar aquí la eternidad para todos los míos,
para todos los hombres que desciendan de un padre
carpintero,
para todos los muertos condenados a girar esas aspas
del eterno retorno.

Mirad aquellas tierras, aquellas plantaciones
de pájaros mojados,
mirad aquellas granjas donde todos los días
el sol devora el pan.
Mirad y, por última vez,

podéis llorar al pie de los lechos del trigo
que agoniza.
Porque vengo del Norte,
de donde nunca anidan las cigüeñas
porque las torres tienen que apuntalar el cielo;
de donde el frío habita el carbón de los lápices
y hay una flor gitana que cura el desencanto.

Vengo de allá,
de un paseo marítimo alumbrado con gas de calaveras
y estrellas de carburo.
Ella viene conmigo porque lleva en el vientre
más de doscientas conchas
y un hijo sin edad como los faros.

Ahora la prisa está bajando su marea,
ahora las caracolas tienen un rey de nácar,
ahora cada ola desemboca un destino
y yo os vomitaré un mar
para que nunca más os encontréis solos,
para que los auspicios os lleguen en botellas
y podáis escribir al horizonte.

Vengo del Norte,
y sé un poco del trayecto de la muerte
porque allí desembarcan sus galeras.
Escuchadme y seguidme,
os traigo grana verde de la palabra
que sangran los manzanos
y dentro de unos años nuestra felicidad podrá estar
muy madura.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Lidia en muchas voces


Hazme magia otra vez
-me pide Lidia.
Y con cerrar los ojos como hace el sueño,
con coserles dos alas a los deseos,
nos despierta en las manos toda la vida:
Una veces con uvas de nuestro huerto,
llenamos garrafones de fantasía;
otras veces con hilos que quedan sueltos
repasamos palabras descosidas.
Y alguna tarde que otra cuando hace viento
vamos hasta lo alto de una sonrisa
y lanzamos cometas con pensamientos
de los mismos colores que la alegría.
Sigue haciendo magia,
-repite Lidia.




Alumnos de 3er. grado del CP Guillén Lafuerza, Oviedo.
Realización: Alfonso Pascón
MMX

jueves, 16 de diciembre de 2010

La estación de los versos


Cuando en otoño caen frutos y hojas,
recorremos los árboles colgando estrofas.
Y como algunos árboles nunca las pierden
ésos son los que llaman de hoja perenne.
Otros en cambio siempre las pierden todas
porque caducan pronto y se deshojan.
A los acebos les va como al dedillo
un villancico alegre con estribillo.
Pero a los pinos verdes y a los abetos
los adornapiñamos con un soneto.
Y a los altos castaños llenos de erizos
les damos castañuelas de endecasílabos.

martes, 14 de diciembre de 2010

Qu'haya pa toos agua


Qu'haya pa toos agua, igual qu'hai pa toos sede.


Que nun amenorgue'l guiño les estrelles.
Que la mar nun s'aburra de subir y baxar coles marees.
Que naide s'apropie nin dirixa la decisión del vientu;
que naide estropie'l cercu compasivu de la lluna
nin imponga cuándo tien que cayer ñeve.
Que naide empiece a gobernar la independencia cola que revienta,
añu tras añu,
la primavera.
Que naide saque negociu del dolor.
Y que'l dolor del próximu,
el que nun somos güei pero a saber mañana,
nos remueva
y nos conmueva
y nos mueva.


De Carta de reis con retrasu. La Nueva España, 13 de enero 2007

Un regalo de Navidad



Mi canto,

para el hombre

que ansía llegar a casa

y lavarse las manos,

dar un beso a los suyos,

aproximarse al fuego,

responder a un abrazo,

o sentirse tan solo que humaniza una mesa.

Para el que ve la luz encendida y respira,

para el que huele el pan y se siente dichoso;

el que mira la luna sin querer conocerla,

el que alcanza primero la sed que el cántaro,

el que huele la rosa y no la corta.


El que nunca rezó y a su manera reza.

© Aurelio González Ovies
En Tardes de cal viva
Texto y voz: Sofía Castañón, en Señalados.-Programa Especial Navidad 2005 Música y Poesía, emitido por Teleasturias.
Música: I'll Be Home For Christmas. Kenny G

sábado, 11 de diciembre de 2010

Carne de identidad


No. Nada. Nadie. Ni siquiera. ¿Para qué
tantas dudas?
Pudiera ser que nada fuera lo que parece
ser, así como jamás nada será
lo sido. Pudiera ser
que nada es lo que podía haber
sido; que nada ha sido
lo que pudiera ser, así como
jamás será lo que no pudo ser.
Pudiera ser que ser no sea más
que ser lo que no somos,
lo que jamás seremos,
lo que nunca hemos sido.
Pudiera ser que no ser, a veces,
sea más que ser, lo que por ser,
no somos y lo que no seremos
y lo que nunca fuimos.
Por ser, pudiera ser que nada sea
ni lo que ahora es porque está siendo.

Lo máxicu de la poesía: María del Mar Martín sobre "Mio Madre"

La Palabra es del mundo
María del Mar Martín: Los versos de Mio madre son el sabor
y l'arume de la comida de casa, los sabores de la infancia.

Préstame abondo averame a una llibrería y maricar un poco mientres pienso: “¡Qué pena nun tener una montonera perres pa poder llevar pa casa tolos llibros que me peten! Esbabáyome toa pensando que me toca la Primitiva pa dexar de mirar los precios.

Pertenezo a esi grupu de xente raro que nun tien coche. Cuando toi cansada de caleyar nun me queda más remediu qu’averame a la parada’l bus. Ellí danme ganes de sacar el llibru, pero nun lo faigo, porque si llega’l bus y nun llevanto la mano nun para y dempués quedo con cara babaya, porque esa ye la cara que-y queda a la xente cuando lu pierde delantre les narices. Asina qu’espero xubir pa sacalu y meteme dientro.

L’otru día dalgo máxicu asocedió, dexé de tar na etapa de la madurez (de los venticinco p’alantre), como apaez nel llibru de Conocimientu del Mediu del mio fíu, pa tornar a la etapa de la infancia (dende’l nacimientu hasta los doce).

Y esti fecho asocedió cuando entamé a cañicame nos versos de Mio madre d'Aurelio González Ovies.

Mio madre nun sabía idiomes
pero yera tan mimosa…;
dicíame que con enfotu
pues algamar cualquier cosa.

Tengo la suerte de siguir conxugando los verbos en presente cuando falo de mio ma, ella nun foi muncho a escuela y nun sabe idiomes, porque daquella nun se falaba namás que’l castellán y falar n’asturianu yera falar mal anque yera perdifícil llamar d’otra manera al llabiegu, al cuquiellu o al caxilón que colgaba de la ferrada a la puerta casa.

Mio madre tamién m’alendaba cuando taba cansada y les lletres nun me salíen dándome besinos nos papinos coloraos y falándome con pallabres melgueres.


Mio madre nun sabía idiomes
pues pisó poques escueles,
¡y facía un caldu gallegu
y unes coles de Bruxeles…!

Metíme tanto dientro los versos que pudi sentir l’arume a caldu gallegu, a arroz a la cubana, a coles de Bruxeles y a bollos suizos, esos bollos que mio madre me preparaba bien untadinos con mantega de casa y zucre pa comelos a la hora’l recréu.
La comida facíase seliquín nes cocines de carbón y nos fornos cocíase’l pan, un llabor de les muyeres de la casa.
Los versos de Mio madre son el sabor y l’arume de la comida de casa, de los sabores de la infancia.

Nun sabía idiomes, ¿y qué?,
yo ponía-y en too un diez.
cosía faldes escoceses
y texía puntu inglés.


Dempués de lleer esto acordéme cuando nos díes fríos d’iviernu mio madre texía xerséis pal mio hermanu y pa mi pa que fuéremos bien abrigadinos, porque equí nesta tierra del norte la humedá entra pelos güesos.
A mi tampoco m’importaba que nun supiere idiomes, porque en cada platu taba l’esmolecimientu de teneme bien alimentada, en cada puntu inglés escondíase’l calor de les manes y en cada mirada tol amor.

Son los versos de Mio madre un cañiqueru de tenrura y un abellugu onde poder tornar a la infancia.

Esto ye lo máxicu de la poesía.

Fuente: Biblioteca Virtual Canellada

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Gloria




A la fertilidad,

gloria.

A los caballos salvajes,

gloria.

A las cañas del mimbre,

gloria.

A las mulas uncidas,

gloria.

A la brisa de mayo,

gloria.

A la contravención,

gloria.

A la palabra encinta,

gloria.

A los pueblos que sufren,

gloria.

A los que reverdecen,

gloria.

Gloria

a la fortaleza

y a la esperanza.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Vivir para sentir: Victoria Díaz sobre Esta luz tan breve

Victoria Díaz se dedica al turismo y ha vivido los últimos 8 años en Alemania. Actualmente reside en Madrid. Posee una mirada poética que se pone de manifiesto en sus sorprendentes fotografías. En su exquisito blog Paralelo 49, publicó a principios de 2010 el siguiente texto sobre Esta luz tan breve que con su permiso reproducimos aquí.

Estancia Fugitiva

Victoria Díaz

El mundo de las apariciones es más poderoso
que el de las búsquedas: Victoria Díaz
Como quien hace una ofrenda, hoy vengo a traeros un poema. Me cuesta terriblemente elegirlo, porque hay muchos que me llaman. Y digo que me llaman porque decir que me gustan se queda demasiado estrecho para definir Esta luz tan breve, el poemario de Aurelio González Ovies.

Un libro que va más allá de de las palabras, los verbos; se adentra en lo más íntimo de cada uno y nos trae recuerdos de la infancia, olores, colores, perfumes casi olvidados, miradas de niño que cada uno albergamos y que caen en el cotidiano desuso.

Aurelio tiene el ingenio de los grandes, no necesita de extravagancias, ni un lenguaje enrevesado e ininteligible, su expresión mana de la sencillez, de lo accesible. Es distinto y transparente. Yo no conocía al autor pero una vez más, el mundo de las apariciones es más poderoso que el de las búsquedas. Por eso, cuando uno más distraido está, aparece ante ti un libro entre muchos, lo abres y dice algo que apuntala el corazón. No encuentro otra forma más directa de decir ni de sentir. Vivir para sentir, para vibrar, es razón suficiente para vivir. Y Aurelio hace eso posible, él te mueve el piso y hasta el alma...

Me ha entusiasmado este descubrimiento, hace unos meses que lo hice pero como para todo lo demás, siempre necesito un tiempo de reflexión y reacción ... entonces es cuando pienso que qué importa que yo no escriba si encuentro a alguien como él, que pone sus palabras en mi boca...

Estancia Fugitiva

Todo está en mí
como esta noche yo sobre la tierra,
con ilusión de amar, saberse vivo
y cierta obligación de soñar a menudo.
Sin embargo no soy nada,
tras de mí late algo que me empuja
hacia la fría muerte
para ganarse un sitio y hacer vida.
Todo está en mí
pero soy nada y nada ha de ser mío
apenas un momento

Aurelio González Ovies
perteneciente a Nadie Responde


Esta luz tan breve recoge poemas de sus libros: En presente, La hora de las gaviotas, Vengo del norte, Nadie responde, La muerte tiene llave, Con los 5 sentidos, Nada, Tocata y Fuga, Poemes n´asturiano, El canto del mirlo.

Fuente: Paralelo 49

Galope sin retorno (Nana para Bis)


Pasaron, Anabel,
otros octubres largos como aquéllos
en que tú me pedías que te hiciera
por entre los visillos
el sonido del viento, y más tarde
en mis brazos sentirte refugiada;
que te dijera un poco de lo que era la muerte
y apagara la luz para escuchar a oscuras
la respuesta que nunca me escuchaste
o lo mismo que ahora,
después de tantos años,
te contesto de nuevo:
Yo no sé nada. Por eso
mejor sigo imitando el frío con mis labios
y tú duermes y sueñas
con que te nombran reina del baúl
de la vida
y te tienen los niños en sus cajas de música.
Pero tú te obstinabas
en tus dudas terribles,
esas que nos asaltan desde que somos niños
y que, desprotegidos, en medio de la noche
nos parecen colmillos
feroces como el miedo.
Y entonces me obligabas a mentirte benévolo
y a esconderte las cosas amargas de este mundo
tras alguna palabra que estallara sonora:
la muerte, mi pequeña, es una casa llena
de la luz de la luna
que nos queda muy lejos, pero siempre está cerca;
y con tus manos puestas
sobre mi pecho humano
te adormecías creyendo que yo era un dios que daba
respuestas invencibles a tu inocencia crédula.
Quizá no te engañé, después de todo, tanto como los sueños
que ya te cabalgaban.
Pasaron, Anabel,
y tantos los octubres que pasaron
que yo silbo el invierno casi mejor que el viento.
Acércate a mi cuarto, yo apagaré la luz
y me dirás un poco qué entiendes de la muerte.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Regresar


Regresar, y encontrar vuestro olvido
con las puertas cerradas,
vuestros ojos de polvo mirándome, tal vez,
como a un desconocido.
Regresar, y saber que todo ha terminado
para siempre, que no puedo apostar nada a la vida,
que no volveréis nunca, que ya no seréis nunca.
Y aceptar que yo no he estado aquí
para mirar el tiempo en vuestro rostro,
para evitar el canto de los pájaros,
para romper las cartas de la muerte.
Regresar, y admitir que es tarde siempre
para esperar un poco,
que habéis dejado el cuerpo por la tierra,
que habéis seguido el rumbo de las hojas,
que habéis quedado atrás, definitivamente lejos.

sábado, 4 de diciembre de 2010

La tierra ya no gira


La tierra ya no gira para que no envejezcas,
me refiero
a tus ojos transparentes,
me refiero
a tus manos habitadas,
me refiero
a tu voz llena de cántaros,
me refiero
a tu pelo de crepúsculo,
me refiero
a tu carne de amapola,
me refiero
a tus pies como el relieve,
me refiero
a tu cuerpo con destellos,
me refiero
a tu risa de cometa.
No gira
no gira. Lo sabes tú,
no gira.
Me refiero a la tierra.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Letra urgente


Necesito escribir para callar. Para no ser, si algo soy. Para verificarme y desmentirte. Para engañarme y reafirmarte. Para apuntar que llueve y la tristeza de esta mañana se posa en los tejados y cala en la presencia de otros días. Para corroborar que esta imagen que veo, detrás de mi ventana, es tan cierta y hermosa como otoñal y efímera. Para no recordarte a todas horas y relatarte y ocultarte detrás de cada línea, en cada espacio en blanco, en los resortes de todas las palabras.

Escribir, como quien huye lejos, para dejar constancia de su apego a la vida que abandona, del árbol donde fue joven un día y amó y cinceló un nombre en la tierna corteza. Para subirse al alto de los significados y otear la infinidad de formas y alcances que aún desconocemos. Para no matar nunca e increpar siempre con derecho a dejar 'sanguinoletras' objeciones con algún cañonazo de palabra.

Escribir para invertir la sombra y descubrir su espalda luminosa y finísima.Para entender que nada es tan unívoco y todo excepcional y valedero, lejano desde ahora, muy cerca de nosotros. Para posar la culpa que me pesa y algunos sentimientos agresivos. Para que los silencios cobren cuerpo y asuman sus sinónimos, sus frases responsables.

Escribir para corporeizar el alma y el espíritu de los mudos periodos y las miradas huérfanas. Para profundizar en los superficiales precipicios que nos vedan la accesible llanura. Para acortar la inventada distancia que fabrican los altos dignatarios, interesada y mortífera. Para curar, con gramíneas esdrújulas y bayas guturales, la enfermiza y eterna soledad. Para silabear la esencia y la estructura del mismo sinsentido en tan distintos casos e iguales individuos. Para desafiar la gravedad de opiniones y axiomas y dictámenes. Para descuartizar el vacío y la duda.

Escribir para resucitar lo que pensamos muerto tan pronto como lo mata un antojo, una contrariedad o el hastío. Para sumar expresión y entidad a la continua resta que más nos deteriora y menos beneficia. Para pasar por puentes del pasado, de puntillas, hasta las poblaciones donde un día aparcamos nuestro propio y mudable parecido.

Escribir para deshabitar la flojedad y preservar misterios. Para desesperarme de esperanza. Para improvisar brisa en las alas del pájaro. Para desprogramar las máquinas impuestas y dar fuelle al pulmón y a las brasas y al riego y a la exigua candela que nos mantiene vivos.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Junio


Para Marta (Trucha)

JUNIO era azul y alto como los cielos de los sueños.
Chirriaban los grillos, los brezos crepitaban. Calor a media tarde...

Y mi madre decía: no quites la visera.

Recuerdo que Ramón y Quico, con sus ponchos
de jipis, tocaban la guitarra,
debajo de la higuera
cantando a Mocedades y a Agua Viva,
y mi hermana pegaba en los brazos y piernas
calcamonías de lunas y de Camilo Sesto.
Ser feliz día a día era un corto trayecto: rastrear
las camadas de las gatas paridas,
ser el mejor tirando con gomero...

Un verano pasaba más despacio
que ahora toda mi vida.

Y mi madre decía: diviértete y sé bueno.

Y yo amaba a mi madre por encima de todo,
por encima de dios, sobre todas las cosas
y quería abrocharle al cuello un arco iris
y ella me prometía comprarme una laguna
con juncos y libélulas y renacuajos grandes
para detrás de casa.
Yo soñaba con nidos y regatos. Y Marta,
mi reina en nuestro reino,
siempre estaba conmigo, tanto si era viviendo
como si era soñando.

Y mi madre decía: la mitad para ti y la mitad para Marta.

Recuerdo el eucalipto y un bullicio de pegas
y la mar a lo lejos y su luz poderosa
entre verdad y plata
y a Juana que pelaba patatas a la puerta
y escuchaba seriales en la radio.
Por esos días, un día, anunciaron la muerte de Cecilia y Nino Bravo.

Y mi madre decía: qué vida más ingrata.

Muchos años después, o nada o la nostalgia.

martes, 30 de noviembre de 2010

Hoy de nuevo me contradigo


Ya sé que nada vale. Comprendo que es vacío. Entiendo que no quieran sus inútiles cargas. Adivino que a nadie le atraen sus espacios y que todos bajamos a sus solos dominios. Deduzco que es penoso avanzar con su peso. Presiento que es en vano arrastrar sus cadenas. Apruebo que renuncien a engarzarse en sus grillos. Si yo sería el primero que me iría muy lejos, que jamás miraría atrás desde el ahora. Sería yo el primero que rasgaría sus crónicas y arrancaría sus páginas y cortaría sus hilos. El primero entre muchos que ascendería a sus amplios monasterios de soplo y abatiría vitrinas y cofres y tratados. Y prendería fuego a almanaques y archivos.

Y desarraigaría cualquier rebrote súbito y desenredaría su actualidad caduca del posible presente que dejamos a medias, porque a vivir enteros, a vivir plenamente ni queremos del todo ni tampoco aprendimos. Yo, de veras, también estaría dispuesto a no volver jamás, a empezar desde aquí, un vertical camino, una ruta inflexible. Pero hoy, como otras veces, también me contradigo.

Y tantas cosas guarda que necesito a diario, por ver si estando inerte, entre sus trastos lánguidos y su supuesto suelo, me siento algo más vivo. Tantas gratas visiones conserva en sus pantallas, tantos cuerpos borrados separan sus canceles, tantos lugares míos heredaron sus límites que sin querer, queriendo, sí retrocedo y miro. Y revuelvo y rebusco y me adentro en aromas que casi había olvidado. Y con esos aromas me acurruco en su piel, que casi había olvidado. Y al tacto de su piel me resurgen latidos que casi había olvidado. Y cierto, entonces ciertamente, sumido entre lo muerto, regreso a mí, con menos del momento, pero mucho más vivo.

Sé que el pasado es nada, ceniza, polvo, céfiro, añoranza, residuo. Pero en sus alacenas hallo pomos tan viejos, porcelanas tan únicas, botellas tan amables, huele tan suave aún el vello del membrillo. Si abro sus armarios de luna y me introduzco desprenden sus maderas un contexto a familia, sus sábanas un halo a un jabón tan íntimo. Sé que el pasado es humo, lodo, ceguera, frío. Y sería yo el primero en abolir sus leyes, en prohibir sus cuartos confusos y vacantes. Mas, como en otras tantas ocasiones, soy frágil e insidioso, traiciono y me delato, no cumplo y sí predico. Como otros tantos días, me llevo la contraria. Ya sé, cualquiera me dirá, qué estupidez más grande, qué letras más tiradas. Lo sé, es así mi continuo errar al sinsentido.

(C) Aurelio González Ovies
La Nueva España, 24 de noviembre de 2010

lunes, 29 de noviembre de 2010

Habrá otra tarde




No puede terminarse todo aquí.

Dime que no. Que tendré un momento para verte

de nuevo,

para conocerte de nuevo,

para vivirte de nuevo.

Dime que volverás, que nos encontraremos

bajo esta misma tarde

y buscaremos otra vez donde techarnos

y miraremos detrás de unos cristales

y encenderemos el alma hasta la noche.

Dime que no es un viaje en vano el que hemos hecho

ni un viaje encaminado hacia la sola muerte.

domingo, 28 de noviembre de 2010

El miedo


El miedo no existe,
no tengo miedo.
Es un color oscuro
que se escapó de un cuento.
Y si piensa asustarme,
lo lleva claro,
si se pone muy negro,
yo le echo blanco.
El miedo no existe,
no tengo miedo,
para todas las cosas
hay un remedio.

Miraremos atrás


Miraremos atrás
y cuando estemos a la altura
del recuerdo
habrá gaviotas planeando
el mar donde fuimos como un niño
de arena,
habrá un pueblo descrito con cal viva
y un camino hacia el verano. Diremos adiós
y empezará el atardecer a respirar
en los jazmines.

En la voz de Alfonso Pascón

Ramón no va al colegio



Jolines, a mi primo
le pusieron sombrero,
por tomar dos pastillas,
le cayó el pelo.
Se ríe como siempre,
pero está blanco;
mi tía Juana lo mira
y le dice:
qué guapo estás, mi vida,
qué guapo estás tan calvo.
A lo mejor se va
por una temporada,
para que el sol le ponga
morenita la cara.
Y si se encuentra a gusto
seguro que no vuelve,
pero yo en vacaciones
le prometí ir a verle.
Y si no lo encontrara,
lanzo cohetes,
con estrellas azules
y chispas verdes.
Es tan aventurero...,
que hasta igual se le ocurre,
cabalgar con sombrero
a lomos de una nube...

sábado, 27 de noviembre de 2010

Cada palabra en muchas voces


Soy el lenguaje. Tú eres mi lenguaje. Cada palabra nombra el universo que nos distancia. La palabra verano arrastra cascabeles y si pronuncio agosto surgen los pinares. Y Andalucía se escribe con palabras de cuerda. Yo soy la voz, tengo el lenguaje. Y cuando digo brea cantan los marineros, como con cartabón una niña comulga en una ermita.
Soy el lenguaje. Tú eres mi lenguaje. Cada palabra nombra el universo que nos distancia. La palabra verano arrastra cascabeles y si pronuncio agosto surgen los pinares. Y Andalucía se escribe con palabras de cuerda. Yo soy la voz, tengo el lenguaje. Y cuando digo brea cantan los marineros, como con cartabón una niña comulga en una ermita.

Reminiscencia está con sus sílabas siempre en primavera y lugar tiene cardos y grillos y vergüenza.

Cada palabra nos suma al infinito. Y en cada nombre estamos singulares. Escribo trashumante y unos gitanos hacen noche en las lagunas de mi vida. Y en cinamomo escucho mi infancia emancipándose. Yo tengo voz, tú voz es mi lenguaje. Somos la diferencia de las cosas. En cada nombre habita un mundo inmenso, en cada nombre hay muerte y hay orígenes.

El verbo ser proviene de bengalas y en fármaco se acuesta la senectud de Sócrates.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Lidia


Hazme magia otra vez
-me pide Lidia.
Y con cerrar los ojos como hace el sueño,
con coserles dos alas a los deseos,
nos despierta en las manos toda la vida:
Una veces con uvas de nuestro huerto,
llenamos garrafones de fantasía;
otras veces con hilos que quedan sueltos
repasamos palabras descosidas.
Y alguna tarde que otra cuando hace viento
vamos hasta lo alto de una sonrisa
y lanzamos cometas con pensamientos
de los mismos colores que la alegría.
Sigue haciendo magia,
-repite Lidia.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Quién sabe, amor...


Quién sabe, amor,
si un día
en tus ojos yo veo
mi vida que te busca
enfurecidamente
como una mar con viento.


Si en tus ojos,
un día,
me parece que veo
las tinajas de humo,
los bosques y los barcos
y las casas de cal
y las proximidades que envejecí soñando.


Si en tus ojos,
un día,
yo leo que no puedo
morirme
porque nos falta un verso.
Porque te necesito
para bajar despacio
de todos los poemas
que no desandaremos.
Para mirar las luces
del mundo
que se apagan
como una noche más
pero rotundamente.


Porque te necesito
sentada
a mi derecha
por si tuviera frío,
por si sintiera miedo,
por si pidiera agua,
por si quisiera que
me hablaras del pasado
mientras me dure el sueño
longevo de la muerte.


Quién sabe, amor,
si un día,
en tus ojos se enciende
alguna dirección como la de la infancia
con colores y cintas
y soles con visera
y caemos al límite de un paisaje con prisa
donde todo progresa
y pervive
regresando.


Si en tus ojos
escucho que unos guardias
excavan
imágenes y túneles
y caminos muy largos.
Y te miro y comprendo
que, en todo lo que existe,
las formas no son más
que mi capacidad
para reconocerte.
Y te miro y comprendo
que no quiero marcharme
a no ser hacia el ámbito
de tu interior de amante;
a no ser que tú vengas
conmigo
y te me acuestes
con tu tierra y su peso
en la tierra que ocupo.


Quien sabe, amor,
si todo
es nada
finalmente.


Y la verdad más grande
de nosotros
es la mentira hermosa
que vivimos.


Poema publicado en el primer número de la revista "La caja de Pandora", 1997
Tomado del blog Una isla para náufragos (La caja de Pandora)

jueves, 18 de noviembre de 2010

Recuerdos de lo que olvidé


Aquellas mañanas de frío y de miedo a que me sacaran a recitar reyes y ríos de España, frente a un viejo mapa, con una regleta. El viento y la lluvia, contra las ventanas, y las espineras, gigantes y corvas, luchando en la noche en plena galerna; y un misal antiguo sobre la mesita. Y mi tía abuela rogando a Dios y a todos los santos que aquello no fuera el final del mundo, que no nos ahogara un nuevo diluvio, rezando una salve, recordando al cielo que posiblemente viniera otra guerra.

La otra mañana ¿del sesenta y ocho?, en la que Jesús se colgó del árbol. Y a mí me llevaron a los Abanales y dormí con él, con su cuerpo frío, mientras esperaban por la funeraria, la última siesta. Y las tardes grises, en casa Vicente, cuando me subía al hórreo y veía Bañugues tan lejos, después de los pinos de por Entrerríos y una curva triste de la carretera. Y las largas tardes, en casa el Zamarru, yendo cada poco hacia la portilla, por mirar si alguien llegaba a buscarme, antes de la hora crucial de la cena.

Y la fiebre súbita que me hacía soñar que el techo bajaba, bajaba y bajaba, caía sobre mí; y olía por momentos el vaho de eucalipto que me colocaban en el cabecero y el que habían cocido en una tartera. Las lóbregas noches que no se acababan, huérfanas de luz tras una tronada, entre el fuego débil y el chisporroteo de una o de dos velas.

Y las otras noches en que no cabían más desconfianzas: el corretear de ratones jóvenes por entre las vigas de nuestro desván y el rodar dormido de los viejos trastos o de las patatas; el murmullo rítmico de alguna gotera. Y el pensar frecuente, como una costumbre, que todo tendría un final muy próximo -qué extraño en un niño y, sinceramente, qué rabia y qué pena-: los seres, los perros, la casa y el seto, la fuente y la higuera.

Y todos los otros temores constantes: el dulce pecado, pecado bendito, acechante siempre, la duda continua, la aprensión diaria, el recelo absurdo, la inútil sospecha. Y el pasado vacuo pesando en los hombros -qué raro en un niño y, sinceramente, qué larga condena- con sus sacos llenos de melancolía por lo que aún no había ni surgido apenas.

domingo, 14 de noviembre de 2010

La hora bruja




Es una hora meiga.
Es una hora bruja.
Cerramos el mundo
y a nuestra burbuja.

No es porque sea fea,
o tenga verrugas,
o vuele en escoba,
o huela a tozuda.

Allí cocinamos
sopa de petunias
requemamos sueños
con versos y azúcar.

No es a media tarde
tampoco a la una,
es como a caballo
del siempre y del nunca.

Pero es un secreto
nuestra hora bruja,
es una hora vieja,
una hora mayuca.

En ella nos caben
la tierra y la luna
y armarios repletos
de viento, de bruma.

Miles de recetas
para travesuras
y cientos de planos
con mágicas rutas.

Subimos a montes,
cruzamos llanuras
y está prohibido
que nadie se aburra.

Nada de tristezas,
ni mentira alguna;
nada de enfadarse,
en la hora bruja.

En ella no hay prisa
ni penas ni dudas
ni miedo ni sustos
ni gripe ni culpas.

Procura encontrar
también tu hora bruja,
es como un jarabe
que todo lo cura.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Entre lirios



CASI siempre era en mayo. Cuando estaban aún
muy verdes las ciruelas
llegaba la estación de los gitanos.
Buscaban el abrigo y extendían sus trastos y sus lonas
donde sonaba el agua y asomaban los lirios.

Eran como el terreno, solitarios, nocturnos.

A ellos les gustaba buscar en la escombrera. Ellas
pedían patatas y gallinas.

La vida, desde allí, me olía como el humo.

Marcharon de repente. Fue un año de chubascos.
Dejaron zapatos y vasijas, vestidos y unas brasas.
La Estrella iba echada tosiendo en la carreta.
Pascasio, el burro gris, apenas se movía.

Y en un árbol atada, comida por las moscas,
quedó ladrando, hasta su fin, la Cáscara.

domingo, 7 de noviembre de 2010

La luna canta tangos


En las viejas miradas la luna canta tangos.
Soy el antepasado de los que me suceden,
soy un gitano oriundo de la flor de la pena,
soy el giro ancestral de la rueda del carro.
Soy un camino errante. Vengo del Norte.

He traído a mis muertos para que vuestros campos
germinen la promesa,
y ha venido la sangre a llover esta tarde
para que aquí reviente nuestra estirpe
con la fecundidad de los volcanes.

Soy el grisú que flota en las bocas ajenas,
soy el túnel que desemboca en la desesperanza,
soy el marzo que apunta en la rama del verso,
soy el corresponsal de las hogueras.

Vengo del Norte,
de la escritura cuneiforme del acebo,
de los funerales de la agricultura,
de la enorme tristeza con que se aleja el oso,
de la genealogía del pan de leña.

Ella viene conmigo porque es fértil
y amamanta a las mulas;
ella es la pregunta carnosa que rellena los frutos.
Algún día entenderéis por qué la quiero
y por qué come el polvo que levanta el futuro.

Tendremos una casa
y vendrán a cocer pan vuestras mujeres;
tendremos un establo y volverán los gritos de las fraguas.
Yo soy de un domicilio rural como la niebla,
soy el rompeolas de la edad tempestuosa,
soy el deseo marítimo de los de tierra adentro,
soy el invertebrado. Vengo del Norte.

No conocéis el viento ni sus silbidos rubios
cuando el bambú se seca. Yo os traigo miradas viejas,
ojos parados en el solsticio.
Os traigo la luna en una jaula de lágrimas.
En las miradas viejas la luna enciende tangos.

Vengo del Norte,
del cazador furtivo de los páramos,
del relincho huérfano del asturcón,
de los caserones dorados del poniente.
Ella tuvo un reino detrás de la distancia
y descifra los signos de los que nunca llegan;
ella habla dos mil lenguas como los ojos
y redacta los fósiles de la memoria.

Quedaremos aquí,
donde el humo regresa al fuego,
donde la eternidad no bautiza a sus huéspedes,
donde los dioses son salvajes,
donde la verdad cierra al crepúsculo.
Quedaremos aquí y ella estará orgullosa
como el ave que oculta a los polluelos debajo de su vuelo.
Quedaremos aquí definitivamente cerca del origen del agua.

Horizonte


Quién sabe

si la rosa temprana

es más verdad y añora

el no haber esperado

sólo un día.

Si porque yo poseo

la voz

y tú me escuchas

existe lo que hay entre nosotros.

Si el tenor de la llama

es fuego puro

y su final

es ya el abismo.

Si al empezar la noche,

cada noche,

algún libro termina

de mi vida

sábado, 6 de noviembre de 2010

Una fecha sin más



Una fecha sin más,
por ejemplo esta noche,
esta noche hermosa en que sé que nunca volveremos a vernos;
pero hay luna y estrellas y la vida está quieta como un árbol.
Esa noche, totalmente entera,
y mañana todo se verá nostálgico
y el recuerdo
tendrá tus ojos desde entonces.

viernes, 5 de noviembre de 2010

A la infancia feliz



Niños, niños de todos los puntos / cardinales, queridos niños, / niños desde la mar hasta el desierto: / nacer es tan difícil / que casi es hasta extraño. / Sucede que / no entiendo, / -por más que sumo y resto/ divido y multiplico-, / no logro descifrar esa regla de tres / que llaman sufrimiento; ese dragón infame, / cobarde, malo, indigno, / que apaga con sus garras la luz de vuestro gesto / y apenas os permite ser apenas felices, / feliz como ya nunca / se vuelve nunca a ser / como cuando uno es niño.

Ser feliz debería caminarse en el suelo, / cogerse en una flor, tocarse en los membrillos. / Ser feliz debería caernos de la luz, / comerse en las cerezas, / en las gomas de nata y en los azucarillos. / Pero nos empeñamos en hacerlo difícil, / y no siempre es difícil lo hermoso por sencillo; / bien sencilla es la luna, bien hermoso es un pétalo, / bien sonora la brisa y el canto del jilguero. / Preciosa la niñez de cuerpos tan chiquillos. / Radiante la mirada vuestra de ojos crédulos. / Ser feliz debería ser una obligación, / un derecho, una ley sin frío, / sin faltas de ortografía, / sin dragones ni enanitos.

No sé quiénes manejan las riendas del negocio. / Ni cuántos miserables respaldan la miseria para su beneficio. / No entiendo por qué faltan en un mundo / tan rico, / pan, agua y esperanza, una naranja, un techo, / un plato de ilusiones, un vaso de cariño, / una inyección de amor, una cama o un sueño. / Porque soñar es bueno, y nunca más se sueña / como cuando uno es niño. / Pues es cuando se sueña / que los árboles hablan idiomas vegetales, / que el miedo se enamora y lloran los planetas / y que los reyes brillan por ser tan bondadosos / y que la tierra gira porque tragó una rueda / y que cuando se muere nos suben a un castillo / y que cada camino siempre lleva a una puerta / y que la soledad ya no pone más huevos / porque nosotros mismos le rompemos el nido.

No entiendo cómo pueden borrarnos la sonrisa, / si nunca más se vuelve a sonreír tan limpio. / No entiendo por qué muchos andáis en esqueleto. / No entiendo por qué algunos recitáis el dolor / antes de percibir el propio entendimiento. / Ni entiendo que os enseñen a apretar el gatillo / en vez de acostumbraros a disparar con besos. / No entiendo por qué causa vociferáis la sed / mientras llueven las nubes y descienden los ríos / y aumentan los océanos. / No entiendo que nos sobren tantas comodidades / y haya tantos aprietos.

No me salen las cuentas / -por más que multiplico, divido / y sumo y resto-.

No puedo comprenderlo / aunque sí me lo explico: / ser mayor es tan fácil que puede / ser ridículo, / y a veces se es muy torpe por ser tan exquisito / y a veces se es muy pobre por exceso de excesos / y de tanto tener no tenemos ni alma / y de tanto poseer no poseemos conciencia / y de tanto abarcar ya no abrazamos nada / y de ambicionar tanto nos fallan los principios.

Niños, / el mundo ha de cambiar; / confío en esta gente que vive por vosotros, / confío en vuestro impulso más capaz que el del viento, / confío en los payasos y sus equilibrismos, / confío en los gigantes de vuestros dedos tiernos / y en una libertad para las marionetas / y en una humanidad sin débiles ni altivos / y en los lobos feroces que escapan de los cuentos.

No entiendo, / como oyen ustedes, / muchas cosas, pero / confío, / sí, / soy hombre y / como ustedes, confío.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

Mandala de mí misma (gracias, Aurelio) por Celia López Ordás

Celia López Ordás con Ana María Matute, en Toledo
Celia López Ordás
Maestra de profesión, especialista en Filología Inglesa y en Audición y Lenguaje.
Desarrolló docencia en Asturias y actualmente reside y trabaja Madrid.
Sus raíces están bien arraigadas en las tradiciones asturianas gracias a su familia originaria del Principado.
Lectora de amplio espectro, con mayor gusto por la narrativa, que ha arribado a los puertos del norte poético de la mano de Aurelio G. Ovies donde, por el momento, ha encontrado ensenada de paz y reducto de esperanza.
(Ma. Rosa Serdio)





Mandala de mí misma (gracias, Aurelio)

De nuevo, siento.
Lleno de furia mi corazón
y me pierdo
en el mágico laberinto de tus palabras.

Entretejo recuerdos
acunada
por la melodía de tus versos.

Me redescubro
en el trazado de la melancolía,
necesito bajar a mis profundidades
para renacer,
apuntando mi libertad.

Olores, sabores
que forman parte de mi recuerdo
hacen más ligera la mochila de mi tristeza.

Deshago mi pena,
doy riendas nuevas
a mis pobres sentimientos.

Gracias,
gracias por hacerme creer ,
gracias por la esperanza.

martes, 2 de noviembre de 2010

Estación ininterrumpida


Estas mañanas secas de noviembre,
con el viento a mi espalda
y los quitameriendas por el suelo,
son mucho de mi vida.
Los castaños deshojan en silencio.
Es hermoso el camino. Es hermosa
la vida y sus imágenes.

Faltan sólo a lo lejos mi casa echando
humo, mi madre en la ventana. La puerta
siempre abierta.

Y el niño que yo fui, con su cabás al hombro
y los chanclos gastados, volviendo de la escuela.

sábado, 30 de octubre de 2010

Luz Ovies Quirós. Responso



Luz Ovies Quirós.
RESPONSO
Si no te llegan mis flores, al menos sí el aroma de estas palabras.

Que estés en el cielo mejor que en la tierra, rodeada de luz y jardines amplios y un balcón de nubes desde donde puedas asomarte y vernos. Ojalá así sea. Que sigas soñando, si soñáis los muertos, con que llegue el día de que estemos juntos, como tú decías, muy tarde, muy tarde, pero para siempre, para nunca más ser ya separados. Ojalá así sea. Y que mientras tanto, mientras nos esperas, seas silbo o hálito o pétalo mismo, halles la salud que no disfrutaste. Ojalá así sea.
Que estés donde estés, con todo lo tuyo, cenizas o huesos, o halo de alma, sientas el descanso y la paz eterna. Y encuentres espacios en los que te inunden briznas de ternura, ráfagas de amor, bálsamo de hijos. Ojalá así sea. Que todo conozca, sea fuego o aire, ilusión o atmósfera, tu benevolencia y ocupes el ángulo que me señalabas en noches oscuras: "mira, mira aquella estrella". Cuántas veces salgo a la noche oscura, cuántas noches miro su oscura presencia, cuántas días percibo un fulgor distinto. Y es porque te siento, porque me titilas desde el firmamento. Eso es lo que creo y lo que me sustenta. Ojalá así sea.
Que hayas abrazado, seas lo que seas, esencia de humo, fracción de paisaje, a todos los tuyos que se fueron antes, a tu tierna madre, a tu padre joven, a tu hermano único, a tus tías guardianas. Ojalá así sea. Y que hayáis hablado, seáis soplo o lluvia o danza muy leve de la grácil nieve, del porvenir todo que no fue posible, de todas las décadas que quedaron huérfanas. Y que estéis unidos, seáis frío o éter, y no conozcáis zonas infelices. Y observéis las vigas de la casa antigua, apoyando olvidos y nombres ausentes. Ojalá así sea.
Ojalá así sea, Luz de mi camino, y no haya en tu entorno más que cielo limpio, superficie blanda, infinitud frágil donde te permitan, seas lo que fueres, rocío o neblina, seguir cultivando tu corazón manso, tus setos de hortensias. Coger los pomelos que ya estén maduros. Podar los rosales que dejaste a medias. Ojalá así sea.
Por aquí las cosas no han cambiado a penas, y la vida sigue más vacía sin ti. Bueno, han crecido un poco el magnolio, el tejo, y están muy altas todas las camelias. Lo sabes. Sospecho que bajas, riegas los recuerdos y nos merodeas. Ojalá así sea.
(La Nueva España, 27 de octubre de 2010)


miércoles, 27 de octubre de 2010

Luz Ovies Quirós

Luz Ovies Quirós.
RESPONSO
Si no te llegan mis flores, al menos sí el aroma de estas palabras.

Que estés en el cielo mejor que en la tierra, rodeada de luz y jardines amplios y un balcón de nubes desde donde puedas asomarte y vernos. Ojalá así sea. Que sigas soñando, si soñáis los muertos, con que llegue el día de que estemos juntos, como tú decías, muy tarde, muy tarde, pero para siempre, para nunca más ser ya separados. Ojalá así sea. Y que mientras tanto, mientras nos esperas, seas silbo o hálito o pétalo mismo, halles la salud que no disfrutaste. Ojalá así sea.
Que estés donde estés, con todo lo tuyo, cenizas o huesos, o halo de alma, sientas el descanso y la paz eterna. Y encuentres espacios en los que te inunden briznas de ternura, ráfagas de amor, bálsamo de hijos. Ojalá así sea. Que todo conozca, sea fuego o aire, ilusión o atmósfera, tu benevolencia y ocupes el ángulo que me señalabas en noches oscuras: “mira, mira aquella estrella”. Cuántas veces salgo a la noche oscura, cuántas noches miro su oscura presencia, cuántas días percibo un fulgor distinto. Y es porque te siento, porque me titilas desde el firmamento. Eso es lo que creo y lo que me sustenta. Ojalá así sea.
Que hayas abrazado, seas lo que seas, esencia de humo, fracción de paisaje, a todos los tuyos que se fueron antes, a tu tierna madre, a tu padre joven, a tu hermano único, a tus tías guardianas. Ojalá así sea. Y que hayáis hablado, seáis soplo o lluvia o danza muy leve de la grácil nieve, del porvenir todo que no fue posible, de todas las décadas que quedaron huérfanas. Y que estéis unidos, seáis frío o éter, y no conozcáis zonas infelices. Y observéis las vigas de la casa antigua, apoyando olvidos y nombres ausentes. Ojalá así sea.
Ojalá así sea, Luz de mi camino, y no haya en tu entorno más que cielo limpio, superficie blanda, infinitud frágil donde te permitan, seas lo que fueres, rocío o neblina, seguir cultivando tu corazón manso, tus setos de hortensias. Coger los pomelos que ya estén maduros. Podar los rosales que dejaste a medias. Ojalá así sea.
Por aquí las cosas no han cambiado a penas, y la vida sigue más vacía sin ti. Bueno, han crecido un poco el magnolio, el tejo, y están muy altas todas las camelias. Lo sabes. Sospecho que bajas, riegas los recuerdos y nos merodeas. Ojalá así sea.



La Nueva España (27/10/2010)

lunes, 25 de octubre de 2010

Escurecer


Son les siete la tarde. Ya teníen qu'afumar
les chimenees. Los sabugos
pelaos y murnios. La xelada espolvoriando
el so ritu platiáu sobre les teyes. Asómome
a la vida y empáñaseme lálma.

Nun hai naide nes cuadres.
Nun hai naide. Les siete.

Casi tolos espacios apuntalen vaciu.
Casi toles ventanes tan ensin encendese.

viernes, 22 de octubre de 2010

En las tardes de agosto


Vengo del Norte XI

EN las tardes de agosto te llevaré a las grutas
donde el fresco gotea como los condenados.
Serás dichosa aquí,
alta como los pinos, desplomada
como los tejos.
Sangrarás todos los meses por la palabra hembra,
beberás la mentira de las generaciones,
encontrarás la hierba que intoxica la angustia,
manarás de ti misma la venganza.

Serás feliz aquí,
noble como la higuera, furibunda como los rayos
y verás a los tuyos cada vez que haya bruma.
Yo te levantaré molinos con los brazos
de quienes suplicaron decirte eternamente
adiós desde lejos;
yo te dibujaré los planos del olvido,
el camino redondo donde giran los muertos,
la muralla de gritos donde da vuelta el tiempo.

Tendrás las manos siempre abiertas
como el día,
los ojos encendidos como una primavera.
Serás feliz aquí, te lo prometo.
Os prometo a vosotros que ella no cesará
de labrar vuestras tierras de sueño
y conquistar las mieses en que dora el destino.

jueves, 21 de octubre de 2010

Oda a mi madre


Cómo voy a negarte
la sencillez azul de alguna tarde,
las palomas que vienen a este árbol
a mirar cómo cantas;
cómo voy a olvidarte,
a no quererte,
si me enseñaste a dividir por cuatro cifras
sobre un papel de estraza;
¡qué fácil resultó
con, solamente
ver tus dedos
sumándose a los míos!
¿Crees que podría decirte
que ya no me apeteces,
que ya no tengo tiempo para hablarte?
si me enseñaste todos los nombres
de la vida,
todas las capitales
girando sobre océanos
todos los territorios
sembrados con sus razas:
¡qué hermosa caminaba
tu mano sobre el mapa!
Cómo voy a gritarte
cuando no te sujetes,
cuando no haya equilibrio
más allá de tus labios,
si la primer imagen
de la tierra,
la vi desde los alpes de tu cuello,
la hablé cogiendo un trozo
de tu habla;
¡qué dulce me cayó
la eme que recuerdo
de tu primer palabra!
Cómo voy a dejarte,
¿crees que podría perderte?
Cómo voy a olvidarte.

viernes, 15 de octubre de 2010

Viaje a Fisterra



Para Aurora. Para Aurorita y Manolo y Alfonso, compañeros de ruta.

Non é o mesmo. Antes éramos
moitos.
Los ojos se le llenan de agua
mientras mira retratos
y cuenta y acaricia respaldos de las sillas.
Denantes éramos moitos cuando
o día de festa.
Viajamos entre pinos camino
de Fisterra. Paramos en su casa.
Nos enseña el jardín, el hórreo,
la piel de una mañana en Paradela.
Nos comenta que ahora ya no tiene ilusión
ni por el huerto.
Nos explica el porqué del distinto color
de las hortensias:
que si plantas dos juntas se enamoran.
que una se queda blanca
y otra azulea.
Gústanme os recordos. Pero teño xa tantos
que me pesan. A casa é moi grande,
aunque estou a gusto. Eu son
feliz eiquí,
coas cousas de sempre e coas miñas penas.
Paradela está quieta,
solitaria,
con el gesto sereno que tiene Aurora
mientras coge del árbol unas ciruelas.
Paradela: prados, cuadras,
tejados de lousas lánguidas,
o cruceiro dormido frente
a la iglesia,
el viejo cementerio, silencioso,
como todos los cementerios de la tierra,
como todas las horas de la vida
y del tiempo
de los muertos,
como toda la luz de Paradela.

Vamos hacia Fisterra. Ella se queda allí
con su bata de alivio, con su apego
al granito y una hermana que tiene costurera.
Es agosto,
verano como de un mediodía muy antiguo,
como de sol de piedra.

Río Sella


Río Sella,
quién pudiera pasar siempre
hacia su propio destino
sin parar.
Quién fuera tan transparente
un día y la vida entera
sin cansar,
y atravesara los años
manso y ajeno a la muerte
sin edad.
Río Sella
¿qué siente el agua
cuando se moja en los pliegues
de la mar,
qué nos murmuras,
qué expresas
con ese idioma corriente
de humedad?
¿Cómo mirarán las cuencas de tus ojos
nuestra existencia de tiempo,
carne, tierra y nada más?
Son tantos nuestros afanes
para tan corto trayecto
y tan constante tu curso
para tanta eternidad.
Quién pudiera, Río Sella
nacer siempre y pasar siempre
por donde siempre y jamás.
Transcurrir siempre y por siempre
y nunca
sin dejar de ser el mismo
ser igual.

Asturias


Asturias, si yo pudiera, si yo pudiera contarte. Si yo pudiera decirte, y pudieras tú escucharme Por donde quiera que miro, por donde quiera que paso, no veo más que vacío, no piso más que pasado. Montañas que nos aíslan, caminos prejubilados, bosques enfermos de sombra, campos que ya no son pasto. Herrumbre, ruinas, raíles; carrizos, barro y barrancos.
Aldeas donde el olvido sangra por todos sus caños, veletas desorientadas en el vano del tejado. Rosas silvestres que afirman la soledad de los marcos; gallinas que picotean del abandono los granos. Manzanos vivos de muérdago, vestigios de espantapájaros. Corredores donde esperan a sus difuntos los gatos. Bardales, zarzas, retamas; rodadas, berros y cardos.
Paneras donde agonizan las vértebras de los carros. Razas rurales que arriendan su identidad y sus sábados. Riqueza traicionada por subvenciones y pactos. Región para cazadores y dos osos amaestrados. Linderos que no limitan sino con los avellanos. Ríos de seca corriente, por más que sigan bajando. Abrevaderos, tritones, águilas, cuervos y grajos.
Comarca museizada en trisqueles y urogallos. Verde poeta a derroche en dípticos y calendarios. Tierra para telarañas y lamentos de venados. País con la lengua rota, trozada por artesanos. Tradiciones enristradas en vigas y diccionarios. Aire por el que ni surcan las crines de los caballos. Barrenas, frío, barbecho, terrones, cuadras y páramos.
Jóvenes aves que vuelan en pos de un cielo más claro. Espacio que no soporta su tanto espacio parado. Concejos que nadie habita más que la luz y los tábanos. Ancianos que se adormecen en los asilos urbanos. No sé, tal vez me equivoco, quizás fui siempre un romántico. Tal vez no pasan ni miran, por donde yo miro y paso. Asturias, si yo pudiera.Te vale más no escucharlo (La Voz de Asturias, 13-09-08).

Epitafio


Caminante, si cruzaras por Viodo, detente allí un momento, al final de un camino, entre los campos verdes y los muros muy blancos de un solo cementerio. Allí descansa el nombre de Luz Ovies Quirós, grabado sobre un mármol que atesora sus restos. Párate y en sus flores, aunque sea silvestre, deposítale un beso.

Era una mujer calma, con manos como fuentes, con hondura de océano. De palabras afables, de paciencia bisiesta, resignada y con rasgos de doctrina en sus gestos. Una mujer corriente, de estatura pequeña, de apacible sonrisa, tan sencilla por fuera como humana por dentro. En ella estaban todos los puntos cardinales. La despedida triste, la ilusión del regreso. En ella yo miraba y, como un pescador atrapado en la noche, me orientaba en su cielo. Su perfil, horizonte; su voz, tierra muy firme; su fulgor, firmamento. Me dio el ser y la carne, los sentidos, la sangre y el aire que respiro. La llamaba mi rosa de los vientos.

Le gustaba soñar con el mañana, tal vez porque su hoy nunca existió, quizás porque jamás pensó en sí misma, pues de tanto entregarse, ya no sabía hacerlo. Nunca cerró sus brazos, nunca guardó rencores, nunca envidió lo ajeno. Admiraba las frutas y las dalias, el cantar de los pájaros, el olor de la higuera y en otoño, decía, que le nacían olvidos en el pecho.

Hace ya nueve años, pero en mi corazón es julio casi siempre, como si aún ahora le cerraran los ojos, como si todavía no fallara su aliento, como si desde entonces no transcurriera el tiempo de mi vida, o aconteciera desde entonces huérfano.

Si pasas, caminante, no retrases tu rumbo, no es necesario que hables. Agradecía el silencio. Seguro que tampoco allí molesta a nadie, seguro que es discreta, querida entre los muertos. Deséale quietud y sigue tu trayecto.

La víspera


Convendría dejar las luces encendidas, apagar los rencores, revisar los fogones, desconectar nostalgias, obstruir pesadumbres, grifos y soledades; y dirigirse al mundo como si nada, mirar al cielo y observar el paisaje apoyado en la noche, conscientes de que entramos en la víspera. Dedicar al teléfono unos minutos, llamar muy sutilmente, sin indicios ni datos, a aquéllos que merecen un mínimo respeto, toda nuestra confianza o esa dulce palabra que, lloraría siempre, de no ser dicha un día. Confesar cuánto han sido, cuánto han significado, rememorar momentos incomparables, contextos irrepetibles. No estaría de más abrazarse a los muebles, acariciar los libros que nos acompañaron, romper fotografías y postales, borrar lo que se escribe al borde de los versos, rasgar lo que se guarda entre sus páginas. Sería bueno también reponer la comida de los gatos y haberle dado al perro el hueso que le gusta y agradecerle, hablarle de lo hermosa y desprendida que fue su compañía.

Aconsejable y justo no dar cuerda al reloj, soltar el viejo cuco y clavar las agujas en los ojos del tiempo; vaciar almanaques y estanterías, limpiar huellas de fechas y manillas, dejar hecha la cama, recoger nombres propios, músicas muy íntimas, cajones y proyectos; regar plantas, recuerdos, deseos secos, emociones marchitas entre los diccionarios.

Oportuno, asimismo, colocar una flor frente a un portarretratos, descolgar lo que a veces oyeron las paredes, doblar entre las sábanas el aroma de un cuerpo, la magia de un encuentro. Comprobar que las puertas van a quedar abiertas, que no hay cuentas pendientes ni citas prorrogadas ni promesas en vano; vestirse con la ropa más ligera, oler el pan, destruir los contactos, tachar las direcciones; retornar a la infancia, tumbarse a la sombra de los años felices, recuperar ausencias, reconstruir los rostros de los muertos, preguntar qué posición es la más placentera. Tirar la llave al mar, sacudirse los miedos, anular los pasos y no retroceder, jamás mirar atrás. (La Voz de Asturias, 17-05-08).

miércoles, 13 de octubre de 2010

Bañugues, tierra de mar


Onde termina la mar, onde emprincipia la cornisa, onde rompen toles foles del Cantábricu y ronca nel inviernu la furia de la galerna. Onde muerre la intemperie. Onde vive'l mio corazón dende que late. Onde s'escuenden les bocamines y los horros tán llevantaos, espurríos, como mirando, como a la espera. Onde'l narbasu y les palanques de yerba seco y la llabranza dispidiéronse pa siempre. Onde vociaben les muyeres al escurecer dende la Riba. Onde les rebolles y los artos fueron zarrando munches direiciones. Onde llegaben los restos de tolos naufraxios. Onde nací y a onde, más tarde o más ceo, volveré: Bañugues. (Nueva Quintana. 22 de enero de 2007)

martes, 12 de octubre de 2010

Cuanto espero


Cuanto espero del mundu, téngolo yá nes manos.
De la fe, les veletes de xelu sol cielu azul de xunu.
Del amor, el primer fogonazu y la certera bala.
De la nueche, la estrella cola que mio ma llee
de nueche los mios versos.

Del silenciu, sos güeyos.

Del iviernu, sos páxaros.

viernes, 8 de octubre de 2010

Ramo de soledad



Soledad como un ramo de muerte para un novio,
como un altar de invierno donde invoco la vida,
como un tren al suicidio irremediable.
Por dónde entrarás hoy, por dónde llegarás,
quien te podrá indicar por qué camino
si hasta mi patria
hay pueblos todavía sin lenguaje.
Yo sé que alguna noche viniste con tus perros
y dejaste las huellas en la nieve
y un perfume a nostalgia como tiene la higuera
y una perla caída de tus brazos de diosa.
Por dónde llegarás, hacia qué hora,
hoy te debo una rosa más que nunca;
te esperaré despierto con la luz encendida.

Para escuchar: