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martes, 26 de agosto de 2014

La diputación de Guipúzcoa derrochará 600 000 euros

En realidad, la cantidad exacta está más cerca de los setecientos mil euros que de los seiscientos mil. Y se destinarán para subvencionar a los medios de comunicación que empleen únicamente la lengua vasca.
Las nacen, viven y mueren en función de la necesidad que las personas tienen de ellas. Tratar de hacerlas vivir artificialmente es pervertirlas, porque en este caso dejan de ser instrumentos de comunicación de las personas, para pasar a ser instrumentos de dominación de las personas. Ya no hablan una lengua porque les gusta y se sienten cómodas con ella, sino que lo hacen por obligación; para conseguir un trabajo, para poder progresar en él o para ser aceptadas en un grupo.
Si para que los habitantes de un lugar la hablen forma natural se ha intervenir en sus cerebros, haciéndoles creer cosas que no son ciertas, o no lo son del todo, el asunto es peor. Servirse de artificios para que una lengua sea usada es convertirla en artificiosa, lo que es peor que matarla.
Sería bonito que se incentivase el uso y el estudio de lenguas minoritarias, pero nunca imponiéndolas como obligación, ni como exclusiva, sino de forma voluntaria y permitiendo que se compaginen con otras lenguas.
Además de todo lo anterior hay otra realidad y es que vivimos una grave crisis y los pocos recursos que quedan deberían estar al servicio de las personas. Ya se ve que a los nacionalistas les importan poco las personas. No está en su naturaleza respetarlas. Podrán alegar que se ha rescatado a los bancos, en lugar de a las personas. Pero en este caso habría que responder que dada la configuración del sistema español no había más remedio que rescatar a los bancos. El hecho de que se les haya permitido llegar hasta ese punto y no se haya pedido responsabilidades a sus responsables es corrupción.

domingo, 14 de enero de 2007

Objetivos del Milenio

Once de las principales empresas españolas se han comprometido ya con los Objetivos del Milenio, lo que resulta esperanzador. Pero quisiera añadir por mi parte que dichos objetivos no deberían plantearse como una meta empresarial, como si se hubiera llegado al estado de cosas que se trata de combatir de modo irremediable, como si los acontecimientos no hubieran podido ser otros. En realidad deberíamos avergonzarnos de que haya gente en tan lamentable situación, de que la humanidad, en su desarrollo, haya sido tan egoísta y no se haya dado cuenta de la gente que iba quedando en la cuneta. Todos tenemos nuestra parte de culpa en el asunto. Un granito de arena no es nada, pero sumados miles de millones de granos hacen una montaña. Miles de millones de personas han puesto y ponen el principal énfasis en vidas en la búsqueda de mejorar su comodidad, olvidando que un número mucho mayor de personas sufría o sufre lo indecible al mismo tiempo. Pero si las personas tenemos nuestra parte de responsabilidad en ese estado de cosas, mucha mayor es la de quienes tienen influencia en la sociedad. Los empresarios deberían comenzar a trabajar por los objetivos del milenio respetando la dignidad de los trabajadores. Si se estuvieran respetando ya no proliferarían los casos de acoso moral en el trabajo, que ha llegado a las escuelas e incluso a las fincas. Si se respetara la dignidad de las personas y todos supieran que un ser humano vale más que cualquier objetivo, la solidaridad brota de modo fácil. Pero cuando se trata de imponer al prójimo las propias ideas, de subyugarle y de obligarle a humillarse, es fácil que ese prójimo, si cede, se convierta en mezquino y egoísta.

sábado, 30 de diciembre de 2006

Morir sin haber vivido

Hay personas eminentes, de genio incluso, pero de alma inerte y que mueren sin haber vivido”, es la frase de Leon Bloy que ha escogido Rafa Marí, para dar noticia de este libro suyo. Y tiene razón Leon Bloy. Vivir no es sólo comer, dormir e ir al cine. Supongamos que una persona se traslada a vivir, por las circunstancias que sean, a un sitio en el que no ha estado nunca. Lo primero que hará será averiguar cómo es ese lugar, qué puede hacer en él y cómo son las demás habitantes del lugar. Luego tratará de integrarse en la vida local y tratará de ser útil, si se trata de una persona cabal. Vivir es lo mismo, averiguar para qué se está en un sitio, si es que se está para algo, qué se puede hacer y tratar de escuchar el latido de los corazones de los demás. Sin embargo, en un experimento, del que da cuenta Gaiar, se demuestra que muchas personas son capaces de provocar descargas eléctricas a otra, obedeciendo órdenes y sin tener en cuenta los lamentos de la víctima. Desentenderse de lo que les ocurre a los demás no es vivir. El ser humano es racional y gregario, por tanto ni debe obedecer ciegamente, ni tampoco ser ajeno a la suerte del prójimo. Los obedientes que producen descargas para los demás no lo serían tanto si los receptores de la electricidad fueran ellos mismos. La disciplina no consiste en obedecer ciegamente sino en hacerlo por convencimiento y porque la orden recibida no contraviene ninguna normativa legal. Sería difícil o imposible probar en España que todas las órdenes que se dan en las administraciones públicas, partidos políticos, sindicatos y empresas son constitucionales. Dar órdenes que no son constitucionales es condenar a no vivir a quienes se sabe que las van a obedecer. Vivir no es otra cosa que lograr plenamente la condición humana, razonar todas las decisiones que se toman y aceptar que muchas veces serán equivocadas, por lo que hay que estar dispuesto a rectificar.

lunes, 18 de diciembre de 2006

¡Ay! Pepiño

Se acercó Antonio García-Trevijano por Valencia, poco después de haber participado en un debate en La Clave en el que también estuvo Joan Lerma, y nos explicó enseguida que éste último era el socialista más tonto que había conocido en su vida. Molestaron sus declaraciones, claro está. ¿Pensaba él que si nos lo hubiera dicho no sabríamos los valencianos cómo era el presidente que teníamos entonces? ¿Acaso pensaba que los valencianos no sabíamos comparar entre el presidente que teníamos, los que tenían las demás comunidades autónomas y las posibles alternativas? Debo confesar que vi ese programa y no me complació la actuación de ninguno de los dos, ni la de Lerma ni la de García-Trevijano.
Parece ser que esa peculiaridad que consiste en creerse el único capaz de percatarse de las cosas no la tiene sólo García-Trevijano, sino que hay otras personas que también se creen tocadas por el mismo don. Pepiño Blanco ha reñido a J.I. Pla porque, según él, no ha sido capaz de explicar a los valencianos que el gobierno tiene muy en cuenta a la Comunidad Valenciana. ¿Piensa Pepiño que si Pla no nos lo dice los valencianos no nos enteramos? ¿Cree Pepiño que el actual gobierno de España (olvidémonos de los anteriores) tiene en la misma estima a la Comunidad Valenciana que a la Comunidad Autónoma de Castilla la Mancha o a Cataluña? Ahí te quiero ver, Pepiño.

viernes, 8 de diciembre de 2006

14 horas de cola

Tenemos una clase política capaz de gastar grandes sumas de dinero en la publicidad y el autobombo, pero entre cuyas inquietudes no está la de ponerse en la piel de los demás. Hasta catorce horas de cola a la intemperie tuvieron que hacer muchos inmigrantes, en Valencia, para renovar sus tarjetas de residencia y poder viajar a sus países de origen. Era previsible que se presentara tanta gente a renovar su documentación y poco hubiera costado tomar las medidas necesarias para que la gente no tuviera que esperar tanto. Los inmigrantes no son ciudadanos de segunda, son personas y como tales deben ser tratados. Los políticos todo lo ven en clave electoral y aquello que no les va a proporcionar votos pierde todo interés para ellos. No es culpa de los inmigrantes que hayan tenido que dejar sus casas para salir a correr una azarosa aventura. Son los poderes mundiales los que no aciertan a poner orden en el concierto de la naciones y así proliferan sin remedio dictadores corruptos y filodictadores, que abusan de sus pueblos, y contra los que no se buscan remedios. No puede tildarse de remedio la invasión de Irak, que ha venido a empeorar las cosas en ese país.
La gente se ve obligada a emigrar de muchos sitios y en los lugares de acogida no debemos perder la faz humana. Si no podemos hacer más, no hagamos más, pero no dejemos de ser personas.