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domingo, 17 de enero de 2016

35 antitaurinos multados

Me parece una aberración impropia de los tiempos actuales lo de los toros en la calle. Cuando hablo de los tiempos actuales me refiero a lo que debería ser, no a lo que vemos a diario. Deberíamos haber avanzado en la civilización y parece ser que no.
La prueba es que persisten barbaridades como la citada, que un descerebrado declaró Bien de Interés Cultural, y otras similares.
Dicho esto, me parece muy bien que se multe a otros descerebrados que tratan de impedir estos festejos mediante el recurso de la fuerza.
En España, en donde no hay tradición democrática, es frecuente que personas claramente antidemocráticas, como son los nacionalistas, los podemitas y otros que quieren conseguir sus propósitos como sea, reivindiquen 'acuerdos democráticos' o 'voluntades democráticas'.
El movimiento se demuestra andando y la calidad democrática se demuestra respetando las leyes y los deseos de la mayoría, aunque no se compartan.
La democracia no es un sistema perfecto, sino el menos malo de ellos y el pueblo se equivoca con bastante frecuencia. Pero eso es lo que hay.
Yo no voy a los toros, de modo que si todos hicieran lo mismo no habría problema. Tampoco me invento una nación, ni participo en esa chorrada que tanto daño hace, sobre todo a los más indefensos. ¿Qué le importa a un trabajador ser de una nación o de otra? ¿Qué más le da hablar una lengua que otra? Algunos se deben de estar forrando a costa de este delirio que han introducido en las mentes desprevenidas. Algunos se tienen que estar forrando y no deben de ser muchos.
La izquierda española, que se cree en posesión de la razón y la verdad, debería bajar del burro y ponerse a trabajar con el objetivo de enseñar, mediante el ejemplo, a tener comportamientos democráticos y a desoír esos cantos de sirena que no llevan sino a la catástrofe.

sábado, 4 de octubre de 2014

Los obispos catalanes se burlan de Francisco

El papa Francisco ya ha hecho saber que no está de acuerdo con el nacionalismo. No puede estarlo porque el nacionalismo es incompatible con la doctrina católica, al margen de que la misión de los curas no es hacer política, pero eso no lo sabe el clero español.
A Francisco no le gustan los nacionalismos, pero no actúa con contundencia y esto para los nacionalistas es una debilidad. Los nacionalistas aprovechan toda prudencia y toda indecisión de quienes deberían obligarles a comportarse para ganar terreno. Los nacionalistas, además, lo infectan todo de trols y de guardianes de la ortodoxia, la suya, para obligar a los pusilánimes a pasarse a su bando.
Los obispos catalanes hacen algo muy feo, como es disfrazar un discurso egoísta y basado en el odio de algo noble y correcto. Los obispos catalanes afirman que los cristianos del país se reconocen y se reafirman en la tradición ininterrumpida de fidelidad a la lengua, a la cultura y a las instituciones propias de Cataluña.
Eso, señores obispos, que los cristianos del país no quieren saber nada con el resto de los españoles. Aparte de no se conoce que ninguna lengua se quejado jamás de la infidelidad de alguien, y que lo que ellos llaman cultura no son más que cambiantes costumbres. Barceleona fue la única ciudad de España que tuvo dos plazas de toros y esa afición, como otras se ha perdido.
El papa debería saber que más vale una parroquia sin cura, que una parroquia con un cura que predica el odio y el egoísmo. A corto plazo esto puede ser rentable, pero a la larga es muy malo para la Iglesia, de modo que debería apartar a unos cuantos de esos tunantes que predican por allí.
Los católicos nacionalistas deberían saber que van a ir de cabeza al infierno. Podrán pedirle a Pere Botero que les ponga una caldera aparte, les reconozca el hecho diferencial y les respete el derecho a decidir. Allí tendrán también a sus curas y a sus monjas. En pelota, porque hace mucho calor. Quizá alguna se deje la toca, para que conste que es monja.
 

sábado, 25 de septiembre de 2010

Se avergüenza de ser catalán

Un ciudadano catalán, llamado Bernardo González, en una carta publicada por El Periódico, titulada Tortura sólo en catalán, dice que se avergüenza de ser catalán. Es lo que tiene tanta matraca sobre el hecho diferencial, sobre la catalanidad y todas esas cosas que insuflan algunos políticos para garantizarse sus poltronas y lo que conllevan y que para los ciudadanos normales deberían ser cosas irrelevantes.
Como puede suponerse, Bernardo González tiene toda la razón, al sentirse decepcionado, lo que no se entiende es que le haya costado tanto tiempo darse cuenta de lo que ocurre. Por otro lado, yo no me avergonzaría de ser catalán por ese motivo, si lo fuera. Si yo fuera catalán me interesarían las mismas cosas que siendo valenciano, es decir los problemas cotidianos de la gente. ¿Por qué me tengo que avergonzar de lo que hagan Camps o Alarte? ¿De la Vega o González Pons? Los políticos van a la suya y crean necesidades donde antes no había o no eran importantes.
Los problemas más importantes para los ciudadanos son la enseñanza, a la que este año se ha reducido el presupuesto. La educación de los hijos es algo fundamental, debería ser un objetivo prioritario. Pero un ciudadano puede pensar, y quizá no se equivoque, que los responsables de la educación en España en quienes menos piensan es en los niños. Piensan en sí mismos, acaso en sus genialidades, y los niños les sirven para hacer experimentos con ellos o los consideran sujetos a los que adoctrinar. La educación debería estar pensada únicamente en beneficio de los estudiantes, a ellos no les importa, al menos de momento, la cuestión identitaria, como no sea la suya propia. Otra cuestión muy importante para los ciudadanos es poder mirar al futuro con optimismo, cosa que sólo se consigue con una clase política preocupada por los ciudadanos y no por sus propios designios.
El asunto de los toros, al alimón con los correbous, es otro de los episodios vergonzosos de la clase política.
'Los tiburones han muerto'
'El Cid contado a los niños'
'Ninfas'
'El día del juicio'
'El Palestino'
'Poesía reunida'
'Ese modo que colma'

lunes, 8 de marzo de 2010

Rebatiendo a María José Pou

Escribió un artículo María José Pou sobre el debate taurino en Cataluña. Se declara antitaurina y deplora que el debate se haya politizado. En realidad, sin la política no hubiera tenido lugar el debate. O, más bien, sin el nacionalismo excluyente.
En lo que a mí respecta, he dicho alguna vez que no he asistido jamás a una corrida de toros en la plaza, que tampoco tengo intención de hacerlo nunca y que no me veo capaz de clavarle el estoque a un toro por más dinero que me paguen, ni tampoco por una multitud aplaudiendo enardecida (los verdugos de Estados Unidos cobran 150 dólares cada vez que matan a una persona, y se les protege el anonimato).
¿Sabe María José Pou que hay que cocer vivas a las langostas? ¿Cree María José Pou que las langostas sufren menos en la olla que los toros en la plaza? Al igual que se pide la prohibición de las corridas de toros, habría que exigir que se prohibiera torturar a las langostas.
Tampoco tengo ninguna intención de comer foie gras, y me parece un contrasentido que se proteste por el maltrato a los toros y se transite con indiferencia por delante de escaparates en los que se muestra este, según dicen, apetitoso alimento.
¿Cree María José Pou que un pez que ha mordido el anzuelo sufre menos que un toro en la plaza? Pero no hay ningún movimiento que pida la prohibición de la pesca deportiva.
¿Cree María José Pou que la caza deportiva es más civilizada que el toreo?
Por otro lado, creo que la fiesta taurina quedó herida de muerte cuando algunas señoras decidieron hacerse toreras y se encontraron con el boicot de los hombres. En ese momento quedó claro que su capacidad para sobrevivir no es mucha. No hay necesidad ni argumentos de peso, porque junto con los toros deberían prohibirse otras muchas actividades, para precipitar las cosas.

viernes, 12 de febrero de 2010

Lo que la fiesta del correbous enseña

Es sabido, y el que no lo ve es porque no quiere, que los nacionalismos se basan en el capricho, la tergiversación y la manipulación grosera de los sentimientos. No les importa a los nacionalistas sembrar la discordia donde antes reinaba la paz, ni fomentar el odio entre antiguos amigos e incluso entre familiares. Cuanto más odio hacia el otro (el que no piensa igual) haya, más seguros tienen los votos.
Los nacionalismos, como no podía ser menos, tienen sus propios dogmas de fe, y quienes se niegan a comulgar con tales ruedas de molino (realmente indigestas) son excomulgados, o desautorizados entre las huestes nacionalistas. Por muy catalanes que sean y se sientan, no son aceptados como tales. Los nacionalistas catalanes, por ejemplo, no tienen empacho en considerar como de los suyos a Joan Tarda, pero Albert Boadella ha tenido que emigrar.
Puesto que la obsesión de los nacionalistas catalanes es la de separarse de España, intentan por todos los medios borrar todo vestigio que consideren español, así el idioma castellano, así las corridas de toros. Dicen que las quieren prohibir por ser un maltrato a los animales y, además, añaden y muchos se lo creen que es una fiesta impuesta en Cataluña. Las ruedas de molino adquieren a veces tamaños descomunales. Pues ahora resulta que los “correbous” no los prohíben. “Es una aberración decir que hay maltrato en los correbous”, alega un nacionalista. “Los bous no son un espectáculo como las corridas, sino un juego entre animal y hombre”, afirma otro nacionalista.
Parece más lógico prohibir los correbous que las corridas, dado que en estas últimas hay arte y épica. El toro es el verdadero protagonista. En los correbous, el toro es un juguete de las masas. Pero estos nacionalistas siempre tienen una rueda de molino a mano.

sábado, 11 de julio de 2009

Cornada mortal

Habría que preguntarse cuáles son los motivos por los que hay gente que gusta de arriesgar su vida gratuitamente. Atendiendo a su comportamiento habitual, se puede deducir que la actitud de los políticos ante este hecho no puede ser otra que la de sacarle partido electoral. Lejos de su ánimo, por tanto, promover una reflexión sobre el asunto, no vaya a ser que el personal se acostumbre a reflexionar y ya no comulgue con ruedas de molino, ni acepte consignas o eslóganes.
Lo que suelen contestar quienes se dedican a esas prácticas es que con ellas se descarga mucha adrenalina. Esto lleva a pensar en la vida diaria. Abundan quienes están tan llenos de ambición como faltos de criterio. Esto último hace que no acepten con ellos a quien lo tiene o sospechan que lo tiene. Los que alcanzan algún grado de poder exigen fidelidad plena. A la persona, no a las ideas. Si quien manda hace una barbaridad, sus subordinados han de cerrar filas con él. No hay que fijarse en los políticos. ¡Otra vez los políticos! No es que los políticos tengan la culpa de todo, sino que están en muchas de las cosas en las que hay culpa.
En este estado de cosas, la gente se ve impelida a ponerse un disfraz, o a diluirse en una identidad colectiva renunciando a la suya propia (¡nuevamente los políticos!), o a disimular sentimientos o actitudes ajenos a su persona. Quizá quien piensa que cobardemente se deja aplastar por la vida, necesite sentirse valiente. Pero los toros no tienen ninguna culpa. Acaso haya quien piense que se ha dejado su personalidad por algún lado y ya no recuerda dónde, desee sentir el latido apresurado de su corazón para saberse vivo. Pero los políticos deberían hacer saber, al menos, que arriesgar la vida gratuitamente no es un acto de valor.

lunes, 6 de julio de 2009

El director de La Vanguardia

En el artículo titulado José Tomás y Barcelona, publicado hoy, dice dos cosas que merecen ser destacadas. La primera es que, de un tiempo a esta parte, en Cataluña se ha instalado un desorbitado interés por prohibir las cosas a golpe de decreto. Si lo dice el director del principal medio catalán, no debería echarse en saco roto. Los catalanes deberían preguntarse hacia donde van.
La siguiente frase, que copio literalmente, es esta: ‘Buscamos regularlo todo, como contraposición al sentimiento liberal que siempre ha imperado en el catalán, mucho más instalado en el dejar hacer al individuo.’ ¿No están cambiando su manera de ser los catalanes? Sería paradójico que enfrascados en la búsqueda y defensa de su identidad la perdieran, por haberla perdido de vista en su ofuscamiento.
Pero tampoco cabe echar las campanas al vuelo, no es que José Antich haya querido criticar la deriva que han tomado las cosas en Cataluña, cosa que a lo mejor, y tal y como se cuecen las cosas últimamente en España, no puede hacer. La prensa de hoy no es como la de finales de los 70. Lo que ha querido hacer el director de La Vanguardia es echar un capote a CiU y PSC, para librarlos, ya que se habla de toros, de la embestida de Esquerra e Iniciativa, que pretenden prohibir los toros en Cataluña.
En lo que respecta a los toros, puedo decir que jamás he presenciado una corrida en la plaza y que no tengo planes para hacerlo. Y dicho esto, creo que puedo afirmar que, en mi opinión, hay más crueldad en la política española que en los toros. Que se dilapiden ingentes cantidades de dinero en cosas perfectamente prescindibles me parece cruel y cínico. Por lo menos los toros viven unos cuantos años en grande.
'El reloj de Mr. Darwin'

miércoles, 18 de junio de 2008

Toros en la calle

La vida diaria está plagada de injusticias y, por tanto, de crueldad. Ésta es la que hace posible que existan las corridas de toros. Pero si se suprimen las corridas seguirá habiendo la misma crueldad y se extinguirán los toros bravos. Esto es incuestionable y la prueba es que fuera de las ganaderías taurinas no hay ningún otro ejemplar. En la llamada fiesta nacional, la crueldad se lleva a cabo a la vista de la gente, lo que sirve bastante de freno. Porque, ¿cómo se controla el trato que reciben los animales domésticos? Y ya no los animales, sino los familiares a los que se considera un estorbo.
Vivimos tiempos en que se ha puesto de moda ser solidario, ecologista, etc., pero a menudo con poco esfuerzo. Abundan los ecologistas que van en coche a todas partes, los que olvidan latas de conserva vacías en cualquier lugar, y los anti taurinos que son incapaces de reprimir un comentario hiriente. Quien quiera reducir crueldad que hay en el mundo, debe comenzar por controlar la suya.
Tanta crueldad ambiental genera estrés y aun otras cosas peores. Como consecuencia, la gente, o parte de la gente, necesita descargar adrenalina. Uno de los modos de hacerlo consiste en correr delante de los toros en las fiestas de los pueblos. Aquí sí que no hay ningún lucimiento para el animal, es objeto de escarnio, befa y burla. El toro no tiene ninguna culpa de que haya gente que necesite correr riesgos, jugarse su integridad física y satisfacer el ego a su costa, incordiándolo, desorientándolo, importunándolo. Ningún alcalde se atreve a suprimir ese festejo porque sabe que eso le haría perder las siguientes elecciones. Sería cuestión, entonces, de que las directivas de todos los partidos políticos se pusieran de acuerdo y en cada ayuntamiento firmaran todos sus componentes la pertinente orden. Encontrar la solución a menudo es fácil.
La excusa que se suele poner no es tal. La tradición no justifica nada. Hay tradiciones que enorgullecen y otras que no dan más que vergüenza. Con estas últimas no cabe tener contemplaciones. Así como es frecuente y habitual ver pintores, músicos o poetas en las plazas de toros, no se verá ninguno de estos personajes en la suelta de vaquillas en los pueblos.

martes, 17 de junio de 2008

Los toros y Antonio Muñoz Molina

Como acostumbro a hacer cuando me refiero a los toros, aviso que jamás he asistido a una corrida en la plaza y que no tengo previsto hacerlo tampoco. He visto alguna corrida por televisión, aunque ya hace muchos años de ello. Aprovecho para decir que, al menos para mí, resulta mucho más grato escuchar a los locutores taurinos que a los del fútbol; creo que dominan, o por lo menos dominaban cuando los escuché, los recursos del idioma mucho mejor que los del fútbol.
La cuestión es que Antonio Muñoz Molina ha escrito un bello
artículo, como todos los suyos, en contra de los toros. Pero creo que se equivoca en algo. Habla de su niñez y dice que resultaba difícil que difícilmente podrían advertir la brutalidad del espectáculo quienes la experimentaban en sus propias vidas. Y aquí es en donde conviene señalar que la crueldad sigue presente en la vida y no sólo en España, sino bien repartida por el mundo. La crueldad entre humanos es mucho mayor que la que sufren los toros. Conviene añadir también que tanto en la época de la que habla, como en las anteriores y la actual, asisten a las corridas personajes del mundo de la cultura y de las artes, no sólo gente inculta como deja entrever. Más adelante se lamenta de que mentes selectas han decidido que las corridas de toros pertenecen a la alta cultura.
Comprendo que los nórdicos no vibren ante una corrida de toros. Sin embargo, hay bastantes nórdicos que son capaces de beberse todo el alcohol que encuentren a su paso y gritar como descosidos en el fútbol. Vaya una cosa por la otra.
No soy aficionado a la fiesta, ya lo he dicho, pero tampoco anti taurino. Creo que hay muchas crueldades en la tierra que merecen más atención que la de los toros. E incluso crueldades con animales. Por otro lado, el día en que no se celebren corridas, que llegará, se extinguirá el toro de lidia.