Camps y sus pliegues en la realidad


Potagia

De vez en cuando el mago se equivoca. Espera sacar un ramo de flores, pero aparece un manojo de espárragos. No se inmuta; es un artista, y rápidamente incorpora la novedad al espectáculo.

Finge meterse un pañuelo en la boca y, cuando va a tirar de él, brota una ristra de salchichas. El público aplaude enfervorecido su originalidad.

Nadie sospecha que la patata que hace flotar en el aire, por encima de su cabeza, es un imprevisto.

Daisy, su ayudante, lo riñe de vuelta a casa:
-¿Cómo es posible que no sepas de dónde salen esas cosas?

El mago no lo sabe. Improvisa. Para esta noche, por ejemplo, tiene dos finales posibles: uno, cenan salchichas; dos, guarda a Daisy en el cajón de serrar ayudantes y amanece muñeca hinchable. Sin embargo, como su problema es la indecisión, no hace ni lo uno ni lo otro. (Daisy no sabe la suerte que tiene.)

A veces el mago se pregunta por qué a ella le molesta tanto que el público le acepte como es. Daisy dice que defiende un principio de honestidad. Él, que tal vez sea un verdadero mago.



Remedios caseros

Mi tío abuelo solía salir de copas para hablar de negocios con sus clientes. Como era un buen corredor de seguros, llegaba muy tarde a casa, normalmente bebido, y se echaba sin desvestirse a dormir. No tenía sueños agradables. La agitación del día forcejeaba en palabras que, como exabruptos, resonaban por toda la casa. Entonces mi abuela, su hermana, se levantaba de la cama y le ponía una zapatilla de felpa sobre el pecho. Según el decir popular, con este el remedio la pesadilla se apacigua y se organiza en palabras coherentes; palabras que, a la mañana siguiente, mi abuela repetía a su hermano para incordiarle con la revelación indeseada de un secreto.

Me despierto con cierta sensación de alivio. No tengo resaca. Abrazo la zapatilla que ayer me até al pecho para dormir y miro fijamente a mi  mujer. Está sentada en la cama y me observa con inquietud, como si por fin supiera lo que está pasando.



Fuf

El día que cumplí los 114 me dijeron que no podía seguir viviendo. Que se me había acabado la cuerda, como decíamos antes. Yo los miré con sorna y no hice caso; a ver, mis padres habían superado holgadamente los 130. Pero al cabo de una semana, plas, mensaje código naranja que te tienes que ir y que te tienes que ir.

Como conocía a un objetor muy simpático, le pedí que me contara sus métodos de supervivencia. Era un lince, llevaba décadas falsificando células y quitándose años. Me pasó unos cuantos inyectores ilegales, de los que se aplican por inducción directamente a vena y ni la Detectora Civil lo pilla. Funcionó bien. Fui trampeando siete años más, dando excelente en las pruebas aunque un poco colocada. Nada grave.
Sin embargo los avances acaban siempre con la iniciativa individual. El cerco se fue estrechando. Me acorralaron en el consultorio de Eternidades Vigentes y me soltaron un fogonazo de bosones de Higgs que, claro, arraigaron sin problemas y me teletransportaron, como decíamos antes, a la energía que ahora soy.
En realidad, no es problema. Vengo a tu pantalla a decírtelo. Basta con música y luz para alcanzar la felicidad: te aseguro que es un estado francamente agradable, lleno de posibilidades, en el que incluso puedes insuflar algo a quien te lee desde el otro lado del cristal.



Susana Camps Perarnau 

(Barcelona, 1963) es licenciada en Filología Española y doctora en Traducción y Estudios Interculturales. Profesionalmente se ha dedicado a la traducción y es profesora en talleres literarios (www.tallerelbarcodepapel.es). Publicó la novela El sueño robado en Montesinos, La literatura fantástica y la fantasía en Mondadori, algunos cuentos (revistas Turia, Lucanor), crítica literaria y entrevistas (La Vanguardia, Cuadernos del Sur, El Ciervo, Quimera, Lletra de canvi). En 2011 empezó a publicar microrrelatos en su blog Los martes, micro. Sus textos han sido incluidos en varias antologías editoriales, como Mar de pirañas (Menoscuarto), la revista Confluencia (Universidad del Norte de Colorado, Estados Unidos) y De antología de Talentura. Su último libro, Viaje imaginario al Archipiélago de las Extinta, combina relatos y microrrelatos.




 El Aforista