Ahora
resulta que el género se llama biopic.
Una
película biográfica de toda la vida.
Puede
que el protagonista sea un músico.
Quizá
el género debería conocerse como biomusicalpic.
Demasiado
complicado.
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¿Cómo
afrontar la semblanza biográfica de un músico?
1.
Intentar
dejar satisfechos a sus seguidores, introduciendo los elementos esenciales de
su música (canciones o actuaciones emblemáticas).
2.
Buscar
un público más amplio y alimentar la película con anécdotas pintorescas que
resulten más atrayentes para una mayoría morbosa.
En
realidad, ambos enfoques pueden ser contrarios.
Estar
interesado en la obra de un artista no requiere saber de sus hitos personales,
sus contradicciones o debilidades.
Querer
escuchar cantar (y ver bailar) a un tipo, no significa que quieras conocer sus
trapos sucios.
O
puedes interesarte por sus vicios privados (y traerte al fresco sus virtudes
públicas).
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Acabo
de ver la película basada en la vida y obra de James Brown, el músico más influyente de la música popular. Un
extraordinario talento, lleno de determinación y confianza en sí mismo, capaz
de forjar, con tesón y esfuerzo, el edificio sonoro más sólido y duradero de la
historia.
Para
ser justo, la película recoge todas las canciones y los momentos que un fan de JB quería encontrar. Para el
productor, Mick Jagger, todo ello no
resultaba suficiente. Tuvo que encargarle al director, Tate Taylor, que deconstruyera su vida, atendiendo a los epítetos
por los que fue conocido:
Mr. Please, Please, Please
Mr. Dynamite
The Hardest Working Man in Show Business
Soul Brother #1
Minister of New New Super Heavy Funk
The
Godfather of Soul
Y
alterar el orden para juntar algunos de sus peores momentos en un anticlímax
situado en su detención en 1988, donde recuerda (trastornado por sus excesos)
su dura infancia, su empeño, su ambición, su trabajo, la deserción de algunos
de sus amigos, los fracasos con sus muchas mujeres. Donde, en una metáfora
sonrojante, el JB que baja de la furgoneta es el niño al que su padre azotaba y
su madre abandonó.
El
colofón de la historia es su redención personal, consistente en recuperar la
confianza en su amigo de siempre: Bobby
Byrd.
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Son
tantas las cosas que pasan, que se pierden detalles. Mirando en los créditos
veo que aparecía Sam Cooke, sin que
yo me percatara.
Conocía
a todos los secundarios —Ben Bart, Syd Nathan, Maceo Parker, Ralph Bass,
Little Richard, Yvonne Fair, Vicki Anderson,
Pee Wee Ellis, Nafloyd Scott, Bobby Bennett,
Lloyd Stallworth— pero todo se perfilaba de un modo tan impreciso que era
incapaz de seguir la trama. Imagino lo que podría pasarle a algún novato en música
negra.
Al
no programarse las canciones en orden cronológico, pues la película avanza sin rumbo
fijo, la evolución de su poderoso estilo no queda bien trazado, aunque se
apuntan los pasos sucesivos (Gospel, Rhythm & Blues, Soul, Funk, Proto Hip-Hop) y se exponen las claves más
relevantes, aunque puedan quedar escondidas (interpelaciones, reiteración de riffs, percusión rítmica, groove, funk como progresión, rutinas escénicas, pasos de baile,
coreografías, etc.).
Se
admite que tratar de explicar, lo que debe sentirse, resulta una imposibilidad
manifiesta.
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Todo
tiene arreglo: la música se puede rastrear mejor en los programas que, a modo
de guía introductoria, le han dedicado dos maestros: Diego A. Manrique (“El
amplificador”) y Luis Lapuente
(“Sonideros”).
Y
los conciertos notables (y sus cameos
más célebres) se encuentran fácilmente en YouTube.
O
una recopilación de sus apariciones en el mítico programa “Soul
Train”.
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En
fin: una película que dejará indiferentes a sus admiradores (me incluyo), pero
que no aportará ni un nuevo seguidor a su legión de ahijados.
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Un
descubrimiento final: Una de las primeras vocalistas que acompañaron a JB, Yvonne
Fair, está interpretada por la espectacular Tika
Sumpter.
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PD
— La película se titula “Get On Up”. Es
la réplica que le da Byrd en una canción que supuso un nuevo avance en su
trayectoria. Tras la marcha de la segunda formación de acompañamiento, JB
incorpora al bajista Bootsy Collins y una nueva banda. En
1970 graban la que, para muchos, es la cima artística de JB: “Get Up (I Feel Like Being a) Sex Machine”.
Es evidente lo que siente JB: es una máquina imparable. En el sexo, en los
negocios, en su compromiso con la comunidad negra, en la interpretación de la
música como un ritmo infernal, en el que aprovecha todas las influencias que ha
ido absorbiendo. Una de las primeras, el diálogo típico del góspel que JB lleva a efecto con su MC,
Byrd, es primitivo y tribal:
— JB: “Get Up” (Arriba: se entiende “gueropa”).
— Byrd:
“Get On Up” (Levántate: “gerón ap”).
— JB: “Gueropa”.
— Byrd: “Gerón ap”.
— JB: “Gueropa”.
— Byrd: “Gerón ap”.
— JB: “Gueropa”.
— Byrd: “Gerón ap”.
— JB: “Gueropa”.
— Byrd: “Gerón ap”.
Metes
a toda esa gente en una furgoneta, les das combustible suficiente y, mientras
viajan a toda caña tocando música como posesos, pasan al lado de un pavo que
está pasando la escoba en el local.
En
España, por mor de las traducciones, nos cambiaron el título para rebautizarla
como “I Feel Good”. Hace referencia a
“I Got You (I Feel Good)”,
interpretada con Maceo Parker, Jimmy
Nolen, St. Clair Pinckney o Bernard Odum en la formación.
La
inspiración para que Robin Williams
se pusiera a bailar en “Good morning
Vietnam”.
Ya lo sé: este repaso duró mucho más que
los 139 minutos programados en la película.
Pero seguro que has encontrado motivos
para tu satisfacción personal.