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domingo, 2 de marzo de 2014

VACACIONES PERMANENTES

Sin llegar a ser fan, reconozco que siento respeto y simpatía por Jim Jarmusch. Suelo ver todas sus películas y, en general, me gustan. O, mejor, no me desagradan demasiado. Incluso "Flores rotas" que en su época recibió tanto desprecio (la excepción sería "Bajo el peso de la ley", que me parece un coñazo tremendo). Ese respeto viene, en parte, porque Jarmusch se ha mantenido "semper fidelis" a su manera de hacer cine, a pesar de que le ha llovido fama y prestigio, de haberse convertido en el paradigma humano de lo que se entiende por "cine indie norteamericano" y, también, en un personaje de "Los Simpson" (eminentemente ligado a la mentada etiqueta). Otro hubiese aprovechado el momento de gloria para intentarlo en un entorno más convencional, por aquello de experimentar qué se siente currando en, por y para Hollywood. Pero Jarmusch no, el ha seguido a la suyo... aunque también podríamos tildar de acomodaticia esa táctica porque, a fin de cuentas, el payo lleva haciendo la misma película desde que le conozco. Mi pregunta sería: ¿Le salen así honestamente o es que se limita a confeccionar "la peli de Jarmusch que Jarmusch piensa que el público de Jarmusch espera de Jarmusch"?. ¿Por qué no le echa huevos y rueda uno de sus dramas existenciales con estética de vídeo-clip, o hace una "spoof movie" a-narrativa?. ¡¡Porque no le sale de los cojones!!, diréis. Es posible, pero tal y como anda el patio, agradezco que exista un Jim Jarmusch y que se esfuerce tanto en no dejar de actuar como.... Jim Jarmusch.
Realmente, el hombre comenzó a destacar a partir de "Extraños en el paraíso". Es la película que le otorgó renombre y premios (en "Cannes", nada menos). También es en la que desarrolló el que, desde ese mismo instante, iba a ser su estilo recurrente e inconfundible, ese neorealismo minimalista trufado de silencios y un sutil sentido del humor, a base de largas tomas y ritmo pausado. De hecho, para mucha gente "Extraños en el paraíso" es la primera película de su director. Puede que incluso los haya que así lo crean de modo oficial. Pero no, antes hubo otra, "Vacaciones permanentes", poco difundida y no tan bien considerada.
Hay un motivo, amigos. "Vacaciones permanentes" es TOTAL y ABSOLUTA esclava de las tendencias de su época y momento. Tiene todos los tics de una moda que se dio a finales de los 70 e inicios de los 80 y que fue el verdadero gen de lo que hoy entendemos por cine independiente norteamericano, la llamada "new wave" o, mejor aún, "no wave". Era un especie de mini-movimiento muy unido a otras prácticas artísticas de orden contra-cultural como el punk, pero el neoyorquino, que era bastante diferente al británico. Mientras el punk de las islas se mutaba en algo fashion y engrosaba las páginas de la prensa sensacionalista, los creadores de la Gran Manzana prefirieron llevarlo a terrenos más anti-populares y minoritarios, convirtiéndolo en la mentada etiqueta "no wave". Cinematográficamente hablando, de ahí surgieron personajes tan interesantes como Amos Poe, Eric Mitchell, Beth y Scott B, Vivienne Dick, Bette Gordon y tantos otros que se especializaron en unas películas, generalmente rodadas en 16mm o Súper 8, muy influenciadas por el cine underground primigenio yanki (el de los 60 y, prácticamente, el único genuino), John Cassavetes y la "nouvelle vague". El mismo Amos Poe, que se convirtió un poco en el rey de la función, era un imitador compulsivo de Jean-Luc Godard y en sus características películas de entonces asomaban muchos personajes ilustres de la escena, incluida la musical (desde "Blondie", pasando por Robert Gordon hasta los mismos "Cramps", todos ellos ejerciendo de actores). Jim Jarmusch siempre ha reconocido que fue Amos Poe el que le inspiró realmente a dejarse de pamplinas (es decir, abandonar su carrera como estudiante de cine), pillar una cámara y rodar una película. Y esa fue "Vacaciones permanentes" que, como decía, hace gala de todas las tendencias estéticas de aquel infra-cine (que algunos llamarían underground, pero habría que ver qué tiene de marginal un largo, como el comentado, subvencionado por varios estamentos oficiales bien respetuosos). A inicios de los 90 yo andaba obsesionado con el "new/no wave cinema", era un concepto que me flipaba mucho, leía cuanto podía de el y me imaginaba las películas resultantes (a las que no pude acceder hasta la aparición de la mula descargadora). ¿Y en qué consistían las leyes del "no wave"?, pues en desarrollar tu historia en un entorno eminentemente urbano, dando absoluta prioridad a los paisajes más degradados, los edificios abandonados y en ruinas y las paredes de ladrillos repletas de grafitis. Sitúa en dicho escenario a un personaje joven, solitario, inadaptado, que ha perdido la capacidad de ser feliz y dedica todo su tiempo a dar largos paseos sin rumbo o sentarse frente a la ventana a pensar en sus rollos. Procura que en sus periplos callejeros se cruce con personajes extraños y variopintos, a medio camino entre el surrealismo y el lumpen. Candidatos adecuados son: Vagabundos, putas, ladrones, locos, asesinos, gangsters o artistas marginados (o auto-marginados). Narrativamente no te preocupes por explicar mucho, bastará con que te centres en esos encuentros, trufados de diálogos profundos, minimalistas, absurdos y existencialistas (por incoherente que suene, puede hacerse) y, pa rellenar, pues más paseos del protagonista hasta un final sin final. También suele funcionar mucho introducir códigos propios del cine negro clásico, con alguna pistola o tiroteo, pero no es obligatorio (siempre pueden acusarte de ser demasiado comercial). Y hala, ya tienes tu película underground "No wave". Pues bien, todo eso está en los films de Amos Poe. Y buena parte de ello también en la primera película de Jim Jarmusch, motivo por el cual ha quedado tan desfasada, se la ignora tantísimo, se la valora tan poco y resulta tan divertida... aunque no lo pretenda.
"Vacaciones permanentes" ("Permanent Vacation" en v.o.) narra dos días y medio en la vida de Allie, un joven -muy joven- hipster desgarbado que pasa las horas caminando por las sucias calles de Nueva York cruzándose con la peña más estrambótica (un ¿veterano del Vietnam? que cree encontrarse en plena guerra, un negro que cuenta largos y aburridos chistes malos, la encargada de vender palomitas en un cine que, si te descuidas, te explicará entera la película, una hispana loca de lo más descojonable, etc). A veces visita a su madre en el manicomio o a su novia, junto a la que vive en un sucio y deprimente apartamento. Cuando están juntos, hacen lo normal en este tipo de movidas, nada, aburrirse mucho, mirar por la ventana, estar siempre atormentados y dejar pasar largos silencios que únicamente rompen cuando se ponen a discernir sobre importantes cuestiones filosóficas, más profundas que un abismo y que no pegan nada de nada oídas en sus jóvenes e imberbes bocas. O peor, leen pasajes de libros la mar de cultos. Al final, Allie se cansa, hace las maletas y se va a Francia. Claro, hogar de la "nouvelle vague". Fin.
"Vacaciones permanentes" no solo es la típica película "No wave", también es la típica película de un ambicioso estudiante de cine. Tan pretenciosa e intelectual que da asco. O, mejor, que daría asco sino fuese porque, gracias a su pátina ingenua, inocentona y abiertamente amateur, resulta muy divertida. No sé hasta qué punto Jim Jarmusch se toma en serio su propuesta, pero yo diría que mucho. Demasiado. De hecho, algo aprendería al respecto porque, a partir de entonces, todas sus obras harían gala de un agradecido sentido del humor. Pero en el caso que nos ocupa, uno realmente no sabe si las risas son provocadas o son involuntarias. Yo diría que más lo segundo. Jarmusch nos está contando un drama existencial de lo más angustioso.... trufado de momentos inquietantemente casi surrealistas (hay unas gotas de experimentalismo muy curiosas que nunca más volveremos a encontrar en la carrera del cineasta), y no creo que estuviera para gilipolleces. De hecho, si lees el texto dedicado a la película en el estupendo e imprescindible libro "Cine independientes americano: una introducción", que tengo la infinita suerte de poseer, podrás corroborar que Jim Jarmusch, entonces jovenzuelo, inexperto, ambicioso y con poco más hecho a sus espaldas (salvo la versión corta de "Extraños en el paraíso" y un porrón de proyectos en 16 e incluso 8mm con el mismo equipo artístico y creativo de "Vacaciones permanentes" que se irían al garete cuando lograra convertir el corto en largo, ganar un porrón de premios y aspirar a cotas más altas), habla muy en serio de su obra y del contenido de la misma.
Así pues, si a todas las carencias comentadas añadimos sus actores malísimos, su banda sonora chirriante y horrible (cortesía del propio Jarmusch junto al jazzman John Lurie. La última vez que los vi juntos fue en un capítulo de Bob Esponja), sus sutiles desenfoques, la mierda de sonido y cierta torpeza artesanal en todo ello, nos encontramos ante un film realmente simpático e incluso encantador si, sobre todo, nos lo tomamos como hay que tomárselo. Un poco a coña. Me parece imposible ver algo realmente profundo y trascendente en "Vacaciones permanentes". Puedo entender que en la época alguno picara -y picó, ya que se llevó algún premio y todo- pero el tiempo ha hecho mella en ella y hoy resulta muy anticuada y algo ridícula, casi una caricatura involuntaria de lo que entendemos por cine de arte y ensayo. Es lo que tiene sumarse a una moda, que cuando pasa, te arrastra con ella. Me gustaría saber qué opina hoy día el director de su opera prima, algo me dice que no sería muy diferente a lo que opino yo.
Entre el curioso personal que pulula por delante y/o detrás de la cámara (muchos de ellos hacen ambas cosas), encontramos al ya mentado John Lurie (en el dvd editado por el "Fnac" se incluye una bio en los extras y, como era de esperar, se pasa por alto su participación en otras piezas legendarias del "No wave" como "Rome 78" de James Nares, "The offenders" de Beth & Scott B., "Underground USA" de Eric Mitchell o "Subway Riders" de Amos Poe. Es más, incluso Lurie dirigió su propia aportación, "Men in orbit". Junto al Jarmusch triunfador, Lurie abandonó el lado más oscuro del celuloide para colarse en el más... ¿gris?). Richard Boes (actor habitual de Jarmusch y del cine "indie" en general). Sara Driver (también eventual directora y ex de Jimmy). Frankie Faison (el único actor que posteriormente hizo algo parecido a una verdadera carrera). Eric Mitchell (otro esteta del "No wave" que colaboró con los "grandes" de la escena e hizo sus propias pelis -la mentada "Underground USA"-, además de inaugurar una sala exclusivamente dedicada a esa clase de films y que cerró en tiempo récord). Finalmente localizamos a Tom DiCillo como cinematógrafo (quien años después se pasaría a la dirección y debutaría con "Johnny Suede", peli que guarda muchos puntos en común con "Vacaciones permanentes" y todo el cine "No wave" en general -y en la que también actúa Richard Boes, añado-), tarea que comparte con James A. Lebovitz, quien acabó currando para la Troma y en films como "Maniac Cop 2", nada menos.
Curiosa, sí. Interesante, también. Buena, no. Horrible, tampoco. Trascendente, ni de coña.

sábado, 30 de noviembre de 2019

LOS MUERTOS NO MUEREN

Que Jim Jarmusch hiciera una peli de vampiros melodramáticos ("Sólo los amantes sobreviven") tenía cierto sentido. Pero que se apuntara, aunque tardíamente, a la moda del cine de zombies o, si lo prefieren, la comedia zombie, fue algo que, cuando me enteré, no me podía creer. Daba la sensación de que el cineasta, auténtico estandarte de lo que algunos consideran discutiblemente cine "independiente", había tirado la toalla. ¿Estaba Jarmusch deseando meterse en terrenos más comerciales?. ¿Buscaba alguna clase de éxito "mainstream"?. Era todo muy raro. Y más cuando al repasar el reparto encontrabas una ristra de nombres realmente impresionantes, muchos de los cuales llevaban colaborando con el cineasta desde hacía lustros: Bill Murray, Adam Driver, Tom Waits, Chloë Sevigny, Steve Buscemi, Danny Glover, RZA, Rosie Perez, Carol Kane, Tilda Swinton, Sara Driver, Iggy Pop, Selena Gomez y Larry Fessenden (que de alguna manera vendría a ser "el Jim Jarmusch del cine de terror"). ¿Y qué me dicen de su público?. Jarmusch lleva haciendo el mismo tipo de película desde que destacó en sus tiempos con "Extraños en el paraíso" y recuerdo perfectamente, en los 90, una revista super-pedante -"Kinos"- con unos "diez mandamientos cinéfilos" donde encontrabas uno que decía "Adorarás a Jarmusch, Hartley y los Coen". ¿Qué pensarían esos gilipollas de semejante proyecto? Me habría encantado conocer la respuesta.
Aquí la gran incógnita consistía en saber si "Los muertos no mueren" iba a ser una peli muy Jarmuschiana o no. Con sus habituales ritmos reposados, su estética elemental pero elegante y esos diálogos a medio gas tan característicos. ¿Habría gore, habrían imágenes de zombies devorando entrañas?. El trailer no aclaraba mucho la situación y echaba más leña al fuego, especialmente viendo a una Tilda Swinton vestida de samurai dispuesta a recortar extremidades de muertos vivientes. Todo muy muy loco. Me moría de ganas de saciar mi curiosidad.
"Los muertos no mueren" cuenta la historia de un pueblecito asediado por una horda de cadáveres resurrectos. Se han levantado de sus tumbas porque el eje de la tierra se ha desplazado. Veremos como los diferentes y peculiares habitantes, desde el sheriff al racista de turno, pasando por un "fricazo" fan del cine de terror, afrontan tan apocalíptica situación.
¿Por dónde empezar? Sí, Jim Jarmusch se mantiene fiel a sus preceptos. Aunque de un modo más ligero, no tan extremo. Tal y como he leído por ahí, puede que sea su película más accesible. Y es cierto. Pero también que sigue habiendo mucho del cineasta en ella. En esencia es una comedia, rara, como lo eran algunas de sus pelis precedentes, solo que en este caso el humor es increíblemente tonto. Chorra incluso. Con gags elementales, casi infantiles. Completan la tarta unas pocas coñas de metacine y gotitas de ciencia-ficción.
Pero la verdad es que todo ello mola. Funciona. No aburre, lo que en una obra Jarmuschiana ya es mucho. Y dispone de algunos momentos muy inspirados, y divertidos, como la secuencia en la que los policías descubren unos cadáveres en la cafetería. Puro Jarmusch. O los pasajes truculentos, que los hay y no son moco de pavo, aunque cuando los zombies mueren no sueltan sangre, sino polvos negros.
Sorprenden también los guiños "friquis". Desde posters en paredes, a citas directas. La más llamativa es que Adam Driver tenga como llavero una nave imperial de "Star Wars". Más propia de Kevin Smith que de Jarmusch. Aparece Selena Gomez interpretando a lo que uno de los personajes tilda de "hipster", irónico "palo" viniendo de un cineasta que en su época era un "hipster" puro cuyo cine atraía, esencialmente, a los "hipsters" del momento.
Tal vez lo peor sea el extremadamente evidente, básico y previsible elemento crítico contra la sociedad consumista. No sabemos si es parte de la guasa como guiño al cine zombie de George A. Romero o algo genuino que Jarmusch pretende expresar. Pero se perdona, porque, al final, resulta que "Los muertos no mueren" está un rato bien. Te entretiene, te hace reír, goza de un excelente desenlace y, en definitiva, disfrutas semejante marcianada que, no por saciada la curiosidad, deja de ser un perro verde en la filmografía de su director. 

miércoles, 19 de enero de 2022

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 6 (ESPECIAL NEW WAVE 2 / JIM JARMUSCH)

Si en la entrada anterior abordábamos al "pope" del cine "indie" norteamericano tal y como lo conocemos hoy, Amos Poe, esta va dedicada a su alumno más aventajado. Tanto que llegó a superarle, llevarse todas las atenciones y, hoy por hoy, ser considerado -muy discutiblemente- el paradigma de lo que entendemos por "cineasta independiente": Jim Jarmusch.
Cuando "Casablanca" publicó la entrevista, Febrero del 83, Jimmy había terminado la versión mediometraje de "Extraños en el paraíso", y andaba intentando ampliarla. Como bien sabemos, lo logró. Y de ahí al estrellato.
Ya he mencionado varias veces que siento cierta simpatía por Jarmusch, aunque no todo lo que hace me gusta. Es cierto que se ha mantenido fiel a sí mismo todos estos años. Habrá quien vea mérito en ello, y habrá quien lo considere acomodaticio y cobarde. No sabría decir.
En cualquier caso, ahí va la entrevista. Destacar cuando el filmmaker comenta que Estados Unidos nunca ha sufrido un ataque ni un bombardeo... ¡juas! no imaginaba lo que les iba a tocar tragar unas décadas después...
Para leer, tecla Ctrl + botón izquierdo del ratón y luego: ¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!



martes, 14 de septiembre de 2010

WHEN YOU´RE STRANGE

A finales de los 60, cuando en EEUU dominaba el puritanismo, y la guerra de Vietnam mas se recrudecía, apareció el movimiento hippy. Para los jóvenes las drogas y el rock n´roll eran la manera de evadirse de la mierda de realidad que les había tocado. Es entonces cuando apareció The Doors, y con ellos llego el escandalo a los escenarios. Este documental nos muestra la vida del grupo, como se formo, sus conciertos y escándalos y como acabo todo. La cinta mezcla imagenes reales de archivo y una historia de ficción que cual metáfora nos narra los descensos a los infiernos de Morrison.

Lo mejor de todo el documental son esas imagenes de archivo, veremos a The Doors grabar en estudio mientras Morrison casi no se tiene en pie, o los conciertos grabados desde el backstage con un Morrison tirado en el suelo del escenario completamente drogado, o incluso aquella ocasión en Amsterdam cuando el bueno de Jim se comió un trozo de hachís y se quedo dormido todo el concierto tirado en mitad del escenario. Vamos que veremos a Morrison puesto de todo lo posible y mas. Pero aunque fuera un drogadicto reformado luego a alcohólico, Jim Morrison tiene un algo especial que atraía a la gente. En el documental alguien define a Morrison como un Chamán que abre las puertas a otros mundos y sus seguidores entran en trance con el (el nombre del grupo viene de una poesía que habla de eso, de abrir puertas de conocimiento) y es cierto, Morrison tiene mas de Chamán que de cantante o estrella, aunque era lo uno y lo otro.

Dirige el documental Tom DiCillo, dire de fotografía de Jim Jarmusch y responsable de "Johnny Suede", "Vivir Rodando" y alguna otra no especialmente memorable.

lunes, 5 de mayo de 2014

VIVIR RODANDO

Todos sabemos que durante los abominables años 90 el cine alcanzó cotas de mierdismo nunca vistas. Y siempre solemos recurrir a la coletilla de que el más sufriente fue el género de mis amores, el terror. Descarao... pero hubo más. La otra cinematografía que se fue al gerete de forma definitoria durante tan diabólica década fue el absurdamente llamado cine independiente. Hasta la llegada del puto Tarantino, su "Reservoir Dogs" y la repugnante gentuza de "Miramax", el cine "indie" no solo no se llamaba así, sino que lo conformaban películas genuinamente libres rodadas con poca pasta y en las que, ciñéndonos  a la rama más "artística", cualquier atisbo de "cine de género" puro y duro quedaba bien lejos de los intereses y las intenciones de sus creadores. Gracias al éxito de Tarantonto, y Robert Rodriguez aprés, el cine “indie" se convirtió en un género en si mismo, una etiqueta a la que los estudios y demás corporaciones podían recurrir para atraer a un tipo de audiencia no exprimida hasta entonces (aquella que se cree más inteligente y mejor porque ve películas independientes… cuando, solo por ello, está demostrando ser más retrasada que un cholo poligonero). También comenzó a llenarse de pistolas y ultra-violencia (algo muy efectivo de cara a la posible taquilla) y adquirió un lenguaje más propio del "exploitation", solo que disfrazado de "cool". La oleada de películas independientes que se aferraban a esos esquemas fueron legión, dando pie al nacimiento y expansión de auteurs tan oportunos y oportunistas como el insufrible Gregg Araki, por decir uno.
La prueba del grado de auto-consciencia del mal llamado cine “indie", de su condición de nuevo género con sus propias reglas, la tenemos en "Vivir Rodando" ("Living in Oblivion" en v.o.) que, para más inri, viene protagonizada por un rostro de lo más habitual en ese gueto, Steve Buscemi (uno de los "Reservoir Dogs", ¡ups!) y dirigida por la versión "fácil" de Jim Jarmusch, Tom Di Cillo, cuyo film de debut era, pues eso, una peli de Jarmusch (con especial fijación en "Vacaciones permanentes") destinada a escolapios y espectadores habituados a las multi-salas y con protagonismo de todo un guaperas que acabaría petándolo, Brad Pitt, "Johnny Suede". No es casual, Di Cillo fue director de fotografía en los primeros films del cineasta del pelo blanco.
Todo esto que digo no es necesariamente malo... pero tampoco creo que sea cine "indie". Otra evidencia la tenemos en lo poco que DiCillo tardó en confeccionar su primer título pretendidamente "mainstream" y la notoria hostia que se metió ("Una rubia auténtica"). Entre medias facturó algunas comedias dramáticas más (repasando su filmografía he recordado "Box of moonlight", que mi cerebro había relegado a un rincón desde que la consumí en el cine... por algo será) para, finalmente, verse condenado a dirigir de modo exclusivo series de televisión a troche y moche como "Monk", "Ley y orden: acción criminal" o "Chicago fire". Resumiendo, Tom DiCillo representa el "bluff" del cine mal llamado "indie" de los 90. Es su viva materialización en carne y pelo.
"Vivir rodando" narra las trifulcas del rodaje de una película "indie" de bajo presupuesto, con sus problemas técnicos y humanos. Todo ello enfocado de modo esencialmente humorístico y levemente dramático. That´s it.
Lo que decía, cine "indie" hablando de las entrañas del cine "indie", de sus miserias y dificultades. Todo muy acorde a la mentalidad que predominaba en los 90 en los pasillos de "Sundance": Hollywood es el gran malo de la función. Es decir, todos aspiramos a llegar allí, pero hasta que lo consigamos, es el malo. "Vivir rodando" se divide en unos pocos segmentos que, por aquello de ser un mínimo arty, se suponen sueños y terminan/enlazan con metafóricas puertas que se abren y cierran. Bien, uno de esos segmentos narra cómo un guaperas de Hollywood, actor de éxito que ha accedido a salir en una peli modesta en busca de prestigio, es la fuente de los conflictos a base de divismo y de querer interferir creativamente (¿puya de DiCillo a Pitt?). Muy de manual. Al repollo en cuestión lo interpreta un adecuado James Le Gros (protagonista de "Phantasma: el regreso") y en un momento dado confiesa que si se metió en ese berenjenal fue porque se pensaba que el director era como Quentin Tarantino. Fijaos hasta qué punto el "indiesmo" era ya algo establecido y digerido, que se recurre a sus "nombres de peso" para marcarse una coñeta.
Por esa misma regla de tres, otro de los cineastas del gremio parodiados, muy de moda en los 90, es David Lynch. Sin embargo, el momento en cuestión proporciona una de las mejores... er.... no, la mejor escena de toda la película. Se supone que nuestros protagonistas están rodando un sueño. Una chica vestida de novia en una habitación pintada de ¿naranja? dice "Estoy tan hambrienta…". Entonces se abre una puertecita de marco torcido y sale un enano con smoking que sujeta una manzana y da vueltas alrededor de la chavala. Gracioso, pero no tanto como cuando la "persona pequeña" (el hoy reputado actor Peter Dinklage gracias a "Juego de tronos" y su papel en la esperada "X-Men: días del futuro pasado") se cabrea y le echa al aspirante a gran director, Buscemi, una bronca, una de lo más inspirada en la que se ríe de la manía de cierto sector del cine artístico por incluir enanos en sus escenas oníricas para dárselas de raro y que termina con una brillante frase: "¡Nadie sueña con enanos, ni tan siquiera yo sueño con enanos!". Solo por los 2 o 3 minutos que dura este discurso, merece la pena ver "Vivir rodando". Yo me partí de risa cuando la consumí en un mini-cine con cuatro gatos más y el otro día, revisándola en dvd.
¿El resto?, bueno, pasable. La mayoría de salidas humorísticas o gags son muy facilones, algo infantiles y previsibles. DiCillo se esfuerza en crear personajes carismáticos que dejen huella, como el cámara "Lobo", pero no lo consigue. Por aquello de que quede clara su condición de película "indie", entremezcla color con blanco y negro. En los sueños las imágenes de la vida real son blanco y negro, y la peli que están rodando es color. Luego, ocurre justamente lo opuesto. Imagino que hay alguna intención metafórica y metafísica en todo ello... o no, tal vez solo sea una pijadilla estética muy propia de la superficialidad y la artificiosidad de este cine "indie" de mentirijillas. Junto al gag del enano, lo mejor de toda la puta peli es su -se supone que- moraleja final, en la que, tras miles de problemas y dificultades, logran rodar entera una escena gracias a la espontaneidad, a la improvisación y a la creación pura “in situ”, tirando guión y preparativos por la borda. Estoy muy a favor de eso... claro que, una vez más, todo es fachada ya que para hacer su película, Tom DiCillo se aferró al guión como un pajillero se aferra a su castigado micro-pene. Y quien lo ponga en duda, que se agencie de la biblioteca del barrio el dvd editado por el "Fnac" y se mire los extras, donde encontrará una curiosa proyección festivalera en la que, posteriormente, actor y director comentan cosillas de la película.
Aunque tal vez lo más clarificador sea escuchar las palabras del responsable de organizar el evento, que trata a "Vivir rodando" casi de obra de arte minoritaria comparándola con uno de los clásicos de Fellini, por aquello de que también son artísticos y minoritarios. Ta claro, también las películas de Fred Olen Ray las ve poca gente y no por eso se parecen a "8 y medio". Eso sí, termina soltando la puya a la película de Hollywood de rigor, que no es otra que "El proyecto de la bruja de Blair" que entonces lo estaba petando en las taquillas del planeta. Bien, es una comparación un poco injusta, ¿no créeis?. De hecho, me parece a mi que es fruto de la pura, dura y vil envidia. "Blair" era una película parida con menos medios que "Vivir rodando" y mucho más arriesgada, revolucionaria y poco complaciente en su estética. Cámara en mano, vídeo y ni una gota de gore. ¿Qué culpa tuvo ella de conectar con las audiencias masivas y cosechar tanto éxito?, ¿de que a sus creadores se les ocurriera una ingeniosa táctica promocional (o la copiaran -mejorándola- a "The last Broadcast")?, ¿hay que condenarla por eso?, ¿es porque pertenece al terror, el género "maldito" por excelencia?. Pues oigan, no sé yo qué decirles, porque al fin y al cabo la peli de Tom DiCillo no es más que una comedieta amable y muy simplona perfectamente digerible por un público poco exigente. Ni es rompedora, ni es diferente, ni es artística, tampoco es que sea una mierda, entretiene lo justo y te hace sonreír (salvo la escena del enano, que ahí te ríes a gusto). Una peli muy acomodaticia que te deja igual, se olvida con facilidad y no supera la barrera del tiempo (es muy de su época).... cosas estas impropias de lo que debería ser un cine genuinamente libre y personal.

miércoles, 30 de julio de 2014

NURSE 3-D

Una enfermera se dedica a seducir a hombres casados, los cuales, si acceden a las proposiciones de esta, serán asesinados. El caso es que la tía se quiere cargar a tantos hombres infieles como pueda. Entre tanto se  encapricha de una compañera suya a la que emborrachará y con la que se acostará, mientras se va cepillando a todo macho que, valga la redundancia, quiera cepillarsela. Y, como no, esta obsesión por los hombres infieles, viene dada por un trauma de la infancia.
Asquerosa e hipócrita película feminista –de boquilla, porque ni tan siquiera lo es. Es machismo camuflado- en la que, no obstante, no se pierde la ocasión para mostrar al publico masculino el culo, las tetas e incluso el coño depilado de la protagonista, para  que así este convoque a Onán en la privacidad del hogar.  La jamelga, mata hombres infieles, como si el concepto de infidelidad no existiera en el caso de las mujeres. Y claro, esta salvajada se justifica hacia el final de la película, cuando nuestra protagonista hace una masacre en el hospital donde trabaja, matando a todo enfermo que se le pone a tiro. Verdaderamente repugnante.
Por otro lado, es una película cuya estética recargada, a medio camino entre “Matrix” y el cómic filmado a los “300” o “Sin City”, pero en pobre, resulta harto crispante. Una película para contentar a aquellos espectadores que conocen el concepto “Grindhouse” solo porque Tarantino lo puso de moda.
Mogollón de sangre y efectos gore, si, pero la mayor parte de ellos generados en C.G.I.
Y la actriz protagonista, Paz de la Huerta, que entra en el casting tras rechazar el papel Dita Von Teese, es una mongola recauchutada, además de mala actriz que trabajó para Jim Jarmusch. Es decir, que Jarmusch necesitaba una zorra que no hablara para que se despelotara un segundo en una de sus películas y por eso la llamó. Pero es la tipeja más fea y desagradable que una cámara se ha dignado en filmar. Y en un intento de hacérnosla resultar sensual, lo que se consigue es el efecto contrario.
Judd Nelson, actor que a principio de los noventa medio despuntó, pero que ya tiene la carrera acabada dos veces, asoma por la película para morir a las primeras de cambio, y se cuenta con un cameo de segundos en el que  Kathleen Turner parece querer dejarnos claro, sin apenas abrir la boca, lo mayor y entrada en carnes que está la otrora sex symbol con algo de estrabismo. Una presencia acreditada (¿Para atraer a los fans que le queden a la Turner?) que aparece en la película como podía no haber aparecido.
Este pedazo de mierda, no obstante, bien podía existir para blanquear dinero, o váyanse ustedes a saber, porque se trata de un proyecto que Lionsgate dejó aparcado en 2011, para luego en 2013, sin motivo aparente, volverlo a retomar, rodando un par de escenas muy cutres y salchicheras en 3D y estrenarla a través de canales VOD (Vídeo bajo demanda), a la vez que se estrenaba en salas de cine especializadas por un tiempo limitado. A saber.
El director de esta puta mierda responde al nombre de Douglas Aarniokoski, que como todos los malos directores de cine acaban filmando esas series que tanto gustan a la plebe, pero antes firmó títulos tan cochambrosos como “Los inmortales: Juego final”.
Y su manera oficial de ganarse la vida, es como asistente del director  o de segunda unidad de populares películas, tanto independientes, como mainstream.
A la película, igual alguno de ustedes pueden encontrarle cierto valor a la hora de hacerse pajas, pero, por lo que a mí respecta, la protagonista me da bastante asco.

martes, 7 de septiembre de 2010

REVIVAL MARIACHI

Estos días, y gracias a un préstamo amigoso, he tenido un leve revival del fenómeno "Mariachi", la peli de debút de Robert Rodriguez. Ya lo sufrí en su momento, cuando corrí al cine más próximo a ver aquel film que me obsesionaba desde que leí sobre el en las páginas de "Film Threat". Entonces me pareció correctilla, no gran cosa.
Pero hay un momento en que toda moda muere y el tiempo se encarga de borrar sus restos. Eso le ocurrió al "Mariachi". Por ello, y motivado ante la lectura de "Rebelde sin pasta", libro en el que Rodriguez narra todos los avatares de su film, desde la pre, pasando por la post-producción, hasta su estreno, decidí volver a verla. Pero vamos por partes...
El libro. Lo primero que choca es su título, ¿¿"Rebelde sin pasta"??... habría que analizar hasta que punto se puede considerar "rebelde" a un director cuya peli independiente ya está totalmente pensada y construida para ponérsela dura a los magnates de Hollywood. Un director que, tal y como comenta en el libro, no tiene remilgos en aceptar cualquier cambio que la distribuidora sugiera. Vamos, en ese aspecto me parecen más "rebeldes" (siempre así, entre comillas... cualquier individuo que se meta en movidas legales y administrativas para hacer un film no creo que lo sea) Jim Jarmusch o.... no sé, Hal Hartley. Aclarado este punto, cabe decir que el libro será una sorpresa, incluso tendrá utilidad, para aquellos que en su puta vida hayan cogido una cámara. Los que tengan unos pocos cortos caseros en su haber, no verán nada de especial en las técnicas que utiliza Robert Rodriguez, las entenderán como "lógicas y normales". Lo mejor del tochito es su arranque, en el que el cineasta hace un alegato pro-vídeo muy emotivo, y el final, con una serie de slogans y frases que cualquier aspirante debería estampar en una camiseta y llevarla puesta a todas horas. ¿Lo demás?, hombre, un poco monótono... a fin de cuentas se trata únicamente de la recopilación del diario que Rodriguez llevaba de todo lo que iba ocurriendo y, en fin, que no se, tampoco aporta nada especial ni engancha. Lo único realmente sorprendente es descubrir la fuerza que puede tener que los ejecutivos de la meca del cine se encaprichen de algo o alguien. Son capaces de cualquiera cosa.
En cuanto a la peli, "El Mariachi" (de cuya trama no pienso hablar... si no la conoces, busca por ahí y entérate), no se, me pareció simpática, pero justita, sosilla, con algunos aciertos estéticos y visuales, ese look cerdillo de los 16mm y el tono semi-amateur... pero no deja de ser una historia trillada rodada con un lenguaje visual tirando más bien a tradicional (Peter Jackson y Sam Raimi rompían bastante más en ese sentido en sus films de debút). Vista ahora digo aquello de "NO había para tanto".
Eso si, el auténtico "perdedor" de esta historia es Carlos Gallardo, prota y co-productor. Según lo que se cuenta en el libro, el muchacho merecía tantos o más elogios y éxitos que el director. Se lo curró de lo lindo, ¿y cómo ha terminado?, de ultra-secundario en las pelis recientes de su "querido amigo".

sábado, 23 de enero de 2016

BLANK CITY

De todo el paripé cinematográfico acaecido durante las escenas punk, post-punk y no wave del Nueva York de finales de los 70 ya hablé largo y tendido cuando escribí sobre esta película, y esta otra. Así que no voy a extenderme más, basta decir que llevaba mucho tiempo deseando ver “Blank City” (si finalmente pude desquitarme fue gracias a la generosidad del amigo José Manuel Romero Moreno) siendo como es un documental dedicado a ese curioso momento de la historia del séptimo arte, el nacimiento del cine “indie” norteamericano, tal y como lo conocemos hoy previa desnaturalización y exterminio por parte de "Miramax" y "Sundance". Naturalmente sus más primigenias raíces estarían en el “underground” de los 60, con la diferencia que, salvo casos específicos, aquel era un cine menos accesible por su espíritu abiertamente experimental, mientras que este del que hablamos ahora apostaba por un rollo más urbano y realista.
Así pues el docu arranca entrevistando a aquellos que con sus películas de súper 8 y 16mm dieron inicio al pseudo-movimiento, destacando Amos Poe como auténtico padre fundador, Eric Mitchell, actor y director, el músico John Lurie, que improvisaba sus propios cortos en casa una aburrida tarde de Domingo, y, claro está, el único de todos ellos que alcanzó fama y prestigio, Jim Jarmusch (acompañado de cerca por los otros famosos que rulan por el docu, Deborah Harry, Steve Buscemi y el inevitable John Waters, que no entiendo que siempre lo asocien a cualquier movida etiquetable de "underground" cuando él no lo era, ni lo fue, y todo su mérito estuvo en el hurto de ideas y estéticas ajenas).
Esta es la parte más interesante de “Blank City”, básicamente porque retrata el pifostio cuando más honesto, crudo, espontáneo y libre era, cuando sus implicados rodaban de forma visceral, renegando de academicismos y profesionalidad, o se colaban en edificios antiguos para currarse peplums semi-urbanos, caso del curioso James Nares y su “Rome 78”.
Pero como pasa con absolutamente todo, la escena comenzó a desintegrarse en el instante en que el “media” se hizo eco de ella. Cuando algunos de sus integrantes demostraron mayor capacidad y ambición que la mayoría y a los críticos sesudos y los festivales respetables les dio por tomárselos en serio. Ello empujó al resto, cegados por la atención prestada, a depurar más sus respectivos estilos y maneras.
Aquí el documento se vuelve aburrido, centrándose en películas carentes de garra y actitud, preocupadas todas por lucir bien, según los cánones establecidos, tocar temas políticos o implicarse socialmente en cuestiones preocupantes como el racismo o el feminismo. Buf!. El clavo en el ataúd lo puso la recién llegada Susan Seidelman, cuya aportación tardía, “Smithereens/La chica de Nueva York” (en la que intervienen astros del mundillo como Richard Hell o el mismo Amos Poe) le abrió las puertas del cine comercial nada menos que con “Buscando a Susan desesperadamente”.
Para entonces la escena ya estaba agonizando. Se hacía necesario un relevo que apostara por un tipo de cine más radical… y ahí es donde entra el “Cinema of Transgression”, encabezado por Nick Zedd (cuyo nombre, haciendo honor a su condición, no sale en el cartel, cuando es uno de los integrantes de la movida que más habla), Richard Kern o Lydia Lunch. También a alguno de ellos les acabó devorando el "media", pero de otra manera. El problema del “Cinema of Transgression” es que vendría a ser como una repetición del nacimiento de la escena en sí misma, solo que sin la frescura original, de un modo más premeditado, sensacionalista y, este es un dato importante, buscando la atención a base de escándalo y provocación por la vía bestia, cosa que los primigenios ni tan siquiera se plantearon.
Finalmente “Blank City” termina siendo una peli curiosa, interesante, cuya mejor baza se encuentra en sus primeros 30 o 40 minutos, luego uno no puede evitar comenzar a pensar en la compra del día siguiente.
Los créditos finales cuentan con imágenes de los entrevistados, solo que mostrándolos cuando eran jóvenes en plena efervescencia creativa, y no como los cansados y algo hastiados adultos en los que el paso de los años los ha acabado convirtiendo. Dato este bastante significativo.

miércoles, 5 de enero de 2022

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 5 (ESPECIAL NEW WAVE 1 / AMOS POE)

En 1982 ocurrió algo sensacional, la "XXVII Semana Internacional del cine de Valladolid" dedicó un notorio ciclo al cine independiente llegado desde los USA. Por supuesto hablo de la época en la que esa clase de material seguía siendo ultra-minoritario, iba genuinamente por libre y se paría en 16 mm. Lejos, muy lejos, quedaba aún la etiqueta "indie", Miramax y todo lo terrible que conllevó. De la intrusión del mainstream en un tipo de películas supuestamente ajenas a la industria y netamente artesanales. En algunos casos incluso rozando lo amateur. Con motivo de ello, se editó un libro que profundizaba en el tema, "Cine independiente americano: Una introducción" (de Fernando Herrero y Jose Ignacio Fernández Bourgón), y que fue de vital importancia para mí. Especialmente porque, entre los muchos autores (y películas) repasados, destacaban con luz propia el gran George Kuchar y otro que, entonces, me tenía obsesionado: Amos Poe.
Que este me molara tanto se debía a su vinculación, más o menos directa, con el punk rock. El GENUINO. El de mediados de los 70 en Nueva York, cuando significaba crear con libertad, con actitud, sin importarte las normas, ni el público. Dejar de hablar y actuar. Lejos de la etiqueta y patochada ridícula en la que, con los años, se convertiría. El cine de Amos Poe creció, evolucionó y absorbió mucho de aquel primer punk. Y, a lo tonto, se convirtió en el genuino padre fundador de lo que hoy día entendemos por cine independiente yanki. Luego vino Jim Jarmusch, se inspiró muy mucho en Poe, y le ganó la partida, llevándose los laureles, condenando a la eterna oscuridad a aquel quien, no obstante, ha seguido a lo suyo, haciendo sus peliculitas y actuando cual rancio intelectual de insulsa existencia pedante.
Es cierto que el cine "new wave" peca mucho de "arty" para mi gusto. Puede resultar un rato pretencioso y su obsesión con la "Nouvelle Vague" francesa -y especialmente Godard- me irrita de cojones. PERO si lo situamos en su contexto, tiene todo el sentido. Tanto como para "perdonarle" esas milongas y seguir comedidamente fascinado por su existencia (más que por sus películas, sangrantemente aburridas).
Paralelamente al festival y el libro, la revista "Casablanca" se hizo eco de todo ello, dedicando sendos artículos al pifostio. Dado que he ido publicando entradas sobre el asunto cuando se ha prestado, como pueden comprobar aquí, aquí y aquí, era de menester recuperar lo más interesante de esas páginas, dividido en tres tandas por aquello de no dar mucho la paliza. Y comenzamos con el padre putativo de todo ello, Amos Poe, al que en Febrero del 1983 "Casablanca" dedicó una interesantísima entrevista.
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Griten todos al unísono: ¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!



viernes, 9 de agosto de 2019

UN PROFESOR SINGULAR

Sin duda, Marco Ferreri, de una película a otra podía cambiar totalmente su discurso —en el caso de que tuviera uno— con la facilidad con la que uno se cambia de calzoncillos y,  si bien su cine es recordado por las películas más osadas y rompedoras (“El pisito”, “La gran comilona”) no deja de ser cierto que sus películas más irregulares no dejan de ser una buena muestra de sus facultades como autor. Y muchas veces, esas películas no pasaban de ser amables comedietas deudoras del neorrealismo sin una historia  enrevesada que contar. Si “La gran comilona” era una locura concienzudamente elaborada para molestar,  esta “Un profesor singular” es una película que, al margen de ciertos mensajes hippies que se sueltan con la mejor de las intenciones, no pretende más que mostrar una historia inofensiva y hasta familiar si me apuran.
La principal característica de “Un profesor singular” consiste en que es uno de los primeros papeles protagonistas del mundialmente conocido Roberto Benigni así como su única colaboración junto a Ferreri. La película, en la que se le deja manga ancha al actor para improvisar y llevar a su terreno cada una de las escenas de las que se compone la película, al final, no es más que filmar a Benigni interactuando con  un montón de niños. Y ya tenemos film.
Se trata de la historia de un hombrecillo que comienza a trabajar en un parvulario y que se mete enseguida a los niños en el bolsillo porque les insta a hacer toda suerte de divertidos juegos y actividades. Entre tanto, a nuestro protagonista le da tiempo a dejar preñada a una novieta, a la que, junto a un puñado de niños, se lleva Cerdeña para parir en un ambiente natural. También se centra en la amistad de este con un niño medio autista al que espabilará un poco a fuerza de persistencia.
Quizás se trate de la película más normal de Ferreri, así como la más simpática y buenrollera, pero, por descontado, no se trata ni de lejos de una de sus mejores películas. Sería del montón. Con todo eso, no deja de ser una película interesante y una especie de juego en el que da la sensación todo el rato, que cada secuencia ha sido rodada en total libertad, sobre todo,  la parte que concierne a la verborrea interminable, a veces insoportable, del no menos insoportable (y a veces genial) Roberto Benigni, a punto de convertirse en años venideros tanto en icono cómico de su país natal, Italia, como en musa surrealista de autores independientes, underground  y/o artísticos  como  puedan ser Jim Jarmusch o Amos Poe.
Y aunque sea la película más normal de Ferreri, esta se convierte, por ende, en su película más rara, tanto, que salvo por un par de detallitos marca de la casa, parece que fuera de Antonio Mercero y que Lolo García esté apunto de aparecer en el metraje. Lo haría en una infame película italiana, pero por lo pronto, no en esta.

miércoles, 9 de febrero de 2022

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 7 (ESPECIAL NEW WAVE 3 / FINAL)

Y cerramos este repaso a cuando la revista "Casablanca" centró sus páginas en el cine "new wave" con un compendio de reseñas de algunos títulos proyectados en la  "XXVII Semana Internacional del cine de Valladolid". Están los obvios, dos de Amos Poe, uno de Jim Jarmusch (otro de su novia, Sara Driver) y el "Killer of Sheep" reseñada por Víctor hace poco, pero mi favorita es "Vortex" de Beth y Scott B., pareja más que popular dentro del underground neoyorquino de los ochenta (influencia directa del, más o menos posterior, Cinema of Transgression, con quienes llegaron a codearse e incluso acostarse -Beth B fue pareja de Nick Zedd-. De hecho, más que "New Wave" se los considera precursores de la "No Wave", pero ese es otro rollo que no me apetece tocar ahora), especializados en cortos y largos paridos en Súper 8 (el más famoso de ellos es "Black Box", protagonizado por Lydia Lunch), con "Vortex" afrontan su proyecto más ambicioso, para lo que cambian a los 16 mm y apuestan por un rollo semi-de-género, con regusto a "B movie", a novela "pulp" (de cuando no era "fashion" hacerlo), que pinta cuanto menos curioso. Lo cierto es que hace tiempo fui bastante seguidor de los B., me agencié alguna de sus obras y hasta puede, solo puede, que viese "Vortex" y no me gustara. O tuviese acceso a ella y, entonces, ya no me apeteciera. Me suena algo así. En cualquier caso, como concepto llama mucho y, a diferencia de la mayoría de películas de sus compañeros de escena, la suya pintaba más desenfadada.
Con los años, mientras Beth B. ganó algo de prestigio, se hizo profesional y, hoy por hoy, es una artista bastante reputada, Scott B. desapareció en la más absoluta de las oscuridades.
Fascinante mundo el del llamado "cine new wave". Ahora entenderán por qué me pone tanto y por qué le he dedicado tres entradas seguidas que, espero, hayan disfrutado.
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Griten todos al unísono: ¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!



sábado, 5 de noviembre de 2022

DIRECTOS AL INFIERNO

Entre "Sid y Nancy" y "Walker (Una historia verdadera)" Alex Cox dirigió esta "Directos al infierno" ("Straight to hell" en v.o. La he visto bautizada por ahí como "Derechos al infierno", pero la mía es una copia grabada en su día de Televisión Española, y figura tal y como reza el encabezamiento), una cosa extrañísima que parece improvisada porque, en fin, lo está. Es decir, el guion firmado por Cox y su actor / colega / punk de afiliación Dick Rude contaba 66 escasas páginas y fue tecleado en cuatro únicos días. No es difícil deducir que, durante el rodaje, se inventaron mucho. De hecho, la historia de la gestación es tan curiosa como que Alex Cox quería organizar un tour de bandas más o menos punkeras con el fin de rejuntar financiación. Sin embargo, el tema se fue al garete. Así, aprovechando que todos los grupos comprometidos disponían ahora de tiempo libre -y hacer "Directos al infierno" salía más barato que organizar lo otro-, se lanzaron a parir la peli, con las consecuentes prisas. Claro, dele usted una cámara, mucho tiempo y más libertad al frontman de los "Clash", Joe Strummer, a los "Pogues" al completo, al bajista de los "Circle Jerks",  Zander Schloss, a Elvis Costello, Courtney Love (¡mira que era fea! ¿qué le vería Kurt?), Edward Tudor-Pole, a Jim Jarmusch, Dennis Hopper y Grace Jones en plan cameo, y a los habituales de Cox, Sy Richardson, el mismo Dick Rude, Miguel Sandoval, Del Zamora y Luis Contreras y ¿qué obtendrá? Pues una película que, básicamente, parece una fiesta muy bien fotografiada por Tom Richmond y, sin duda, durante la que lo pasaron pipa jugando a lanzar un guiño legañoso al espagueti-western. Tan concienzudamente que incluso se trasladaron en piña hasta Almería. No era la primera vez que Cox visitaba nuestro particular plató del oeste. Siendo joven hizo allí un corto arty a base de sacar imágenes fijas de todas y cada una de las casas del poblado. La cuestión aquí es, ¿nos lo pasamos nosotros igual de bien viendo "Directos al infierno"?
Unos ladrones de poca monta vacían un banco y huyen por el desierto, para recalar en un polvoriento poblado repleto de gentuza, bandidos y entes de mal vivir. Al principio encajan bien, pero cuando corre la voz que disponen de un botín, comienzan las rencillas. Inevitablemente, todo terminará en un tremendo tiroteo.
Y es esta parte la que arregla la película. Una masacre en la que muy pocos sobreviven y acaba dejando buen sabor de boca. Suerte, porque lo precedente, salvo inspirados momentos de cruel humor negro, es bastante caótico. No hay realmente una trama. Solo una sucesión de momentos, diálogos chorrísimos inventados sobre la marcha y tonterías que no aportan nada pero se soportan, ni que sea gracias a la curiosísima galería de rostros que van pululando.
Si a ello sumamos la escueta -y previsible dadas las circunstancias- duración, pues resulta que "Directos al infierno" termina siendo una de las mejores películas de su director. Si no la mejor. Y, también, la más punk de todas, en el sentido real que, pal caso, se refiere a la actitud y su espíritu libre. Supongo que esas cosas pasan cuando te rodeas de las personas adecuadas.

lunes, 20 de diciembre de 2010

TRIGGER MAN

El cine de Ti West es un 50% puro género y un 50% arty, o "de autor", o llamadle como queráis. Todos sus trabajos se destacan por unos tempos criminalmente reposados, casi casi contemplativos (y en "Trigger Man" eso se da más que nunca), a West le gusta recrearse en sus imágenes, en sus atmósferas. Si al cocktail añadimos una serie de aspectos que, contrariamente, son pura resolución de género, encontramos el balance casi perfecto. Justamente, la única peli de Ti West que no me gusta es "Cabin Fever 2", porque con ella intentó acercarse a un tipo de cine que no es capaz de asumir y no pega nada con su característico estilo.
Si tras aquella me entraron dudas, "Trigger Man" las ha disipado por completo. En "Trigger Man" los aspectos antes mentados propios de su obra alcanzan límites "insoportables"... no para mi, sino para el aficionado medio que, me consta, echa pestes de esta peli.
La historia, basada en hechos reales, es tan sencilla y directa que el realizador aplica la técnica más lógica y adecuada, rueda con una cámara (de vídeo) nerviosa, que no para de moverse, de hacer toscos zooms, salvo para algunas secuencias en las que, contrariamente, reposa sobre trípode... y durante un buen rato. Decían por ahí que era como una peli "estilo Dogma". No es una mala comparación, como tampoco lo es decir que "Trigger Man" es "Deliverance" dirigida por Jim Jarmusch.
Unos tipos se van de caza el fin de semana a la montaña. Caminan y caminan, y se aburren, y nosotros caminamos y nos "aburrimos" con ellos. Llegan hasta una gran fábrica abandonada y, de pronto, alguien comienza a dispararles. El único superviviente tendrá que hacer frente al asesino, que se oculta en tan fantástico escenario, por el que se paseará a lo largo de interminables pasillos llenos de oscuridad escopeta en mano hasta dar con él. El final es contundente, directo y tan lógico como la peli lo requiere.
A lo expuesto, caben añadir los pocos diálogos (sobre todo al final, que directamente son nulos) y la música, muy Carpenteriana pero muy sutil. West prefiere recrearse en los sonidos de la naturaleza.
No es una peli fácil, es una peli valiente y diferente y ver algo así de vez en cuando se agradece mucho.