La Aurora italiana vive en una esquina como esta. Me cuentan
que se llama Isabella. Sabe montar en bici y por su cumpleaños, le regalaron
una con cesta llenita de lilas y lavandas. Sabe cantar, tocar el ukelele y
hacer pasta fresca. Puede comer todo el queso del mundo, y tener perros y gatos
sin que le den alergia. ¡Qué suerte!
Viste siempre con vestidos por la rodilla de flores, y se
despierta maquillada y con ondas perfectas que le duran todo el día. Escribe
novelas de doscientas o trescientas páginas, y trabaja en un colegio de
educación infantil en medio de la Toscana. ¡Ay qué suerte!
Pero, todos los días, al doblar la esquina de su casa,
camino del trabajo, sus vecinos ven tras ella, tres sombras que la persiguen.
Una, la de ese amor que dejó escapar por miedo, y las otras, la de los niños
que no tuvo, en forma de mozzarella con flequillo de albahaca cada uno.
Pensándolo bien, me quedo con mis chapuzas en la cocina, mi
voz desafinada, mis cuentos de cincuenta páginas y mi oído nulo para la música,
seguiré practicando con la plancha y enganchada a los antihistamínicos de por
vida, porque en realidad, yo he escogido bien, supe verlo todo, arreglarlo todo
y tenerlo a él con todo. ¡Eso sí qué es buena suerte!
#auroraysumundo .