Cuando escribí mi anterior entradilla en mi blog sobre los patios, no sabía que D. Fidel me estaba haciendo una visita virtual… pero así fue. Escribí sobre los patios en general y sobre mi patio en particular y, sin ser consciente, alguien me lo estaba indicando.
El impulsor de mi patio, con vistas al futuro, fue mi padre. Mi hermano fue el que lo diseñó y me comunicó la mejor idea. Y D. Fidel fue el que llevó a cabo la dirección de las obras en el acondicionamiento de mi patio. Fue él quien, con buen tino y acierto, hizo de mi patio un lugar asequible y vivo, diáfano y perdurable. D. Fidel hizo, de su profesión de contratista de obras, un arte, beneficiando además a un sin número de personas que, como yo, pusieron su confianza en él. Pusimos la confianza en su maestría, en su don de gente, en su honestidad, en su humildad y en su generosidad.
D. Fidel fue de esas personas que trabajó desde siempre y desde muy joven, por lo que, el trabajo; lejos de espantarlo, lo atraía y le daba vida. Amaba su construcción, por eso se llevaba planeamientos de reformas, de casas, de entradas, de azoteas, de soportales, de acondicionamientos de cuevas naturales etc…y de cientos y cientos de construcciones para su domicilio.
Y por las noches le daba mil vueltas en su cabeza sobre el proyecto planeado con la única intención de hacer mejor su trabajo para poderlo explicar y ofrecerlo a su cliente al día siguiente. Lo había hilvanado durante la noche y mejorado con su pensamiento. En una palabra; lo “craneaba”. No paraba D. Fidel. Buscaba soluciones y hacía que sus trabajadores reflexionaran en su obra para llevarla a cabo en óptimas condiciones."No existe la perfección” me decía, “pero todo lo que haya que hacer se hace”.
Era buen empresario y buena gente. En más de una ocasión sacó adelante algún que otro préstamo de algún que otro trabajador en apuros. Lo sé de fuente limpia. Lo sé de corazón. Lo sé y no fue él quien me lo contó. Y en más de una ocasión contrató a otros, a los que nadie más les daba trabajo o no los contrataban. Así de generoso era D. Fidel. Lo sé también y tampoco fue él quien me lo contó.
Hombre de palabra como a la antigua usanza, no le hacía falta un documento cuando se trataba de gente honrada. Y él, más que nadie, las conocía. Sabía en quienes confiar.Hacía que te sintieras cómoda y satisfecha, aún a pesar de las incomodidades que cualquier reforma u obra trae consigo en cualquier vivienda que se desea acondicionar. Daba ánimos a sus clientes y seguridad en que el trabajo quedaría bien hecho. Confiaba en sus trabajadores. Tenía una sonrisa generosa que siempre compartía en cualquier momento y era muy fácil que D. Fidel sacara puntualmente su filosofía de la vida. “Todo se arregla en esta vida”… “lo que hay es que buscarle la vuelta”. Así me decía D. Fidel ante mi preocupación en temas de reformas que se me atragantaban y que yo desconocía.
D. Fidel visitaba diariamente todas las ejecuciones de obras que se estaban llevando a cabo de su mano. Revisaba, corregía, retomaba y estaba en contacto permanente con sus trabajadores y con sus clientes.
Era el tipo de persona en la que tú podías confiar porque en su idea estaba primero que nada favorecer y solucionar tu problema: fueran bajantes defectuosos u caducos, goteras, grifos o una gran obra como la que realizó en mi casa. Él me dejó mi entrada embellecida, agradable y resguardada. Mi patio habitable, luminoso y aprovechado y mi casa llena de buenas obras, en la doble acepción de la palabra; obras bien rematadas y obras de gran generosidad por su parte.
Por todo ello echo de menos a D. Fidel. Sé, además, que son muchos, los que como yo, le echan de menos. Echo de menos su sonrisa y su familiaridad cariñosa. Y echo de menos al trabajador e impulsor de vida y de obras que siempre fue.
Me consta que Oscar, su hijo, ha tomado la alternativa. Me vale con que haya recibido de su padre su buen hacer. Y estoy segura de ello. Esta empresa familiar ha de continuar más que nada porque sé que empezó desde la base, pasito a pasito. Y yo, como otros tantos que lo recordamos, volveremos a solicitar sus servicios cuando lo necesitemos porque era un hombre puntual y honrado. Y eso tan sólo marca la distinción.
Pero yo sé que cuando ese rayito de sol se cuela por mi patio, llega al mismo tiempo y paralelamente D. Fidel. Como antaño, cuando de su mano dirigió las obras de mi patio y de la entrada de mi casa, para que yo ahora los disfrute gozosa y con deleite.
El impulsor de mi patio, con vistas al futuro, fue mi padre. Mi hermano fue el que lo diseñó y me comunicó la mejor idea. Y D. Fidel fue el que llevó a cabo la dirección de las obras en el acondicionamiento de mi patio. Fue él quien, con buen tino y acierto, hizo de mi patio un lugar asequible y vivo, diáfano y perdurable. D. Fidel hizo, de su profesión de contratista de obras, un arte, beneficiando además a un sin número de personas que, como yo, pusieron su confianza en él. Pusimos la confianza en su maestría, en su don de gente, en su honestidad, en su humildad y en su generosidad.
D. Fidel fue de esas personas que trabajó desde siempre y desde muy joven, por lo que, el trabajo; lejos de espantarlo, lo atraía y le daba vida. Amaba su construcción, por eso se llevaba planeamientos de reformas, de casas, de entradas, de azoteas, de soportales, de acondicionamientos de cuevas naturales etc…y de cientos y cientos de construcciones para su domicilio.
Y por las noches le daba mil vueltas en su cabeza sobre el proyecto planeado con la única intención de hacer mejor su trabajo para poderlo explicar y ofrecerlo a su cliente al día siguiente. Lo había hilvanado durante la noche y mejorado con su pensamiento. En una palabra; lo “craneaba”. No paraba D. Fidel. Buscaba soluciones y hacía que sus trabajadores reflexionaran en su obra para llevarla a cabo en óptimas condiciones."No existe la perfección” me decía, “pero todo lo que haya que hacer se hace”.
Era buen empresario y buena gente. En más de una ocasión sacó adelante algún que otro préstamo de algún que otro trabajador en apuros. Lo sé de fuente limpia. Lo sé de corazón. Lo sé y no fue él quien me lo contó. Y en más de una ocasión contrató a otros, a los que nadie más les daba trabajo o no los contrataban. Así de generoso era D. Fidel. Lo sé también y tampoco fue él quien me lo contó.
Hombre de palabra como a la antigua usanza, no le hacía falta un documento cuando se trataba de gente honrada. Y él, más que nadie, las conocía. Sabía en quienes confiar.Hacía que te sintieras cómoda y satisfecha, aún a pesar de las incomodidades que cualquier reforma u obra trae consigo en cualquier vivienda que se desea acondicionar. Daba ánimos a sus clientes y seguridad en que el trabajo quedaría bien hecho. Confiaba en sus trabajadores. Tenía una sonrisa generosa que siempre compartía en cualquier momento y era muy fácil que D. Fidel sacara puntualmente su filosofía de la vida. “Todo se arregla en esta vida”… “lo que hay es que buscarle la vuelta”. Así me decía D. Fidel ante mi preocupación en temas de reformas que se me atragantaban y que yo desconocía.
D. Fidel visitaba diariamente todas las ejecuciones de obras que se estaban llevando a cabo de su mano. Revisaba, corregía, retomaba y estaba en contacto permanente con sus trabajadores y con sus clientes.
Era el tipo de persona en la que tú podías confiar porque en su idea estaba primero que nada favorecer y solucionar tu problema: fueran bajantes defectuosos u caducos, goteras, grifos o una gran obra como la que realizó en mi casa. Él me dejó mi entrada embellecida, agradable y resguardada. Mi patio habitable, luminoso y aprovechado y mi casa llena de buenas obras, en la doble acepción de la palabra; obras bien rematadas y obras de gran generosidad por su parte.
Por todo ello echo de menos a D. Fidel. Sé, además, que son muchos, los que como yo, le echan de menos. Echo de menos su sonrisa y su familiaridad cariñosa. Y echo de menos al trabajador e impulsor de vida y de obras que siempre fue.
Me consta que Oscar, su hijo, ha tomado la alternativa. Me vale con que haya recibido de su padre su buen hacer. Y estoy segura de ello. Esta empresa familiar ha de continuar más que nada porque sé que empezó desde la base, pasito a pasito. Y yo, como otros tantos que lo recordamos, volveremos a solicitar sus servicios cuando lo necesitemos porque era un hombre puntual y honrado. Y eso tan sólo marca la distinción.
Pero yo sé que cuando ese rayito de sol se cuela por mi patio, llega al mismo tiempo y paralelamente D. Fidel. Como antaño, cuando de su mano dirigió las obras de mi patio y de la entrada de mi casa, para que yo ahora los disfrute gozosa y con deleite.
Gracias D. Fidel.