“Vivimos nun mundo onde tamos llonxe de los árboles, lo que podría significar que tamos llonxe de nós mesmos” Xuan Bello
La música de los regueiros foi silenciada pullu mazu d’una xusticia xorda de moral.
Las tardes a la selombra de los árboles onde gulicos y ñietos xugaban a cuntá aventuras nu escritas, fonon borradas por un maletín de sinrazón.
El paséu de tolos namoraos ilumináu pulla maxia del atardecerín foi amatáu pullu interruptor de l’avaricia.
Las madriguieras onde miles de seres exercían la maxia del viví fonon enterradas baxo los llizaces d’un progresu en rueinas.
La naturaleza regalaba belleza y l’home disfrazábase de dios pa curta-yi las rayíces a la sabiduría.
Güei, añoramos ese rincón cuña mesma fuerza que la mirada de los animales señala’l ñuesu error. Solo espero, que ñu futuru nu tengamos qu’escribí fueyas perennes de culpabilidá y si llibros con imáxenes de bosques onde floreza la vida.
Subí al tren en la estación de Chamartín a las 20:20 del domingo 5 de Febrero de 2012 con el lado izquierdo totalmente jodido, casi no podía estar quieto por las molestias.
Para intentar poner solución a aquello, saqué de la mochila un libro, La enfermedad del lado izquierdo, que había conseguido un día antes en un gran recital celebrado en el Ateneo Libertario de Carabanchel Alto. Allí estaba su autor, Esteban Gutierrez Gómez, para mí, Señor Baco.
Empecé a leer ese libro, a divisar los siete picos que tantas veces vi cuando iba de Madrid a León por la A-6 y, que un buen día recorrí, desde el primero hasta el último. Pasaban páginas y el dolor se iba haciendo más fuerte. Habitaciones cerradas, horarios estrictos, pasividad, ganas de no llegar a casa, denuncias, etc.
Pero a medida que pasaba las páginas y páginas, el dolor empezó a desaparecer, tanto que cuando llegué a León a las 23:00, ya había leído la última página del libro y en mi lado izquierdo no sentía ningún dolor.
Libro muy recomendable. Gracias Señor Baco por escribir cosas como esta. Si, compren este libro, siempre y cuando les dé la gana, no se arrepentirán dé leer ni una sola página.
Intenté escribir un poema, pero tenía demasiado odio encima como para hacerlo. Los versos aquí no valen, ya no.
Leí la prensa fascista-españolista y vi, "graves enfrentamientos entre policías y estudiantes". MENTIRA, grandes hostias de los policías a los estudiantes.
Alumnos sin calefacción porque el presidente del País Valencià se daba paseos en Ferrari por un circuito acompañado de la alcaldesa de Valencia y un piloto que no paga sus impuestos en el Estado Español, al cual los borregos animan como a un héroe nacional.
¿Donde estaban los torturadores cuando Camps gastaba el dinero de los valencianos sin control? ¿Donde estaban los represores cuando Fabra construía un aeropuerto para las personas? ¿Donde estaban los borregos y sus pelotas de goma mientras se pagaban 15 millones de €uros para un obelisco inexistente? Me pregunto si esos policías piensan como el General Mola y, si ven a sus hijos en una de esas manifestaciones, también les dan porrazos en la cabeza. Por ahora, para ellos, los estudiantes son el enemigo.
Demasiada paciencia tuvo el pueblo valenciano aguantando todo lo que aguantó. Si, sé que es fuerte, pero está demostrado que con pasividad y buenas palabras, no se consigue nada. Sólo Gandhi consiguió hacer una revolución pacífica.
#primaveravalenciana
¡Amunt País Valencià!
Diguem no (Raimon)
Ara que som junts diré el que tu i jo sabem i que sovint oblidem:
Hem vist la por ser llei per a tots. Hem vist la sang -que sols fa sang- ser llei del món.
No, jo dic no, diguem no. Nosaltres no som d'eixe món.
Hem vist la fam ser pa dels treballadors.
Hem vist tancats a la presó homes plens de raó.
No, jo dic no, diguem no. Nosaltres no som d'eixe món.
Lo recuerdo bien, fue el 23 de febrero de 2007. En la balanza un tributo a Platero y tú en Madrid o un recital de poesía en un bar de Illescas, una de las patrias de Alicia, mi novia. La balanza dictó sentencia, cogí el tren y a Illescas. Ganó la poesía.
Llego la noche y me dirigí al recital, donde recibí una lección de poesía de calle, de poesía de pies en el suelo, de rodillas nunca en tierra, de ojos mirando siempre al frente, de puños disparando un “aquí no, los versos a las flores, en la sala de enfrente”. Fue allí, fue a partir de ese día, cuando empecé a ir a recitales donde leían los partícipes de aquel Poesía en los bares, a comprar sus libros, a conocer a otros muchos y otras muchas, a comprar más libros, a conocer una poesía distinta, una poesía que me llena.
Pasó el tiempo y empezaron las cervezas en el Bukoswski Club, local donde gracias a Gsus Bonilla leí en público por primera vez. Donde el Kebran me dijo, Abel, tienes que sacar un poemario. A partir de ahí me empezaron a invitar a participar en más recitales, en antologías, a leer en los Diablos Azules, hasta que llegó la noche del Destroyer, 24 de abril de 2010. Kebran, lo digo aquí y en Lima, es el mejor recital en el que participé nunca y, hasta hoy, no viví nada igual. Te lo dije en su día y aquí lo repito. Gracias amigo, por hacerme partícipe de todo aquello. Allí confirmé que el Kebran amaba la poesía, organizar todo aquello, sin ayuda de nadie, sin pedir nada a cambio, con él único fin de vivir la poesía. Sin dinero de por medio y sin ninguna comedura de polla, sin escuchar eso de El premio es para… Señoras y señores, aquí el premio no es para nadie, aquí se recita y punto.
Y es hoy, cuando leo la última página de la antología coordinada por el Kebran, Poesía en los bares (Ed. Groenlandia), cuando me doy cuenta del alcance de aquel 23 de febrero de 2007. Gracias Kebran, gracias amigo. Levanto mi vaso y brindo por ti, por todo esto. Volveremos a tomarnos unas cervezas en Illescas, volveremos a recitar en los bares.
De los estertores de la minería leonesa al esplendor antiguo y bullicioso de Ciudad de México; de la festiva cultura del vino berciana al aroma «a sardina asada, bacalao y fado» de la capital portuguesa, Manuel Cuenya (Noceda del Bierzo, 1967) salta de un paisaje a otro, y de una vivencia a otra —océano Atlántico de por medio, tantas veces— en La fragua de Furil, el libro que reúne algunas de sus mejores columnas publicadas bajo ese sugerente nombre y que hoy presenta en el Club de Prensa del Diario de León junto a Pablo Lago, director del periódico, y al columnista Pedro Trapiello.
—¿Qué criterio seguiste a la hora de entresacar las columnas que componen este libro, y que tan heterogéneas son?
—Se hizo en función de la vigencia y de la actualidad, recogiendo aquellas que han resistido mejor el paso del tiempo, muchas veces por abordar temas universales. En concreto, el libro se divide en dos partes: ‘Del lado de acá’, sobre temas relacionados con la comarca del Bierzo y con toda la provincia leonesa; y ‘Del lado de allá’, que son artículos dedicados a asuntos más amplios y a viajes por todo el mundo.
—Esos viajes que cuajan todo el libro, no en vano, has sido y eres un gran viajero...
—Sí, ese es es uno de los temas recurrentes en las columnas junto al concepto de frontera, más concretamente la necesidad de eliminarla, a veces me imagino como un nómada o un gaucho que no entiende de aduanas y que pasa de unos países a otros con total facilidad. Otros temas presentes son la muerte, la memoria, el amor, los sueños... En definitiva, el eros y el tánatos, que resumen toda la historia de la Literatura. Pero sí, el viaje para mí es importantísimo, de hecho mantengo que, al viajar, uno se hace mejor persona. En este libro, por ejemplo, hay referencias a periplos por Dublín, La Habana, Argentina, París, México, Cracovia, Roma, Egipto, Marruecos... El viaje es, al menos para mí, una filosofía de vida.
—¿Por qué escribir columnas de opinión, qué se consigue con ellas?
—En mi caso, plasmar mi visión del mundo a partir de mi experiencia personal, de mi situación particular, de mi óptica berciana y leonesa. Eso se consigue, sobre todo, al contrastar esta realidad nuestra con otras realidades: confrontando lo nuestro con lo de los demás nos conoceremos mejor a nosotros mismos. Además, una columna, si es redonda, si está bien hilada, si tiene un buen principio y un buen final, es también una pieza perfecta de reflexión, encierra la esencia de una idea, a la manera de un microrrelato. En mi caso, intento que el estilo se acerque a la prosa poética y que contenga, siempre, algún tipo de emoción. Es la depuración que practicaban maestros como Umbral o Rulfo.
—Una curiosidad: ¿Dónde está la ‘Fragua de Furil’?
—Era un lugar que existía realmente en Noceda del Bierzo, mi pueblo, mi útero, como digo yo. Pertenecía a una saga que así se apodaba y que era además algo familia mía. Ya desapareció, cosas de la modernidad, pero aún así me recuerda toda esa energía espiritual, esa fecundidad, esa renovación y purificación que tienen las fraguas, con el herrero en ellas, ese personaje medio alquimista, todo ello me parecía muy sugerente y sonoro, idóneo para bautizar la columna y el libro entero, editado por el Instituto de Estudios Bercianos con la colaboración de Diario de León.
—¿Algunas columnas de las que estés especialmente orgulloso?
—Pues aquella en la que hablaba de la minería berciana y en general leonesa, que supone una parte muy importante de nuestra historia, diciendo claramente cómo algunos empresarios mineros se han venido aprovechado del trabajo de mucha gente para enriquecerse sin reinvertir lo conseguido. Eso en lo que respecta a los temas de acá. En los de allá, una reflexión que hice sobre Ciudad de México (En el ombligo de la luna), sobre ese país fascinante, con una cultura tan extraordinaria y tan excelentes literatos, tan hermanado con el nuestro, pero a la vez tan desvalijado por sus gobernantes.
—¿Cuál es la clave de una buena columna, de una columna ‘redonda’?
—Desde mi punto de vista, la clave está en cómo hacer una reflexión, una idea, inteligible y emocionante para el lector. Porque, si lo pensamos bien, ya está todo escrito, la cuestión está en cómo decirlo de nuevo, cómo volver a emocionar, a conmover al lector.
A partir del próximo 19 de febrero, el libro ‘La fragua de Furil’, en el que Manuel Cuenya reúne 75 columnas, podrá adquirirse junto al Diario de León al precio conjunto de 9.95 euros.
Hace un par de años conocí a Fran Allegre en un magosto que tuvo lugar en su pueblo, Villarejo de Órbigo (León) . Es un buen paisano, una persona que fue a dedo desde Veguellina hasta Oviedo y, muchas anécdotas que podría contar sobre él, pero hoy quiero hablar de su nuevo disco de nanas, Nel briezu (En la cuna).
El disco está integro en llionés excepto una canción que está en galego, ya que la recogió en el valle de Ancares. Si, este disco lleva detrás un gran trabajo de encuestación, en varias comarcas de la provincia de León, de Asturias y de Zamora, donde se puede escuchar a gente falar en llionés y en galego.
Yo con la música tengo un problema y es que cuando algún disco me gusta mucho, lo escucho tanto que al final casi me acaba cansando; no con el de Fran, no sé la cantidad de veces que lo escuché ya, pero cada vez me gusta un poco más.
Pues bien, hace quince días aproximadamente lo entrevistaron en el programa de RNE Esto me suena, aquí tenéis esa entrevista con trocines de alguna de las canciones que contiene Nel Briezu.
Por cierto, esta es la dedicatoria que me hizo Fran:
Pa Abel, compañeiru poeta, que tengas fuercia pa seguire Un abrazón.
Mientras todos los españoles y todas las españolas no sepan lo que ocurrió realmente durante la Guerra Civil, el Franquismo y la "Transición", no se podrá dar esta última por conlucida. Este documental debería proyectarse en todos los institutos y colegios del Estado, para que las nuevas generaciones aprendan un poco de historia...
Al primer hombre que escuché declararse feminista fue a Javier Krahe. Si, yo también me declaro feminista. Creo que nunca pagaremos la deuda que tenemos con el sexo femenino.
En este documental sobre la televisión italiana - parece mentira que exista una televisión peor que la española y no me estoy refiriendo a la pública- aparecen muchas humillaciones, vergüenzas y una frase dicha por la mujer del documental: ¿Por que en vez de hacer un lifting a nuestro cuerpo no se lo hacemos a nuestras ideas? Cambiarás tus pechos, tus labios, tus pómulos, pero por dentro sigues igual... ese no es el problema, el problema está dentro de ti.
Gracias a mi amiga Nuria Maqueda por pasarme este documental:
Hace dos meses leí el libro Amor manual, de Ángel Muñoz (Aquí). Bien, la semana pasada devoré Como Ulises en una cacharrería. Esta es mi poesía, esta es la poesía que me gusta leer y escribir, creo que pocas veces leí tan rápido un poemario, muy pocas.
El libro cuenta con el prólogo de la guerrillera Ana Pérez Cañamares, lo cual SIEMPRE es bueno.
En el poemario se pueden ver las hostias, los callos en las manos, los te estoy plantando cara, los niño mira el suelo que estás pisando y luego habla, el valor humano, el cariño por esa abuela que se partió el pecho por su familia y ahora sus hijos no quieren mirarla. Podría usar alguna bella licencia poética, alguna floritura, pero no lo voy a hacer. Diré que este libro es acojonante y que está escrito desde una trinchera, al asalto de la vida.
a leches
he decidido colgar los guantes
y no es porque la realidad me achante
ni de lejos
lo hago por una razón muy sencilla
porque uno de mis hermanos lleva semanas dándose de hostias con ella ………………con la piojosa realidad y lo hace con las manos desnudas
Cada uno tiene sus gustos y, periodisticamente en León para mi hay dos que son cabecera, a saber, Emilio Gancedo y Fulgencio Fernández. Los dos hacen algo que me gusta, piensan en glogal y actuan en local, lo que considero básico. Saben apreciar la belleza de unas galochas, saben leer la historia en las paredes de adobe y cobijarse bajo un techado de teitu. Aman la cultura, desde la más lejana hasta la que se escribe en el cantón de cada pueblo. De Emilio - que además es mi amigo - ya hablé varias veces, ahora toca hablar de Fulgencio.
Haganme caso, acudan a un acto donde puedan escuchar su palabra, como al que asistí en San Marcos el pasado viernes 27 de Enero en la presentación del libro de Carlos J. Domínguez sobre Miguel Castaño; lean el artículo que todas las semanas de verano escribe en el periódico La crónica de León sobre el corro del fin de semana, merece la pena, mucho. Es el típico paisano con el que no me importaría estar hablando en el bar de cualquier pueblo de la montaña toda una tarde, picar algo para cenar y, seguir hablando con un orujo en la mano mientras Rodrigo nos acompaña con su guitarra y sus palabras hasta que el camarero nos diga, ¡Ca un pa su casa, que yia hora!.
Quiero destacar un artículo que hizo junto a Mauricio Peña, Lo que su código genético manda. Aquí lo tenéis:
El código genético del cachorro que asoma su enorme cabeza y su cara de niño bueno es complicado. Entre las habilidades que tiene que desarrollar está la de soportar horas y horas prácticamente quieto, en una de las garitas —sin más techo que el cielo— que vigilan por la tranquilidad de su rebaño; también debe aprender a pelear hasta la muerte con enemigos astutos como no hay otros, los lobos, amigos de tender trampas y celadas que debe desenredar con una singular inteligencia que también transporta su ADN de mastín y de leonés.
Debe aprender a oler los vientos, a escuchar los sonidos más imperceptibles, a percibir siluetas detrás de las nieblas y los amaneceres, a obedecer al pastor que le da una voz desde la lejanía. Debe ser capaz de correr con potencia detrás de quien ataque el rebaño y a caminar con paciencia a su lado, mirando al pastor, rumbo a otra majada, a otro puerto, a otros pastos, a otros cielos.
No se le admiten quejas por los insoportables calores de agosto ni por los tremendos fríos de diciembre.
Es un mastín, y es leonés.
Pero un cachorro también es esclavo de su leyenda y todos los libros repiten al enumerar sus características: “Tolerancia a los niños: Excelente”.