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La escritora y cineasta Milagros Amondaray nos cuenta sobre el proceso de filmación de su última película No estás solo en esto y el libro Que la corriente me arrastre: cine queer para descubrir (2020). En ellos, se dibuja una historia personal que empezó por un blog y terminó generando lazos comunitarios inquebrantables.


Por Rosario Iniesta




¿En qué momento supiste que querías dedicarte a la crítica de cine, viniendo de una formación académica como docente de Letras? ¿El cine siempre formó parte importante de tu vida?


Lo supe desde siempre. Desde la secundaria, mi papá me hacía ver muchísimas películas, era muy cinéfilo. Yo sentía un gran amor por Scorsese y el cine de Hollywood de los setenta. Pero sobre todo me gustaba mucho escribir poesía. Cuando era adolescente participaba en todos los concursos que había en  San Antonio de Areco, que es mi ciudad natal y donde vivo ahora. Sabía que quería combinar la escritura con el cine, entonces era crítica de cine sí o sí. 

El cine siempre formó parte de mi vida. “El mago de Oz” fue una película que me marcó un montón porque me acuerdo que mi mamá me la alquilaba todo el tiempo. Yo era la típica persona que frecuentaba mucho el videoclub porque estaba en la esquina de mi casa en esa época. Cuando les dije a mis viejos me re apoyaron por suerte porque realmente era una chance en un millón. Empecé a estudiar cine en algo que sería como una especie de CBC de la FUC (Universidad del Cine) porque había obtenido una beca ahí. Justo ese año abrió la Escuela de El amante y me anoté, estudié la carrera empezando desde lo micro, y después quise reforzar mi formación con el profesorado de Literatura, así que se terminaron complementando ambas cosas. 


Ves mucho cine, conectas con muchos personajes, pero ¿cuál fue el primero de todos, aquel que sentís que te cambió por completo?


Respecto a los personajes, pienso que fue Dorothy, de “El mago de Oz”, pero por una cuestión de que lo relaciono mucho con mi infancia y preadolescencia. Si tengo que elaborar una respuesta más madura, me parece que hablaría de un personaje como Céline (Julie Delpy) en Antes del amanecer, que la vi en el cable en la casa de mis viejos durante mi adolescencia. Recuerdo identificarme mucho con ella y, después, hubo dos personajes en simultáneo que me marcaron: Enid (Thora Birch), de “Ghost World” y “Juno” (Elliot Page), que supongo que tienen muchas cosas en común: son bastante nihilistas, desencantadas con el mundo, un poco ermitañas, muy en su propio universo.

Había algo de su amor por el arte, sobre todo en Enid porque su personaje pintaba pero tampoco se encontraba ahí, estaba el hecho de intentar descubrirse a uno mismo, pero creo que más que nada era como la fidelidad que tenían ellas para consigo mismas, su frontalidad y lo que querían para sí mismas, yo conectaba con eso. Se podría llegar a decir que había algo de misantropía ahí, pero a su vez decían “voy para adelante con lo que me pasa”, sin pelos en la lengua, bastante honestas, había una gran autenticidad en las caras de Enid. 


El fenómeno Cinescalas, el documental y el libro


Cinescalas fue un espacio en el que se hablaba de cine (actual y no tanto) y que supo convertirse en una auténtica comunidad de lectores y colaboradores que le dieron vida a esta plataforma que inició como un ejercicio terapéutico para Milagros tras un trastorno de ansiedad. El blog comenzó en 2010, cuando Milagros trabajaba en la sección de espectáculos del diario La Nación. Cinescalas arrancó con notas pequeñas para luego adquirir un estilo más desestructurado.

Démosle un buen final a esta historia. Del cine a la vida sin escalas, publicado por Dunken en 2013, compila veinticinco ensayos sobre películas relacionadas con temáticas de la vida cotidiana como la familia, las decisiones, el amor trunco, las promesas y la fe.


Tu primer libro habla del cine que te interpelaba en la época de Cinescalas, incluso el epílogo lo escribieron en conjunto con la comunidad del blog. Cuando pensas en aquellos días, ¿cuál es el recuerdo o sensación que más te viene a la cabeza?


Cuando pienso en la época del blog me da mucha nostalgia, me parece que es lo más lindo que construí a nivel profesional. Está por un lado lo que hago para el diario, que son cosas profesionales que me llenan de satisfacción porque uno quiere superarse en lo que hace, pero en Cinescalas siento que fue donde me formé como escritora y, aparte, conocí a mi esposa a través del blog. Sobre todo, rescato haber concebido algo que significó mucho para un montón de gente.


Es muy fuerte la sensación porque el blog surge en un momento en el que yo tenía un trastorno de ansiedad y mi psicóloga me dijo que hiciese algo que me hiciera bien. En ese momento, venía de Cinemanía y entraba al diario que era un mundo nuevo para mí, porque pasaba de trabajar en una revista en la que éramos cinco personas a trabajar en un diario con un montón de gente. Me vi teniendo que manejar el mundo digital cuando yo venía de papel, era otro mundo y el blog me conectó. No somos peores críticos por escribir de manera apasionada por algo, no nos hace menos objetivos. Me parece que serle fiel a eso da sus frutos porque se nota cuando uno escribe desde la pasión. A mí por lo menos como lectora de otras personas me gusta leer a gente que escribe con pasión. No digo que lo mío a todo mundo le pueda gustar o que esté bien o mal, sino que me parece que ese es el camino.


Pasaron los años y el papel de las redes en nuestras vidas se modificó radicalmente. ¿Creés que hoy si volviese Cinescalas en otro formato quizá podría originarse el mismo entusiasmo en otras generaciones? 


No lo sé, me parece que no, que fue lo que tenía que ser. Fue la explosión de los blogs, era muy particular también y por eso quizás el documental muestra que mucha gente se encontró en momentos difíciles que estaban pasando. No sé si se volvería a dar lo mismo, y  no lo intentaría repetir tampoco. Cinescalas me formó como escritora: la forma de ver el cine y la manera en la que los demás respondían me conectaba con un lugar como más primitivo de amor por las películas. Se creaba una charla entre amigos y después yo intentaba traducir esas reflexiones en un texto.

Me pasó ahora interactuar con las generaciones y no hay mucho análisis, como que te dicen, Qué tenés que ver. Y me acuerdo que en esa época lo que hacíamos era reivindicar muchísimas películas, algo que yo también traía de El amante. Hemos hecho un montón de posteos de películas hollywoodenses, que quizá para otras personas ahora no ameritarían  un debate, como Marley and me o The five year engagement. 


Siento que ahora hay una imposición de lo que podés ver y lo que no, como que se perdió la frescura. Para mí blog era eso también: frescura, libertad de pensamiento. Cabe aclarar que tampoco éramos adolescentes, sino que nos encontrábamos en otra etapa, más de los veintipico tirando ya casi a los treinta y estábamos a favor del desprejuicio de determinadas películas. 


No estás solo en esto


El documental es una demostración de la superación del ser en momentos difíciles de la vida y de cómo la crisis personal de quienes hoy lo conforman terminó siendo “el lugar donde se puede compartir aquello que no se habla con todo el mundo”. 

La película fue financiada íntegramente por los participantes del blog a través de la plataforma IdeaMe. El rodaje duró quince días, recorriendo el país en diferentes localidades como San Antonio de Areco (ciudad natal de la directora), Capital Federal, Santos Lugares, Rosario, Tafí Viejo y Córdoba. La película fue producida tanto por los colaboradores del blog como por Ypnos Films y Jones.tv. 

El documental fue estrenado en el Festival Internacional de Mar del Plata en 2014, luego pasó por el Cine El Cairo, de Rosario, por el Cine Caraffa, de Córdoba, por el Festival Mirada Oeste de Mendoza, por Uruguay en el Festival Cinefem. La proyección en Capital Federal tuvo lugar en la Universidad Nacional de las Artes, en su sede de Crítica de Artes. 

La película comienza con la mítica frase de Lester Bangs (Phillip Seymour Hoffman en Almost Famous, de Cameron Crowe): “The only true currency in this bankrupt world is what you share with someone else when you're uncool”, que sería algo así como: “El único intercambio verdadero en este mundo corrupto es lo que compartís con alguien cuando no sos canchero”.



No estás solo en esto es un homenaje a la comunidad de Cinescalas. ¿Qué recordás del rodaje y del recorrido de presentación del documental? 


El rodaje fue muy agotador porque fue muy poco tiempo. La verdad es que yo tenía mucho miedo y no sabía nada de técnica. O sea, si bien es un documental muy modesto, teníamos al director de fotografía y al asistente de cámara que como no eran parte no entendían lo que estaba pasando, digamos que no era un equipo cercano a la experiencia que teníamos, estaban muy alejados de la situación. Esos días los disfruté muchísimo porque fue cómo ir de un lugar al otro y emocionarme con quien menos esperabas emocionarte. Realmente era llorar en cada una de las entrevistas, había como nada emotividad muy a flor de piel. 


”Que la corriente me arrastre” es un libro de ensayos sobre películas queer que te marcaron de manera muy personal, ¿cómo llegaron a tu vida y qué representan para vos? 


Algunos de los ensayos son tomados del blog de Cinescalas y otros son nuevos. Los de Cinescalas están bastante alterados porque cuando uno crece va reescribiendo las cosas de otra manera. 

La idea era elegir diez películas queer totalmente diferentes entre sí, con diferentes directores, de distintas nacionalidades, relaciones. Tengo intención de sacar otro más adelante con otras películas.

Para mí estos ensayos representan la naturalidad con la que tenemos que experimentar ya ciertas cosas. Me pasa mucho que cuando digo que estoy casada con una mujer y me dicen “bien por vos”, como de “apruebo lo que estás haciendo”. Quizá eso pasa más en la ciudad en la que vivo,  pero es algo como que todavía pasa. Es muy importante poner en la tapa a dos chicos y que eso se naturalice. Es un libro sobre el amor y también del amor hacia uno mismo, ser fiel a uno mismo.


|Sobre Milagros Amondaray|


Milagros Amondaray es periodista de espectáculos, crítica de cine y TV del diario La Nación en su edición digital e impresa desde 2006. Ha trabajado en la redacción de la revista Cinemanía y fue colaboradora de Revista Brando y Rolling Stone. Ha sido jurado en festivales de cine. Estudió crítica de cine en la escuela de El Amante y el profesorado de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González.

El blog Cinescalas, del cual es autora y editora recibió el Premio Excelencia en Contenido Digital en la categoría Mejor Blog en 2011 y 2012, otorgado por el Diario El País. Milagros es autora del libro Démosle un buen final a esta historia (2013, Dunken), guionista y editora del documental “No estás solo en esto” (2014), que fue presentado en el Festival Internacional de Mar del Plata y en varios festivales nacionales e internacionales. Que la corriente me arrastre, cine queer para descubrir (Milena Caserola, 2020) es su segundo libro.

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Intuyendo la llegada de la 16° edición del BAFICI, una reflexión intrascendente sobre lo trascendente: el lugar del espectador en un festival titánico.

Por Nadia Sol Caramella



Ante todo la inmensidad, para todo, la inmensidad. Un pescador navega sobre una pequeña y sencilla embarcación, el mar está embravecido por una tormenta, sin embargo el pescador confía en su embarcación. El mar es lo inabarcable, según Nietzsche, el mar es una fuerza dionisiaca, una suerte de inmensidad frenética que excede al hombre. Mientras que la embarcación es lo apolíneo: el arte. El arte sería una de las formas de la aprensión del hombre frente al sinsentido de la vida, lo desmedido. ¿Qué pasaría si el arte se presentará como algo inabarcable, caótico y descomunal? El individuo se retraería, y esto es lo que le pasa a muchos novatos que recién comienzan a transitar los pasillos y las salas del BAFICI. Cómo no sucumbir ante tanta promesa en la pantalla gigante, si son más de  400 películas.

Un cocktail de ansiedad, desorientación y azar rodean a los recienvenidos, ¿será esa la manera correcta –si es que eso cuenta en el arte- de  aprender a ver cine independiente? tal vez de eso se trata ir a un festival, de dejarse llevar por lo desmedido y que el azar ordene la experiencia. Mucha gente deja en manos del destino, lo que supone no es bueno dejar en manos de los críticos de cine. Qué bien qué hacen.

También están los otros, un raza un poco menos original, la del snob que conoce todo, tanto que ya nada le sorprende, sabe cuáles son las películas con mayor lobby, dónde pararse, a quién saludar, cómo referirse a ciertas películas y directores. Para ellos la magia del desencuentro está negada, sesgada por sus lentes de marcos negros y la información altamente calificada que milimetra cada uno de sus movimientos.

Pero, nada es tan extremo después de todo. También están los amantes del cine,  que alguna vez se tomaron en serio el goce que implica descubrir un director nuevo y darle tiempo a films que para la mayoría de los mortales serían una gran pérdida de tiempo, por la densidad de los planos, el dramatismo del montaje, los silencios prolongados. Quién sabe, cada película es todos los mundos en un recorte de una hora, más o menos. La magia del cine, dicen.

El cine independiente, no es sólo eso, es también una poética que se autolibera de la estética de la industria. Hace un tiempo, un gran director escribió: “¿Por qué el futuro es tan brillante? Porque por primera vez en la historia de esta forma de arte (el cine), se pueden hacer películas por muy poco dinero (…) En el pasado, como las películas eran tan caras, la protegíamos contra el cansancio y los compromisos. En el futuro, tendrás que protegerla de otro factor adicional: la tentación de seguir la corriente y permitir que la película derive, y naufrague”. (Martin Scorsese, en una carta abierta a su hija Francesca)

Entonces cómo es que un pequeño individuo se enfrenta a la maquinaria de competencias, sedes y miles de espectadores que cómo él, no saben manejarse frente al caos de esa propuesta. Simplemente se deja naufragar y confía en su embarcación, porque cuando el ego comprende que el mar es sólo una gota en el universo, sus ansias se calman. En definitiva el origen de la tragedia no es lo descomunal sino haber nacido incapaz de comprender el sinsentido y dejarse llevar por la irrealidad, el tipo de ficción que muchas veces se encuentra en el cine.

O atiende al costado más apolíneo de esta reflexión y presta atención a las siguientes 30 películas recomendadas de manera arbitraria, por intuición, por su sinopsis o por la filmografía de sus directores:
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¿Qué se espera de un hombre a la edad de 35 años? Según el mandato de la sociedad a esa altura tendría que haber sentado cabeza, o por lo menos ser un "soltero codiciado". Velódromo,  la película chilena dirigida por Alberto Fuguet, desbarata esos presupuestos, corriendo el eje de la pregunta hacía la validez del "deber ser".


por Nicolás Gallardo

Durante las casi dos horas que dura la película conoceremos el mundo de Ariel Roth, un diseñador gráfico aficionado al cine que está a punto de llegar a los mediados de sus 30. Lleva una vida relajada y sin grandes pretensiones, similar a la gente diez años más joven que él, y será la principal crítica que le harán su mejor amigo y su novia. Él, de todas formas, suelta su pensamiento al respecto mediante monólogos y nos confiesa que, si bien es consciente de que su mundo es pequeño, se conforma con que aún pueda girar. Se cree feliz así, pero los juicios de valor ajenos lo incomodan.

El film resulta, por lo menos, atinado en temática. En tiempos en los que tomar decisiones se vuelve difícil -debido a que los sectores laborales e interpersonales exigen más de lo que ofrecen- y las elecciones deben hacerse en base a qué tan “productivas” sean, vivir sin pensar que el tiempo es como arena en nuestras manos se torna imposible. Siempre existe la promesa de la propagación de la juventud, posibilitada por el estado alcanzado por el capitalismo hoy en día y el aparato publicitario que mediante móviles hedónicos se encarga de recordarnos que nunca se es lo suficientemente viejo para dejar de consumir, pero ni aún esta desesperanzada fantasía sirve de consuelo. Quienes tenemos cerca esperan algo de nuestras vidas, y ese algo implica someternos a los patrones canónicos conductuales en pugna.

Ariel se aferra, en un principio, al incremento en su dosis de películas, paseos en bicicleta, nuevos amigos y relaciones pasajeras; pero el sentimiento de los granos de arena persistirá. Prueba de esto serán los momentos en los que lo acompañamos mientras reflexiona al respecto, con planos bien cerrados en su intimidad que nos dejan hacerlo sin esfuerzos. Además la banda sonora acompaña muy adecuadamente el acontecer del protagonista –interpretado por Pablo Cerda- , ya sea para los instantes taciturnos o alguna de las situaciones cómicas. Más allá de las atractivas imágenes conseguidas, a más de un espectador le costará no sentir empatía con la personalidad socialmente desinteresada y algo autista de Ariel.

Mientras se van sucediendo sus insólitas vivencias, Ariel se irá cruzando con gente nueva que le demostrará que otras trayectorias son posibles. Paradójicamente, nuestro protagonista notará que las personas exitosas suelen serlo por haber perseguido lo que querían, sin reparar demasiado en cuáles eran las opciones más convenientes a elegir. Sin embargo, observando a su círculo de conocidos más “emprendedor”, no puede ver nada más que frustración y hábitos enfermizos.

Velódromo presenta las rupturas de relaciones como un parte aguas en la trayectoria de su personaje, sin que éstas representen necesariamente algo malo: la desvinculación de lo fijo y acostumbrado aparece como la posibilidad de empezar a circular por nuevas rutas, esta vez sólo con la voluntad y expectativas propias marcándonos el norte. Sin llegar a existencialismos excesivos, la película propone darnos la oportunidad de detenernos el tiempo que sea preciso para poder notar cuáles son nuestros más sinceros deseos y qué estaría siendo impuesto desde fuera, cuándo nos sentimos verdaderamente apurados y cuándo la arena escapa de las manos de alguien más.

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[Ficha técnica]

Dirección| Alberto Fuguet
Guión| Alberto Fuguet y René Martín
Con| Aldo Bernales, Andrés Velasco, Cristina Aburto, Emilio Edwards, Francisca Lewin, Gloria Benavides, José Pablo Goméz, Lalo Prieto, Lucy Cominetti, Nicolás Bosman, Pablo Cerda. 

País| Chile
Año| 2010
Duración| 111 min.
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“De Jueves a Domingo”, de Dominga Sotomayor, nos invita a mirar desde los ojos de una niña, un viaje al desierto, una apología a la soledad, a la fragmentación. Una road movie atemporal, donde no importa el punto de llegada sino el ritmo con el que se transita una crisis latente. 

Por Romina Sandoval 

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El padre y la madre a cada extremo, en el desierto, en la aridez, en la hostilidad. Una fragmentación explícita, el quiebre entre la infancia y la adultez.

Lucía observa todo, los detalles, las miradas, los silencios, los llantos, el desierto. Lucía está observando el último viaje que sus padres organizan como familia, pero no lo sabe. El asiento trasero del auto es su butaca, ahí es donde este film nos sitúa, en su punto de vista. Sin caer en melodramas, la película nos transporta a episodios de nuestra infancia, a nuestros propios viajes cuando pasábamos largas horas encerrados en el asiento de atrás en compañía del paisaje, las paradas en estaciones de servicio, los campings, etc. Una mirada inocente que de a poco se va dando cuenta que algo pasa en su entorno, que algo se desintegra, algo que un niño siente pero que es incapaz de comprender.

La película está construida como un road movie con una cámara que muestra la mirada de Lucía, una cámara subjetiva, cómplice, estática, que observa todo lo que sucede, a veces se pone a espaldas de la protagonista invitándonos a mirar junto a la niña, al auto, con el desierto. Es el impecable trabajo de Bárbara Álvarez, directora de fotografía de la película “La mujer sin cabeza” de Lucrecia Martel.

El color de la película tampoco es un detalle menor, nos da la sensación de estar atrapados en un espacio atemporal, puede ser nuestra infancia, quizás los 90, no lo sabemos y al no saber en qué fecha está situada, la impresión de que todo funciona como un recuerdo toma mayor fuerza. La directora muchas veces a dicho en entrevistas que un día encontró una fotografía antigua de un viaje y ahí surgió el guión, quizás eso nos proyecta, un film que parece una fotografía vieja encontrada en un cajón. 

Descubrimos la imagen y comenzamos a recordar, pero no la historia completa, sólo situaciones puntuales. Ese es otro elemento que nos envuelve; la narración fragmentada, la visión de Lucía no nos puede entregar explicaciones de lo que sucede, no nos dice cuál es el conflicto, cuál es el problema, qué pasó o qué pasará. Ella sólo observa y nos sugiere una historia, algunos la relacionaremos con nuestra propia vida, otros quizás con la que escucharon de alguien, es la narración la que nos deja ese espacio a la interpretación. La mirada de Lucía está lejos del mundo adulto pero su sensibilidad captura las señales y los problemas de su familia, inclusive Lucía está lejos de su hermano que aún vive en la fantasía de los niños más pequeños. La niña empieza a vivir esa fase en que pasamos a comprender (si así se puede llamar) que los adultos son seres distantes, complejos, menguantes.

 Al final la agonía de la familia construye el ritmo de “De Jueves a Domingo”, el montaje está marcado por los pequeños momentos, por la simpleza de unas vacaciones que esconden una crisis inminente, no importa si ellos llegarán finalmente a su destino, porque Lucía (o nosotros) prefiere quedarse con la postal del último viaje, no importa lo que pase después, siempre se puede aferrar a la fotografía de su cajón.


[Ficha técnica]

De Jueves a Domingo
Dirigida y escrita por Dominga Sotomayor
Chile- Holanda
Año 2012
94 min.

[Premios]

41° Festival Internacional de Cine de Rotterdam
Tiger Award, Competencia Tiger Awards (Holanda, 2012)
19° Festival Internacional de Cine de Valdivia
Premio Pudú a la Mejor Película, Competencia de Largometrajes Internacionales (Chile, 2012)
12° Nuevos Horizontes Festival Internacional de Cine
Gran Premio, Competencia Internacional de Largometrajes (Polonia, 2012)
6° Festival de Granada Cines del Sur
Alhambra de Oro a la Mejor Película, Sección Oficial (España, 2012) 
12° IndieLisboa Festival Internacional de Cine Independiente
Gran Premio de Largometraje Ciudad de Lisboa, Competencia Internacional de Largometrajes (Portugal, 2012)
11° Festival Internacional de Cine de Transilvania
Premio a la Mejor Dirección de Fotografía, Competencia Oficial (Rumania, 2012) 
6° TarkovskyFest
Premio del Público, Competencia Oficial (Rusia, 2012) 
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Para volver a acercarnos al cine independiente, dos expresiones, dos miradas, una misma pantalla.

por Victoria Caracoche

BAFICI 2013 

Todos los jueves de este mes en el Centro Cultural de la Cooperación se proyectaran los mediometrajes experimentales: “Hábitat” (2013) dirigido por Ignacio Masllorens y “Las amigas” (2013) del director Paulo Pécora, junto a otros medios y cortos invitados. Una oportunidad para aprovechar, sobre todo si te perdiste la competencia de Vanguardia y Género de la última edición del BAFICI.

“Hábitat” es la gran ciudad y su impotencia de cemento. El disparador parece ser la naturaleza en todo su esplendor que luego comienza a menguar, absorbida cada vez más por los edificios.  Una sucesión de planos fijos donde abundan panorámicas de la gran urbe y planos generales mostrando las calles, siempre vacías.

BAFICI 2013No hay vida aparente que habite esos lugares, salvo algún perro o un gato que pasea solo. A este sentimiento de desolación, se le suma un sonido ambiente casi imperceptible, lo que acentúa el vacío.

La experiencia roza lo sensorial. Si reflexionamos: ¿Cómo sería la ciudad sin nosotros? ¿Qué hubo antes de ese desierto? ¿Qué ocurrió para que no haya rastro de vida humana? Entre tantos vaticinios apocalípticos, las preguntas no son caprichosas: si lo pensamos dos veces, ¿ese podría ser nuestro futuro? Mil historias pueden desarrollarse en la mente del espectador frente a la ciudad de la ficción, el hábitat de los edificios sin futuro.

Por otro lado, Pécora nos  sumerge en “Las amigas” una historia de vampiresas condenadas. Cuatro mujeres desterradas al horror de la inmortalidad buscan saciar su aburrimiento atrayendo víctimas que encuentran en la calle. Como en un aquelarre tétrico, todas se entregan al festín de la carne y la sangre. Son insaciables y perversas. Un erotismo tácito flota en el ambiente; lenguas, bocas y manos ávidas de sexo y carne.

El uso de recursos como los cortes de imagen o el cambio de blanco y negro a color otorga a las protagonistas un halo fantasmal tan vivido que podríamos encontrar esas apariciones en cualquier pasillo.

El hecho de ser rodada en Súper 8 le da a esta película la estética perfecta para el género (además de ser un regalo para los amantes de los viejos formatos). La música y el sonido logran completar la atmósfera adecuada para la fábula vampírica. Los escenarios elegidos y la fotografía se combinan de manera ideal transportándonos a un universo siniestro y estremecedor, donde nadie quisiera ser seducido por estas mujeres. Pero quién dice que ya no hemos caído en sus redes.  

[Funciones]

JUEVES de OCTUBRE a las 19:00 hs.
Sala Raúl González Tuñón (1º Piso)
CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Avda. Corrientes 1543 - CABA
www.centrocultural.coop
Boletería: (011) 5077-8077
Entrada general: $20
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El documental “Los jóvenes muertos” condensa en sus imágenes la soledad y la melancolía, detonadoras de una ola de suicidios juveniles.

Por  Victoria Caracoche

Pensar el suicidio como un fenómeno colectivo es una triste realidad. El primer largometraje de Leandro Listorti, “Los jóvenes muertos” (2010), procura sencillamente conducirnos por ese camino que nos lleva a conocer el contexto donde los hechos ocurrieron. Este director es cauto a la hora de mostrar y asimismo, como contrapartida de lo que deja ver, abre nuevos  interrogantes sobre lo acontecido.  

El documental es una crónica breve  basada en la ola de suicidios juveniles que ocurrieron desde finales de la década de los noventa, y hasta hace no muchos años atrás, en Las Heras, un pueblo petrolero perdido en el desierto de Santa Cruz. Inexplicablemente, como contagiados de dolor, más de una veintena de jóvenes, en su mayoría hombres, tomaron la decisión de no seguir viviendo. Estos hechos marcaron al lugar y sus habitantes.

Apoyado en la imagen como ventana hacia ese micro mundo, Listorti nos va llevando por el pueblo a través de planos fijos de extensa duración, como una manera de contemplar la nada misma. Todo es aridez, desierto, vacío.

En esa expedición melancólica, conocemos el cementerio, las plazas, el club, la escuela, el basural, las iglesias evangelistas. Y el desierto otra vez.  La estación de tren abandonada. Y las bombas de petróleo como la excusa que mantiene un pueblo fantasma.

Una fotografía imponente regala cielos patagónicos, la composición es atractiva siempre, geométrica, cruda; los tiempos de cada plano oprimen y cuestionan la maldición de la muerte. Y es a partir de esa incomodidad que empezamos a preguntarnos por qué. ¿Fue la desdicha del sin futuro? ¿La quietud aterradora de un pueblo olvidado? ¿O la depresión traicionera de una juventud alejada de todo? Sólo conjeturas. Sólo fantasmas.

Siguiendo esa línea, nadie habita en esas imágenes. No hay rostros, no hay vida, nadie ocupa estos espacios, ni siquiera aquellos que transitan cotidianamente. Puro vacío: las calles, el parque, la cancha. El paisaje es cruel y la realidad nos devuelve como una flecha a la rutina.

Sólo algunas voces que sirven de testimonio cuentan algo, lo mínimo. Relatan lo anecdótico, una ínfima porción de historia, su existencia adversa en el desierto patagónico. Anónimos en off que hablan de contaminación, la incidencia de cáncer, los pozos petroleros y casi nada sobre estas personas que hoy ya no están. Pero un testimonio sobresale, es el de una madre, símbolo único del dolor. Cada secuencia está dividida por placas negras con el nombre y la fecha de nacimiento y muerte, como único dato fehaciente y tangible de cada uno de estos jóvenes.

Escasea la información en este documental atípico; porque la búsqueda minimalista indaga en el desasosiego, en la incógnita del tormento personal, en la soledad como un sentimiento inexorable.

Un film no apto para impacientes, pero que dejará sin duda una huella en aquel espectador que se permita la imagen como instante de reflexión.

[Ficha técnica]

Dirección/ Leandro Listorti.
Producción/Gema Juárez Allen, Lorena Muñoz, Laura Perelló, Daniel Rútolo.
Fotografía/Martín Mohadeb, Juan Manuel Tizón. 
Sonido/Luciano Fusetti.
Montaje/Felipe Guerrero


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Mañana se proyecta en la Biblioteca Nacional Alas, un film independiente que lleva años recorriendo festivales y muestras. Entrevistamos a su director, Ariel Martínez Herrera, que en una charla sin desperdicios nos contó el largo trayecto de esta película y mucho más.


 Por Mauricio Peréz Gascué

Mañana en el cine de la Biblioteca Nacional dentro del ciclo de proyecciones gratuitas organizado por La Nave De Los Sueños, se presentará Alas, una película de Ariel Martínez Herrera. Fue realizada en el 2005 dentro de la carrera de Diseño de Imagen y sonido de la UBA. Es una excelente oportunidad para ver en pantalla grande este film de narrativa y estética muy interesantes que a pesar de sus ya 8 años representa una propuesta renovadora para la pantalla local. En todo este tiempo tuvo un recorrido muy particular, lleno de frustraciones y alegrías. Desde dormir casi 5 años en un disco rígido, hasta la proyección en varios festivales (Marfici, Montevideo Fantástico, Piriápolis) entre otros y su edición en DVD. Incluso esta entrevista que le hicimos a su realizador, durmió 2 años en otro disco rígido, hasta que hace unos días volvimos a juntarnos con Ariel que nos concedió una segunda parte. A continuación compartimos lo más importante de esas dos conversaciones en las que este joven director nos cuenta no sólo las desventuras propias de un rodaje tan particular y el posterior recorrido de la película sino también su visión acerca de hacer cine independiente en los tiempos que corren, sus nuevos proyectos con su estudio de animación y todo lo demás:


AMH: El cine independiente es, independiente ideológicamente. Esa gran ventaja que tenés de hacer lo que se te canta, de decir lo que querés, de expresar tus ideas con total libertad tiene la contraparte de que nadie te banca. Entonces todo lo que no tenés en plata lo terminás supliendo con horas de esfuerzo humano, lo que no podés pagar lo tenés que hacer vos y eso te lleva tiempo y energía. También te hace aprender a la fuerza un montón de cosas que de otra manera no aprenderías. Hay cosas que no son tan fáciles, armar un presupuesto para mí es chino básico y sin embargo te tenés que sentar y hacerlo.

EI: ¿Tenés una idea, aproximada de cuánto te costó hacer Alas?
 
AMH: Hicimos un estimativo una vez que terminamos la parte más formal de la edición. Ya estábamos con el corte de la peli, todavía faltaba el retoque de color y la música. El retoque de color lo hice yo. Entonces cuándo la peli estaba en la computadora, hicimos un estimativo en horas de trabajo de hace cinco años y en su momento dio un número. Ese número debe ser inexacto, es muy difícil valorizarlo porque muchos laburos, muchos rubros, los hice yo.

EI: ¿Cuánto tiempo te demandó?

AMH: Desde que se me ocurrió la idea hasta que terminó el rodaje, pasaron cuatro meses, creo. Eso fue como un tiro, me senté y escribí en 3 días, al mes ya estábamos rodando, rodamos en un mes y medio y listo. Después pasó un año en el que le dimos el proyecto a tres montajistas, los tres se bajaron y perdimos todo lo que habíamos hecho, entonces compramos un disco rígido que fuera nuestro para no perder lo que se fuera haciendo, el cuarto montajista finalmente se queda con la peli, la montó durante todo un año. Lo llamaba para despertarlo, le compraba el desayuno, lo pasaba a buscar, lo sentaba en la compu, le daba de comer  y me quedaba al lado viéndolo. El precio era los desayunos y los almuerzos, él no me cobraba el laburo. Mi presupuesto de edición fue prácticamente ese. Ian Elizondo es una de las personas sin las cuales la película no existiría, porque la verdad que hizo magia. Había escenas que eran ineditables y cuando yo me daba por vencido, él seguía montando la película.  Después pasó un año más hasta que se terminó de pulir ese corte al mismo tiempo que se empezó a trabajar la música. Después entra en un bache terrible. Casi la abandonamos y ahí Santiago Podestá que es el productor y otro de los cuales sin quien la película hoy no estaría acá me llamó y me dijo: ¿La vas a terminar? -: Mirá no sé, estoy muy ocupado…  Y él me dice: Bueno, entonces cagate, yo la mando como está. Quemó un DVD con la película como estaba y lo empezó a mandar y cada vez que quedaba preseleccionada en algún lugar venía y me metía presión para que yo la termine. Entonces se armaba como un mes de laburo intenso. Después de un año de trabajo el músico se bajó del proyecto, se metió a estudiar farmacia y desapareció con todos los archivos. 

EI: ¿Eso fue lo que generó el bache?

AMH: Sí, entonces encontramos otro músico, otro pibe que terminó el sonido más o menos para una entrega que hicimos a Biarritz. Ese fue el primer corte, la primera versión terminada, de ahí quedó preseleccionada en un par de lugares más y se fue avanzando lentamente, hasta que Miguel Monforte del Marfici, un fenómeno, agarró la película y nos dijo: Yo la quiero, a la película  la quiero programar. Pero ustedes termínenla, no sean hijos de puta. Cada vez que venía alguien y nos decía. “termínenla porque la quiero” nosotros íbamos, en el medio de la agenda de la vida nos volvíamos a juntar, el músico, Santi, Fede y yo y avanzaba. La versión de Mar Del Plata es la versión final. 

EI: ¿Quiénes son los que estuvieron con vos desde el principio del proyecto hasta que se estrenó? 

AMH: En el reducido, estamos Santi y yo, en el momento en que no estaba pasando nada la película era un disco rígido que yo tenía en mi casa y eso era todo. Ian el montajista un incondicional total. Eric que digitalizó la película (que es el hermano de Ian), es gente que nunca falló y después toda la gente que estuvo en el rodaje que hizo su laburo gratis y perfecto un equipo de 30 personas de las que no tengo más que buenas cosas para decir realmente. El músico se bajó pero también hizo una música re linda y que está buenísima.

EI: ¿Es la que quedó al final en la película?

AMH: Sí, todas las partes de charango las tocó él. A mí me encanta cómo quedó.

EI: Con respecto a la distribución Esas instancias que tuvieron de poder confrontarla con el público ¿cómo surgieron y cómo las viviste junto al equipo?

AMH: Al margen de que el sistema es ingrato, las experiencias fueron super gratificantes. Te tenés que curtir tanto con el rechazo en general y a veces ni siquiera un rechazo explícito porque no te llaman, no te contestan los mails y vos no sabés nada. No estás en la agenda de nadie. Por eso te sentís tan feliz cuando alguien te llama y te dice: ¡Tu peli está buenísima! De repente te levantás y decís: ¡Vamos loco! La presentación en Mar Del Plata. ¡Increíble! Entrás y es un cine. Vos te acostumbras a ver la peli en el display de la camarita que tiene 2,5” después en el monitor de tu computadora de 17” y de repente con la peli terminada entrar a un cine que te la proyecten en 7Mts. Que el cine sea un cine, con la acústica de un cine. El cine de Mar Del Plata estaba recién pintado de azul, hermoso, con las butaquitas re lindas y sentarte ahí con el aire acondicionado y decir: Es una película… ¡Glorioso! Nos fuimos todos para allá. Monforte nos llevó a radios a hablar. Iba todo el equipo de la película, como un revival del rodaje que fue en el 2005. En el 2010 pasaron 5 años y mucho agua bajo del puente y volver a encontrarnos todos en ese clima festivo. Fue una semana increíble, nos trataron bárbaro y de ahí se la llevaron a un par de festivales más. Siempre festivales amigos y finalmente ahora que se estrenó, hicimos una Avant Premiere en diciembre (2010), en la asociación amigos del museo de Bellas Artes hice el retoque de color como debía y tiene un minuto de animación que estaba hecho a los re ponchazos, lo modifiqué, me junté con el músico, limpiamos un montón de cosas de audio que quedaron por desidia porque no había tiempo, había que tirar el render porque la película tenía que salir para Mar Del Plata e hicimos una versión final 2.0 que es la que ahora estamos mandando a festivales.  Además fue cumplirle a la gente, el compromiso está asumido vos le decís: “Quiero que vengas a laburar gratis, a un largometraje que yo estoy haciendo por amor al arte y la única garantía que yo te doy de que vas a tener alguna gratificación es que la vas a ver en una sala  y que va a quedar mas o menos bien”. Es llegar a ese lugar de decir puedo quedarme con la conciencia tranquila e irme a dormir.
La distribución es otro planeta, es aprender otro trabajo para el que no estás entrenado que no tenés ganas de hacer. Que poco te interesa y que nadie va a hacer por vos. Darle la posibilidad de que sea una película con el ciclo cerrado se mostró en un cine, la vio X cantidad de personas emocionalmente es muy satisfactorio.

EI: Hay una escena con Nahuel Pérez Bizcayart
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AMH: Sí la que vino y laburó es Inés Efrón con él. La escena, es una que nosotros necesitábamos dos personajes medio andróginos que fueran un chico y una chica pero que se parecieran muchísimo.

EI: ¿Esa escena la hicieron tiempo después que el resto del rodaje?

AMH: No, de hecho fue el primer día de rodaje. Fue lo más complicado porque era el único pibe famoso en serio y que nosotros ni lo conocíamos de antes. Cayó a un set que era una roña. Nuestro set era de un hippismo delirante.

EI: ¿Cómo lo contactaron? 

AMH: Estábamos en Mar Del Plata, habíamos metido, Sesiones FADU, una peli de cortos que hicimos en el 2004 en la UBA

EI: ¿Y ustedes ya tenían el proyecto de Alas?

AMH: Sí, lo cruzamos a Piroyansky en la calle y lo conocíamos porque yo tomé clases de teatro con Lorena Vega y Martín (García Garabal) tomó clases con Valeria Lorch que formó parte del mismo grupo. Martín y él se hicieron muy amigos, él le presenta a Bizcayart, le propone hacer esta partecita en la película, era una escena. Le preguntamos si él tenía una actriz con la que quisiera compartir la escena porque era más fácil que conseguirle una partenaire nosotros. Nos dice: Sí, yo acabo de hacer una película que se llama GLUE con una chica que se llama Inés Efrón.
La escena el primer día de rodaje, yo con la T170 en la mano corriendo atrás de los actores. Martín dirigiendo en esa escena le dije: “Por favor ayudame con esto” porque  yo hacía todo sólo. El set era muy chiquito Estábamos todos ahí. Caen los dos y yo le digo a Martín: “démosle un poco de formalidad, decí que vos sos el director de actores y yo el director de cámaras”, hicimos la escena como pudimos y después en confidencia, se sorprenden de que todo dure tan poco, 2 horas, que para nosotros era un montón. Nosotros metíamos 6 escenas por día. Ocupar 3 horas para una escena o 2, era mucho, parar media hora para hablar con los actores, no existía terminamos y ellos dijeron: “¿qué, ya está?” Habíamos sacrificado un cuarto de plan de rodaje para ellos y ellos nos dijeron “¿Eso era?”¿Hicimos todas las tomas? Y ahí nos enteramos que Nahuel Pérez Bizcayart en ese momento debería estar recibiendo, el premio “Clarín revelación” por El Aura, no fue a la ceremonia porque estaba haciendo esa pelotudez con nosotros. El otro dato gracioso es que Inés Efrón se olvida por completo de toda esta secuencia, porque después empezó a hacer cine de verdad y en una entrevista que le hicieron el año pasado en El Fósforo TV le dicen. “Se está por estrenar una película en la que vos participaste que se llama ALAS”. Inés contesta: “No, esa película sale que yo actué pero yo no actué en esa película”. Se queda un minuto y medio haciendo chistes sobre una película que él dice que ella actúa y ella dice que no.  A cada técnico de Alas que se cruzaba yo le mostraba la entrevista y nos matábamos de risa. Creo que fue la mejor prensa que nos podrían haber hecho. 

EI: Una cosa interesante de la película es el uso del Back-projecting. ¿Utilizaste el dispositivo a través de la limitación para filmar eso en espacios reales, o fue un efecto buscado?

AMH: Un poco de las 2 cosas, yo ya venía viendo películas así, no es que lo inventé yo. El verdadero truco que implica el cine es mentir la continuidad, una continuidad que jamás existió. Ahí es donde radica la magia. El espectador va a estar mucho más sorprendido cuanto más fina sea la ilusión de que eso está. Es un truco de magia, no lo viste porque está en los cortes, está en el off. Yo ya venía flasheando con eso y a la vez no había otra forma de hacerlo. Yo quería escribir un guión, llevárselo a la carrera y que me dijeran, qué me podían dar y en función de eso hacer pelota el guión, filmarlo como sea con las condiciones que ellos nos pusieran. Cuando llegamos a la carrera me dicen: bueno, les podemos dar la cámara pero no la pueden sacar del set. -: Ningún problema. Dije yo. Se hace toda dentro del set. Aparte que a mí me parece una idea fantástica, hacer una película toda en un set nos solucionó toda una complicación de producción. Para mí fue la mejor de las decisiones, porque ahorrás plata, ahorrás tiempo no es que te cuestan menos, no existen. No existe la citación, es siempre en el mismo lugar, se vuelve mucho más tranquilo en muchísimos aspectos. “Vamos a hacer la escena tal que es exterior/ruta”. Es igual a todas, las escenas eran: prender el proyector, armar una escenografía, hacer una puesta de cámara. Laburar adentro de un set con 20 proyecciones. La técnica de la proyección me la robé de Hollywood de los ’40
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De cómo nos ponemos cómodos y nos volvemos espectadores de nuestra vida, sin recordar cómo actuar en ella.

Por Victoria Caracoche

¿Qué es lo que mueve a un hombre a quedarse quieto? ¿Cuáles son los motivos que llevan a alguien a vivir la vida detenidamente, viéndola pasar frente a los ojos, sin reacción? ¿En qué momento una persona compra una vida rutinaria y lineal y se aferra a ella como si fuera lo más preciado, como si no hubiese nada más allá, creyendo que no existen posibilidades o que no las merece?

Estos son algunos de los tópicos sobre los que invita a reflexionar “Educación física”, ópera prima del director chileno Pablo Cerda, que también la protagoniza. Fue presentada en el BAFICI 2012 con muy buena recepción por parte del público, pasó por otros festivales y ahora se puede ver online, como una apuesta de Cerda para masificar su trabajo y brindar un mayor alcance para el público.

Esta es la historia de Exequiel, un profesor de educación física de escuela primaria, excedido de peso y siempre usando ropa deportiva (es más cómoda y no hay que pensar tanto con qué combinarla). Vive con su padre, un hombre mayor que pasa sus horas tranquilamente, y ambos comparten almuerzos y cenas no muy saludables en bares o en casa. La comida es importante en la vida de Exequiel, y no es un capricho: alguien que dedica su vida a educar el cuerpo a través del ejercicio, tiene como hábito comer todo el tiempo, casi siempre chatarra, sin poner en práctica lo que quizás debería ser un estilo de vida más acorde a su profesión. Sólo ejercita al terminar su jornada, cuando se va solo a la canchita de básquet y practica unos tiros y rebotes. Tal vez, su momento de mayor felicidad. Los ratos libres los comparte con su amigo de la adolescencia, echados en la arena o dando vueltas por San Antonio, una localidad costera donde no hay mucha acción. El pueblo de donde todos se van para intentar crecer en la gran ciudad, y donde el hecho de volver o quedarse está directamente relacionado con el fracaso, la mediocridad o la abulia. Y éste es un detalle que importa: Exequiel podría haber hecho muchas cosas, podría haber concursado por puestos más importantes, podría haber conseguido becas, crecer profesionalmente, pero no, quizá creyendo que no lo lograría, o quizá porque era más cómodo, o porque se tomó muy en serio el hecho de cuidar de su padre. Se quedó en San Antonio, atrapado por la belleza monótona de sus playas y sus costas, por esos atardeceres grisáceos que hipnotizan. Y así va y viene su hermana desde Santiago, lidiando un matrimonio no feliz con un empresario con ínfulas; vuelve su antiguo amor, a remover su virilidad y su corazón, a iluminarlo.

Exequiel está solo, y en su vida rutinaria, chata, claramente no entra el amor, porque no hay novedad. Pablo Cerda nos revela con su actuación un hombre que a pesar de sí mismo es entrañable, casi un niño, cubierto de arena contemplando el mar o tapándose la cara con la sábana cuando habla por teléfono.

Rutina en el paisaje, rutina en la vida, “Educación física” es una bella paradoja de la quietud, de la observancia, de la inacción. Es un cuadro en movimiento de la vida que transcurre frente a los ojos y que con sus cambios, idas y venidas, no deja de cuestionarnos, de sacudirnos. Lo que queramos hacer con eso, lo sabe cada uno.


[Ficha técnica]

DIRECCIÓN: Pablo Cerda
GUIÓN: René Martín y Pablo Cerda
CON: Pablo Cerda, Rodrigo Soto, Carmen Fillol, Tomás Vidiella, Francisca Lewin.
PAÍS: Chile, 2012
DURACIÓN: 105 mins


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“Hoy”, una postal joven de la transición entre lo que fuimos y lo que tenemos que ser.

Por Victoria Caracoche

“Hoy” es una película sencilla. No hay un entramado de conflictos freudianos ni de personajes complejos: es una radiografía de un momento de nuestra vida pre adulta.

Cuenta la vida de Gastón, que trabaja por la noche haciendo de todo en una estación de servicio; un trabajo aburrido, chato. Y sus amigos, quizás también aburridos, se instalan en el bar del lugar mientras él vende cigarrillos, limpia los baños, hace cuentas.

Así transcurren las horas, las madrugadas, hay una rutina grupal para combatir ese no saber qué hacer, como una manera de eternizar la unión de estudiantina de quinto año. Esa noche, sin embargo, tiene algo especial: llegó Celeste, esa compañera que se fue hace mucho pero volvió, y flechó a Gastón con su frescura y su sonrisa.

Todo un retrato de un período crítico de nuestras vidas: ese momento donde no sabemos para qué lado dirigirnos. Cuando abrimos y cerramos con ganas las puertas de la adultez, a medio camino entre estudiar y trabajar, a veces sin muchas opciones para elegir, bailando entre el desinterés y la presión del afuera, sin ganas de que nadie nos apure a decidir.

El director, Luis Díaz, sabe estampar esa sensación con simpleza cotidiana y los intercala con bellos cuadros de cómic, sutilmente sumados a la historia: porque Gastón puede estar avasallado por su inseguridad, o puede no saber muchas cosas, pero sí sabe dibujar, y transfiere todo su imaginario y sus deseos a su lápiz, que maneja con soltura. En ese marco le falta a Gastón el empuje o la esperanza de darle a su talento la importancia que realmente tiene, y que lo hace recurrir –como postal simbólica de esta generación- a un trabajo sin futuro y con un jefe odioso.

Sus amigos van y vienen, pueden estudiar, quizás trabajar, no importa, porque quizás ni a ellos mismos les importe. Pero sí les vale estar juntos, como una forma de sostener un círculo de contención o de diversión que saben que algún día se va a terminar o a transformar en otra cosa. Y así es que dentro de ese círculo, el amor (o cualquiera de esos sentimientos relacionados) está presente, por supuesto. La pareja que se alimenta de sus vaivenes, los consolidados como novios, y el histeriqueo fuerte entre Gastón y Celeste, formulan los centros de conflicto de cada uno de los personajes, revisitando cada una de las formas de relacionarse que ponemos en práctica.

 “Hoy” también puede ser ayer o mañana, no tiene gran importancia, porque todos los días son iguales. Hasta que uno de los protagonistas diga basta y tome las riendas de su vida. Tal como nosotros mismos hemos tenido que hacerlo (o al menos lo intentamos).

[Ficha técnica]

DIRECCIÓN Luis Díaz
CON Roman Tanoni y Mercedes Candegabe.

PAÍS Argentina, 2011
DURACIÓN 75 min.