La cuestión es la siguiente: Mi hermana
falleció el 15 de septiembre pasado; su hija y sobrina mía está
hospitalizada. Cuando dentro de unas semanas le den el alta no podrá
ir a su casa, porque ha sido ocupada por un matrimonio ecuatoriano
que tiene un niño y perro, que paga un alquiler a alguien que no
tiene ningún derecho sobre la casa.
Podría haber sido peor. Antes de morir
mi hermana era llevada en ambulancia, con alguna frecuencia al
hospital, en donde permanecía dos o tres días. Mi sobrina ya estaba
ingresada. A la vuelta de una de esas estancias podría haberse
encontrado la casa ocupada por esos indeseables.
Mi hermana tenía cientos de libros,
paredes ocupadas por completo por las estanterías. Dos decenas de
esos libros tienen más de cien años. ¿Dónde estarán todos los
recuerdos de mi sobrina? Las fotos, las cartas, los objetos. ¿Qué
habrán hecho esos malditos ecuatorianos con las cosas que no les
pertenecen?
¡Malditos sean los ocupas!
¡Malditos sean quienes fomentan la
ocupación!
¡Malditos sean los políticos que no han
promulgado ni promulgan leyes para frenar esa plaga!
Hay políticos que tienen la casa
vigilada las 24 horas del día. La tienen vigilada por fuerzas del
orden, a las que se les paga con el dinero de los impuestos. O sea,
que estoy pagando para que vigilen la casa de señores que también
son servidores míos, porque también se les paga con dinero de los
impuestos.
En cambio, nadie vigilaba la casa de mi
hermana. ¿Por qué las casas de esos han de tener vigilancia y la de
mi hermana no la tuvo? ¿Por qué no puedo entrar yo en la casa que
fue de mi hermana y echar a esos indeseables, de grado o por la
fuerza, después de hacerles pagar todo el estropicio que hayan
hecho?
¿Por qué he de pagar a unos políticos
para que cuiden de mis intereses si lo que hacen es cuidar
exclusivamente de los suyos?
¡Malditos sean todos los que quieren
cargarse la civilización fomentando, aplaudiendo o consintiendo el
movimiento ocupa!
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