Se notaba en las gradas del Renato Dall’Ara de Bolonia que la situación era diferente. Italia llegaba no después de haber decepcionado en una Copa del Mundo, sino tras no haberla disputado. Es cierto que la convocatoria de Roberto Mancini, en la que realmente sólo faltaba el lesionado Marco Verratti como nombre al que echar de verdad en falta, no dejaba apenas margen al debate, y quizás esa falta de calidad global es lo que de verdad preocupa al hincha de la Nazionale.
Para empezar, dio la sensación de que Roberto Mancini quizás fue demasiado ambicioso con respecto a lo que demandó a sus futbolistas si analizamos al detalle la alineación elegida, pero en cualquier caso tuvo mucho más peso el gran partido de Polonia y lo que el equipo entrenado por Jerzy Brzecek obligó a hacer al cuadro transalpino.
Polonia compitió muy bien gracias a Zielinski y Lewandowski
El nuevo seleccionador italiano propuso un 4-3-3 en el que la intención fue presionar muy arriba y jugar en índices de posesión altos. Con Jorginho como pivote y Bernardeschi e Insigne como extremos, la idea pasaba por hacer al jugador del Chelsea alimentar a la última línea y que los jugadores de Juventus y Napoli generasen ventajas a partir de sus recepciones en la cal o en los carriles interiores. Sin embargo, Polonia no lo permitió.
Brzecek dibujó un 4-4-1-1 con el equipo bastante atrás, pero con la intención de estar siempre encima de Jorginho. Polonia robó mucho en campo propio y se apoyó en el partidazo de Zielinski y Lewandowski para salir con regularidad. Con el delantero del Bayern de Múnich dando toques para que sus compañeros corrieran, y el centrocampista del Napoli conduciendo el cuero a campo abierto, Italia se vio superada con regularidad en el primer tiempo.
Italia se montó bastante espesa con pelota
El cuadro de Mancini presentó dos problemas con pelota. El principal era que Polonia ofrecía las bandas para que Italia progresara, y ahí ni Zapacosta ni Biraghi, más enfocados a romper al espacio abierto que dejaban Bernardeschi e Insigne que a producir con pelota al pie, generaban ventajas. El segundo problema fue que Gagliardini y Pellegiini necesitaban que Italia encontrase a sus jugadores lejanos -Balotelli jugó un partido muy pobre- para poder quedar después de cara, ya que por sí mismos su giro no es lo suficientemente fluido como para salir indemnes del entramado defensivo polaco.
A Italia le costó mucho progresar, hasta que en la segunda parte aparecieron dos nombres que sí permitieron al equipo que su posesión en campo rival fuese más productiva. El primero de ellos fue Bonaventura, que por simple movilidad sin pelota, desde la posición de interior izquierdo, arrastrando rivales y generando espacios. El segundo fue Federico Chiesa, un futbolista explosivo y muy seguro ahora mismo de su capacidad de desborde, y que añadió un punto de desequilibrio muy necesario en un escenario como el que provocó Polonia.
AdrianBlanco_ 8 septiembre, 2018
"El gran partido de Polonia y lo que el equipo entrenado por Jerzy Brzecek obligó a hacer al cuadro transalpino". Qué gusto da volver a leer esto, después del Mundial tan pobre que dejó la selección de los Lewandowski, Zielinski o Krychowiak.
Pero me gustaría hablar de Federico Chiesa. No sé cuánto tiempo durará en Florencia, pero ratitos como el de ayer demuestran que en Italia se está gestando algo importante con este chico. Es puro desequilibrio. Ha empezado la temporada muy bien. Y, a sus 20 años, lo que más me gusta de su fútbol es que está creciendo a partir de los tres carriles. Tiene capacidad para influir en todos los pasillos. Y eso, para su edad, no es poca cosa.