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domingo, 8 de octubre de 2017

Bancarios independentistas

El día 3 de octubre cientos de empleados de banca, fanáticos, abandonaron sus puestos de trabajo y salieron a la calle a manifestar su odio a España y los españoles.
Hoy, 8 de octubre, muchos de ellos tienen su empleo en el alero. Sus entidades no van a tener más remedio que adelgazar sus plantillas, puesto que han perdido una gran cantidad de negocio. No voy a decir que se lo merecen, ni alegrarme por ello, porque no le deseo ningún mal a nadie, pero sí que recapaciten y se den cuenta de que su odio está injustificado, porque gracias a los españoles han tenido trabajo durante un tiempo y lo seguirían conservando si no se hubieran dejado contagiar ese sentimiento tan nocivo, que volverá a perjudicarles en el futuro si no se desprenden de él. Es curioso que haya catalanes que odian a sus clientes.
Sobre el hecho citado cabe preguntar que cómo es posible que los dirigentes de esos bancos permitieran que sus empleados abandonaran sus puestos para salir a morder la mano que les da de comer. Los dirigentes bancarios se ponen unos sueldos astronómicos, dicen que para que no se los lleve la competencia. Quieren hacer creer que son muy competentes, pero luego no son capaces de anticipar el estallido de la burbuja inmobiliaria, después tontean con los nacionalismos durante años, más tarde no saben sujetar a sus trabajadores a las sillas en las que deben estar...O sea, no son tan competentes. Sin embargo, despedirán trabajadores, pero ellos seguirán cobrando sueldos astronómicos todos los meses y quizá también bonus.
Además, están los sindicatos, que tienen economistas y abogados y otros profesionales capaces de analizar un abanico grande de situaciones que afecten a los trabajadores y podrían y deberían haberles dicho que esa guerra no es la suya. Ni aún en la mejor de las hipótesis los trabajadores ganarían nada con la independencia de Cataluña. No serían ellos quienes saldrían ganando, en el caso de que ganara alguien.

viernes, 28 de noviembre de 2014

El programa económico de Podemos

Al leer el resumen del programa económico de Podemos que ha hecho Pilar Gassent en República, lo primero que se piensa es que el infierno está empedrado de buenas intenciones.
Por no hacer largo el análisis me centraré en muy pocos puntos. En el tercero, por ejemplo, se habla de fortalecer a los sindicatos. Eso es un error de bulto. A los sindicatos hay que darles el mismo tratamiento que a los partidos políticos, las religiones, las empresas o empresas; es decir, una normativa suficiente que les permita desarrollar con holgura su labor. La fuerza de los sindicatos ha de estar en la confianza que tengan en ellos los trabajadores.
El punto cuarto es claramente demagógico.
Hay un punto que se echa en falta y es el del fortalecimiento del Estado y su independencia de los partidos políticos. Es decir, a los funcionarios no les deberían afectar de ningún modo los sucesivos cambios de gobierno, y tampoco a los organismos e instituciones estatales. La televisión pública debería seguir su línea, independientemente de cual fuera el partido político dominante, lo mismo el Banco de España, el Fiscal General, y todos los demás.
Sólo si se diera esta premisa podría comenzar a pensarse en reinstaurar una banca pública, como propone Podemos, que tendría que tener además la obligación de dar servicio a aquellos pueblos que se han quedado sin él al desaparecer las cajas de ahorros, punto este que a lo mejor se le ha olvidado a este nuevo partido.
En lo de combatir con eficacia el fraude fiscal hay que estar de acuerdo, pero hay que temer la reforma fiscal que pretenden, porque las armas las carga el diablo. Una cosa es lo que se pretende, que a primera vista puede parecer bonito, y otra muy distinta el modo de conseguirlo, porque como no se acierte el resultado puede ser catastrófico.

viernes, 12 de julio de 2013

En UGT también cuecen habas

Creo que siempre que Anonymus publique una información, cierta o no, de cualquier español que tenga un cargo, la gente, en términos generales, tenderá a creérsela.
Esto es así porque en España, en términos generales, un cargo es un fin en sí mismo. No un medio para hacer cosas, quizá por fortuna, porque otra de las características de España es el carácter imperativo de sus habitantes, forjado éste a través de la convivencia secular con monarquías absolutas, dictadores y oligarcas aprovechados. De modo que dado este carácter imperativo cuando un español que tiene un cargo quiere hacer algo lo hace de ese modo. Si sale bien, todo el mérito es suyo; si sale mal, generalmente sabrá encontrar el modo de cargar la culpa a otros.
El hecho de que el cargo sea un fin en sí mismo tiene un inconveniente: cuesta más resistirse a meter la mano en el cazo cuando se le tiene delante. El encargado de las compras de sellos de una empresa no fumaba, pero como cada vez que hacía una compra el estanquero le regalaba dos cartones de tabaco, se hizo fumador; podía repartir el tabaco en la empresa, pero prefería fumárselo él.
El problema es que UGT es necesario, como también lo son los otros sindicatos y los partidos políticos, lo que sería necesario es que se financiaran y funcionaran de otra manera. ¿Cómo se financia esto? Pues es muy difícil cambiar el actual estado de cosas, porque a quienes mandan, y sólo a ellos, les va bien.
Por otra parte, entre quienes mandan en los partidos y en los sindicatos y, en general, en todos los centros de poder, también abunda el citado carácter imperativo, junto con una escasa voluntad de dejarse aconsejar, y es seguro que entre ellos hay innumerables psicópatas, que se han aprovechado del descuido social en este punto para colarse.


domingo, 8 de agosto de 2010

La situación de la banca española

De momento, no hay peligro de que ningún banco español se vaya al garete. Quizá el mérito haya que otorgárselo al Banco de España, no a su dirección actual, sino al mero hecho de que esté ahí con las funciones que le han sido asignadas a través de los tiempos. Algo peor es la situación de las cajas, también por causa ajena a ellas: los políticos las llevaron a zonas por las que jamás debieron transitar.
Paralelamente, ocurre que uno de los sectores en el que más abundan los parados es el de los empleados bancarios. Es decir, los bancos y las cajas, unos mejor que otros, se han salvado de la quema, pero hay “daños colaterales”. Suele ocurrir que paguen justos por pecadores. ¿Por qué los sindicatos y las autoridades políticas no han exigido que por cada tanto por ciento de empleados despedidos debiera ser despedido también un consejero o alto cargo? ¿Por qué los sindicatos y las autoridades políticas no han exigido que por cada x viviendas que embargue una entidad deba ser despedido un alto responsable del departamento que concede las hipotecas? ¿Por qué los sindicatos y las autoridades políticas no han exigido que por cada x promociones enteras que se haya tenido que quedar una entidad se despida a un alto responsable del departamento correspondiente?
La respuesta es muy fácil. Todas las propuestas anteriores requerirían de un gran esfuerzo únicamente para que fueran aceptadas como leyes. Hacer que se cumplieran después ya sería propio de los héroes mitológicos. Puestos ante la realidad de las cosas, quienes debieran procurar algo de justicia optan por dejar que las espadas caigan sobre los cuellos indefensos. Un indefenso todo lo más que puede hacer es mirar a los ojos a los responsables de su desdicha, cosa que a ellos no les afecta ni les preocupa.

'Ese modo que colma'
'La vida y poesía de Miguel Hernández contada a los niños'
'Red de mentiras'
'La esposa del Rey de las Curvas'
'Los Borgia'
'La ciudad desplazada'
'Tus colores son los míos'
'El filósofo entre pañales'

jueves, 1 de julio de 2010

Sobre la huelga del Metro de Madrid

En principio cabe decir que bajar sueldos por decreto no parece una medida afortunada y tampoco lo es difundir los salarios de quienes protestan, aunque alguna vez lo haya hecho Pepiño. El gobierno también ha bajado los salarios de los funcionarios, medida que puede ser ilegal. Los políticos deberían darse cuenta de que el problema lo constituyen ellos y no es que deberían bajarse los sueldos, es que sobran muchos.
Por otro lado, y según informan sus representantes, el sindicato que ha convocado la huelga del metro no recibe subvenciones y se nutre totalmente de las cuotas de sus afiliados. También resulta raro que la huelga sea seguida por la totalidad de los trabajadores; los sindicalistas niegan las coacciones y las palizas a algunos trabajadores que se les imputan. Pero esta huelga puede acabar muy mal para muchos trabajadores, por eso resulta tan sorprendente que todos asuman ese riesgo.
Suponiendo, en lo que respecta al sindicato, que todo sea cierto, o sea que se financian únicamente con las cuotas de los afiliados y que han convencido a todos los trabajadores recurriendo únicamente a su labia, la huelga ha sido calificada como salvaje y creo que lo es. Vivimos tiempos realmente complicados y los huelguistas han ido a golpear a los menos culpables de todos y quienes más necesitan el metro. Ya que tienen tanta capacidad de convicción, hay que suponer que también tienen imaginación; no puede ir una cosa sin la otra. ¿Por qué en lugar de golpear a los trabajadores que necesitan el metro para desplazarse hasta sus lugares de trabajo no han buscado el modo de descargar su ira sobre la clase política? Podrían turnarse y mientras unos llevan a cabo su jornada laboral en el metro, otros podrían protestar frente a los Parlamentos, turnándose para estar día tras día, hasta que se atendieran sus reivindicaciones. Quizá hubieran obtenido ayuda de otros trabajadores. Tal como lo han hecho, pocas simpatías pueden lograr.
'El filósofo entre pañales'
'Dichos, comparaciones y frases populares'
'Homero, Ilíada'
'Switch in the red'
'Diccionario Web 2.0'
'Tiempo de vida'
'Bajo toda la lluvia del mundo'
'¿Quiere usted hablar mejor?'

miércoles, 9 de junio de 2010

Una huelga pequeñita

Ya está Pepiño planteándose la conveniencia de suprimir las diputaciones, lo que no cabe suponer es que eso se le haya ocurrido a él solo, sino que por algún conducto le ha llegado la idea proveniente de algún lugar. Si se le hubiera podido ocurrir a él solo, no estaría en un gobierno que da palos de ciego y que tiene abochornada a la grey socialista. Lo que mejor se le da a Pepiño es sembrar la discordia y dar golpes bajos.
Pero está muy bien que se plantee cosas, sea por el motivo que sea. Cabe la posibilidad entonces de que se plantee la supresión de las subvenciones a los partidos y a los sindicatos. Si tuvieran que vivir de las cuotas de sus afiliados, procurarían tener muchos y tenerlos contentos. Al no depender de ellos, gracias a las subvenciones, se comportan como pastores de ganado. Tratan de mantener a sus fieles todos agrupados, señalan al que se desvía o hace preguntas difíciles, lanzan consignas y ordenan que se coreen eslóganes. Es difícil demostrar que este estado de cosas beneficie a los ciudadanos, como mucho a unas elites dirigentes.
Habida cuenta de que el gobierno español, al contrario que el alemán, ha contradicho sus anteriores proclamas y, además, de un modo tan precipitado y prepotente que a lo mejor la medida de bajar los sueldos a los funcionarios es ilegal, aquí, en la retirada de las subvenciones a los partidos y a los sindicatos, tiene una nueva sugerencia para ahorrar dinero. Hay más.
Los sindicatos tienen buenos equipos de economistas y sabían desde antes de que lo negara Zapatero que teníamos encima una crisis gorda. Ellos podían haber hecho un favor a los trabajadores denunciando la crisis, denunciando los derroches de los políticos de todos los colores, denunciando todos los disparates que se han venido haciendo. Pero sólo han sido capaces de convocar una huelga pequeñita cuando no han tenido más remedio que defender su imagen.

'Tiempo de vida'
'Bajo toda la lluvia del mundo'
'¿Quiere usted hablar mejor?'
'Sabiduría esencial'
'La llave del secreto'
'El estupor y la maravilla'
'Mil millones de mejillones'
'Camaleones, desmemoriados y conversos'

jueves, 13 de mayo de 2010

La resiliencia de Zapatero (y de otros)

Cuando alguien llega a la situación de Zapatero, en la que se ha visto obligado a hacer todo lo contrario de lo que venía preconizando y prometiendo, lo que debe hacer es dimitir y dejar que sea otro del mismo partido quien las lleve a cabo. Zapatero, en cambio, se aferra al cargo, sin que le importe tener que contradecirse. Este gesto, que debería ser considerado como desfachatez, es interpretado por algunos forofos suyos como resiliencia.
Los políticos españoles, en su inmensa mayoría, consideran sus cargos como de su propiedad, como si los hubieran ganado en unas oposiciones, y para despegarlos de sus escaños hay que echar agua caliente. Hay alguno por ahí al que habría que destituir no por corrupto, sino por tonto. Son muchos los momentos bochornosos que nos hacen pasar nuestros políticos. Probablemente, España tiene más políticos per cápita que ningún otro país y a pesar de ello han tenido que ser políticos de fuera los que digan al gobierno español que ha de corregir el curso del gasto público. Zapatero, como se sabe, ha optado por hacérselo pagar a los más indefensos.
En su día, ningún partido político español fue capaz de prever la crisis, porque todos los gobiernos autonómicos y todos los ayuntamientos actuaron igual de irresponsablemente que el gobierno de Zapatero. En la circunstancia actual, los partidos que no gobiernan tampoco han sido capaces de forzar la dimisión de Zapatero, para cambiar el rumbo de las cosas. El PSOE tampoco ha visto la que se nos venía, se decía últimamente de buscaba urgentemente un recambio para Zapatero. No merece la pena referirse a los sindicatos, que ahora querrán salvar la cara.
Es evidente, pues, que el sistema español no tiene mecanismos para defender a los ciudadanos de la maquinaria de los partidos. El PP propone revisar las subvenciones a la CEOE y a los sindicatos. ¿Y por qué no a los partidos? ¿Y por qué no suprimirlas por completo? Si dependieran de las cuotas de sus afiliados se verían obligados a atenderles. Como dependen de la subvención, pueden considerarse por encima de los ciudadanos y en lugar de servirles, se empeñan en dirigirles. ¿Hacia dónde? Hacia el abismo.

'Mil millones de mejillones'
'Camaleones, desmemoriados y conversos'
'Compañeras de viaje'
'No destruirán nuestra libertad'
'Todo el amor y casi toda la muerte'
'Tu mente en forma'
'Ansiestrés'
'El viaje al poder de la mente'

jueves, 19 de noviembre de 2009

Que no se aprovechen de la crisis

Siempre que ocurre una catástrofe aparecen esos desalmados que tratan de saquear lo que pueden. Una de las preocupaciones de los gobiernos es la de evitar estos actos. La crisis actual ha sido como un terremoto o vendaval que ha venido a ponerlo todo patas arriba. Pensar que nadie se ha aprovechado de la crisis, o que lo ha intentado es un acto ingenuo. Pero el papel del gobierno es el de impedirlo.
Pero los sindicatos preparan una manifestación con el lema “Que no se aprovechen de la crisis”, apuntando a los empresarios en general. Eso es manipulación pura y dura. Si al menos identificase a los culpables podría considerarse de otro modo; aunque lo cierto es que si los identificase no haría falta la manifestación. La clase empresarial se rige por las normas que establecen los representantes de los ciudadanos, que son los políticos, quienes también están obligados a vigilar su cumplimiento. Por tanto, hay que aceptar que los empresarios, en general, actúan dentro de la ley y a los que no lo hacen, ya los llama al orden el gobierno.
Resulta sorprendente también la quietud que han mantenido los sindicatos ante la crisis hasta el momento actual. Es raro que no hayan protestado ante los continuos derroches de los políticos. Para proteger a los trabajadores, a los que amenaza el paro y a los que ya están parados, deberían haber exigido, con absoluta firmeza y carácter perentorio, la supresión de todos los organismos, ministerios y consejerías perfectamente prescindibles. Y que las administraciones públicas pagaran todo lo que deben a las empresas. Pero no han dicho nada. Quizá se deba al hecho de que no dependan de sí mismos, sino de las subvenciones.
En resumen, el gobierno no sabe manejar la crisis; el desánimo y el desencanto crecen; y los sindicatos le echan una mano, para desviar las culpas.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Deficiente protección contra el acoso laboral

En la carta destacada del día de El Periódico, titulada “Protección deficiente ante los casos de acoso laboral”, su autora, Josefa Gómez Silva, explica las vicisitudes por las que atraviesa alguien de su entorno. Cuando alguien está en peligro, y no puede resolver la situación por sí mismo, tiene la obligación moral de pedir ayuda. Lo que dice la carta es que los que hacen sindicatos, asociaciones y abogados es preguntarle si tiene pruebas.
La ley pide pruebas que por lo general son muy difíciles de obtener. Quien es elegido como víctima suele ser alguien indefenso, alguien al que se le “pueda hacer”. A medida en que las gentes bienintencionadas dan pistas sobre el acoso moral y las formas de defenderse, quienes lo practican van sofisticando sus métodos. Las asociaciones y los abogados poco más pueden hacer que pedir las pruebas. Pero los sindicatos sí podrían hacer algo más que difundir sus conocimientos sobre el asunto y declararse totalmente contrarios a esta práctica. De hecho, todo el mundo, incluso los acosadores, se declaran contrarios. Bastaría con que los sindicatos exigieran a sus afiliados, aun teniendo en cuenta que son pocos, que no participaran en estas horrendas prácticas para que se abortara la mayoría de los casos. Sólo con uno o dos de los compañeros de la víctima que se nieguen a seguir el juego, ya se ha desbaratado el intento. Y en aquellos casos en los que esto no fuera posible, podrían los sindicatos tratar de conseguir las pruebas que permitieran poner la denuncia con garantías de éxito.
Es cierto que algunas veces los sindicatos ganan algún pleito sobre esta cuestión, pero también lo es que el acoso moral está muy lejos de ser erradicado. Quizá si consiguieran acabar con él, los sindicatos conseguirían muchos más afiliados. Josefa Gómez Silva no dice nada en su carta de la Inspección de Trabajo.

sábado, 31 de enero de 2009

Menos derroche, más eficiencia

Cuando se habla de impuestos, cosa que casi siempre viene a ocurrir a la hora de pagarlos, lo que suele decir la gente es que está de acuerdo con pagar, pero que le gustaría que su dinero se empleara correctamente y no se malgastara. En los tiempos actuales la situación es dramática. Muchos de los que están cobrando el paro están absolutamente preocupados por lo que pueda ocurrir cuando se les acabe el derecho a esa prestación.
Por mucho optimismo que quiera transmitir el gobierno, lo que percibe el ciudadano es que los políticos no se toman las cosas con la debida seriedad, ya que se pasan todo el tiempo discutiendo y las discusiones a veces se producen entre miembros del mismo partido. De modo que mientras los políticos piensan que ellos serán los últimos en notar la crisis, la mayor parte de la población se prepara ante un más que previsible aumento de la delincuencia.
La prudencia hubiera aconsejado que los políticos eliminaran todos los gastos no imprescindibles, aquellos que no son necesarios para el buen funcionamiento del Estado y que al mismo tiempo se hubiese aumentado el gasto en los sectores, como Educación, que pueden ayudar a salir de la crisis. Lo que sí que han hecho es gastar mucho, pero de suprimir gastos nada. Es como si hubieran apostado a todo o nada, a la espera de que el efecto Obama obre milagros.
Se prepara una manifestación con el lema “Menos gasto, menos impuesto”, pero no son los sindicatos quienes la convocan, sino la Plataforma de las Clases Medias. Deberían ser los sindicatos quienes estuvieran preocupados por la suerte de los trabajadores. Deberían presentar un estudio a la opinión pública, en el que constaran todos los gastos que se pueden suprimir y exigiendo que se haga. Hay ministerios que no son necesarios y consejerías de gobiernos autónomos que si desaparecieran nadie los echaría en falta.
Los sindicatos deberían reivindicar ese dinero que se escapa y que va a hacer mucha falta dentro de poco tiempo.

viernes, 9 de enero de 2009

Trabajar a cero grados

El Centro de Admisión Masiva de Correos de la Zona Franca de Barcelona tuvo que suspender sus actividades, puesto que la temperatura del centro rondaba los cero grados. La Inspección de Trabajo ha salvado la cara, puesto que ha sido la que ha ordenado la suspensión del trabajo. Un Inspector estuvo midiendo la temperatura por todo el centro y dictaminó que a los trabajadores no se les da la ropa adecuada. ¿Cuál es la ropa adecuada para trabajar a cero grados? ¿Llevan la ropa adecuada los diputados y los senadores? ¿Trabajan a cero grados los diputados y los senadores?
La tarea de los diputados y los senadores, como todo el mundo sabe, consiste en trabajar por el bien público. Pero claro, si ellos no trabajan a cero grados no saben lo que significa tener que ganarse el sueldo, para alimentar a la familia, trabajando en esas condiciones. Y de igual modo, si no temen tener que vivir con el sueldo del paro no pueden gestionar la crisis como lo harían si temiesen que les pudiese tocar hacerlo en cualquier momento.
La Inspección de Trabajo ha salvado la cara y lo mismo los sindicatos, puesto que pusieron la denuncia. Pero la cuestión es: ¿cómo se ha llegado a estos extremos? ¿Es que no habían trabajado antes a siete grados o a doce grados? ¿Se puede trabajar a siete o doce grados? Dicen que en verano trabajan a más de cuarenta grados. ¿Había ido antes un inspector? El hecho de que el Inspector aprovechara la visita para denunciar otras irregularidades hace pensar que probablemente era la primera vez que iba. ¿Se habían esforzado los sindicatos anteriormente para evitar o corregir este estado de cosas?
Se conoce que a los numerosos políticos españoles unas cosas les interesan más que otras, dada la situación planteada. Pero al final los responsables somos todos, puesto que el desinterés por la suerte del Otro es proverbial. En este centro trabajan 230 personas. Pero puede que haya muchos otros centros de trabajo, con 5 ó 25 trabajadores, en situación lamentable; y los trabajadores, más que al frío o al calor, temerán al paro.
'Las fosas de Franco'

martes, 7 de octubre de 2008

Despedida por estar en coma

Supongo, porque no soy experto en leyes, que si la empresa ha despedido a una trabajadora suya que está en coma es porque la legislación lo permite. Y volvemos a lo de siempre, nuestros políticos, que son capaces de procurarse dignas jubilaciones y dignos modos de vivir, no aciertan a defender a quienes necesitan de la patria, porque si no se habla de patria en estas ocasiones, ¿cuándo se va a hacer?
Cabría pensar, y no sé si estoy en lo cierto, que dado que la empresa no tiene la culpa en estos casos, en el sentido de estricta justicia moral tampoco tendría que correr con ningún gasto. Puesto que el gobierno tampoco quiere correr con ellos, se permite romper la cuerda por la parte más débil, el trabajador, que tampoco tiene ninguna culpa. ¿Quién quiere enfermar gravemente o accidentarse? De ser así las cosas, los sindicatos habrían dado el visto bueno. Y la verdad es que, salvo error, tampoco se ha visto que ningún sindicato proteste por el despido de esta trabajadora.
Tratándose de un caso terrorífico, ni el gobierno, ni los partidos de la oposición, ni los sindicatos claman al cielo, promueven manifestaciones, ni anuncian castigos ejemplares. He aquí, entonces, que vemos que los trabajadores están en situación de indefensión ante un posible accidente o enfermedad grave. Acaso, hayan sido despedidos muchos a causa de alguna enfermedad larga, o de duración media.
De cualquier modo, la actuación de la empresa es bochornosa. Tal despreocupación por un ser humano, que quizá trabajó más de la cuenta, haciendo horas de más, o desplazándose por sus medios a otra sucursal para cubrir alguna baja, resulta a todas luces inadmisible. Hay empresarios que suelen pensar que los trabajadores son máquinas, pero si lo fueran trabajarían únicamente el tiempo establecido. Puesto que son personas, muy a menudo hacen mucho más de lo que corresponde, sin que se les agradezca. Pero si la actitud de la empresa es criticable, la pelota realmente está en el tejado del gobierno.

miércoles, 11 de junio de 2008

65 horas

La Unión Europea permitirá que la jornada laboral se alargue hasta las 65 horas semanales y eso no tiene nada que ver con aquella vieja reivindicación, que tanta sangre costó, cuyo lema era “ocho horas para trabajar, ocho para la familia, ocho para dormir”. El gobierno español se ha abstenido, es el único que lo ha hecho, pero es que en España ya se hacen esas jornadas en muchos sitios, aunque sea ilegal. Asusta pensar lo que puede ocurrir cuando entre en vigor la ley. Se añaden medidas con el fin de que no se pueda presionar a los trabajadores para que acepten el trato. Acaso funcionen en Alemania o Francia. En España no, puesto que ahora tampoco se evita que se alargue la jornada laboral muy por encima de lo permitido.
El trabajador, en esta España nuestra, cada día está más desprotegido. Las técnicas del acoso moral cada vez están más perfeccionadas, la precariedad del empleo es creciente y las dificultades financieras mayores. El gobierno es inoperante, se limita a decir que el pesimismo no crea puestos de trabajo y que hablar de crisis es antipatriótico. Espera que haciendo gestos se resuelvan las cosas, o acaso pretende tomar el pelo a todos. Entre las ocurrencias de Zapatero está la de nombrar ministras que más que ayudar a las mujeres se proponen cargarse el idioma. Con esa falta de respeto a las normas no se entiende cómo pretende hacer cumplir las que afectan a su ministerio.
No se ve a los sindicatos por ninguna parte; por lo menos, no tienen la notoriedad que se espera de ellos en estos tiempos. La llegada masiva de inmigrantes no debería haberse traducido en una merma de las condiciones laborales existentes previamente. Si ha ocurrido es porque no se han cumplido las leyes. Una sociedad que no respeta sus leyes es una sociedad a la deriva. La tarea era titánica, pero probablemente ni siquiera se ha hecho ni el menor esfuerzo en este sentido. Los sindicatos siempre van por detrás de las cosas, a veces parecen enredados en luchas políticas que, evidentemente, no son las suyas. El mundo se enfrenta a problemas cada vez más complejos, que no permiten distracciones que, al final, se pagan muy caras. Sería conveniente que hubiera, al menos, un gran sindicato europeo. La Unión Europea no debería hacerse sin el concurso de los trabajadores.