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jueves, 31 de diciembre de 2009

Héroes cotidianos y final de año

Digamos que héroe es quien enfrentado a una situación extrema saca lo mejor de sí mismo, en lugar de dejarse arrollar por las circunstancias. Algunos de los héroes alcanzan gran nombradía, pero otros permanecen en el anonimato. Digamos que alcanzar la fama no es la recompensa por la buena acción, sino que quienes de este modo lo hacen obedeciendo la llamada de su buen corazón.
El diario La Vanguardia da noticia hoy de Jorge Luis Carreño, que hace tres años encontró 18000 euros y los entregó a la policía. Pero hoy ha aparecido en el periódico por otro
motivo: cuando alguien está en una cola tiene que poner cara de aburrido o mostrarse inquieto y con prisas; de no ser así, puede dispararse la paranoia.
Heroína es, sin duda, María José Carrascosa, que no duda en hacer los sacrificios que sean necesarios para proteger a su hija. Hermoso el
artículo que escribió la fiscal de menores Gema García. Fanfarrón el juez Venezia que no sólo pisoteó a la justicia española, sino que además se permitió la “gracia” de sermonear a la madre con la que se había ensañado. Así cualquiera.
Héroes fueron hace algunos años los jubilados Guillermo Caballero Martínez y Julio Antonio Casino Ibáñez, que primero uno y luego el otro, ambos en solitario, se enfrentaron a un atracador armado de una gran navaja que aprovechaba los permisos carcelarios de una condena de 25 años para atracar bancos. Los dos arriesgaron sus vidas por defender a alguien a quien no conocían, sin que, hasta la fecha se les haya dado ningún premio. Pero merecen ser considerados como héroes.
Y hay otras dos heroínas, Ana Sullivan y Helen Keller, a las que suelo recordar siempre, por las enseñanzas que cabe extraer de su caso. Afortunadamente, son muchos los héroes, aunque no tengamos noticia de ellos. Son los que hacen que el mundo siga siendo habitable. Gracias a ellos podemos mirar el futuro con optimismo.

sábado, 24 de enero de 2009

El héroe ecuatoriano tiene seis denuncias

Wilson R. Ribera es un ecuatoriano que salvo a una mujer de morir apuñalada. Le iban a dar una medalla, pero ocurre que tiene seis denuncias por maltrato. El resultado de ello puede ser que cuando un pobre sea testigo de una situación equiparable en lugar de socorrer a la víctima opte por desaparecer de la escena, no vaya a ser que luego investiguen su vida. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
No resulta fácil lograr que se reconozcan los méritos de los pobres. Dos jubilados valencianos, Guillermo Caballero Martínez y Julio Antonio Casino Ibáñez, uno detrás del otro y cada uno de ellos en solitario, se jugaron la vida en un atraco. El atracador, provisto de una descomunal navaja, tenía un rehén, vociferaba, blandía muy amenazadoramente la navaja, y daba fuertes puntapiés a la puerta del recinto blindado de un banco. Antes del juicio el atracador aceptó una condena de trece años, lo que demuestra que el riesgo que corrieron fue grande. Sin embargo, no han obtenido ningún premio ni reconocimiento.
Otra cosa ocurre con los ricos, ellos se lo guisan, ellos se lo comen. Hay personajes que tienen calles dedicadas, o que reciben grandes honores, que han cometido grandes villanías o traiciones. Pero a los ricos no se les investiga. Baste recordar que a Mario Conde lo nombraron Doctor Honoris Causa. Y no me extrañaría que tuviera más premios o condecoraciones.
Entre quienes ocupan la actualidad, los premios están a la orden del día, cuando no les toca uno, les toca otro, y nadie se detiene a investigar sus vidas para comprobar si han defraudado a alguien, o si le dieron dinero a Madoff, o si tienen cuentas en lugares secretos, o cualquiera de esas cosas que sí se miran en los menos pudientes.
Si Wilson S. Ribera arriesgó su vida por otra persona, ese acto merece un premio, con independencia de lo que haya hecho anteriormente. Tampoco sé si es correcto que se haya divulgado que tiene seis denuncias.

martes, 19 de agosto de 2008

A propósito de Jesús Neira

Jesús Neira debería ser un ejemplo para todos, alguien a quien emular. Defendió a una mujer que estaba siendo maltratada y el agresor, lejos de recapacitar y calmarse, se revolvió contra él y le propinó una paliza a resultas de la cual está en coma. La mujer que estaba siendo agredida ha salido en defensa del agresor, con lo que ha demostrado que su vileza iguala a la de su agresor. El cúmulo de despropósitos no termina ahí, puesto que el papel de la sanidad española no ha estado a la altura. No merece la pena hablar del ministro Soria. Ni tampoco de la búsqueda de culpables por las distintas Administraciones implicadas.
Del que conviene hablar es del héroe que, lejos de desentenderse de lo que estaba viendo, cumplió con su obligación. Lo que deberían hacer ahora los políticos es premiar a Jesús Neira, con el objeto de fomentar este tipo de comportamientos. La actitud de los políticos, en cambio, a lo que lleva es a que cualquiera se lo piense dos veces antes de meterse en donde no le llaman.
Algo similar ocurrió en otro caso que ya conté, con motivo de un atraco a una sucursal bancaria de Valencia. Un facineroso, armado con una navaja de grandes dimensiones, mantenía a un rehén mientras pateaba violentamente el recinto blindado de la caja, con el fin de la abrieran para tomar el dinero existente. Los empleados que estaban dentro no demostraban ninguna intención de abrir. Algunos de los que estaban fuera tenían llave para abrir, pero tampoco hicieron nada para socorrer al rehén. El atracador, se supo más tarde, cumplía una condena de 25 años y disfrutaba de permiso.
Un jubilado cliente de la entidad bancaria, Guillermo Caballero Martínez, decidió jugarse la vida por defender a quien estaba en peligro. Pronto rodaron él y el atracador por el suelo y éste se levantó de un salto y, navaja en mano, amenazó a quien se le había enfrentado. Entonces apareció otro cliente, también jubilado, Julio Antonio Casino Ibáñez, que armado con una silla se abalanzó sobre el atracador, que visto el cariz que tomaban las cosas y que ya era imposible que lograra robar, optó por huir.
Afortunadamente, no ocurrió nada, pero muy bien pudo haber un muerto o más. Los héroes no han recibido ningún premio por su acción, de modo que si lo cuentan puede que se les tome por tontos. Los políticos deberían comprender, si fueran capaces, que es primordial fomentar este modo de proceder. No debería costarles tanto condecorar a estas personas tan valiosas.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Carod, ¿gafe?

¿Es gafe Carod?, se pregunta Manuel Alcántara, y en el caso de que lo sea su variedad, manzanilla o sotanoide. Pero no debe de considerar esta posibilidad muy en serio, puesto que escribe su nombre, aunque también puede ser que disponga de algún antídoto o sortilegio que conjure el peligro. Pero cuando hay que tocar madera y encomendarse a todos los santos es al referirse a Setién. Su profesión consiste en ser testimonio de la fe y en enseñar a adorar a Dios y, sin embargo, cada vez que aparece públicamente logra que la gente piense en el mal y recuerde al demonio. Quizá sea ése un modo de hacer su labor. Si existen el mal y el demonio, también han de existir el bien y Dios. Pero algún gafe puede que haya puesto que vivimos tiempos revueltos en los que la gente ya no vuelve los ojos hacia los personajes sublimes como Sócrates, Marco Atilio Régulo, o Marco Aurelio, sino que ahora andan sueltos todos los egoísmos y hasta las más ridículas variedades de narcisismo. Intento, por mi parte, hacer que se reconozcan los méritos de aquellos dos jubilados que, como vengo contando, fueron capaces, primero uno y luego otro, de enfrentarse a un atracador joven y atlético, que además iba armado con una enorme navaja. Ahora ya puedo decir sus nombres. Se llaman, Guillermo Caballero Martínez y Julio Antonio Casino Ibáñez. Ellos sí que han sido, varias veces cada uno, capaces de arriesgar sus vidas por una causa justa. Dicen que la mejor recompensa consiste en la propia satisfacción por haber obrado bien. Quizá las autoridades no les premien por no estropear esa sensación. Incluso teniendo en cuenta esto, no se puede evitar la sensación de que la vida política está preñada de vulgaridad. Dice Pedro, un simpático participante de un foro, que los políticos no son más que el reflejo de la sociedad a la que sirven (y acaso sería mejor decir “de la que se sirven”). Dos señoritos del PP dicen que su partido llevará el trasvase del agua en el programa para las próximas elecciones generales. ¿Y si no fuera así se jugarían el cargo como hizo Tomás Trénor Azcárraga en una situación bastante más complicada? Menudo lío ha armado Zapatero con el agua. Por algo dijo, presumiendo, que el trasvase no se ha hecho y nunca más se hará. Y si sólo hubiera sido ese…