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martes, 17 de septiembre de 2019

El enigma Anson

Resulta difícil de entender el empecinamiento de Luis María Anson, monárquico profesional, en propugnar la entrada en el gobierno de Iglesias, el coletas que no oculta su animadversión hacia el Rey.
Pablo Manuel Iglesias acude a las recepciones oficiales en La Zarzuela vestido de cualquier modo. El Rey, en acto oficial, representa a todos los españoles, por lo que Iglesias les falta al respeto a todos. Y pretende formar parte del gobierno, sin duda que con la intención de hacer todo el daño que pueda y llevar al país a la ruina.
Es extraño que Anson, de cuya inteligencia no cabe dudar, defienda eso. Ha de haber algún motivo y cabe sospechar que se alegra de que alguien haya advertido a Sánchez de con el coletas nada. Lo han tenido que advertir, porque él confunde el Paraná con el Amazonas y a la Universal Music Enterprises con la Unidad Militar de Emergencias.
Mientras tanto, Riverita ha movido ficha. Las encuestas anuncian una pérdida de votos para Ciudadanos, Pablo Casado intenta fagocitar a su partido, y para evitar todo eso ha ofrecido la abstención a Sánchez.
La oferta de Riverita podría ser como una preparación del terreno para la formación de un gobierno PSOE/Ciudadanos, puesto que, como vaticinó el líder podemita, tras las elecciones, el PSOE seguirá necesitando a Podemos. Se equivocó en esto, porque también podrá optar por Ciudadanos, o, para ser más exactos, Ciudadanos será la única fuerza con la que se le aconseja a Sánchez que pacte.
Y ahí está Riverita, haciendo unas maniobras que muy bien podría tener pactadas ya desde hace algún tiempo. Y esta posibilidad plantea una nueva pregunta: ¿Si conviene a los dos, Sánchez y Riverita, por qué no han formado gobierno hace tiempo? La respuesta podría ser fácil: Porque quien tiene la sartén por el mango es Sánchez y lo que pretende es borrar a Podemos del mapa o reducirlo a la mínima expresión.
Es muy posible que este propósito sea del agrado de Anson.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Los cien días de Pedro Sánchez

«Aquí yace un famoso cardenal / que hizo en vida mal y bien. / El bien que hizo lo hizo mal; / el mal que hizo lo hizo bien», es el epitafio que jamás se le escribió al cardenal Richelieu y que bien podría servir, salvando que está vivito y coleando, para los cien días de Pedro Sánchez, y los que nos esperan.
Un presidente del gobierno que recibe en La Moncloa a majaretas con el churro amarillo en la solapa no es un presidente digno. Toma el pelo a los ciudadanos, con el fin de ser aceptado por ellos, pero no los respeta. Es que además ha alcanzado la presidencia del gobierno gracias al apoyo de esos majaretas y de otros no menos impresentables. En estas condiciones, aunque muchos no lo crean así, ni cabía ni cabe esperar nada bueno. Solo se puede confiar, hasta cierto punto, que el temor a que muchos votantes socialistas abran los ojos en lo que respecta a su persona puede frenar a este presidente tan ambicioso como falto de escrúpulos, porque la opinión de al mitad la mitad de los españoles le trae al fresco, cuando no le motiva directamente a hacer el mal.
La Unión Europea, por su parte, puede echar una mano a los españoles impidiendo unos derroches y frenando parcialmente otros, porque si este gobierno, y teniendo en cuenta sus apoyos, tuviera las manos libres la catástrofe sería mayúscula.
El problema de España, como el de casi todos los países del mundo en la actualidad, es que las alternativas que hay tampoco invitan a echar las campanas al vuelo. Tanto Pablo Casado como Riverita parecen más maniobreros de poca monta que hombres de Estado, pero también parece claro que fuera de estos dos no hay más que desierto o infierno, por lo que no queda más remedio que optar por el mal menor. 

miércoles, 27 de junio de 2018

Eso no lo ha dicho Rufián

Resulta sorprendente que haya perdido esta ocasión de hacer el ridículo. Ya se sabe que su modo de vida está basado en las paridas que suelta, que le granjean las simpatías de personas poco avisadas que luego le votan, con lo cual logra un sueldo exageradamente alto para sus capacidades.
Pero el ridículo lo ha hecho otro que cogió el dato al vuelo. Vio que alguien enarbolaba una bandera española encima de un coche y ni corto ni perezoso lanzó el tuit: «Por subirse a un coche hay gente en la cárcel...».
Era Pablo Casado subido a su propio coche. El que lanzó el tuit el 25 de junio a las 0’25 horas es Gonzalo Boye.
La Constitución dice: «Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social ...». Dejando aparte, porque no es la cuestión, que este artículo es ñoño y sin sentido y seguramente se debió a la iniciativa de Gregorio Peces-Barba, aunque no cabe descartar que fuera apoyado inmediatamente por otros benditos corazones de entre los que participaban en la redacción del texto constitucional, es evidente que este Boye no se ha reinsertado; no lo reeducaron bien. Se nota claramente que tiene la misma mala idea que la que le llevó a delinquir. Puesto que lo soltaron bastante antes de que cumpliera la pena hay que concluir en que debieron tenerlo más tiempo en la cárcel, para ver si así le entraba mejor la letra, para intentar dotar a su cerebro de la capacidad de elaborar buenas ideas. Incluso se puede pensar que el tribunal que lo juzgó fue benévolo con él y le impuso una pena más suave de lo que debiera.
En cualquier caso, ahí está su burrada para los anales, que no tiene nada que envidiar a cualquiera de las muchas cuya autoría corresponde al Rufián.