El conejo metió la mano en la chistera y sacó un mago. Pataleaba como un niño pequeño. El público se mostraba entusiasmado. Algunos aplaudían, el resto movía las orejas.
Sueños de Circo.
lunes, 14 de septiembre de 2015
25 El mago
El conejo metió la mano en la chistera y sacó un mago. Pataleaba como un niño pequeño. El público se mostraba entusiasmado. Algunos aplaudían, el resto movía las orejas.
lunes, 23 de junio de 2014
24 La última función
Alguien ha empezado a tirar del hilo, desde mi asiento no consigo precisar, pero parece la mano de un niño. De la chistera sale un conejo. El mago insiste, el pequeño se levanta, estira con más fuerza y saca un elefante. El silencio del público exaspera al ilusionista; el hombre alza los brazos y comienza a doblar la carpa, la grada y después la pista, cómo si fuera un pañuelo. Luego las introduce en el sombrero y nos cubre con su capa. Ahí dentro, en la oscuridad, nos tocamos, y callados, esperamos que ocurra algo...
Sabemos que solo es un truco, que la magia no existe.
martes, 28 de mayo de 2013
23 La abuela
La abuela vive en el
ático de un edificio alto y viejo. El portero es un anciano simpático, ataviado
con un traje de húsar y una chistera roja
en la cabeza.
Cuando voy a visitarla no puedo
pararme en ningún piso. “Directo al ático”, dice siempre la abuela. Yo le hago
caso, pero algunos días el ascensor se detiene y abre sus puertas. Hoy se ha
parado tres veces. En el primer piso sentí el azuzar de un látigo sobre
la moqueta gastada, luego apareció un león decrépito que recorría
inquieto el pasillo. En el segundo era de noche y un conejo blanco cojeaba,
perseguido por un redoble de tambores; el mago permanecía inmóvil sobre su
silla de ruedas. En el tercer piso los payasos, cercados por una
pléyade de viejas equilibristas, lloraban.
El ático tiene una terraza y
sobre las cuerdas de tender se bambolea una carpa de colores. La abuela
me hace palomitas y siempre me explica historias de cuando ella era trapecista
-“la más famosa”, me repite como si mañana partiera de gira hacia las capitales
más importantes del mundo-. Yo le digo: "cuéntame, abuela", y ella se
pone su maillot blanco. Luego se aprieta el moño, entalca sus manos y vuela sobre las azoteas.
domingo, 13 de enero de 2013
22 Crónica de la actuación del “Circo Farnesi” en el país de los caníbales
El domador,
majestuoso; la trapecista, insuperable; el mago, pura fantasía… La compañía
representó una función sublime. El público aplaudió emocionado. Nadie recuerda
nada igual en la historia del Circo.
Finalizado el
espectáculo se los comieron. A todos.
domingo, 6 de enero de 2013
21 Carta a los Reyes Magos
Confetis,
este año queremos confetis, serpentinas de colores y un bidón de gasolina. También
palomitas. Eso para todos. Para el domador una jaula llena de sueños. Y una
pierna nueva. Intenta que sea la misma que le arrancó el león. El garfio
todavía aguanta. Para el trapecista unas alas blancas. Y flores para su lápida. Al lanzador de cuchillos otra
partener. Que sea morena. Y mira si
puedes conseguirle la condicional, que el juez no entendió lo del accidente.
Nosotros tampoco. Al payaso una metralleta, para acallar tanta risa tonta. Para mí una viga, de madera, para poder atar la
soga. La soga es la del año pasado. Y no te olvides de la caja llena de
cristales rotos. La más grande que encuentres. Si debes eliminar algún regalo
que sean las palomitas y mejor olvida las flores y nos pones dos metralletas.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
20 Grandes sueños
Hasta chocarse
contra una pila de maderos o caer de bruces sobre la arena; así finaliza cada día
su ensayo. Hoy se levanta y vuelve a intentarlo –ha soñado completar su primera
voltereta-, se ajusta el maillot,
entalca sus manos y retorna al trapecio. Una nueva caída enmudece la carpa; el
director, alertado por el estruendo, irrumpe en la pista: le recuerda que el
circo es orden y disciplina; que su
obligación es ejercitar el número que hacía su abuelo, el mismo que ahora
representa su padre. Al compás del látigo, cabizbajo y con los ojos vidriosos,
alza su trompa y salta rítmicamente entre los taburetes.
domingo, 15 de julio de 2012
19 Mentiras de Circo
Cada día salen alegres
de la chistera: aletea la paloma, corretea el conejo. Salta, entre los taburetes,
el elefante; camina, a dos patas, el caballo. Ellos lo saben, ya no hay magia, ni
siquiera brujería. Algunos se preguntan por qué no emprenden el vuelo, por qué
no se escapan.
Ya es tarde, como si supieran hacer otra cosa. Se lamentan de no conocer
mas oficio que el escenario. Lagrimean por sentirse perdidos fuera de la
jaula, por no saber transitar entre la muchedumbre. Les embarga el miedo a
perder su vista en la lejanía. El oso interpreta al mago, el tigre se
balancea en el trapecio, el perro azuza el látigo, la foca vende palomitas.
Desde la grada, confundido entre el público, el chimpancé aplaude.
domingo, 8 de julio de 2012
18 Caza mayor
Mi amigo Juan es mago. Le gusta cazar
los conejos que utiliza en sus trucos. Hoy le he acompañado vestido de
trampero. Vaya afición más aburrida; toda la mañana agazapado detrás de estos
matorrales. Algo llama mi atención; me froto los párpados, pero no puedo creer
lo que veo: se acerca un conejo gigante sacudiendo sus orejas. El viento
ruge y revuelan chisteras negras. Giro mi cabeza, observo la arboleda
convertida en improvisado patíbulo y el balancear de los cuerpos del
resto de cazadores. El monstruo blanco se aproxima desafiante y señala, con su
dedo índice, un cartel cubierto por enredaderas: “Prohibido cazar conejos”,
puede leerse entre las tablas carcomidas. Me mira, guiña un ojo y se esfuma.
Las sogas brillan y, en ese oscilar, reconozco el rictus risueño de Juan.
Parece que sonríe. Corro. Tengo que decírselo, de mañana no pasa: no me gusta
la caza, ni tampoco la magia.
(*) Publicado en Breves no tan breves
(*) Publicado en Breves no tan breves
viernes, 15 de junio de 2012
17 Selección natural
En la
cubierta coexisten los números más atrevidos con las parodias más desatinadas.
La rutina del encierro estimula la imaginación y todos buscan su instante de
gloria: el camaleón domador de leones, la iguana en monociclo, el oso
contorsionista. Una parte del público aplaude; el resto ruge, brama. Lo saben,
compiten por ser los elegidos: la serpiente, convertida en aro de fuego, reta
al tigre a traspasar su anatomía; la hiena pugna por ocupar la plaza de
payaso; el cuervo –vestido de riguroso frac- saca siete conejos de la
chistera. Algunos provocan asombro, otros lástima, quizás misericordia.
Los elegidos retornarán a la pugna, los rechazados perecerán devorados por el
público. Noé, viejo y decrépito, encandila al respetable con sus trucos de
magia. El altísimo observa sentado en su atalaya. Dicen que llovió, sin parar,
cuarenta días y cuarenta noches, luego dejó de hacerlo y la tierra se secó.
Durante siglos la compañía recorrió los pequeños pueblos de Judea y Samaria,
también la ciudad de Jerusalén. Pero la historia miente; no se ha encontrado
ninguna prueba de que el Circo hubiera plantado su carpa en esa última ciudad.
Nunca, nada, nadie. Ni siquiera en los arrabales.
(*) Publicado en La Esfera Cultural.
(*) Publicado en La Esfera Cultural.
domingo, 13 de mayo de 2012
16. Rutinas de Circo
Cada día transitamos idéntico camino: nos vestimos, nos
maquillamos y salimos a escena. Luego saludamos y representamos nuestra
función. Cada día el mismo disfraz, la misma careta, similares trucos, pero no
hay magia, no hay aplausos, no hay público. Cada día, uno análogo al otro, lo hacemos sin carpa, sin pista, sin luces. Nada se conoce, todo se imagina. No hay nadie, ni siquiera estamos nosotros, pero salimos.
martes, 8 de mayo de 2012
15. El último Circo
El bar está lleno. Sólo hay una mesa vacía y, sobre ella, un
móvil olvidado. Alguien llama. El tono es diferente a cualquier
otro conocido. Su propietario eligió una melodía de circo: tintinea estridente
la fanfarria de bienvenida y se escuchan los aplausos del público. Todos miran
ensimismados el aparato pero nadie se aproxima. Se oye el trotar de los caballos
sobre la pista de arena y los silencios del respetable, ante el rugir de los
leones. El móvil no deja de repiquetear. Y con un movimiento rítmico
avanza de forma irremediable hacia el borde de la mesa. Los clientes
perciben el crujir de los músculos del forzudo y el silbido de los trapecios.
Nadie hace nada. Están embelesados con la magia y el aletear de las palomas. A
los equilibristas se les derrumba la pirámide y, coincidiendo con los abucheos
del público, el móvil cae al suelo y se hace añicos. Todos corren y miran el
aparato inerte. Pero ya no hay nada que hacer, el espectáculo ha terminado. Nunca
sabrán que el lanzador de cuchillos erró en su tiro, ni que el payaso se
suicidó en escena. El móvil vuelve a sonar y, de su pantalla destrozada, irrumpe
un conejo blanco. Ellos siguen bebiendo. El animal los mira, mueve las orejas y,
apresurado, sigue su camino. Ya nadie
cree en la magia.
(*) Publicado en La Esfera Cultural.
(*) Publicado en La Esfera Cultural.
lunes, 7 de mayo de 2012
14. El Circo del olvido
Sólo permanezco
yo en esta grada huérfana de ilusiones. Aquí sentado es fácil conjeturar la
carpa esplendorosa, rasgando el Universo. Puedo cerrar los ojos e
imaginarla. Se evaporó el público, no hay lanzadores de cuchillos, y los
animales, arrastrando cadenas de soledades, vagan perdidos sin látigo que
los azuce. Los caballos trotan desbocados por la pista; el prestidigitador
desapareció en su magia y los trapecistas ya no sobrevuelan la arena. Lloviznan
palomitas y algodones de azúcar. Diluvian recuerdos disfrazados de payaso. Los
sueños duermen, tal vez mueren. Ni siquiera deslumbran los focos. Se eclipsaron
las risas; enmudecieron los aplausos. Chirrían los goznes de la vida mientras
se ausculta la melodía del silencio, cercando las fauces de ese león que ya no
ruge. A lo lejos, entre remolinos de congojas, tu sombra huye
despedazada en mil fragmentos.
(*)Publicado en La Esfera Cultural.
(*)Publicado en La Esfera Cultural.
13. Sueños de Circo
Se presenta sigiloso con
sus carromatos imposibles y su carpa color arcoíris. Trapecistas que son
leones, enanos disfrazados de oso, caballos alados que reptan
impasibles. Germina en el abismo de la fantasía, en ese lugar donde anidan
las quimeras. Un espacio prodigioso donde el tiempo abdica y huye derretido.
Payasos asfixiados en la risa de sus sogas, magos de lo invisible, gigantes que
son conejos. Ahí, en un mundo de mitades formado por márgenes inconexos.
No hay nada detrás del espejo - tal vez a este lado tampoco -. Sólo queda la
realidad: antes íbamos al circo, ahora el circo vive en nosotros.
12. El Circo Ítaca
Irrumpe majestuoso, como una nube sin
forma definida. Su sombra de palisandro avanza calmosa eclipsando el pueblo. El
sol del austro centellea en su lomo. Es el mítico caballo de Troya, único
carromato del Circo Ítaca, que penetra fastuoso en la ciudad. De sus entrañas
descienden artistas y animales: el adivino Calcante, Penélope - que teje
incansable la carpa infinita de colores mágicos-, el Ave Fénix, la lira de
Orfeo, la Maga Circe y la Hidra, el monstruo de cincuenta cabezas. Los
niños aplauden el vuelo de Ícaro y al forzudo Hércules mientras los Centauros
disparan sus flechas. Al finalizar la función, Caronte, que realiza las tareas
de acomodador, acompaña a los presentes a la salida mientras los niños corretean
por el laberinto. Todos saben que siete mancebos y siete doncellas perecerán
bajo las fauces del Minotauro. Resuena un tenue canto de sirenas, de color
blanco incierto; se desvanece el caballo metamorfoseado monte. En la lejanía
anida lo enigmático, la infinitud, tal vez el miedo. Ahí, en el
límite de la fantasía, llueven pompas de jabón.
(*) Publicado en Químicamente Impuro.
(*) Publicado en Químicamente Impuro.
11. Un Circo de cuento
Mientras los músicos de Bremen amenizan la espera, Hansel y Gretel,
confundidos entre el público, ofrecen caramelos de chocolate y galletas
almibaradas. Los animales descansan solícitos en sus jaulas: el lobo
feroz, el gato con botas, el patito feo y los tres cerditos. Hay curiosidad por
presenciar los nuevos espectáculos que exhibe la compañía: Pinocho “el hombre
de madera”, y la actuación estelar del Ogro “come niños” - el ser más
cruel que jamás haya pisado la faz de la tierra-. Los pequeños aplauden
entusiasmados el baile en monociclo de los cabritos equilibristas, la magia de
Gulliver, los saltos de Pulgarcito y el trapecio de Rapunzel. Desde que
Blancanieves gerencia la compañía, los sietes enanitos ya no salen encadenados
y apagan la luz segundos antes que el lobo feroz se coma a los tres
cerditos. Tras esos gruñidos, aparece el Flaustista de Hamelin y, siguiendo su
estela, una comitiva infinita de niños cerca la pista. En ese instante los
focos iluminan al humanoide de pies grandes, pelo hirsuto y cabeza
desproporcionada, que emerge disimulado entre la oscuridad de la grada:
envuelto en gritos y penumbra el Ogro cierra majestuosamente
la función.
10. El Circo Inuit
Sus cuerpos diminutos surgen rayando el horizonte, la compañía se
aproxima parsimoniosa seguida por una línea infinita de trineos. Irrumpen en el
pueblo emboscados, arrastrando sus cuerpos lastrados por el hielo; en ese
espejo albino se reflejan sus anatomías exangües y
sus rostros planos, con pómulos prominentes y
nariz aquilina. Los trineos jaula, tirados por bueyes
almizcleros, esconden los animales de la taiga: el caribú, el oso polar “súper
depredador del ártico”, el lemmin, el búho nival y la foca arpa. Acompañando al
circo llega la Diosa Sila, el espíritu del aire, controladora del
tiempo, así como de la abundancia o escasez de la caza.
Ensamblan su carpa con megalíticos
bloques de hielo, la construcción asemeja un iglú gigante inconcluso
en su coronamiento, para que la luz de la aurora boreal alumbre la función. Los
búhos sobrevuelan la pista mientras la ecuyére hace equilibrios a lomos del
alce; este año el circo presenta un espectáculo sublime: de la caja del
escapista irrumpe el Yeti y por su aro de fuego saltan solícitos la
ballena blanca y el narval.
El cielo de la noche ilumina la
pista. Los mayores respiran constreñidos, saben que la aurora boreal sólo es la
luz de las antorchas de los muertos señalando el camino del abismo.
Los niños, ajenos a la tragedia de la existencia, aplauden
entusiasmados el suicidio de los lemmings mientras el cuerpo esviscerado del
abominable hombre de las nieves, ensartado por el asta del narval, regurgita
sangre sobre la pista. Cuando oscuridad y silencio interseccionan, los
espíritus del averno penetran sigilosos en la carpa, en ese minúsculo instante
las zarpas del oso revelan el contorno de los
elegidos: para ellos el circo de la vida representa allí su última
función.
9. Delicatessen
No existe ninguna línea de investigación concluyente, pero
los periódicos ya hablan de asesinatos en serie, incluso de amor despechado.
Nadie respondió cuando preguntaron por el escapista evaporado en su magia;
ninguna evidencia del cuerpo del domador amputado por las fauces del
león; no hay testimonios que esclarezcan la desaparición de la cebra
enana. Esta mañana el propietario, interpelado por la policía, explicaba que el
circo es un negocio ruinoso, sólo apto para románticos hambrientos de sueños.
La profesionalidad de la plantilla, vadeando noticias tan espeluznantes,
es admirable. Hoy, en la función, todo son risas; nada se sabe del
elefante.
8. El gigante
Y castiga sin postre al gigante, que la mira embutido en su ridículo
disfraz de conejo y su cara de niño grande. Blancanieves se ha enfadado, esta
vez con razón, ella hace lo imposible por reflotar la compañía, pero el ogro no
entiende que es el hazmerreír del público, que sus fauces desdentadas ya no
asustan a nadie. Intenta explicarle que son otros tiempos, que la grada quiere
acción y necesita sangre. El gigantón sonríe esquivo y, moviendo las orejas
blancas del disfraz, le promete que en la próxima función se comerá un niño. Ella
disimula la risa y, acariciándole la nuca, le da golosinas.
(*) Finalista semanal "Relatos en cadena SER".
(*) Publicado en Químicamente Impuro
(*) Finalista semanal "Relatos en cadena SER".
(*) Publicado en Químicamente Impuro
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