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Arte y cultura en el franquismo

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Monumento a Eugenio d'Ors en el Paseo del Prado de Madrid, frente al Museo del Prado. Al fondo puede verse la Casa Sindical o Edificio de los Sindicatos (hoy Ministerio de Sanidad). Arquitecto Víctor D’Ors (hijo de Eugenio d'Ors), escultores Cristino Mallo y Frederic Marès, 1963.
Friso con epigrafía latina y emblema del CSIC, Madrid, 1939.

«Hay que imponer, en suma, al orden de la cultura, las ideas esenciales que han inspirado nuestro Glorioso Movimiento, en la que se conjugan las lecciones más puras de la tradición universal y católica con las exigencias de modernidad.» (Ley del 24 de noviembre de 1939 de fundación del CSIC). [1]1º El Consejo Superior de Investigaciones Científicas, como órgano supremo de la alta cultura española, en el que tienen su elevada representación los más prestigiosos elementos universitarios, académicos y técnicos, gozará de la máxima jerarquía en la vida cultural del país. Alcanzará, por tanto, el puesto más preeminente en las manifestaciones sociales y públicas de cultura de la esfera nacional y en las relaciones con el mundo científico exterior.

2º El Consejo Superior tendrá por Patrono espiritual de todas sus empresas al glorioso san Isidoro arzobispo de Sevilla, que representa en nuestra historia el primer momento imperial de la cultura española.

3º El emblema será, siguiendo y adaptando la tradición luliana, un «arbor scientiae», que represente un granado, en cuyas diversas ramas se aluda en lengua latina a las manifestaciones científicas que el Consejo cultiva. Este emblema servirá para las medallas o insignias de los Consejeros, para «ex libris» de sus revistas y publicaciones y para sello en los papeles de sus relaciones sociales (Orden de 8 de marzo de 1940, Ministerio de Educación Nacional —Ibáñez Martín—).[2]

La inscripción, que glorificaba a la figura de Franco, fue suprimida en agosto de 2010.[3]​ Las disciplinas o nombres que deben aparecer en las cartelas del árbol son también objeto de polémica; porque el árbol luliano en sí ya era utilizado como emblema de la Junta para la Ampliación de Estudios desde 1907.[4]​ En la versión franquista se dio preeminencia a la teología, de la que las demás ciencias son «esclavas» según el aforismo escolástico philosophia ancilla theologiae);[5]​ aunque tanto en el friso, como en la revista Arbor desde los años cincuenta (las anteriores sí)[6]​ se utilizó un logo en el que no aparecen nombres en las cartelas, y que es el que se sigue utilizando en la actualidad.[7]

Arte y cultura en el franquismo, arte y cultura del franquismo o arte y cultura franquista son denominaciones historiográficas con poco uso más allá de la ubicación cronológica o la identificación política.[8]​ Usadas de forma genérica, no implican una calificación ideológica o estética de todo el arte y la cultura de la época franquista (1939-1975), que solo sería adecuada para el arte y la cultura más identificados con el régimen de Franco —o, con expresiones a veces usadas, arte y cultura fascista en España, arte y cultura falangista o arte y cultura nacional-católica—,[9]​ a pesar de lo diferentes que puedan ser entre sí (la literatura de Pemán, Foxá o Rosales, la pintura de Sáenz de Tejada o Sotomayor, la arquitectura y escultura del Valle de los Caídos, la música del Concierto de Aranjuez[10]​ o de las canciones de Quintero, León y Quiroga, el cine de Sáenz de Heredia o Luis Lucia, la psiquiatría de Vallejo-Nájera o López Ibor,[11]​ las ciencias sociales de Fernández Almagro, Carande o Suárez Fernández).

Más aún, buena parte de la producción artística y cultural española de la época fue realizada por autores ideológicamente opuestos o indiferentes, o con criterios estéticos completamente ajenos a una estética fascista (Laforet, Buero Vallejo, Aleixandre —literatura—, Dalí, Miró, Tàpies —pintura—, Serrano, Chillida, Oteiza —escultura—, Sáenz de Oiza, Fisacarquitectura—, Bernaola, De Pablo —música—, Berlanga, Bardem, Saura —cine—, Grande Covián, Catalán, Tello, Zulueta —ciencias naturales—, Vicens Vives, Maravall, Domínguez Ortiz, Julio Caro Baroja, Sampedro, Estapé, Linz —ciencias sociales—). A algunos de esos creadores se les sitúa con mayor o menor precisión en el denominado exilio interior,[12]​ aunque muchos de ellos, lo tuvieran o no desde el inicio, terminaron alcanzando un gran reconocimiento social e incluso oficial, puesto que el régimen se esforzó en mantener una actitud inclusiva hacia los productos culturales que no fueran identificados como un desafío directo de la oposición (especialmente a partir del nombramiento de Joaquín Ruiz-Giménez como ministro de Educación sustituyendo a José Ibáñez Martín en 1951).[13]

Hay que tener en cuenta, además, que no solamente se desarrollaron manifestaciones artísticas españolas en el interior de España, sino fuera de ella, dada la extraordinaria potencia cultural del exilio republicano español, al que pertenecían figuras de la talla de Juan Ramón Jiménez, Pablo Ruiz Picasso, Julio González, Pau Casals, Luis Buñuel, los arquitectos de GATEPAC, José Ferrater Mora, María Zambrano, Américo Castro, Claudio Sánchez-Albornoz, Juan Negrín, Blas Cabrera, etc.[14]

Un prominente falangista, Ernesto Giménez Caballero, fue el principal teórico del arte fascista en España;[15]​ mientras que el más prestigioso teórico del arte español de la época, Eugenio d'Ors, se esforzó por la creación de un ambiente artístico afín al régimen pero abierto y asimilador (Salón de los Once, Academia Breve de Crítica de Arte, 1941-1954), incluyendo a las vanguardias, que pasaron con el tiempo a ser incluso una seña de identidad del régimen, cada vez más interesado en mostrar, tanto hacia el interior como hacia el exterior, una imagen de modernidad.[16]

Los artistas y literatos afines al franquismo han sufrido de una general minusvaloración por la historiografía y la crítica artística y literaria. Como sentenció Andrés Trapiello:

ganaron la guerra y perdieron la historia de la literatura.[17]

En correspondencia con el esquema menendezpelayano (identificación de España con lo católico y de su opuesto con lo antiespañol, venga de fuera o de adentro), el nuevo orden cultural y educativo que se pretendió crear en 1939 se centró de forma obsesiva en el nacionalismo y la religión.[18]​ Lo pretendiera o no, el franquismo no consiguió imponer una cultura totalitaria uniforme con carácter excluyente de otras manifestaciones culturales, y las fuentes historiográficas suelen utilizar los términos «tradicionalista», «autoritaria» y «dictatorial» para describirla.[19]​ Sí que significó, especialmente durante la posguerra, una cultura de imposición con actitudes de reconquista o imperialistas,[20]​ que supuso una fuerte represión, la depuración generalizada y sistemática del sistema educativo (el magisterio —comisión D—, las enseñanzas medias —comisión C— y la universidad —comisiones A y B—)[21]​ y de todas las instituciones culturales (las Reales Academias, que fueron agrupadas en el Instituto de España en 1938 —incluso Ramón Menéndez Pidal cesó como director de la de la Lengua entre 1939 y 1947—, museos como el Prado —al frente del que se repuso al director depuesto por la República en 1931—, el Ateneo de Madrid y otras, entre las que destacaron las más identificadas con el krausismoInstitución Libre de Enseñanza, Junta para la Ampliación de Estudios, Residencia de Estudiantes, Instituto Escuela—, que fueron recreadas de nueva planta —CSIC e Instituto Ramiro de Maeztu[22]​) para ponerlas en manos de las órdenes religiosas y de personalidades afines (sin demasiados miramientos procedimentales —oposiciones patrióticas[23]​) y la implantación de una censura ideológica y moral y de un aparato de propaganda que utilizó de forma eficaz los modernos medios de comunicación de masas (NO-DO, Prensa del Movimiento, el control estricto de las emisoras de radio y desde 1956 la televisión).[24]​ La persecución de los nacionalismos periféricos no significó la prohibición de las lenguas y culturas locales (catalán y cultura catalana, euskera y cultura vasca, gallego y cultura gallega), pero sí una política de imposición del castellano (si eres español, habla español)[25]​ en la educación y en la práctica totalidad de los ámbitos públicos, que no siempre se siguió en la misma medida y con la que ni siquiera todos los dirigentes del régimen estaban de acuerdo (polémica entre Carlos Sentís y Josep Montagut).[26]

En el reparto de parcelas de poder entre las familias del franquismo (católicos, azules, monárquicoscarlistas y juanistas— y militares —africanistas y de otras tendencias—) correspondieron a cada una de ellas ámbitos ministeriales y funciones no siempre bien delimitadas: a los católicos les correspondió el Ministerio de Educación Nacional, donde se centraba la mayor parte de la política cultural; pero a los azules les correspondía la política social y el aparato del Movimiento Nacional, que pretendía una presencia totalitaria en todos los aspectos de la vida pública e incluso privada. Cada una de las familias disponía de medios de comunicación afines.[27]

Fue muy significativo el encumbramiento a puestos de alta influencia en los ámbitos ideológico y cultural de personalidades clericales (Justo Pérez de Urbelbenedictino—, Plá y Deniel, Gomá, Eijo y Garay, Morcillo —obispos—)[28]​ o ingresados al clero ya en su madurez (las denominadas vocaciones tardías: Ángel Herrera Oria —líder de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, fue ordenado sacerdote con 53 años y llegó a obispo—, José María Albareda —del Opus Dei desde 1937, fue director del CSIC, y fue ordenado sacerdote con 57 años—, Manuel García Morente —destacado filósofo, fue ordenado sacerdote con 54 años—); de tal modo que se ha calificado el ambiente intelectual dominante como tomista, escolástico, neo-tomista o neo-escolástico, sustentado en la posición del Vaticano anterior al Concilio.[29]

La imagen ha sido moneda corriente desde poco después de la guerra civil. Primero circuló fuera de España; se suponía que en ella no quedaban más que “curas y militares”, y ni rastro de vida intelectual, refugiada en la emigración. La propaganda oficial, mientras tanto, afirmaba que se había eliminado —hacia el cementerio, la emigración, la prisión o el silencio— la escoria “demoliberal”, y se había restablecido el esplendor “imperial” de España, ejemplificado en nombres de los que hace mucho tiempo nadie se acuerda, y que no es piadoso recordar.
Julián Marías La vegetación del páramo.[30]

Los autores se procuran enumerar por géneros y por edad

Literatura y ambiente intelectual

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Tanto en la España de Franco como en el exilio y en la imagen de España en el exterior, la Guerra Civil (1936-1939) se perpetuó como referente vital y cultural.

La destrucción del patrimonio artístico español había sido de gran magnitud, no solo por actos de guerra, sino particularmente por la furia iconoclasta de la retaguardia republicana. Tales hechos fueron ampliamente divulgados por el nuevo Estado,[31]​ que a la vez pudo exhibir como un logro propio la recuperación de los fondos más importantes del Museo del Prado, puestos a salvo en Ginebra, y la obtención de la humillada Francia de Vichy de dos piezas emblemáticas salidas de España bajo diferentes circunstancias (la Inmaculada de Soult y la dama de Elche, 1941).[32]

La vida cultural española de la posguerra se vio trágicamente ensombrecida por la muerte violenta de destacadas personalidades identificadas con uno y otro bando (Federico García Lorca, Ramiro de Maeztu, Pedro Muñoz Seca). Por causas naturales habían muerto Valle Inclán y Unamuno (en enero y diciembre de 1936, respectivamente), Manuel Azaña y Antonio Machado (al poco de cruzar la frontera francesa en 1939). El poeta Miguel Hernández murió en prisión en 1942. Una de las imágenes de la época que más la identifican es el retrato[33]​ que le hizo su compañero de cautiverio Antonio Buero Vallejo, quien posteriormente alcanzaría gran aceptación con una amarga visión del ser humano y la sociedad en una escena teatral en la que incluso el humor de los comediógrafos del bando vencedor no podía sustraerse de lo absurdo (Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Edgar Neville, José López Rubio, Tonola otra generación del 27[34]​ y su epígono Alfonso Paso).

El «páramo cultural»

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A pesar de la producción literaria de los intelectuales afines al nuevo Estado Nacional, de la vuelta de algunas celebridades de gran peso internacional (Arturo Duperier, Ortega y Gasset, Salvador Dalí) y del mantenimiento de una mínima actividad científica (creación del Instituto de Estudios Políticos —1939—, del CSIC —1939— y del Instituto de Cultura Hispánica —1946—) y de algunos ámbitos de relación (tertulias como las del Café Gijón, revistas como Vértice —1937 a 1946—, Escorial —1940 a 1950—, Garcilaso-Juventud creadora —1943 a 1946—, Espadaña —1944 a 1951—, Ínsula —desde 1946—,[35]​ o Cántico —1947 a 1949—);[36]​ la posguerra española (años cuarenta e inicios de los cincuenta) algunos historiadores aseguran que para el interior de la destruida, hambrienta y aislada España la época fue un páramo cultural, agudizado por la represión, la depuración del sistema educativo y de las instituciones culturales, la desinfección política y religiosa del cine y el teatro, las purgas y quemas de libros y la censura,[37]​ no solo de obras españolas, sino de clásicos extranjeros: estaban prohibidas La cartuja de Parma y Rojo y negro, de Stendhal; Madame Bovary, de Flaubert, o El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, por poner solo unos pocos ejemplos. Lo mismo ocurría con autores mucho más clásicos. Es más, si conseguían "pasar" algunas obras, era por una tendenciosa o inexacta traducción. Comparar el periodo con el inmediatamente anterior, la Edad de Plata, da uno de los contrastes más claros de la historia de la cultura española.[38]​ La expresión «páramo cultural» o «páramo intelectual», muy utilizada, ha sido en sí misma objeto de debate y es para muchos autores injusta con las producciones culturales efectivamente existentes;[30]​ pero no obstante tiene la virtud de entroncarse en el debate esencialista, introspectivo y pesimista sobre el Ser de España que fue en sí mismo el tema intelectual más importante de la época (en 1949 se sustanció el debate en los libros, de explícitos títulos, de Pedro Laín EntralgoEl problema de España— y Rafael Calvo SererEspaña sin problema—).[39]

Desde la historia de la ciencia, el periodo se ha llegado a denominar como destrucción de la ciencia en España.[21]​ Posiblemente la forma más sintética de describirlo la hallaron algunos novelistas, poetas y dramaturgos en sus títulos: Carmen Laforet con Nada (1945), Dámaso Alonso con Hijos de la ira (1946) Alfonso Sastre con La mordaza (1954), Luis Martín Santos con Tiempo de silencio (1962) o Carlos Barral con Años de penitencia (1975).

Madrid es una ciudad de algo más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro.

Insomnio, en Hijos de la ira.

Vicente Aleixandre, entre los poetas del 27, fue el que mejor representó la apuesta vital e intelectual por un exilio interior fecundo pero discreto.[12]​ En cambio, destacados representantes de la generación de la amistad, como Dámaso Alonso y Gerardo Diego, se implicaron en las instituciones culturales del franquismo; mientras que otros (Luis Cernuda, Jorge Guillén, Pedro Salinas o Rafael Alberti) salieron a un exilio que compartieron con una pléyade de escritores (Ramón J. Sender, Claudio Sánchez-Albornoz, Américo Castro, Corpus Barga, José Bergamín, León Felipe, Francisco Ayala, Max Aub, Arturo Barea, María Zambrano, Castelao —en lengua gallega—, Josep Carner y Mercè Rodoreda —en lengua catalana—), científicos, artistas y profesionales de todas las disciplinas; cuyo reconocimiento internacional era altísimo en universidades y todo tipo de instituciones culturales, culminando en los premios Nobel de Juan Ramón Jiménez (literatura, 1956) y Severo Ochoa (medicina, 1959). La concesión del mismo premio a Aleixandre en 1977 —año en que regresaron destacados exiliados supervivientes— se entendió como la convalidación internacional de la recuperación de la democracia en España. Otros exiliados interiores de evidente trayectoria fueron Juan Gil Albert o Rafael Cansinos Asséns.

Los literatos próximos al franquismo (Manuel Machado —el hermano de Antonio, símbolo vivo de la división fratricida—, Eduardo Marquina, Eugenio d'Ors, Vicente Risco, Lorenzo Villalonga, Julio Camba, Wenceslao Fernández Flórez, Manuel García Morente, Tomás Borrás, Jacinto Miquelarena, José María de Cossío, el Marqués de Lozoya, Rafael Sánchez Mazas, Víctor de la Serna, José María Pemánel juglar de la Cruzada—, Ernesto Giménez Caballero, Manuel Halcón, Juan Antonio Zunzunegui, Ángel Valbuena Prat, Eugenio Montes, Samuel Ros, Agustín de Foxá, Luis Rosales, José María Gironella, José Luis Castillo-Puche, Emilio Romero) o los que por una razón u otra procuraron aproximarse, con distinta acogida por parte del régimen (Azorín, Jacinto Benavente, Ramón Pérez de Ayala, Carlos Arniches,[40]Josep Pla —escritor bilingüe en catalán y castellano—), han sufrido en su mayor parte un destino común en cuanto a su valoración por la crítica literaria posterior;[17]​ salvando las distancias, en cierto modo similar a la relegación o el desprecio que sufrieron los intelectuales que apoyaron a los regímenes fascistas europeos tras su derrota (casos de Celine, Heidegger o Ezra Pound).[41]​ Otros, como Camilo José Cela o Pío Baroja, han tenido más fortuna.[42]

El alineamiento en uno u otro bando de la guerra civil fue haciéndose algo difuso para un grupo cada vez mayor de personalidades intelectuales, tanto del exilio como del interior, convergiendo en lo que se ha venido en llamar una tercera España. Es el caso de Manuel de Falla y de Ramón Gómez de la Serna (ambos residieron hasta su muerte en Argentina pero no se identificaron especialmente ni con los exiliados republicanos ni con las autoridades franquistas, que procuraban atraérselos); de un significativo conjunto de exiliados republicanos a los que la violencia había distanciado del propio bando republicano desde el inicio de la guerra («los blancos de París»: Salvador de Madariaga, Niceto Alcalá-Zamora o Alfredo MendizábalComité Español por la Paz Civil, París, febrero de 1937—[43]​); y de otro significativo grupo, que optó por quedarse en España o volver en los primeros años de la posguerra: el médico y ensayista Gregorio Marañón o los filósofos Ortega y Gasset, Javier Zubiri y Julián Marías.[44]​ Simbólicamente, los tres principales animadores de la Agrupación al Servicio de la República de 1931 (Ortega, Marañón y Pérez de Ayala) coincidieron en su desesperanzado rechazo de ésta y en la resignada aceptación del régimen de Franco, retornando a España en los años cuarenta. Por su parte, un selecto grupo de intelectuales procedentes del falangismo se fue distanciando del régimen (el entorno de la revista Escorial, que ha recibido la polémica denominación de falangismo liberal:[45][37]Pedro Laín, Antonio Tovar,[46]Dionisio Ridruejo, José María Alfaro Polanco, Gonzalo Torrente Ballester, José Luis López Aranguren, Álvaro Cunqueiro —que continuó escribiendo la mayor parte de su obra en gallego—).

Algo similar ocurrió con la opción explícita de un notable grupo de poetas por desarraigarse (expresión de Dámaso Alonso) y abandonar el esteticismo garcilasista (propio del entorno de la revista Garcilaso-Juventud creadora: Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero) en favor de la poesía social (revista Espadaña —de 1944 a 1951—, Eugenio de Nora, Victoriano Crémer, a los que se asocia la trayectoria posterior de Gabriel Celaya y Blas de Otero —identificados habitualmente con el exilio interior—) o de un grupo de novelistas etiquetados como tremendistas (Camilo José CelaLa familia de Pascual Duarte, 1942—, Rafael García Serrano, Luis Landínez, Darío Fernández Flórez).

España, camisa blanca de mi esperanza,

reseca historia que nos abraza

con acercarse solo a mirarla;

paloma buscando cielos más estrellados

donde entendernos sin destrozarnos,

donde sentarnos y conversar.

(...)

España, camisa blanca de mi esperanza,

de fuera o dentro, dulce o amarga,

de olor a incienso de cal y caña;

¿quién puso el desasosiego en nuestras entrañas

nos hizo libres pero sin alas

nos dejó el hambre y se llevó el pan?

Blas de Otero

La «apertura»

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El final del franquismo fue un periodo tan prolongado como el anterior, en el que los cambios sociales ligados al desarrollo económico, la industrialización, la urbanización, la apertura al exterior y el turismo, tuvieron diferentes respuestas institucionales, entre las que destacó la actuación del Ministerio de Información y Turismo (1951), dirigido por Manuel Fraga entre 1962 y 1969 (Ley de Prensa e Imprenta de 1966, que sustituyó a la de 1938); y la reforma educativa de José Luis Villar Palasí (Ley General de Educación de 1970);[48]​ al tiempo que se producían cambios sustanciales en la Iglesia católica, hasta entonces uno de los principales apoyos de la España de Franco, que pasó a marcar claramente las distancias (aggiornamento, Concilio Vaticano II, pontificado de Pablo VI desde 1963 y presidencia del cardenal Tarancón en la Conferencia Episcopal desde 1971). La parte de la jerarquía eclesiástica claramente identificada con los elementos más inmovilistas, quedó (como estos mismos —lo que en los años setenta pasó a denominarse el búnker—) relativamente marginada de las posiciones centrales del poder.[49]​ En 1967 se promulgó una Ley de Libertad Religiosa. La alianza del centinela de Occidente (retórica expresión referida a España y al propio Franco, identificados entre sí) con los Estados Unidos para la defensa del mundo libre había pasado a ser el apoyo clave. Incluso se solicitó el ingreso en el Mercado Común Europeo, que fue denegado por la falta de homologación democrática (1962).

El régimen adaptaba su ideología de lo carismático a lo tecnocrático (denominación que se utilizaba para designar a los expertos pragmáticos ligados al Opus Dei), mientras que las alternativas ideológicas se planteaban cada vez con mayor audacia. Las consecuencias llegaron hasta tal punto que se ha descrito lo sucedido como una pugna o disputa de la hegemonía cultural, una crisis de hegemonía o una crisis ideológica.[50]

Algunos periódicos (Diario Madrid —obligado a cerrar en 1971—, Informaciones) y revistas (Triunfo, Cuadernos para el Diálogo, 1963-1976) aprovecharon hasta sus límites el relajamiento de la censura, en ocasiones sobrepasando la tolerancia de las autoridades y suscitando sonoros escándalos, lo que les convirtió en referentes políticos y culturales.

La universidad, un entorno problemático desde los sucesos de 1956 (protagonizados por hijos de uno y otro bando),[51]​ se convirtió en uno de los baluartes de la oposición al franquismo, como demostró en febrero de 1965 el escándalo de la privación de sus cátedras a Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo, con los que se solidarizaron Antonio Tovar y José María Valverde.[52]​ Los incidentes de 1968, simultáneos a la denominada revolución de 1968 en el resto del mundo, fueron su prolongación.

En el mundo literario, las figuras consagradas en el periodo anterior continuaron con una activa producción (Blas de Otero, Antonio Buero Vallejo, Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela —que fundó la revista Papeles de Son Armadans, 1956 a 1979—[53]​ o Miguel Delibes —quien, además de novelista, fue director de El Norte de Castilla—); pero la mayor novedad de las dos últimas décadas del franquismo fue la apertura de un significativo espacio cultural que ocuparon intelectuales cada vez más al margen del régimen o directamente hostiles. Entre esos nuevos autores de los años cincuenta se encontraban dramaturgos, novelistas y poetas de la talla de Alfonso Sastre, Francisco Nieva (teatro), Ignacio Aldecoa, Luis Martín-Santos, Armando López Salinas, Jesús Fernández Santos, Rafael Sánchez Ferlosio —hijo del falangista Sánchez Mazas—, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Juan Benet, Alfonso Grosso (narración, con gran importancia del cuento o relato breve) José Hierro, Jaime Gil de Biedma, José Manuel Caballero Bonald, Ángel González, Gloria Fuertes (poesía), Juan García Hortelano, Josep Maria Castellet (creación y crítica literaria). Muchos de ellos estuvieron vinculados en algún momento al PCE, a revistas como Revista Española, Laye o Acento Cultural (SEU, 1958-1961),[54]​ y la mayor parte han sido clasificados literariamente en la llamada generación del 50 o de los niños de la guerra (nacidos en los años veinte). Coetáneos suyos fueron Gabriel Ferrater, Joan Fuster, Vicent Andrés Estellés, Joan Brossa (literatura en catalán) o Txillardegi (literatura en euskera, uno de los fundadores de ETA). Salvador Espriu, el más prestigioso poeta catalán de la época, pertenece a una generación anterior; como es el caso de Celso Emilio Ferreiro (literatura en gallego).

Los más jóvenes (nacidos en los años cuarenta) recibieron la denominación editorial de novísimos (Félix de Azúa, Pere Gimferrer —escritor bilingüe en catalán y castellano—, Vicente Molina Foix, Ana María Moix, Leopoldo María Panero —hijo del poeta falangista cuya familia fue objeto del documental El desencanto de Jaime Chávarri, 1976—); mientras que otros, de cronología intermedia, son a veces agrupados con los de la generación del medio siglo, por su especial vinculación con éstos, incluso a pesar de no publicar hasta los años sesenta y setenta (Antonio Gamoneda, Antonio Gala, Fernando Sánchez Dragó, Gabriel Aresti —escritor en euskera—, Juan Marsé, Terenci Moix, Eduardo Mendoza) o haber debutado con la etiqueta de novísimos (Manuel Vázquez Montalbán).[55][56]​ Algunos casos habían optado por la salida a un segundo exilio (Fernando Arrabal, Juan Goytisolo, Agustín Gómez Arcos).[57]​ El impacto editorial del boom latinoamericano tuvo una gran influencia (editor Carlos Barral). Surgieron grupos de teatro independientes (Teatro Estudio de Madrid, TEI y Teatro Estable Castellano, impulsados por Miguel Narros y William Layton,[58]Los goliardos, Tábano, Els Joglars -Albert Boadella-, Comediants) que renovaron la tradición de teatro joven, heredera de La Barraca, y mantenida durante la posguerra por el Teatro Español Universitario.

Arquitectura

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En correspondencia con las consignas y lemas oficiales omnipresentes (Por el Imperio hacia Dios), se impuso una estética imperial y tradicionalista[59]​ que en arquitectura reproducía formas herrerianas y que ha sido denominado neoherreriano:[60]Ministerio del Aire de Madrid —Luis Gutiérrez Soto, 1943—, Universidad Laboral de GijónLuis Moya Blanco, 1946 a 1956—, y que se suele vincular política o ideológicamente a cualquiera de las familias del franquismo (incluyendo a monárquicos —tradicionalistas o carlistas y juanistas— y militares —africanistas—, pero sobre todo católicos y azules, nacionalcatolicismo y falangismo -precisamente Giménez Caballero había identificado al Monasterio de El Escorial como compendio de todas las virtudes del arte español y símbolo de lo que debería ser el arte fascista—,[15]​ allí fue trasladado el cadáver de José Antonio Primo de Rivera al término de la guerra civil —a hombros de falangistas que marcharon a pie desde Alicante, una manifestación similar a las contemporáneas de estética nazi—, y fue el nombre elegido para una de las revistas culturales más importantes de Falange, Escorial).

Además del referente escurialense, se utilizaban elementos del vocabulario neoclásico (también se ha utilizado el término neovilanoviano, por Juan de Villanueva), ruralistas o regionalistas, por lo que puede hablarse de un estilo ecléctico.[61]​ Algunas construcciones se asemejaron a los modelos nazi y fascista (la Casa Sindical, sede del Sindicato VerticalFrancisco de Asís Cabrero, 1949; precisamente otra de las revistas culturales más importantes se llamó Vértice—, o el Arco de la Victoria —arquitectos Modesto López Otero, Pascual Bravo Sanfeliú y escultores Moisés de Huerta, Ramón Arregui[62]​ y José Ortells, 1950 a 1956—, ambos en Madrid). La obra más ambiciosa fue el Valle de los Caídos (arquitectos Pedro Muguruza y Diego Méndez y escultor Juan de Ávalos, 1940-1958, Sierra de Guadarrama —donde terminó alojándose la tumba de José Antonio y la del propio Franco—). También tuvieron características tradicionalistas las obras arquitectónicas sevillanas de Aurelio Gómez Millán (Monumento al Sagrado Corazón de San Juan de Aznalfarache, 1948 —donde fue enterrado el Cardenal Segura—; y Basílica de La Macarena, 1949 —donde fue enterrado el general Queipo de Llano—), que también han sido calificadas de regionalistas.[63]

El racionalismo arquitectónico y el movimiento moderno, que ya se habían recibido en España durante los años treinta, no pudieron desarrollarse por sus iniciadores, los arquitectos de la GATEPAC (como el represaliado Josep Lluís Sert, que perdió su licencia de arquitecto y tuvo que emigrar) o Secundino Zuazo (que tuvo una trayectoria similar);[64]​ pero tuvieron continuidad en la obra de ingenieros como Eduardo Torroja, en la de arquitectos restringidos a obras más discretas en provincias (Real Club Náutico de Vigo, 1944, de Francisco Castro Represas; intervenciones en Gran Canaria de Miguel Martín-Fernández de la TorrePueblo Canario, Parador de la Cruz de Tejeda[65]​), o en la de arquitectos más jóvenes, como Francisco Javier Sáenz de Oiza, Alejandro de la Sota, Miguel Fisac, José Antonio Coderch, Oriol Bohigas o Rafael Leoz. La integración de los principios racionalistas en la estructura productiva de la industria de la construcción se hizo evidente, especialmente a partir de los años cincuenta y en el desarrollismo del franquismo final.

Escultura

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La poderosa escultura española vanguardista del periodo de entreguerras había quedado descabezada (en 1934 había fallecido Pablo Gargallo, en 1942, Julio González y Alberto Sánchez Pérez y Apel·les Fenosa se habían exiliado), un hiato que causó la continuidad de las formas clásicas o academicistas, adecuadas a la ideología oficial (José Capuz (1884-1964), Victorio Macho (1887-1966), Florentino Trapero (1893-1977), Juan de Ávalos (1911-2006) o Carlos Ferreira de la Torre (1914-1990)). Muy significativamente, a la muerte de Mariano Benlliure (1947), ABC tituló «Benlliure muere, pero no se rinde».[68]​ No obstante, tanto Benlliure como Victorio Macho hubieron de pasar «la inevitable depuración» por haber trabajado para el bando republicano (bustos del general Miaja y de la Pasionaria respectivamente).[69]​ También seguía productivo durante los años de la posguerra Josep Clarà.

En la década de 1950 se produjo un renacer del arte español, con la llegada de la siguiente generación, que se lanzó a la innovación con obras expresionistas y abstractas, la llamada escultura abstracta española: Pablo Serrano (1908-1985), Pablo Palazuelo (1915-2007), Eusebio Sempere (1923-1985), Martín Chirino (1925-2019) y Andreu Alfaro (1929-2012). Destacó un núcleo vasco de escultores: Jorge Oteiza (1908-2003), Eduardo Chillida (1924-2002), Agustín Ibarrola (1930-2023), Néstor Basterretxea (1924-2014), Patxi Xabier Lezama (n. 1967)). En los años setenta, ya en plena Transición, la formación del Museo de Escultura al Aire Libre del Paseo de la Castellana en Madrid, significó todavía un escándalo cultural, centrado en las dificultades para exhibir La Sirena Varada de Chillida.[70]


Pintura y artes gráficas

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La participación de artistas vinculados al bando nacional seleccionados por Eugenio d'Ors representando a España en la XXI Exposición Internacional de Arte de Venecia (junio de 1938) tuvo un impacto bastante discreto (seis pintores y cuatro escultores —incluyendo al portugués Lino Antonio y al uruguayo Pablo Mañé— de entre los que únicamente destacaba Zuloaga, que envió 28 obras y fue galardonado con el Gran Premio Benito Mussolini); en comparación con la admiración suscitada por los artistas vinculados al bando republicano en la Exposición Internacional de París de 1937, en cuyo pabellón (diseñado por Josep Lluís Sert y Luis Lacasa) se exhibieron el Guernica de Picasso, el Pagès de Miró, la Montserrat de Julio González, fotomontajes de Renau, etc.[72]​ Sin impresionarse por ello, José María Pemán no se privó de hacer su propia comparación: los mejores, con nosotros.[73]​ Curiosamente, el pabellón del Vaticano exhibía una espectacular Apoteosis de Santa Teresa de José María Sert, con lo que los dos Sert, tío y sobrino, representaron la división española.[74]

Del mortecino ambiente artístico posterior a la guerra civil es muestra que uno de los certámenes más destacados fuera la IV Exposición Internacional de Arte Sacro (Vitoria mayo-agosto de 1939).[75]

Los últimos años de tres grandes figuras de la pintura española del primer tercio del siglo: Ignacio Zuloaga, José María Sert y José Gutiérrez Solana (muertos los tres en 1945) pasaron oscuramente en la España de la posguerra.

Las estructuras oficiales de la pintura española en el franquismo estuvieron presididas por el academicismo (Fernando Álvarez de Sotomayor, director del Museo del Prado y de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, también es un buen ejemplo Ricardo Macarrón, el retratista de mayor éxito social), pero no carecieron de reconocimiento pintores de trayectoria vanguardista anterior a la guerra, como Benjamín Palencia, Pancho Cossío o Daniel Vázquez Díaz; mientras que la llegada de Salvador Dalí en pleno aislamiento internacional (1949) fue celebrada como un logro por las autoridades y como una deserción por el exilio. Joan Miró optó por desarrollar su trabajo de forma discreta y sin transigir con ningún tipo de actividad que pudiera interpretarse como colaborativa con el régimen; lo que en cambio sí le permitía extender su fértil influencia en los jóvenes artistas plásticos (de forma equivalente al exilio interior del poeta Vicente Aleixandre).[12]Maruja Mallo regresó a España discretamente en 1965. La estrategia de aperturas culturales del propio régimen incentivó el surgimiento de iniciativas estéticamente vanguardistas.[76]

Una nueva generación de pintores desarrolló, de forma prácticamente simultánea a otros informalismos (expresionismo abstracto estadounidense, pintura matérica y tachismo franceses), el arte abstracto español o informalismo español,[77]​ muy extendido geográficamente (con un núcleo catalán en torno al grupo Dau al SetAntoni Tàpies, Modest Cuixart, Josep Tharrats y el crítico Juan Eduardo Cirlot—, otro madrileño en torno al grupo El PasoManolo Millares, Antonio Saura, Rafael Canogar, Luis Feito, Juana Francés, Manuel Viola y los escultores Pablo Serrano y Martín Chirino—, otro aragonés en torno al grupo PórticoFermín Aguayo, Santiago Lagunas—, otro en Canarias, de donde provenían Millares y Chirino —César Manrique—, etc.) que Fernando Zóbel, Gerardo Rueda y Gustavo Torner consiguieron visibilizar en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca. También hubo abstracción analítica (Equipo 57 —fundado en París por un grupo de escultores, pintores y arquitectos españoles: Oteiza, Ibarrola, Ángel Duarte—)[78]​ La pintura figurativa no fue menos rupturista (Grupo Cántico de Córdoba, hiperrealismoAntonio López, Eduardo Naranjo—,[79]Estampa PopularJosé Ortega, Ortega Muñoz, Rafael Zabaleta, Ricardo Zamorano, José Duarte, Alejandro Mesa, Antonio Saura, Agustín Ibarrola, Josep Guinovart, Albert Ràfols-Casamada[80]​) llegando a lo explícitamente combativo (Juan Genovés), incluso desde presupuestos pop (Equipo Crónica).[81]​ Inicialmente solo algunos galeristas, como Juana Mordó, confiaron en estos artistas.[82]​ A medida que fueron obteniendo reconocimiento internacional (Bienal de Venecia, Bienal de Sao Paulo), incluso las instituciones más próximas al régimen, como las grandes empresas y la Fundación Juan March, se convencieron de lo conveniente y poco arriesgado que había pasado a ser mostrar su apoyo a los nuevos movimientos plásticos.[83]

A pesar de la convocatoria de algunos certámenes que acogían muestras de los artistas más innovadores (Bienal Hispanoamericana de Arte —Madrid, 1951—, Semana de Arte Abstracto —Santander, 1953—, precedidas ambas por la Semana Internacional de Arte Contemporáneo convocada en el entorno de la Escuela de Altamira —Santillana del Mar, 1950—); la identificación del arte contemporáneo español con un arte estéticamente moderno plenamente asimilado no recibió una clara sanción institucional hasta el final del periodo franquista. El Museo de Arte Moderno (que ocupaba los bajos de la Biblioteca Nacional) dividió sus fondos, pasando los del siglo XIX a ser expuestos en el Casón del Buen Retiro y los del XX a denominarse Museo Español de Arte Contemporáneo (directores José Luis Fernández del Amo y Fernando Chueca Goitia), que terminaron por ocupar en 1975 un gran edificio racionalista de la Ciudad Universitaria (posteriormente se volvieron a trasladar éstos al Centro Reina Sofía, donde también terminaría fijándose el destino definitivo del Guernica de Picasso, llegado a España en 1981).[84]​ Ya en 1963 se había inaugurado el Museo Picasso de Barcelona; mientras que hasta 1974 no se abrió el Museo Dalí y hasta 1975 no se abrió la Fundación Joan Miró.

El cartelismo español fue extraordinariamente importante en ambos bandos de la guerra civil. En el nacional destacaron Teodoro y Álvaro Delgado, José Caballero, Juan Antonio Acha, Jesús Olasagasti y Carlos Sáenz de Tejada, que en la posguerra continuaron publicando en Vértice y otros medios y también desarrollaron carreras de éxito como pintores (varios de ellos, junto con otros artistas —Juan Antonio Morales, José Romero Escassi, Pedro Pruna, Pedro Bueno, Emilio Aladrén—, trabajaron dirigidos por Juan Cabanas en el Departamento de Plásticas, Sección de Información y Propaganda de la Vicesecretaría de Educación Popular de Falange).[86]​ Además de la ilustración, el muralismo fue un campo de expresión privilegiado para la pintura más explícitamente imperial (Sáez de Tejada, Reque Meruvia).

Productos de gran consumo

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En la posguerra española subsistió una presencia de profesionales de las artes gráficas, procedentes de ambos bandos, que permitieron la pujante producción editorial del cómic en España. Su temática era inequívocamente afín al régimen (Flechas y Pelayos, Roberto Alcázar y Pedrín, El Guerrero del Antifaz, etc.); retrospectivamente se ha interpretado como un escapismo social (junto a la novela rosaRafael Pérez y Pérez, Corín Tellado— y las novelas del oesteMarcial Lafuente Estefanía—, los seriales radiofónicos —Lo que no muere, Ama Rosa, Simplemente María, Luisa Alberca, Guillermo Sautier Casaseca, Celia Alcántara[87]​ el Consultorio de Elena Francis, la canción española, el cine español y otros espectáculos —pan y fútbol—) y una de las bases de la educación sentimental de todos los jóvenes, fuera cual fuera su posterior trayectoria, incluidos los que se alinearon con la oposición al franquismo.[56]​ La revista satírica La Codorniz (1941-1978), que surgió de la experiencia de La Ametralladora (revista humorística del bando nacional durante la guerra civil) en torno a personalidades a las que no podía acusarse de opositores al régimen (Miguel Mihura, Álvaro de la Iglesia),[88]​ fue un medio para publicar dibujos y textos que sorteaban la censura, y fue un semillero de humoristas gráficos de prensa (Mingote, Forges, Máximo) y de experiencias posteriores aún más conflictivas (Hermano LoboChumy Chúmez, Perich, Summers, Ops— 1972-1976).

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Además del veterano Joaquín Turina (muerto en 1949), Joaquín Rodrigo fue la figura más importante de la música culta española del franquismo (Concierto de Aranjuez, 1940).[89]​ Asimismo, también dispuso de directores de la talla de Ataúlfo Argenta,[90]​ e intérpretes excepcionales como Nicanor Zabaleta (arpa), Narciso Yepes y Andrés Segovia (guitarra española). Los compositores rupturistas de la generación del 51 (Cristóbal Halffter, Carmelo Bernaola, Luis de Pablo),[91]​ no alcanzaron reconocimiento público hasta muchos años más tarde. La danza española se codificó con Vicente Escudero (Decálogo del buen bailarín, 1951), y se desarrolló con artistas de la talla de Carmen Amaya, Antonio el Bailarín y Antonio Gades.

Con la formación del primer Gobierno Regular se establecieron distintos Servicios Nacionales. Entre ellos, el Servicio Nacional de Bellas Artes, dirigido por Eugenio d´Ors a través del que se abordó la cultura y la vida musical española desde ámbitos distintos. Se nombró a Manuel de Falla director del Instituto Español (aunque este rechazó el cargo) y se aplicó una lectura más nacionalista a su obra. Se realiza un nuevo intento de creación de la ópera nacional y, con ello, resurge una brillante generación de cantantes de ópera (Victoria de los Ángeles, Alfredo Kraus, Pedro Lavirgen, Montserrat Caballé). Toda la actividad musical del país se encontraba regida por el organigrama definido desde estos Servicios Nacionales.[92]

Los folklores regionales fueron revitalizados a través del extenso trabajo de rescate y recopilación de Coros y Danzas (Sección Femenina de Falange);[93]​ y de esfuerzos individuales como el del dulzainero segoviano Agapito Marazuela. La música popular estuvo presidida por la denominada canción española, en la que intérpretes como Imperio Argentina, Concha Piquer, Juanita Reina, Juanito Valderrama o Lola Flores ponían voz a la obra de compositores y poetas de extraordinaria calidad, como Quintero, León y Quiroga. Además de las folclóricas o tonadilleras, los protagonistas de la canción ligera más del gusto del Caudillo y su esposa acudían a las galas benéficas y a las recepciones presididas por éstos; no obstante muchos han procurado distanciarse posteriormente (Sara Montiel, Marisol, Rocío Dúrcal, Manolo Escobar, Rosa Morena, Rafael, Julio Iglesias, Víctor Manuel,[94]​ etc.)[95]

El jazz en España se desarrolló en un entorno minoritario y elitista. La introducción de la denominada música moderna o juvenil a partir de los años 60 (pop y rock) comenzó de forma minoritaria e incluso, a medida que se expandía, fue ridiculizada (Conchita Velasco y Tony Leblanc interpretando «Chica ye ye», en Historias de la televisión de Sáenz de Heredia, 1965; gestión de la visita de The Beatles, 1965);[96]​ pero se procuró su integración en los cauces de la industria discográfica (canciones del verano, participación en el festival de Eurovisión —ganado en 1968 por Massiel con una canción del Dúo Dinámico que se impidió cantar en catalán a Joan Manuel Serrat—, vinculación a la música clásica —Himno de la Alegría de Waldo de los Ríos y Miguel Ríos, 1969—). La canción protesta o de cantautores fue utilizada como un mecanismo de oposición (Els Setze Jutges —entre los que se contaban Joan Manuel Serrat, Maria del Mar Bonet y Lluís Llach—, Luis Eduardo Aute, Rosa León, Raimon, Cecilia, Paco Ibáñez, Chicho Sánchez Ferlosio —hijo del falangista Sánchez Mazas y hermano del novelista de los 50—).

Las canciones no mienten.
Manuel Vázquez Montalbán, Crónica sentimental de España[97]

Cine

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Salón de teatro del Palacio de El Pardo. Franco se hacía proyectar en él sesiones privadas de cine. Se hicieron famosas algunas de sus reacciones, como su permisividad ante la escandalosa Gilda —por haberle caído simpática la actriz protagonista, de padre español—, el estimar inofensiva Ana y los lobos de Saura —porque «no se entendía nada»—, o su incomprensión ante el escándalo vaticano por Viridiana —porque consistía simplemente en «chistes de baturros»—.[98]

El propio Franco era muy aficionado al cine,[99]​ y escribió (bajo seudónimo) el guion de Raza (1941, José Luis Sáenz de Heredia). La colaboración con el cine alemán e italiano durante la guerra mundial dio paso, tras la derrota del Eje, a la recepción del cine estadounidense en un entorno de censura nacionalcatólica; y a una producción interior, sometida a un férreo control económico (el crédito sindical), en la que únicamente contados cineastas e intelectuales próximos a Falange se pudieron permitir algunas producciones de carácter crítico (Surcos —1951, dirigida por José Antonio Nieves Conde y con guion de Gonzalo Torrente Ballester—).

Obviamente, la posguerra estuvo dominada por un cine imperial y nacionalcatólico que glorificaba el pasado histórico y la misión salvífica de clero y ejército (Los últimos de Filipinas —1945, Antonio Román—, Reina santa —1947, Rafael Gil, que el mismo año protagonizó con La fe un escándalo en la teocrática Sevilla del cardenal Segura—,[100]Locura de amor —1948, Juan de Orduña—, La mies es mucha —1948, Sáenz de Heredia—, Botón de ancla —1948, Ramón Torrado—, Balarrasa —1950, Nieves Conde—, Alba de América —1951, Juan de Orduña, 1951—, Amaya —1952, Luis Marquina—, Molokai —1959, Luis Lucia—), junto a un cine más ligero, cómico y folclórico-musical, que también cumplía su papel ideológico al defender la institución familiar y, presentando la imagen de la sociedad española como próspera, feliz y unida, negar todo posible conflicto de clase o territorial (Morena Clara —1954, Luis Lucia—, Esa voz es una mina —1956, Luis Lucia—, Las chicas de la Cruz RojaRafael J. Salvia, 1958—, La gran familia —1962, Fernando Palacios—). En estos mismos géneros surgió el fenómeno de los niños prodigio (Pablito CalvoMarcelino pan y vino, 1955, Ladislao Vajda—, JoselitoEl pequeño ruiseñor, 1956, Antonio del Amo—, MarisolUn rayo de luz, 1960, Luis Lucia—, Rocío DúrcalRocío de la Mancha, 1963, Luis Lucia—, Ana BelénZampo y yo, 1965, Luis Lucia—).

Simultáneamente, directores como Luis García Berlanga (Bienvenido Mister Marshall, 1953), Juan Antonio Bardem (Muerte de un ciclista, 1955), Marco Ferreri (El pisito, 1958), Francisco Rovira Beleta (Los Tarantos, 1962), Manuel Summers (Del rosa al amarillo, 1963), Fernando Fernán Gómez (El extraño viaje, 1964), Basilio Martín Patino (Nueve cartas a Berta, 1965), Carlos Saura (La caza, 1965) o Víctor Erice (El espíritu de la colmena, 1973), junto a guionistas como Rafael Azcona y Pedro Beltrán y productores como Elías Querejeta, iban encontrando los resquicios que permitía la cada vez más flexible censura y consiguieron películas que pueden considerarse alternativas, tanto por su carácter excepcional como por su renovación estética y de contenidos. Al final del periodo, incluso se buscó recuperar a un exiliado como Buñuel (al que se permitió rodar en España Viridiana, 1961, y Tristana, 1970).

Se hizo famosa la definición del cine español que realizó Bardem en las Conversaciones cinematográficas de Salamanca de 1955:[101]

políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico

Televisión

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Uno de los momentos más impactantes de la televisión del tardofranquismo fue la del angustioso telefilm La cabina, de Antonio Mercero, interpretado por José Luis López Vázquez.

La televisión española tuvo su primera emisión en 1948 y programación regular desde 1956 (desde 1966 con dos canales). No se convirtió en un medio de comunicación de masas hasta los años sesenta y setenta, a medida que la cobertura fue alcanzando prácticamente todo el territorio y que el equipamiento familiar de electrodomésticos se generalizó entre las clases medias e incluso bajas. En el ámbito rural se impulsaron los teleclubs (Red Nacional de Teleclubs, 1964-1978 —750 000 socios en 5 000 centros, el primero creado en Matilla la Seca, Zamora—).[102]

Su planteamiento como monopolio estatal (Ministerio de Información y TurismoArias-Salgado, Manuel Fraga, Sánchez Bella, Pío Cabanillas y León Herrera—) y la gestión de sus dirigentes (Jesús Suevos Fernández, Jesús Aparicio-Bernal y desde 1969 Adolfo Suárez), estaban destinados a aprovechar las enormes posibilidades de control y manipulación social que ofrecía el medio en los tres ámbitos del entretenimiento, la información y la formación.

No obstante, se dieron algunas muestras de valor cultural notable, a cargo de profesionales de gran creatividad: Estudio 1 (desde 1965, adaptaciones de obras teatrales dirigidas por Gustavo Pérez Puig, Pilar Miró, Pedro Amalio López, Cayetano Luca de Tena, etc.), Alfonso Sánchez (crítica de cine), Adolfo Marsillach (series como Silencio, se rueda, 1961), Narciso Ibáñez Serrador (Historias para no dormir, 1966, Historia de la frivolidad, 1967), Valerio Lazarov (El Irreal Madrid, 1969), Antonio Mercero (Crónicas de un pueblo, 1971, La cabina, 1972), Mario Camus (Si las piedras hablaran, con Antonio Gala, 1972), Fernando Fernán Gómez (Juan Soldado, 1973, El pícaro, 1974), Luis Miravitlles (Visado para el futuro y otros programas de divulgación científica desde 1963), Félix Rodríguez de la Fuente (documentales de naturaleza —desde 1974 la serie El Hombre y la Tierra—); otros programas culturales que contaron con colaboradores como Pedro de Lorenzo (Los ríos, 1975) o Joaquín Calvo Sotelo (La bolsa de las palabras, 1975); así como otros de carácter claramente adoctrinador (Por tierra, mar y aire —militar—, El alma se serena, Por las rutas de San Pablo —religiosos—, etc.)

Los servicios informativos, que no podían plantearse ningún tipo de independencia frente a la política oficial, no obstante alcanzaron un alto nivel en algunos reportajes, corresponsalías y enviados especiales (Informe Semanal, desde 1973).[103]

De entre los programas de entretenimiento destacó la repercusión alcanzada por los de José María Íñigo y por concursos como Cesta y puntos (1965), Un millón para el mejor (1968) y sobre todo Un, dos, tres... responda otra vez (Ibáñez Serrador, desde 1972); Joaquín Soler Serrano, que comenzó con el concurso Carrusel (1960), llegó a ser el entrevistador más prestigioso (A fondo, desde 1976, ya en la transición).

La programación infantil (Los Chiripitifláuticos, desde 1966, Un globo, dos globos, tres globos, desde 1974) contó con personajes como Herta Frankel y la participación esporádica de Gloria Fuertes, autora de la letra de la sintonía del programa.[104]

Véase también

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Referencias

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  1. «El logo del CSIC, pendiente de ser liberado de su connotación fascista». Canarias Insurgente. 21 de septiembre de 2010. 
  2. «Orden de 8 de marzo de 1940, Ministerio de Educación Nacional». Consultado el 1 de marzo de 2020. 
  3. Obligando al CSIC a ocultar su vergonzosa historia, en Tiempo de Historia (fecha acceso 2011).
  4. Canarias insurgente, web cit.
  5. Véase el nombre de las ciencias en una escultura existente en Santiago de Compostela panoramio.com Archivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine. (fecha acceso 2011).
  6. Véanse la portada de la revista de marzo de 1955, sin nombres (fecha acceso 2011).
  7. Véase la imagen corporativa del CSIC Archivado el 26 de junio de 2012 en Wayback Machine. (fecha acceso 2011).
  8. Uso bibliográfico de «cultura franquista» en español, en francés y en inglés; y de «arte franquista» en español, en francés y en inglés. Uso bibliográfico de «arte del franquismo», en español, en francés (ninguno a 14/4/2011) y en inglés (ninguno a 14/4/2011); y de «cultura del franquismo» en español, en francés y en inglés. Uso bibliográfico de «pintura franquista», «escultura franquista», «arquitectura franquista», «música franquista», y «cine franquista»; de «pintura del franquismo» (ninguno a 14/4/2011), «escultura del franquismo» (ninguno a 14/4/2011), «arquitectura del franquismo», «música del franquismo» y «cine del franquismo» (fecha acceso 2011).
  9. Más allá de la identificación, matización u oposición terminológica entre nacionalcatolicismo, falangismo —o nacionalsindicalismo—, fascismo y franquismo, las denominaciones arte falangista, cultura falangista, estética falangista, pintura falangista, escultura falangista, arquitectura falangista, literatura falangista, etc., tienen un uso amplio, que se puede restringir a los productos culturales más identificados con Falange y específicamente con la familia azul dentro de las familias del franquismo; aunque muy habitualmente se generaliza para englobar la totalidad de lo identificado con la denominada España nacional, franquista o de Franco (p. ej. Arte franquista, arte falangista, título del capítulo correspondiente en Ángel Llorente, op. cit.). Las denominaciones arte fascista español, pintura fascista española, escultura fascista española, arquitectura fascista española, cultura fascista española, literatura fascista española, etc., son menos utilizadas, pero hay ejemplos:
    Las denominaciones arte nacionalcatólico, pintura nacionalcatólica, escultura nacionalcatólica, arquitectura nacionalcatólica, cultura nacionalcatólica, literatura nacionalcatólica, estética nacionalcatólica también tienen algún uso.
  10. José Andrés Gallego España actual: España y el mundo(1939-1975), 1995.
  11. Juan Casco y Antonio Espino «En el centenario de López Ibor.» 9 de mayo de 2006. El País.
  12. a b c Expresión de Miguel Salabert para un artículo en L'Express de 1958; citado por él mismo en la introducción a El exilio interior, 1988, Barcelona: Anthropos. El libro fue escrito en 1961 y tuvo problemas para editarse en España (Carta al director de El País. de José Manuel Fajardo 30/12/1984. La nómina de los pertenecientes a tal categoría no es fácil de determinar. La bibliografía suele referirse a Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso, pero en el caso de Alonso solo puede atribuirse al periodo anterior a su integración en las instituciones (Real Academia). También es muy frecuente la inclusión de Juan Gil Albert (ejemplos) o de Rafael Cansinos Assens (ejemplos) entre los literatos, y de Joan Miró (ejemplos) entre los artistas plásticos. El Epistolario del exilio de Max Aub con autores del exilio interior recoge cartas de Celaya, Landínez, Fuertes, Aleixandre, José Agustín y Luis Goytisolo, Gil Albert, Aranguren, Mainer, Gubern, Matute y otros (Web de la fundación Max Aub Archivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine.). Otra nómina lista a Gabriel Celaya, Blas de Otero, José Hierro, Eugenio de Nora, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente (Claude Le Bigot, Lectures de Neruda, p. 87. Es muy habitual que al describir a un autor, se le atribuya su pertenencia al exilio interior, argumentándolo como un mérito (por ejemplo, es legítimo hablar de exilio interior, para el caso de Ángel González: José Luis García Martín, La poesía y sus circunstancias, p. 250).
  13. «Ruiz Giménez no estaba solo. Dio paso a una serie de personajes que se revelarían capitales en el proceso de amoldamiento mutuo entre el poder y la vanguardia. Durante su mandato en el ministerio de Educación (1951-1956), se creó un cierto clima liberal.» (marzo, op. cit., p. 25).
  14. * El 85 por ciento de los profesores universitarios de España, con once rectores a la cabeza... editaron más de 650 periódicos, algunos con tiradas impresionantes, de hasta 100.000 ejemplares (Jorge Domingo, El exilio republicano español en Cuba, p. xvii). La cifra probablemente sea excesiva: José Antonio Biescas y Manuel Tuñón de Lara (España bajo la dictadura franquista, tomo 10 de Historia de España, Barcelona, Labor, 1980. ISBN 84-335-9431-1, p. 16) hablan de dos tercios del profesorado universitario exiliados o destituidos.
  15. a b En 1934, tras acudir a un congreso en Italia, Ernesto Giménez Caballero había publicado en F. E. el artículo «Arte y Estado», convertido en libro en 1935. Allí identificó el monasterio de El Escorial como «compendio de todas las virtudes del arte español» y «símbolo de lo que debería ser el arte fascista» (véase bibliografía sobre el tema).
  16. * «Había que demostrar al mundo que el Alzamiento no había sido solo una sublevación de militares, moros, banqueros y clérigos, sino que también habían intervenido intelectuales y personas civiles de muy diversas procedencias». Sin embargo, y a pesar de algunos tímidos esfuerzos, no se llegó a emprender el camino hacia esa «cultura asuntiva y superadora» de la que nos habla Laín Entralgo. La primera cita, de una entrevista a Pedro Sáinz Rodríguez; la de Laín, de Descargo de Conciencia (1930-1960), Barcelona, Barral, 1976; en Alted, op. cit., p. 224.
    • Son muy clarificadoras las reflexiones de Jorge Luis Marzo, planteadas en forma de pregunta: «En 1960, los artistas españoles triunfan en el MOMA de Nueva York... El evidente acercamiento cultural del franquismo hacia los Estados Unidos durante los años 50, en el marco del apoyo político norteamericano a Franco, ¿pudo constituirse como resultado de la (des)politización internacional del formalismo abstracto? Y si así era, ¿cómo fue recibida la vanguardia informalista española, producida bajo y por una dictadura, en países democráticos, que blandían la abstracción como bandera simbólica de la libertad?... [Se debe distinguir entre] prácticas “modernas”... del arte pictórico y escultórico —y sus aparatos literarios— que siguió respondiendo a algunas de las premisas clásicas de las vanguardias europeas de preguerra... [y las] obras meramente académicas... Hablar de “vanguardia”, no implica, al menos abiertamente, que toda ella, anterior y posterior a la guerra civil, participara de las mismas premisas que los artistas “modernos” eclosionados a principios de los años 50... “vanguardia” en el sentido oficial que el Estado daba a sus apuestas por el arte moderno. Todo arte moderno que no tuviera sello oficial, no era vanguardia, porque “no era políticamente moderno”. En fin, la cultura franquista, como buena heredera del barroco, supo crear retorcidos retruécanos. Y duraderos». (Arte moderno y franquismo. Los orígenes conservadores de la vanguardia y de la política artística en España, 2006.)
    • Julián Díaz Sánchez y Ángel Llorente Hernández, La crítica de arte en España (1939-1976), Akal, 2004, ISBN 84-7090-440-X.
    • María Dolores Jiménez Blanco, «Academia Breve de Crítica de Arte», en Enciclopedia Madrid S.XX, fuente citada en Academia Breve de Crítica de Arte en Madripedia (fecha acceso 2011).
  17. a b Andrés Trapiello, Las armas y las letras: literatura y Guerra Civil (1936-1939), Península, 2002, ISBN 8483075197; reeditado en Destino, 2009 ISBN 84-233-4191-7. Citado por Javier Rodríguez Marcos en «Generales, curas y señoritos españoles». 30 de marzo de 2009. El País.
  18. «¿De qué fuentes o corrientes ideológicas se nutre esta interpretación de la historia de España?... las formulaciones realizadas entre 1930 y 1936 por los ideólogos de los grupos anteriormente citados [fuerzas o tendencias políticas e ideológicas diversas (falangistas de distintas orientaciones, monárquicos alfonsinos, tradicionalistas y católicos provenientes básicamente de la extinta CEDA)] integrados dentro del círculo interno del poder franquista. Estos autores son, en concreto: José Antonio Primo de Rivera ['Obras completas', Madrid, 1942], José Monge y Bernal ['Acción Popular (estudios de biología política)', Madrid, 1936], Ramiro de Maeztu ['Defensa de la Hispanidad', Madrid, 1934] y Jorge Vigón ['Historia de España seleccionada en la obra del maestro Marcelino Menéndez y Pelayo', Madrid, 1933 - La de J. Monge es la única obra que conocemos de un miembro cualificado de la CEDA en la que se hace, aunque de forma muy sucinta, una interpretación de la historia de España]... los carlistas... pueden ser aunados, en el aspecto concreto que estudiamos sin grave distorsión, con las formulaciones de los representantes de Acción Española... El que el franquismo inicial presente una ideología basada en la versión más tradicional del catolicismo creemos que hay que interpretarlo, por una parte, como resultado de la debilidad del falangismo (tanto ideológica, como política y social) y por otra como ideología que permitía una mayor posibilidad de acuerdo dentro del círculo interno de poder franquista». Rafael Valls, Ideología franquista y enseñanza de la historia en España, 1938-1953, en Josep Fontana (ed.) España bajo el franquismo, Barcelona, Crítica, 1986, ISBN 84-7423-284-8, pp. 234-245. En el mismo estudio, se cita el texto del prólogo de la Ley de la Reforma de la Segunda Enseñanza de 20 de septiembre de 1938:
    El depósito de la genuina cultura de España, a costa de tanto heroísmo salvado, exige de aquellos que han sido llamados a custodiarlos y a transmitirlo, los cuidados más abnegados... reformas radicales que el porvenir de la enseñanza española imperativamente requiere... rápidamente, influir en la transformación de una sociedad y en la formación intelectual y moral de sus futuras clases directoras... La revalorización de lo español, la definitiva extirpación del pesimismo antihispánico y extranjerizante, hijo de la apostasía y de la odiosa y mendaz leyenda negra, se ha de conseguir mediante la enseñanza de la Historia Universal (acompañada de la Geografía), principalmente en sus relaciones con la de España. Se trata así de poner de manifiesto la pureza moral de la nacionalidad española; la categoría superior, universalista, de nuestro espíritu imperial, de la Hispanidad, según concepto felicísimo de Ramiro de Maeztu, defensora y misionera de la verdadera civilización, que es la Cristiandad.
  19. Stanley G. Payne «Cultura y educación» en El primer franquismo, Temas de Hoy, 1997, pp. 102 y ss.
  20. Francisco Javier Paredes Alonso, Historia contemporánea de España: Siglo XX, p. 868.
  21. a b Pueden verse los textos de las órdenes ministeriales en los que se acuerda, por ser pública y notoria la desafección... por sus actuaciones... por su pertinaz política antinacionalista y antiespañola y dada la evidencia de sus conductas perniciosas que hacían completamente inútiles las garantías procesales... separar definitivamente del servicio y dar de baja en sus respectivos escalafones a una impresionante nómina de profesores, en Luis Enrique Otero Carvajal (dir), Mirta Núñez Díaz-Balart, Gutmaro Gómez Bravo, José María López Sánchez, Rafael Simón Arce: La destrucción de la ciencia en España. Depuración universitaria en el franquismo Complutense, Madrid, 2006 ISBN 978-84-7491-808-3 (reseña de Salvador López Arnal). Véase también Luis Enrique Otero Carvajal: «La destrucción de la ciencia en España. Las consecuencias del triunfo militar de la España franquista.» En Historia y Comunicación Social. número 6. Universidad Complutense, Madrid, 2001. ISSN 1137-0734 pp. 149-186. La mayor parte de las depuraciones fueron sanciones meramente simbólicas, ya que muchos de los afectados estaban o muertos o en el exilio. De los que permanecieron en España algunos fueron objeto también de persecución penal, como Julián Besteiro, que murió en la cárcel, o Juan Peset, que fue fusilado. No pocos de los represaliados administrativamente no tenían una vinculación política especial con las izquierdas, como Flores de Lemus. Entre los profesores de bachillerato depurados estaba Antonio Machado (a pesar de haber muerto en Francia) entre los profesores de Escuela Normal Eliseo Gómez (fusilado), y entre los maestros Amós Acero y Vicente Moliner (ambos fusilados). Biescas y Tuñón (op. cit., p. 16) dan la cifra de 7000 maestros entre los 270 000 presos totales en campos de concentración y cárceles del primer periodo franquista; y la de «dos tercios del profesorado universitario exiliados o destituidos».
  22. Elvira Ontañón «El Instituto-Escuela, un proyecto educativo vigente.» 23 de abril de 2007. El País. Entre las pocas instituciones educativas que escaparon del modelo nacional-católico (colegio alemánNoticia del de Madrid, El Liceo francés de Madrid, breve cronología—, liceo francésArchivado el 1 de julio de 2011 en Wayback Machine.—), estuvo el Colegio Estudio, fundado en 1940 como continuidad del proyecto institucionista, bajo la dirección de Jimena Menéndez-Pidal, esposa de Miguel Catalán Sañudo; en lo que puede interpretarse como un exilio interior institucional. El colegio Estudio, una aventura pedagógica en la España de la posguerra (exposición de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Madrid, 2009 -reseña del catálogo Archivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine. reseña de la exposición) (fecha acceso 2011).
  23. Jaume Claret Miranda, El atroz desmoche: la destrucción de la universidad española, p. 356.
  24. * José Miguel Delgado, Propaganda y medios de comunicación en el primer franquismo (1936-1959), Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2006.
  25. Luis Hurtado Álvarez, Si eres español, habla español, en Unidad, 18 de mayo 1937. Citado en escueladesara.com Archivado el 7 de julio de 2010 en Wayback Machine.
  26. Josep Montagut i Roca, canónigo catalán citado por Jorge Martínez Reverte: La caída de Cataluña, donde se da cuenta de la polémica, en la que intervinieron también Serrano Súñer, Dionisio Ridruejo, Josep Vergés Matas, Francesc Cambó, Josep Pla y Manuel Aznar.
  27. La Iglesia, a cambio del apoyo prestado a la sublevación, exigió el régimen el control del campo que tradicionalmente había considerado suyo: la educación y enseñanza. Por su parte, la Falange como partido único iba a intentar imponerse a través de los mass media. Ello explica el reparto de poderes que se realizó tras la constitución del primer gobierno por Ley de 30 de enero de 1938. En el Ministerio del Interior (Servicios Nacionales de Prensa y Propaganda) los falangistas; en el de Educación, los monárquicos de Acción Española, con Pedro Sainz Rodríguez al frente, bajo la atenta vigilancia del cardenal Gomá, primado de España.... nombró a sus colaboradores siguiendo esa táctica de aunar diferentes posiciones ideológicas que había presidido la constitución del gobierno. En el Servicio Nacional de Primera Enseñanza, el tradicionalista Romualdo de Toledo; en el de Enseñanza Superior y Media, José Pemartín, monárquico de Acción Española; en el de Enseñanza Técnica y Profesional, un técnico, Augusto Krahe. Encargado de Bellas Artes, Eugenio d'Ors, y de Archivos y Bibliotecas, Javier Lasso de la Vega... la necesidad de nombrar a alguien vinculado con Falange la obvió con Alfonso García Valdecasas, un falangista de primera hora, amigo personal suyo, que ocupó un cargo eminentemente técnico y administrativo: el de subsecretario... política educativa y cultural que desarrollaría uno de sus más caracterizados representantes, discípulo de Menéndez y Pelayo [se refiere al propio ministro Sainz Rodríguez], a quien convirtió en mentor de aquélla junto con el pedagogo y educador católico Andrés Manjón. Alicia Alted, Notas para la configuración y el análisis de la política cultural del franquismo en sus comienzos: la labor del Ministerio de Educación Nacional durante la guerra, en Fontana, op. cit., pp. 217-218.
  28. La Carta colectiva del episcopado Español a los obispos del mundo entero de 9 de julio de 1937 había supuesto la sanción de la alianza entre Franco y la Iglesia, que interpretaba la guerra civil como una cruzada y a la figura de Franco como un don de la Providencia, que la había salvado de una horrenda persecución. A Franco se le recibía bajo palio en las ceremonias religiosas y se incluyó su nombre en la liturgia de la misa. No obstante, no hubo unanimidad, ni siquiera en la jerarquía: El cardenal Segura, que la República había conseguido privar de su sede toledana, regresó a España durante la guerra y ocupó el arzobispado de Sevilla, desde el que mantuvo fuertes enfrentamientos con Franco, pretendiendo una supremacía teocrática incompatible con la construcción del liderazgo cesarista del Caudillo. Por razones totalmente opuestas, Francisco Vidal y Barraquer, arzobispo de Tarragona, que se había negado a firmar la Carta Colectiva, no pudo volver a España y murió en el exilio en 1943.
  29. * Xosé Chao Rego Iglesia y franquismo: 40 años de nacional-catolicismo (1936-1976) Tresctres, 2007, ISBN 84-935562-0-3 Véase también Manuel Mindán Manero, Santiago María Ramírez
  30. a b Uso bibliográfico de «páramo cultural» y «páramo intelectual». En Juan Luis Suárez, El ensayo español del siglo XX, 1900-1990, p. 60, la expresión se atribuye a José Luis Abellán. Julián Marías indica que «primero circuló fuera de España», es decir, entre los exiliados (La vegetación del páramo Archivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine., publicado en La Vanguardia y El País, el 19 y el 21 de noviembre de 1976; artículo muy reproducido, donde propone como más ajustada la expresión «páramo institucional»). La expresión aparece usada de forma extensa por Luis Marañón, «Cuarenta años de páramo cultural.» 27 de julio de 1976. El País. La expresión «desierto intelectual» es citada por Ramón Menéndez Pidal como usada por Marcelino Menéndez y Pelayo para referirse a su propia época (finales del XIX y comienzos del XX). Joaquín Pérez Villanueva, Ramón Menéndez Pidal: su vida y su tiempo, p. 168.
  31. Recopilación con profusión de imágenes de La dominación roja en España. Causa General (1961), que se fue publicando parcialmente (Avance de la información instruída por el Ministerio Público, Eduardo Aunós, 1943).
  32. Colorado, Arturo (ed.) Patrimonio, Guerra Civil y Posguerra Archivado el 12 de febrero de 2015 en Wayback Machine., Madrid, Complutense, 2011, ISBN 978-84-669-3465-7.
  33. El término se debe a José López Rubio en su discurso de ingreso en la RAE de 5 de junio de 1983. Citado en José Romera Castillo, Perfiles autobiográficos de la otra generación del 27 (la del humor) en uned.es (fecha acceso 2011).
  34. «65 años de hispanismo en dos orillas. ‘Ínsula’, ‘revista de letras y ciencias humanas’ edita su Almanaque 2010.» 29 de marzo de 2011. El País.
  35. De lo restringido de la nómina de revistas de la época da idea las pocas que aparecen en Revistas culturales de postguerra, artículo de Florentino Pérez Embid publicado en Temas Españoles (1956). Solo cita a Escorial de las referidas arriba, y añade: cuatro revistas efímeras (Cuadernos de Adán, Leonardo, Revista Española y Finisterre —heredera de Cruz y Raya, Leopoldo Eulogio Palacios 1949—), cinco revistas de distintos órganos oficiales (Arbor —del CSIC, desde 1944— Revista de Estudios Políticos —del Instituto de Estudios Políticos—, Cuadernos Hispanoamericanos —del Instituto de Cultura Hispánica, 1948—, Estudios Americanos —de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1949—, Clavileño —de la Asociación Internacional de Hispanismo, 1950, no debe confundirse con la Asociación Internacional de Hispanistas fundada en Oxford en 1962—) y solo dos revistas independientes de reciente aparición para entonces (Nuestro TiempoAntonio Fontán, 1954— y Punta EuropaVicente Marrero, 1955—). Eso sí, se añade una nutrida lista de revistas de instituciones religiosas, de títulos muy significativos: Razón y Fe, La Ciudad de Dios, Verdad y Vida, Pensamiento, La Ciencia Tomista, Revista Calasancia, Eidos, Religión y Cultura, Proyección, Estudios Filosóficos y Augustinus. Un número mayor, referido a la totalidad del periodo franquista, se estudia por Jeroen Oskam, Las revistas literarias y políticas en la cultura del franquismo Archivado el 9 de marzo de 2014 en Wayback Machine., Letras peninsulares, 1992.
  36. a b León Felipe: con los desterrados se había ido la canción, citado por José María Naharro-Calderón y Manuel Andújar, El exilio de las Españas de 1939 en las Américas: «¿adónde fue la canción?», Anthropos Editorial, 1991, ISBN 84-7658-268-4, p. 199. En el mismo texto de estos autores se dice: los nuevos usufructuarios del poder proscribieron también, con carácter retroactivo, esa cultura desterrada... se prohibió la edición y circulación de determinados libros... se decretó la destrucción de otros muchos. Purgas en bibliotecas, librerías y fondos editoriales; reescritura de la historia a imagen y conveniencia de la Dictadura... falsificación y censura... cierto manual de literatura firmado por Gonzalo Torrente Ballester... da noticia del alcance y de las intenciones de aquella operación «cultural»... Me negué siempre a aceptar que el inicio de la apertura fuese obra de los responsables de la cerrazón... la famosa «recuperación» de Antonio Machado por Dionisio Ridruejo no fue sino una tentativa de cambiar de lugar... a un nombre que el antólogo-censor sabía prestigioso e imprescindible, de recortar su obra y falsear su pensamiento para que cupiera dentro de los estrechos límites del quicio que permitía el acceso al régimen... se trataba de una usurpación... del poeta y del hombre. Aquellos liberales de camisa azul [el entorno de la revista Escorial] tenían que saber que su intentona pseudoaperturista nunca iba a alterar la naturaleza de la Dictadura. Toda la cultura, toda la literatura a ellos debida en los primeros años de posguerra tenía como objetivo el disimulo, la ocultación, igual que sus maniobras de recuperación de parte del pasado respondían al deseo de apuntalar lo insostenible. El sistema no hubiera permitido nunca otra cosa (pp. 200 a 202).
  37. Término acuñado, para la literatura, por José Carlos Mainer (1987) La Edad de Plata (1902-1939), Madrid: Cátedra. El mismo autor titula Modernidad y nacionalismo 1900-1939 el volumen 6 de la Historia de la literatura española, Crítica, 2010. Reseña en El País, 19 de marzo de 2010.
  38. Antoni Raja Vich, El problema de España bajo el primer franquismo, 1936-1956. El debate entre Pedro Laín Entralgo y Rafael Calvo Serer, tesis doctoral, Pompeu Fabra, 11-01-2011.
  39. Juan A. Ríos Carratalá, El teatro de Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero, p. 21.
  40. La lista puede ser muy larga: Yeats, Wyndham Lewis, Robert Brasillach, Drieu La Rochelle, Paul de Man, Hergé, Gottfried Benn, Marinetti, Curzio Malaparte, Luigi Pirandello, Vintila Horia, Mircea Eliade (véase cultura totalitaria y fascismo).
    Si el fascismo y el comunismo solo hubiesen seducido a los imbéciles, habría resultado más fácil librarse de ellos.

    Citado en «Fascistas de vanguardia. El debate sobre la ideología totalitaria de escritores revolucionarios se reabre con dos libros sobre Céline y Drieu La Rochelle.» 18 de abril de 2011. El País.

  41. Para algunos, el caso de Baroja puede ser incluso considerado el de un exilio interior dulcificado por la vida familiar (Miguel Sánchez-Ostiz, Pío Baroja, a escena, p. 482). No obstante, hay bastantes evidencias de la aproximación de Baroja al bando nacional, e incluso de la interpretación de su obra por intelectuales del régimen (Ernesto Giménez Caballero) como favorable al mismo (Eutimio Martín Pío Baroja, un intelectual del fascismo Canariasemanal 4 de enero de 2010).
  42. * El aniversario de Alfredo Mendizábal en lne.es (fecha acceso 2011).
  43. * Antonio López Vega Gregorio Marañón. Radiografía de un liberal, Taurus, 2011 (Reseña. 27 de mayo de 2011. El País.).
    • Ignacio Merino, «Marañón y la tercera España.» 14 de mayo de 2010. Archivado el 1 de diciembre de 2010 en Wayback Machine. Tiempo.
    • muchos intelectuales españoles... buscaron refugio en Francia desde el inicio de la Guerra Civil, tras verse confrontados a situaciones desagradables o peligrosas durante los primeros días que siguieron la sublevación. Disconformes con la violencia desencadenada en cada uno de los bandos contendientes... la expresión de Tercera España fue “acuñada por un sector crítico de la República durante la misma guerra, y designaba precisamente a esa parte de españoles que no se identificaban con ninguno de los dos bandos o, mejor, que disentía del curso que habían tomado los acontecimientos en el propio” [Milagrosa Romero Samper La oposición durante el franquismo, 3. El exilio republicano, Madrid, Encuentro, 2005]... lo bastante amplio y difuso como para abarcar a todos los decepcionados o descontentos de ambos bandos... se aplica a personalidades y actuaciones de signo muy variado... no desearon la guerra; los que no pudieron huir fueron actores pasivos de la guerra... esfuezos en vista de la mediación, la concordia, la reconciliación... Salvador de Madariaga, Niceto Alcalá-Zamora o Alfredo Mendizábal, tres hombres que intentaron federar los que como ellos no tenían cabida en ninguna de las dos Españas, para propiciar un acuerdo entre ellas (Eve Giustiniani El exilio de 1936 y la «Tercera España». Ortega y Gasset y «los blancos de París», entre franquismo y liberalismo, en Circunstancia, n.º 19, mayo de 2009).
  44. La denominación se debe a los estudios de José Carlos Mainer (La revista Escorial en la vida literaria de su tiempo (1940-1950), en Ínsula, 1969) y Elías Díaz (Notas para una historia del pensamiento español actual (1939-1972),en Sistema, 1973), y ha sido criticada por Santos Juliá (La Falange liberal o de cómo la memoria inventa el pasado, en Autobiografía en España, un balance, congreso internacional celebrado en la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba del 25 al 27 de octubre de 2001, actas publicadas en 2004; ¿Falange liberal o intelectuales fascistas? Archivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine., en Claves de Razón Práctica, 2002; Historias de las dos Españas, Madrid, Taurus, 2004).
  45. La desafección de Tovar se fecha a partir de un artículo publicado en Arriba contra Valentín Galarza (el Técnico), que provocó su destitución como secretario de Prensa y Propaganda (18 de mayo de 1941, momento en que se marca la máxima cota de poder de los azules y el comienzo de su decadencia dentro del equilibrio de poder entre las familias del franquismo). Tuñón, La España de la Cruzada, op. cit., p. 113.
  46. Montero i Aulet, Francesc, Manuel Brunet i Solà (1889-1956). Itinerari d'un periodista catalanista, catòlic i conservador. UdG, 2005. Fuente citada en Manuel Brunet i Solà
  47. «El régimen no podía ni quería realizar la apertura intelectual que hubiese satisfecho las crecientes inquietudes de las nuevas generaciones universitarias.... el descontento y la agitación de os universitarios... se hicieron endémicos, agravados por una reacción gubernamental que trató el problema como una cuestión de orden público, llenando los campus de policías —y las Facultades desde 1966 a 1973—, deteniendo y expedientando a miles de estudiantes y sancionando a los profesores que se atrevieron a apoyarles... llegó a suscitarse desde 1964-1965 un verdadero debate nacional sobre la educación, fuera y dentro (Falange contra Opus Dei) del régimen... avanzó espectacularmente la escolarización y se reforzó la expansión del sector público, aunque la Ley protegía la enseñanza prvada y garantizaba los derechos de la Iglesia, a la muerte de Franco casi el 70 % de los estudiantes españoles se educaban en escuelas y centros estatales... [pp. 31-32]... Si en 1962 España gataba en educación solo el 1,42 % de su renta nacional, en 1973 gastaba el 2,68 %. En 1964 el ministro Lora empezó, además,una intensa campaña de alfabetización de adultos y extendió la escolaridad hasta los catorce años... el porcentaje de analfabetos quedó reducido, en 1968, al 1.8 %... el número de alumnos en enseñanza primaria aumentó en un millón: la Universidad se duplicó en el mismo tiempo (87 608 estudiantes en 1962; 168 992 en 1968). Con Villar, otro hombre del Opus Dei, continuó la expansión: en 1974, estaba escolarizado en 99,88 % de los niños de seis a catorce años: el número de institutos era ya de 466 (178 en 1965); había 22 Universidades (12 en 1968); de 1970 a 1974 se quintuplicó el número de universitarios... se reconocieron sendas universidades al Opus Dei (Pamplona) y a los jesuitas (Deusto) y desde 1970 el Estado daría a los colegios privados subvenciones valoradas en varios miles de millones de pesetas anuales [p. 15]». Juan Pablo Fusi, La década desarrollista, en Historia de España de Historia 16, 1976, p. 15.
  48. Véase Historia del cristianismo en España#Aggiornamento
  49. * Biescas y Tuñón op. cit.; especialmente los caps. III (Hacia la normalización económica y hacia la crisis ideológica 1951-1959) y IV (Crisis de hegemonía) de la parte III (Cultura e ideología), pp. 479-523.
    • Ramón Tamames, La República. La Era de Franco, tomo VII de la Historia de España Alfaguara (Miguel Artola, ed.), Madrid, Alianza, 1981 (1ª ed. 1973), ISBN 84-206-2051-3; especialmente el cap. 15 Educación, cultura y libertad de creencias y de expresión, pp. 549-579.
  50. J. A. González Casanova «Estudiantes contra Franco.» 5 de enero de 2005. El País.
  51. También entre los represaliados estaban los profesores Santiago Montero Díaz y Aguilar Navarro Santiago Montero Díaz 1911-1985 en filosofia.org (fecha acceso 2011). Mangini op. cit., p. 142. José Vidal-Beneyto, Memoria democrática, p. 83.
  52. Web oficial de la revista Archivado el 28 de noviembre de 2018 en Wayback Machine. en la Fundación Camilo José Cela (fecha acceso 2011).
  53. Cuadernos para investigación de la literatura hispánica, Volumen 13, p. 182.
  54. Se ha propuesto la denominación Escuela de Barcelona (que lleva un movimiento cinematográfico). Juan Marsé y la Generación de los 50, en Correo, 20 de abril de 2011.
  55. a b
    • Carmen Martín Gaite, Usos amorosos de la posguerra española (1987).
    • Manuel Vázquez Montalbán, Una educación sentimental (libro de poemas fechados entre 1962 y 1967, editados en 1967 y ampliados en 1970 —comentario Archivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine.—), Memoria sentimental de España (recopilación de artículos aparecidos en la revista Triunfo, 1969).
    • Terenci Moix, El peso de la paja (1990), etc.
    • Juan Marsé, amigo de Carlos Barral, de Gil de Biedma y de Manuel Vázquez Montalbán entre otros autores de la generación del 50, ha sido considerado siempre un francotirador de la literatura, poco interesado en formar parte de movimientos y grupos. Su principal objetivo ha sido el de contar la memoria de la supervivencia, plasmando en sus personajes y en sus tramas las esperanzas, las derrotas, frustraciones y sueños que configuran íntimamente al ser humano. Esta capacidad de transmitir sensación de vida mediante el choque entre la realidad y los deseos, el uso de la ironía y la creación de un territorio literario basado en los barrios de El Carmelo y El Guinardó en los que transcurrió su infancia, lo han convertido en un escritor clásico de nuestro tiempo (Aquel muchacho, esta sombra, número monográfico en Mercurio, abril 2009, p. 5).
    Javier Tusell, op. cit., recoge una extensa bibliografía. Como memorias: Carlos Barral, Años de penitencia', 1975, y Los años sin excusa, 1978; José María Castellet, Los escenarios de la memoria, 1988, Jaime Gil de Biedma, Diario del artista seriamente enfermo, 1974, Juan Goytisolo, En los reinos de taifas, 1986, Manuel Millares, Memorias de infancia y juventud, 1998, Antonio Martínez Sarrión, Infancia y corrupciones, 1993, y Una juventud, 1997, Antoni Tàpies, Memoria personal. Fragmentos para una autobiografía, 1979.
  56. Aznar Soler, Manuel: Literatura y cultura del exilio republicano español de 1939 en Francia: el estado de la cuestión - Del Ruedo Ibérico a la democracia en España (1961-1975) Archivado el 20 de febrero de 2012 en Wayback Machine., en Literatura y cultura del exilio español de 1939 en Francia, p. 25.
  57. * Francisco Calvo Serraller España: medio siglo de arte de vanguardia 1939-1985, Santillana, 1985
  58. Uso bibliográfico
    • Nuevas arquitecturas aparecerían en la Universitaria, rompiendo con los criterios de unidad y coherencia de preguerra: el ruralismo de Regiones Devastadas, el neoherreriano, el neovilanoviano, el neoclasicismo fascista muniqués... se dieron cita en el nuevo proyecto de conjunto concebido como un itinerario didáctico, muestra patente de las nuevas y ordenadas pautas de vida estudiantil... en un eclecticismo neoherreriano y en un neoclasicismo vilanoviano como teorizara Eugenio d'Ors, y preconiza Luis Moya (Pilar Chías Navarro, La ciudad universitaria de Madrid, Complutense, 1986, ISBN 84-7491-190-7, pp. 22 y 185). Lo vilanoviano se refiere a la arquitectura neoclásica española encarnada en Juan de Villanueva (edificio del Museo del Prado). Por neoclasicismo fascista muniqués se refiere a la Königsplatz de Múnich, escenario utilizado en las manifestaciones nazis.
  59. Chías, op. cit.
    • Uso bibliográfico de «vilanoviano» en relación con D'Ors. Antonio Palacios pronunció una conferencia con el título Madrid ante una nueva arquitectura imperial Vilanoviana (Revista hispánica moderna: boletín del Instituto de las Españas, vol 7, 1941.
  60. Ramón Arregui Sagarzazu, poco citado en la bibliografía, a no ser por esta obra (véanse referencias bibliográficas).
  61. *Eria. Revista cuatrimestral de Geografía, Universidad de Oviedo, n.º 33-34, 2007, p. 300.
  62. Los arquitectos del exilio (reseña de la exposición Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del exilio español, Madrid, Nuevos Ministerios, 2007).
  63. El pueblo canario en la web del Museo Néstor (fecha acceso 2011).
  64. Tres nuevas Iglesias de Fisac: Iglesia Parroquial en Canfrac (Huesca), complejo parroquial de Santa Ana en Moratalaz, Madrid, Iglesia parroquial en Punta Umbría (Huelva), en Hogar y arquitectura: revista bimestral de la obra sindical del hogar, ISSN 0018-3237, N.º 57, 1965 , pág. 54.
  65. Oriol Bohigas, una bella arte llamada arquitectura Archivado el 27 de febrero de 2021 en Wayback Machine., Rfi, 02/11/2006.
  66. Ureña Portero, Gabriel: La escultura franquista: espejo del poder, en Bonet, op. cit., pp. 77 y ss.
  67. Artes Gráficas en generalisimofranco.com
  68. E. Valdearcos, La escultura contemporánea, Clío 34, 2008, ISSN 1139-6237.
  69. Soledad Álvarez, Jorge Oteiza: pasión y razón.
  70. * Pabellón español en la Exposición Internacional de París (1937), en lluisvives.com (fecha acceso 2011).
    • Maqueta, en el Reina Sofía (fecha acceso 2011).
  71. Orientación Española, abril de 1938. Citado en Alted, op. cit., p. 223.
  72. El bando nacionalista tuvo su representación moral en el Pabellón del Vaticano, decorado por el catalán, muralista de moda, José María Sert —tío, precisamente, del arquitecto Josep Lluis— con una grandiosa «Apoteosis de Santa Teresa». Pero, sin embargo, no es hasta el año siguiente cuando hubo ocasión de realizar una gran muestra del bando franquista en el extranjero. Fue con ocasión de la XXI Bienal de Venecia de 1938. Eugenio D'Ors se movilizó para que la presencia nacionalista, apoyada por las autoridades fascistas italianas, tuviera una enorme trascendencia. El gran progagonista fue Ignacio Zuloaga, que consiguió el Gran Premio entonces denominado «Benito Mussolini». El vasco contaba con el apoyo incondicional de sus amigos, los embajadores de Estados Unidos en Italia, entonces —signo del momento— grandes admiradores del Duce. La presencia española se reforzó con la colaboración portuguesa y de algunos sectores hispanoamericanos. El escultor uruguayo Pablo Mané [sic] participó activamente en la organización y expuso sus obras con los nacionalistas. Otros participantes de la Bienal Veneciana fueron los escultores Quintín de Torre y Enrique Pérez Comendador —entonces ex-pensionado de la Academia Española en Roma, institución que personalmente «tomó» para la causa nacional—, los pintores catalanes Pruna y Togores, José Aguiar —uno de los primeros retratistas de Franco— y Gustavo de Maeztu, hermano del fusilado escritor. Según la documentación de la época, este conjunto tuvo un éxito clamoroso y sirvió de contrapunto al éxito republicano en París. (Álvaro Martínez Novillo, «Las artes plásticas durante la guerra española.» Archivado el 18 de mayo de 2014 en Wayback Machine. Cuenta y Razón n.º 21, 1985.
  73. Para todo el párrafo, Alted, op. cit., pp. 222-223.
  74. * Gabriel Ureña, Las vanguardias artísticas en la postguerra española, 1940-1959, AKAL, 1982, ISBN 84-7090-120-6, p. 168.
  75. Uso bibliográfico de «informalismo español» en castellano y inglés. Véanse también los artículos arte abstracto e informalismo.
  76. Equipo 57 en Artehistoria (fecha acceso 2011).
  77. La etiqueta hiperrealismo español no ha tenido tanto éxito (Uso bibliográfico en español y en inglés).
  78. * Noemí de Haro, Estampa popular: un arte crítico y social en la España de los años sesenta Archivado el 6 de marzo de 2019 en Wayback Machine., tesis doctoral, Universidad Complutense, 2009.
  79. La posguerra española en Artehistoria (fecha acceso 2011).
  80. Desde 1945 hasta 1960, se citan como ligados a grupos artísticos de discutida denominación, como la Segunda Escuela de Vallecas y su continuación en la Escuela de Madrid: la Galería-Librería Buchholz, Fernando Fe, Sala Negra, Biosca, Juana Mordó y Neblí. Referencias en:SÁNCHEZ CAMARGO, Manuel. Pintura Española contemporánea, Itto de Cultura Hispánica, Madrid, 1954. / CRESPO, A. «Sobre la significación de la llamada Escuela de Madrid», Artes, núm.extraoridinario, Madrid, 1964, pp. 14-15. / y MARTÍNEZ CEREZO, Antonio. La Escuela de Madrid, Ibérico Europea de Eds., Madrid, 1977 , 1ª ed. ISBN 978-84-256-0339-6 (y Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1999). / Ver también: VV. AA. "Exposición antológica de la Escuela de Madrid". Fundación Humanismo y Democracia, Caja de Madrid, 1990.
  81. Para el teórico del arte Xavier Rubert de Ventós, el arte más rupturista se había convertido en un arte implicado en la producción. Entre sus obras sobre el tema: El arte ensimismado, 1963, Teoria de la sensibilitat, 1968, Utopías de la sensualidad y métodos del sentido, 1973, La estética y sus herejías, 1974 (Rubert de Ventós, pensador polifacético Archivado el 11 de marzo de 2016 en Wayback Machine. en lletra.com) (fecha acceso 2011). Ideas similares se encuentran en la obra del teórico del arte italiano Giulio Carlo Argan.
  82. María Dolores Jiménez Blanco, Museo de Arte Contemporáneo, en Enciclopedia Madrid S.XX, citado en Madripedia (fecha acceso 2011).
  83. Cronología de Juan Genovés Archivado el 26 de febrero de 2011 en Wayback Machine. en juangenoves.com (fecha acceso 2011). Imágenes de ambas obras Archivado el 27 de enero de 2012 en Wayback Machine. en artespain.com (fecha acceso 2011).
  84. Junto con Juan Cabanas, se citan como participantes de los intereses de este grupo («dar una utilidad social al arte») a José Aguiar y Carlos Ribera. Laura Arias Italia como referente de modernidad. El eco de la revista Valori Plastici y del grupo Novecento en el arte español de posguerra, p. 247.
  85. Alberto Sánchez Álvarez-Insúa Luisa Alberca y la generación de señas de identidad en el primer franquismo, Arbor, julio-agosto (2006) 469-487.
  86. Natalia Meléndez Malavé, Humor gráfico y cómic ante la guerra: entre la propaganda y la contestación, Congreso Comunicación y guerra en la Historia, Vigo, abril de 2003.
  87. «Joaquín Rodrigo y el nacionalismo casticista». Diario Digital Ciudadano de la provincia de Ciudad Real. 24 de septiembre de 2013. 
  88. Jordi Gracia; Jordi Gracia García (1996). Estado y cultura: el despertar de una conciencia crítica bajo el franquismo: (1940-1962). Presses Univ. du Mirail. p. 36. ISBN 9782858162871. 
  89. Ver en:
  90. Pérez Zalduondo, Gemma. Una música para el «Nuevo Estado». Música, ideología y política en el primer franquismo Granada, Libargo, 2013.
  91. Danzas de España en Google Earth, 234 grabaciones en la web del Ministerio de Cultura (fecha acceso 2011).
  92. Polémica en torno a su canción Un gran hombre, de 1966, dedicada a Franco, en libertaddigital.com (fecha acceso 2011).
  93. Raphael actuó repetidamente en las galas de Navidad con presencia de Carmen Polo de Franco. En el Palacio de la Granja se celebraban recepciones para celebrar el 18 de julio (aniversario del Alzamiento) con fiestas de arte en las que actuaron gran número de actores, humoristas y cantantes, entre las que algunas recibieron el nombre de las tonadilleras de Franco (Juanita Reina, Estrellita Castro, Lola Flores, Rosa Morena, Carmen Sevilla, Antoñita Moreno). Véase un amplio listado en Juan Ignacio García Garzón y Silvia Castillo Espadas Lola Flores, p. 13. En las Campañas de Navidad hubo también partidos de fútbol benéficos entre famosos: toreros contra artistas y folklóricas contra finolis (Noticia en ABC, 31 de diciembre de 1970).
  94. Los Beatles en España de José Luis Álvarez desvela los detalles de su visita
  95. Citado y estudiado por Serge Salaün Defensa e ilustración de la canción popular según Vázquez Montalbán, en Manuel Vázquez Montalbán: el compromiso con la memoria (José F. Colmeiro, ed., Tamesis Books, 2007, ISBN 1-85566-156-X, pp. 35 y ss.)
  96. José Andrés Gallego, La época de Franco Archivado el 17 de septiembre de 2011 en Wayback Machine., Rialp, ISBN 84-321-2359-5, vol. 1, p. 12.
  97. Francisco Gil Delgado Pedro Segura. Un cardenal de Fronteras, BAC.
  98. Citado por Virginia Guarinos Calle Mayor. Mujer y Teatro en fama2.es (fecha acceso 2011). La definición de Bardem es citada muy a menudo. Aquí se recoge en una revista pocos años posterior: Arbor, 1959, vol. 43, p. 371.
  99. Herrero Martín, Luis: «La Labor educativa de la red nacional de teleclubs en la provincia de Salamanca.» Aula, n.º 9, pp. 73-84, 1997.
  100. Entre los profesionales del ámbito de los informativos estaban Pedro Erquicia, Mercedes Milá, Manu Leguineche, Miguel de la Quadra Salcedo, Diego Carcedo, Javier Basilio, Jesús Hermida, José Antonio Plaza, Alfredo Amestoy, Manuel Martín Ferrand, Ramón Sánchez-Ocaña, etc.
  101. Para toda la sección:


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